Música de piano, tango y jazz en la obra de Roberto Arlt
Universidad del País Vasco
Tal vez haya sorprendido a más de un lector la afirmación de Julio Cortázar en su prólogo a la Obra completa de Roberto Arlt en la editorial de Carlos Lohlé de que el tema "Arlt y la música" es "patético", aparte de "poco o nada tratado", sobre todo si recuerda muchas alusiones a la música y al baile, comenzando por el título de la última novela arltiana, El amor brujo, la que debía haber continuado en otra, El pájaro de fuego. Cortázar acusa a su compatriota de rechazar la sociedad para guardar "la nostalgia de estamentos culturales superiores". Como todos los argentinos de su época, Arlt "crece en un clima de tango", pero mientras otros escritores lo aceptan y elogian, él lo rechaza o lo sustituye debido a que se siente involucrado en su marginalidad fundamental: Muy escasas alusiones al tango aparecen en sus libros, y siempre con un claro trasfondo de desprecio y de rechazo ('el tango carcelario'). La obligada sustitución estética es desafortunada; queriendo remontar a lo 'clásico', no va más allá de músicas como la Danza del fuego (en El amor brujo, por supuesto, lo que sólo es una excusa) y sus equivalentes. Sin embargo se lo adivina sensible a la música, y en el relato El traje del fantasma dedica varias páginas a transcribir con toda clase de imágenes y climas una melodía imaginaria que el personaje improvisa en el violín. Una o dos referencias al jazz, y eso es todo; la pintura y la música son otros tantos ingredientes de ese Buenos Aires interior que se le escapará siempre a Arlt (1981:IX-X) (1). Me parece interesante la observación cortazariana, la que ampliaría en el sentido de que Arlt realmente parece ser más sensible a lo visual. En sus descripciones urbanas, suele insistir más en colores, movimientos y posturas y, a veces, en olores que en los efectos acústicos. (2) En Sevilla, durante la Semana Santa, intenta dar cuenta del "colorido pirotécnico" y el "caos [y] desloque" de los "pasos" que recorren la ciudad, aunque es cierto que el redoble lúgubre de los tambores le impresiona y las incesantes saetas lo fascinan. (3) Más que en ningún lugar, en Marruecos, el viajero se embriaga de luz y colores y, después del desfile de los más diversos y pintorescos personajes, lamenta no poder abarcarlos a todos y exclama: "uno llora por dentro de no tener ojos en las sienes, en la nuca; dan ganas de correr tras ellos para decirles que vuelvan a pasar" ("Tanger" en Aguafuertes españolas, 1971:73). A su vez, en el cuento "Rahutia la bailarina", de El criador de gorilas, a pesar de la profesión de la mujer, en ningún momento se alude a instrumento musical o baile alguno; Rahutia es bailarina por la única razón de que así se justifica su éxito con los hombres en un país árabe. (4) Dedicaré este estudio a la música en la obra narrativa y las aguafuertes porteñas, ya que las aguafuertes de España son resultado de un "extrañamiento" y sirven para la comprensión de la idiosincrasia de los diferentes grupos humanos que encuentra en la península. En la narrativa arltiana hay principalmente dos tipos de música: la música clásica, tocada en el piano en una casa privada y el tango, normalmente escuchado en lugares públicos. Frente a éstos, las alusiones al jazz son mucho menos frecuentes. I. Música de piano - música clásica El caso más sencillo es el de la música que sirve para catalogar a determinada clase y sus pretensiones culturales (o mercantiles). A menudo se trata de una joven de clase media que toca el piano, como la novia Julia del cuento "Noche terrible"; no se menciona ningún compositor o pieza musical concretos y el hecho de tocar el piano forma parte del repertorio de rasgos clasificatorios para la mujer como bordar y cocinar (El jorobadito 1968b:215) (5) o como cocinar, bordar y pintar jarrones en la burlería "La juerga de las polichinelas" (Regreso 1972:48). El cuento recuerda a otro, "Regreso": en ambos, el piano, aparte de marcar la pertenencia a cierta clase (siempre se ubica en el salón de la casa burguesa), está relacionado con el amor interesado y forma parte de la estrategia para engatusar al novio. (6) En el cuento "Una tarde de domingo", el escritor excepcionalmente nombra a un compositor concreto (Debussy) con el fin de poner en ridículo a una joven con intereses presuntamente intelectuales, pero cuya meta no difiere de la de las otras burguesas (El jorobadito 1968b:138). (7) Sin duda, Irene en El amor brujo aporta el ejemplo más claro en este apartado: desde su primera aparición, Irene está relacionada con el piano. Cuando Balder se presenta en casa de los Loayza ella observa desde atrás, apoyada en el instrumento, pero no como una adolescente ingenua, alumna de quinto curso del conservatorio, sino como una mujer que conoce bien los placeres sexuales que recibe y da al hombre. Se reafirma, además, la función del piano como signo de la burguesía, puesto que, en su sueño del "País de las Posibilidades", Balder se imagina casado con Irene y ve a ésta tocando el piano en una casita de campo, refugio frente a la ciudad monstruosa, rodeada de nieve; por otro lado, el componente sexual se insinúa al dirigirse la pareja burguesa al final del sueño hacia el dormitorio (1972:130-131). La realidad de sus relaciones es todavía más cruda, ya que es en el salón, frente al símbolo burgués, donde Irene masturba a Balder y éste, al final del acto, descubre el retrato del padre militar de la joven encima del piano. A continuación, Balder diserta sobre la falsa moral de la clase media que permite estas relaciones turbias prácticamente bajo los ojos de la madre, mientras que de cara a la sociedad la pareja no puede verse a solas en la calle. En este punto, el hombre se da cuenta de que la joven, aunque pretenda ser pura y recatada, no reconoce la amoralidad de su comportamiento ni se entrega a él por cariño sino para satisfacer su propia sensualidad. (8) Irene es una mujer sin intereses espirituales y su lado de mujer vacía y superficial se expresa mediante la música criolla que acompasa las tardes de la casa Loayza, descrita como "rasgueos de guitarra y cantos autóctonos"; Balder se la imagina con "vincha blanca y celeste [los colores de la bandera argentina] para armonizar con el paisaje de esa música ramplona" (id.:230). Pero su lado sensual, de mujer ardiente, se abre paso al tocar la música de de Falla, sobre todo la "Danza del Fuego", gitana por antonomasia, de expresionismo sensual y de ritmo trepidante. Es en la descripción de la música de El amor brujo donde queda plasmado el carácter visual de la sensibilidad arltiana. A pesar de las alusiones a fenómemos acústicos como "solos de flauta morisca", "ritmo de acompasados borbotones de espasmo" y el "paroxismo en una nota alta", toda la música se transforma en un paisaje visual lleno de colores: escamas azules, cerros de rojo brasa, oscuridades de betún y amarillos de cardo, una estrella azul de sulfato de cobre, un cerro lila, un picotear de pájaro bermejo, betún y amarillos y, finalmente, un ímpetu rojo (id.:208-209). Es Irene quien lo induce con su sexualidad a buscar "el camino tenebroso" (título de capítulo), espejismo opuesto al sueño del "País de las Posibilidades". Esta trasposición de sonidos en colores (sin llegar a la conocida sinestesia de Rimbaud) se vuelve a encontrar precisamente en el aguafuerte sobre Granada, espacio donde posiblemente se ubica el ballet español. Pero volvamos a Irene: los dos paisajes soñados por Balder, después del disfrute del cuerpo de Irene, se convierten en pesadilla excrementicia de la "Tierra de los Pantanos" en la que Irene (y la adúltera Zulema) lo llama con "manos tiznados de betunes y marrones fecales" (id.:263). Sin embargo, la música de piano puede jugar un papel distinto, como aquellas escalas en Los lanzallamas que "manos sin experiencia" arrancan del piano, escuchadas por uno de los hermanos Espila mientras van mendigando por las calles. En su situación de desamparo (y también de picardía), Emilio, el más filosófico, relaciona el bienestar con la casa, el jardín y la música; expresan para él "cierta dulzura meditativa" que incluye el confort económico (1968a:216). El significado resulta más claro si enlazamos esta escena con otro episodio, el del capítulo "Bajo la cúpula de cemento" (id.:157ss.) en el que el solitario Erdosain observa a un hombre que recoge a su gato, mientras que él, Erdosain, queda a la intemperie. Tanto la acción del hombre como el sonido de la música realzan la soledad y la angustia del que está excluido del bienestar y de la solidaridad humana. Poco antes, en el capítulo titulado "La cortina de angustia", en un momento de la más profunda desesperación, se reafirma el simbolismo de la música, cuando en medio de la abyección y del deseo de destrucción, Erdosain recuerda una melodía y una carita (de doncella, se sobreentiende) que le proporcionan: "Dulzura definitiva, porque es la primera y la última" (id.:56). Ya Silvio, en El juguete rabioso, sintió la misma congoja al observar una pareja y escuchar la melodía de un piano, aunque posiblemente, como para Espila, la falta de dinero sea la dominante en su "envidia y congoja" (1969:90). Debido a su juventud, la angustia de Silvio también puede expresarse mediante una cancioncilla infantil, cantada en la calle en el momento en que su madre le obliga a ir a buscar trabajo (id.:63-64; cf. la del joven homosexual, id.:185); asimismo la angustia de aquel muchacho alemán de Los lanzallamas, que se suicidó por miedo a su padre, se refleja a través de una canción (¿de libertad y piratas?) sobre dinero, ron y el diablo (1968a:29). II. El tango Como sugiere Cortázar en la cita del comienzo, el tango está circunscrito a un espacio y un tipo de sociedad concretos; en la novela El juguete rabioso acompaña a la figura del Rengo, excepto en el primer capítulo. Pero no es casualidad que sea precisamente en un café, durante la espera antes de cometer un robo, cuando el trío de aprendices de ladrones escucha "la postrera brama de un tango carcelario" (1985:106), adjetivación que ya llamó la atención del autor de Rayuela. (9) La novela se publicó en 1926, cuando el mundo de compadritos y mujeres bravías "empezaba a resultar mitológico, casi anacrónico" (Sábato 1968:144). Pero la acción de la novela transcurre a comienzos de siglo, época de la vieja guardia del tango bailado y sólo alguna vez adornado con letras "zurcidas" con elogios de los "guapos, tauras y milongueros".(10) El Rengo es un personaje de los bajos fondos, definido por una imagen animalesca: su "perfil de gavilán". Cuidador de carros en el mercado, en realidad él y su ayudante se dedican al robo; además, le gusta manosear a las mujeres, contar historias sucias y disfrutar con las groserías (cap. IV). Silvio dice de él que es "macró" (chulo) de afición; aunque el dato no se confirma ulteriormente en la novela (aparte de que tenga una amante mulata en casa del ingeniero Vitri), sí es cierto que las canciones que tararea son --o se parecen a-- tangos. Para cantar, el Rengo se prepara como si de una actuación en público se tratara: cogía el mango de un látigo como si fuera una guitarra, entornaba los ojos, chupaba con más energía el cigarrillo y con voz arrastrada, a momentos hinchada de coraje, en otros doliente de voluptuosidad, cantaba (1985:214). El entorno de pobreza y suciedad, el lunfardo, la voz arrastrada, el coraje y la "doliente voluptuosidad" son precisamente los elementos que para Arlt caracterizan el tango y el contenido lo confirma: Yo tengo un bulín más, 'shofica' que da las once antes de hora y que yo se lo alquilé; y que yo se lo alquilé para que afile ella sola" (id; cf. 212). Para más señas, antes de cometer el robo en casa de Vitri, el Rengo visita un prostíbulo; luego se prepara para el delito "tarareando un tango" (id.:234). La canción del Rengo está salpicada de lunfardo (11) al igual que el relato que hace a continuación ("bulín, shofica, afilar, gil, grelún"...) y le agrada parecerse a un "chorro" (ladrón). Como es sabido, el uso del lunfardo no es necesariamente un rasgo distintivo del tango, y prácticamente sólo se introduce con los letristas, ajenos al mundo del lunfardo (como los poetas gauchescos al del gaucho). Por ello, los críticos suelen decir que la verdadera lengua del tango es la popular, entreverada con lunfardismos, pero sólo aquéllos "que le habían llegado a la gente a través del conventillo y del sainete, y que se usaban ya hasta en la conversación de la sobremesa familiar" (Stilman 1965:37). También en novelas y cuentos posteriores está presente el tango. Siempre se trata del ambiente de rufianes, prostitutas y burdeles y ello en momentos cercanos a 1930, cuando el tango ya llevaba dos décadas de 'adecentamiento' (en 1910 el Café Centenario en la Avenida de Mayo contrató la primera orquesta de tango) y cuando E. S. Discépolo ya había estrenado "Qué vachache", "Chorra", "Yira, yira" y "¿Qué sapa, señor?", el mismo año que comenzaban a sentirse las consecuencias del crac financiero y se inició el peor "cambalache" de la historia argentina, aunque el tango de este título no se escribiera hasta el 35. (12) Durante su agonía en Los lanzallamas, Haffner recuerda a sus compañeros chulos y ladrones y diferentes escenas vividas en las "ladroneras" como la "Terraza" y el "Ambos Mundos", donde se preparaban los atracos. Pero sobre todo recuerda un picnic de siete mafiosos (una vez más el número siete), con revólver al cinto y sombrero empinado y sus siete milongueras. La primera canción, una vidala triste, es relevada por un tango, tocado en el bandoneón por el negro Amargura con "ritmo de carnaza sensual y angurrienta" (1968a:104). Todos los elementos colaboran a crear un ambiente de abyección: el negro, siempre amoral; los mafiosos, caracterizados por sus apodos, el maltrato de las prostitutas, el asesinato de una de ellas y el suicidio de otra; el duelo de coraje entre Haffner y el Pibe Miflor y --como sabremos más tarde por el Astrólogo-- el obligarle a la prostituta de éste a "besarle los órganos genitales" (id.:143). Los mismos policías, Gómez "el verdugo" y su ayudante que lo maltratan, son explotadores en nada distintos de la canalla a la que persiguen y como aquélla hablan en lunfardo. En fin, bajo fondo literario que acumula lo peor de lo peor, adornado de este "tango carcelario" que tanto gusta al autor. (13) No mucho más recomendable es el antro que se describe en Los siete locos, situado al lado del periódico Crítica, para el que Arlt escribía la columna policial. (14) Hay que aclarar que el ambiente está filtrado por el estado interior de Erdosain, quien se imagina ser "un personaje que había vivido como un bandido, pero que ya se había regenerado". Nunca podemos esperar una descripción objetiva en la obra arltiana; al contrario, los paisajes y las cosas siempre son vividos según el ánimo del que lo percibe. Como se ve en Erdosain, pero también en Barsut (y antes en Silvio y posteriormente en Balder), la literatura y el cine (a falta de televisión) han formado y deformado sus percepciones y sentimientos. En este caso incluso habrá que suponer cierta dosis de histrionismo, puesto que Erdosain se imagina que está relatando su experiencia a Hipólita (1968:185). Lo que caracteriza a este antro es la semi-oscuridad de un "cubo sombrío", en el que "flotan" la humareda de tabaco, la "bruma hedionda" y las "neblinas de menestra y de sebo". Se crea un ambiente opaco y turbio referente a lo visual, lo táctil y olfativo antes de introducir a los clientes: ladrones de toda calaña (rateros, batidores, lanceros), con "gestos canallescos". Entre ellos, nuevamente, negros que tocan los traseros de menores "haciendo rechinar los dientes". Nada es normal en este lugar de violencia, rugidos y silencios y, mediante la deformación y las imágenes animalescas, el autor pretende resaltar las cualidades negativas de sus visitantes: hay "jetas alargadas por la violencia", "mandíbulas caídas y labios aflojados en forma de embudo"; rateros tienen "perfil de tigre" y el dueño "cara de buey, nariz de trompeta"; la canalla "vomita" un vocerío ronco y, encolerizada, "ruge"; los hombres son "fieras" y sus jetas lo más "puercas"; Ergueta, con cara de "perrero", "roe" su bastón; en fin, el local es una "leonera"; la atmósfera, de "acuario"; el silencio, un "monstruo de muchas manos". Una vez cargado el ambiente con suficiente abyección y sordidez, entra en escena, tocado por músicos ambulantes el bandoneón y la guitarra, el "tango carcelario y plañidero" que realza la miseria de estos hombres-bestias: El silencio parecía un monstruo de muchas manos que levantara una cúpula de sonidos sobre las cabezas derribadas en los mármoles. ¡Quizás en lo que pensaban! Y esa cúpula terrible y alta adentrada en todos los pechos multiplicaba el langor de la guitarra y del bandoneón, divinizando el sufrimiento de la puta y el horrible aburrimiento de la cárcel [...]. Entonces en las almas más letrinosas, bajo las jetas más puercas, estallaba un temblor ignorado (id.:187). Para no alargar esta parte, sólo mencionaré de paso los cuentos "Las fieras" y "Ester Primavera" de El jorobadito. El título del primero alude al ambiente que se acaba de detallar. El antro es el "Ambos Mundos" que ya recordaba Haffner y el narrador el Pibe Repollo, también incluido en la lista del chulo; el local está poblado de mujeres "con labios perforados de chancros sifilíticos"; una negra que sostiene un recién nacido en un brazo y con la mano libre baja "los pantalones a un ebrio rijoso" mientras el negro Cipriano rememora "los menores que violó" (1968b:117). El Pibe Repollo ha bailado "tangos más siniestros que agonías" en sus viajes y también ahora, en este antro, el tango "retoba el aburrimiento" y cuanto más bronco el tango, tanto más seguro el "espasmo que nos retuerce el alma". Pero el bandoneón también hace resurgir dulces recuerdos de la vida de "cafishio" (chulo). A pesar de que el espacio de "Ester Primavera" sea un sanatorio para tuberculosos, sus pacientes pertenecen al mismo estrato social, como el lector pronto deduce de sus apodos y descripciones: todos se identifican por su número y el narrador lleva el significativo "siete": los demás son "Sacco, cabeza de cebolla", el jorobadito Pebre; Paya, el morrudo y estevado. Pero sobre todo se fija en el pardo Leiva, "el Chambón", el más canalla, puesto que chambonada no significa otra cosa que homicidio. El ambiente está cargado de silencio, aburrimiento y angustia ante la cercana muerte. El tango se impone tanto en el pasado (paisaje de prostitución "donde las mujeres calzan zapatos violetas y los hombres tienen la cara hecha un mapa de chirlos y navajazos", id.:80) como en el presente, al tocar el facineroso Chambón Leiva un "tango que orillea el callejón de la muerte". Si echamos una breve ojeada a las Aguafuertes porteñas nos encontramos con alguna variante. Es cierto que también en alguna como "Silla en la vereda" un "bandoneón rezonga broncas carcelarias" (1973:67), pero ello junto a un vals, La Patética de Beethoven o alguna pieza de Bach y los tangos de Matos Rodríguez y de Filiberto; y en cuanto a estos dos compositores, ¿por qué no pensar en la exitosa "Cumparsita" del primero, que compuso alegremente a los diecisiete años o el "Caminito" nostálgico del segundo y, mejor aún, su divertida burla "Te fuiste... Ja...Ja... ¿Que te vaya bien!", tan cercano al gozoso "soliloquio del solterón" arltiano (también llamado "Primera autobiografía") que se expresa a través del loro de su patrona: "¡Ajuá! ¿Te fuiste? Que te vaya bien!" (id.:23; cf. Regreso 1972a:25). Termina su alegre meditación tarareando no un tango sino el aria "Una furtiva lacrima" de L'elisir d'amore para mofarse de Donizetti. Esta aguafuerte es un canto agradecido al barrio, al embrujo amistoso y al amor. (15) También existe el tango "lindo" en alabanza del "Espíritu de la calle Corrientes" (1973:149), calle del tango por antonomasia, que ni el ensanche (de 1936) podrá cambiar. Evidentemente, Arlt se refiere al tango "A media luz" de Lenzi y Donato: Corrientes 3-4-8, segundo piso, ascensor, no hay porteros ni vecinos, adentro cocktail y amor. Nada de "bronca carcelaria"; solo alegría de los "viejos tangos de mi flor". Lo mismo ocurre en otra aguafuerte dedicada a Corrientes, "calle de tango, de ensueño", donde todos confraternizan: el criminal y el vigilante, mensajeros, actrices, chulos, poetas... ("Corrientes por la noche" en Scroggins 1981:147ss.). Y no menos hermosas son las notas "Elogio del bandoneón arrabalero" y "A una muchacha que no baila" (id.:156-161). En la primera penetra en el espacio de la pobreza, de conventillos y del ghetto de casuchas de zinc, donde se hacinan y vegetan los desechos humanos, en Dock Sur, Avellaneda, Barracas, la Boca, donde la música del bandoneón es la única válvula para escaparse de la sordidez y del sufrimiento tanto para el inmigrante nostálgico como para el ladrón fichado por la policía. (16) En la segunda nota, el autor intenta convencer con humor a una muchacha mustia para que se entregue a la alegría del baile; incluso un negro y su pareja son elogiados por sus movimientos exagerados, el llamado "bailar a lo negro" (Carretero 1964:46). Qué diferencia con la "bronca" de los relatos; aquí los que sudan durante el día tienen derecho a olvidarse y "dispararle al cuerpo" para bailar el tango que "entra hasta el alma". Lo mismo en el aguafuerte "La muchacha del atado", compadecidas ella y sus compañeras por el escritor, chicas que se desloman desde pequeñas y cuyo único consuelo es cantar tangos de El Alma que Canta, ir al cine y leer folletines (1973:48). Cuánta comprensión para esta futura casada que gastará su vida planchando, cocinando, criando hijos hasta enflaquecer y quedarse vieja y fea. Parece imposible que esta nota haya salido de la misma pluma del autor que se ensaña con las mujeres en Los siete locos, Regreso o El amor brujo. (17) Para terminar, el propio Arlt ha expresado su opinión sobre el tango en el aguafuerte "Música y poesías populares" (ed. Saítta 1994:85ss.). Reconoce que la música del tango expresa "el alma de nuestra gente de ciudad", "es lo más sincero que ha producido la inspiración popular argentina". Pero rechaza el noventa por ciento de las letras por su romanticismo "de almacén" (menciona expresamente la colección El Alma que Canta), su grosería o su falsedad, la que pone en escena en la nota "La traición en el tango" (id.:89ss.). Rechaza "A la luz del candil" (Navarrine y Flores) y ni siquiera se salva de su repudio "Esta noche me emborracho" de E. S. Discépolo, considerado por Mafud "magistral" en su "oposición entre ideal y vida" (Mafud 1966:70), oposición que también recorre toda la obra arltiana. Es obvio que a Arlt, escritor 'marginal', no le gusta lo popular: ni el tango, ni la poesía gauchesca del Martín Fierro, a la que llama "esa versada, parodia de coplas de ciego", que sólo puede interesar "a un analfabeto" (1929:25; cf. 1995:166ss.). III. El jazz Como ya se ha dicho, el jazz tiene menor presencia en la obra arltiana. Se lo menciona de paso en Los lanzallamas entre los "cúbicos bloques de mampostería, donde trepidan los 'blues' de las jazz-band [sic] amarillas y las dinamos recalentadas de histeria" (1968a:162). Esta extraña metonimia sólo es comprensible dentro del conjunto del capítulo, llamado "Bajo la cúpula de cemento". Erdosain, al dejar al Astrólogo y los anarquistas, siente una profunda angustia y sólo la idea de suicidarse le puede aliviar (id.:151). Después de haber presenciado el cuidado de un hombre por su gato, Erdosain, solitario en su cuarto, se derrumba y busca desesperadamente un asidero, pero le es vedado el camino de la fe en Dios (al que increpa como "canalla"). En esta situación, el personaje se ve a sí mismo y a toda la humanidad rodeados de máquinas, murallas, rascacielos con ascensores, trenes subterráneos en tres pisos y turbinas, es decir, toda una parafernalia de progreso y modernidad, mientras que el hombre se ha convertido "en un simio triste", encerrado, abandonado. La salida para Erdosain, en este momento, no será aún el suicidio sino la destrucción total mediante la fábrica de gases. En el contexto que se acaba de delinear, las jazzbands forman parte del paisaje deshumanizado. La interpretación se reafirma más adelante, en el capítulo "Trabajando en el proyecto"; Erdosain se encuentra nuevamente angustiado y a solas en su cuarto, esta vez después de un intento fracasado de farsa burguesa consistente en pasearse por el barrio, cogido del brazo de la Bizca. Para enfatizar el sufrimiento y apelar a los sentimientos del lector, el escritor emplea imágenes como la de la "nubareda de las grandes chimeneas" industriales que sofoca al personaje. Pero, en primer lugar, el narrador echa mano de la imagen expresionista del sol como amenaza, el "sol de la noche, que gira siniestro y silencioso al final de un viaje cuyos boletos vende la muerte" (id.:209s.). (18) Una vez más, el jazz acompaña a la ciudad ultramoderna de prisiones de "cemento, hierro, cristal" y, de nuevo, el hombre se ha convertido en simio, puesto que en este infierno "las jazzbands chillan y serruchan el aire de ozono [...]. Son conciertos de monos humanos que se queman el trasero" (id.). ¿Y cuál fue la situación real del jazz en la Buenos Aires de los años veinte? Aunque no conquistara la ciudad hasta la llegada del cine sonoro, a finales de los años veinte ya se podía escuchar el jazz por radio (cf. Cortázar en González Bermejo 1984:79) y también en los cafés alternaba con el tango, como el propio Arlt señala en el aguafuerte dedicada a la calle más tanguera, "Corrientes por la noche" con sus "cafés saturados de 'jazz-band'" (sic, en Scroggins 1981:148). En otra aguafuerte, "Garufa celeste" (id.:244ss.), Arlt habla precisamente de un conjunto de jazz, pretendidamente de origen norteamericano, aunque al parecer se trata de unos jóvenes nativos disfrazados. La nota rezuma gracia y humor por todas partes (aunque poco se hable de música y mucho de mareos), en contraste con la desesperación que acompaña el jazz en los relatos. Si recordamos el comienzo de este trabajo y la crítica de Cortázar, es evidente que el tratamiento del jazz por parte de Arlt no tiene nada en común con el del propio Cortázar, quien escribió varios artículos sobre jazzistas, aparte del cuento "El perseguidor". (19) Para Cortázar, el jazz significa la búsqueda más allá del razonamiento (Charlie Parker-Johnny Carter), una "manera de salirse de sí mismo" (en González Bermejo 1986:78), el acceso a "un centro [...] excentrarlo así para mostrarle mejor un centro" (Oliveira, 1984:180), la alegría y la libertad ("Louis enormísimo cronopio"). Para Arlt, la música clásica sirve para catalogar a las personas y poner en ridículo las pretensiones de la pequeña burguesía. Por su parte, el tango está limitado al ambiente marginal y subraya el carácter delictivo o acompaña y refuerza la angustia y la soledad. La misma función puede ejercer, en ocasiones, la música de piano lejana, sin ubicación concreta. El jazz simboliza los tiempos modernos, deshumanizados, en los que el hombre se ha reducido al estado animalesco.
Notas
Obras Citadas Arlt, Roberto, "Roberto Arlt sostiene que es de los escritores que van a quedar...", La literatura argentina, 12, agosto 1929, 25-27. ---, "Aguafuertes vascas" en El Mundo, nov. de 1935 a enero de 1936. ---, Los siete locos. Buenos Aires. Fabril Ed. 1968. ---, Los lanzallamas. Buenos Aires. Fabril Ed. 1968a. ---, El jorobadito. Buenos Aires. Fabril Ed. 1968b. ---, Aguafuertes españolas. Buenos Aires. Fabril Ed. 1971. ---, El amor brujo. Buenos Aires. Fabril Ed. 1972. ---, Regreso. Un cuento, dos burlerías y un esbozo autobiográfico, ed. A. Vanasco. Buenos Aires. Corregidor. 1972a. ---, Aguafuertes porteñas. Buenos Aires. Fabril Ed. 1973. ---, Nuevas aguafuertes porteñas. Buenos Aires. Losada. 1975. ---, Obra completa, prólogo de J. Cortázar. Buenos Aires. Carlos Lohlé. 1981. ---, El criador de gorilas. Buenos Aires. Losada. 1982. ---, El juguete rabioso, ed. R. Gnutzmann. Madrid. Cátedra. 1985. ---, Aguafuertes porteñas: cultura y política, ed. S. Saítta. Buenos Aires. Losada. 1994. ---, Aguafuertes porteñas, ed. R. Gnutzmann. Buenos Aires. Corregidor. 1995. ---, Aguafuertes gallegas, ed. R. Alonso. A Coruña. Ed. do Castro. 1997. Carretero, Andrés M., El compadrito y el tango. Buenos Aires. Pampa y Cielo. 1964. Casadevall, Domingo F., El tema de la mala vida en el teatro nacional. Buenos Aires. G. Kraft. 1957. Cortázar, Julio, La vuelta al día en ochenta mundos. Buenos Aires. Siglo XXI. 1968. ---, Libro de Manuel. Buenos Aires. Sudamericana. 1973. ---, Un tal Lucas. Madrid. Alfaguara. 1979. ---, Deshoras. Madrid. Alfaguara. 1983. ---, Rayuela. Madrid. Cátedra. 1984. Flint, J. M., "Imagery in the Prose Works of Roberto Arlt", Ibero-Amerikanisches Archiv, 11,3, 1985, 253-265. García Jiménez, Francisco, El tango. Historia de medio siglo. 1880/1930. Buenos Aires. EUDEBA. 1964. Girondo, Oliverio, Veinte poemas para ser leídos en el tranvía. Calcomanías y otros poemas, ed. T. Barrera. Madrid. Visor. 1989. Gnutzmann, Rita, Roberto Arlt o el arte del calidoscopio. Bilbao. Ed. de la Univ. del País Vasco. 1984. González Bermejo, Ernesto, Revelaciones de un cronopio. Conversaciones con Cortázar. Montevideo. Edics. de la Banda Oriental. 1986. González Castillo, José, Los invertidos. Buenos Aires. Argentores. Edics. del Carro de Tespis. 1957. Grandmontagne, Francisco, Los inmigrantes prósperos. Madrid. Aguilar. 1933. Guerrero, Diana, Roberto Arlt el habitante solitario. Buenos Aires. Granica Ed. 1972. Lara, Tomás de e I. L. Roncetti de Panti, El tema del tango en la literatura argentina. Buenos Aires. ECA. 1981. Mafud, Julio, Sociología del tango. Buenos Aires. Américalee. 1966. Onetti, Juan Carlos, "Roberto Arlt". Prólogo a R. Arlt, El juguete rabioso. Barcelona. Bruguera/Alfaguara. 1979, 7-16. Pellettieri, Osvaldo, 8. Tango (II). Enrique Santos Discépolo: Obra poética. Buenos Aires. Todo es Historia. 1976. Podestá, José, Canciones populares de Pepino 88. Buenos Aires. Sin edit. 1897. Púa, Carlos de la, La crencha engrasada. Sin lugar. Sin editorial. Sin fecha (original de 1928). Sábato, Ernesto, Tango. Discusión y clave. Buenos Aires. Losada. 1968. Scroggins, Daniel C., Las aguafuertes porteñas de Roberto Arlt. Buenos Aires. Edics. Culturales Argentinas. 1981. Sicardi, Francisco A., Horas de evolución. Buenos Aires. J. Menéndez. 1938. Stilman, Eduardo, Historia del tango. Buenos Aires. Ed. Brújula. 1965. Ulla, Noemí, Tango, rebelión y nostalgia. Buenos Aires. CEAL. 1982. |