Juana Manuela Gorriti: la autobiografía y la novela histórica

 

Viviana Rigo de Alonso

Fairfield University

 Aproximadamente en las dos últimas décadas del siglo XX se produjo el florecimiento de lo que se ha dado en llamar la Nueva Novela Histórica Latinoamericana cuyo auge entre escritores y lectores, además de generar una mayor consciencia de los lazos históricos compartidos por los países latinoamericanos, impulsó una revisión del pasado y un cuestionamiento de la historia oficial (Menton 28). Este afán revisionista condujo no sólo al escrutinio de documentos históricos oficiales sino también a la exhumación de los grandes héroes patrios cuyas vidas personales fueron ficcionalizadas en novelas.  Fue así que las acciones y la trayectoria vital de próceres y héroes nacionales pasaron simultáneamente a formar parte del discurso de dos disciplinas diferentes, la Historia y la Literatura (1),  lo que contribuyó a que, en el imaginario y la memoria colectiva de los hispanoamericanos, se desdibujaran las líneas divisorias entre hecho histórico y ficción. Este afanoso escrutinio del pasado por parte de los novelistas hispanoamericanos ha llevado a que se desempolvaran cartas, diarios, memorias personales y, por supuesto, autobiografías, escritos que, por su carácter veraz (2), han estado por largo tiempo al servicio de la historiografía (3). Por la misma causa se han rescatado figuras históricas de menor envergadura, personas que si bien se vieron envueltas en los grandes eventos del pasado quedaron entre las bambalinas de las diversas historias nacionales. De estos personajes olvidados, probablemente hayan sido las mujeres quienes han sufrido una mayor exclusión a la hora de escribir la historia latinoamericana. Como lo señaló Alcides Arguedas, historiador y novelista boliviano, aunque las mujeres (esposas, hijas, madres, amantes) jugaron un importante rol en la vida de los hombres públicos del pasado, los historiadores y cronistas creían que las relaciones sentimentales y los amoríos fuera del matrimonio, es decir, los aspectos anecdóticos y privados de la vida de estos hombres, “no merecían recordarse sin desmedrar los prestigios de la Historia” (Los caudillos bárbaros 6).

Acompañando el auge de esta historicista ficcionalización, en 1980 la novelista argentina Martha Mercader entrega al público lector su novela Juanamanuela mucha mujer en la que  rescata del olvido histórico a la controvertida Juana Manuela Gorriti (1818-1892). Esta escritora decimonónica, aunque nació en Argentina fue testigo y tuvo un destacado rol en uno de los capítulos más violentos de la historia política e institucional de Bolivia. Para convertir a Juana Manuela Gorriti en la protagonista de su novela, Mercader recrea su vida apoyándose hábilmente en Lo íntimo (1892), un escrito autobiográfico de la propia Gorriti que fuera publicado póstumamente.  La novela se acopla a los escuetos hechos expuestos en la fragmentada autobiografía de la escritora y completa con la ficción novelesca los abundantes silencios y  espacios vacíos que han sido dejados en blanco por Gorriti en su texto auto-referencial. En Juanamanuela mucha mujer, historia y ficción se entrelazan y amalgaman para ofrecer  una versión que complementa y a la vez contradice aquella que veladamente ha quedado registrada por la historiografía. En la novela, la humanizada voz de la vejez de Juanamanuela (4) (el personaje literario) rescata los juveniles y ficticios recuerdos de la primera juventud de Gorriti en Bolivia concentrándose en su tormentoso matrimonio con Manuel Isidoro Belzu y su posterior separación del caudillo boliviano. La novela representa ficticiamente un período escasamente conocido o reconocido de la vida de Juana Manuela Gorriti, poniendo al descubierto circunstancias de la vida personal y privada de la escritora que ella misma se empeñó en hacer desaparecer aún de su autobiografía. Así, la novela histórica, la ficción literaria, crea una faceta de Gorriti que difiere de la imagen que tanto la Historia como la Literatura bolivianas han conservado de ella y la confronta (5).

Gran parte de la información que tenemos sobre la vida privada de Juana Manuela Gorriti se basa en lo que historiadores, críticos y novelistas han dilucidado y/o interpretado como autobiográfico dentro su abundante obra literaria. En cierto modo, la propia Juana Manuela Gorriti fomenta y justifica esta actitud de la crítica hacia su escritura ya que, por ejemplo, en el Prólogo de Lo íntimo, fechado en julio de 1892, la escritora reconoce que el material de los cuentos y novelas que ha publicado se apoya en un trasfondo autobiográfico. Aquí debemos notar que Gorriti enfatiza que los aspectos más dolorosos de su vida privada han sido omitidos de su creación literaria porque ha estado “resuelta a pasarlos en silencio, por más que anhelara confiar a un oído amigo, gratas o dolorosas memorias” (82). Esta afirmación de Juana Manuela en las primeras páginas de su autobiografía nos lleva a suponer que en Lo íntimo, escrita en los años del ocaso de su vida, expondrá aquellos eventos de su vida privada que no utilizó previamente en sus ficciones y reservó sólo para sus amigos más confiables. Presunción errónea, ya que en su lugar, Gorriti nos entrega un diario fracturado y errático, cuyas fechas de entrada se extienden por un periodo que abarca los últimos quince años de su vida (desde 1875 hasta 1890) y se sitúan tanto en Buenos Aires como en Lima, Salta y otros lugares. Este dislocado texto autobiográfico produce una narración de vida que  no cuenta con un hilo conductor que hilvane y dé coherencia a los recuerdos esparcidos en la memoria sino que, por el contrario, la vida de su autora se re-construye en torno a anotaciones cotidianas que se asemejan más a un diario íntimo que a una autobiografía. Es por esta razón que por sus páginas pasan cartas personales (propias y ajenas) que no se relacionan cronológica ni temáticamente con lo narrado previamente, fragmentos esparcidos de lo que aparentan ser discursos de agradecimiento a homenajes recibidos en Buenos Aires, comentarios sobre poemas leídos durante sus veladas literarias en Lima, observaciones sobre la situación política, social y económica del Buenos Aires finisecular, y bienintencionadas críticas y consejos a algunas de sus colegas escritoras y amigas peruanas. Gorriti incluso inserta en su autobiografía algunos cuentos o fragmentos de lo que aparentemente estaba escribiendo para publicar en esos últimos años de vida.  En base a lo mencionado, más que a una autobiografía “convencional” articulada en torno a los hitos sobresalientes de la vida personal como, por ejemplo, la niñez, la educación, la adolescencia, el matrimonio, los hijos, Lo íntimo se asemeja más al borrador de un proyecto autobiográfico inconcluso en el que la mayor parte de la vida de su autora queda bien resguardada en el tintero. 

Podemos adjudicar estos silencios de la escritora a dos razones muy diferentes entre sí. Por una parte, el texto autobiográfico, fue publicado póstumamente aunque estaba inconcluso, y por la otra, Gorriti, ajustándose al decoro que le imponía su condición de mujer escritora, voluntaria y sistemáticamente planeó expurgar de su autobiografía toda referencia a su vida privada de la adultez. Respecto a la primera causa es posible especular que, como Juana Manuela Gorriti se vio obligada a escribir y publicar continuamente para mantenerse económicamente, le dedicó la mayor parte de su tiempo a la escritura de las novelas y cuentos que le encargaban lo cual le impidió concluir su autobiografía. De hecho, en Lo íntimo, Gorriti menciona encontrarse embarcada en proyectos simultáneos de escritura que le apremian tanto terminar que, en medio de su enfermedad, descansa de uno escribiendo para el otro (142) para inmediatamente agregar: “Yo quisiera ocuparme de mi libro ‘Lo íntimo’, añadir algo a lo ya escrito, pero me encuentro tan mal, que me es imposible. Soy una  presa del sepulcro, por más que le dé vueltas a la vida” (185-6). Para encontrar una explicación a la segunda razón que impulsó a Gorriti a dejar estas enormes elipsis cronológicas, debemos tener en cuenta la situación en que se encontraba el prestigio social de la controvertida Juana Manuela cuando planeaba publicar Lo íntimo. Para esta época Gorriti, provinciana emparentada con familias de la aristocracia porteña, tras un extenso exilio había regresado a establecerse en Buenos Aires donde el gobierno nacional le había asignado una pensión en reconocimiento a la actuación de su padre, José Ignacio Gorriti, en las ya concluidas guerras entre unitarios y federales (Mizraje 57). Pero a Juana Manuela la seguían no sólo dolorosos recuerdos sino también una dudosa reputación, ya que en sus años de juventud había echado por tierra varios de los convencionalismos sociales de su época (6). Juana Manuela, quien había vivido en el exilio desde sus años de pubertad y había pasado la mayor parte de su vida adulta en Bolivia y Perú, se había casado con un caudillo boliviano y se había separado de él. Se rumoreaba que había tenido aventuras amorosas mientras estuvo casada y que había tenido hijos fuera del matrimonio.

Sin embargo, parecería que Gorriti no planeó escribir su autobiografía para hacer revelaciones sobre su vida privada con la intención de subsanar su prestigio y reputación sino que, muy por el contrario, decidió cubrir con un manto de silencio toda referencia a ese trasgresor pasado y borrarlo de su autobiografía. La misma autora, al poner el punto final de su relato auto-referencial afirma: “Limítome a humildes relatos, sin pretender explicarme ni explicar las causas de los hechos que recuerdo” (192). A los hechos y recuerdos que se refiere son a los que están relacionados con su niñez y el exilio forzado al que se vio obligada la familia Gorriti que son los únicos que ha expuesto claramente en las primeras páginas. Pero, haciendo referencia a lo que “otros” recuerdan cierra el texto preguntando retóricamente: “¿Qué podré decir yo en la noche de la vida, que no hayan dicho tantos y tantas que han desecado el corazón, el cerebro y el alma?” (192). Estas palabras nos permiten inferir que Gorriti se refiere a la imagen negativa que, por su tumultuoso pasado, tiene de ella la sociedad en general y la porteña en particular,  imagen y pasado que desea ocultar al público lector. En otras palabras, el semblante que Juana Manuela Gorriti proyecta de sí misma en su biografía es sólo el de la austera senectud. De ahí que en Lo íntimo,  Gorriti calle todas las novelescas anécdotas de su vida juvenil y se remita simplemente a relatar de manera muy escueta y fracturada las castas penurias económicas de la ancianidad y a exaltar su independentista abolengo remarcando la deuda moral que Argentina tiene con su familia y por ende, con ella. Este consciente y significativo silencio de Gorriti constituye una estrategia de ocultamiento ya que, como acertadamente afirma Cristina Iglesia, “La autobiografía, como género, tiende a producir el efecto de que lo narrado no sólo es lo único que importa recordar, sino lo único que realmente ha sucedido” (19). Es decir, que en Lo íntimo, Gorriti registra y fija mediante la escritura sólo el pasado que pretende dejar para la posteridad, el resto queda en las murmuraciones de sus coetáneos de las cuales poco y nada sabrán las generaciones venideras.

En concomitancia con esta posición de ocultamiento del pasado, en su autobiografía Juana Manuela Gorriti borra toda referencia a su juventud en Bolivia y adultez en Perú y deliberadamente deja en la trastienda toda alusión al nombre de su esposo, a su matrimonio, al nacimiento y crianza de sus cuatro hijos, cuyos nombres aparecen en el texto sin que el lector tenga manera de inferir que la escritora está mencionando a sus propios hijos. Por esta razón deberemos reconstruir este pasado de Gorriti apoyándonos en lo que otros han escrito sobre estos años de su vida. De sus primeros años sólo mencionaremos que Juana Manuela Gorriti nació en 1818 en la provincia de Salta, en el seno de una prominente y acaudalada familia. Cuando contaba con trece años de edad aproximadamente y la Argentina se encontraba inmersa en sangrientas luchas intestinas, el padre de Juana Manuela, un unitario, debió marchar al exilio llevando consigo a toda su familia. Se establecieron en Tarija, Bolivia. Al poco tiempo, Juana Manuela conoció a Manuel Isidoro Belzu, un mestizo, oficial del ejército boliviano con quien se casó en 1833 cuando Gorriti contaba con escasos catorce años de edad. Para acompañar a su flamante esposo cuya carrera militar estaba en ascenso, la adolescente Juana Manuela se vio obligada a establecerse en confinados pueblos bolivianos a los que no le fue fácil adaptarse. Hasta aquí no hay nada reprochable en la conducta de la joven esposa pero para estos años, en los que Belzu pasaba más tiempo en cuarteles y campañas militares que con su familia, ya hay indicios de las habladurías que, entre el pueblo boliviano, corrían sobre Gorriti. Según Mary G. Berg, después de un tiempo, Belzu había logrado ascender a coronel del ejército, lo que le permitió moverse, acompañado por su culta esposa, en los grupos de poder y en la alta sociedad. Para esta época, el matrimonio Belzu-Gorriti aproximadamente llevaba unos ocho años de convivencia pero no parece haberse encontrado en muy buenos términos ya que “en los altos círculos bolivianos, se hablaba mucho de la conducta poco decorosa de los cónyuges: se decía que Belzu tenía muchísimas amantes, y que su esposa se comportaba con poca seriedad y que era muy amiga del entonces presidente [José] Ballivián” (132).

Esta supuesta “amistad” de Gorriti y Ballivián aparentemente no fueron sólo murmuraciones, ya que dicha relación se encuentra confirmada, con contradictorias versiones, por varios historiadores bolivianos. Por ejemplo, Alcides Arguedas en su Historia general de Bolivia, afirma que la profunda animadversión que existió entre el presidente José Ballivián y Manuel Isidoro Belzu se originó por una “secreta intriga de alcoba en que ambos se vieron mezclados” (96). Arguedas no menciona directamente el nombre de Gorriti pero haciendo inferencias de otras fuentes se puede concluir que  la esposa del coronel Belzu fue el origen de la rivalidad entre estos hombres y la causa de la tormenta política que se desató después del incidente. Según Arguedas, el presidente Ballivián (1841-1847), deseoso de alejar al coronel Belzu del círculo político y social en que él se movía con soltura, “conquistando favores de las damas y el rendido homenaje de sus parciales” (96), desde La Paz, donde se encontraba Gorriti, envió a Belzu a la vanguardia del ejército apostado en la frontera con Perú. ¿Se aprestaba Ballivián a asediar a la esposa solitaria o ya se había dado el adúltero romance? La fuente histórica no lo aclara pero afirma que Belzu, desconfiando de los verdaderos motivos del presidente, desobedeció la orden, por lo que fue encarcelado. En la prisión, dando muestras de su carismática personalidad y sus dotes de liderazgo, promovió un levantamiento militar que triunfó efímeramente al obligar a Ballivián a escapar por los techos de su despacho presidencial. De acuerdo a lo expuesto en la versión arguedana, no es posible decir si Juana Manuela Gorriti pecó de adulterio o si fue víctima del interés que despertó en Ballivián, aunque el altercado fue la razón por la que Manuel Isidoro Belzu encabezó un golpe de estado contra el presidente  José Ballivián.

Por su parte, la versión de Rigoberto Paredes, otro historiador boliviano, va más lejos y no escatima acusaciones de volubilidad emocional contra Juana Manuela Gorriti, la culpa de una injustificada infidelidad conyugal, y la responsabiliza abiertamente de ser ella la promotora del romance en cuestión y por ende la mala mujer que causó la ruptura de la amistad y la tácita alianza política que existía entre José Ballivián y Manuel Isidoro Belzu. Según Paredes, la vida cotidiana del matrimonio Belzu-Gorriti era armoniosa y estaba colmada de una felicidad que sólo se veía interrumpida por las frecuentes ausencias del esposo militar. Es de notar que aquí se detecta una pequeña discrepancia entre historiadores bolivianos y argentinos ya que, refiriéndose a dicha relación conyugal, el mismo Paredes asegura: “No es como han escritos los biógrafos argentinos de la señora Gorriti, que el matrimonio fue en extremo desgraciado. Lo fue más tarde, pero no por culpa de Belzu sino de doña Juana Manuela” (484). Según la versión histórica que brinda Paredes sobre el controvertido romance Ballivián-Gorriti, “el corazón impresionable” de Juana Manuela se habría visto preso de una “profunda pasión amorosa” hacia el presidente Ballivián que prontamente correspondió a las insinuaciones femeninas y así “reemplazaron las citas reservadas y furtivas a las sanas y honestas costumbres de la culpable” (485). En su Relación histórica de Bolivia, Paredes no sólo confirma la existencia del idilio extraconyugal sino que, sin contar con pruebas y basándose en lo que se dice, le adjudica la paternidad de la tercera hija de Gorriti a Ballivián: “Fruto de estos amores ilícitos, dicen que nació una hija, llamada Clorinda, que murió en tierna edad” (485). Según esta versión histórica, Mercedes Coli, la traicionada esposa de Ballivián, interceptó unas cartas que Gorriti le habría enviado a su amante y, prontamente, se las hizo llegar al engañado Belzu, quien herido en su amor propio “dirigió a su esposa una lacónica carta, en la que le decía que estaba roto el matrimonio y que entregase sus hijas a Fermín Porferrada y se retirase de su casa” (486). Ante el repudio de Belzu, la adúltera Juana Manuela Gorriti, “abandonada por su amante, pesarosa y con el despecho que destrozaba su alma,… comprendió que no le quedaba otro recurso que huir y así lo hizo dirigiéndose a Lima acompañada del dentista inglés Doudley quien se esmeraba en obsequiarla” (486). Para no dejar dudas sobre la ligereza de la conducta de Gorriti, Paredes sentencia: “Allí, en tierras extrañas, pudo ahogar con nuevas sensaciones los remordimientos de su atormentada existencia” (486). La infiel esposa fue castigada por su agraviado marido que la forzó a un nuevo exilio  pero no hubo consecuencias inmediatas para el desleal amigo Ballivián ya que Belzu, fría y calculadoramente, se tomó su tiempo para vengarse de su traicionero amigo. Según Paredes, en el momento de enterarse de la infidelidad de su “idolatrada” esposa, el despechado marido, aunque “una y mil veces juró vengarse de Ballivián” (486), no tomó represalias inmediatas contra el hombre que lo había deshonrado seduciendo a su esposa, sino que se guardó su vapuleado orgullo y se mantuvo bajo las órdenes del presidente quien, como “recompensa” por sus servicios, lo destinó a Tarija. La loable conducta de Belzu nos conduce a pensar que este hombre, por el bien común,  antepuso sus obligaciones públicas a sus problemas personales o, muy por el contrario, podemos inferir que dejó su prometida venganza personal para esperar pacientemente que la coyuntura y los vientos políticos le fueran más favorables a sus propios intereses.  

Es imposible determinar con certeza si Juana Manuela Gorriti realmente estuvo envuelta en una aventura amorosa extramatrimonial con José Ballivián, si fue ella la seductora o la seducida, o si los celos de Belzu fueron justificados o no por la inadecuada conducta de su esposa. Lo cierto es que esta relación sentimental, real o no, no sólo desencadenó violentas pasiones personales entre los hombres en cuestión sino que también tuvo como consecuencia una serie de sucesos históricos inmediatos y mediatos que afectaron por varias décadas la política, las instituciones y la historia de Bolivia. El odio visceral que se había generado entre José Ballivián y Manuel Isidoro Belzu no se circunscribió a sus vidas privadas sino que los convirtió en acérrimos enemigos políticos en torno a quienes se formaron grupos de muy distinta extracción social y étnica que, en sus enconadas luchas sin tregua, hicieron correr torrentes de sangre, destruyeron fortunas y agotaron los recursos de la nación en los treinta años consecutivos (Los caudillos bárbaros 27). Muy a grandes rasgos, estos son los hechos históricos en los que se vio envuelta de manera directa, quizás involuntariamente, Juana Manuela Gorriti, hechos que se conservaron y perpetuaron con valor de “verdad” en la historia boliviana y en la narrativa literaria de ese país. Como acertadamente nota Luis Miguel Glave, “La licencia literaria puede representar, a fin de cuentas, la ‘indignidad’ cornuda de Belzu como argumento, incluso alguien podría decir que de eso se trata, pero sabemos que es algo más. Es un discurso cotidiano que se ha hecho casi oficial en Bolivia” (93). Esta “verdad” histórica es precisamente la que la Juana Manuela Gorriti prefirió acallar en su autobiografía pero que Martha Mercader ficcionaliza en su novela Juanamanuela mucha mujer utilizando la anécdota del adúltero amorío para ofrecer una versión diferente que contribuye a limpiar la reputación y la imagen de Gorriti.

La novela se inicia situando al personaje de Juanamanuela de regreso Buenos Aires, en 1880, tras largos años de exilio en Perú. Apenas acaba de arribar a la ciudad cuando un joven riojano que reconoce su nombre por haber leído su obra literaria, la incita a que escriba su autobiografía. Juanamanuela primeramente rechaza la idea pero, luego comienza a hacerlo en secreto y alterna la escritura de su texto autobiográfico con otros proyectos de escritura, tal como Gorriti lo describe en Lo íntimo. Así, mediante el uso de esta estrategia narrativa la novela adopta la forma “convencional” de la autobiografía, lo cual le facilita cumplir, entre los lectores, la misma función discursiva contribuyendo a esfumar la línea divisoria entre veracidad histórica y ficción (7). La narración de la novela sigue bastante fielmente las escasas anécdotas de la niñez que Gorriti consigna en Lo íntimo, entre las que sobresale el momento en que toda su familia debe marchar forzadamente rumbo al exilio en Bolivia mientras exalta los aportes que los hombres Gorriti hicieron en beneficio de la independencia. Es a partir de este punto del relato donde Mercader re-crea y re-elabora la vida de Juana Manuela Gorriti llenando con la ficción los espacios dejados en blanco por la escritora en su autobiografía.

Según la novela, Juanamanuela conoce a Manuel Isidoro Belzu, un desconocido capitán, mestizo, sin fortuna ni cultura, que comienza a cortejar secretamente a una adolescente enamorada del amor. Se producen algunos encuentros furtivos, Belzu le propone matrimonio y realiza el riguroso pedido de mano a una atónita familia Gorriti que rechaza la solicitud. Con la ayuda de algunos militares prominentes, amigos de la familia Gorriti que hablan muy favorablemente de la honestidad del capitán Belzu, el amorío de la adolescente triunfa sobre los resquemores familiares y se efectúa la boda. Pese al amor pasional que consumía a la adolescente, desde la noche de bodas Juanamanuela comienza a intuir las marcadas diferencias que tenía con el hombre que era su marido: “Belzu fue brutal porque allá [Bolivia] no se aprende a ser de otra manera” (245). El joven matrimonio Belzu-Gorriti, sufriendo penurias económicas que prueban la honestidad y adustez del militar de carrera, se muda en sucesivas oportunidades al compás de la situación política del país y de acuerdo al grado de adhesión que el joven militar tiene de sus superiores. En la época en que Manuel I. Belzu es promovido a coronel del ejército boliviano, se establecen en La Paz, y comienzan a frecuentar los altos círculos sociales donde Juanamanuela resplandece no por sus joyas y vestidos de seda sino por su cultura y facilidad de palabra. A la hora de relatar el altercado entre Ballivián y Belzu, Martha Mercader se ajusta más a la versión histórica arguedana y limpia la reputación de Juana Manuela Gorriti responsabilizando al presidente boliviano de un descarado galanteo a Gorriti en presencia de sus respectivos cónyuges: “Si Belzu disimulaba su inquietud, Mercedes Coli de Ballivián también. Lo disimulaba muy mal…” (346) porque estaba acostumbrada a las infidelidades de su marido. De acuerdo a la novela, aunque Juanamanuela se mantiene indiferente ante los avances del presidente boliviano y fiel a su esposo, los coqueteos de Ballivián se dan en reiteradas oportunidades, lo que termina despertando los celos no tan irracionales de Belzu que, lógicamente, ve amenazada su hombría y ofendido su honor. El coronel Belzu se toma la revancha amotinándose contra el presidente a quien obligó a huir, no de su despacho (versión arguedana) sino de los aposentos presidenciales. En este detalle la ficción novelesca hace directa alusión a las razones personales que guiaron a un esposo agraviado, más que a un militar, a iniciar un levantamiento armado. “En esa alcoba Belzu buscaba a la salteña,” escribe Juanamanuela, pero en realidad encontró “a la señora de un conocido hombre público, cuyo nombre se hace merced aquí, aunque corrió de boca en boca por toda la ciudad, por todo el país” (371). Con estas palabras, la ficción deja en entredicho lo registrado por la historia mientras exime de culpas a la mujer.

Sin negar las desavenencias que aquejaban al matrimonio Belzu-Gorriti, la novela le adjudica la orquestación del supuesto romance Gorriti-Ballivián a una maquiavélica intriga política llevada a cabo por Casimiro Olañeta, diplomático del gobierno boliviano. Olañeta le solicita secretamente a Juanamanuela que forme parte de una oscura confabulación para demostrar un inexistente acuerdo entre el líder boliviano Santa Cruz y el caudillo argentino Juan Manuel de Rosas (Juanamanuela 320). La desairada negativa de la mujer a hacer las veces de espía lleva a Olañeta a amenazarla con provocar dudas sobre la conducta de su esposa en el celoso y violento Belzu a quien “no le caería bien enterarse de esta furtiva entrevista sin las debidas explicaciones…” (Juanamanuela 322). Tiempo después la amenaza se torna en realidad. A un enfurecido Belzu que se comporta como un león herido le han llegado murmuraciones sobre la infidelidad de Juanamanuela que se defiende tratando de imponer la lógica y la razón a su marido: “¿No se basaban las acusaciones acaso en rumores lanzados a rodar por los mismos acusadores?” (Juanamanuela 364). Pero es imposible argumentar racionalmente con el iracundo marido que tiene en sus manos la prueba del adulterio: las cartas que Mercedes Coli de Ballivián le ha hecho llegar. Con estupor, Juanamanuela reconoce en el papel su propia letra pero en la supuesta carta no hay otra cosa que una parte del manuscrito de su cuento “La quena”. Mediante esta táctica la novela presenta a una Gorriti víctima de acusaciones basadas en falsedades mientras ofrece una explicación “creíble” a los supuestos documentos históricos que son las cartas mencionadas por Paredes. En una acertada estrategia discursiva, utilizando la voz de Juanamanuela, Martha Mercader escribe: “Qué sucedió esos días entre Belzu y los Ballivián será siempre tan enigmático como la conferencia de Guayaquil. Lo mismo que entre Olañeta y Belzu, por esos mismos días. Los libros de Historia recogen una versión de pacotilla” (Juanamanuela 370). De esta manera, la ficción novelesca reescribe la controvertida anécdota desmintiendo los anales históricos y aspirando a ocupar el mismo nivel de “veracidad” de los hechos consignados.

Otro sobresaliente suceso recogido en los anales históricos y señalado en la novela Juanamanuela mucha mujer es la muerte de Manuel Isidoro Belzu, hecho que Juana Manuela Gorriti obviamente omitió de su autobiografía. Pese a ello, después del asesinato político de Belzu, acaecido en 1855, Gorriti escribió una modesta biografía apologética de su esposo asesinado en la que exalta sus cualidades morales, la ascendencia que tenía sobre la masa popular, el brillo ganado en sus campañas militares y sus victorias políticas. Juana Manuela Gorriti parece haber compartido con los historiadores y cronistas de su época, la idea de que era necesario mantener impoluta la imagen de los hombres públicos para la Historia ya que, pese a los posibles rencores que pudo haber guardado, se preocupó por conservar limpia y pulida la figura de Manuel Isidoro Belzu distanciando su propia figura de la vida del caudillo. En el relato biográfico, después de exaltar los humildes orígenes del caudillo, al llegar el momento de entrar Gorriti en la escena de la vida de Manuel Isidoro Belzú y mostrar al hombre, no al héroe o al “Tata” como lo llamaban los cholos, despacha su propio matrimonio y sus casi dos décadas de convivencia, en un cortísimo párrafo:

Allí [Tarija], Belzu conoció, amó y se unió en matrimonio con una hija del general Gorriti, emigrado argentino. Demasiado jóvenes ambos esposos, no supieron comprender sus cualidades ni soportar sus defectos; y aquella dos existencias se separaron para no volver á reunirse sino en la hora suprema al borde del sepulcro. (Belzu 55)

La narración biográfica continúa acompañando someramente las campañas militares y políticas de Belzu hasta llegar al año 1848, año en  que éste asciende a la presidencia, donde, una vez más, Gorriti detiene la narración y se distancia completamente del biografiado con las siguientes palabras: “La narradora [Gorriti] rehúsa seguirlo en aquel elevado puesto en que la esposa rehusó acompañarlo también” (Belzú 62). Para 1865, el año del asesinato de Belzu, Juana Manuela hacía largo tiempo que estaba separada de su esposo y vivía por su cuenta en Lima. Según lo expuesto por Gorriti en la biografía de su esposo, fue su hija Edelmira, “la heroica hija de Belzu” quien desempeñó un activo papel como compañera política de su padre. La noche del día del atentado, Edelmira secundó el movimiento masivo del pueblo que se levantó para defender a Belzu y a la ciudad paceña fortificando la plaza central ante el inminente asalto de Melgarejo. Según la escritora, Belzu durmió tranquilamente la última noche de su vida velado por su abnegada hija Edelmira: “La pobre niña, avezada a las catástrofes y profundamente inquieta, sentía sin embargo, abrirse su alma á la confianza, ante aquella impasible serenidad” (Belzu 66). En el relato, Gorriti se guarda muy bien de participar en el suceso histórico y pone la tarea de recuperar el cuerpo del caudillo en manos desconocidas diciendo: “El asesino [Melgarejo] huyó de aquel sitio, espantado por la sombra de Belzu, cuyo cadáver, recojido con religiosa veneración, fué trasladado a su casa….” (8) (Belzu 69). En base a lo mencionado podemos afirmar que, ajustándose a los estándares del decoro social y literario de la época,  tanto en la biografía de su esposo como en su propia autobiografía, Gorriti se esforzó por ocupar una posición secundaria y permanecer fuera de la escena principal de las páginas de la gran Historia como le correspondía a una mujer decente.

Por su parte, en el relato novelístico de Juanamanuela mucha mujer, al referirse a la anécdota de la muerte de Belzu, historia y ficción convergen para continuar en similar dirección narrando los eventos sin mayores discrepancias entre una y otra. Mientras que la ficción se concentra en captar la faceta emocional y psicológica de Juanamanuela retratando a una mujer estoica y endurecida por el dolor, todavía enamorada de su esposo, la Historia ofrece la imagen de una desapasionada y cerebral Gorriti que, ante el asesinato de su esposo, adopta la conducta de una dama que no muestra sus emociones. Alcides Arguedas, quien en Los caudillos bárbaros describe a Manuel Isidoro Belzu como un hombre “primario de pasiones fuertes y rudo temperamento que ni una larga permanencia en Europa ni el espectáculo de grandezas y maravillas había sabido suavizar y menos pulir” (47), pone a Juana Manuela Gorriti en la escena y omite mencionar nada sobre la presencia de Edelmira en el lugar. De acuerdo a la versión del historiador, después de que Mariano Melgarejo le disparó a Belzu salió a celebrar su “triunfo” por las calles de La Paz. Luego regresó para instalarse en el palacio presidencial donde “en el primer piso yacía abandonado el cadáver de Belzu” (56). Arguedas continúa describiendo:

Horas después, y cuando el sol se hundía en su ocaso se presentó la señora Juana Manuela Gorriti, dama argentina de gran cultura, esposa de Belzu aunque distanciada de él, a reclamar el cadáver de su esposo, que apareció desposeído de todas sus joyas y prendas de valor, lo que solo le quedaba como fortuna personal, pues la que amasara en la presidencia la había disipado en sus correrías por Europa… (57)

La novela no contradice mayormente lo mencionado por Arguedas aunque debemos notar que en ella se resalta que “Este hecho [el asesinato de Belzu] ha sido tergiversado por casi todos los historiadores” (Juanamanuela 419). Según la narrativa novelesca, después de la trágica muerte del heroico protector de cholos y pongos, Juanamanuela recibió la noticia en casa de su hija Mercedes. En compañía de sus dos hijas y dos hombres desarmados se dirigió al palacio presidencial a reclamar el cuerpo del hombre que de hecho ya no era su esposo. En improvisadas andas trasportaron el cuerpo hasta la casa de Mercedes donde amortajaron y velaron a este hombre que ya había pasado a formar parte de la historia y la leyenda. Gorriti no pronunció ningún discurso fúnebre porque “Era preferible callar y esperar. El fuego podía ser incontrolable. Además, ya no tenía sentido ni la demagogia ni la elocuencia.” (Juanamanuela 424). Así, para la gran Historia Juanamanuela calla en la ficción de la misma manera que Juana Manuela Gorriti calló en sus novelas y cuentos, como calló en la biografía de su esposo y en su propia autobiografía.

En conclusión, en los primeros años de la historia nacional boliviana, época violenta, signada por la confabulación política, la traición, la ambición de poder y la muerte, una mujer argentina, Juana Manuela Gorriti, tuvo un significativo papel en el desarrollo de los hechos históricos. Su rol fue demonizado y degradado en las páginas de la Historia con el objeto de enfatizar que la conducta de los hombres patrios, que para bien o para mal condujeron los destinos de la nación en ciernes, estuvo dirigida por los intereses colectivos y no por los personales. Pese al revisionismo al que ha sido sometida la “verdad histórica”, el discurso historiográfico contemporáneo continúa desplegando el evento privado de la supuesta infidelidad de Gorriti para explicar el enfrentamiento público entre Belzu y Ballivián, rivalidad que sumió a Bolivia en una sangrienta lucha civil. Al respecto, haciendo mención a lo interpretado por historiadores modernos, Luis Miguel Glaves recalca:

Como quiera que sea, un asunto privado, indemostrable, cobra el rango de explicación discursiva, en el fondo de la cual la mujer aparece en el génesis nacional boliviano como la misma víbora tentadora, la ‘moza y hermosa’ de la perdición masculina con la que se regodeaba la misoginia literaria del siglo de oro español y el barroco americano. (95) 

La novela histórica de Mercader reescribe uno de los episodios de su vida bajo una óptica que complementa y simultáneamente subvierte la equívoca y velada versión que conserva la historia boliviana sobre la incidencia de Juana Manuela Gorriti en los hechos. A su vez, utilizando las características convencionales de la autobiografía y apoyándose en una narrativa de vida existente (Lo íntimo), Juanamanuela mucha mujer amalgama la realidad a la ficción novelesca contribuyendo a desvanecer sus líneas divisorias en la memoria colectiva. Juanamanuela mucha mujer le ofrece al lector la oportunidad de “comprender” el comportamiento histórico de Juana Manuela Gorriti en base al cual puede juzgarla. Seamos benevolentes en nuestros juicios y démosle el beneficio de la duda a Juana Manuela Gorriti, la mujer que desde su autobiografía sabiamente nos aconseja: “[cuando se] debe fallar basándose en conjeturas, [se] debe optar por las que absuelven no por las que condenan” (Lo íntimo 176).

Notas

 

(1). Cecilia Inés Luque observa que la novela histórica, al trasladar acontecimientos del pasado que pertenecen a un campo de conocimiento, el de la historia, y trasladarlos a otro campo, el de la literatura, combina “matrices representacionales de ‘lo real’ propias de la historiografía con aquella propias de los discursos de ficción.” Estas matrices presentan similitudes entre sí (la forma narrativa es la principal), pero también diferencias, sobre todo en la manera en que ambas postulan las relaciones entre discurso y factum” (3).

 

(2). La cuestión de la veracidad de la autobiografía ha sido y es uno de los aspectos del género que con mayor ahínco se ha debatido entre los estudiosos.  Un sector de la crítica se centra en la ficcionalización que constituye en sí misma la escritura autoreferencial y declara que el escritor autobiográfico se encuentra imposibilitado para exponer estrictamente la realidad “objetiva” de su yo y su vida. Sin embargo, para otro sector de la crítica, la veracidad enraizada en eventos verificables continúa siendo lo que diferencia al género autobiográfico de la ficción novelesca. Para James Olney la autobiografía es una “metáfora del ser” (35), un símbolo o una representación del yo, por lo cual la representación de una realidad comprobable no tiene mayor incidencia para diferenciar autobiografía de ficción. William Spengemann nota la tendencia de la crítica postmoderna por destruir los límites entre realidad y ficción, y afirma que virtualmente no hay forma escrita que no haya sido leída como autobiografía o haya sido interpretada como tal (xxi). Por el contrario, Paul John Eakin manifiesta que “decir la verdad es la regla cardinal” (21) de las convenciones del género. Elizabeth Bruss enfatiza la veracidad y afirma que, bajo las convenciones existentes, se presume que aquello que el autobiógrafo reporta tiene valor de verdad (10). Philippe Lejeune, en lo que él denomina “pacto referencial,” diferencia claramente la biografía y la autobiografía de todas las formas de ficción porque considera a aquellas como textos referenciales, los cuales, exactamente igual que el discurso científico o histórico, proveen información de una “realidad” exterior al texto que lo somete a un “examen de verificación” (22).

 

(3). Un denominador común a la mayoría de los textos de los autobiógrafos argentinos del siglo XIX es la justificación ante la opinión pública, es decir la justificación ante la Historia. En su imprescindible estudio sobre la autobiografía en Argentina Adolfo Prieto hace notar la importante fuente de información que ha representado la autobiografía de estos hombres a la hora de escribir la historia nacional: “La historia de la literatura autobiográfica argentina, condensa, en un plano insospechado, la historia de élite del poder en Argentina, y que no podrá, aconsejablemente, prescindir del conocimiento de aquella, quien pretenda acometer un estudio de conjunto sobre la clase dirigente nacional”(23).

 

(4). Sigo el lineamiento impuesto por Martha Mercader y utilizo esta grafía del nombre propio para identificar al personaje y diferenciarlo de la persona extratextual.

 

(5). Como ejemplo de la manera en que la figura de Juana Manuela Gorriti y un altercado de su vida privada han pasado a formar de la narrativa literaria boliviana, Luis Miguel Glaves menciona la novela teatral Guano maldito de Joaquín Aguirre Lavayén. La obra fue publicada en 1977 y, según Glaves, cuenta con varias ediciones populares en Bolivia.

 

(6). Los convencionalismos y prejuicios sociales en cuanto a las libertades, derechos y obligaciones de la mujer, enraizados en la tradición colonial vernácula, continuaban muy arraigados en la aristocracia y la alta burguesía criolla de finales del siglo XIX, por lo cual las escritoras de “familias decentes”, como la de Juana Manuela Gorriti, debieron enfrentar las limitaciones que les imponía la necesidad de mantener limpia su reputación social. Al respecto, Juana Manuela Gorriti, en su texto autobiográfico declara: “El honor de una escritora es doble: el honor de su conducta y el honor de su pluma” (Lo íntimo 155).

 

(7). Un detallado estudio sobre la función discursiva que cumple el género autobiográfico al cual el receptor (lector) le requiere veracidad histórica se encuentra en la obra de Elizabeth Bruss incluida en la bibliografía. 

 

(8). Mantengo la grafía del original.

 

 

Bibliografía

 

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Berg, Mary G. “Juana Manuela Gorriti: narradora de su época. (Argentina 1818-1892).” Ed.Betty Osorio y María Mercedes Jaramillo. Las desobedientes: Mujeres de nuestra  América. Bogotá: Panamericana Editorial, 1997. (131-146)

 
Bruss, Elizabeth W. Autobiographical Acts. The Changing Situation of a Literary Genre. Baltimore: The Johns Hopkins University Press, 1976.

 
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Glaves, Luis Miguel. “Letras de mujer.” Fractal 3 (octubre-diciembre 1996): 93-125.

 

Iglesia, Cristina. “El autorretrato de la escritora. A propósito de Lo íntimo de Juana Manuela Gorriti.” Comp. Lea Fletcher. Mujeres y cultura en la Argentina del siglo XIX. Bs. As.: Feminaria Editores, 1994.

 
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Luque, Cecilia Inés. “Juanamanuela y Boca do Inferno en la confluencia de literatura e historia.” Web. 15, Oct. 2012. <www.hispanista.com.br/revista/artigo231.pdf>  

 
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Prieto, Adolfo. La literatura autobiográfica argentina. Bs. As.: Eudeba, 2003.

 
Spengemann, William C. The Forms of Autobiography. Episodes in the History of a Literary Genre. New Haven, CT: Yale University Press, 1980.