¿Testimonio o Ficción? Actitudes Académicas
 
 

Silvia Nagy-Zekmi

SUNY at Albany



 

"La única manera de construir
la memoria histórica de los pueblos
era escribiendo."

Rigoberta Menchú:
Rigoberta, nieta de los mayas

1. El contexto postmodernista del testimonio. El rol del intelectual.

El postmodernismo tiene muchas (demasiadas) definiciones hoy en día, algunas se centran en la ruptura con el proyecto modernista, específicamente, con el campo estético de la modernidad. Otros, como Jameson y Baudrillard sugieren que el postmodernismo se refiere a algo enteramente nuevo, a un momento "esquizofrénico". Ihab Hassan hace incapié sobre el anti-elitismo y anti-autoritarianismo que caracteriza al postmodernismo además del "diffusion of the ego" (99). Sin embargo, en lo que todos los críticos parecen estar de acuerdo es que el comienzo del postmodernismo es marcado por el admitido fracaso del proyecto de la modernidad.(1) Baudrillard, a su vez, abandona tanto su apego al marxismo como sus presuposiciones con respecto al Siglo de las Luces y en L'Echange symbolique et la mort (1976) desarrolla sus teorías sobre la Postmodernidad sugiriendo que, con el siglo XX, entramos en una época histórica radicalmente diferente a todas las anteriores y pasamos de una sociedad "metalúrgica" a una "semiurgica" - (de semiosis).

De acuerdo a José O. Alvarez, el postmodernismo, "se presenta como una visión filosófica que pretende reemplazar los argumentos finiseculares del mundo moderno con algo nuevo que abre la puerta a la incertidumbre. El período moderno en su declinación exigía una nueva visión y ésta, aunque no se quiera, ha convertido al oeste en una pluralidad de culturas donde ninguna ideología impone su dominio." (José O. Alvarez)

Con respecto a la relación entre el poder y el discurso, que es uno de los puntos cardinales de esta investigación, Lyotard se posiciona en contra (con sus palabras "desconfía") de las narrativas totalizantes, porque en la modernidad los discursos monolíticos y homogeneizantes han excluido las voces contestatarias. Alvarez sugiere que Lyotard retoma la idea Wittgensteiniana del lenguaje como juego(2) y la usa como paradigma de conocimiento porque es la clave de las ‘narrativas pequeñas’ (petits récits) opuesta a las ‘narrativas grandes’ (grands récits). Según Lyotard los grands récits(3) de la modernidad que representaron ideas (utópicas), tales como la acumulación de riquezas, de la emancipación de los trabajadores y la sociedad sin clases, han perdido toda credibilidad. Por eso favorece el surgimiento de una multitud de discursos manifestando la heterogeneidad cultural, racial, nacional del tejido social y los que resisten propósitos de control que se manifiestan en los intentos críticos de clasificar las prácticas representacionales y de esa manera mantener firmes los límites del canon literario. Linda Hutcheon comenta:

Postmodern representational practices that refuse to stay neatly within accepted conventions and traditions and that deploy hybrid forms and seemingly mutually contradictory strategies frustrate critical attempts . . . to systematize them, to order them with an eye to control and mastery - that is, to totalize (37). En la postmodernidad se eliminan los cánones tradicionales (y totalizantes) de la literatura, pero también los de la crítica (explication du texte y otros). Surgen diversas aproximaciones teóricas y críticas a las obras literarias que pueden clasificarse dentro del postestructuralismo, feminismo, nuevo historicismo, teorías postcoloniales, etc. A partir de estos ángulos se articulan postulados con respecto a la representación literaria, la construcción del sujeto, la agencia, y las cuestiones fundamentales con respecto a las relaciones de poder.

Michel Foucault, sobre todo, en La arqueología del saber, nos da claves esenciales tocante al funcionamiento del poder y es uno de los pocos teóricos que pone de manifiesto la conceptualización general y abstracta de lo que entiende por poder; véanse sus postulados sobre el poder disciplinario, poder afirmativo/productivo, poder panóptico, poder carcelario, y finalmente, las vías de transmisión del poder, esencialmente el discurso(4). Foucault, en desacuerdo con la posición de Marcuse(5) sugiere que el deseo humano de expresar la verdad puede convertirse en un instrumento de control y conformismo social. Para los propósitos de este artículo me detendré en la discusión del nexo entre la producción de conocimiento y las relaciones del poder que se encuentran vinculados dialécticamente. El poder se ejerce, dice Foucault, mediante la producción de discursos que se autoconstituyen en verdades incuestionables. Consecuentemente, el discurso, en realidad, pasa a ser una forma específica del poder. Ceballos Garibay comenta: "Los discursos que produce el poder en forma institucionalizada se caracterizan por adquirir la función de constituirse en "verdad" aceptada por la sociedad" (55). Voy a hacer una referencia a, la reciente polémica(6) Menchú-Stoll, (que trataré más adelante) además de la resistencia de D’Souza al testimonio de Rigoberta Menchú porque ambas reacciones ilustran el miedo a que ciertas "verdades" penetren en la sociedad, las que están en oposición a lo que se acepta como "políticamente correcto."La "verdad" (siempre entre comillas) existe, dice Foucault, como forma de poder en la medida que a partir de ella se crea un determinado "código"mediante el cual se regulan las maneras de actuar (o pensar) de los individuos.(Microfísica... 147, 187) Pero como la postmodernidad frecuentemente se concibe como la liberación de la búsqueda de una sola verdad, deduzco que debemos aceptar las diferentes "versiones(7)" de la historia sin aferrarnos a una sola versión privilegiada.

Volviendo a la postmodernidad como marco ideológico de los testimonios en cuestión, señalaré una serie de características que se observan como rasgos sobresalientes en la producción literaria postmoderna:

1. la ausencia de los grandes metarrelatos,

2. la atención a lo marginal (y como tal, a lo femenino y a la alteridad),

3. la desborramiento de los límites entre lo literario y lo no-literario, lo popular y lo elitista, lo público y lo privado, etc.

4. la desaparición de la importancia del autor como individuo creador (Cf. Bartes, "La muerte del autor" 45) y la creciente importancia del papel del lector en armar la obra literaria en cuestión.

De acuerdo a estas pautas, además de lo discutido arriba, el testimonio (femenino) sería un producto postmodernista por excelencia. Examinémoslo a la luz de las características señaladas: El testimonio consta de un relato de experiencias vividas que se publica en forma impresa, y que, por el momento, se encuentra en el centro de discusión sobre lo que constituye lo literario.(8) Frecuentemente el testimonio femenino se ofrece por una (varias) mujer(es) marginada(s), cuyos derechos individuales y/o grupales han sido violados y que vive para representar ese grupo introduciéndose en el mundo académico, a veces, a través de la relación con un intelectual (antropólogo/a, escritor/a, etc.) que aparece como autor (!) del libro que resulta de esta colaboración.(9)

Generalmente, la voz testimonial parte de la experiencia individual, es decir, de lo privado y hay una razón explícita para divulgar estas experiencias individuales, entrando en el dominio de lo público. La razón más frecuente es el deseo de denunciar injusticias cometidas por representantes de instituciones públicas (policías, militares, burócratas, etc.) contra individuos civiles (que representan lo privado).(10) Del desborramiento del límite entre lo público y lo privado emerge un espacio híbrido desde el cual el sujeto ofrece su testimonio. John Beverly fue el primero en señalar que, en efecto, el testimonio es un espacio apropiado para una labor conjunta, positiva y creativa del intelectual y del marginal y un espacio ideal para que se desarrolle una verdadera solidaridad entre los dos. ("Anatomía..." 14-15)

Quisiera profundizar aquí sobre el rol del intelectual en esa coyuntura y analizar tres contribuciones que se puede atribuir al intelectual en relación al testimonio: el estudio, el análisis y la difusión. El primero consiste de recoger el testimonio, (d)escribirlo(11) o ficcionalizarlo(12). Los dos tipos principales de discusión en los círculos académicos en general, y en los círculos académicos estadounidenses en particular en torno al testimonio se centran en dos problemáticas: La subalteridad del/a que ofrece su testimonio y la presencia (o carencia) de ficcionalización de los hechos marcados. Ante la ya famosa pregunta de Gayatri Spivak: "¿Puede hablar el subalterno?" - ella misma se había respondido que no, porque el espacio del subalterno en representaciones ficcionalizadas es tan remoto que hacerlo hablar sería inconcebible.(13) Neil Larsen(14) nos advierte sobre los riesgos de creer que se accede fácilmente el subalterno, porque se lo observa y Robert Carr, a su vez, llama la atención al peligro de creer que en el testimonio se está ante un subalterno transparente que se puede estudiar desde la comodidad académica. A todo esto, Beverly sugiere una especie de solución, un compromiso: el/la que habla no es subalterno, sino que es "intelectual orgánico de la clase subalterna." Este deslinde es interesante, ya que implica, según Beverly, que ese intelectual se mueve en el mundo y es capaz de trascender las barreras de lo nacional (rasgo postmoderno en sí) y se proyecta sobre otras culturas. Yo prefiero no considerar la subalteridad como una clase, porque esto llevaría a una innecesaria e injusta homogeneización de grupos subalternos.

Con respecto al tópico de sumo interés en círculos académicos al menos, la veridicción en el testimonio(15). Yúdice nos dice que no es procedente plantearse esa preocupación, pues "la verdad" como tal, es irrelevante; ya que el testimonio, al margen de la verdad de los acontecimientos narrados, es testimonio siempre y cuando cumpla la condición de generar una praxis transformadora. Dice Yúdice que es lícito el uso de la "maravilla" así como lo era en la épica, para darle más efectividad al relato. Sin embargo, hablando de Randall, Barnet y otros, Beverly señala que al centro del testimonio se encuentra la cuestión de la función ético-estética del mismo. Esa función sólo se cumple cuando se concluye que el relato es verdadero. La publicación del libro de David Stoll,(16)Rigoberta, and the Story of All Poor Guatemalans retoma esta disputa, ya que el antropólogo hace incapié en la veridicción en su análisis del testimonio de Rigoberta Menchú descartando sus posibles méritos, porque "[it] cannot be the eyewitness account it purports to be." (9)(17) David Stoll intenta caracterizar la recepción poco favorable de su libro en círculos académicos como un asunto político:

The first time I presented my doubts about enshrining Rigoberta's story was at Berkeley in October 1990. The Western Humanities Conference was addressing the issue of political correctness. This was a meeting of left-liberal scholars, not the conservatives who would soon be using the "p.c." label to polemicize against them.(239) Sin embargo, las disputas iniciadas por Stoll y retomadas por muchos críticos e inverstigadores no han cesado aún (cf. nota 10). Uno de los puntos discutidos es la mediación que pudo haber distorcionado, manipulado, corregido lo relatado por Rigoberta.

En los testimonios mediados el/la mediador/a debe reducir su intervención a lo mínimo para no influir, dentro de lo posible, en lo narrado y para no poner en duda el elemento de veridicción, una característica fundamental del testimonio.(18) Burgos y Viezzer, las mediadoras de los testimonios de Rigoberta y Domitila en su prólogo enfatizan la dificultad de "efectuar el paso de la forma oral a la escrita" (Burgos 17) El resultado es un texto depurado de preguntas y de verba dicendi, un texto monologizado, tanto formal como ideológicamente. La diferencia marcada entre la voz del testimoniante y la voz subyacente de la mediadora preserva la personal del testimoniante como la de la Otra. Achugar opina: "La voz del Otro aparece como una voz distinta de la del mediador que se hace presente en notas a pie de página y otros paratextos." (65)

La postura de académicos como Molloy y Sklodowska, postula Beverly, en tanto que cuestiona lo ficcional del relato testimonial, le permite su entrada en el canon, pero a costas de sacrificar su función ético-estética. Ante este problema Beverly se plantea que los dos tipos de lectura son aceptables y que se pueden adaptar la postura del crítico para que éste pueda resolver "the struggle over the teaching and interpretation of literature." M tarde añade: "our battlefield is the classroom." ("All Things Modern" 128). Volviendo al tema de la función del intelectual, me gustaría añadir que el académico norteamericano gana un sueldo (relativamente) bueno, está titularizado y no corre riesgos de ningún tipo, sino que más bien es recompensado por investigar estos nuevos fenómenos literarios, no creo que se pueda hablar de un rol como luchador. A diferencia de Yúdice y Beverly y, adhiriéndome a la posición de Sklodowska, considero que el testimonio aprovecha la hibridez de formas discursivas postmodernas para expresar el compromiso socio-político y las aspiraciones estéticas e ideológicas de las élites progresistas postcoloniales. (Sklodowska 87) Al mismo tiempo, el testimonio es un ejemplo importante de la "literatura de resistencia," (Harlow)(19) un género contestatario.

2. El género del testimonio

El título de este trabajo rinde homenaje a dos de los celebrados testimonios femeninos de nuestra época: Hasta no verte, Jesús mío (1969) de Elena Poniatowska y Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia (1985) de R. Menchú y Elizabeth Burgos. Según lo anteriormente dicho, en la época postmoderna se diluyen las fronteras canónicas y se incluyen géneros hasta ahora marginalizados en el discurso histórico, cuyo contenido frecuentement desmiente "la historia oficial," escrita(20) (!) por el vencedor, el colonizador el europeo, el hombre blanco manifestando, por consiguiente, una perspectiva eurocéntrica, (21) colonialista y, a veces, racista basada en el concepto descartesiano de una verdad existente. Sin embargo, en yuxtaposición con la "historia oficial" está la manifestación contestataria, las versiones subalternas de la historia, que llena los vacíos de la "historia oficial" y da a conocer otro punto de vista, digamos, la "visión de los vencidos"(Miguel de León Portilla). Esta visión incluye eventos, detalles y personajes que, en conjunto con la versión en los registros oficiales, y a veces en oposición a ellos, presenta una realidad muy diferente a la que se delinea en la "historia oficial". Por esto los intelectuales derechistas --de quienes D’Souza es un ejemplo impresionante– se esfuerzan por mantener las versiones no oficiales (las contra-historias) fuera del alcance para el público y especialmente fuera de la Academia. Refiriéndose a este aspecto contrahistórico del testimonio de Rigoberta Smorkaloff comenta: "El testimonio de Rigoberta Menchú, como toda narrativa testimonial revela una realidad inédita, la historia y cultura no 'oficiales,' sin precedentes literarios canónicos...." (114). De modo que, la contrahistoria es de carácter contestatario, su función es contradecir o corregir ciertos aspectos de la historia oficial, o revelar otros aspectos no incluídos.(22) Si el recurso principal de la historia "oficial" es la escritura, la contrahistoria tiende a ser oral, ya que, frecuentemente se basa en memorias, testimonios, entrevistas, etc. Por lo tanto, el testimonio se destaca como un instrumento de la contrahistoria, un género contestatario. Según Emma Sepúlveda, "[E]l testimonio ha ganado una reputación como discurso de resistencia que capacita a los marginados, a los colonizados los reprimidos." (11-12), por ofrecer una perspectiva diferente que frecuentemente viene de fuentes carentes de poder y revela aspectos del comportamiento del vencedor que éste no incluye en su versión de los hechos.(23) El testimonio de los marginados ofrece la posibilidad de influir en la opinión del lector y, de este modo, opera como literatura contestataria.

Algunos críticos, entre otros Beverly, remontan las raíces del testimonio latinoamericano hasta las crónicas, en todo caso, las partes no inventadas de las mismas. En ellas el indígena se expresó, aunque no exclusivamente (Guamán Poma sería la excepción por excelencia) mediante un agente: el/la que puso en papel el testimonio oral del informante (como en las crónicas de Sahagún, de Titu Cussi, y de Sta. Cruz Pachacuti). Este tipo de testimonios se acompañan por un prólogo escrito por el agente que, a su vez, pone en contexto el testimonio para el lector. Por un lado el prólogo es informativo, pero por otro, puede ser manipulativo, aunque quizás no intencionalmente, sino que por causa de la transición de códigos: de una lengua a la otra, de una cultura a la otra, de lo oral a lo escrito. (Cf. Mignolo.) La mediación, dependiendo de su grado de interferencia, produce un género híbrido, entre el testimonio y la (auto)biografía novelada. Quién decide cuál es el género de Hasta no verte, Jesús mío, tomando en cuenta que Josefina Bórquez (Jesusa en el libro) lo rechazó rotundamente.(24) Se debe reconocer que el caso de Hasta no verte, es bastante sui generis, porque Poniatowska reconoce su interferencia en el texto, reconociendo que tuvo que armar el texto a base de sus notas y memoria, debido a que Josefina Bórquez no le dio permiso de usar grabadora. "Llévese esa chingadera, quién va a pagar por eso, esa luz que Usted me está robando..." (García Pinto 182)

No obstante, Beth Jörgensen incluye Hasta no verte... en la categoría del testimonio, junto a los libros de Rigoberta y Domitila.(25)

Hasta no verte de ninguna manera es una novela, sino que es un testimonio, como Me llamo... de E. Burgos y R. Menchú y Si me permiten hablar de M. Viezzer y de D. Barrios. Es ampliamente reconocido el hecho que muchos libros de Poniatowska expanden el límite entre ficción y no-ficción, novela, cuento y relato; novela y biografía, poniendo la clasificación literaria convencional en un sano estado de confusión. (142) (La traducción, abreviaciones y destacados son míos.)(26) No del todo convencida de estos argumentos, sugiero que el género de Hasta no verte... sigue siendo problemático. Uno de los puntos de cuestionamiento es el uso del alias, un filtro más entre el testimoniante, la autora y la narradora, el personaje y el lector, el cambio de nombre de Josefina Bórquez a Jesusa Palancares, hecho que Josefina resintió: "la [debía haber] hecho con su nombre y con fotografías de ella" dice Poniatowska refiriéndose a la recepción de Josefina (García Pinto 181)

Los críticos, por lo general, no prestan mucha atención al aspecto autobiográfico, sino que los libros de Domitila y Rigoberta se consideran como narraciones etnográficas o se destacan sus características ideológicas y se acentúa su dimensión política. En cambio, la mayoría de los mismos críticos (Tatum, Poot Herrera, López González) consideran Hasta no verte.... como novela biográfica.

La otra posibilidad es considerar el testimonio como discurso autobiográfico, en cuyo caso se hace evidente que el carácter mediado no permite que el destinatario se entere directamente del proceso de autodescubrimiento (característica inherente del discurso autobiográfico. Cf. Lejeune) del testimoniante. Aunque el sujeto individual es evidente en el título: "Me llamo..." Rigoberta insiste que "es la historia de todos" (Menchú 3), sugiriendo que hay un sujeto colectivo por lo cual habla la que ofrece el testimonio. Por eso las inconsistencias postuladas en el libro de Stoll no deben tomarse con demasiada seriedad. Con respecto a la capacidad del público de evaluar el testimonio Sklodowska comenta,

lo único que sí podemos evaluar son las partcularidades discursivas que van configurando el poder de persuasión del testimonio: su capacidad de hacernos creer en sus intenciones, su éxito en armonizar su objetivos (aspecto ilocutorio) con los efectos que de hecho tiene sobre el destinatario (aspecto perlocutorio)." (120-121) El testimonio mediado, a diferencia de una autobiografía, en la cual la autora y la narradora es la misma persona, no se realiza por iniciativa propia, sino que es iniciado más bien por el/la mediador/a. Sin duda, no es la expresión de un sujeto que "preexiste", como en la autobiografía, sino que es la forma, el testimonio mediado, que determina el sujeto. (Cf. Lejeune 192)

Concluyo que el testimonio es poco definible como género, o que al menos debe considerarse un género híbrido, ya que comparte rasgos con la etno-historia, con la crónica, con la auto/biografía y la escritura memoralística. Además, la relación compleja entre el/la testimoniante y el/la mediador/a, sus consecuencias con respecto a la distribución del testimonio deben tomarse en cuenta al hablar del género del testimonio. Debo argüir, sin embargo, que el testimonio ha sido reconocido como parte del canon literario en su propio derecho (aunque D’Souza no esté de acuerdo) en nuestra época de "late capitalism" (Jameson) cuando la necesidad de tener discursos contestatarios es obvia.
 
 

Notas

(1). Además del libro indispensable de Lyotard, La condition postmoderne, (1979) se debe considerar The End of Modernity (1985) de Gianni Vattimo, entre muchos otros.

(2). Wittgenstein ve el lenguaje como un juego que jugamos y en el cual hay ciertas reglas que nos permiten ciertos movimientos, pero no otros. (i.e. saber cómo y dónde usar un verbo, un sustantivo, es lo mismo que saber utilizar los elementos de ciertos juegos) . (Stern 88)

(3). Grand récit es traducido por Craig Owens como "narración maestra/master narrative" dando las razones por su traducción de la manera siguiente: La narración maestra no pone de manifiesto "la incompatibilidad de las diversas narrativas modernas, sino su solidaridad fundamental. Pues, ¿qué es lo que hizo de los grands récits de la modernidad narraciones maestras, si no el hecho de que todas eran narraciones de dominio, del hombre buscando su telos en la conquista de la naturaleza?" (106)

(4). Cualquier discurso aparece como un conjunto variable de enunciados que conforman a una estructura específica y movible. Foucault centra su investigacion en las relaciones de coexistencia de los enunciados que se convierten en prácticas o conductas sociales.

(5). Marcuse critica tanto los regímenes comunistas como los capitalistas por su carencia de procesos democráticos. Opina que ninguno de estos sistemas crea circunstancias justas e iguales para sus ciudadanos.

(6). Además de las mencionos intentos de desacreditar el testimonio de Rigoberta Menchú Tum, The Rigoberta Menchú Controversy, el libro editado por Arturo Arias que presenta varios ángulos de la disputa contiene una serie de documentos que apoyan y los que desmienten lo que se expone en el testimonio, Me llamo....

(7). Foucault dice que no hay Historia (con mayúscula) sólo versiones del mismo evento. "The point is to turn history into a counter-memory." (Nietzsche... 88)

(8). Me refiero al famoso debate público sobre Cultura Occidental en Stanford University provocado parcialmente por Dinesh D’Souza quien no consideraba aceptable Me llamo Rigoberta Menchú... para que formara parte del curriculum, porque no le parecía ser "great literature." (Beverly, "The Real Thing" 271) D’Souza escribe: "To celebrate the works of the oppressed, apart from the standard merit by which other art and history and literature is judged, it is to romanticise their suffering, to pretend that it is naturally creative, and to give it an esthetic status that is not shared or appreciated by those who actually endure the oppression." (87)

(9). Pensemos por un momento dónde se encontraría el testimonio de Rigoberta Menchú o de Domitila Barrios de Chungara (para dar algunos ejemplos) en una biblioteca, ¿bajo el nombre de Elisabeth Burgos y Moema Viezzer respectivamente?

(10). No todos los testimonios tienen como eje principla la denuncia. Hunger of Memory de Richard Rodriguez [sic] es un ejemplo. De acuerdo a Beverly, Rodriguez es un autor más que testimoniante y su recuento manifiesta a "self-imposed separation from his community and culture of birth." ("Through All Things Modern..." 134)

(11). Como ha hecho Neira Samanez con el de testimonio de Huillca, un campesino cuzqueño y Miguel Barnet en su Biografía de un cimarrón, Moema Viezzer con el testimonio de Domitila Barrios, Elisabeth Burgos con el de Rigoberta Menchú, para mencionar algunos casos. E. Burgos en el prólogo de Me llamo... consagra amplio espacio a la descripción de su relación con Rigoberta; lo cual, según Beverly, "es un testimonio sobre la producción de un testimonio." ("Anatomía..." 14)

(12). El testimonio de Josefina Bórquez ha sido ficcionalizado en Hasta no verte, Jesús mío de Elena Poniatowska. La protagonista lleva el nombre de Jesusa Palancares, sin embargo Poniatwska ha declarado varias veces que su novela se basa en los testimonios de Josefina.

(13). Spivak sugiere en su famoso artículo que el subalterno auténtico no puede hablar, porque no tiene acceso al público, a menos que obtenga una educación formal. En cambio, si se educa, se contamina con las ideas eurocéntricas institucionalizadas por el colonizador y deja de ser un subalterno auténtico. Por eso, de acuerdo a Spivak, no existe la posibilidad del discurso anticolonialista auténtico.

(14). En su libro, Modernism and Hegemony (1990) Larsen habla de la comercialización de testimonios ficcionalizados. Aunque no menciona este caso en particular, viene a la mente De amor y de sombra de Isabel Allende que ha tenido sumo éxito comercial en los Estados Unidos, pero mucho menos reconocimiento en círculos académicos o críticos.

(15). Un antropólogo comentó sobre la tergiversación que él había descubierto en el relato de Rigoberta Menchú sobre el asesinato de su hermano. (Citado de una ponencia de Alicia Partnoy presentada en el Coloquio de Literatura Hispana que tuvo lugar en la Universidad Católica de América en 1995) Seguramente es David Stoll a quien Partnoy se refiere.

(16). Siguiendo lo dicho en las ponencias presentadas en dos sesiones ideológicamente opuestas en el Congreso del Latin American Studies Association en Miami (2000) una colección de artículos interesantes apareció recientemente sobre la disputa iniciada por Stoll y continuada por una serie de latinoamericanistas (David Stoll, Emile Volek y Elisabeth Burgos por un lado, y John Beverly, Ileana Rodríguez, Arturo Arias y Doris Sommer por el otro; la lista no es completa) editado por Arturo Arias: The Rigoberta Menchú Controversy (2001).

(17). En el artículo que apareció en el New York Times su autor, Larry Rohter dice que "using contacts provided by Dr. Stoll" ha entrevistado a gente que conocía a Rigoberta. Los que se manifestaban en contra del testimonio eran notoriamente asociados con el gobierno de Guatemala, entre otros, Alonso Rivera quien trabaja en el gobierno municipal, or Efraín Galindo, el alcalde de Uspantán. Este hecho se ofrece para el cuestionamiento de las intenciones de Stoll y surge la pregunta si el antropólogo no ha sido un instrumento en las manos de los oficiales gubernamentales guatemaltecos que deseaban desmentir y descartar el testimonio de Rigoberta. Una serie de académicos están cuestionando lo postulado en el libro de Stoll, incluyendo a Ilan Stavans que califica el libro "inflammatory" aunque el manifiesta considerablemente menos simpatía por el testimonio de Rigoberta que yo.

(18). Raquel Gutiérrez trata en su artículo, "Acerca de la crónica: Texto, veridicción y mimesis" la problemática de veridicción en las crónicas (que en sí son un tipo de testimonio) distinguiendo marcadamente entre lo verdadero y lo verosímil en su análisis semiótico.

(19). El término resistencia (muq_wamah) se utilizó primero en un contexto literario por Ghassan Kanafani, escritor y crítico palestino (Harlow 2) Kanafani fue asesinado en 1988.

(20). En La ciudad letrada Angel Rama analiza el papel de la escritura en el proceso de colonización de América Latina. Hoy en día aún entre los iletrados la palabra escrita tiene gran importancia. Hugo Blanco, guerrillero en el Departamento de Cuzco (Perú) escribe en sus memorias (mientras cumple una sentencia de 25 años por sus actividades): "It is necessary to understand that for centuries the oppressors of the peasants made them regard paper as good. Paper became a fetish: Arrest orders are paper. By means of paper they crush the Indian in the courts. The peasant sees papers in the offices of the governor, the parish priest, the judge, the notary - wherever there is power; the landowner too keeps his accounts on paper. All the reckonings you have mande, all your logical arguments, they refute by showing you a paper; the paper supersides logic, it defeats it. ... There is the famous saying: Quelqan riman (the paper speaks). (84)

(21). El historiador Eric Wolf declara en su libro, Europe and the People Without History que la base de su historiografía es la necesidad de reescribir la historia para incluir a los "pueblos sin historia."

(22). Para ilustrar la diferencia entre los registros oficiales de la historia y lo que surge como contrahistoria, me gustaría poner de manifiesto lo siguiente: en los libros sobre la historia (sobre todo en los libros escolares) de Latinoamérica al tratar el período colonial, por lo general, no se hace referencia a las numerosas sublevaciones indígenas con la excepción de la de Túpac Amaru en 1781-82.. De acuerdo a Moreno Yáñez solamente en la Audiencia de Quito hubo al menos 314 rebeliones indígenas durante la Colonia (17).

(23). Se puede comparar las Cartas de relación de Hernán Cortés y La Historia verdadera de las cosas de la Nueva España de Bernal Díaz de Castillo con la versión de los informantes de Fray Bernardino de Sahagún en su Historia de General de las cosas de Nueva España o con la Crónica de Chac-Xulub-Chen, que describe la conquista del territorio mayanse y la evangelización.

(24). Poniatowska confiesa en una entrevista: "[Jesusa] dijo que no tenía nada que ver con eso. Fue un rechazo absoluto." (García Pinto 181) Es interesante observar que Rigoberta también se distanció de su testimonio (que le trajo fama). "That is not my book" dijo en 1997 en una entrevista publicada en El Periódico. "It is a book by Elizabeth Burgos... [it] does not belong to me morally, politically or economically." (Qtd. in Stavans TLS)

(25). Domitila Barrios de Chungara y Moema Viezzer. "Si me permiten hablar..." Testimonio de Domitila, una mujer de las minas de Bolivia. [1977] México: Siglo XXI, 1978.

(26). "Hasta no verte... is not a novel at all but a testimonio along the lines of E. Burgos and R. Menchú's Me llamo.... and M. Viezzer and D. Barrios' Si me permiten hablar... It is widely acknowledged that many of Poniatowska's books straddle the line between fiction and nonficion, novel, novella, and short story; and novel and biography, throwing conventional literary classification into a healthy state of confusion.
 


Obras citadas

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