Las armas y montura del héroe:

poder e identidad en el Cantar de Mio Cid

 

 

Alfonso Boix Jovaní

Universitat de València

 

 

Resulta curioso observar cómo, en las grandes obras de la literatura universal, como sucede en los grandes mitos –muchas veces las primeras no son sino el testimonio escrito de los últimos–, los héroes mantienen a su alrededor un conjunto de elementos más populares que, incluso, algunos personajes humanos de la misma obra, por muy destacados que estos sean. El ciudadano de a pie puede no saber quién era Minaya Alvar Fáñez, o Galván, pero sí que conocerá al Cid y al rey Arturo, héroes a quienes van asociados, así como a sus célebres armas Colada, Tizón (o “Tizona”) y Excalibur, respectivamente. Sin embargo, en casos como el del Campeador, Colada y Tizón aparecen citadas en el Cantar de Mio Cid (CMC, en adelante) en un grado mucho menor del que corresponde a Minaya o Pedro Bermúdez, por ejemplo, quienes también quedarían ensombrecidos por Babieca, el caballo del Cid, tan popular como el Rocinante de Don Quijote.

Esta reflexión no es sino la base desde la que parte el presente estudio, basado en resolver cómo es posible que elementos inanimados o animales tengan no ya el mismo, sino aún más importancia en una obra literaria, y en concreto el CMC, convirtiéndose en personajes de pleno derecho. Una primera razón podrían ser las asombrosas cualidades que estos podrían tener y que les harían ser objeto de asombro para el público; por otro, dicha fama podría deberse a la relación del héroe con estos elementos. En realidad, El Cid es héroe por superar las dificultades en las que su honra se ve comprometida, pero también por ser encumbrado por su sociedad, pues aporta beneficios al seno de la misma, los mismos que harán que el rey Alfonso le devuelva su amor. En efecto, el Cid hace cosas buenas por todo el mundo, reparte botines, envía regalos a su señor Alfonso. Incluso sus hombres, cuando hacen algo por él, siempre actúan siguiendo sus órdenes o respondiendo a sus deberes como vasallos. Pero Colada, Tizón y Babieca son, curiosamente, los únicos personajes por los que el Cid no hace nada, pues no pueden recibir beneficios, ni alegrarse, ni se les puede servir. Antes al contrario, son montura y armas quienes en realidad actúan en pro del Cid de un modo distinto al que lo hacen, incluso, sus hombres. Y he aquí donde podría radicar la fama de estas tres entidades. A resolver, por así decirlo, la razón de la fama del caballo y los aceros de Rodrigo se dedicarán las siguientes páginas.

Pese a la mesura que rige en su mayor parte el CMC, el poema contiene diversas escenas donde lo extraordinario se asoma entre los versos del canto épico. Dos de esos momentos tienen por protagonistas a Colada y Tizón:

 

Sacaron las espadas      Colada e Tizón,

pusiéronlas en mano      del rey so señor.

Saca las espadas      e relumbra toda la cort,

las maçanas e los arriazes      todos d’oro son,

maravíllanse d’ellas      todos los omnes buenos de la cort.(1) 

(vv. 3175-3179)

 

Martín Antolínez      mano metió al espada

(relumbra tod el campo      tanto es linpia e clara), 

(vv. 3648-3649)

 

En un trabajo anterior (Boix, 2001), el autor se centró en la comparación de este brillo extraordinario con el de otras célebres espadas míticas medievales, (2) como pueden ser Excalibur (según se narra en el Breudwyt Rhonabwy y la Histoire de Merlin) o la Marmiadoise (Histoire de Merlin):

 

Ar hynny sef y clywynt galw ar Gadwr, Iarll Kernyw. Nachaf ynteu yn kyuot a chledyf Arthur yn y law. A llun deu sarf ar y cledyf o eur. A phan tynnit y cledyf o’r wein, ual dwy fflam o tan a welit o eneueu y seirf. A hynny nyt oed hawd y neb edrych arnaw rac y aruthret. (Richards, ed. 10-11)

 

[“En ese momento oyeron llamar a Kadwr, conde de Kernyw; se levantó con la espada de Arturo en la mano, en la cual estaban grabadas dos serpientes de oro. Cuando desenvainó la espada, parecía como si dos lenguas de fuego salieran de la boca de las serpientes y de un modo tan terrible que a cualquiera le resultaba difícil mirarla.”] (Trad. de Cirlot 240)

 

 

lors sacha li rois artus hors du feure escalibor la boine espee que il traist del perron dont il auoit le iour maint biau cop doune . & si tost com il lot traite hors du fuerre si ieta si grant clarte comme se ce fust vns brandons de feu puis se couuri de son escu & ieta . j . colp al iaiant ains quil fust couers parmi la teste . & quant cil le voit si iete lescu encontre car moult redoutoit le cop de lespee quil uit reluire & reflambir car il sot bien quele estoit de tresgrant bonte si iete la mache encontre. [...] li rois rions [...] si traist lespee qui tant fu de grant bonte . & si tost quil lot ietee hors du fuere si rendi si grant clarte quil sambla que tous li pais en fust enluminees . & si auoit non marmiadoise . Et quant li rois artus voit lespee que si reflamboie si le prise moult & se traist . j . poi ensus por regarder le si le couuoite moult durement & dist que bur seroit nes qui le poroit conquerre . (Sommer, ed. 246)

 

[“El rey Arturo sacó de la vaina a Escalibor, su buena espada, que consiguió en el poyo, y con la que había dado hermosos golpes durante todo el día; apenas la desenvainó, la espada dio tan gran claridad como si fuera una antorcha; luego, se cubrió con el escudo y le dio un golpe al gigante en la cabeza antes de que tuviera tiempo de protegerse; adelantó el rey Rión su escudo, temiendo el golpe de la espada que ha visto brillar y refulgir, pues sabía que era de extraordinaria calidad, y pone la maza en su camino. [...] el rey Rión [...] desenvainó la espada, que era de tan gran calidad; apenas la había sacado del forro, dio tanta luz que parecía que toda la región había sido iluminada. Se llamaba la espada Marmiadoise. El rey Arturo, al ver que brillaba de esa forma, siente gran estima por ella; se retira un poco para contemplarla y siente grandes deseos de tenerla, diciéndose que en buena hora habrá nacido quien pueda conseguirla.”]  (Trad. de Alvar 388-389)

 

La comparación entre todos los pasajes demostraba no ya la similitud de estos resplandores sino, por ende, que Colada y Tizón sí contenían cierta naturaleza maravillosa, aunque en principio sin llegar a ser tan excepcionales como las grandes espadas mágicas europeas, forjadas por semidioses como Weiland, pues la mesura del Cantar afecta a la caracterización de las espadas.

No es errónea la identificación de este brillo como un signo de los aceros extraordinarios, ya que se podría redactar un larguísimo inventario de espadas maravillosas –sirva como prueba de ello el imponente listado de Falk (1914, pp. 47-65), sólo referido a espadas nórdicas–, entre ellas las refulgentes, en la literatura europea medieval, (3) hasta el punto de convertirse en un motivo folclórico: Thompson registra la existencia de espadas muy brillantes, al estilo de Colada y Tizón, en D1645.4; existen también espadas incandescentes, como las de los cuentos tipo H1337 “Quest for sword of light”, y también el motivo D1645.8.4 (espadas mágicas llameantes), mientras que el relámpago surgido de una espada se halla en A1141.2.

Por su parte, Babieca tampoco es una simple montura, pues sus capacidades son las mismas que harían de cualquier caballo el vehículo más excelente para el combate. Así, a la llegada de Jimena y las pequeñas a Valencia, el Cid cabalga:

 

Por nombre el cavallo      Bavieca cavalga,

fizo una corrida,      ¡ésta fue tan estraña!

Cuando ovo corrido      todos se maravillavan,

d’es día se preció Bavieca      en cuant grant fue España. 

(vv. 1588-1591)

 

No es la única ocasión en la que se ensalza la valía de Babieca. Después de la batalla contra las huestes de Yúsuf, el Cid “allí preció a Bavieca de la cabeça fasta a cabo” (v. 1732). También en la batalla contra Bucar, la comparación con el corcel del caudillo musulmán realza aún más a Babieca:

 

Buen cavallo tiene Bucar      e grandes saltos faz,

mas Bavieca, el de mio Cid,      alcançándolo va. 

(vv. 2418-2419)

 

Una de sus más importantes actuaciones no figura, sin embargo, en el Cantar de Mio Cid a causa de una laguna que se inicia tras el v. 3507 y por la que únicamente ha sobrevivido una referencia a la exhibición del Cid a lomos de su caballo:

 

Mio Cid en el cavallo      adelant se llegó,

fue besar la mano      a so señor Alfonso:

Mandásteme mover      a Bavieca el corredor,

en moros ni en cristianos      otro tal non ha oy.

Yo vos le en don,      mandédesle tomar, señor.–

Essora dixo el rey:      D’esto non he sabor.

Si a vós tolliés, el cavallo      no havrié tan buen señor,

mas atal cavallo cum ést      pora tal commo vós,

pora arrancar moros del canpo      e ser segudador;

quien vos lo toller quisiere,      no·l vala el Criador,

ca por vós e por el cavallo      ondrados somos nós.– 

(vv. 3511-3521)

 

Tras las cortes de Toledo, el Cid quiso regalar el Babieca al rey Alfonso VI; quien, en el v. 3521, llega a decir que el propio caballo le honra. La cabalgada que el Campeador realizó ante Alfonso VI se conserva en la Versión Sanchina de la Estoria de España, como puede verse (Primera Crónica General, capítulo 945):

 

Et desque el Çid fue despedido del rey, enbiol pedir por merçed quel esperasse vn poco et quel querie vna cosa dezir. Et el rey parosse, et atendiol. Et el Çid le dixo: “sennor, yo tengo que mal yua daqui, si yo leuasse tan buen cauallo commo este, et non lo dexasse a vos, ca tal cauallo commo este non pertenesçe pora otri sinon pora uos, sennor; et porque veades qual es, fare yo agora ante uos, lo que non fiz grant tiempo ha, sinon quando me acaesçio en las lides que oue con mis enemigos”. Et el Çid subio en su cauallo, su piel arminna uestida, et començo a darle de las espuelas et a leuarle por el campo antel rey don Alfonso. ¿Quien uos podrie dezir quam bueno era el cauallo et quam bueno yua el cauallero en el? Et en faziendo el cauallo, quebrol el vna rienda; et assy se paro el cauallo o el Çid quiso, commo si touiesse amas las riendas sanas; de la qual cosa el rey, et quantos y yuan, se marauillaron, et dizien que nunca de tan buen cauallo oyeran fablar commo de aquel. (Menéndez Pidal, ed.)

 

Todos estos testimonios certifican que Babieca se presenta en el CMC, y se le siguió considerando así, tal y como confirma la crónica, como un animal extraordinario. Se une, así, a la larga tradición de caballos excepcionales propios de los héroes, como el Bauçan de Guillermo de Orange o el poderoso Gringalet, ganado por Galván a los sajones y que ni siquiera sudaba después de grandes alardes de velocidad: (4)

le gringalet . j . cheual qui ensi auoit non por sa grant bonte . Car li contes dist que por . x . lieues coure ne li batissent ia li flanc ne li coste ne ia poel ne len suast sor la crupe ne sor lespaule .(Sommer, ed. 363)

[“Gringalet, caballo que se llamaba así por su gran bondad, pues, según cuenta la historia, aunque corriera diez leguas, no se le moverían los flancos ni el costado, ni le sudaría un solo pelo de la grupa o el lomo.”] (Alvar, ed. 186)

 

Un caso extremo de este tipo de caballos extraordinarios sería el Sleipnir de Odín, que tenía ocho patas, lo que le permitía desarrollar increíbles velocidades.

Pero la excepcionalidad de las espadas y del caballo podría actuar no sólo como mero elemento efectista, simple recurso para el asombro de la audiencia, sino con propósitos más concretos dentro del poema como engranaje narrativo. Gracias a una reflexión desarrollada en torno a la figura de Babieca podrá analizarse la relación del Cid tanto con su caballo como con Colada y Tizón. Gwara (1983: 13) realizó tan brillante observación:

 

the hero requires a superior steed because he is a superior man. It is only fitting that the Cid ride a nobler beast than most men; he is, after all, the hero. When the Cid acquires Babieca, we realize even more that he is not only worthy, but heroic. Previously portrayed with only good steeds, the Cid now wins a magnificent mount which calls attention to itself through Spain (ll. 1586-91). From this time, the Cid is no longer mentioned with simply a good horse; he is defined by means of a horse bearing a name. Here the poet utilizes equine imagery in a more personal way: the Cid rides the only animal with a name in the poem, and this fact draws our attention to the pair (Gwara 1983: 13)

 

Muchos de los términos que Gwara aplica a Babieca pueden hacerse extensibles a las espadas del Campeador, pero también a otros casos que figuran a lo largo del medievo europeo, donde otros héroes utilizan armas que originalmente no eran suyas, sino que son obtenidas, bien como regalo, bien como trofeo. Efectuando un rápido repaso, el Mainete indica cómo Galiana, que había recibido como presentes del moro Bramante el caballo Blanchet y la espada Joyosa, se los regaló a Carlomagno –entonces aún Carlos Mainete– para que luchase contra Bramante (Primera Crónica General, cap. 598; Gran Conquista de Ultramar, II, xliii).

En la refriega, Carlos vencería al musulmán, ganando su espada, la Durendal (PCG, capítulos 597-599). La citada Marmiadoise, espada que, de acuerdo con la Historia de Merlin, reemplaza a la Excalibur en manos de Arturo, es un trofeo ganado por el rey de Camelot al matar con el rey sajón Rión, de cuya espada se apoderó, mientras que el Gringalet de Galván también tiene origen ajeno, de acuerdo con las tres versiones que hay en torno a su origen. De nuevo aparece aquí el tema de las monturas y aceros de origen extranjero, musulmán además, como sucede con Tizón y Babieca, mientras que Colada es también extranjera, en cuanto que pertenece a Ramón Berenguer, catalán. (5)

Es importante recordar que “extranjero” y “extraño” comparten etimología, y aún significado, siendo el último término, además, equivalente también de “extraordinario”, de lo cual se hace eco el CMC y que sirve para ilustrar esta conexión entre armas y monturas maravillosas de origen extranjero, esto es, “extraño”:

De Castiella vos ides     pora las yentes estrañas,

                                                               (v. 176)

Por nombre el caballo     Babieca cavalga,

fizo una corrida,     ¡ésta fue tan estraña!

Cuando ovo corrido     todos se maravillavan,

d’est día se precio Babieca     en cuant grant fue España

                                                               (vv. 1588-1591)

Por otro lado, el origen del arma, en caso de que no sea sobrenatural –con lo cual sus características extraordinarias quedarían fuera de toda duda–, es habitualmente extranjero. Esto implica que tendrá unas cualidades e incluso un aspecto físico diferente del de las armas propias del país del héroe y que, con toda seguridad, serán las que porten la mayoría de sus compañeros de andanzas, por lo que el héroe, dueño de este elemento morfológicamente distinto del de la mayoría, se distinguirá de entre el resto.

Ya se ha visto cómo Colada, Tizón y Babieca tienen origen extranjero, lo cual permite distinguirlos de las armas y monturas que portaba la mesnada cidiana. Pero los trofeos que el Campeador obtiene en batalla implican, a su vez, que su nuevo propietario es mejor que el anterior y, por ello, se deduce que hará un uso todavía más adecuado de estos trofeos. No puede dudarse de que, si el Campeador ha vencido a sus enemigos, ello se debe a que es mejor que sus contrincantes, por lo que espadas y caballo pasan a manos de un dueño más digno y valeroso, pues, al superar a sus enemigos, superará también sus cualidades. En ese sentido, los enemigos del héroe no aparecen porque sí, sino que se crean a partir de las características que se desea destacar en el héroe. Si el enemigo es astuto, el protagonista lo será más; si es físicamente fuerte, aún más lo será el héroe. (6) Si es un gran caudillo –y sin duda lo eran Bucar, Yusuf o Don Remont–, aún más lo será quien les derrote. Así por ejemplo, el rey Rion, de quien Arturo obtuvo la Marmiadoise, es definido como un “iaiant” (“gigante”) (Sommer 1894: 246), por no hablar de los colosos musulmanes que confrontan Roldán y los Doce Pares.

Los trofeos no sólo sirven para recordar que el Cid ha sido mejor que sus adversarios, sino que también son objetos que permitirán al Campeador alcanzar mayor gloria. En cierto modo, esto me recuerda a los modernos entretenimientos informáticos, donde los héroes protagonistas requieren en muchas ocasiones de diversos objetos para acometer sus hazañas y, hasta que no las consiguen, no pueden ni siquiera intentar afrontar ciertas aventuras. Al fin y al cabo, podría tratarse de la misma tradición, pues simplemente se ha trasladado la figura del héroe a un soporte distinto –el informático–, pero sus bases culturales son las mismas. Así como Arturo no pudo ser rey hasta extraer la espada de la roca, lo cual indicaba un cambio de estadio en su vida, así las espadas y montura del Cid constituyen, en realidad, el paso previo para afrontar mayores hazañas. La primera referencia a Babieca (v. 1573) acontece cuando, tras haberlo ganado –probablemente al rey de Sevilla, aunque el poema no lo confirma–, el Cid desea exhibirlo ante su familia, que se aproxima a Valencia para reunirse con él, lo cual supondrá un antes y un después en toda la narración del poema, y donde las mayores batallas todavía están por llegar. El Cid gana Colada tras su gran victoria sobre el Conde de Barcelona, y poco después termina el cantar segundo –siguiendo el símil de los juegos informáticos, se diría que el héroe ha pasado a un nuevo nivel–, mientras que la Tizón es obtenida al poco de iniciarse el Cantar Tercero –nuevo “cambio de nivel” por parte del Cid–. En el caso de las espadas, no me parece casual que la división de los cantares coincida, precisamente, con la obtención de trofeos, y debería de tenerse en cuenta la idea de que, en efecto, indican el paso hacia nuevas y más difíciles aventuras. De hecho, será en el Cantar III que el Cid se enfrentará a su deshonra frente a nobles de mayor estatus social que él, quienes han afrentado a sus hijas, pero también es el Cantar en que el Cid emparentará con los reyes de España.

Visto desde esta perspectiva, parece clara la íntima relación entre los aceros del Cid, así como su fiel caballo, y la progresión del Campeador en lo que a su poder se refiere, así como de su fama. No quiere esto decir que el Cid no hubiese obtenido sus victorias sin Colada, Tizón y Babieca, pero no hay tampoco duda de que las contiendas que acomete con ellos son mucho más importantes y difíciles que aquellos primeros saqueos que afrontó en tierras del Henares y el Jalón con una espada y un caballo del que ni siquiera sabemos el nombre. Para las grandes victorias, y los mayores triunfos, el Cid necesitaba unas armas y un caballo a la altura de las circunstancias y de su dueño: la grandeza del Cid no podía permitirle llevar unas armas anónimas, ni el caballo con que partió estando hundido en la desgracia de su recién iniciado destierro.

A través del análisis realizado se observa que la fama de Colada, Tizón y Babieca no se debe únicamente a sus cualidades más o menos excepcionales, sino también a su relación con el héroe, pues son parte de su propia persona. Constituyen elementos clave de su identidad, de su configuración física como héroe, en cuanto que permiten distinguirle visualmente del resto de sus hombres, al igual que lo hace su extraordinaria barba, la cual, más allá de su simbolismo de honorabilidad, sirve para distinguir al Campeador entre su mesnada.

Por otro lado, sus características peculiares van íntimamente conectadas a la progresión del héroe en su progresivo aumento de fama y poder. No ha de extrañar, por tanto, que el CMC haga referencia al valor económico de Colada y Tizón:

Ý gañó a Colada, que más vale de mil marcos de plata,

                                                               (vv. 1010)

 

e ganó a Tizón,     que mill marcos d’oro val.

                                                               (vv. 2426)

 

Hay que tener en cuenta que, desde que parte hacia el destierro, el Cid procura obtener botines con los que mantener a su mesnada. Cada vez, sus victorias serán mayores, así como las riquezas obtenidas de sus enemigos vencidos. Si el botín y el enriquecimiento en la frontera es importante dentro del poema, precisamente, Colada, Tizón y Babieca son parte de esos botines, trofeos de guerra que toma el Campeador. En ese sentido, el valor de Colada y Tizón, así como de Babieca, ha de entenderse como sinécdoque del botín o, dicho en otras palabras, como reflejo de todo el poder económico, y aún social, que el Cid alcanza. Así, cuando el CMC indica que Tizón es más rica que Colada, implica a su vez que el Cid no sólo ha conseguido un arma más valiosa, sino también el más importante de sus botines y, a su vez, una gran victoria que no hace sino repercutir en ese aumento de prestigio y de riqueza que el Cid gana con el esfuerzo de su brazo.

La actuación final de los dos aceros es igualmente significativa: se trata de la última victoria del Cid, donde el héroe no está presente –se trata de las lides finales en Carrión– pero sí que lo están sus armas –no podía estarlo Babieca pues el rey no lo había aceptado como presente del Cid y había rogado al Campeador que lo mantuviese él mismo, por lo que no podía estar en manos de uno de sus hombres–, hasta el punto de que Colada y Tizón tienen un papel importante en las lides, pues su sola presencia aterra a los infantes de Carrión:

cuando lo vio Ferrán Gonçález,     conuvo a Tizón,

antes qu’el colpe esperasse     dixo: –¡Vençudo !–

                                                               (vv. 3644-3645)

 

Por su parte, cuando Diego reconoce a Colada,

Dia Gonçález espada tiene en mano,     mas no la ensayava,

esora el ifante     tan grandes vozes dava:

–¡Valme, Dios, glorioso señor,    e cúriamd’este espada!–

El cavallo asorrienda     e, mesurándol’ del espada,

sacól’ del mojón [...]

                                                               (3662-3667b)

 

Así, se observa cómo toda la figura del Cid va íntimamente relacionada a sus aceros y su montura mantienen con él, complementándole. El Cid que parte hacia el destierro, con la vista borrosa por las lágrimas que llenan sus ojos, no es el mismo que controla Valencia, ni el mismo que destroza a los más temibles enemigos. La figura del Campeador no se presenta al lector –o a la audiencia– de repente, sino que se va conformando poco a poco. Como un cuadro al que se le añaden detalles hasta conseguir el resultado final, así al Cid se le otorgan diversos elementos que le aproximan cada vez más a la imagen definitiva con la que ha de quedarse el receptor del poema. El Campeador heroico que nos muestra el CMC no se compone simplemente de un cuerpo humano, sino que es un conjunto de elementos que funcionan para conformar una imagen total. Y, así, Colada, Tizón y Babieca forman parte de él mismo, como lo pueden ser sus brazos o su mesura. Como advirtió Colin Smith, en su introducción a su edición del Cantar  “Las espadas del Cid –como sus caballos y vestiduras–, son extensión de su poder y personalidad” (85). Sin embargo, no creo que sean sólo extensión de su poder, sino manifestación del mismo, y aún, como digo, parte del propio Campeador. Es ése, según puede desprenderse de este trabajo, el motivo de su presencia en el poema, y lo que explica a su vez que no haya referencias a otras espadas con nombre propio, ni que se describan brillos portentosos en otros aceros, ni cabalgadas extraordinarias en otros caballos: sólo Colada, Tizón y Babieca podían ser excepcionales, pues tienen funciones concretas que actúan en la configuración del héroe, (7) dando una imagen del Campeador como caballero excepcional. Y es por ello lógico que participen de la fama del héroe, pues contribuyen de manera fundamental a ello, de ahí su enorme popularidad, por encima incluso de la de otros grandes personajes como Minaya Alvar Fáñez, ya que ellas formaban parte, a su vez, del héroe épico español por excelencia.

Notas

* El presente estudio forma parte de las actividades desarrolladas en el marco del Proyecto del Plan Nacional de I+D+i con código FFI2009-13058: ‘Formas de la Épica Hispánica: Tradiciones y Contextos Históricos’, dirigido por el Prof. Alberto Montaner Frutos y financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación (con subvención de FONDOS FEDER).

 

(1). Todas las citas del CMC provienen de la edición de Montaner (2007).

 

(2). Aparte del estudio de Rodríguez Velasco (1991), donde se identificaba un simbolismo en las espadas que daban sentido a su presencia en el Cantar de Mio Cid, la mayoría de autores se inclinaba por descartar elementos míticos en Colada y Tizón –caso de De Chasca (1972)–, lo cual llevaba a no ahondar más en su posible significación dentro del argumento y estructura poemática.

 

(3). Ver, como prueba de ello, el listado de Falk (1914, pp. 47-65)

 

(4).  “Existen tres historias diferentes acerca de cómo obtuvo Galván al preciado Gringalet. Según la Continuación de Merlín (Vulgata) [se refiere a la Histoire de Merlin], el gigante Clarión, rey de los Sajones [sic], fue el poseedor inicial del caballo y Galván se lo arrebató tras vencerle en un combate. Escanor nos cuenta cómo el hada Esclarmonde, perdidamente enamorada de Escanor el Hermoso, le hace don del valioso animal. Más tarde, el tío de Escanor el Hermoso, llamado Escanor el Grande, lo monta en un combate contra Galván, quien, tras derrotar a su contrincante, se queda con Gringalet. [...] La tercera de las versiones la encontramos en Parzival, de Wolfran von Eschenbach, donde Gringalet es entregado a Galván por Orilus, marido de la Dama de la Tienda. En esta misma obra se dice que Gringalet había venido de Montsavatsch, el Castillo del Grial.”  (Alvar 2004: 217).

 

(5). Sobre por qué el CMC llama a los de Ramón Berenguer “franco”, vid. Montaner 1993, nota al v. 1002 (ampliada en 2007a).

 

(6). Además de las cualidades propias del héroe, se deduce que las armas le aportan algo nuevo, como puede ser mayor capacidad combativa. Como bien advertía Montaner (1987: 218), “Como ente particular posee un nombre: Colada (“hecha de acero colado”), como la Excalisbur [sic] de Arturo o la Durandarte de Roldán. Este carácter del arma viene dado porque ésta es un símbolo de caballero y el caballero sin armas no es nada, mientras que aquél que posee las armas de un luchador famoso hereda con ellas fuerza, astucia o valentía”.

 

(7). Elementos que no fueron observados por Enric Mallorquí Ruscalleda en su trabajo sobre este asunto.

 

Obras citadas

Alvar, Carlos (trad.). Historia de Merlin. Madrid: Siruela, 1988. 2 vols.

Boix Jovaní, Alfonso. “Colada y Tizón: ¿espadas mágicas? Incluyendo los aceros cidianos en una tradición literaria”. La Corónica, 29.2 (2001): 201-212.

Victoria Cirlot (ed.). Mabinogion. Relatos galeses. Madrid: Editora Nacional, 1982.

Mallorquí Ruscalleda, Enric. “La Configuración del Protagonista en el Cantar de Mio Cid”. Mirandum, 11 [accesible en http://www.hottopos.com/mirand12/enmall.htm].

Menéndez Pidal, Ramón (ed.). Primera Crónica General de España. Con un estudio actualizador de Diego Catalán. Gredos: Madrid, 1977, 2 vols. (Fuentes cronísticas de la historia de España, 2
     vols.
).

Montaner Frutos, Alberto (ed.). Cantar de Mio Cid. Con un estudio preliminar de Francisco Rico. Barcelona: Centro para la edición de los clásicos españoles-Galaxia Gutenberg-Círculo de lectores, 2007
     [primera edición en Barcelona: Crítica, 1993].

Smith, Colin (ed.). Poema de Mio Cid. Madrid: Cátedra, 1977.

Richards, Melville (ed.). Breudwyt Ronabwy allan o’r Llyfr Coch o Hergest. Cardiff: University of Wales Press, 1948.

Sommer, H. Oskar (ed.). Le Roman de Merlin or the Early History of King Arthur. Faithfully edited from the French Ms. Add. 10292 in the British Museum (about A.D. 1316) by Prof. H. Oskar
     Sommer, Ph. D. London: Privately edited for subscribers, 1894.