La prosa
neoyorquina de Julia de Burgos:
“la
cosa latina” en “mi segunda casa”
Yo
que perdí fronteras
me encuentro torturada por
el límite extraño
de mi propio destierro. (1)
El 27 de octubre de 2006, la ciudad de New York aprobó una ley
que
designó un tramo de la calle 106, entre la quinta y la primera
avenidas,
como “Julia de Burgos Boulevard.” En la misma calle, cerca de la
avenida Lexington, el mural de Manny Vega representa el rostro de
Burgos en
mosaicos que lo transforman en una especie de icono bizantino.
Muy
cerca, en la quinta avenida y calle ciento cinco, está la
esquina donde
se desplomó la escritora puertorriqueña en julio de 1953.
Fue
trasladada a Harlem Hospital y murió
en el anonimato. Abandono, anonimato, muerte son los emblemas fuertes
del
relato urdido en torno al final neoyorquino de Burgos. Poco se ha dicho
de los
esfuerzos de Consuelo, la hermana de Julia de Burgos, por
llevársela a
Puerto Rico. Viajó a New York con ese propósito y no pudo
conseguirlo. Tal vez no se mencione la intervención familiar
porque
diluye el impacto dramático de esa escena final. Los restos de
la poeta
boricua fueron a parar a Hart Island, donde entierran a los miles de
muertos
desconocidos de la ciudad. Un mes
más tarde, fue identificado el cadáver a través de
fotografías tomadas en la morgue y fue trasladado a Puerto Rico,
donde
recibió un funeral digno de un héroe nacional, la secuela
redentora de la Via Crucis en la ciudad imperial. El drama
biográfico de
Burgos ha sido ampliamente divulgado y es tal vez lo mejor conocido de
su
trayectoria. Es el punto de partida de cualquier investigación
sobre su
vida y su obra y es también lente deformador cuyas distorsiones
hay que
tener en cuenta, no para corregirlas, imposible y contraproducente a
estas
alturas, pero sí para
entenderlas mejor y saber aprovecharlas. (2)
Es
notable el impacto de Burgos en la cultura popular
puertorriqueña
y latina en la ciudad de New York. Sus poemas antológicos
aparecen
regularmente en los cursos universitarios y ciertos detalles de su
biografía
se han transformado en una leyenda urbana, cuyas versiones recurren en
diversos
frentes culturales. Cuando me detuve unos instantes frente al mural de
Manny
Vega en la calle 106, enseguida se detuvo también un
señor de
cierta edad, apoyado en el carrito de los víveres, que me
contó
su versión de la vida de Burgos, en un tono que era mitad
confidencia
entre desconocidos y mitad orientación para un turista
despistado. Sin
duda, el señor captó mi interés por el mural y lo
aprovechó
como denominador común para abrir el espacio de una de esas
complicidades fugaces tan características de la ciudad. Al
cruzar la
calle, y el señor señaló con el índice la
avenida
Lexington, se encuentra el Centro Cultural Julia de Burgos, el fruto de
un
esfuerzo comunitario de muchos años, añadió con
orgullo
evidente. En la calle 100 está
Julia de Burgos High School, dijo antes de despedirse.
En
otros frentes culturales, se destacan la obra de teatro de Carmen
Rivera, titulada Julia de Burgos: Child
of Water, presentada en 1999 por The Puerto Rican Traveling
Theatre, danzas con coreografía de
Paschal
Guzmán, presentadas en Lincoln Center en 1977, una
biografía
dramatizada, filmada por José García Torres en 1979, y un
documental de Ivonne Belén, Julia
toda en mí, 2002, que lleva como hilo conductor las cartas
inéditas que Burgos escribió a su hermana Consuelo desde
Cuba y
New York. Hay varias versiones musicales de los poemas, incluso una,
casi
operática, de Leonard Bernstein, que puede verse en YouTube.
En febrero de 2008, en conmemoración del natalicio,
el Museo del Barrio de New York auspició una lectura de la
poesía
de Burgos. La recia nevada no impidió que se llenara el
salón del
chalet al norte del Parque Central, donde se celebra el acto
anualmente.
En
la introducción a la antología Yo misma fui
mi ruta, María Solá aclara que,
terminada la relación amorosa con el dirigente político
dominicano Juan Isidro Jimenes Grullón en 1942, Burgos
trató de reorganizar
su vida y redefinir sus proyectos. “No se hundió en la
desesperación, por el contrario se levantó una y otra
vez, aunque
con impulso fallido”, escribe Solá (12). Diría más
bien que en sus últimos años, la desesperación
alterna con
momentos de energía y lucidez, incluso hasta la enfermedad final
y la
reclusión en los hospitales neoyorquinos. En uno de ellos, el
Hospital Mt.
Sinai, Burgos leía las biografías de los clásicos
norteamericanos, disponibles en una biblioteca ambulante, y
escribió un diario.
En su introducción, útil síntesis de la vida y la
obra de
Burgos, Solá “nos previene de los peligros de los biografismos
mitomaníacos . . . sobre todo en lo referente a la leyenda que
se
inventa a Julia como una amante victimizada...” (Ríos Avila 213).
El
impacto del relato de víctima no se ha limitado a la leyenda
popular. Perdura incluso en lecturas críticas recientes. En un
artículo de 2004, Carmen Vásquez dice lo siguiente de
“Canción de la verdad sencilla”, el último poema del
libro del mismo título, publicado en 1939: “Julia de Bugos se
autorretrata aquí como una mujer derrotada para siempre,
dispuesta a
vivir con la aceptación de su amor malogrado” (221). Por otra
parte, Juan Gelpí ha comentado la tendencia a hacer
hincapié en
las desgracias personales de Burgos en las maniobras paternalistas que
han
acompañado su ingreso al canon literario (Literatura
y paternalismo 3).
En
su ensayo “Víctima de luz”, que
lleva el título de un poema
de Burgos publicado en El mar y
tú, Ríos Avila ilumina
detalles sugerentes en la
estructura profunda del erotismo de Burgos, y reclama un lugar para lo
abyecto,
“incorrecto” en el contexto del feminismo contemporáneo pero
clave en la construcción subjetiva en la lírica de
Burgos. Otro ejemplo del proceso subjetivo
al que
se refiere Ríos Avila es evidente en el poema titulado
“Emoción exaltada sin respuesta” de la sección
“Confesión del sí y del no”, en Canción
de la verdad sencilla (116).(3) El primer
verso se refiere a la
relación amorosa: “Atormentada./ Corazón partido y
escapándose en emociones blancas”, pero en lo que sigue se
transforma la ausencia del amado en una meditación subjetiva
sobre la
incertidumbre de la identidad, sobre las posibilidades y los
límites de
toda labor humana, por ejemplo en estos versos: “Yo que perdí
fronteras/ me encuentro torturada por el límite extraño
de mi
propio destierro” (116). La imagen perturbadora no es la imagen del
amado. Es la imagen del propio rostro, deformada en el espejo: “Honda
sonrisa triste me mira del silencio/ de una cara de fuga/ empobrecida
de
claridad y fuerza”. Hacia el final del poema, antes de lanzar una serie
de preguntas ontológicas, incluso dirigidas a un “Dios
imperturbable”, se insinúa que ese yo maltrecho
se rehace a través de la palabra, a
través de la labor poética: “Soy dichosa de impulsos. Me
reproduzco. Amo”. Tres oraciones declarativas, breves, contundentes,
enunciaciones de un sujeto fuerte, seguidora de Whitman,
“Atormentada”, es cierto, pero también capaz de decirlo con
brío.
La
prosa neoyorquina de Burgos podría sugerir otra faceta del rico
proceso de construcción subjetiva evidente en la poesía.
Aunque
apenas figura como fuente del relato popular y ha sido poco comentada
por la
crítica, en la prosa se perfila la entrada a otros escenarios
del sujeto,
inconclusos y fragmentarios pero no prescindibles.
Merecen, en una forma u otra,
preferiblemente en una edición cabal, figurar en el espacio
discursivo
abierto por Burgos y su obra. No sólo la poesía sino
también la prosa definen “el momento neoyorquino” de Julia
de Burgos.(4) A “la multiplicidad de
inflexiones de la voz
poética”, en la frase de Juan Gelpí, se suman las voces
prosaicas de New York, un lugar privilegiado, junto a la prestigiosa
iconografía
isleña, en la “geografía simbólica” de Burgos.
(5) El río, el mar, el paisaje nativo
son los espacios
consagrados de esa geografía. Otras rutas llevan a la calle, el
puente,
el hospital, los arrabales de la metrópolis.
La
prosa de Burgos incluye la correspondencia, un diario, y una serie de
textos periodísticos, que aparecieron en Pueblos
Hispanos, un semanario neoyorquino, publicado entre el 13
de febrero de 1943 y el 7 de octubre de 1944. En el cuaderno
fotocopiado
titulado Julia de Burgos: periodista en
Nueva York, editado por Juan Antonio Rodríguez Pagán
para el
congreso de 1992, se reúnen los textos de Burgos publicados en Pueblos Hispanos. Probablemente debido a
un error cuando se hicieron las fotocopias, la paginación es
caótica, al menos en el ejemplar conservado en la New York
Public
Library. El diario de Burgos, testimonio lúcido y desgarrador
del exilio
y la enfermedad, escrito durante una de las temporadas que pasó
en el
hospital Mt. Sinai en New York, se ha publicado parcialmente en la Revista del Ateneo Puertorriqueño.
Una copia del mismo, escrita a
máquina, se conserva en el Centro de Estudios
Puertorriqueños de
Hunter College, en New York. La
correspondencia accesible se ha limitado a las citas en la
biografía de
Jiménez de Báez. Otras cartas se han publicado en las
revistas Mairena y Sin Nombre,
respectivamente.
En
“Cultura en función social”, un artículo
publicado en Pueblos Hispanos en
abril de 1944, se observa el tono enérgico, engagé
como decían entonces, de la prosa
periodística de Burgos. En el artículo citado, Burgos
aboga por una
solidaridad latina arraigada en la metropolis:
Hemos
preferido la inconsistencia climática de Nueva York, que se
advierte no
solamente en sus nubes, sino en sus hombres, para situarnos en el
corazón mismo de la Colonia Hispana donde diversas fuentes de
una misma
entraña han venido a dar, a manera de río, contra la roca
dura de
una realidad fría que puede tanto destruir como construir.(6)
(35)
En
el artículo parece fundirse el compromiso político con la
pasión y la energía subjetivas de la poesía. La
“destrucción” o la “construcción” son
opciones que no dependen de circunstancias totalmente ajenas a la
voluntad de
un sujeto que se impone y que se nutre de la energía de esas
“fuentes de una misma entraña”. Han pasado dos años
desde la ruptura de Burgos con su amante y del regreso, solitario y
terrible,
de la escritora a New York. Sin
duda, la destrucción acecha
en la ciudad fría, pero también hay que reconocer la
energía de la prosa de esos años y el deseo de rehacerse,
rehacer
su vida en New York y construir una
nueva voz literaria, capaz de imponerse, de marcar su presencia en esa
“roca dura de una realidad fría”.
Burgos
y Jimenes Grullón se conocieron en Puerto Rico en abril de
1939, cuando ella tenía veinte y cinco años y él,
casado
pero separado de su esposa, tenía treinta y siete. En enero de
1940
Burgos decidió viajar a New York para reunirse con Jimenes. La
impulsaba
la pasión amorosa, sin duda, pero también las mismas
circunstancias calamitosas que llevaron a miles de sus compatriotas a
abandonar
la tierra nativa. Después de unos meses en New York, Jimenes
Grullón
parte hacia Cuba, y en junio de 1940, Burgos se reúne con
él en
La Habana, donde residen hasta el verano de 1942. Terminada la
relación
entre los amantes, Julia regresa sola a New York. Es decir, la
relación amorosa
dura tres años. El relato biográfico más
popularizado
sugiere una transición casi inmediata entre el fin de la
relación
y la crisis neoyorquina, acompañada de alcoholismo y locura,
antesala de
la muerte. Sin embargo, se trata de once años de vida en New
York reducidos
si no borrados en el relato de víctima y su secuela, la
resurrección
como icono nacional. La prosa periodística de estos
años provee
otra perspectiva sobre la ciudad imperial; muestra energía,
compromiso
político e interés por el desarrollo de la cultura latina
en la
ciudad. Incluso en el momento de la crisis final, la prosa del diario
de Burgos
revela entereza de carácter, una sensibilidad estética
todavía firme, junto a un estoicismo apuntalado por la dignidad
y la
valentía.
El
deterioro de la relación entre Burgos y Jimenes Grullón
es
evidente en las cartas que Burgos escribió a su hermana Consuelo
desde
Cuba. Jimenes, hijo de una familia prominente de la República,
se
destacó como conferenciante y organizador en el movimiento
antitrujillista del exilio. En 1948 publicó Una
gestapo en América, documento desgarrador sobre su
experiencia en las cárceles del dictador. En el exilio,
continúa
su labor antitrujillista: imparte conferencias y se
destaca entre los líderes
dominicanos exiliados, entre ellos su amigo y vecino en Cuba, el
escritor y
futuro presidente Juan Bosch, con quien fundó el Partido
Revolucionario
Dominicano en 1939. Un cargo prominente, incluso la presidencia, en una
República liberada del tirano, no parece estar fuera del alcance
de
Jimenes Grullón, nieto del ex-presidente de la República,
Juan
Isidro Jimenes Pereira (1846-1919). Es harto sabido que la familia de
Jimenes se
opuso a su relación con Julia de Burgos, cuyo espíritu
libre y
carácter apasionado y volátil ya eran el tema de
comentarios y
rumores, que no dejaron de incluir referencias a los inicios de su
alcoholismo.
En El mar y tú, poemario
publicado póstumamente en 1954, la euforia inicial del amor
correspondido se transforma en abandono y dispersión subjetivos.
En las
cartas que escribe a su hermana, sin embargo, Burgos muestra
impaciencia,
incluso furia, con su amante. En una carta de julio de 1941, escribe a
su
hermana: “él me adora a su manera, pensando en primer lugar en
su
familia . . .Un día me propuso casarse secretamente, pero yo le
dije
veinte cosas, ¡imagínate!, le dije que sería su
esposa ante
los hombres sin excepción de vínculos; si no,
podría
quedarse con su limosna que yo no necesito. ¡A veces me da rabia,
es
verdad!” (Jiménez de
Báez 54).(7)
En
otra carta, del 11 de junio de 1942, Burgos ofrece consejos a su
hermana
Consuelo, pero podría estarse refiriéndose a su propia
situación, que enfrenta con cierto estoicismo: “..tampoco
podemos
estacionarnos definitivamente en una pena determinada
.
. . A veces una angustia muere por sí sola, inconscientemente,
absorbida por la inexorabilidad del tiempo . . . Dejarse vencer por la
vida es
peor que dejarse vencer por la muerte. Lo último es inevitable.
Lo
primero es voluntario. Y todo lo voluntario debe ser sano, fecundo,
creador” (55-56). Desde New York, el 12 de julio, 1942, Burgos escribe
a
su hermana, “El profundo dolor [del fin de su relación amorosa]
se
ha convertido en indignación…aquí estoy, llorando no de
dolor, sino de decepción” (60). “Profundo dolor”, es
cierto, pero también “rabia”,
“indignación”, “decepción” son las
palabras que usa Burgos para referirse al fracaso de su relación
amorosa. Culpa a Jimenes Grullón por no haber desafiado a la
familia. En
las cartas, Burgos expresa su deseo de amor y estabilidad, pero
también
revela su impaciencia con el papel de “señora” que el
matrimonio impone. Aquí recuerda sin duda la actitud de la poeta
en el
poema antológico “A Julia de Burgos”: “Tú eres
fría muñeca de mentira social”. Por su parte, Jimenes
Grullón, a pesar del liberalismo
democrático de sus
ideas políticas, no estuvo dispuesto a enfrentarse a las
tradiciones
conservadores de su familia burguesa. Habría que añadir
que el
clasismo e incluso el racismo contribuyeron al fracaso de la
relación. Además,
la vocación poética de Burgos no la recomendaba a una
familia
prestigiosa y evidentemente marcada por los consabidos prejuicios de su
clase.
Una
vez en los Estados Unidos, Burgos trató de rehacer su vida y
obtuvo, aunque fugazmente, algo de la estabilidad deseada. En 1943 se
casó
con Armando Marín, un músico puertorriqueño, y
durante un
año, del 1944 al 45, el matrimonio residió en Washington,
D.C.(8)
Desde su juventud Burgos había defendido la independencia de
Puerto Rico
y proclamado su simpatía por las causas izquierdistas, incluso
por el
comunismo internacional, postura común, como es sabido, entre
los intelectuales
puertorriqueños, que vinculaban la independencia de Puerto Rico
al
anti-fascismo y a la derrota, al menos en algunos frentes, del
imperialismo
norteamericano. En Washington Burgos trabajó en una oficina del
gobierno
y, de nuevo según su testimonio epistolar, parecía
satisfecha con
su situación. El plan era regresar a Puerto Rico y dice en una
de sus
cartas a su hermana, “Yo me quiero ir a Puerto Rico lo antes posible a
poner
mi esfuerzo a la liberación total de nuestra patria”. En un tono
más íntimo, también marcado por el humor y el
optimismo,
escribe a Consuelo, “Ya tengo el menú preparado: un corral de
jueyes constantemente repleto, y un lechón asado cada dos
días.
Los peces los tenemos en Vieques, pero los camarones me los
tendrá que
proporcionar Papotito. Hasta sueño con las buruquenas”
(Jiménez
66). Fragmentos de la otra cara de la geografía simbólica
de la
poesía se encuentran en las cartas, sin duda en este
menú, oloroso
de la realidad culinaria del chinchorro.
Terminada
la relación con su esposo Marín (nunca llegaron a
divorciarse), Burgos no regresó a Puerto Rico sino a New York. A
partir
de septiembre de 1944, Burgos se encargó de la sección de
cultura
de Pueblos Hispanos, vocero de la
independencia de Puerto Rico y divulgador de las culturas latinas en la
ciudad.
Partidarios de un internacionalismo solidario, los editores del
semanario consideraron
que dichas culturas debían hacer frente unido contra los
diversos
ataques del enemigo imperial. La labor periodística de Burgos
revela
otra faceta de su personalidad literaria, resuelta, curiosa, situada en
el ir y
venir de la metrópolis.
En
vísperas del regreso a New York, Burgos escribe a su hermana
Consuelo en una carta del 15 de mayo de 1945: “Estoy loca por
encontrarme
de nuevo en mi segunda casa, que es como considero a esa llamada ciudad
de
hierro después de pasar casi un año de vaciedad en esta
capital
del silencio [Washington]. Será como salir de un supremo
silencio que
nos tiene amarrados las manos y los ojos y los dientes y el
espíritu” (67). Es decir, se refiere a un cuerpo casi
amortajado,
por la ciudad de Washington y tal vez por la relación con su
pareja,
relación que en todo caso parece terminar con el regreso a New
York.
En
los artículos publicados en Pueblos
Hispanos, la mirada universalista de Burgos está marcada por
el internacionalismo
comunista de sus editores, notablemente su editor principal Juan
Antonio
Corretjer. Cito de “Marumba”, un poema de Corretjer dedicado a su
compañera
de lucha y luego su esposa Consuelo
Lee Tapia, publicado en Pueblos Hispanos,
el 20 de marzo de 1942: “Obreros puertorriqueños,/ carne de
hambre
y cañón,/ por pólvora tus empeños:/
por balas tu
corazón,/ rompe el cráneo de tus dueños/ con
fuerzas de tu
huracán./ Que tus hermanos
ya van/ en Rusia venciendo al mundo,/ por Lenin, criollos, fecundo/
padre, en
Libertad, Tierra y Pan”. En la tercera estrofa, se dirige al
“río Grande de Loiza”, en una referencia explícita al
poema más conocido de Burgos; el río, dice el poema de
Corretjer,
es “clara ruta de cristal/ hacia un mundo redimido. Levántate,
pueblo,
unido/ ¡Levántate a pelear!” Me detengo en la cita porque
muestra
el tono militante del activismo independentista puertorriqueño
durante
la Segunda Guerra Mundial y del ambiente político e intelectual
en que
se movía Burgos en New York. En artículos y editoriales
de Pueblos Hispanos se reiteran estas ideas,
es decir, que los puertorriqueños luchaban contra el nazismo y
sin
embargo Puerto Rico era víctima de la opresión
imperialista, mientras
que Rusia se enfrentó al nazismo antes que los Estados Unidos y
por lo
tanto, y por su “experimento revolucionario”, merecía la
simpatía
de todo pueblo oprimido. Los editoriales del semanario sugieren que
mientras
sigan abiertas las heridas de la derrota en la Guerra Civil
española, se
trabajará para obtener nuevas victorias en un futuro no muy
lejano, un
proceso que culminará en el triunfo revolucionario.
Desde
una perspectiva actual, la simpatía de los nacionalistas
puertorriqueños por la Rusia de Stalin parece una curiosidad
histórica, pero hay que tener en cuenta el contexto en que se
produjo:
la Guerra Civil española, la segunda Guerra Mundial, la crisis
interminable de un Puerto Rico colonizado a punta de bayoneta. Burgos
no se
afilió al partido comunista, aunque simpatizaba con la causa
internacionalista, pero su simpatía no se manifiesta en una
ideología política definida sino más bien en un
humanismo liberal,
marcado en parte por el cosmopolitismo espiritual heredado de los
modernistas y
tal vez por el vitalismo de Ortega y Gasset, cuya obra Jimenes
Grullón
había estudiado.(9) En los
artículos periodísticos publicados
en New York, el nacionalismo de Burgos se amplía para incluir
otra gente
y su cultura. El interés de Burgos por los otros grupos latinos
en la
metrópolis resulta profético, anunciador de un
multiculturalismo
que tardaría más de una generación para situarse
de manera
central en la política y la cultura contemporáneas.
En
la prosa neoyorquina de Burgos el sujeto nómada comentado por
Gelpí recorre otras rutas y revela en su deambular callejero
otras
facetas del sujeto amoroso de los últimos poemas. El eco de
Martí, “en las entrañas del monstruo”, es notable,
pero se escucha también el eco de un hispanismo solidario, por
ejemplo cuando
Burgos se refiere a “fuentes de una misma entraña”. En los
artículos de Pueblos Hispanos Burgos
se sitúa en New York, “en el corazón mismo de la Colonia
Hispana”, para afirmar que no se trata sólo de la independencia
de
su patria sino de una lucha que incluye a los “pueblos hispanos”
radicados en New York y que finalmente se define como una lucha
universal por
la justicia:
No
vivimos una época de cariños puros, determinantes de una
posición espiritual eterna.
Si hoy nos encontramos lado a lado en la elaboración del
programa
de PUEBLOS HISPANOS [sic], es por
coincidencia de principios y de posiciones frente a la batalla general
entre
las fuerzas reaccionarias y la justicia humana, y frente a la lucha
específica que sostienen los pueblos hispanos en Nueva York por
su
supervivencia y superación. (35)
Sin
duda se filtra aquí algo del materialismo dialéctico de
los editores de Pueblos Hispanos,
pero Burgos lo expresa en
términos más vagos, y por lo tanto más atractivos
y
más duraderos. Sobre “la batalla general entre las fuerzas
reaccionarias y la justicia humana” podemos hablar hoy día sin
ningún anacronismo. En cuanto a la frase, “la lucha
específica de los pueblos hispanos en Nueva York por su
supervivencia y
superación”, podría insertarse sin falla alguna en el
discurso político actual o incluso en nuestros diálogos
universitarios.
Para
llevar a cabo dicho proyecto de unidad espiritual y política que
hiciera frente a las injusticias del imperialismo, Burgos propuso
medidas
prácticas, entre ellas, el establecimiento de una
librería, una
editorial y una serie de conferencias, aparte de la labor desarrollada
en el
semanario Pueblos Hispanos. Se trata
sin duda de proyectos que todavía
nos preocupan y que se cumplen, en parte, en las actividades de las
instituciones donde se estudian y divulgan las culturas diversas de que
habla
Burgos.
Los
artículos y entrevistas que Burgos publica en Pueblos
Hispanos con frecuencia
presentan cuadros o vignettes cuyo
propósito es mostrar la
gran variedad cultural latina en la ciudad de New York. En junio de
1944,
Burgos entrevistó a Josephine Premice, que en esos años
iniciaba
su carrera de intérprete y divulgadora de la cultura de su
tierra
nativa, Haití. Premice se crió y educó en New
York, se
hizo famosa como performance artist,
diríamos hoy, y como promotora de una identidad americana
más
inclusiva, más acorde a la realidad multicultural de los Estados
Unidos,
profética sin lugar a dudas. “Al notar el perfecto acento de su
inglés”, dice Burgos de Josephine Premice , “inquirimos el
tiempo de su estadía aquí.” Premice
contesta: “—Apenas
conozco a mi patria natal. Casi no
la recuerdo. Nací en Port-au-Prince. Cuando contaba año y
medio
mis padres se trasladaron a Nueva York.” Continúa la entrevista,
que evidentemente se ha desarrollado en inglés, idioma que
Burgos
manejaba, según su propio testimonio, con soltura y placer. Pregunta Burgos, “¿Cómo
es posible que exprese usted una parte de la cultura haitiana tan
admirablemente, cuando no ha tenido contacto con el origen de esa
cultura?” Premice responde:
“Eso se lo debo a mi familia. Mi casa, dentro de esta misma ciudad
cosmopolita,
es haitiana. Aunque vivimos normalmente la vida norteamericana,
rendimos culto
a las más bellas y altas tradiciones nuestras, seguimos muy de
cerca los
acontecimientos políticos y sociales de nuestra patria y somos,
antes
que nada, y para ser universales, haitianos.” (59)
El
lugar de origen importa en la definición de las identidades,
pero
no es el factor determinante. La identidad se fabrica en la marcha, a
través del estudio y el esfuerzo, el consabido bricolage
del desterrado. La casa en el exilio, en la ciudad
cosmopolita, es el recinto privilegiado de esa identidad, sustentada
por la
idea de la patria lejana pero no menos vital por estar distante de
ella. En la
experiencia de otros inmigrantes, captada en otros artículos de Pueblos Hispanos, Burgos supo definir la
estructura de otra identidad posible, casi post-moderna diríamos
hoy,
más flexible y portátil, menos amarrada a los monumentos,
tambaleantes en tantos casos, de la nación.
En el boletín cultural de
Pueblos Hispanos, editado por Burgos,
se publicaba información sobre los diversos centros de
interés
para los hispanos en la ciudad. Se encuentran anuncios, por ejemplo,
sobre diversas
actividades en la Universidad de Columbia, incluso información
sobre los
cursos de lengua y literatura que ofrece. El centro de actividades del
Instituto Hispánico en Estados Unidos, escribe Burgos, es la
Casa
Hispánica, en la calle West 117 que “posee una biblioteca,
récords fonográficos y archivos de la cultura
hispánica.
Las actividades incluyen conferencias, conciertos, recitales,
recepciones y
reuniones sociales donde se habla español y portugués.
Publica la
Revista Hispánica Moderna y la
Revista de Filología
Hispánica”. Además, Burgos menciona otros centros y
otras actividades de interés para los latinos residentes en la
ciudad.
Para
cumplir con el afán divulgador del semanario, Burgos
creó dos personajes ficticios, dos jóvenes, que visitaban
los
museos y galerías de la ciudad, entre ellos la Hispanic Society,
en
Broadway y la calle West 155. Una de las chicas es Iris, una joven
mexicana, y
la otra es su amiga Paloma, hija de refugiados españoles que
habían
venido de México a New York. En una de las crónicas de
Burgos,
las dos jóvenes se encuentran casualmente en la Hispanic Society
y
reanudan su amistad, iniciada en México. Se trata de un recurso
dramático que utiliza Burgos para transformar la
información a
secas en algo más ameno y más atractivo para los
lectores. Parte
de la información presentada en estas crónicas
corresponde a
algunos comentarios en la correspondencia, lo cual indica que el
material de
las crónicas ha sido tomado de las propias experiencias de
Burgos, que a
partir de su primer viaje a New York visitaba los museos y daba largos
paseos
por la ciudad y sus alrededores, según su propio testimonio.
A
través del recorrido inicial de Iris por el edificio se presenta
el plano general de la Hispanic Society, el museo, la biblioteca, junto
a
comentarios generales sobre su contenido. Frente a “La Sagrada
Familia” de El Greco, Iris se encuentra con Paloma y conversan. Iris,
la
mexicana, ha venido a Columbia University a tomar un curso de
periodismo y
Paloma ha venido de México con su padre, donde habían
llegado
“hace siete años, refugiados del asesino de España”. El
tema de España y los refugiados, constante en otras secciones de
Pueblos Hispanos, se introduce en la
charla entre las dos amigas. Dice Paloma:
Precisamente
estaba recordando, ante este cuadro de Goya, toda mi vida de
refugiada. Recordaba, y fíjate qué ironía, ante
una de las
grandes obras de un pintor a quien tanto quiero, que fue esa casta de
señoritos corrompidos, aliados con esa otra plaga del clero y
del
militarismo, quien nos quitó a España (62).
Iris
le asegura que “tú volverás a tener patria.
Teherán cambió la faz espiritual del mundo. Lo
demás lo
están haciendo los ejércitos aliados” (61). La joven
paseante de Burgos se refiere a la Conferencia de Teherán,
Irán,
a fines de noviembre de 1943, la reunión de las tres potencias
aliadas,
Inglaterra, la Unión Soviética y los Estados Unidos,
donde se
formuló la estrategia final para la derrota de la Alemania nazi.
En una crónica titulada “Iris y Paloma caminan por Harlem”,
publicada en Pueblos Hispanos el 12
de agosto de 1944, se presenta la otra cara del rico archivo de la
hispanidad.
En la crónica sobre Harlem reaparecen las dos jóvenes, en
cuya
caminata se construye una estampa breve pero viva y sugerente del
Barrio:
“[C]lavaron sus pies,” dice, “por las duras calles y avenidas
de Harlem.” Las dos muchachas “[s]olamente guardaron la
localización de sus espíritus en la cosa latina,
especialmente en
la latinoamericana, que en Nueva York forma una sola familia sin
fronteras, que
es necesario unir más cada día” (71). De nuevo, Burgos
sugiere una identidad latina forjada en New York, el lugar
idóneo para
su desarrollo, una identidad forjada en torno a ¨la cosa
latina¨, con
ramificaciones sociales, culturales y políticas que capta con
lucidez
extraordinaria.
En
el mismo artículo Burgos sintetiza el sentido del racismo para
“el negro y el puertorriqueño”. Dice la narradora que Iris,
a pesar de que su llegada a New York es reciente, se ha dado cuenta que
“es la Colonia Puertorriqueña de Harlem la que ofrece más
caracteres de tragedia social.” Y añade, “Porque en el negro
de Estados Unidos la persecución está centralizada en el
color
del pellejo, lo que implica naturalmente, la negación a todo su
desenvolvimiento. Para el puertorriqueño, en cambio, el azote no
tiene
ni siquiera enfoque directo; es un azote mitad político y mitad
bárbaro-pasión y cálculo mezclado para la
liquidación de un pedazo del mundo completamente hecho en sus
propias
raíces, pero violado en su crecimiento natural” (71). Burgos
reitera
el tema central de los editoriales del semanario: es decir, que la
independencia de Puerto Rico es la consecuencia natural de su historia
y su
cultura y que su situación colonial es una aberración
inaceptable. Es notable que al tema de la independencia nacional Burgos
añada
el tema del racismo y a través del mismo vincule la comunidad
puertorriqueña y la afro-americana en New York, evidencia de la
presciencia
de su visión de la cultura y la política de la
metrópolis.
Otro
día Iris y Paloma, convertidas en una especie de alter ego
doble de Burgos, deciden encontrarse en la entrada del Club Obrero
Español, “el club que mejor representa la lucha contra los
traidores de su España,” en Madison y la calle 102. Iris
confunde
la parada del subway, se baja en la calle 116, el corazón del
Barrio, y
camina hasta la 102. “No me arrepiento”, dice explicando su error,
porque en la caminata, “he palpado un mundo completamente nuevo, que
quiero
estudiar más a fondo” (71). El club español
anti-franquista
es el punto de partida de una caminata por el Barrio, que es
también un
proceso de conscientización.(10) Iris, la periodista mexicana, sirve de
guía a Paloma, exiliada española, en un paseo por el
Barrio de la
comunidad puertorriqueña en New York. Aquí Burgos
abandona la
situación dramática, el diálogo entre las dos
muchachas, y
parece duplicar la mirada del paseante martiano, el testigo de un drama
humano
donde se alternan vertiginosamente la miseria y la esperanza, la
marginación y la solidaridad.
La mirada de la paseante metropolitana desborda los
límites de la
situación dramática, incluso atraviesa las paredes para
captar,
en una serie de tomas instantáneas, no sólo el
espectáculo
de la ciudad sino sus espacios interiores y su tragedia íntima.
De la
situación dramática se pasa al fragmento:
Ven
las viviendas casi inhabitadas, sin ventilación, sin calor, sin
seguridad, sin higiene, del pueblo puertorriqueño de Harlem… [puntos suspensivos en el
original]
Ven
el aspecto férico de las viejecitas y los jovencitos que
transitan las calles desde el naciente hasta el poniente de la vida,
con la misma
faz de espera inagotable… Ven al niño mordido desde la infancia
por el vicio ambiental, que en vez de destruirse se alimenta con
dádivas
como el “relief”, etc. que en nada remedian la verdadera
entraña del mal social…
Ven
por otro lado la humanidad, que contra la corriente destructora quiere
unirse en fraternal abrazo, casi siempre proletario,
organizándose para
la verdad mientras traicioneramente es azotado por ráfagas y
demagogos
de sus causas.
[…] Tanto vieron y tan
conmovidas quedaron por tanta miseria y tragedia, que por esta vez les fue imposible el detalle completo
(71-72).
Hacia
finales de los años cuarenta empeora la situación
económica de Burgos y se deteriora su salud. Su permanencia en
New York
parece definitiva. La enfermedad del alcoholismo, acompañada de
una
serie de crisis de carácter psicológico, la arrastran
hacia la muerte
prematura. Sin embargo, incluso desde el hospital, Burgos escribe con
lucidez
sobre su situación.
En
el fragmento del diario que cito, tomado de la Revista
del Ateneo
Puertorriqueño, Burgos
escribe sobre el juego de luces en la habitación del hospital.
Las luces
del botiquín y las luces de la ciudad se superponen para crear
una
visión que se enfrenta a la soledad, incluso que la
desafía. La oscuridad
del recinto se opone a las luces y a través del contraste
estético se hace palpable la soledad espiritual del sujeto que
escribe.
Al mismo tiempo se combate esa soledad en el acto de escribir:
Se
derriba la tarde. Es ese lapso del atardecer al anochecer en que
verdaderamente se siente la soledad. Sin embargo, entrada la noche
siento
nuevos compañeros que entretienen mi nostalgia. Son las luces de
los
edificios que quedan a mi espalda, que se cuelan por mi ventana para
coquetear
con las luces internas del hospital. Las luces del botiquín que
están frente a mí son las más asediadas. Juego
como una
chiquilla a enamorar los dos reflejos y se me olvida la
sensación de
donde estoy. (240)
Sigue
una noche de insomnio interrumpido por la rutina terrible del
hospital: “A las doce despiertan a las recién llegadas para
levantarlas a ser traspasadas por la fluoroscopia. Entre ellas,
sonámbulas
las más, iba yo” (240-1). El cuerpo queda casi aniquilado,
“traspasado”, pero queda la voz que se impone como único
testigo de la desintegración corporal.
El
diario data de la primavera de 1948. Continúa el tratamiento
para
lo que Burgos llama un “desequilibrio nervioso transmutado en un estado
histérico” (250). Burgos parece alternar entre la ansiedad y el
sosiego. Llega a contemplar el suicidio, “al borde de desterrarme
definitivamente
de la vida del modo más violento” (251), pero luego encuentra
cierto sosiego “al amparo de un corazón bueno que me
fortaleció en el dolor y me iluminó rutas para
recomenzar”. Más tarde parece
recuperada y
dispuesta a una “revalorización suprema de mi propia vida con
proa
a la consecución de todas mis posibilidades…” (252). La
tensión entre la ansiedad y el sosiego es evidente desde los
primeros
poemas de Burgos; en el diario, sin embargo, dicha tensión
atraviesa el
cuerpo para definirlo, o más bien, para retratar su interior en
negativo, como en una radiografía.
En
febrero de 1953 Burgos escribe una despedida en inglés en el
poema titulado “Farewell in Welfare Island”, hoy día
conocida como Roosevelt Island. El centro
Las
rutas prosaicas de Julia de Burgos en el New York de su último
exilio amplían los límites de la figura icónica
que hemos
heredado y los mitos que la acompañan. Está bien que se
integre
su imagen al folklore neoyorquino, pero vale la pena reconsiderar los
detalles
de su biografía, reconstruir algo del contexto de su trabajo
literario,
ampliar el canon de los textos antológicos para incluir sobre
todo la
prosa casi inédita, para leer en ellos otros rasgos de esa marca
“contra la roca dura de una realidad fría”.
Notas
(1). Burgos,
“Emoción exaltada sin respuesta”, Canción de
la verdad sencilla, Obra poética 116.
(2). He
tomado casi todos los datos sobre la biografía de Burgos de la
biografía de Yvette Jiménez de Báez.
Otros datos biográficos los he
tomado de Julia
en blanco y negro de Rodríguez
Pagán. A lo largo de mi investigación he consultado la cronología
preparada por Edgar Martínez Masdeu . Me ha sido muy útil
el
nuevo prólogo de Ivette López Jiménez a la
reedición de Obra poética, que
por supuesto incluye el estudio fundacional de José Emilio
González. Agradezco a Juan Gelpí el regalo de la nueva
edición de la poesía de Burgos.
(3). Todas
las citas de la poesía se refieren a Burgos, Obra
poética (edición de 2004).
(4). Cito
del título del artículo de Efraín Barradas, “Entre
la esencia y la forma: sobre el momento neoyorquino en la poesía
de
Julia de Burgos.”
(5). Gelpí,
“El sujeto nómada en la poesía de Julia de Burgos.”
(6). Todas
las citas de los artículos de Burgos en Pueblos
Hispanos se refieren a Rodríguez Pagán, Julia
de Burgos: periodista en Nueva York.
(7). Todas
las citas de las cartas que siguen se refieren a Jiménez de
Báez,
Julia de Burgos. Vida y Poesía. Se
dará sólo el número de página entre
paréntesis.
(8). En
su bibliografía sobre Burgos, Lourdes Vásquez se refiere
al
expediente del Federal Bureau of Investigation sobre Burgos, fuente,
dice, de
“la vida y milagros de Julia en esa ciudad [Washington] y en la ciudad
de
Nueva York” (53). Mi
petición para consultar el expediente al Federal Bureau of
Investigation
recibió respuesta en agosto de 2008, donde se me informó
que el
material en cuestión había sido destruido. Sin embargo,
se me
ofrece en la misma carta la oportunidad de apelar la decisión.
(9). Jimenes
Grullón dedicó un estudio sugerente, deconstructivista
diríamos hoy, a El tema de nuestro
tiempo (1923) de Ortega y Gasset.
(10). “La
conscientización implica”, dice George Yúdice, “otras
bases de comunicación e interpretación, un marco
epistemológico distinto que da prioridad al imperativo de
sobrevivencia
de la comunidad” (216). He
querido señalar algunas características de ese “marco
epistemológico distino” en la prosa neoyorquina de Julia de
Burgos.
Obras citadas
Barradas, Efraín. “Entre
la esencia y la forma:
sobre el momento neoyorquino en la poesía de Julia de Burgos. Mairena 7.20 (1985): 23-48.
Belén, Ivonne, directora. Julia
toda en mí. Documental.
Guión de Ivonne Belén y Angel Darío Carrero. Casa
productora: Paradiso Films, 2002.
Bernstein, Leonard. “A Julia de Burgos.” Songfest. Youtube.com http://www.youtube.com/watch?v=kVJWtT1DpH8
Burgos, Julia de. Diario [13 a 30
de abril, 1948].
Revista del Ateneo Puertorriqueño 4.10-12 (Enero a
diciembre, 1994).
239-260.
______. “Diario de Julia de Burgos.”
Fotocopia de un manuscrito a máquina. Archivo vertical.
Library
and Archives. Center for Puerto Rican Studies.
______. “Cartas a su hermana
Consuelo”. “Tres
cartas”. Mairena. Homenaje a
Julia de Burgos 7.20 (1985). 146-155.
______. “Dos cartas inéditas de Julia
de Burgos.” Sin Nombre 7.3
(1976). 101-104.
______. Julia
de Burgos: periodista en Nueva York. Recopilación y estudio
preliminar
de Juan Antonio Rodríguez Pagán. San Juan, Puerto
Rico:
Ateneo Puertorriqueño, 1992.
_____. Obra
poética. Edición de Consuelo Burgos y Juan Bautista
Pagán. Prólogo a esta edición de Ivette
López Jiménez. Estudio
preliminar de José Emilio González. 1961; 2nda
edición
revisada, 2004; San Juan, Puerto Rico: Instituto de Cultura
Puertorriqueña, 2005, reimpresión.
______. Yo
misma fui mi ruta. Edición e introducción de
María M.
Solá. San Juan, Puerto Rico: Huracán, 1986.
Corretjer, Juan Antonio. (20-III-1942). “Marumba. A Consuelo,
fraternalmente.” Pueblos Hispanos (20
de marzo, 1942). 6.
Gelpí, Juan. Literatura y
paternalismo en Puerto Rico. San Juan, Puerto Rico.:
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______. “El sujeto nómada en la
poesía de Julia de Burgos.” Nómada
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Guzmán, Paschal, coreógrafo. Danzas
basadas en la poesía de Burgos. Presentadas en Damrosch Park,
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Jimenes Grullón, Juan Isidro. Una
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5ta ed.; Santo Domingo: Editora Montalvo, 1962.
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“Víctima de luz.” La raza cómica. Del
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por The Puerto Rican Traveling Theatre. Video de la misma en Performing
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periodista en Nueva York. Cuadernos del Congreso
Internacional Julia de Burgos, 1992.
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Puerto Rican [videorecording]. [¿New York?]: Cinema Guild,
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Vásquez, Lourdes. Hablar sobre Julia de Burgos. Bibliografía 1934-2002. Austin, TX.: The SALALM Secretariat, 2002.
Yúdice,
George. “El conflicto de postmodernidades”. Theoretical debates in Spanish American
literature. Edited with introductions
by David William Foster, Daniel Altamiranda.