Francine Masiello, El cuerpo de la voz (poesía, ética y cultura). Rosario: Beatriz Viterbo Editora / Editorial de la Universidad Nacional de Rosario, 2013. 320 páginas.

 

El cuerpo de la voz combina felizmente teoría, análisis e historia literaria. En primer lugar contiene una propuesta: delimitar el nivel del lenguaje poético más adecuado para enfrentarse a los textos escogidos. A lo largo de los siglos se ha privilegiado la capacidad de la poesía para estimular la imaginación visual, privilegio que se nota hasta en la disposición tipográfica de la página en las vanguardias. Francine Masiello, en cambio, justifica otra experiencia de lectura. Sobre todo explora “el modo en que nuestro cuerpo en su totalidad es estimulado en su encuentro con el poema, en cómo la visión se enriquece con el sonido –con el ritmo, el tono, la prosodia-, e incluso, en cómo se crea un sentido de la plasticidad de la materia, un sentido del tacto a partir de las obras que leemos” (pp. 9-10). Las lecturas de Masiello se sitúan, por tanto, en un plano previo a la organización formal del lenguaje: atienden preferentemente a las irregularidades del texto en elaboración (fracturas, hiatos, desplazamientos, desequilibrios). Se trata (como ella misma reconoce) del nivel que Kristeva denomina la chora semiótica: el nivel que reclama una máxima receptividad, ya que en él el sentido circula con mayor libertad, aún no está ligado.

Esta materialidad del sentido conduce al registro altamente ético de El cuerpo de la voz. Pues la voz que aquí se oye no es la voz ideal del espíritu, la voz que se proyecta desde el interior de la mente, sino la voz de la intemperie: la voz errante por la exterioridad, impregnada de contradicciones y conflictos. El gesto ético de Masiello consiste en leer como si escuchara, pero no sólo con el oído sino con todo el cuerpo: en prestar atención a la resonancia de los afectos del otro en el texto.

Esta receptividad comprometida le permite captar toda la reciente heterogeneidad cultural de Argentina (y también, en parte, de Chile), que a su vez responde a una compleja realidad histórica fragmentada en una multitud de nuevos conflictos que incluye hasta los cartoneros o la llegada de inmigrantes ya no predominantemente europeos. Los capítulos de El cuerpo de la voz en rigor no forman un libro, no siguen un mapa dado, sino que lo trazan. Es un texto abierto que, a impulsos de un ritmo discontinuo e irregular, rastrea una proliferación de fenómenos (con frecuencia insólitos o en versiones inéditas) en todas sus ramificaciones.

De ahí que también supere las clasificaciones genéricas y que en él se pase de la poesía a las novelas de Puig, Piglia y Diamela Eltit, o al cine de Cozarinsky. En El cuerpo de la voz tienen cabida la oposición entre “obras completas” y obra reunida, a propósito de la poesía de Diana Bellessi y Amelia Biagioni; una nueva manera de ver la naturaleza a partir de los detalles en la poesía de Juan L.Ortiz, de Joaquín O. Giannuzzi y de Hugo Padeletti; así como la función asignada a lo popular, que “abre el espacio del arte y la literatura a una materialización de la lectura” (p.214) .

El cuerpo de la voz constituye un utilísimo panorama de la actual literatura argentina. Y sobresale no sólo por su amplitud y grado de información, sino también por la penetración de sus conexiones transversales: entre género, secreto y traducción, por ejemplo, a propósito del impacto de Joyce en Buenos Aires. Un panorama inacabado porque además se arriesga: se abre camino hasta lograr hacer distinciones en la confusión del presente o del tiempo más próximo. Así cuando afirma que las poetas del 80 vivieron la transición a la democracia “con gran vitalidad: con talleres de poesía, nuevas editoriales, ciclos de lectura y simposios, instalaban en la literatura argentina una voz que se hacía oír”. Mientras que “las poetas del 90 publican sus primeros libros durante el menemismo y la crisis del 2001; se definen por un vanguardismo móvil y multidireccional. Varias son performancistas, actrices, rockeras y artistas plásticas, para quienes la poesía está vinculada con la actuación teatral” […] Pues debido “a los efectos de la sociedad de mercado y la cultura de la globalización […] las poetas jóvenes expresan una aguda conciencia del espectáculo (y la venta) de la diferencia, el consumo rápido de la imagen, la influencia de los medios masivos y la cultura digital, las estrategias del reciclaje y la cita; más que todo, lamentan la pérdida de la experiencia directa, la crisis de los afectos” (pp.144 y 155).

José Muñoz Millanes

Lehman College and The Graduate Center of the City University of New York