La palabra bajo sospecha.

La narración fotográfica en Campo francés de Max Aub

 

Manuel J. Villalba

University of Kentucky

La relación de la obra de Max Aub con la imagen es bien conocida. En relación con el cine quienes mejor han estudiado este aspecto han sido Román Gubern y, por supuesto, Ignacio Soldevila Durante. Por un lado, Gubern en su artículo “Max Aub en el cine” traza la historia profesional e intelectual de Aub con el medio cinematográfico (1), mientras que Soldevila, por otro, dedica una sección de su libro El compromiso de la imaginación a describir la poética fílmica de la narrativa de Aub (2). Sin embargo, todavía queda por hacer un estudio pormenorizado de la influencia de la fotografía en la obra aubiana. Sin duda, el texto en el que la presencia de la fotografía es más notable es Campo francés. La impronta poderosa de la fotografía convierte a esta novela en uno de los textos más sorprendentes y atípicos de la literatura española del siglo XX. El objetivo de este trabajo es encontrar el contenido de verdad que encierran las fotografías de Campo francés; en concreto, la huella dejada por el trauma de la guerra, el campo de concentración y el exilio en la narración fotográfica de la obra.

La hibridez de códigos de Campo francés responde a la insatisfacción de Aub con las formas narrativas tradicionales para verter la representación de su experiencia de la Guerra Civil española. A lo largo de todo El laberinto mágico (3), Aub experimentó con diferentes formas procedentes, por ejemplo, de la novela histórica, la novela existencial, la novela “simultaneísta” francesa, el ensayo historiográfico o la crónica histórica; sin embargo, para Aub todas resultaron sospechosas de destruir el “no significado” inherente a la experiencia traumática. Su búsqueda de una forma literaria honesta para representar el trauma de la guerra condujo a Aub hacia una estética fragmentaria y residual que fue desarrollando e implementando a lo largo de las novelas de El laberinto mágico (4). La sintaxis narrativa de Campo francés responde a este patrón fragmentario y residual del ciclo. El texto se puede leer como un híbrido de novela-diálogo, guión de cine y crónica fotográfica de la II Guerra Mundial, sin llegar a imponerse ninguno de estos modelos a los demás como macro-texto. En concreto, con el recurso a la crónica fotográfica, es decir, a narrar los acontecimientos mediante la yuxtaposición serial y cronológica de fotografías, dejando al lector la tarea de reconstruir e interpretar la historia, Max Aub avanza un paso más allá en sus sospechas sobre las formas literarias tradicionales. En Campo francés, el autor cuestiona todo el sistema de representación verbal, recurriendo a la fotografía para trasladar su relato al ámbito pre-lógico de la expresión visual y para huir de la arbitrariedad metafórica que, como sabemos desde Saussure, sirve de base a todo sistema lingüístico.

Desde el punto de vista historiográfico, Campo francés fue escrita originalmente como guión para servir de base argumental a una película. El mismo Aub señala que su experiencia junto a Malraux en el rodaje de La sierra de Teruel fue decisiva en su intento de realizar una película que nunca se llegó a realizar. Más tarde, Aub reescribió la historia para adaptarla al teatro y el resultado de esta reelaboración fue Morir por cerrar los ojos, drama en dos actos paralelo a Campo francés, que se publicó en 1944.  Si bien Aub reelaboró y pulió el texto para su publicación final, el texto de Campo francés mantiene la forma dialógica de guión cinematográfico a la que sólo contrapuntean algunas brevísimas acotaciones.

En cuanto al aspecto visual, la narración visual de Campo francés se articula a partir de 115 fotografías tomadas de las revistas Match y L’Illustration, acompañadas todas ellas de un pie de foto. A este corpus hay que añadir nueve ilustraciones de José Bartolí, sacadas del libro de Molins I Fabregas Campos de concentración. 1939 – 194… (5), y la ilustración de la portada, también procedente de la prensa francesa. Tanto las fotografías como las ilustraciones fueron seleccionadas por el editor de Ruedo Ibérico y aprobadas por el propio Aub.

Dos son los temas principales de las fotografías: los acontecimientos históricos de la Guerra Civil española y la II Guerra Mundial, y el retrato de los principales protagonistas: por un lado, Franco, Hitler, Mussolini, Pétain y Laval, y Churchill, De Gaulle y Stalin, por otro. Tal vez llama la atención la ausencia de algún retrato de Franklin D. Roosevelt. Por su lado, los acontecimientos históricos son narrados en orden cronológico desde la salida del ejército republicano de Cataluña en 1939, hasta el establecimiento del estado colaboracionista francés de Vichy y la organización de la resistencia francesa desde Londres en 1940. Al narrar ambos conflictos bélicos sin solución de continuidad Campo francés los señala como uno solo y culpa a la ceguera de las potencias democráticas de ser la causa de la guerra de España, y consecuentemente de la extensión del conflicto por toda Europa. En general, podemos agrupar las fotografías a partir de los siguientes eventos que se narran de manera cronológica y funcionan como núcleos narrativos:

 

1.       Éxodo republicano español a través de la frontera francesa

2.       Aceptación internacional del gobierno del general Franco

3.       Anexión alemana de Austria

4.       Creación de los campos de concentración en el sur de Francia

5.       Invasión italiana de Albania

6.      Fin de la guerra de España y celebración fascista de la victoria en España, Italia y Alemania

7.       Firma del pacto germano-soviético e invasión de Polonia

8.       Ocupación de París y movilización francesa

9.       Invasión de Escandinavia

10.     Creación de los campos de exterminio

11.     Éxodo civil en Bélgica, Holanda y Francia

12.     Institución del estado colaboracionista francés de Vichy y de la resistencia organizada desde Londres
Por su parte, la mayoría de las ilustraciones de Bartolí se acumulan al final de la novela y están dedicadas a los horrores de los campos de concentración del estado de Vichy, en el sur de Francia y en el norte de África, en los que, como sabemos, estuvo Aub.
El tipo de fotografías es muy variado, pero es posible hacer una clasificación temática preliminar:

1. “Fotografías de fotografías” de prensa
En general, las fotografías del libro ha sido tomadas de recortes de prensa, pero algunas de ellas reproducen una página completa de la revista. Así las fotografías aparecen dentro de su contexto de publicación original. Podemos hablar de dos tipos dentro de este apartado: a. portadas de Match y L’Illustration y b. páginas interiores completas de estas publicaciones. 
2. Escenas de la vida cotidiana
Un buen número de fotos narran la vida cotidiana lejos del frente. La mayoría de estas fotos hablan del París de la ocupación. Otro buen puñado de ellas relata la vida en los campos de concentración franceses, que Aub vivió en primera persona, y los campos de exterminio alemanes. Se trata de dos ámbitos muy distintos, por lo que también se pueden separar en dos apartados: a. la vida en los campos de concentración y b. la vida cotidiana de la ciudad durante la guerra.
3. Acontecimientos históricos
Estos forman el grueso de las fotografías y se pueden dividir a su vez en dos grupos:

a.  Escenas de la guerra

Este grupo comienza con el éxito republicano hacia Francia y su conducción a campos de concentración en el sur del país. Siguen las fotografías en las que se detalla la invasión de Polonia. Tras una laguna en el centro de la novela, la narración visual se retoma con la ocupación alemana de los países escandinavos. Más adelante, la Luftwaffe bombardea algunas ciudades francesas. Le siguen algunas instantáneas de la apresurada evacuación de la fuerza expedicionaria británica en Dunkerque durante la Batalla de Francia. Las siguientes instantáneas ya sólo pueden retratar el éxodo de belgas y franceses huyendo de la llegada de las tropas terrestres alemanas.

Dentro de este apartado y del anterior cabe clasificar varios retratos de personas anónimas los cuales documentan el alistamiento de voluntarios para la guerra, el exterminio del pueblo judío, etc. Estas instantáneas buscan recrear el impacto de la guerra en la vida cotidiana de sus personajes. Casi todas ellas están tomadas con un plano medio y de manera inadvertida.

b. Grandes acontecimientos históricos
Los grandes momentos públicos de esta porción de la historia se documenta con el relato de la visita de Petain a España para reconocer el gobierno del general Franco. Le suceden los fastos para celebrar la victoria fascista en España. Después la acción se traslada a Polonia en dos fotografías, una en la que Stalin estrecha la mano de Ribbentrop  y otra en la que Molotov pasa revista a una unidad del ejército alemán. El Pacto Germano-Soviético queda sellado, por lo que la invasión de Polonia comienza de inmediato.
La narración sufre una ralentización al centrarse en el retrato de los diferentes protagonistas políticos: Churchill dirigiendo una alocución y después inspeccionando las posiciones inglesas; los creadores del estado francés con capital en Vichy, y varios retratos de Pétain y Laval.  El final de esta sección la protagoniza el general De Gaulle, en una imagen de su alocución al pueblo francés para resistir a la ocupación alemana. 

4. Objetos

Este grupo de fotos no es muy numeroso, pero llama la atención dentro del flujo de la narración visual de Campo francés. Los objetos retratados forman parte de la parafernalia militar nazi y carteles de propaganda de guerra.

Como en el resto del ciclo, Max Aub busca erigirse en cronista de la historia, en amanuense que dé fe de lo ocurrido. Campo francés intenta ser una crónica cierta y objetiva, y, en definitiva, transmitir la verdad de la Guerra Civil y la II Guerra Mundial. Con este objetivo en mente, Aub prescinde del narrador, siempre sospechoso de presentar una realidad parcial, y deposita todo el contenido de verdad de la narración en la imagen. Para Aub, como en general el pensamiento de su época, el significado de la fotografía descansa en el vínculo “natural” entre el significante y su referente. La fotografía, lejos de ser un constructo cultural arbitrario, representa una realidad objetiva, a la que Aub apela para que el lector reciba la información histórica sin mediaciones y pueda reconstruir la historia por sí mismo.

Max Aub sabía que la audacia y el hibridismo de Campo francés iban a causar controversia entre sus lectores y críticos. Así lo demuestra el que se sintiera en la necesidad de justificar su experimento en la nota previa, donde entronca su texto con las novelas dialogadas de Galdós, considerándolas como un género producto del cruce de novela y teatro. Para Aub la validez del experimento se funda en la aparición de un nuevo público lector educado en la naciente cultura visual del primer tercio del siglo:

Creo que ya existe un público para quién la separación de imagen y diálogo en una misma página más que dificultar, le facilita seguir claramente una historia; el que ésta sea a su vez Historia, es otra. (85-6)

Este nuevo público es el que tiene la responsabilidad de reconstruir e interpretar la historia narrada que está en la memoria colectiva. En concreto, Aub añade sobre la función de las fotografías que:

La aparición de noticieros de actualidad o de titulares de periódicos, salva a todos de descripciones de acontecimientos históricos que, o están en la memoria del lector, o, si los ignora, no le dirían gran cosa al serle explicados con mayores detalles. (86)

Como bien había previsto su autor, la forma de la novela ha resultado controvertida para sus críticos. En este sentido, los dos críticos que han dedicado las profundas reflexiones a la hibridez de Campo francés son Ignacio Soldevila Durante y Valeria de Marco, autora de una excelente edición de la obra. Soldevila opina que no se trata de una novela y considera que Aub tenía en proyecto una nueva novela del ciclo cuya redacción nunca acometió y cuyo título fue aprovechado para un guion de cine, que es el texto que finalmente fue publicado. Según este crítico, Aub continuó redactando fragmentos para la novela hasta 1955, momento en el que renuncia definitivamente a elaborarla (Soldevila, Compromiso: 90). Por su parte, Valeria de Marco vuelve sobre el problema y afirma la naturaleza novelesca del texto, a la vez que considera fundamental su interrelación con las artes visuales. Frente a Soldevila y a pesar de la heterogeneidad de códigos lingüísticos, la duplicidad de argumentos y la fragmentación textual, De Marco defiende la unidad y organicidad de este texto, dada por la coherencia en la construcción de los personajes y por la figuración del narrador a partir de recursos tomados del lenguaje cinematográfico (De Marco 48-9). Valeria de Marco es la primera en prestar atención detallada a las fotografías de Campo francés y considera que la obra se articula a partir de dos líneas argumentales que se entrecruzan: la historia privada, contada forma verbal a través del guión cinematográfico, que relata la vida de sus personajes de ficción dentro de su contexto social, y la historia pública, contada de forma visual a través de la narración fotográfica que ilustra el proceso histórico de la Guerra Civil española y la II Guerra Mundial (De Marco 44). En concreto, el uso de la narración visual de Campo francés tiene, en opinión de esta autora, una doble función ya que: “Por una parte, se multiplican los ángulos y las perspectivas cuya objetividad deriva de la supuesta verdad de la noticia; por otra, el narrador se esconde tras esas cámaras anónimas” (De Marco 50). Es a partir de las reflexiones de Soldevila Durante y De Marco desde donde debemos comenzar el análisis de la obra.

La intención de la narración fotográfica de Campo francés busca certificar el hecho “objetivo” de que se produjo una única guerra en la que la democracia luchó contra el fascismo, tanto en España como en el resto de Europa. La ceguera de los gobiernos aliados de Francia e Inglaterra, que decidieron no intervenir en el conflicto español provocó que la guerra se extendiera y se prolongara por toda Europa, al no haber detenido la escalada fascista a tiempo. Desde el punto de vista teórico Roland Barthes, en sus ensayos dedicados a la fotografía recogidos en L’Obvie et L’Obtus y del tardío La chambre claire, se interroga sobre la naturaleza del medio fotográfico. Frente a Benjamin, quien se acerca a la fotografía para compararla con la pintura y dilucidar su estatus artístico dentro de su contexto social (6), Barthes analiza el medio fotográfico desde la semiología, es decir, adoptando un punto de vista inmanente; la fotografía como una estructura compleja de significados independiente de su marco social y su contexto cultural. Según Barthes:

Le noème de la Photographie est simple, banal ; aucune profondeur : « Ça a été. » (…) La Photographie est une évidence poussée, chargée, comme si elle caricaturait, non la figure de ce qu’elle représente (c’est tout le contraire), mais son existence même. (Chambre 176-7)

Aub intenta “autentificar” la conexión entre la Guerra Civil y la II Guerra Mundial con lo que Barthes denomina el “noema de la fotografía”. Con el uso del poder deíctico de la imagen fotográfica señala que en un eje espacio-temporal la guerra contra el fascismo “aconteció”. Barthes, a diferencia de Benjamin (7), muestra cómo en la fotografía prima el poder de autentificación sobre el poder de representación (Chambre 139). Este poder “autentificador” de la imagen descansa sobre el principio de incompatibilidad de la imagen con el discurso escrito. Afirma Barthes que:

Les linguistes no sont pas seuls à suspecter la nature linguistique de l’image ; l’opinion commune elle aussi tient obscurément l’image pour un lieu de résistance au sens, au nom d’une certaine idée mythique de la Vie : l’image est re-présentation, c’est-à-dire en définitive résurrection, et l’on sait que l’intelligible est réputé antipathique au vécu. (Obtus 25)

También Susan Sontag percibe el principio deíctico y referencial de la fotografía, lo que le permite configurar su intrínseco estatus existencial (Sontag 5). El auténtico contenido de verdad de la fotografía no se encuentra en la identidad del mundo y su representación fotográfica (mímesis), descartada por tanto por Barthes y como por Sontag, sino en relación negativa entre nuestra conciencia del mundo y el texto visual. En palabras de Sontag:

(Photographic) images are indeed able to usurp reality because first of all a photograph is not only an image (as a painting is an image), an interpretation of the real; it is also a trace, something directly stenciled off the real, like a footprint or a death mark. (154)

Así, Aub deposita su afán de verdad en esta resistencia de la imagen a ser absorbida por el sistema de significados del lenguaje, no sólo a nivel retórico, como en otras novelas, sino en la misma base metafórica del lenguaje (Saussure). Para Aub la fotografía debería proporcionarle un sistema de representación sin mediaciones que le permitiera reproducir los datos objetivos de la historia. El objetivo del autor es mostrar los hechos en sí mismos, para que el lector aprehenda su verdad inherente y sin presupuestos.

Sin embargo, esta ansiada objetividad resulta engañosa, puesto que frente a la idea de que la imagen fotográfica no alberga ningún significado connotativo, la fotografía siempre está mediada por códigos históricos y culturales que hacen que se absorba en el sistema de representación. Tras la aparente trivialidad de la fotografía, Barthes descubre un complejo entramado semántico que tiene su base no en la intención comunicativa o artística del texto fotográfico, sino en su intención deíctica o referencial. Según el propio Barthes, desde el punto de vista semántico dos son los significados de todo signo comunicativo: significado denotativo y significado connotativo. De la misma forma Barthes en L’Obvie et L’Obtus se interroga sobre los significados denotativo y connotativo de la fotografía. El poder de analogía de la imagen fotográfica es tal que el significante estaría colmado por su significado denotado. La absoluta correspondencia mimética entre el mundo y su representación no permiten en apariencia la posibilidad de significados connotados. Sin embargo, Barthes encuentra códigos retóricos: históricos y culturales, y por lo tanto arbitrarios, que median formalmente entre el mundo y su representación fotográfica. Establece tres niveles de connotación en la fotografía: “perceptiva”, “cognoscitiva” e “ideológica” (Obvie 22). Sontag coincide en lo esencial con Barthes al considerar que la fotografía no es en sí misma una representación pura del mundo, sino que, como la pintura, encierra una interpretación del mismo (Sontag 7). De manera paralela a Barthes, afirma que existe una gramática y una ética de la mirada de naturaleza cultural e histórica que imponen sus presupuestos interpretativos al texto fotográfico (Sontag 3).

En concreto, la narración fotográfica de Campo francés se construye sobre dos recursos discursivos, que fijan el significado al significante visual y que Barthes denomina “sintaxis” y “anclaje”. El hecho mismo de que las fotografías estén yuxtapuestas para crear una narración acota los significados posibles para la interpretación del lector/espectador. Según Barthes, “le signifiant de connotation ne se trouve plus alors au niveau d’aucun des fragments de la séquence, mais à celui (supra-segmental, diraient les linguistes) de l’enchaînement” (Obtus 18). A esta acotación del significado mediante el encadenamiento, se suma la presencia de pies de fotografía. En la obra se reproducen y traducen los pies originales de las imágenes de Match y L’Illustration, bajo los que aparecen los comentarios del propio Aub sobre el contenido de las imágenes y sus pies originales. Estos textos mínimos, que acotan y dirigen la interpretación del lector/espectador, responden a lo que Barthes denominaanclaje”, puesto que fijan un significado a la imagen: “les paroles sont alors des fragments d’un syntagme plus général, au même titre que les images, et l’unité du message se fait à un niveau supérieur : celui de l’histoire, de l’anecdote, de la diégèse” (Obvie 33).

Por otro lado, las fotografías de Campo francés pierden también su propósito de objetividad desde el momento en que narran una historia. La preocupación de Barthes sobre el poder de verdad de la imagen, a pesar de su aparente objetividad y de su resistencia a ser absorbida por el sistema lingüístico, se centra en la narración como constructo cultural e histórico. Sontag nos ayuda a llevar esa idea aún más lejos, al indicar que la fotografía es también poder en un sentido muy próximo al que le da Foucault. Por un lado, esta esta autora afirma que toda fotografía transforma el pasado en un bien de consumo (68), por cuanto que automatiza su contenido para el espectador. En mi opinión, dos son las situaciones comunicativas que se han de dar para que la “fotografía traumática” rechace toda interpretación. La primera, como señala Sontag, es la renovación de la mirada del espectador: “Photographic seeing has to be constantly renewed with new shocks, whether of subject matter or technique, so as to produce the impression of violating ordinary vision” (Sontag 99). Esta renovación de la visión fotográfica es válida para el espectador que no ha sido testigo del hecho traumático representado. Por otro lado, sólo el sujeto traumatizado, que ha sido testigo o protagonista del acontecimiento representado, experimenta la fotografía como una imagen sin significado. Así la percepción visual provoca que la experiencia traumática se “re-presente” como vivida de nuevo en su conciencia. El resultado del proceso de conversión de la fotografía en un bien de consumo y la detención de la “re-presentación” de la experiencia fotografiada en la recepción de la imagen conducen a Sontag a afirmar que la fotografía es más sospechosa de parcialidad que la narración escrita, puesto que:

The photographic exploration and duplication of the world fragments continuities and feeds the pieces into an interminable dossier, thereby providing possibilities of control that could not even be dreamed of under the earlier system of recording information: writing. (156)

Si estas lecturas de Barthes y Sontag son correctas, Aub no sólo no logra mayores cuotas de objetividad narrativa en Campo francés, sino que su objetividad es más limitada aún, dado que, bajo la aparente inocencia de la fotografía y su accesibilidad inmediata al lector/espectador, se esconden las mismas mediaciones culturales e históricas que en el texto escrito. La conjunción de la apariencia de inocente objetividad y el dominio de lo fotografiado hace de la fotografía un medio de expresión mucho más perverso incluso que el texto escrito.

Esta paradoja estructural de la narración visual de Campo francés, al igual que la de todo mensaje fotográfico, tiene su paralelo en la paradoja ética que supone el trauma. La obra de Aub reproduce múltiples imágenes (incendios, bombardeos, explosiones, muertos) que tuvieron un efecto traumatizante para quienes, como él mismo, vivieron los acontecimientos fotografiados. Barthes considera la “imagen traumática” como imagen-paradoja y la define como la única imagen sin significado connotativo, o el único tipo de imagen que conseguiría escapar a su inserción en el sistema dominante de representación. En Campo francés, este tipo de imagen pone en tela de juicio todo el entramado semiótico de la fotografía. Sus fotos sobre los desastres de la guerra tienen una estructura semántica insignificante; son una “re-presentación” (el término es de Barthes) del acontecimiento, más que representado, señalado. Carecen de interpretación artística o valoración ética. Lo señalado en estas fotografías de la Guerra Civil y de la II Guerra Muncial no se puede categorizar, más aún, no se puede verbalizar. Barthes enuncia una ley a partir de su análisis de la fotografía traumática: “Plus le trauma est direct, plus la connotation es difficile ; ou encore : l’effet “mythologique” d’une photographie est inversement proportionnel à son effet traumatique” (Obvie 23). De la misma manera que el sujeto traumatizado revive una y otra vez la experiencia traumática en forma de “flash backs” al ser incapaz de dotarla de significado, la “fotografía traumática” de Campo francés re-presenta y re-vive imágenes de la guerra, que en última instancia nunca tiene significado.

Este principio cohabita en Campo francés con otro, también propio del sujeto traumatizado. Sontag trata de ello en su libro, pero sin ligarlo al trauma. Afirma esta autora que la imagen fotográfica proporciona al espectador una sensación de seguridad frente al mundo: “As photographs give people an imaginary possession of a past that is unreal, they also help people to take possession of space in which they are insecure” (Sontag 9). La obra de Aub sufre de una neurosis típica de sujeto traumatizado del exilio: la adicción a la imagen como refugio del mundo. El trauma del combatiente exiliado provoca que su dialéctica con el mundo sea una experiencia estresante, por lo que el sujeto busca la seguridad en la imagen.

En Campo francés a la paradoja ética de la fotografía traumática se le suma la paradoja semántica. Barthes y Sontang coinciden en señalar que esta doble paradoja no residiría en la mera coexistencia de dos mensajes, uno sin código (basado en la analogía) y otro con código (basado en formas arbitrarias), sino en “que le message connoté (ou codé) se développe ici à partir d’un message sans code” (Obvie 13). El contraste con el lenguaje simbólico es clarificador. El texto lingüístico crea su significado connotativo sobre el denotativo construido sobre diferentes estratos de códigos igualmente arbitrarios (fonéticos, morfológicos y sintácticos). Esta paradoja estructural tiene su paralelo ético: la objetividad de la analogía mimética es, en opinión de Barthes, un factor de resistencia frente a los valores de la interpretación cultural e histórica. Por un lado, en Campo francés la narración fotográfica es expresión de un mundo sin significado: la Guerra Civil española y la II Guerra Mundial, dos fenómenos absurdos, ante los que Aub no parece encontrar una explicación para sus causas y sus consecuencias; por otro, la misma narración visual sirve de refugio para la inseguridad que causa esa ausencia de significado. Como el resto de autores del exilio, Aub cayó una y otra vez en este círculo vicioso. Su literatura quedó encerrada en la necesidad de revivir el estrés de una experiencia sin significado y que, sin embargo, le empuja una y otra vez a volver a ella. Este principio, que se puede extender a todo El laberinto mágico, está especialmente presente en Campo francés, que de algún modo es el último intento (fallido) de romper con el “laberinto” intelectual en el que el exilio estuvo inmerso.

El análisis de Campo francés nos lleva también a afrontar el problema de la fragmentación textual inherente al medio fotográfico, en el sentido de que el uso de la fotografía lleva implícita una estética fragmentaria. En opinión de Susan Sontag, la perspectiva fragmentada del mundo que ofrece la fotografía es consecuencia directa de su contingencia y arbitrariedad. Para esta autora, en la mirada disociativa de la fotografía se unen su condición fragmentaria y su expresión contingente del mundo retratado:

The contingency of photography confirms that everything is perishable; the arbitrariness of photographic evidence indicates that reality is fundamentally unclassifiable. Reality is summed up in an array of casual fragments –an endlessly alluring, poignantly reductive way of dealing with the world. (80)

Esta visión fragmentaria conlleva una renuncia implícita a conocer el mundo, que se muestra inaccesible. La visión fotográfica es, en términos de Sontag, una “visión disociativa” al poner en evidencia el desajuste entre el texto visual y el mundo (97). Max Aub creyó encontrar en el lenguaje fílmico y fotográfico el medio más honesto para representar la experiencia de la guerra, basado en el surgimiento de una nueva percepción, propia del siglo XX, capaz de ver/leer la catástrofe. Sin embargo, el intento de narrar con fragmentos visuales su acusación contra Francia e Inglaterra por haberse inhibido de la guerra de España y el impacto de la Guerra Mundial en la vida privada de los europeos implica una renuncia al acto mismo de narración con palabras.

Esta renuncia a narrar con palabras, implícita en las fotografías de Campo francés, no sólo ofrece una visión contingente del mundo, como afirma Sontag, sino que además ofrece una visión contingente del acto de representar el ser humano en el tiempo a través de la palabra. Ambas visiones, presentes en mayor o menor medida en todas las obras del ciclo, insertan la novelística de la guerra de Aub dentro de la dialéctica entre trauma y representación propia de la cultura de la post-guerra europea. Aub se encontró en la aporía de buscar una forma ética de acometer su autoimpuesto deber de testimoniar la experiencia de la guerra. En Campo francés, como en el resto del ciclo, tampoco lo consigue, puesto que queda atrapado en la paradoja semántico/ética de la fotografía, pero, sin embargo, produjo un texto de estética sorprendente y vanguardista como huella de la honestidad de su búsqueda de una verdad narrativa que represente el trauma.

Max Aub cierra con esta novela este camino en búsqueda de la verdad de la guerra. Una búsqueda que le ha llevado a un espacio narrativo aporético. El acto de narrar se convierte en la constatación de la imposibilidad del acto de narrar. Su indagación comenzó buscando el modelo retórico capaz de portar la verdad del drama de la experiencia vivida, pero la insatisfacción de las soluciones experimentadas le movió a preguntarse por la verdad de la narrativa y, con ello, por la verdad del lenguaje mismo. Una lectura de El laberinto mágico desde esta perspectiva nos permite comprobar que el ciclo se convierte en una dramática reducción al absurdo que ha ido destruyendo todo que lo ha ido tocando, y a la que Campo francés pone cierre de la manera narrativa más radical. Cuando se vuelve la vista sobre lo leído, sólo se pueden ver los fragmentos del proyecto totalizante de la modernidad, insuficientes para la representación de las nuevas realidades que planteó la guerra después del primer tercio del siglo XX.

 

Notas

(1) Cuatro son los acontecimientos de la carrera de Aub que enmarcan esta relación, según el juicio de Gubern. En primer lugar, durante 1938, Aub trabajó, primero, como traductor y adaptador y, después, como asistente de dirección en la producción de la película La Sierra de Teruel, la versión cinematográfica de la novela L’Espoir de André Malraux, que el mismo autor dirigió en España justo antes de la debacle del ejército republicano de Cataluña. En segundo lugar, durante su exilio trabajó como guionista en veintisiete películas de producción mexicana. Aub siempre restó importancia a esta faceta de su carrera que desarrolló únicamente por motivos económicos. Tal vez, de esta labor quepa destacar su colaboración en la elaboración de los diálogos de Los Olvidados de Luis Buñuel. En tercer lugar, desempeñó el cargo de Director de los Servicios de Radio, Televisión y Grabaciones de la Universidad Nacional Autónoma de México, a lo largo de los años 60 hasta su dimisión en 1966. Y, finalmente, en compensación por el trato recibido por el gobierno francés después de la Guerra Civil, Malraux consiguió que Aub formara parte del jurado del 18º Festival Internacional de Cine de Cannes, con Olivia de Havilland como presidenta, en el año 1965.


(2) La influencia del cine en la obra de Aub ha sido ampliamente estudiada por Ignacio Soldevila, quien afirma que en la técnica constructiva de la narrativa aubiana hay una clara influencia del montaje cinematográfico. La construcción novelística de Aub responde casi siempre –añade Soldevila- a una sucesión de escenas que no respeta las unidades de tiempo y espacio. Esta técnica dota a la narración de una gran variedad de puntos de vista focalizadores y de multiplicidad de tonos (Soldevila: Compromiso 105). A partir de este principio general, Soldevila analiza cinco técnicas estructurales y tres técnicas descriptivas derivadas del cine.


(3) Para articular y dar ritmo a la sucesión de escenas, Aub utiliza: 1) el fundido en negro, sucesión abrupta de múltiples secuencias; 2) el fundido encadenado, la “sobre-impresión” de dos imágenes semejantes que cierran y abren respectivamente sendas escenas; 3) el “crossing up”, la alternancia de secuencias que sucesivamente van saltando para narrar dos historias paralelas; 4) el “traveling”, el seguimiento que hace el narrador de un personaje al que “acompaña” en un trayecto, y 5) el “flash-back”, el cruce entre el presente y el pasado narrativo (Soldevila: Compromiso 106-7). Todas estas técnicas se encuentran en Campo francés. Sin embargo, por la naturaleza dialógica del texto, no aparecen las técnicas descriptivas analizadas por Soldevila; en concreto, el primer plano, los planos contratados y los juegos de luces y sombras (Compromiso 109-10).


(4) Para el lector no familiarizado con la obra de Max Aub debemos recordar que El laberinto mágico de Max Aub, ciclo literario dedicado a la Guerra Civil española, está compuesto principalmente por seis novelas: Campo cerrado, Campo abierto, Campo de sangre, Campo del moro, Campo francés, la novela que nos ocupa, y Campo de los almendros. A estas novelas, que forman el corazón del proyecto narrativo, se suman otros cuentos, obras de teatro y poemarios.


(5) En concreto, las ilustraciones de José Bartoli provenían de un libro anterior, trilingüe en español, francés e inglés, titulado: Campos de concentración. 1939-194… El autor del texto es Molins I Fabregas. Tanto Bartoli como Molins eran militantes del P.O.U.M., supervivientes de la sangrienta disolución de la formación original. El libro fue publicado en México por la editorial Iberia en 1944 y trata de las vivencias de los refugiados españoles en los campos de concentración franceses en los que, como sabemos, también estuvo recluido Aub. José Bartoli también colaboró con la editorial Ruedo Ibérico, donde publicó en 1972 Calibán. De la segunda república a la guerra atómica.


(6) Walter Benjamin se acerca a la fotografía principalmente en dos ensayos: “The Work of Art in the Age of Its Technological Reproducibility” y “Little History of Photography”. En ambos textos Benjamin compara la fotografía como la pintura para interrogarse sobre el status artístico de la primera. A través de su concepto de “aura”, Benjamin mantiene que la reproductividad mecánica ha destruido la unicidad de la obra de arte. Más aún, esta reproductividad acentúa el carácter que la fotografía tiene como bien de consumo nacido al amparo del ascenso de la burguesía durante el siglo XIX.


(7) Benjamin afronta el estudio de la fotografía y el cine comparándolos con la pintura. Se interroga Benjamin sobre el estatus artístico de ambos medios. Su teoría sobre el “aura” de las artes plásticas es muy conocida. Baste por ello señalar que en su opinión tanto fotografía como cine carecen del “aura” de la pintura, perdiendo con ello el arte la autonomía con respecto al mundo. La posición de Barthes es radicalmente opuesta a la de Benjamin. Barthes se acerca a la fotografía en cuanto sistema autónomo de significados. Ambas posturas resumen la doble naturaleza, extensa e inmanente, de la fotografía. Susan Sontag resume esta doble perspectiva de la siguiente manera: “The history of photography could be recapitulated as the struggle between two different imperatives: beautification, which comes from the arts, and truth telling, which is measured not only by a notion of value-free truth, a legacy from the sciences, but by a moralized ideal of truth-telling” (86).

 

Obras citadas

Aub, Max. Campo Francés. París: Ruedo Ibérico, 1965. Print.

---. Campo Francés. Ed. Valeria de Marco. Madrid: Castalia & Fundación Max Aub, 2008. Print.

---. Morir por cerrar los ojos. En Teatro Completo. México: Aguilar, 1968. Print.

Barthes, Roland. La Chambre Claire. Paris: Gallimard Seuil, 1980. Print.

---. L’Obvie et l’Obtus. Essais Critiques III. Paris: Éditions du Seuil, 1982. Print.

Bartoli, José and Narcís Molins I Fabrega. Campos de concentración. 1939 – 194… México: Ediciones Iberia, 1944. Print.

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