Alfonso Reyes, lector de Fray Servando

 

Celina Manzoni

Universidad de Buenos Aires

 

Las conversaciones se animan sin gritería: finos oídos tiene la raza, y, a veces, se habla en secreto.

Alfonso Reyes

Si metafóricamente somos lo que comemos, la singular avidez suavizada por el regusto de catador, las relaciones entre la cocina y la lectura y la escritura, la sensualidad de los viajes, de la palabra y de la conversación, hacen de Alfonso Reyes un gourmand al mismo tiempo ansioso y refinado, no ya sólo de la mesa sino de la tradición más amplia de la cultura americana y por americana, universal. (1)

Comparte con inabarcable generosidad sus lecturas y en un proceso de re-conversión que no cesa, las transforma en proliferante escritura. Hoy quiero detenerme ante uno de los quince "Retratos reales e imaginarios" que seleccionó, de entre otros, para su publicación en 1920, como libro. Siempre me intrigó que incluyera en esa serie el dedicado a Fray Servando Teresa de Mier, una biografía del fraile escrita originalmente hacia 1918 para El Sol de Madrid. (2) El retrato retoma algunos trazos del prólogo a la edición de las Memorias de Servando, reproducido también en sus Obras Completas junto con otros textos que le dedica. (3) Cuando se reconstruye parte del itinerario de Alfonso Reyes como lector de Fray Servando se corrige una primera impresión en la que el retrato parecería como fuera de lugar en relación con el conjunto de la serie.

Su fervor por el fraile se habría iniciado, según su testimonio, en la época de estudiante en la Preparatoria cuando propuso la reimpresión y difusión de la Historia de la Revolución de Nueva España; un proyecto de 1917 que culmina en 1935. En ese desplazamiento veo un interés intelectual por "los discursos de teología fantástica, bajo los cuales ardía, mal disimulado, el fuego de la rebelión nacional".(4) Pero, sobre todo, veo que, como en un pentimento, el rostro de Reyes se trasluce por debajo del rostro del fraile.

En el "Prólogo", Reyes recuerda la fecha exacta del inicio del ciclo de las persecuciones sufridas por Fray Servando, el 12 de diciembre de 1794, cuando pronunció su heterodoxo sermón sobre la Virgen de Guadalupe en presencia de una multitud presidida por el Virrey y por el Arzobispo de México. Aprisionado y procesado, a los diez días se retractó "por no poder sufrir más la prisión"; sin embargo, el Arzobispo Nuñez de Haro lo desterró a la Península por el término de diez años, que finalmente se hicieron veinte. Al ostracismo, "desterrado de la Nueva España por un delito sin delito, por una herejía sin herejía", (5) se sumaron la reclusión en el Convento de Caldas, la perpetua inhabilitación para enseñar, predicar y confesar, y la privación de su título de doctor en Teología.

Reyes vuelve muy evidente lo que en las Memorias es motivo de continuo reclamo: que el castigo del Arzobispo atenta contra su condición de letrado:

Este fue siempre un empeño de León: quitarme mis papeles y documentos, para atacarme después desprovisto, o hallar alguna materia para acriminarme. Allá se tienen mis títulos de órdenes, de mis grados, mi defensa, etc... (6)

Por lo demás, el exilio, "la larga ausencia de su patria" (Reyes usa idéntica expresión en los dos estudios), establece una frontera en la vida de Fray Servando; su voz es una voz ausente, lo mismo que la voz del que escribe su retrato. Reyes, como Servando, aunque más de cien años después, también está en España y también en circunstancias no fáciles. Quizá su propia ausencia le permitió percibir -en el vacío de diálogo- la marca de la ausencia del fraile, aunque ninguno de ellos se resigne al silencio. Una escritura que se multiplica, cubre en ambos casos, el blanco de la ausencia. Así como es conocida la realización hiperbólica de la escritura de Servando en lucha contra las ratas, las plagas y los fantasmas de la prisión, es conjeturable el horror de Reyes por el vacío.

La lectura de Fray Servando por Alfonso Reyes pone en juego varias cuestiones cuyo trasfondo son los combates de la guerra de Independencia y los de la Revolución Mexicana; de ellos sólo voy a esbozar el aspecto que se refiere a los cambios en la función del intelectual en relación con los debates por la construcción de la nación.

Las peripecias del fraile se inscriben, como percibe Reyes, en una situación de crisis de la imagen del letrado colonial:

Estos hombres simbólicos, como Mier, como Blanco White, como Newman, en quienes -en una o en otra forma- se opera la crisis de las nuevas ideas, escriben siempre apologías de su vida, y mueren con la inaplacable angustia de no haber sido bien comprendidos (XI).

Fray Servando vive en el momento de la transformación de la ciudad barroca en la ciudad moderna; "medio siglo antes de la Independencia las ciudades latinoamericanas comenzaron a ser inequívocamente criollas...".(7) Muchas de esas ciudades tuvieron universidades, bibliotecas y periódicos; los viajeros traían libros e ideas perturbadores del viejo orden colonial. Sin embargo, como ha mostrado Rama, la escritura y la lectura, articuladas de modos diversos al orden de lo sagrado, quedaron reservadas al grupo de lo que hoy llamaríamos intelectuales.

Aunque los letrados coloniales no fueron numerosos en relación con la población, Ángel Rama anota que "las exigencias de una vasta administración colonial [...] y las exigencias de la evangelización", estuvieron entre las causas que "contribuyeron a la fortaleza de la ciudad letrada".(8) En ese proceso en el que el número de habitantes criollos en relación con el de europeos, se fue haciendo mayoritariamente abrumador, los letrados, muchos de ellos en la figura de clérigos, se fueron convirtiendo en poderosos aliados de los descontentos y en su calidad de criollos, en descontentos ellos mismos. Reyes recuerda las constantes reclamaciones de Servando contra el Arzobispo Nuñez de Haro y su desdén contra los ignorantes sacerdotes europeos a quienes acusa de enemistad por envidia a sus cualidades de orador sagrado no español, mexicano, y a quienes no les reconoce autoridad intelectual en su papel de defensores de los intereses de la monarquía y de la tradición canónica de la iglesia.

De manera dramática, el cambio en la función del letrado se percibió en la comprobación de que ya existían o empezaban a existir, quiénes podían dirigir a la población blanca mexicana diferenciada de la española y de paso proteger las reclamaciones de los indios. Hombres como Mier se vuelven peligrosos en las circunstancias de la política interna de su época, o en las que alientan las combinaciones napoleónicas en Europa. Así, Reyes reivindica como función de un sector del clero -que en parte se asimila al letrado- la capacidad de propiciar conspiraciones y levantamientos, de congregar al vasto campo de los descontentos: "el día en que un sacerdote congrega a vuelo de campana a la plebe hambrienta, se desata la guerra" (XVII).

En otro momento de crisis de los letrados americanos -hacia 1929- cuando se interrogan sobre los modos de colocarse ante la disyuntiva cosmopolitismo/nacionalismo, Jaime Torres Bodet metaforiza el desgarro en la imagen del centauro: "¿Cómo adquirir la memoria del relincho, cuando se ha descubierto ya el gusto y la delicia y la torturada elaboración de la palabra?"(9) Con todo, en el momento de la Independencia, con su secuela revolucionaria de desplazamientos de un orden colonial a otro orden, con su confuso intervalo poscolonial, el abismo entre los dos mundos se ve ensanchado además por el fin del milenio, ya que también es, por lo menos para Servando (1765-1827), el salto del siglo XVIII al XIX.

Los "Relatos reales e imaginarios", sean de letrados o de personajes considerados al efecto como tales (por ejemplo, "Napoleón I, orador y periodista"), al margen de las ironías y de las invenciones, e incluso de una posible reminiscencia de Marcel Schwob (Vidas imaginarias, 1896), están compuestos casi en medio de la gran guerra, cuando ha estallado o está a punto de estallar la revolución de octubre y cuando la revolución mexicana parece no tener fin: entre 1917 y 1920 "no hubo un solo día de paz".(10) Aunque no hay casi referencias directas a esos conflictos ni a las polémicas que despiertan (que en parte fueron recogidas en una serie de crónicas bajo el título "Aquellos días"), la galería de personajes va armando un panorama cultural orientado a la conformación de un europeísmo ideal que va de los siglos XII a XIX y en el que se asordinan la perturbación y los desgarramientos, las "docenas de estatuas fracturadas" (Ezra Pound), y el paisaje desolador de la contienda desplegada bajo himnos y banderas nacionales.

La pregunta por el sentido de la inclusión en el conjunto de esa historia europea de la fama, de un único americano: su dos veces coterráneo, el heterodoxo Fray Servando, insinúa algunas respuestas. Una especula con ese casi inapresable momento en el que el autor se identifica con su personaje; otra intuye que la edición mexicana de "Retratos reales e imaginarios" conlleva una advertencia, una nota de alarma. El "Proemio" que encabeza el texto de 1920 está dedicado

a los amigos de mi tierra, con este mensaje y saludo: Conserváos unidos. Sacad razones de amistad de vuestras diferencias como de vuestras semejanzas. Mañana caeremos en los brazos del tiempo. Opongamos, a la fuerza obscura, la muralla igual de voluntades.

Lo no dicho, tiñe de angustia la prosa habitualmente serena y alejada del énfasis; de algún modo ayuda a explicar también la presencia del letrado colonial, a caballo entre dos siglos, inmerso en las discusiones de la ley y de la teología, empeñado en reescribir la historia, que se engrandece por la confianza en el futuro de la patria.

Reconoce en Fray Servando a un adelantado de la independencia de México pero lo salva de esa rara cualidad de haber tenido razón antes de tiempo y que vuelve tan melancólica la condición de precursor, gracias a su percepción de que la originalidad de la operación teológica-política del fraile lo coloca en un espacio central; la grandeza y la ambición de su heterodoxia impiden que se lo desplace totalmente a los márgenes, aunque deberemos reconocer que tanto él como su compinche Simón Rodríguez, son todavía excesivamente ignorados tanto por la historia como por la literatura continentales. Voces como las de Edmundo O'Gorman y Antonio Castro Leal lo recolocan en el campo de la historia, Alfonso Reyes, principalmente en el de la literatura. Insiste en sus méritos literarios: "[sus] memorias forman uno de los capítulos más inteligentes y curiosos de la literatura americana".(11) En el "Prólogo":

¡Qué inmenso caudal de alegría para conservar el gusto de escribir, tras el aburrimiento de las prisiones y los sobresaltos de la fuga! Pero es ley de nuestra lengua que la cárcel hace los buenos libros (XX).

Es que la prepotencia de su escritura hace a Servando, como hizo también a Sarmiento; ambos ensanchan la tradición en que se insertan en el momento mismo de cuestionarla.

La anécdota es conocida. En su sermón de homenaje a la Virgen de Guadalupe niega que la aparición milagrosa en el Tepeyac se haya materializado en la capa del humilde indio Juan Diego. Asegura que el estudio de los jeroglíficos le permite confirmar la antigua hipótesis de la evangelización de América por Santo Tomás, uno de los discípulos de Cristo, y en consecuencia, que el rostro moreno de la Virgen ha aparecido milagrosamente sí, pero en la capa del Santo, que bajo el nombre de Quetzalcóatl predicó la buena nueva a los mexicanos antes de la conquista. (12) También la imaginación de Lezama Lima percibe en Fray Servando la transición del barroco al romanticismo en la que "sorprendemos ocultas sorpresas muy americanas. Cree romper la tradición cuando la agranda". (13)

Servando cuestiona uno de los títulos más fuertes de los españoles para la posesión de las colonias: la predicación del Evangelio. Eliminado ese mérito, su señorío no tiene razón de ser en América. Lo que realiza es una operación teológico-política sobre tradiciones ya existentes: sin negar el cristianismo, borra el oprobio de la dominación colonial. En cuanto a la dinastía imperial, su marco, como el de muchos sectores independentistas entonces, remite a Cuauhtémoc, del cual por lo demás, asegura ser descendiente por parte de madre, aseveración nunca considerada por Reyes, aunque admitida por O'Gorman. (14)

La invención teológico-política de Fray Servando se establece sobre los dos sistemas culturales relevantes, es decir, los marcos de referencia que se daban por sentados para la constitución de una nación: la comunidad religiosa y el reino dinástico, sólo que en un acto de audacia sin precedentes, los da vuelta y los amplía. "El ansia de independencia", en palabras de Reyes, lo lleva a transformar una tradición que le otorgará sentido nacional a la emancipación de las colonias. Ese substrato interno se reactualiza con los modelos de la revolución europea y de la emancipación de los Estados Unidos que iluminaron durante un tiempo, las aspiraciones de los americanos.

Reyes advierte con agudeza en esa operación, que hasta podría parecer irrisoria, un movimiento, "una de esas traslaciones de conceptos que son tan frecuentes en la génesis de las ideas nacionales..." (XVI). Su conciencia moderna sensibilizada por la guerra europea y por la guerra en México, le permite reconocer que las identidades nacionales y la misma calidad de nación, son construcciones, "artefactos culturales" en los que intervienen cruces complejos.(15) La "Visión de Anáhuac" publicada el mismo año del "Prólogo" a las Memorias, se inscribe en ese complejo proceso en el que fuerzas históricas, ideológicas, culturales y sociales como las que desata, a su vez, el sermón de Fray Servando, van modulando un imaginario en el que las comunidades se reconocen, una fraternidad que se legitima en una lengua, una frontera, una pertenencia.

En ese reconocimiento no deja de ser simbólico el pedido formulado por Mier en su Carta de despedida a los mexicanos (1820): "Esta carta se reduce a suplicar por despedida a mis paisanos anahuences recusen la supresión de la x en los nombres mexicanos o aztecas". La herencia del rechazo a la sustitución de la x por la j, es retomada, quizá con un sesgo irónico, por Alfonso Reyes, en su respuesta a la Academia Argentina de Letras, cuando era Embajador de su país ante el nuestro. Explica la razón histórica por la que se escribe México y no Méjico.

los españoles conquistadores del siglo XVI quisieron imitar el sonido sh de la palabra indígena con que los antiguos pobladores del Imperio azteca se designaban a sí propios: Meshica (mexicanos). En aquel siglo, como es sabido, la x correspondía a este sonido de sh [...]. La grafía se conservó [...] pero, entretanto, el valor fonético de la letra x evolucionó hacia la j [...]. Por curioso accidente histórico, se ha creado en torno a la conservación de la grafía x (aunque siempre pronunciándola como j, en lo que todos están de acuerdo en mi país) un complejo de nacionalismo, que hace sentir a la opinión general que es más patriótico escribir "México" que no "Méjico", como si la conservación de la vieja ortografía robusteciera el sentimiento de la independencia nacional. (16)

El retrato de Fray Servando está pensado en parte para los españoles, pero principalmente para sus compatriotas. Por eso puede, en el movimiento que le es tan característico, desplazarse de la situación particular a la reflexión general: "Quien recorra la historia de nuestras revoluciones [...] ve crecer, rectificándose y torciéndose, la idea nacional, como se miran correr las aguas de un río" (XVI).

Como una deriva de la reflexión acerca de los cambios en la función del intelectual, se vuelven evidentes dos tópicos: según el primero, en palabras de Edward Said, el letrado es una figura representativa:

a mí me gustaría insistir también en la idea de que un intelectual es un individuo con un papel público específico en la sociedad que no puede limitarse a ser un simple profesional sin rostro [...] Para mí, el hecho decisivo es que el intelectual es un individuo dotado de la facultad de representar, encarnar y articular un mensaje, una visión, una actitud, filosofía u opinión para y en favor de un público [...] alguien que representa visiblemente un determinado punto de vista. (17)

En el caso de Mier, su punto de vista es la independencia total. Desempeña su vocación por la palabra y por la escritura, ante un público que lo reconoce y al que con-mueve pero también ante un enemigo que lo vigila, lo amenaza y lo castiga. Como una consecuencia de este último efecto de la actividad intelectual, se desarrolla el segundo tópico, el de la persecución y el exilio.

Las Memorias de Fray Servando tematizan la persecución y la huida, pero Reyes recoge y amplía la figura del exilio modulando una variante que se demostró exitosa aunque también polémica en los años sesenta y que fue motivo de un apasionado y memorable debate entre Julio Cortázar y José María Arguedas: la idea de que se comprende mejor a las propias sociedades desde la lejanía. Reyes considera que Servando "contempla a su patria desde lejos -que es una manera de abarcarla mejor" (XVII-XVIII). También piensa que la lucha de discursos en el ambiente europeo surcado por el reverbero de discusiones inquietantes con españoles notables como Blanco White -partidario de una independencia relativa-, con el historiador Alamán, con Simón Rodríguez -el maestro de Bolívar, le permite compartir la conciencia de la crisis pero también la idea de la patria entrevista como futuro.

Cuando el futuro se convierte en presente, no terminan las contradicciones; esa parece otra enseñanza que Reyes saca de su lectura de Fray Servando y que quiere transmitir a los suyos. A la hora de la construcción, cuando se piensa que el combate ha terminado, comienza la lucha contra la disgregación y la anarquía; son otra vez los debates doctrinales en los que el extravagante, el heterodoxo es capaz de acercar la voz de la razón: "La gran locura y la gran cordura suelen avenirse paradójicamente" (XIX). La fascinación del prudente Alfonso Reyes, el diligente constructor de saberes, por el impredecible Servando, recoloca su recuerdo en el espacio de la configuración de la nación, no desde la excentricidad que se le atribuye, sino desde la pasión del combate por las ideas.

Por detrás de esta imagen del intelectual representativo en que se constituye Fray Servando, se va insinuando también la compleja construcción de intelectual que Reyes piensa y realiza para sí. Aunque exceden los límites de este trabajo, las teorizaciones de Benda sobre el intelectual como clerc, tan influyentes en los años inmediatamente posteriores a los escritos de Reyes que se están considerando, debieron impactarlo. De hecho, su saludo ante la reaparición de La Nouvelle Revue Française en 1919, acepta como propios los desafíos de la reconstrucción intelectual de Francia " en un terreno crítico, el más generoso de los terrenos". (18) Es el espacio de la consolidación de saberes y de estrategias críticas en apariencia desinteresadas de lo inmediato, que cultiva con empecinamiento y lucidez hasta culminar en la magna obra de la Capilla Alfonsina.

En 'El recuerdo de Fray Servando', la última parte de su prólogo, Reyes pasa lista a algunas de las valoraciones que mereció su personaje: inadaptado, extravagante, excesivo; todas suponen transgresiones a la norma, desbordes de lo canónico. O'Gorman que admira al fraile, critica que su obra se resienta por la falta de unidad, por la reiteración, el desorden, la inexactitud y el yo constante -los mismos defectos que en otra geografía, pero también desde el canon, se le achacaron a Mansilla. También Sarmiento mereció en su momento la imputación de locura por parte de sus cuerdos enemigos. Su respuesta también se resolvió en escritura y colocó la locura en el lugar del otro: es entonces cuando escribe la biografía del Fraile Aldao. (19)

¿Puede la locura producir escritura? La atribución de ex-centricidad a Fray Servando cae en la sospecha cuando la lectura de sus Memorias muestra el despliegue de la pasión por la justicia, la denuncia del despotismo y de la corrupción, la mirada desprejuiciada del americano que se sabe civilizado sobre una Europa que considera bárbara y que invierte, entre otras tradiciones consagradas, la de las crónicas y la del libro de viajes. Es posible que el oxímoron del "civilizado bárbaro" opuesto a la bondad del indio, el "buen salvaje", se haya originado en la prédica incesante de Bartolomé de Las Casas, además de reconocer la tradición europea desde Montaigne a Rousseau; en todo caso, Fray Servando lo reactualiza con renovado vigor y desparpajo en el período independentista.

La biografía y la escritura de Fray Servando atraviesan la encrucijada poscolonial, en la que su voz se levanta contra la hegemonía discursiva del colonizador sin que logre hacerla desaparecer. Su lector privilegiado, Reyes, intenta sacar enseñanza de ese combate entre la voz metropolitana y la voz criolla en lucha por la apropiación de los espacios culturales. El resultado parece más cercano a la convivencia inarmónica de registros contradictorios que a las definiciones netas, y quizá no exista entonces, otra posibilidad.

Desde la lectura metropolitana, el contradictor -el portador del contra-discurso- es en sí mismo una paradoja, un ex-céntrico: el que está descentrado, al margen. Es Fray Servando describiendo a los españoles:

hombres y mujeres hijos de Madrid parecen enanos, y me llevé grandes chascos jugueteando a veces con alguna niñita que yo creía ser de ocho o nueve años, y salíamos con que tenía dieciséis.

[...]

Hablando de lo que es la villa de Madrid, ya se supone el desorden, angostura, enredijo y tortuosidad de calles [...] El pavimento es de pedernal, piedritas azules, puntiagudas y paradas que estropean los pies. Las casas, de palo y piedras, sin igualdad ni correspondencia, todas feas y en aspecto de ruinas por las tejas y las guardillas. (20)

Servando, nos dice Reyes y lo ratifica O'Gorman, mantiene hasta el final de sus días la convicción en la inutilidad de la presencia de los españoles en América en el plano religioso, así como la confianza intelectual en un futuro posible para su patria. Es Reyes también, quien, en el costado fraguado de su retrato, aventura una imagen inquietante, que va más allá de Fray Servando para proyectarse sobre el destino posible del intelectual adulado por el poder:

Acaso entre sus devaneos seniles se le ocurriría sentirse preso en la residencia presidencial, y llevado por su instinto de pájaro, se asomaría por las ventanas, midiendo la distancia que le separaba del suelo (XXI-XXII).

A la exaltación de ese instinto de libertad se le podría atribuir, también, el trabajo que Reyes dedica a delinear el retrato de Fray Servando y que publica en diarios españoles con la excusa de que gracias al tiempo pasado su irreverencia seguramente "no lastimará los sentimientos de nadie y sí servirá para distraernos un rato de estas irritantes cosas de ahora". (21)

No me parece que al letrado que es Alfonso Reyes, quien puede ser también "ligero y frágil como un pájaro", le interese distraer o divertir como no sea en el sentido de bifurcar posibles sentidos. Su elección de Fray Servando como la única figura americana de los "Retratos reales e imaginarios", la reiteración de su recuerdo "por esa ráfaga de fantasía que anima toda su existencia", más bien parece orientada, como las biografías bárbaras de Sarmiento, a recuperar nuevos sentidos para el tópico de la lucha entre las armas y las letras o, en otra posible inflexión, "para merecer las patrias, ganarlas, conquistarlas". (22)

Podría agregar que la imagen del intelectual como un pájaro preso en el espacio del poder, ha sido muy productiva en la escritura de El mundo alucinante de Reinaldo Arenas, quien realiza una inversión paródica de la invención de Reyes haciendo de esos poetas que medran en los rincones del palacio presidencial, cantores adulones que chillan y se aniquilan mutuamente.

Diré para terminar, que el descubrimiento de un linaje en Fray Servando, en el que se inscribe oblicuamente el joven Reyes, parece haber generado también la zona en la que se reconocen dos grandes escritores cubanos, José Lezama Lima y Reinaldo Arenas quien admiró la irrenunciable independencia del fraile hasta el punto de descubrirse identificado con él de la manera más absoluta: "tú y yo somos la misma persona".

Notas

1-Su "tributo al arte de la cocina" nos ha dejado entre muchas observaciones desperdigadas, un bello libro: Memorias de cocina y bodega. Minuta, México, Fondo de Cultura Económica-Tezontle, 1953. Existe una segunda edición por la misma editorial, de 1989. Similar sentido de goce se disfruta en su "Visión de Anáhuac", fabuloso recorrido por los sabores y los aromas de la ciudad de Tenochtitlan, publicada en 1917, el mismo año de su "Prólogo" a las Memorias de Fray Servando.

2-Retratos reales e imaginarios, México, Lectura Selecta, 1920. Reproducido en Alfonso Reyes: Obras Completas, México, Fondo de Cultura Económica, 1956, vol. III, 401-496. "Fray Servando Teresa de Mier", en 433-442.

3- Fray Servando Teresa de Mier: Memorias, Madrid, Editorial América, Biblioteca Ayacucho, 1917, VII-XXII. Las citas del "Prólogo" se hacen sobre esta edición con el número de página entre paréntesis. Se reproduce en Alfonso Reyes: Obras Completas, México, Fondo de Cultura Económica, 1956. vol. IV. Véase, "Páginas Adicionales" B I. 'Prólogo a Fray Servando', 544-557. En el mismo volumen se incluyen dos textos: 1. "Dos obras reaparecidas de Fray Servando". Se refiere al anuncio de reimpresión de Historia de la Revolución de Nueva España y al hallazgo en la Biblioteca Nacional de Madrid de la traducción de Atala. Ratifica que ésta fue en efecto obra de Mier, y atribuye a la mano de Blanco Fombona la duda sobre esta cuestión inserta en su "Prólogo" a las Memorias. 2. "Cuaderno de Apuntes sobre el Padre Mier" (tres notas: Correo Literario de Alfonso Reyes, Monterrey, Río de Janeiro: núm.5, julio de 1931; núm.10, marzo de 1933; núm.12, agosto de 1935), en Alfonso Reyes: Obras Completas, México, Fondo de Cultura Económica, 1956. vol. IV, 469-472 y 558-560 respectivamente. Las notas del "Cuaderno..." transcriben una ampliación bibliográfica y formulan su esperanza de que se concreten tres anunciadas nuevas biografías de Servando.

 4- "Dos obras reaparecidas de Fray Servando", cit., 469.

 5- Alfonso Reyes: 'Fray Servando Teresa de Mier', cit., 437.

6- Fray Servando Teresa de Mier: Memorias, México, Editorial Porrúa, 1946, vol.II, 13-14.

7- José Luis Romero: Latinoamérica: las ciudades y las ideas, Buenos Aires, Siglo XXI, 1976, 120.

8- Ángel Rama: La ciudad letrada, Montevideo, Comisión Uruguaya pro Fundación Internacional Ángel Rama, 1984, 35.

9- Jaime Torres Bodet: Carta de respuesta a la Indagación impulsada por la revista de avance: "¿Qué debe ser el arte americano?", revista de avance, La Habana, año II, tomo III, 15 de noviembre de 1928, núm.28, 313. Realizo un análisis de la encuesta en Celina Manzoni: "Vanguardia y nacionalismo. Itinerario de la revista de avance", Iberoamericana. Lateinamerika.Spanien.Portugal, 17. Jahrgang, Frankfurt, núm.1 (49), 1993, 5-15.

10- Berta Ulloa: "La lucha armada (1911-1920)", Historia General de México, México, El Colegio de México, 1976.

11- 'Fray Servando Teresa de Mier', cit., 437.

12- Véase Jacques Lafaye: Quetzalcóatl y Guadalupe. La formación de la conciencia nacional en México, México-Madrid-Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1977.

13- José Lezama Lima: "El Romanticismo y el hecho americano", La expresión americana, Santiago de Chile, Editorial Universitaria, 1969, 62. Una idea muy cercana a la expuesta por Lezama, se encuentra en José Carlos Mariátegui: "Heterodoxia de la tradición" [1927], Peruanicemos al Perú, Biblioteca Amauta, Lima-Perú, Colección Obras Completas, vol.11, 1986 (décima edición).

14- Edmundo O'Gorman: "Prólogo", Fray Servando Teresa de Mier, Ideario político, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1978.

15- Benedict Anderson: Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo, México, Fondo de Cultura Económica, 1993.

16- Alfonso Reyes: "México y Méjico", Boletín de La Academia, tomo IV, núm.13, Buenos Aires, Imprenta de la Universidad, enero-marzo 1936. En 1952 Reyes publica una selección de ensayos sobre la cultura mexicana: La X en la frente, en la que traslada la reflexión sobre la ortografía al enigma, el dato escondido, la incógnita que supone la develación de la "identidad".

17- Edward W. Said: Representaciones del intelectual, Barcelona-Buenos Aires-México, Paidós, 1996.

18- Alfonso Reyes: "By-Products de la paz", Obras Completas, México, Fondo de Cultura Económica, 1963, vol.III, 390-392. En el mismo contexto no deja de reclamar que la revista dedique un espacio a la literatura de España y de la América Hispana.

19- Analizo ese aspecto en "La vida de Aldao por Domingo Faustino Sarmiento", Filología, Buenos Aires, año XXIII, núm.2, 1988.

20- Fray Servando Teresa de Mier: Memorias, cit., vol.II, 160 y 178-179 respectivamente.

21- Alfonso Reyes: 'Fray Servando Teresa de Mier', cit., 437.

22- Citado por Rafael Gutiérrez Girardot, quien analiza la constancia de la trayectoria americanista de Reyes: "La concepción de Hispanoamérica de Alfonso Reyes (1889-1959)", Cuestiones, México, Fondo de Cultura Económica, 1994, 13.