El libro de viajes, la figura del visitador y la reescritura literaria del acto jurídico

en El Lazarillo de ciegos caminantes.

Francisco García

University of Connecticut


 

El Lazarillo de ciegos caminantes (1) (1775) de Alonso Carrió de la Vandera ha sido enmarcado tradicionalmente en el género de literatura de viajes y como un producto cultural de una Ilustración (2) nacida en los territorios americanos bajo la dominación española. Sin embargo, tanto los términos "género" como "libro de viajes" pueden ser problemáticos, pese que hayan sido usados impunemente por la crítica más tradicional a la hora de la describir El Lazarillo. El corpus de textos que tienen como característica común la narrativa de viajes es amplio y sus inicios lo encontramos en la Edad Media (3). Sin embargo, las características de este tipo de narrativas va a ir evolucionando progresivamente, hasta el punto de hacer casi imposible crear un concepto atemporal sobre este corpus de obras que sea aplicable a las del siglo XVIII.

Por lo tanto, abordaré en primer lugar la problemática que gira en torno al género de la literatura de viajes, y las características especiales que adquiere en el llamado periodo ilustrado. Desde este punto de vista, trataré El Lazarillo de ciegos caminantes, tal como apunta Karen Stolley, "como un itinerario"(33) pero encubierto con el formato de un libro de viajes de la Ilustración. Por otro lado, y partiendo de lo anterior, la lectura que propongo es ver la obra de Carrió como una reescritura literaria derivada de un conjunto de actos jurídicos y administrativos sobre un itinerario, tendente a buscar y proyectar una serie de problemáticas político-sociales generadas a raíz de los procesos de reforma de las comunicaciones en el Virreinato del Perú (4) en la segunda mitad del siglo XVIII. Para tal propósito, seguiré de cerca las disposiciones legales de la época en relación con la lectura de El Lazarillo, dando prioridad a la solapada figura administrativa del visitador y sus actos. De igual modo, veo imprescindible complementar la lectura de El Lazarillo con los otros dos textos de Carrió, el Extracto del viaje que hizo la fragata nombrada "El Tucumán", correo de S. M., desde la bahía de La Coruña hasta el puerto de Montevideo (299-303) y Plan de Gobierno del Perú (231-292). Con este material, pretendo demostrar cómo, bajo el molde narrativo del libro de viajes ilustrado, subyace una trama política con intereses contrapuestos en medio de un proceso de carácter legislativo sobre la regulación del correo y las postas.

El estudio de la literatura de viajes hispánicos, tal como señala Herrero Massari, ofrece la dificultad de no poder contar como un género fijado a priori por una tradición literaria. Sin embargo, y según este mismo autor, con el descubrimiento de los nuevos territorios americanos, la producción de textos parecen alejarse cada vez más de la fascinación por el viaje en pos de la "maravilla" medieval —sobre todo, a partir de la segunda mitad del siglo XVI—, y consolidarse en un corpus lo suficientemente homogéneo para que pueda estudiarse como género particular. De este modo, las narrativas incluidas en este género particular se van a ir caracterizando como un "testimonio personal de un individuo enfrentado a un mundo sembrado de peligros, pero también de curiosidades"(197). Durante el siglo XVII, con el afianzamiento de la dominación territorial en las Indias, estas curiosidades se apoderarán de los textos, ofreciendo tímidos acercamientos económicos, etnológicos y culturales de los nuevos territorios, como instrumentos para su gobernabilidad ya sea religiosa o política.

Por otro lado, Gaspar Gómez de la Serna concibe la narrativa del viaje que se va a hacer durante el siglo XVIII como algo totalmente diferente a lo que se venía haciendo con anterioridad. Un factor decisivo, pero no el único, es la llegada de la dinastía borbónica al trono español. Cierto es que la narrativa de viajes multiplicará su producción a raíz de la promoción y el patrocinio que se da desde la Corona a la multitud de expediciones científicas durante el siglo XVIII. Sin embargo, será una burguesía más involucrada en las tareas de gobierno las que desarrolle una producción de textos de viajes tendentes a poner de manifiesto lo que es susceptible de reforma o mejora. Gómez de la Serna, destaca en su estudio, además de estos condicionamientos políticos y sociales de la segunda mitad del siglo XVIII, las características que abraza la narrativa del viaje ilustrada. Según este autor, toda esta producción textual se va a definir por la presencia de un reformismo pedagógico, una conciencia de la realidad, un criticismo y una politización de la empresa literaria.

El reformismo pedagógico puede verse a lo largo de la obra de Carrió. Con las descripciones de los diferentes hábitat, el modus vivendi de los habitantes, los recursos naturales, la demografía etc. Carrió parece seguir de algún modo la orientación pedagógica que el Padre Feijóo imprime en sus escritos. De hecho, el autor de El Lazarillo menciona en su obra a éste último como "la más hermosa pluma que produjo Galicia en el presente siglo"(...). Varios críticos, entre ellos Emilio Carilla y Karen Stolley, han visto además la influencia de los escritos de Gaspar Melchor de Jovellanos, paradigma de viajero ilustrado, en la obra de Carrió, sobre todo por las minuciosas descripciones que hace no solo de lo que el viajero ve, si no de cada uno de los actos que realiza (dónde come, con quién habla...etc), y sobre todo, por todas las reformas que el autor asturiano propone a su paso por las diferentes localidades que visita.

Igualmente puede advertirse en El Lazarillo, y siguiendo con las características que señala Gómez de la Serna, que el viajero tiende a una búsqueda para tener conciencia de la realidad. Esto puede observarse en la cartografía que el autor va elaborando a lo largo del itinerario que sigue, esto es, distancias, características del camino y referencias históricas. Semejante contenido puede encontrarse en los Diarios de Jovellanos, en su papel de viajero ilustrado. Sin embargo, puede observarse también una gran diferencia con la obra de Carrió. La descripción de las personas que se encuentran a lo largo del itinerario no son descritas como "unidades económicas y políticas" tal como se da en los escritos de Jovellanos, sino que, por el contrario, en El Lazarillo se puede apreciar altas dosis de "pintoresquismo", descripción de rasgos particulares y humanos en las personas, que son elementos más propios de los viajeros románticos que de los ilustrados. De igual modo, ocurre lo mismo con la digresión y la anécdota, que van salpicando el texto con una función lúdica. Desde este punto de vista, puede decirse que estas características acercan más a El Lazarillo a la tradición de viajeros románticos que a los de la Ilustración.

Por otro lado, la función irónica del lenguaje, sobre todo desde la voz narradora de Concolorcorvo, parece distorsionar esa conciencia de la realidad. En este punto, coincido con Stolley, que pese a seguir la teoría de la narrativa de viajes ilustrada de Gómez de la Serna, sostiene que la figura del narrador "se sirve de la máscara del viajero ilustrado para despojar los libros de viajes de sus falsas pretensiones a la veracidad objetiva"(46), a través de la ironía del lenguaje. De este modo, Stolley señala que la aportación más radical en la obra de Carrió es desafiar los límites de las convenciones del género, y tal vez por esta razón El Lazarillo sea un libro de viajes ilustrado peculiar.

Sin embargo, Stolley no profundiza mucho en las otras dos características de esa literatura de viajes ilustrada presentes en El Lazarillo, como es el criticismo y la politización de la empresa literaria. Con ello, en mi opinión, Stolley amputa su propia línea de investigación, consistente en la pluralidad de significados, y dejando en el aire gran parte de las problemática que ofrece el texto. Son precisamente esas dos características que obvia Stolley las que definen la obra de Carrió y la revisten de un carácter marcadamente administrativo y jurídico.

El criticismo es la actitud que todo viajero de esta época lleva consigo para dejar constancia de una realidad deficitaria, y como señala Gómez de la Serna, se trata de "poner el dedo en la llaga nacional o local que lo que le sale al paso"(88), haciéndose partícipe de los intereses del poder público para su reforma. Desde este punto de vista, El Lazarillo no deja de ser una retahíla de problemáticas que se concentran alrededor de los caminos, el correo y las postas. Por esta razón, la politización de la empresa literaria puede advertirse en el fuerte grado de compromiso de la figura del visitador con la empresa que lleva a cabo, es decir, la del funcionario solidario con los propósitos del Estado. Esto puede observarse en varias gestiones que el visitador realiza a lo largo de su itinerario, pero hay una en particular que merece atención especial,

Desde El Cuzco había consultado el visitador al superior gobierno la ruta de correos por Viña, dirigiendo un derrotero que le habían propuesto varios hombres prácticos, de que se dio traslado al Administrador General de Correos, quien puso algunas dificultades, dictadas de sujetos sin formal conocimiento, cuyo expediente pasó a manos del actual señor gobernador Jáuregui, para que con asistencia del visitador se formase una junta de prácticos para que se resolviese la ruta más segura y conveniente al Estado (195).

En este pasaje, el compromiso del visitador con los intereses del Estado no solo es patente, sino incluso exagerado, al poner en duda las disposiciones de un superior, al que acusa veladamente de incompetencia por no conocer el territorio que cae bajo su jurisdicción y rodearse de asesores incapaces. Por lo tanto, desde este punto de vista, la obra de Carrió sí podría enmarcarse dentro de la categoría de libro de viajes ilustrado, aunque con el matiz jurídico-administrativo que la hace peculiar.

Lo que no se debe olvidar es que el texto de El lazarillo nace de un procedimiento legislativo que ya estaba en marcha y muy en relación con las reformas que la dinastía borbónica pretendía imponer en las posesiones americanas, y la reforma que más urgencia requería era la del correo entre la metrópoli y las colonias. Oscar Cruz Barney divide la historia del Correo entre España y las Indias en tres fases, de las que interesan las dos primeras para el presente estudio. Una primera época la establece entre 1514 hasta 1764, "durante la cual la correspondencia oficial es transportada en los navíos de aviso y la particular en los buques mercantes o de la Armada, sin registro, porteo ni responsabilidad alguna por parte del transportista"(109), o dicho de otro modo, no había una legislación específica que regulase la correspondencia de manera regular entre España y las Indias. Esto era debido fundamentalmente a que la distribución del correo oficial y privado por tierra, así como el de las mercancías estaba monopolizado por la familia Galíndez de Carvajal. Esta familia ejerció el cargo de Correo Mayor de las Indias con carácter vitalicio, por Cédula de 27 de Octubre de 1525 expedida por Carlos V y por la que le autorizaba tener "especial cargo y cuidado de los correos y mensajeros que se despacharen y que entendería en todas las negociaciones y asuntos que se relacionaran o dependieren de los mismos". Dado su carácter vitalicio, esta familia arrendaba el título de Correo Mayor a particulares en las diferentes divisiones administrativas de la Indias.

Según Cayetano Alcazar, "las quejas que existían contra el monopolio de postas, hicieron que Felipe V incorporase a la Corona todos los oficios que se habían enajenado" (83), y en efecto, los retrasos frecuentes fueron una de las causas que motivaron tal decisión. De igual modo ocurría con los escándalos de corrupción, que llegaban a afectar a la supuesta inviolabilidad del correo real. Un caso significativo fue el que denunció Alonso de Lucena, Correo Mayor del Perú a su dependiente de Guatemala, según recoge Alcázar, "llevándose las cartas a su domicilio defraudaba las cantidades que debía recibir el correo"(76). Sin embargo, hubo de pasar algún tiempo hasta el rescate definitivo, puesto que no se hizo hasta el reinado de Carlos III, tras unas arduas negociaciones con la familia Carvajal.

Siguiendo a Cruz Barney, desde 1764 hasta 1802 se abre una nueva época "durante la cual se regulariza y organiza el servicio de correos, bajo ordenanzas de 1764, 1777 y 1794"(109). En esta época, la comprendida específicamente entre los años 1764 y 1794 se puede encontrar el subtexto jurídico de El Lazarillo, en lo referente al desarrollo del Correo en el Perú.

Desde mi punto de vista, el texto de Carrió es un proceso de reescritura literaria —con formato de libro de viajes ilustrado— sobre un acto reglado de la administración borbónica. Este acto reglado, es decir, basado en una Instrucción, pretende hacer un acopio informativo, a través de la figura del visitador sobre un itinerario, que iba desde La Coruña a Lima, a través del océano y el Camino del Inca (5). De esta Instrucción de 12 de Enero de 1771 y firmada por el Marqués de Grimaldi, destaca la siguiente información, "Desde que dé principio a esta Comisión formará un Libro Manual o Diario, en que por menor, vaya expresando quantas noticias adquiera y quantas observaciones reconozca convenientes al arreglo del Establecimiento de Correos, y nos dará los avisos correspondientes". Por lo tanto, el subtexto de la obra de Carrió es un material administrativo, cuya finalidad originaria era crear un corpus informativo para trazar un itinerario ex lege. De hecho, el mismo Carrió, bajo el seudónimo de Concolorcorvo, revela sus fuentes cuando escribe el mismo título de la obra, "sacado de las Memorias que hizo Don Alonso Carrió de la Vandera en este dilatado Viage, y Comisión que tubo por la Corte para el arreglo de Correos, y Estafetas, Situación, y ajuste de Postas, desde Montevideo a Lima".

Otro dato fundamental que se desprende del espíritu racionalista que invade el siglo XVIII en la administración borbónica es el procedimiento legislativo, concretamente durante el reinado de Carlos III. Durante este periodo, se cambia el modo de legislar y el método de elaboración de las leyes. El centralismo hace que las instituciones coloniales pierdan poder legislativo a favor de la metrópoli, convirtiéndose éstas progresivamente en meros organismos periféricos que han de seguir la norma jurídica y administrativa emanada desde el poder central. El espíritu racionalista se percibe en cómo desde este poder central se elaboran esas normas jurídicas haciendo acopio de información sobre el terreno. De esto da fe el titulo original de El Lazarillo, cuando el autor escribe de la "Comisión que tubo por la Corte para el arreglo de Correos, y Estafetas, Situación, y ajuste de Postas, desde Montevideo a Lima". La ruta se planifica desde la correspondiente Secretaria de Estado, con instrucciones concretas para hacer acopio de información para un proyecto de ley y enmendar irregularidades. De este modo, las Ordenanzas de Correos basaban sus disposiciones legales en esas informaciones del régimen de visitas y por consiguiente, el visitador se convertía en una fuente de información para la elaboración de norma jurídica a través de su estudio de campo. Por tal razón, la ruta del visitador reviste las características de un viaje ilustrado pero también las de un viaje administrativo, ya que se determina de antemano una serie de objetivos tendentes a ejecutar las reformas pertinentes, como un acto reglamentado desde la Administración. De este modo Gómez de la Serna iguala el viaje ilustrado a la categoría de administrativo.

El viaje estaba perfectamente planeado: tenía su motivación filosófica y su causa inmediata; su forma de engarzarse oficialmente en la empresa general de los viajes de la Ilustración; su planteamiento concreto por etapas y objetivos sucesivos, y, en fin, su ejecución y su memoria final, en la que se comprendían, además de todos los elementos descriptivos de su desarrollo, las proposiciones correspondientes a una acción a seguir inmediatamente en la rama de las reformas que se tratase(75)

Por otro lado, puede observarse que el régimen de visitas sufre una transformación radical, respecto a la época de los Austrias, según Ismael Sánchez Bella, sobre todo "las de Carlos III tuvieron especial relieve por su carácter reformista"(240) Este mismo autor pone de manifiesto la crisis de la institución a partir de Felipe IV, destacando en su estudio que la "pobreza de los visitadores era muchas veces manifiesta"(240) y teniendo en cuenta sobre todo la prohibición de dedicarse al comercio. Esto conllevaba a que estuviesen sometidos a las presiones de las autoridades coloniales que visitaban, celosas de sus prerrogativas y por otro lado, que fueran susceptibles de caer en la corrupción. (6) Sin embargo, a partir de Carlos III los visitadores contaron con mayor autonomía, sobre todo en Perú, debido a las resistencias que ofrecieron sus instituciones a las nuevas reformas.

Las nuevas prerrogativas del visitador van a tener su base jurídica en el naciente acto administrativo (7), y por otro en su autonomía como comisionado de la Corona. Sin embargo, el Lazarillo presenta una problemática ya investigada por Emilio Carilla. Según este autor, la génesis del Lazarillo fue motivada por el antagonismo entre el Administrador General de Correos, José Antonio Pando y el visitador Carrió. El origen de la polémica parece estar en la libertad que se tomó Pando, como Administrador General de Correos, de promulgar el Reglamento General de Correos de 1772 del Virreinato del Perú, con la oposición del Fiscal, y no contar con el informe que debía llevar Carrió, que no llega a Lima hasta el 6 de Junio de 1773.

Si bien Pando no cometió un acto ilegal, si parece deducirse que hubo irregularidades administrativas, debido a que el diario que llevó a cabo Carrió en su viaje se destinaba para la formación del citado reglamento y para fijar el itinerario de las postas y estafetas desde Montevideo a Lima. De hecho, según Carilla, parece ser que Carrió advirtió ciertos errores técnicos sobre las postas y sus distancias, habida cuenta de lo que él mismo advierte en su diario. Sin embargo, un documento que aporta Carilla en su estudio revela aún más la problemática. Se trata de una carta enviada en 1776 por Carrió a los Jueces Administradores Generales de la Renta de Correos de Madrid. En ésta el autor denuncia cómo su informe fue ignorado y por qué decidió convertir su diario administrativo en texto literario, "procedí según mi genio, en que no falté un punto a la realidad, porque me parece que lo demás es un engaño trascendente a la posteridad"(25). El engaño que menciona se refiere al reglamento que promulga Pando. Pero, además, añade que

los itinerarios, así por la vía recta como transversales, están formados sobre mi práctica y especulación, con dictamen de otros hombres inteligentes, como asimismo la descripción de los caminos, división de jurisdicciones, y provincias que están al paso de los correos, como verán Vuestras Señorías por el apéndice, o conclusión de mi diario, de que se aprovecharán mucho los Administradores de la Renta. . .No culpo a Don José de Pando en no haber hecho igual descripción en los términos de su visita.(25)

De esta carta pueden deducirse varios puntos. En primer lugar, que el autor pretende crear un itinerario alternativo al que hizo Pando en su reglamento, basado en la información de primera mano que obtuvo en su viaje, es decir, trata de imponer su autoridad con su testimonio administrativo. En segundo lugar, usa su itinerario como documento administrativo para convertirlo de manera irónica en libro de viajes con la intención de desautorizar el reglamento dictado por Pando. Y en tercer lugar, a través de esta carta y con la publicación de su obra, trata de convertirla en una "probanza de mérito y servicio" que le legitime ante las autoridades de Madrid, y de algún modo, desquitarse del menosprecio hecho por el Administrador General hacia un trabajo que duró más de dos años. Quizás esto explique que en la portada de la primera edición llevase fecha de 1773, puesto que de ese modo dejaría patente que a la vez que se publicaba el reglamento la edición del Lazarillo estaba ya en circulación.

Actos hostiles contra los visitadores tuvieron que ser frecuentes y tener sus repercusiones, y no sólo en el caso de Carrió, puesto que las Ordenanzas Generales de Correos de 8 de Junio de 1794 dedica por entero el Titulo XV a la figura del visitador, cargo que con anterioridad nunca llegó a estar regulado ex lege de manera genérica, sino por Instrucciones particulares aplicadas a cada caso. De este Titulo llama la atención la primera disposición, precisamente por el carácter tan restrictivo que tiene.

Por regla general prohibo puedan los Directores (antes administradores) nombrar Visitadores generales ni particulares perpetuos con ningún pretexto ni motivo; pues quando la necesidad exigiere tener que arreglar alguna de las Estafetas, o hubiere otra causa justa se nombrará solo temporal, y en los términos siguientes. . ."(136)

De este modo, sólo el Superintendente podía nombrar un visitador, "procurando que además de hallarse en el que propongan todas las circunstancias de integridad e instrucción en la Renta, sea persona de honor, y que tenga acreditado con la experiencia de su proceder. . ."(137). Una vez nombrado, se le expediría "expresamente las facultades"(137) que debería usar, y las reglas que tenía que observar, con una "Instrucción particular reservada"(137) donde se expresase con claridad el fin de la vista, las causas que han dado lugar a ella y los medios de que debe usar para conseguir la enmienda, con el menor coste de la Renta, y "en beneficio público"(137). Además, el visitador gozaría de fuero en el ejercicio de sus funciones, quedando disponible para la jurisdicción ordinaria una vez finalizado su trabajo.

De este modo, la ley contemplaba por primera vez la figura del visitador, equivalente a lo que hoy es figura jurídica del Inspector en la actual legislación española. La administración le daba a la figura del visitador el carácter jurídico administrativo, es decir, facultades potestativas delegadas de enmienda en las postas, tal como se observa en el texto de El Lazarillo,

Todas estas advertencias nos hizo el visitador, quién considerando que el tambo de Urcos no solamente era inútil por la corta distancia desde Quiquijana, sino por los perjuicios que hacían seis u ocho indios continuamente (h)ebrios a los pobres (h)arrieros que pasaban por la quebrada lo suprimió(141).

Sin embargo, en el caso del visitador Carrió, pese a que pudo haber tenido esas amplias facultades de enmienda sobre las postas, parece ser que todas sus actuaciones administrativas fueron nulas o ignoradas al estar bajo la autoridad del administrador de correos José Pando (director en la legislación de 1794). Por esta razón, no es casual que la nueva ley prohibiese expresamente que no solo que ningún administrador o director pudiese nombrar visitador sino que tampoco pudiera tenerlo nunca bajo su autoridad. De este modo, el visitador pasaba a convertirse en un fedatario de la administración de correos.

El itinerario que tuvo que realizar el visitador Carrió no se basaba sólo en "camino del Inca", que según apunta Cristian Werckerntein, comprendía desde Cuzco hasta el sur de Córdoba, si no que, como ya apunte antes, era mucho más amplio. Puede decirse que empezaba en La Coruña y terminaba en Lima. Según se desprende de las primeras páginas de El Lazarillo, su comisión parece ser que se extendía igualmente sobre la travesía marítima. "Tengo dicho en mi Diario Náutico que a los ochenta y cuatro días de haber salido de la ría de La Coruña, en el paquebote correo de S. M. Nombrado «Tucumán», dimos fondo a la vela en la algosa arena de la mejor ensenada que tiene el Paraná"(19) Este hecho parece ser corroborado en el Extracto del viaje que hizo la fragata nombrada «ElTucumán», correo de S.M, desde la bahía de La Coruña hasta el Puerto de Montevideo.

Este documento incompleto que ha llegado hasta nosotros parece ser parte de su diario de abordo y puede observarse en él un estilo y un tono mucho más administrativo. Este documento, pese a no estar completo, es interesante por las informaciones de carácter relevante que contiene. Por un lado, nos encontramos fechas y acontecimientos acaecidos durante la singladura y por otro lado, evaluaciones sobre el barco y la tripulación. Todos estos datos a priori no serían importantes si no fuera porque son informaciones que se van a verse registradas en las Ordenanzas del Correo marítimo de 1777. De este modo, no es casual que encontremos unas serie datos comunes entre las observaciones del Extracto y lo que se regulará años más tarde en dichas Ordenanzas. Un ejemplo de esto lo vemos en la fecha de salida, cuando Carrió anota que "se armó «El Tucumán», que había que salir el 15 de febrero para Buenos Aires". El texto destaca la importancia de salir en dicha fecha y deja bien claro que la salida se demoró por el retraso del correo por tierra. Curiosamente, ese día oficial de salida del paquebote va a encontrarse señalado en el artículo II del titulo I del Tratado II en las Ordenanzas que se publicarán seis años después.

Otro ejemplo, es cuando anota con detalle cómo se arma el paquebote ante la inminente guerra que se avecinaba entre Inglaterra y España por el contencioso de las Falklands. En ese mismo Tratado II, hay disposiciones acerca de cómo proceder y equipar el paquebote en caso de guerra, asemejándose mucho a las descripciones del Extracto. Igualmente, anota las escalas y la fechas de llegada, pero sobre todo, lo que más llama la atención es el juicio o dictamen que hace acerca de la tripulación o el barco, "los oficiales del «El Tucumán», así de proa como de popa, son inteligentes en su arte, robustos y de valor. La marinería ha cumplido con sus obligaciones, sin dar el más leve motivo de disgusto a los oficiales"(302). Curiosamente, todo lo dispuesto sobre la disciplina interna y la conducta de la tripulación del paquebote es tratada en los artículos que van desde XII al XV. Por lo tanto, no resultaría arriesgado decir que la ruta de Carrió como visitador o comisionado hubiera empezado en La Coruña, y de ahí que hiciese mención de su "Diario Naútico" en las primeras páginas del Lazarillo. Esto conllevaría a pensar también que la Instrucción que recibe a la salida de su viaje le obligase a remitir dicho "Diario Naútico" a La Coruña.

Walter Mignolo ha señalado referente al Lazarillo que "el libro que leemos es el resultado de la confrontación de dos textos que se mencionan como dos tipos discursivos distintos"(102), y, en efecto, así es. El itinerario literario enmascara con formato de libro de viajes un itinerario jurídico, que es aprovechado por el autor para insertar una serie de problemáticas, que ya nada tienen que ver con los cometidos de su visita. Una mirada panorámica sobre el Lazarillo nos invita insistentemente en la necesidad de ver las posibilidades comerciales de la ruta (8), sobre todo en lo referente al comercio interior. Las postas, tambos y los caminos son el vínculo jurídico que une la colonia con el Estado, pero también han de servir para la prosperidad de la gente del lugar. Por esta razón, no es extraño que a lo largo del camino haya una visión económica en la voz narrativa de Concolorcorvo que vaya sugiriendo propuestas económicas frente a las acciones administrativas del visitador. Esta visión dual que se da a lo largo de la obra pueda explicarse sobre la base jurídica de la prohibición por parte de los visitadores, y por extensión de todos los funcionarios de no poder participar en ningún género de comercio. Sin embargo, Carrió no sólo parece no estar de acuerdo con esta medida legal, sino que ve recomendable que los cargos públicos se integren en el comercio para beneficio del Estado. Obviamente, se delatan los intereses de Carrió, que fue comerciante la mayor parte de su vida, de tal modo que su visión política está determinada en principios económicos, como se puede ver claramente en su Plan de gobierno del Perú.

Precisamente, de la lectura del Lazarillo y su Plan se deduce esta idea de lo político y lo económico en íntima conexión, revelándose por parte de Carrió un pensamiento comercial eminentemente colonialista. Sin embargo, él ve la necesidad de que la reforma política preceda a la económica porque, según él, los vicios del gobierno del Virreinato han sido precisamente la ignorancia del comercio interior como motor de desarrollo. De este modo, y después de hacer una apologética exculpatoria de los abusos de los corregidores y cargar las tintas sobre la desidia de los indios, pretende fabricar un prototipo de intendente-gobernante, que con principios morales y máximo respeto a la ley, venga del sector del comercio. Sin embargo, las disposiciones legales y el sentir general de la instituciones parecían no estar muy de acuerdo, por tal razón echa mano de ciertos argumentos de autoridad en su Plan:

Aunque cierto crítico de gran nombre en esta ciudad, en informe que dio al señor Guirior sobre los repartimientos de los corregidores, dijo que los tebanos no admitían a la Magistratura a ningún comerciante sin que primero hiciese una cuarentena no menos que de diez años(232).

Carrió da incluso algunas ideas ante las eventuales situaciones de corrupción y abuso que pudieran surgir por parte del funcionario que tuviera intereses comerciales, algunas de ellas un tanto ingenuas, como el sistema de sorteos; "de la integridad y justificación de los señores intendentes, se proveerán estos empleos en vecinos casados por sorteo, para evitar la mas leve sospecha de colusión, pasión o cohecho"(267).

En definitiva, lo que Carrió propone en el Lazarillo es un protagonismo pleno de la figura del comerciante en la vida política, puesto que sólo así la prosperidad económica y comercial puede llegar a los territorios americanos. Su visión, proclive a la política reformista de Carlos III, busca amalgamar los intereses del Estado con el de los naturales del lugar, unir el plano de lo juridico-administrativo con lo comercial. Desde esta perspectiva, el itinerario se presentaría como el intento de esa dualidad amalgamada entre el interés de la Corona por crear vínculos con el territorio colonial y el interés comercial de los naturales del lugar. De este modo, la figura del visitador sería la sinécdoque del itinerario legal y el amanuense Concolorcorvo la mirada ingenua de los recursos naturales sobre las posibilidades económicas que es visible en la ruta Montevideo-Lima.

Como conclusión, puede decirse que el Lazarillo de ciegos caminantes se configura como algo más que un libro de viajes de la Ilustración. Si bien participa en mayor medida de este tipo de literatura, lo que lo hace diferente es precisamente es su naturaleza administrativa y jurídica. La naturaleza administrativa de éste texto, como ya he expuesto, reside en una Instrucción que manda la ejecución de un itinerario para crear un ruta de postas que comunique la metrópoli con las colonias y que haga acopio de la información pertinente. Su naturaleza jurídica se basa en ser precisamente parte de un incipiente proceso legislativo que busca ordenar las comunicaciones del Estado y el modo de ejecutarse.

Desde esta perspectiva, el Lazarillo adquiere esa dimensión jurídica de manera más intensa desde el momento que entra en diálogo antagónico con una disposición legal, como es el Reglamento General de Correos de 1772, que promulga Pando en condiciones dudosas. Pero a su vez, el Lazarillo se construye como una prueba testifical en clave de ironía, puesto que lleva pretensiones de convertirse en una probanza de mérito sobre la figura del visitador. Es, precisamente, esta figura, que siempre ha sido ignorada por la crítica a favor de la de Concolorcorvo, la que revela cómo los actos jurídicos y administrativos ejercidos a través de un itinerario son el hilo conductor que proyecta las problemáticas jurídicas, políticas y económicas del Virreinato del Perú en la segunda mitad del siglo XVIII. Desde este punto de vista, El Lazarillo puede considerarse como una reescritura derivada del acto jurídico bajo la máscara de un libro de viajes de la Ilustración.

Notas

(1). Carrió de la Vandera, Alonso. El lazarillo de ciegos caminantes. Caracas: Ayacucho, 1985. Edición de Antonio Lorente Medina. Incluye el Plan de gobierno del Perú y Extracto del viaje que hizo la fragata "El Tucumán", correo de S.M., desde la bahía de La Coruña hasta el puerto de Montevideo.

(2). Se puede decir que los primeros síntomas de la Ilustración, según revela el estudio de Gonzalo Anes, llega a la América española con el reinado de Fernando VI, pero será sobre todo con Carlos III cuando se empiece a reformar las estructuras socioeconómicas de las colonias y tratar maximizar sus beneficios. Por otro lado, los gobiernos de la Ilustración tratarán de reformar las estructuras comerciales, y con ello las infraestructuras, tales como comunicaciones, transportes etc. De este modo, uno de los productos culturales del periodo ilustrado será el patrocinio de los viajes a América, tales como el de Jorge Juan y Antonio de Ulloa, adquiriendo una función político administrativa. Los informes de las expediciones científicas y los viajes geopolíticos, es decir, aquellos que servían para elaborar informes económicos sobre la riqueza de los territorios americanos se textualizarán como libros de viaje con una finalidad económico-administrativa, que es la novedad que aporta con respecto a épocas anteriores.

(3). Según Herrero Massari, en la literatura hispana se puede observar una cierta tradición literaria que ya venía desde la Edad Media (las peregrinaciones a Tierra Santa, p.e). Los primeros libros de viaje se caracterizaban por describir lo maravilloso y exótico del imaginario medieval, como por ejemplo Juan de Mandevilla, o temas recurrentes como el Preste Juan. Será a partir de mediados del siglo XVI cuando el libro de viajes empezará a ser un testimonio de los vivido, experiencias individuales, peligros del viaje y lo exótico. Ahora bien, pese a que este autor moderno de libro de viajes pretenda "textualizar lo vivido", y alejarse de lo estrictamente literario, se puede observar que en sus narraciones la intertextualidad literaria será inevitable(la novela bizantina, de caballería, la miscelánea etc). Es a partir del siglo XVIII cuando la literatura de viajes adquiera una nueva función más allá del entretenimiento, tendiendo a lo formativo y didáctico.

(4). La llegada de las reformas borbónica al Virreinato del Perú llegarán con más intensidad con la subida al trono de Carlos III. Sin embargo, el estudio de Fisher, El Perú borbónico pone de manifiesto que la evolución de esos cambios son intermitentes y con distinta intensidad, debido principalmente a las crisis políticas y sociales que ocasionó reducir el número de criollos al frente de las instituciones coloniales en favor de los peninsulares. Esto creó una serie de tensiones que dificultaron el asentamiento de las nuevas reformas. Sin embargo, tal como señala José Chiaramonte, en el prólogo de su compilación Pensamiento de la Ilustración. Economía y sociedad iberoamericanas en el siglo XVIII C, la sociedad criolla, imitando de algún modo a las "sociedades de amigos del país" peninsulares, empezó a integrarse en la vida política con fines reformistas. En el caso del Perú merecen destacarse varios autores que trabajaban en torno al magazine El mercurio peruano, tales como.José Baquijano y Carrillo, alias Cefalio, autor de la Disertación histórica y política sobre el comercio del Perú. También es interesante el trabajo de Victorián de Villaba, Discurso sobre la mita de Potosí. Ambos trabajos tienen la misma línea reformista que Carrió de la Valdera .

(5). Explorado en 1543 por Diego de Rojas, por orden del gobernador del Perú, según Cristian Werkenthien, "publicó su Ordenanza de Tambos y Caminos Reales, por la cual se obligaba a los encomenderos y caciques a cuidar los tambos y tener dispuestas provisiones para los viajeros. Sin embargo todo el sistema no tardó en decaer considerablemente"(34). Werkenthien, Cristian. Entre sendas, postas y carruajes. Los comienzos del transporte en la Argentina. Buenos Aires: Comisión Nacional de Museos y de Monumentos y Lugares Históricos, 1999

(6). Según Sánchez Bella, "solían formular numerosos cargos a los visitados, que nos permiten conocer los tipos de abusos mas característicos.....(240)

(7). Este acto administrativo de finales del XVIII, precedente inmediato del que se conoce hoy, y que produce una cesura con el sistema de los Austrias, se definiría como la declaración de voluntad emanada del Estado-Administración. Tal acto presentaba carácter de legitimidad, en cuanto que implicaba la presunción de validez de cualquier actuación que emanase directamente del Estado-Administración, estableciendo éste su vigencia y derogación en el espacio y tiempo. Este acto se caracterizaba por su ejecutividad, es decir, la obligatoriedad en el cumplimiento del acto y por su ejecutoriedad, el órgano o funcionario investido de potestad delegada para llevarlo a cabo. Se diferencia del acto administrativo que hoy se conoce en las democracias occidentales por su no sometimiento a la ley, ya que ésta en el siglo XVIII era la misma administración, y sus amplias prerrogativas de discrecionalidad, que limitaba en gran medida el principio de autonomía de la voluntad del administrado

(8). Pérez Herrero, Pedro. Comercios y Mercados en América Latina colonial. Madrid: Fundación Mapfre, 1992. Este autor deja entrever cómo el programa borbónico de reformas tuvo un carácter más propagandístico que real, teniendo escaso éxito y demostrando que el siglo XVII, desde un punto de vista económico, no fue un periodo de crisis tan intenso como el que ha venido calificándose en la historiografía del siglo XIX y parte del XX. Por otro lado, merece particular atención el análisis que se hace de la política económica del eje andino durante el periodo borbónico, y cómo un aumento de la producción en la minería y un incremento demográfico no se tradujo en un reorganización de los mercados internos, perviviendo las estructuras del siglo XVI. De igual modo, es destacable el análisis que se hace del llamado "libre comercio" y las problemáticas que planteaban las reformas de las estructuras que se crearon bajo los Austrias.


Obras citadas

Alcázar, Cayetano. Historia del correo en América. Madrid: Sucesores de Rivadeneyra,1920

Anes y Alvarez de Castrillón, Gonzalo. La corona y la América del siglo de las luces.

Madrid: Asociación Francisco López de Gomara,1994

Carilla, Emilio. El libro de los misterios: "El Lazarillo de ciegos caminantes".Madrid: Gredos, 1976

Chiaramonte, José. C. Compilador. Pensamiento de la Ilustración. Economía y sociedad iberoamericanas en el siglo XVIII. Caracas: Ayacucho, 1979

Cruz Barney, Oscar. La supervivencia del derecho español en Hispanoamérica durante la época independiente. Jornadas de Historia del Derecho. México: Instituto de Investigaciones Jurídicas, 1998

Domínguez Ortiz, Antonio. Carlos III y la España de la Ilustración. Madrid: Alianza, 1989

Fisher, John. El Perú Borbónico 1750 –1824. Lima: IEP, 2000

Gómez de la Serna, Gaspar. Los viajeros de la Ilustración. Madrid: Alianza, 1974

Herrero Massari, Jose Manuel. Libros de Viajes de los siglos XVI y XVII en España y Portugal: Lectura y Lectores. Madrid: Fundación Universitaria Española, 1999

Jovellanos, Gaspar M. Diarios. Oviedo: Diputación de Asturias, Instituto de Estudios Asturianos del Patronato José M. Quadrado (C.S.I.C.) 1956

Mignolo , Walter. "Cartas, crónicas y relaciones del descubrimiento". Historia de la Literatura Hispanoaméricana. Madrid: Cátedra, 1999

Ordenanza General de Correos, Postas, Caminos y demás ramos agregados a la Superintendencia General. Madrid Imprenta Real, 1794

Pérez Herrero, Pedro. Comercios y Mercados en América Latina colonial. Madrid: Fundación Mapfre, 1992

Sánchez Bella, Ismael.Historia del derecho indiano.Madrid: Editorial Mapfre, 1992

Stolley, Karen. El Lazarillo de ciegos caminantes: Un itinerario crítico. Hanover: Ediciones del Norte, 1992

Werkenthien, Christian. Entre sendas, postas y carruajes. Los comienzos del transporte en la Argentina. Buenos Aires: Comisión Nacional de Museos y de Monumentos y Lugares Históricos, 1999