ES EL ESPACIO REALMENTE INCONQUISTABLE?

 

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Los viajes con el objetivo de ampliar las fronteras del conocimiento son una parte esencial de la historia de la humanidad. Desde el primer alunizaje en 1969 los hombres han soñado con la empresa espacial y con extender así su dominio hacia regiones inexploradas del sistema solar. Sin embargo cometeríamos un grave error de apreciación si considerásemos que los viajes interestelares son una posibilidad concreta en un futuro cercano.

Las dos naves más rápidas lanzadas desde la Tierra fueron las Voyager I y II que se desplazan a una diez milésima parte de la velocidad de la luz. A este paso necesitarían unos 40.000 años para situarse cerca de la estrella más próxima un tiempo que va mucho más allá de su vida útil. Más recientemente (el 25 de octubre de 1998) se ha lanzado al espacio una nueva nave (Deep Space I ver figura) propulsada por un moderno motor de iones. Este es diez veces más eficiente que un motor químico convencional y podrá alcanzar velocidades de hasta 99.200km/hora. Su principio básico es tomar electrones del espacio y mezclarlos dentro del motor con un gas de xenón. Al chocar se generan iones (átomos con carga en este caso negativa) que son despedidos hacia el vacío del espacio concentrados en un rayo de alta velocidad que es el que genera el impulso del motor. La velocidad de la nave se va así incrementando levemente alrededor de 9m/seg cada día.

Perożexiste alguna expectativa razonable de que en el futuro próximo sea posible abandonar la vecindad de nuestro propio sistema solar y acercarnos a las estrellas? Mientras que la impulsión por iones se encuentra actualmente en experimentación sabemos que los cohetes de combustible químico tienen fuertes limitaciones en lo referente a viajes de exploración interplanetarios: no producen el empuje suficiente y necesitan de grandes depósitos para almacenar combustible. Es imposible pensar en una exploración espacial en términos realistas con esta tecnología. Sin embargo otros estudios detallados indican que una propulsión de origen nuclear podría ser suficiente para hacer el proyecto económica y científicamente viable. Uno de tales proyectos es el denominado Orión. Consiste en una gran nave con un enorme y sólido plato en su base bajo el cual se detonaría una serie de explosiones nucleares que literalmente impulsarían el vehículo hacia adelante. El nombre de "cohete de pulso nuclear" se asoció a este tipo de ideas. Cabe añadir que posteriores estudios de estas naves fueron descartados por el Tratado de Moscú de 1960 que prohibió detonaciones nucleares en el espacio. En la versión interestelar de este proyecto el Daedalus (en honor al mítico artesano griego que para huir de la furia del rey Minos de Creta confeccionó alas para él y su hijo Icaro) se pensó en utilizar un nuevo reactor nuclear de fusión.

Aún no existen motores ni reactores nucleares de fusión y se espera que estén disponibles y sean suficientemente seguros hacia mediados del siglo que viene. Los proyectos Orión y Daedalus fueron concebidos durante los años 60 y 70. Recientemente otras ideas han sido sugeridas. Entre ellas una de las más innovadoras ha sido la propuesta por Robert Foward (1984-85): en vez de utilizar cohetes como impulsores se propone utilizar la luz generada por un láser superpotente que luego de ser focalizada por un gigantesco lente incide sobre una vela de miles de kilómetros cuadrados de superficie. Sin embargo el poder del láser necesario para alcanzar las estrellas más cercanas en un lapso de decenas de años supera varias veces la potencia utilizada por todo el planeta hoy en día. Otra posibilidad (Alcubierre 1994) se basa en generar una expansión del propio espacio-tiempo justo detrás de una nave (Ħaunque los objetos no pueden moverse más rápido que la luz en el espacio se desconoce qué tan rápido puede moverse el propio espacio-tiempo!). Si bien todo esto está en el terreno de la conjetura se trata de especulaciones basadas en nuestros conocimientos actuales de la naturaleza.

La investigación de motores y técnicas más potentes permitirá alcanzar velocidades más cercanas a la de la luz. En ese caso los aspectos relativistas de la dilatación temporal serían notorios. El tiempo medido por los relojes a bordo de la nave sería mucho menor que el de los que permanecen en Tierra. Si el vehículo fuese suficientemente rápido la tripulación podría llegar a las estrellas más cercanas en unos 8 años al centro de la galaxia en 21 a la galaxia de Andrómeda en 28 y recorrer todo el universo conocido a lo largo de una vida humana. Pero regresaría decenas de miles de millones de años en el futuro y encontraría un sol muerto.

Una opción es construir naves inmensas que viajen solo a un pequeño porcentaje de la velocidad de la luz durante cientos o miles de años verdaderas colonias exploradoras; solo los descendientes de la tripulación de partida recorrerían mundos desconocidos.