Dos
aproximaciones a la figura histórica de Ines Suárez:
Jorge Guzmán e
Isabel Allende
En la actualidad, existen dos novelas que se
ocupan de la figura histórica de Inés Suárez: Ay Mama Inés
(1997) de Jorge Guzmán e Inés del Alma Mía (2006) de
Isabel Allende. Ambas muestran fascinación por la compañera de Pedro de
Valdivia en la conquista y fundación de Chile y coinciden en muchos
aspectos de su vida. Cada autor,
sin embargo, y
Comparando ambas novelas, noto que Jorge Guzmán
utiliza cierta perspectiva para referirse a la heroína y mantiene una
actitud que, si no es distante, es, o pretende ser, lo más objetiva
posible. Guzmán describe una conducta vista desde fuera y entrega a los
lectores el diseño desapasionado de la vida novelada de Inés Suárez.
Isabel Allende, en cambio, tiene una actitud mucho más afectiva con la
protagonista; una postura intimista y de
apoyo que, en muchas ocasiones muestra una transferencia de la
personalidad de la autora a la heroína, una especie de identificación,
y la narrativa, así, pierde bastante en objetividad aunque gana en
vitalidad.
Inés Suárez era una costurera de la ciudad
extremeña de Plascencia, quien viajó a América
siguiendo los pasos de su marido y así llegó hasta el Perú, donde
descubrió que era viuda. En vez de regresar a España, se quedó en el
Nuevo Mundo y más tarde se enamoró de Pedro
de Valdivia, un hidalgo cuyo sueño era « dejar fama y gloria de
mí » como aseguraba en sus cartas al rey de España. Pedro de
Valdivia y ciento diez hombres más conquistaron Chile en 1540 tras una
larga y penosísima marcha por el desierto de Atacama, el más árido del
mundo y bajo la constante amenaza de los ataques indígenas. Con ellos
iba Inés Suárez quien peleó como un aguerrido soldado contra los
mapuche, los guerreros más bravos de América, fundó ciudades y murió ya
anciana, casada con otro conquistador.
Esta es mi historia [anticipa Inés Suárez en Inés del alma mía] y la de un hombre,
don Pedro de Valdivia, cuyas heroicas proezas han sido anotadas con
rigor por los cronistas y perdurarán en sus páginas hasta el fin de los
tiempos; sin embargo, yo sé de él lo que la Historia jamás podrá
averiguar: qué temía y cómo amó (2)
La narración de Guzmán se hace en tercera
persona y la primera mencion de Inés Suárez ya ubica a la protagonista
ofreciéndose para acompañar a Valdivia en su expedición desde el Cuzco
hasta Chile; es decir que la historia comienza después que la relación
entre ambos ha comenzado.
La narración de Allende se hace en primera
persona, o sea, es la protagonista misma la que nos cuenta su historia
y el relato comienza mucho antes de su llegada al Perú; específicamente
en su niñez en Plascencia. Inés
suárez, protagonista de Isabel Allende, es una mujer práctica,
apasionada, irreverente y dotada de un sano sentido
Un viernes Santo mi hermana Asunción, quien entonces tenía once años,
amaneció con los estigmas de Cristo, horribles llagas abiertas en las
palmas de las manos, y los ojos en blanco volteados hacia el cielo. Mi
madre la trajo de regreso al mundo con un par de cachetadas y la curó
con aplicaciones de telaraña en las manos y un régimen severo de
tisanas de manzanilla (pp.18-19)
Muy diferente es la actitud de Inés en Ay Mamá Inés en que una mujer más bien puritana reacciona
escandalizada ante la admiración de Valdivia por el pensador Erasmo:
No pudo soportar Inés oirle enorgullecerse de
haber conservado suficiente del pensamiento de ese Erasmo para sentir
un contínuo desapego de las formalidades rituales, una nostalgia de
practicar alguna religión buena y sencilla, sin curas ignorantes y
poderosos, bárbaramente odiadores de toda libertad del alma o del
cuerpo y de toda profundidad verdadera. Inés soltó por su pensamiento
una avalancha contínua y frenética de “Padrenuestros que no la dejaron
entender lo que Valdivia estaba diciendo (3)
En Inés del Alma Mía, sin
embargo, reconocemos a una protagonista muy apreciada por su autora y
de frecuente aparición en sus novelas:
[….] En casi todos mis libros hay mujeres
desafiantes, que nacen pobres o vulnerables, destinadas a ser
sometidas, pero se rebelan, dispuestas a pagar el precio de la libertad
a cualquier costo. Inés Suárez es una de ellas. Siempre son apasionadas
en sus amores y solidarias con otras mujeres. No las mueve la ambición
sino el amor; se lanzan a la aventura sin medir los riesgos ni mirar
hacia atrás, porque quedarse paralizadas en el sitio que la sociedad
les designa es mucho peor. Tal vez por eso no me interesan las reinas o
las herederas, que vienen al mundo en cuna de oro ni las mujeres
demasiado bellas, que tienen la ruta pavimentada por el deseo de los
hombres [….] No es raro, por lo tanto, que cuando leí sobre Inés Suárez
entre líneas en un libro de historia –rara vez hay más que un par de
líneas cuando se trata de mujeres- me picara la curiosidad. Era el tipo
de personaje que normalmente debo inventar. Al hacer la investigación
comprendí que nada que yo imaginara podría superar la realidad de esa
vida. Lo poco que se sabe de ella es espectacular, casi mágico.” (La suma de los días, P.323)
Ay Mamá Inés, de Jorge Guzmán, aborda la relación
entre Pedro de Valdivia e Inés Suárez cuando la misma ya está
establecida, es decir que se omiten los
datos del encuentro de ambos y las circunstancias que lo precedieron.
Valdivia visita a Inés en su casa de Lima, como lo hace rutinariamente,
le habla de su proyecto de viajar a Chile y le pide su consejo. Inés,
quien en ambas novelas aparecerá teniendo una fuerte influencia sobre
el conquistador pero sin que parezca obvio, responde astutamente: “-No
lo sé. Tú tienes que saber-“(p.16) a lo que agrega casi inmediatamente:
-¿Y no quisieras llevarme? Yo te puedo servir
mucho. Y hacerte manjar
blanco. Y tejerte jubones de lana. Y
no hablemos de otras cosas. Y agarrar una espada, si hace falta. Mira que no
es poco. En serio te digo: te
conviene mucho llevarme. (p. 17)
Ambos autores hacen hincapié en las habilidades
de Inés como enfermera apareciendo en los dos libros en varias escenas
donde se curan heridos, se hacen cauterizaciones y hasta amputaciones.
También, tanto Guzmán como Allende hablan de la pericia de Inés para
encontrar agua, aún en la tierra más árida, valiéndose de una varilla
de madera, pero sobre todo, ambos autores manifiestan una fascinación
especial en lo que se refiere a la relación amorosa con Valdivia. En cuanto a esta relación, Guzmán, al tratarla
desde afuera,
-Estos infelices no volverán a molestaros,
señora –dijo, galante
-No son ellos los que me preocupan, caballero,
sino quien los mandó
-Tampoco ése volverá a sus bellaquerías, porque
mañana habrá de vérselas conmigo (p.114)
Esa noche, según lo recuerda Inés, la vida de
Mudos, nos miramos durante una eternidad sin
poder apartar los ojos. Aunque la noche estaba fría, la piel me quemaba
y un hilo de sudor me corría por la espalda. Sé que a él lo sacudía la
misma tormenta, porque el aire de la habitación se volvió denso [….]
esa misma noche nos amamos y desde el primer abrazo nos consumió el
mismo amor (pp.116-117)
En cuanto a la salida de Cuzco y la travesía por
el desierto de Atacama, hay muchas similitudes entre las dos novelas.
Las dos se refieren al viaje como increíblemente peligroso por el
terreno, el clima, la falta de un ejército numeroso y los frecuentes
ataques de los indios. Inés Suárez, además de atender personalmente a
Valdivia, auxiliaba a los enfermos, curaba a los heridos, encontró agua
en el desierto en el momento en que el grupo entero desfallecía de sed
y salvó la vida de Valdivia cuando uno de sus rivales, Sancho de la
Hoz, trató de asesinarlo con un pequeño grupo de seguidores. Los
nativos, habiendo experimentado antes la invasión de los españoles
(Diego de Almagro, 1535-1536) quemaron sus cosechas y escondieron su
ganado dejando al grupo de Valdivia y sus animales sin comida ni
líquidos.
En diciembre de 1540, once meses después de la
salida de Cuzco, Valdivia y su grupo llegan al valle del río Mapocho,
donde el conquistador decide establecer la capital del territorio. El valle del Mapocho era extenso y bien poblado
de nativos. La tierra era muy fértil y el agua fresca, abundante. Muy
poco después de arribar,
Asumí con porfía el trabajo de fundar, que en el
Nuevo Mundo corresponde a las mujeres. Los hombres sólo construyen
pueblos provisorios para dejarnos allí con los hijos, mientras ellos
continúan sin cesar la guerra contra los indígenas del lugar. Han
debido transcurrir cuatro décadas de muertos, sacrificios, tesón y
trabajo para que Santiago tenga la pujanza de la que hoy goza. (p.194)
Ya establecidos en Santiago, Jorge Guzmán, en Ay Mamá Inés, adjudica a Inés un embarazo que no llega a
término y establece, así la potencialidad de un hijo de Valdivia nacido
en Chile que propagara su apellido en América:
Se puso ambas manos en el vientre y se dobló en
la cama hasta casi tocar las rodillas con el pecho. Estaba así,
encogida, esperando a ver si se repetía el calambre,
cuando se dio cuenta, con sobresalto, de que
no había tenido las familiares bascas matutinas [Más tarde] María, a su
lado, mirándole los zapatos, le dijo, sin alarma:
-Señoray, habías sabido, pues estar sangrando
(pp.93-94, 95)
En Inés del alma mía, sin
embargo, Inés no sólo se reconoce estéril sino que niega la posibilidad
de
Soy estéril [….] pero creo que Pedro también lo
era porque no los tuvo [los hijos] con Marina ni con otras mujeres.
“Dejar fama y memoria de mí”, fue su razón para conquistar Chile. Tal
vez así reemplazó a la dinastía que no pudo fundar. Dejó su apellido en
la Historia, ya que no pudo legarlo a sus descendientes. (p.178)
Otra diferencia notable entre las dos novelas es
el tratamiento de Marina Ortiz de Gaete, la esposa legítima de Pedro de
Valdivia. En Ay Mamá Inés se omite la relación de
Valdivia con ella en España y se la menciona sólo cuando se habla de la
insistencia del Consejo de Indias en que los españoles casados debían
mandar a traer a sus mujeres a América. A la pregunta de Inés acerca de si pensaba
traerla pronto, la respuesta de
Las arrugas y melindres de Marina me producen
cierta satisfacción, pero lucho contra este cicatero sentimiento porque
no deseo pasar más días de los necesarios en el purgatorio [….] Marina
vive en Chile desde hace veinticinco años. Llegó alrededor de 1554,
dispuesta a asumir su papel de esposa del gobernador [….] pero Marina
se encontró con la sorpresa de que era viuda [….] Tuve que comprarle
una casa y correr con sus gastos, para evitar que el fantasma de Pedro
me halase las orejas (pp.264-5)
Así, en Inés del alma mía la
esposa legítima es una presencia real por
su patetismo, por su vida vacía. Marina no
sólo no representa una competencia para Inés sino que la comparación
entre ambas favorece ampliamente a la amante y Marina sirve, en efecto,
para acentuar aún más la personalidad magnánima y espléndida de Inés
Suárez.
Volviendo a la vida de Valdivia e Inés en Chile,
en sus comienzos, en 1541, Valdivia invita a siete caciques para
arreglar el envío de víveres. Cuando
los caciques llegan,
La guerra comenzó en la madrugada del 11 de
septiembre de 1541. Los indios,
encabezados por Michimalonco, resultaron ser unos veinte mil quienes
asediaron la ciudad con flechas encendidas provocando un incendio
general. De acuerdo con
las crónicas (4), Inés
Suárez pasó todo el día acarreando comida y agua a los soldados,
curando a los heridos y dándoles palabras de consuelo y apoyo. Mientras tanto, los siete caciques prisioneros
gritaban palabras de estímulo a los indígenas y los incitaban a mayor
destrucción. Inés Suárez
se dio cuenta de la desmoralización de los españoles y del peligro de
la situación y propuso decapitar a los siete caciques y arrojar sus
cabezas afuera de la fortaleza entre los indios agresores con el
propósito de que escarmentaran. Hubieron
algunas objeciones a su plan ya que muchos consideraban la ciudad
perdida pero Inés insistió en su estrategia y ella misma se dirigió al
lugar donde estaban presos los caciques y los decapitó. Sus cabezas, en
efecto, fueron tiradas afuera de las murallas y rodaron entre los
combatientes. Los
indígenas, aterrorizados, abandonaron el campo de batalla.
Tanto en Ay Mamá Inés como en Inés del alma mía aparece detallada la proeza (que hoy
llamaríamos masacre). Las
narraciones no difieren mucho en los detalles pero sí en la actitud y
experiencia de Inés. Jorge Guzmán presenta una mujer emocionalmente
fría, que ha calculado muy bien sus acciones, temeraria y, a pesar de
su repugnancia, en control de la situación:
Sin furor, solamente pensando en triunfar, en
que la muerte de sus caciques podia desalentar a los atacantes, en
cambiar el apocamiento de los guardias, Inés sacó de súbito la espada y
la clavó en el pecho del más robusto de los prisioneros; tuvo que
intentarlo dos veces; la segunda tan desesperadamente que la hoja pasó
el cuerpo de claro y se detuvo solamente en la empuñadura; jamás había
pensado que la piel humana pudiera ser tan resistente. Hizo traer
hachas y ella misma ayudó en la decapitación de los siete cuerpos.
Después que se llevaron las cabezas y cuerpos, y que hubieran salido
todos los soldados, vomitó llorando sobre la sangre que cubría el suelo
(p.201)
En el libro de Isabel Allende, el hecho aparece
más cargado de emoción, un arrebato que Inés prácticamente lleva a cabo
mientras experimenta un trance. El acto de salvajismo se humaniza de
forma que el lector percibe la ansiedad, el horror y la locura por la
que atraviesa la mujer que está a punto de perder su vida y la de sus
compatriotas:
Y entonces enarbolé la espada a dos manos y la
descargué con la fuerza del odio sobre el cacique que tenía más cerca,
cercenándole el cuello de un solo tajo. El impulso del golpe me lanzó
de rodillas al suelo, donde un chorro de sangre me saltó a la cara,
mientras la cabeza rodaba a mis pies. El resto no lo recuerdo bien. Uno
de los guardias aseguró después que decapité de igual forma a los otros
seis prisioneros, pero el segundo dijo que no fue así, que ellos
terminaron la tarea. No importa. El hecho es que en cuestión de minutos
había siete cabezas por tierra (Pp. 234-5)
Lo que sí se reconoce con certeza es que Inés
salvó lo que quedaba de Santiago y a los españoles de una muerte
segura. En 1542, Valdivia recompensó a Inés por su coraje y valor con
una encomienda muy valiosa, premio tradicionalmente reservado para
hombres heroicos.
Otro aspecto de la vida de Inés Suárez que es
abordada por ambos novelistas es la relación de Inés con Lautaro, el
líder Mapuche que finalmente tenderá una trampa a Valdivia y ordenará
una muerte cruel para el conquistador. Los dos autores coinciden en que
Lautaro llegó a Santiago siendo niño y apareció desaliñado y hambriento
y siguiendo al capellán González de Marmolejo y terminó convirtiéndose
en un excelente caballerizo para Valdivia. Lautaro fue cristianizado
con el nombre de Felipe, observó muy bien las costumbres españolas, sus
armas, aprendió su lengua y finalmente los abandonó cuando ya era casi
un hombre para encabezar una rebelión en contra de Valdivia. De acuerdo
con Jorge Guzmán, sin embargo, a Lautaro, el clérigo lo llevó a la casa
parroquial pero dado que el niño era muy excéntrico e indomable, y
aprovechando la ocasión de que el sacerdote se encontraba enfermo y de
que María, la criada de Inés, lo visitaba diriamente y le llevaba
comida, el cura le ofrece al niño para que lo crie. María acepta encantada y lo lleva a vivir con
ella a lo de Valdivia haciendo de madre substituta:
Estuvo dichosa María varios días luego de que se
trajo al indiecito. Le
hizo una cama de ramas junto a la suya, se consiguió una rueca de
peonza, quizá de alguna india peruana, y empezó a fabricarse, con unas
varillas, un telar para hacerle géneros y a conseguir copos de lana
para hilarla (p.144)
En este texto, no hay duda, Maria, la empleada
de Isabel es la que corre con toda la responsabilidad del niño. Cuando
vuelve Valdivia y descubre al indiecito, Inés explica que el niño es un
hijo adoptivo de María, que “es la pierna de Judas” (p.149) A Inés, por
supuesto, le ocultan casi todas las rarezas del niño por miedo que lo
mande de nuevo a su comarca y allí se muera de hambre. Inés no
desarrolla ningún afecto por Lautaro y siempre mantiene hacia él una
profunda desconfianza.
Muy diferente es la relación entre Inés y
Lautaro relatada por Isabel Allende. En primer lugar, González de
Marmolejo lleva al niño directamente a la casa de Inés y lo pone a su
cargo. Inés, aunque renuente al principio, se encariña con el muchacho,
le enseña español, y, a cambio, aprende de él mapudungo.
Así, Inés aprende mucho acerca de los Mapuche: « Felipe resultó
buen maestro y yo una alumna aventajada; así es como gracias a él me
convertí en la única huinca capaz de entenderse
directamente con los mapuche. » (p.212)
En la versión de Isabel Allende, Inés se
comporta con el indio como una mujer caritativa y de instinto maternal
que no encontramos en Guzmán. Es posible que Isabel Allende perciba a
Inés Suárez con una mentalidad más cercana a la contemporánea que a la
que verdaderamente tuvo la heroína, pero lo cierto es que una vez más,
la mujer se nos presenta con rasgos espirituales grandiosos y una
mentalidad de avanzada. Rasgos que, repito, Isabel Allende tiende a
atribuir a sus personajes preferidos.
En
ambas novelas está registrado el hecho de que Valdivia termina su
relación amorosa con Inés adjudicándole un esposo, ofreciéndole alguno
de los hombres más leales del conquistador y uno de esos hombres era
Rodrigo de Quiroga quien terminó siendo Gobernador de Chile después de
la muerte de Valdivia. El casamiento de Inés le permitiría a la
misma retener los bienes y las tierras que había obtenido ayudando a
Echo de menos sus manos, su olor, sus anchas espaldas, su cabello suave
en la nuca, el roce de su barba, el soplo de su aliento en mis orejas
cuando estábamos juntos en la oscuridad. Es tanta la necesidad de
estrecharlo, de yacer con él, que a veces no puedo contener un grito
ahogado… (pp. 263-4)
En
síntesis, en lo que se refiere a Inés Suárez, Jorge Guzmán provee un
bosquejo, el primero, en la novelística latinoamericana y, por lo
tanto, no solamente es este diseño
invaluable sino indispensable. En efecto, el diseño de Guzmán es el que nos anticipa a la
vital e inolvidable protagonista de Isabel Allende. Allende desarrolla
el bosquejo de Inés Suárez y, al hacerlo, le da una voz, le otorga vida
y pasión y la coloca en el plano histórico que le corresponde como
fundadora desde un punto de vista no sólo afectivo sino también
intimista al identificarse con ella. Este acercamiento de empatía e
identificación explica en gran medida que Inés Suárez, en Inés
del alma mía sea también reivindicada como amante de Valdivia y en
su posición de mujer dependiente primero y abandonada después por él.
En efecto, en Inés del alma mía, Inés no le da un hijo
a Valdivia pero adopta a la hija de Quiroga y también, de cierta
manera, adopta a Lautaro; en sus últimos años
mantiene económicamente a la esposa legítima de Valdivia revirtiendo
los roles ya que ella es al final la “señora
principal” y la viuda de Valdivia es la “mantenida”. Y finalmente, se
casa por amor y no por arrebato juvenil ni deseos de aventuras y sus
nostalgias postreras no invocan a Pedro de Valdivia como era de esperar
sino a Rodrigo de Quiroga, su último esposo, el gran amor de su vida:
« ¿Dónde estás, Rodrigo? ¡Qué falta me haces! »(p. 264)
Notas
(1).
Ortega, Manuel, Inés Suárez en defensa de Santiago (1897,
Colección Museo Nacional.
(2).
Allende, Isabel. Inés del Alma Mía. Buenos Aires,
Editorial Sudamericana, 2006, pp.120.
Todas las citas que se hagan de aquí en adelante pertenecen a la misma edición.
(3).
Guzmán, Jorge. Ay Mamá Inés. Santiago, Fondo de
Cultura Económica, 1997, p. 27.
Todas las
citas que se hagan de aquí en adelante pertenecen a la misma edición.
(4).
Mariño de Lobera, Crónicas
Obras consultadas
Allende, Isabel. Inés del Alma Mía.
____________. La suma de los días.
Guzmán, Jorge. Ay Mama Inés.
Mariño
de Lobera, Crónicas