"I’m Hispanic, not Black": Raza, locura y violencia en

Geographies of Home de Loida Maritza Pérez

 

Dolores Alcaide Ramírez

Purdue University

 

Geographies of Home (1999) es la primera y única novela hasta la fecha de Loida Maritza Pérez, una afro-dominicana nacida en 1963 que se trasladó con su familia a Nueva York cuando era muy pequeña. La novela cuenta la historia de una familia de afro-dominicanos afincada en uno de los barrios marginales de Brooklyn y combina distintos puntos de vista narrativos, entre los que destacan los de Papito y Aurelia, los padres que emigraron a los Estados Unidos buscando una vida mejor para sus 14 hijos, y los de Iliana, Marina y Rebeca, tres de las hijas de la pareja que deben enfrentarse al desplazamiento, la discriminación racial y la búsqueda de su propia identidad en una sociedad a menudo implacable.

Pérez realiza una escritura en la que nociones estáticas de raza, género, sexualidad e identidad nacional se cuestionan junto con la violencia a la que es sometido el cuerpo de la mujer afro-hispana en los Estados Unidos. Fundamentalmente, esta novela pone al descubierto las conexiones entre diferentes tipos de hegemonías (las "hegemonías dispersas" de las que Inderpal Grewal [1994] hablaba) que intentan oprimir a la mujer negra. Por una parte, el patriarcado existente tanto en el nacionalismo dominicano como en el estadounidense, así como el racismo inscrito en los conceptos de nación, llevan a las protagonistas de esta obra al borde del suicidio, la auto-destrucción y la violencia contra el propio cuerpo. Pérez realiza, por lo tanto, una escritura violenta en la que se pone de relieve el trauma de vivir entre naciones, entre hegemonías, entre sistemas de poder que intentan fijar la identidad. Se establecen así lo que Grewal y Caren Kaplan llaman, "prácticas feministas transnacionales," que ponen al descubierto los nexos de unión entre las distintas hegemonías. Por otra parte, surgen también "subjetividades diaspóricas" (Emma Pérez) que subvierten las dicotomías típicas del pensamiento occidental, que se mueven entre espacios y cruzan fronteras de identidad, como las que encontramos en los personajes de Aurelia y, sobre todo, Iliana, su hija. Estos personajes intentan encontrar una identidad propia, mirando de manera positiva sus orígenes africanos (en el caso de Aurelia, volviendo a la magia y los rituales religiosos del vudú dominicano y en el de Iliana, admitiendo el color negro de su piel).

Este artículo se centra en la superposición de raza y violencia en Iliana y sobre todo en Marina, uno de los personajes más interesantes y, al mismo tiempo, más ambiguos, de esta novela. Marina es la hija solterona, extremadamente religiosa y loca de Papito y Aurelia. Su locura es, por una parte, una respuesta a la violencia de la colonización y al racismo internalizado producto de ésta puesto que, como veremos más tarde, ella odia los rasgos físicos de herencia africana que encuentra en su cuerpo. Pero por otra, también la locura puede ser una respuesta a la opresión ejercida por el patriarcado sobre el cuerpo de la mujer, que intenta fijar sus papeles dentro de la esfera doméstica como madre y esposa. En este sentido, cualquier mujer que se salga del papel impuesto sobre ella por la sociedad patriarcal será calificada de "loca" e institucionalizada en un manicomio. Casos como estos abundan en la literatura escrita por mujeres (1) y en la vida real, sólo basta dirigir la mirada a las Madres de la Plaza de Mayo, o las "locas" de la Plaza de Mayo, como fueron llamadas por algunos, puesto que llevaron el papel de madre a la esfera pública, en vez de dejarla en la privada (Taylor, 187).

Diversas autoras feministas han discutido la asociación de mujer y locura en la sociedad patriarcal. Phyllis Chesler, por ejemplo, denuncia el doble standard existente en psiquiatría, según el cual las mujeres que presentan conductas contrarias al papel femenino que tradicionalmente se les ha asignado son calificadas de locas o esquizofrénicas, pero, por otra parte, las características "femeninas" (dependencia, depresión, emotividad, sumisión, pasividad) son altamente devaluadas en la sociedad patriarcal. De modo que, "for a woman to be healthy she must ‘adjust’ to and accept the behavioral norms for her sex even though these kinds of behavior are generally regarded as less socially desirable. […] Female adolescents and adults run serious risks when they persist in ‘male’ activities" (68-9). Para Chesler, la locura entonces presenta dos formas: o bien es "the acting out of the devalued female role or the total or partial rejection of one’s sex-role stereotype" (56). Es decir, las mujeres generalmente entran en el manicomio bien por presentar comportamientos "femeninos" como depresión, intentos de suicidio o paranoia, o bien por presentar actitudes violentas y agresivas y, por lo tanto, "masculinas," como es el caso de las esquizofrénicas.

Sandra Gilbert y Susan Gubar, en su ya legendario trabajo sobre las mujeres escritoras del siglo XIX en Inglaterra, The Madwoman in the Attic (1979), también discuten cómo la aparición constante de locas en las novelas de autoras femeninas funcionaba como mecanismo para producir dobles de las propias escritoras; era su forma de subvertir el orden patriarcal y dar cabida a su protesta e ira frente a la opresión que sufrían. Sin embargo, Marta Caminero-Santangelo cuestiona el poder subversivo y de resistencia de la locura. Dentro de la dicotomía razón/ locura del pensamiento occidental, el hecho de que muchas feministas interpreten la locura como espacio subversivo y a la loca como mujer que voluntariamente rechaza la razón, no hace más que reinscribir esta dicotomía, que, al fin y al cabo, inserta a la mujer dentro del espacio de la irracionalidad (1-2). Para Caminero-Santangelo, la figura de la loca es tan atractiva porque ofrece la ilusión de poder, pero, en última instancia, el final de este personaje es quedar reducido a la impotencia y al silencio, como en el caso de Bertha Rochester, la más célebre loca del ático: "Madness is ultimately complicit with what Teresa de Lauretis calls ‘technologies of gender,’ and provides the illusion of power while locating the mad (non)subject outside the sphere where power can be exerted" (4). Esta autora también analiza la relación entre racismo y locura en ciertas autoras africano-americanas y latinas contemporáneas, llegando a la conclusión de que estas escritoras, aunque incluyen constantemente a mujeres locas en su narrativa, no las presentan como modelos de subversión y resistencia sino que, como en el caso de Toni Morrison y su personaje de Pecola Breedlove en The Bluest Eyes, la locura del personaje significa una asimilación de los paradigmas racistas de belleza y , por lo tanto, constituye "the inability to construct a counternarrative of any sort" (132).

En el caso de Marina, sin embargo, la situación es más complicada y ambigua de la que Caminero-Santangelo describe puesto que su locura surge de la confluencia de varias formas de opresión: por una parte, está el racismo internalizado que produce en ella un gran desprecio por su propio cuerpo y su herencia africana; por otra parte, su locura también surge como consecuencia de la opresión patriarcal de la sociedad en la que vive y que asigna un papel definido a la mujer. Lo interesante de Marina es que, por una parte, reproduce el sistema racista y patriarcal de la hegemonía euro-americana, la cultura dominicana así como de la Iglesia Adventista (a la que su familia pertenece), con su clara definición de los roles de género, pero, por otra parte, lleva el papel típico de la mujer como reproductora de la tradición y del patriarcado a tal exceso que acaba subvirtiendo el poder de estas hegemonías. Marina es la persona más religiosa de toda la familia, llegando casi al fanatismo, y la que defiende el rol tradicional de la mujer, y todavía más, la propia definición biológica de "mujer", a capa y espada. Pero, al mismo tiempo, su esquizofrenia la sitúa al margen del patriarcado. Si seguimos las ideas de Chesler, la conducta de Marina la "masculiniza" de algún modo ante los ojos de la hegemonía patriarcal: su violencia y agresividad la sitúan dentro de los comportamientos "masculinos" mientras que sus intentos de suicidio la sitúan dentro de los comportamientos "femeninos". Se trata, pues, de un personaje altamente complejo que está dentro y fuera del patriarcado a un tiempo: representa las ideas hegemónicas de la sociedad estadounidense y dominicana con respecto a los roles de género, la sexualidad y la religión llevadas al extremo pero, precisamente con su exceso y su actitud "masculina" de violencia, se sitúa al margen de la sociedad.

Racismo internalizado y violencia colonial

Para ver el racismo internalizado de Marina y la locura relacionada con éste, no tenemos que ir muy lejos. Casi al comienzo de la novela aparece una escena estremecedora del impacto de la violencia colonial sobre el cuerpo de la mujer afro-caribeña. Marina revive, de una manera casi física, la violación sufrida a manos de un hombre negro, una especie de adivino al que ella visitó para que predijera su futuro. Esa experiencia traumática la trastorna de tal manera que se vuelve loca y tiene constantes alucinaciones. Marina empieza a ver visiones del mal que acecha su casa, entre ellas, las del hombre negro, que repite la violación en su cuerpo una y otra vez. En el cuarto de baño de su casa, Marina coge un estropajo Brillo y una lata de Lysol e intenta eliminar el olor nauseabundo que despide su cuerpo, frotándolo una y otra vez con una violencia desmedida: "Determined to rid herself of the odor and to reclaim her defiled body, she reached soapy fingers into the folds between her legs. […] She meticulously scoured herself with Brillo, lingering behind her knees, under her arms, in the inside of her elbows. When her skin blistered and she could stand the pain no more, she stepped from the stall and sprayed herself with Lysol" (18-9).

Marina intenta reclamar su cuerpo perdido al ser sometido a semejante acto de violencia, pero la única manera que tiene de hacer esto es exponerlo a más violencia, esta vez por su propia mano. ¿Qué lleva a Marina a actuar de esta manera? ¿Se trata únicamente de la reacción lógica de una mujer violada, tratando de "limpiarse" y así borrar de su cuerpo toda huella de su violador? ¿O hay algo más, un componente racial, quizás? No olvidemos que el violador es un hombre negro y ella es descrita como una mulata de piel casi tan clara como la de su cuñada Laurie, que es blanca. Recordando la escena previa a su violación, Marina habla de su sorpresa cuando, desafiando las leyes de su congregación, la Iglesia Adventista del Séptimo Día, va a ver a una pitonisa y en lugar de una mujer con un turbante, encuentra a un hombre negro "with dreads coiled tight as if to strike" (17), un hombre que le asegura que en su futuro amoroso hallará a un "dark stranger like himself" (17). Marina rechaza rápidamente la idea de que ella pueda sentirse atraída por un hombre negro y corrige al medium: no, no un hombre negro, seguramente uno blanco o al menos un hispano de piel clara como la de ella. Es entonces cuando el hombre negro, enfurecido por su reacción, la viola.

La violencia ejercida sobre el cuerpo de Marina, ya sea por su propia mano o por la de un fantasma negro (no está claro en la novela si realmente fue violada o si es una alucinación causada por su esquizofrenia), no es nada nuevo si miramos la historia de colonización de los países caribeños. La violencia ha estado inscrita en el cuerpo del Otro desde el principio de la colonización del Nuevo Mundo, pero especialmente en el cuerpo negro de los esclavos africanos que fueron forzados a dejar sus hogares. Convertidos en objetos carentes de voluntad, fueron desposeídos de su propio cuerpo, como señala Coco Fusco. Esta autora, en su artículo titulado "The Bodies that Were not Ours" describe el proceso por el cual el hombre y la mujer negros tratan de poseer de nuevo sus cuerpos, que durante siglos no perteneció, sino al amo blanco: "Black people’s entry into the symbolic order of Western culture hinged on the theft of their bodies, the severing of will from their bodies, the reduction of their bodies to things, and the transformation of their sexuality into an expression of otherness" (5).

La experiencia violenta y traumática de la esclavitud todavía hoy tiene su influencia sobre los cuerpos de los negros, no sólo en los Estados Unidos sino en todo el Caribe. Franz Fanon describe la situación del hombre negro colonizado, enfatizando la violencia que se produce en la mente de este hombre cuando tiene que confrontar la realidad de que su color de piel es negro pero ha sido educado para pensar como blanco. Esto produce una fragmentación de su identidad que lo lleva a un auto-desprecio. Fanon argumenta que el resultado de esto es un racismo internalizado, el deseo de hombres y mujeres negros de "mejorar la raza," casándose y teniendo hijos con personas blancas o con gran parte de sangre blanca en las venas. El racismo internalizado no es otra cosa que una forma de violencia contra la propia identidad, el propio cuerpo, cuyo color delata sus orígenes.

Marina sufre de este racismo internalizado. Para ella, el mal está simbolizado por todo lo que es negro. (2) Al principio del capítulo 2, cree ver gigantescas arañas negras caminando por la cocina y en un intento por acabar con ellas, prende fuego a la habitación. Sólo después de un rudo forcejeo con su padre, Marina deja de luchar contra estos seres imaginarios. Estas arañas no son otra cosa que una manifestación del miedo racial imbuido en ella. Cuando revive en su mente la violación de la que aparentemente fue objeto, dice: "No flat-nosed, wide-lipped nigger would claim her soul. No savage with beads dangling from his neck" (17). El hombre negro como salvaje, ser primitivo y animal sexual es estereotipo que ha venido circulando por Occidente desde el siglo XIX, con la clasificación positivista de las razas. No es extraño entonces que Marina use estos mismos adjetivos para describir al hombre negro. Estas palabras, en boca de una mujer blanca, representaría la ansiedad racial inscrita en el inconsciente del hombre blanco. Sin embargo, en boca de una mulata, representan la internalización de un racismo que amenaza con acabar con la integridad física, no sólo emocional, de Marina.

Como señalaba Fanon, la sociedad colonial convence a la mujer mulata de que ella es superior al hombre negro debido a la proximidad de su piel al color blanco, evidentemente el ideal. Marina presume de su piel casi blanca y sabe que todas sus hermanas la envidian por esto, pero a medida que la locura hace presa en ella, empieza a confrontar su imagen en el espejo y nota todos los rasgos de herencia africana que posee y que marcan su cuerpo como inferior: "Before, she had been able to manipulate her reflection so as to see only her pale skin shades lighter than any of her sisters’ and only slightly darker than Gabriel’s wife. That skin color had blinded her to her kinky, dirt-red hair, her sprawling nose, her wide, long lips. Now those features appeared magnified, conveying to her eyes that she was not who she’d believed" (18). Este momento de auto-revelación en frente del espejo es uno que se repite a lo largo de la novela. El espejo se convierte en un aparato que permite descubrir la propia identidad, ya que se produce un distanciamiento al tratar de mirar con objetividad el propio cuerpo. Esta identidad que ahora Marina descubre no es la suya no es otra que la identidad blanca con la que ha estado disfrazándose hasta ese momento. Al mirarse en el espejo, Marina descubre lo que se ha estado ocultado durante mucho tiempo: la unión de blanco y negro en su cuerpo. El espejo, frente a la hegemonía euro-americana, que intenta imponer sólo una identidad racial definida en los cuerpos, refleja una identidad otra que no cabe en las clasificaciones existentes: Marina es blanca y negra o mejor dicho, ni lo uno ni lo otro. En este caso, es la locura que se ha apoderado poco a poco de ella la que hace que Marina se vea realmente en el espejo. La locura de Marina cobra así ambiguedad ya que, por una parte, con la repetición mental de su violación, pone al descubierto su propio racismo y la ansiedad racial propia de la hegemonía eurocentrista, pero, por otra parte, también le hace abrir los ojos a su propio cuerpo y los rasgos de herencia africana que la marcan como el Otro. Desafortunadamente, el encuentro de Marina con el espejo resulta en violencia y fragmentación puesto que Marina rehúsa aceptar una identidad racial movible, entre el blanco y el negro.

Ahora la escena del cuarto de baño cobra una nueva significación porque, además de ser producto de su deseo de limpiar las huellas de la violencia ejercida sobre su cuerpo por un hombre negro, se trata del deseo de borrar de ese mismo cuerpo las marcas de su propia africanidad, que ahora aparecen amplificadas ante sus ojos. Marina siente tal desprecio por sí misma, tal repulsión que percibe un olor nauseabundo que sale de su cuerpo, confirmando que "something putrid had been implanted deep inside her and emitted its stench through all her pores" (18). El mal olor ha sido tradicionalmente asociado a la gente de raza negra por una ideología racista occidental. La afro-puertorriqueña Mayra Santos Febres tiene un cuento a propósito de esta idea. Curiosamente, el personaje principal de "Marina y su olor" se llama también Marina pero, al contrario que la nuestra, ésta es una joven mulata con gran auto-estima y la facultad de producir todo tipo de olores con sólo pensar en ellos. En Santos Febres, la protagonista tiene control sobre su cuerpo y su imagen y, además, es apreciada en su comunidad. Esta Marina manipula y subvierte el estereotipo de que los negros huelen mal. De hecho, cuando el hijo blanco de su patrona intenta chantajearla sexualmente, ella lo rechaza drásticamente. Esto junto con los constantes insultos de "negra apestosa" de su patrona (48), hace que Marina decida vengarse produciendo un olor tan terrible, tan apestoso que deja al hijo de su patrona medio muerto. Sus últimas palabras son un mensaje de venganza y afirmación al mismo tiempo: "!Para que ahora digan que los negros apestan!" (50) Marina usa el estereotipo de mal olor impuesto sobre ella por una sociedad blanca y racista como arma para vengarse de aquellos que la oprimen. Frente al uso subversivo del olor en Santos Febres, Marina en la novela de Pérez, es incapaz de la misma fuerza ya que su auto-estima depende de su identificación como blanca. En el momento en que se reconoce en el espejo como negra también, el mal olor aparece lógicamente asociado a la imagen que ella tiene de los negros y, por lo tanto, intenta hacerlo desaparecer, sin éxito, con Lysol. (3)

La violencia hacia su propio cuerpo, la locura que lleva a Marina a percibir arañas negras en la cocina de su casa, a ver un fantasma oscuro tratando de violarla cada vez que cierra los ojos, quedando sólo el reflejo de su pelo africano, sus labios gruesos y su nariz ancha cada vez que los abre, es el resultado de un sistema de opresión que durante siglos ha estado trasmitiendo el mensaje de que lo negro es inferior, salvaje, primitivo, a una sociedad colonizada.

Marina se niega a reconocer parte de su identidad, porque durante siglos esa identidad ha sido denigrada. En el contexto histórico de la República Dominicana, esta forma de racismo es parte de la propia identidad nacional. Fernando Valerio-Holguín describe cómo en este país se estableció un discurso nacional que conscientemente distinguía racialmente a la población de Haití de la de la República Dominicana. Hay que recordar que Haití, con una mayoría de población negra, representaba una verdadera amenaza para el gobierno criollo de la República Dominicana. El miedo a que la mayoría de la población negra de la isla se movilizara, como hicieron los haitianos, y tomara control del gobierno hizo que la élite dominicana estableciera un discurso nacionalista basado en la herencia española y la blancura de los dominicanos frente a la raza negra y, por ende, el primitivismo de los vecinos. Este discurso primitivista que, según Valerio-Holguín, los dominicanos tomaron prestado de los europeos, en su representación del Otro, concibe el mundo en términos binarios, donde todo lo positivo pertenece a los dominicanos y todo lo negativo a los haitianos: "Of the binary oppositions good/bad, rational/irrational, civilized/savage, cultural/natural, many Dominicans expel from themselves the second term and project it upon the Haitians as a defense mechanism" (76). Paradójicamente, todos los estereotipos que, según los dominicanos, describían a los haitianos (animales, caníbales, salvajes, violentos, ladrones, cerca de la naturaleza, promiscuos) eran los mismos usados por los europeos para describir al Otro, sobre todo a los caribeños (76). El discurso primitivista de la República dominicana ha hecho que la gente de este país no se considere negra, sino "‘Indians’ or mestizos descended from Spaniards and Taino Indians" (79). Es decir, el negro está totalmente fuera de la idea de nación y, por ende, también el loco puesto que lo racional sería una característica de dominicanidad frente a la irracionalidad de los haitianos. Es decir, en este concepto de nación, de dominicanidad, Marina estaría doblemente al margen (triplemente, si consideramos su papel de mujer).

La deshumanización de los haitianos, su transformación en seres primitivos y en una amenaza para la nación de la República Dominicana dio la justificación necesaria a Trujillo para la masacre de 1937, en la que miles de haitianos fueron eliminados de la frontera entre los dos países. Según Valerio-Holguín, con esta masacre, "Trujillo succeeded in reestablishing the Dominican people’s imaginary Hispanism and in ‘cleansing’ the nation of such impure elements as the religion, language, and customs of our neighbors, the Primitives" (83). De esta manera, dominicano vino a ser sinónimo de descendiente de españoles y, por lo tanto, blanco, en oposición a Haitiano, que equivaldría a Africano, negro, salvaje. Dawn Stinchcomb señala cómo la identidad de los dominicanos en el siglo XIX admitía únicamente a dos grupos: los blancos (que incluirían también a los mulatos de piel clara) y los blancos de la tierra (los mulatos de piel más oscura). Con respecto a los negros (esclavos o hijos de esclavos), su existencia fue borrada del discurso dominicano (3). Sin embargo, a pesar de los esfuerzos del gobierno por eliminar los rasgos africanos de su población (por medio de la mezcla racial y animando la inmigración de europeos), la única solución de blanqueamiento para la élite dominicana fue la imposición de una retórica racista que redefiniera "lo blanco" (5). Según esta ideología racista fuertemente afincada en la identidad dominicana, lo hermoso, lo que es físicamente atractivo, son rasgos considerados como europeos: labios finos, pelo liso y piel de color claro. Los rasgos opuestos (pelo rizado, labios gruesos y piel oscura) son descritos como "ordinarios, malos or haitianos and would therefore be the definition of blackness" (5). (4)

En la República Dominicana, más que en otros países del Caribe, la identidad nacional entonces se basa en una identidad racial blanqueada por lo que, para Marina, ser negra y ser dominicana entrarían en oposición. Sin embargo, en la isla, era posible borrar su identidad negra sin mayor repercusión. Pero en el momento en el que se desplaza a los Estados Unidos, ya no es posible eliminar el color de su piel. La estructura fuertemente racializada de la sociedad estadounidense pone de manifiesto la Otredad del cuerpo. Es en los Estados Unidos donde sus identidades entran en conflicto ya que para la mayoría blanca, el cuerpo de Marina está marcado obviamente con los signos raciales negros. Podríamos decir que su locura es una reacción a este deseo de la sociedad hegemónica euro-americana de fijar su identidad dentro del binarismo blanco-negro, en el que el segundo término es inferior al primero. El resultado de la imposición de una clasificación estática sobre cuerpos en constante movimiento, que evaden una clara clasificación, produce violencia y locura. Loida Maritza Pérez usa la locura de este personaje para subvertir el poder hegemónico racial occidental. La reacción racista de Marina es tan excesiva, tan violenta, que por medio de ella la autora critica al propio sistema racista que la produce.

Toda la familia está obsesionada, en realidad, con el cuerpo y los rasgos físicos que se consideran europeos. (5) Loida Maritza Pérez dedica mucha atención a las descripciones físicas de los personajes. Por ejemplo, Marina, a pesar del color claro de su piel (o precisamente por eso) es objeto de burla constante por parte de sus hermanas, sobre todo Beatriz, debido a "her babbon nose and nigger lips" (42), mientras que Iliana, a pesar de tener unas mejillas cinceladas y "a nose her sister envied as ‘white’"(41) se considera la más fea de todas. Hay un sentimiento de insuficiencia e inadecuación en todos ellos. Quizás por eso Gabriel, uno de los hermanos mayores, se casó con una mujer blanca, Laurie. Gabriel consideraba que las mujeres negras eran "the ugliest, loudest and most demanding" (107) y su sueño era tener una mujer blanca para sí. Paradójicamente, Gabriel interpretó la falta de entusiasmo sexual de Laurie como signo de modestia, lo cual encajaba dentro del estereotipo racista que sitúa a la mujer blanca como pura e inocente, mientras que la mujer negra es promiscua y sexual. Claudette M. Williams, en su análisis de la imagen de la mulata y la mujer negra en la poesía del Caribe hispánico muestra cómo el estereotipo de la mujer de color como ser sexual frente a la mujer blanca desexualizada data del siglo XIX, de la época del Romanticismo. La sensualidad de la mujer negra "depended for its expression on the constrasting coldness of the ‘fair lady’" (48) Pero incluso antes, en el siglo XVIII, Europa ya percibía el cuerpo de la mujer africana como atávico y en contacto con el mundo animal: un ejemplo de esto estaría en la exhibición de una mujer Hotentote ante la sociedad decimonónica de Inglaterra como "a spectacular example of anatomical abnormality and sexual deviance" (53). Esta mentalidad racista informa el discurso de Gabriel, al que le gusta contar un chiste en el que hay tres mujeres: una latina, una negra y una blanca. La gracia del chiste reside en cómo las tres mujeres hacen el amor. La latina susurra "Ay Papito! Ay Papito," la negra grita "Give it to me mother fucker! Give it to me now!" y la blanca simplemente susurra "some nonsense" (107). El hecho de que Gabriel se haya casado con la mujer blanca muestra claramente cuál de los tres métodos es el más adecuado, según él. En su discurso se mezcla el racismo internalizado y también el machismo. No sólo es mejor una mujer blanca (por ser superior en belleza) sino también la mujer blanca es más refinada, más dócil, más modesta. Sin embargo, en el caso de Laurie, el estereotipo de modestia y pureza es, irónicamente, llevado al extremo pues Laurie evade toda intimidad con su marido hasta dos años después de casados y Gabriel termina teniendo una aventura con la esposa de su hermano.

El racismo no se produce solamente dentro de la propia familia. La sociedad racista norteamericana está representada por el ejemplo de abuso verbal al que es sometida Iliana en su universidad. La novela empieza precisamente cuando Iliana regresa a su habitación en la residencia universitaria y se encuentra con la palabra "Nigger" escrita sobre la puerta. No se trata de un hecho aislado sino de algo que se ha venido repitiendo una y otra vez y que hace que Iliana se sienta aislada y desplazada en el mundo académico. El hecho de que este episodio se encuentre al principio del texto es significativo puesto que el racismo establece el tono de la novela.

Iliana también relata un incidente que le ocurrió con su cuñada Laurie un día en el que iban en el autobús. Ante la mortificación de Iliana, Laurie sacó un cepillo y empezó a peinarse, molestando con su pelo a una mujer sentada a su lado. La mujer esperó pacientemente a que Laurie terminara pero en vista de que estaba prolongando el acto demasiado, le quitó furiosa el cepillo y lo tiró al suelo. Una vez fuera del autobús, Laurie dijo: "Damned kinky-headed bitch! […] Probably jealous of my hair!" (108). El pelo es uno de los rasgos físicos más prominentes (tan visible como el color de la piel) que señalan claramente la diferencia racial, según Kobena Mercer (101). Dentro del binarismo estético con el que la conciencia racista divide el mundo, "good hair" es el pelo de una persona negra que parece europeo, es decir, liso, no demasiado rizado ni ondulado. Mercer señala cómo el pelo de la gente negra ha sido estigmatizado y devaluado históricamente como "the most visible stigmata of blackness, second only to skin" (101). En este caso, Laurie establece una diferencia entre ella y la mujer (que sólo después de su comentario despectivo es identificada como negra) en base a su pelo. El hecho de que Laurie no reconozca el verdadero motivo de la furia de la mujer y que lo relacione con unos presuntos celos por su cabello nos muestran el racismo de Laurie que, aunque casada con un mulato, establece claramente su superioridad racial frente a la familia de su marido. Su comentario también nos lleva a la ideología racista que produce una jerarquía estética en la que todo lo blanco (junto con características presuntamente europeas, como pelo liso) estaría en la categoría de "bello," mientras que lo negro estaría condenado para siempre a la categoría de "feo." (6)

Mercer señala también cómo para los hombres y mujeres negros el peinado es algo muy importante y cómo en los años 60 se establecieron movimientos de resistencia que pusieron el pelo como símbolo de africanidad. De esta manera el peinado afro y los "dreadlocks" desempeñarían la función de proclamar la africanidad y el orgullo racial de gentes de herencia africana. (7) Sin embargo, este crítico señala que en realidad, estos peinados no serían realmente africanos sino una reinterpretación creada en la diáspora de lo que sería África. Si una persona de ese continente viera esos peinados, los interpretaría como pertenecientes al "Primer Mundo". El peinado que los africanos usan es muy elaborado también pero utilizan sobre todo trencitas y cuentas de manera muy intricada a imitación de los tejidos (111). Esto es precisamente lo que vemos cuando Iliana trenza el pelo de sus sobrinitas, las hijas de su hermana mayor, Rebeca. Iliana les trenza el pelo con miles de pequeñas trenzas que identifican a los niños con la cultura africana inmediatamente. Esta parece ser la práctica habitual en el hogar de esta familia dominicana y esto nos lleva a pensar que es una práctica relacionada con su pasado africano, una de las pocas que todavía perduran entre sus rituales. A pesar del dolor que la pequeña Soledad muestra mientras está siendo peinada, al final, cuando se mira en el espejo y ve su imagen, "a grin broke across her face at the sight of her dozens of braids weighted by brightly colored beads" (257). Teniendo en cuenta que estos niños han sufrido lo indecible a manos de un padre que abusa físicamente de su madre y una madre que no deja de volver con su marido una y otra vez a pesar de todos los abusos, una sonrisa es muy significativa, especialmente en la pequeña Soledad, la más seria de las niñas. Estos niños han sido traumatizados por la violencia en la que viven, pero por un momento, son felices al ver su imagen en el espejo y saberse bellos por una vez. El peinado se convierte así en un símbolo de belleza y orgullo étnico también. En este caso, el espejo se convierte en instrumento de afirmación de belleza e identidad racial de los protagonistas, en vez de fragmentación y violencia, como ocurrió con Marina.

¿Hispana o negra?

La dicotomía hispano-negro se reproduce constantemente en los Estados Unidos y es otra forma que la hegemonía euro-americana tiene de clasificar de manera monolítica y estática los cuerpos-otros de los inmigrantes. A propósito de esto, Silvio Torres-Saillant cuenta una anécdota que le pasó mientras estaba enseñando en una universidad de Nueva York. Un grupo de profesores africano-americanos estaba trabajando para formar un comité de profesorado negro y, al parecer, había división en el grupo acerca de si incluir a Torres-Saillant o no puesto que si, por una parte, su piel era oscura, por la otra, venía de un país de habla hispana. De modo que decidieron darle el beneficio de la duda y dejarle decidir a él mismo. Uno de sus colegas le hizo la siguiente pregunta: "Do you consider yourself more black than Hispanic or more Hispanic than black?," a la cual Torres-Saillant no supo qué contestar. Su indecisión para definirse como uno u otro despertó la sospecha de su colega africano-americano por lo que, lógicamente, nunca más supo del comité (141). Según Torres-Saillant, esta es la situación de muchos dominicanos en los Estados Unidos, especialmente los de piel oscura, que se ven forzados a elegir entre binarismos de identidad que su propia experiencia desmienten (142). Lo cierto es que Torres-Saillant no pudo contestar a esa pregunta porque su identidad estaba formada tanto por su idioma español y la cultura hispana como por su herencia africana. Sin embargo, en los Estados Unidos, tiene primacía, en este contexto, el binarismo racial blanco-negro.

En Geographies of Home, tenemos una escena que reproduce la situación anterior. En una conversación con su hermana Iliana, Marina niega su identidad negra diciendo: "I’m Hispanic, not black". Incluso cuando Iliana le pregunta de qué color es su piel, ella reafirma: "I’m Hispanic!" El hecho de que Marina elija la identidad hispana, es sintomático del discurso colonizador que está inscrito en este personaje. Según Suzanne Oboler, el término hispano es usado por el Censo del gobierno de los Estados Unidos para designar a una cantidad muy heterogénea de culturas. Es típico de la hegemonía euro-americana el intentar etiquetar grupos subordinados con un término que los haga homogéneos y borre sus diferencias culturales (4). Si Marina se identifica con este término es porque asume una identidad ficticia creada por los que están en el poder y, al mismo tiempo, le sirve para evadir la cuestión de identificarse como negra. Al usar un término cuyo énfasis está en el origen español (y por ende, blanco) de un grupo de personas, Marina borra de sí misma su identidad negra.

Marina también critica los gustos en hombres de su hermana Iliana porque piensa que ella prefiere a un "big black stud" en lugar de a un hombre blanco. Para ella, los hombres negros son "lazy as shit and undependable" (39). Iliana no está de acuerdo con esta actitud y piensa que surge de un racismo internalizado en su hermana: "Look at yourself. You’re suffering from the same thing they [her brothers] are, thinking anything lighter must be better" (38). En contraposición a Marina, Iliana se define a sí misma como negra, quizás porque no tiene otro remedio ya que en la universidad a la que va, al norte de su estado, ha sufrido el racismo constante de sus compañeros. Iliana sabe que, se identifique como se identifique, el mundo exterior la va a percibir como negra. Además, el color de su piel es obviamente más oscuro que el de su hermana por lo que no puede engañarse a sí misma (como hace Marina) fingiendo no ver los rasgos africanos en su cuerpo. Parece ser que la sociedad norteamericana no sabe cómo encajar a los afro-hispanos ya que ese término resulta contradictorio en sí mismo puesto que incluye dos clasificaciones "raciales" opuestas: hispano y negro. Iliana, cuando su familia vivía en el apartamento de Pennsylvania Avenue, un barrio donde apenas había dominicanos, hubiera dado lo que fuera por parecerse a las puertorriqueñas o a las chicas afro-americanas, de esa manera habría encajado perfectamente en uno u otro grupo. Pero la realidad es que su apariencia física la situaba en el grupo afro-americano pero su idioma y su cultura la encajaban en el puertorriqueño. Los dos grupos la criticaban por unirse a uno u otro, como si tuviera que decidir entre su identidad racial o su identidad cultural. Sus amigas negras pensaban que al definirse como hispana, en realidad Iliana se estaba dando aires de superioridad: "What you talking about, girl? they’d ask. We don’t care where you come from! You be black like us!" (190), mientras que sus amigas puertorriqueñas la consideraban una de los suyos debido al idioma, "Nah, you speak Spanish. You one of us" (190). Durante toda su vida Iliana se ha sentido escindida entre las dos identidades, imposible de formar parte ni de una ni de otra cómodamente. Lo que Loida Maritza Pérez nos muestra en Iliana es una "subjetividad diaspórica" (Emma Pérez), una subjetividad que se mueve entre diferentes categorías, incapaz de establecerse en sólo una. (8) La mera existencia de Iliana, con su piel oscura pero su idioma español, desafía los sistemas de clasificación nacionales y raciales, a menudo monolíticos y estáticos, que intentan fijar la identidad de una persona dentro de un grupo específico. Iliana se mueve entre espacios, entre identidades. Esta experiencia es traumática para ella porque siempre experimenta un sentimiento de inadecuación, vaya donde vaya, pero al fin y al cabo, eso es lo que le da su flexibilidad para pasar de un espacio a otro. Cuando Iliana habla con Marina acerca del color de su piel, se da cuenta de que su hermana ha elegido pertenecer únicamente al espacio que niega su raza y la identifica con su idioma. Al hacer énfasis en el color, Iliana elude una clasificación fácil en sólo una de las dos categorías y acepta las dos como parte de su subjetividad.

Conclusión

En Geographies of Home, Loida Maritza Pérez establece una relación entre distintas "hegemonías dispersas", como son los patriarcados y el racismo inscritos en el concepto de nación tanto de los Estados Unidos como de la República Dominicana. Al mismo tiempo, Pérez hace hincapié en la violencia existente en los movimientos transnacionales de los personajes. El choque de diferentes formas hegemónicas sobre el cuerpo de los inmigrantes va a producir siempre trauma y violencia. A través del personaje de Marina, Pérez se muestra crítica de estas relaciones de poder. Con su locura, Marina pone al descubierto las conexiones entre estas hegemonías pero, al mismo tiempo, es incapaz de escaparse de ellas. Si bien su locura la sitúa fuera de la nación, sin embargo, por otra parte, Marina está dentro de esos sistemas de poder ya que se erige en su principal representante, como cuando enfatiza su cultura hispana (blanca) por encima del color de su piel. De modo que usa la violencia sobre su propio cuerpo para tratar de fijar, en una identidad estable y homogeneizante, las subjetividades diaspóricas, inestables y en movimiento, que su hermana Iliana, por otra parte, muestra. Iliana se mueve entre diferentes identidades: entre los géneros masculino y femenino, las razas hispana y negra, la cultura dominicana y la americana, sin dejarse encasillar fácilmente en ninguna de éstas. Es esta posición, en última instancia, la que Loida Maritza Pérez enfatiza. La locura de Marina, a pesar de poner de relieve para el lector la incongruencia existente en los sistemas jerárquicos de clasificación, los intentos de homogeneización y encasillamiento de sujetos en movimiento, no puede salvarla a ella misma. Marina es incapaz, al contrario que su hermana Iliana, de luchar contra la opresión. Todo lo contrario, acaba aliándose a esta y la ejerce contra su propio cuerpo y el de su hermana. Sin embargo, la violencia no la llevará a ninguna parte puesto que al final, Marina acaba en un sanatorio. Esta vez, al contrario que las novelistas inglesas del siglo XIX, su locura no es un acto de rebelión, sino de aceptación y reproducción de los sistemas hegemónicos patriarcales y racistas. Sólo Iliana, mediante la aceptación de sus subjetividades en movimiento, será la que pueda superar la violencia de vivir entre naciones, entre géneros y entre opresiones.

Notas

(1) Ejemplos de cómo el patriarcado puede llevar a la locura podemos verlos tanto en escritoras estadounidenses como latinoamericanas. Por ejemplo, en "The Yellow Wallpaper," de Charlotte Perkins Gilman, un clásico de la literatura feminista, vemos los efectos del control opresivo de una sociedad patriarcal que pretende fijar el papel de la mujer en la esfera doméstica. El esposo-doctor de la protagonista de esta historia, la cual sufre de una depresión después de dar a luz, le niega la escritura a su mujer como forma de expresión puesto que una excesiva imaginación puede ser perjudicial para ella. El hecho de que tenga que estar encerrada en su habitación, casi sin ningún ejercicio físico, hace que empiece a ver una silueta en el papel del cuarto, para acabar descubriendo la imagen de una mujer atrapada, que no es otra cosa que la propia imagen de la protagonista, encerrada en un mundo sin libertad para la mujer. Otro ejemplo de la opresión patriarcal sobre la mujer podemos verlo en el cuento de Clarice Lispector "The Imitation of the Rose," donde una ama de casa acaba sumiéndose en la locura debido a lo insípido y reducido de su papel como esposa. La locura se convierte para en ella en su única forma de rebelión.

(2) Esta visión del mal en todo lo negro también tiene sus raíces en la extrema religiosidad de Marina. Aunque su familia no pertenece a la religión católica sino a la Adventista (que, por otra parte, es todavía más estricta y aún más jerarquizada patriarcalmente), podemos ver cierto paralelismo entre su extrema religiosidad y su deseo de "purificar" su cuerpo con el Lysol con las monjas místicas del Nuevo Mundo de los siglos XVII y XVIII. A menudo, en sus experiencias religiosas, estas monjas tenían visiones de Dios (de la misma manera que Marina también las tiene) así como del demonio, que a menudo está representado por imágenes erotizadas de un joven mulato o negro. La aparición de un hombre negro (el Demonio) es una de las tentaciones que las monjas a menudo describen en sus Vidas. Esto sucede, por ejemplo, en la Autobiografía espiritual de María de San José, que tiene la visión de un joven mulato reclamando su posesión de la propia María de San José. El negro pasa a ser así símbolo sexual, encarnación del demonio y, por lo tanto, debe combatirse. Por su parte, la monja chilena del siglo XVIII Ursula Suárez describe cómo un día, mientras se miraba en el espejo, vio a un negro muy feo en lugar de su imagen. Se trataba del Demonio, evidentemente. De la misma manera, la imagen de un hombre negro persigue a Marina, que al final acaba viendo todo lo negro como encarnación del mal, incluso lo negro de su propia piel. Al igual que Ursula, que escuchaba voces en su cabeza (Dios, según ella, quizás esquizofrenia para nosotros hoy en día) Marina también escucha voces y siente que Dios guía su mano. Al contrario que estas monjas, sin embargo, que buscaban un espacio de subversión a través de sus éxtasis místicos y su comunicación directa con Dios, las voces que Marina escucha la llevan a atacar a su propia hermana y a todos aquellos que no siguen las estrictas reglas patriarcales de la Iglesia Adventista.

(3) Por supuesto, hay una diferencia fundamental entre Mayra Santos Febres y Loida Martiza Pérez. Mientras que la primera sigue viviendo en la isla y sus desplazamientos se limitan a estancias de relativamente poca duración en los Estados Unidos, Pérez emigró de su país cuando era una niña y, por lo tanto, sufrió las consecuencias del desplazamiento, el racismo y la fragmentación de la identidad. No es de estrañar, entonces, que Pérez muestre una visión mucho más fatalista de la condición de ser mujer, negra e inmigrante.

(4) Para otras interpretaciones de la identidad nacional en la República dominicana y la construcción del haitiano como ser primitivo ver Silvio Torres-Saillant, "The Tribulations of Blackness: Stages in Dominican Racial Identity," Latin American Perspectives, vol. 25, 3, 1998: 126-146 y Lauren Derby, "Haitians, Magic, and Money: Raza and Society in the Haitian-Dominican Borderlands, 1900 to 1937," Comparative Studies in Society and History, vol. 36, 3, Jul. 1994: 488-526.

(5) Esta idea prevalece no sólo en la República Dominicana sino en todo el Caribe y su diáspora. Yasmin Hernández, una pintora afro-puertorriqueña de Nueva York, por ejemplo, cuenta cómo cuando tenía cinco años, cubrió su cuerpo con loción y anunció a toda su familia que era blanca. Evidentemente, Hernández, incluso a tan temprana edad, ya había asumido que el estándar de belleza situaba lo blanco como superior, así como que el pelo rizado era "pelo malo." En su caso, una vuelta a sus orígenes y una aceptación de todas las fuentes de su identidad (española, indígena y negra) la llevaron a una reevaluación de su físico y de su herencia cultural, que es la que refleja en su pintura.

(6) Kobena Mercer señala cómo el nombre "Caucásico" para definir al hombre blanco surgió en el siglo XVIII con la Ilustración y su deseo de clasificar todos los seres vivos de manera científica. Fredrich Blumenbach usó esta palabra porque él creía que las montañas del Cáucaso eran de donde provenían las especies europeas más hermosas. De este modo, "the very arbitrariness of this originary naming thus reveals how an aesthetic dimension, concerning blackness as the absolute negation or annulment of ‘beauty,’ has always intertwined with the rationalization of racist sentiment" (102). Desde el propio origen de la palabra, pues, surge la idea institucionalizada de lo blanco como lo más hermoso y, por ende, lo no-blanco como inferior en la escala de belleza estética.

(7) Es significativo que Marina identifique a su violador como un hombre negro con "dreadlocks." No sólo el color de su piel, sino también su peinado lo sitúan, pues, dentro de este imaginario racista eurocentrista en la mente de Marina.

(8) Iliana también muestra una subjetivad diaspórica al moverse entre el género femenino y el masculino. Aunque este artículo se centra fundamentalmente en la raza, la cuestión del género es una muy importante en la novela. Iliana es descrita constantemente con una apariencia masculina. No le gusta ponerse ropa "femenina" como faldas y a veces en la calle la confunden con un "drag queen". Además, es la única mujer de su familia que está en la universidad y que, por lo tanto, ha accedido al mundo "masculino" de afuera de la casa. La ambigüedad sexual de Iliana, junto con su ambigüedad racial, la convierten ciertamente en un personaje con una subjetividad diaspórica. Marina, de nuevo, funciona en la novela como el instrumento regulador de la sociedad, intentanto imponer sólo una identidad en su hermana. Por eso, una noche, en pleno apogeo de su locura, Marina viola a su hermana Iliana, intentando encontrar el "pene" que eliminará su ambigüedad y la clasificará claramente como hombre. Marina simplemente pone en marcha el deseo de la hegemonía euro-americana (y dominicana también) por fijar identidades que están en constante movimiento. Al final de la novela, sin embargo, Iliana, a pesar de la violación, será la que recupere y acepte su propio cuerpo, reapropiándose de él y convirtiéndolo, junto con su memoria, su hogar.

 

Obras citadas

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