“Una nación para el norte argentino”:
viaje y política en La tierra natal
de Juana Manuela Gorriti
University of Notre Dame
[E]s
indispensable la incursión de la azada, cautelosa y a tientas, en la tierra
oscura. Quien sólo haga el inventario de sus hallazgos sin poder señalar en qué
lugar del suelo actual conserva sus recuerdos, se perderá lo mejor. Por eso los
auténticos recuerdos no deberán exponerse en forma de relato, sino señalando
con exactitud el lugar en que el investigador logró atraparlos. Épico y rapsódico
en sentido estricto, el recuerdo verdadero deberá proporcionar, por lo tanto,
al mismo tiempo una imagen de quien recuerda, así como un buen informe
arqueológico debe indicar no sólo de qué capa provienen los hallazgos sino, ante
todo, qué capas hubo que atravesar para encontrarlos.
Walter
Benjamin. Denkbilder, epifanías en viajes
En
su Historia de la literatura argentina,
aparecida entre 1917 y 1922, el escritor y ensayista Ricardo Rojas (1882-1957)
se propone encontrar puntos en común entre todas las experiencias y momentos
históricos del país para definir cierta esencia de la literatura argentina.
Sienta entonces
unas bases arbitrarias para clasificar el corpus literario nacional definiendo la argentinidad
como “aquella síntesis formada en la conciencia colectiva del país, por la
cenestesia de su territorio y de su estado (cuerpo de la nación) y por la
memoria de su pueblo y de su idioma (alma de la nación)” (34). Destacando un
carácter sintético en los procesos identitarios (la existencia de una
conciencia y una memoria colectivas y un conocimiento general del propio
territorio referido con el término “cenestesia”), la Historia de
Rojas establece que los textos fundacionales de la literatura argentina serían
todos aquellos que hubieran surgido o fueran difusores de un sentimiento de
correspondencia entre los límites legales y geográficos—lo que Rojas denomina
“el cuerpo” de la nación—y los elementos identitarios más abstractos como la
raza, la lengua y la tradición—su “alma.” Es decir, textos que aunque no la
pudieran definir completamente, constituyeran la “retórica de una nación”
(Calhoun 5).
Así
es posible notar que en su historiografía de la literatura argentina Rojas sugiere
una idea de nación que, en palabras de Ernest Renan, sería el resultado de un “plebiscito
diario” basado en el olvido (11, 19), esto es, en el acuerdo diariamente
renovable de olvidar diferencias para formar parte de un mismo grupo, de una
misma “comunidad imaginada,” dentro de la cual, parafraseando ahora a Benedict
Anderson, la literatura cumpliría un rol fundamental (62-63). En este plan de
fusión del propósito político con el literario, la escritora Juana Manuela
Gorriti (1818-1892) resulta una figura incómoda e inclasificable para Rojas,
inclusive dentro del microcosmos de la literatura de mujeres en el que éste la
incluye:
creo que doña
Juana Manuela Gorriti –cuya obra es deleznable desde el punto de vista
literario—fué un temperamento raro, intenso, a ratos fantástico; pero no tiene
el don de la emoción perdurable ni de la forma feliz, pues su prosa es
generalmente declamatoria y errabunda, como su imaginación literaria. (493)
Mi
artículo aborda la escritura de Juana Manuela Gorriti, en particular su relato
de viaje La tierra natal (1889), para demostrar
que a través de la
narración de un viaje y la adopción de una perspectiva regionalista que otorga
visibilidad a una parte de ese interior, el Noroeste argentino, Gorriti
descompone la operación niveladora presente tanto en el criterio literario y
político de Rojas como en muchos de los textos canónicos del siglo XIX
argentino para exponer un territorio nacional todavía no ordenado por esa
mirada tradicional. Con esto, mi análisis llama la atención sobre la dimensión
histórica y política de este texto que, por tratarse de la vuelta al hogar de
la escritora luego de un largo exilio, ha sido generalmente leído desde una
perspectiva centrada en la subjetividad de la narradora quien, desde este punto
de vista, se limitaría a idealizar o evaluar con nostalgia aquel espacio
familiar abandonado.
Muy
por el contrario, mi lectura de las implicancias políticas de La tierra natal muestra que si la obra de Gorriti es errabunda, reutilizando el término empleado por Rojas, es
justamente ese errar, ese desplazamiento
constante —que aquí es geográfico e ideológico (se develan conflictos y
opiniones encontradas sobre la historia local)—lo que permite analizar en su
escritura aspectos y zonas que quedaron fuera tanto de los discursos fundadores
de la nación como de la organización simbólica de un pasado literario (las
identidades regionales, el protagonismo del Noroeste argentino en la gesta
independentista). El carácter errático que negativamente
se le atribuyó a la obra de Gorriti para expresar un malestar estético y
político representa, en este ensayo, un elemento positivo y suplementario que, agenciado
por el desplazamiento del viaje, ofrece una postura alternativa sobre el
establecimiento del territorio patrio letrado.
Tiempos y espacios de la tierra natal
The focus on
temporality resists the transparent linear equivalence of event and idea that
historicism proposes; it provides a perspective on the disjunctive forms of a
representation that signify a people, a nation, or a national culture. … It is
the mark of the ambivalence of the nation as a narrative strategy—and apparatus
of power—that it produces a continual slippage into analogous, even metonymic,
categories, like the people, minorities, or ‘cultural difference’ that
continually overlap in the act of writing the nation.
Homi Bhabha. “DissemiNation:
Time, Narrative, and the Margins of the Modern Nation.”
Esta
manera de concebir íntimamente la relación del sujeto con su lugar de origen había
sido expresada por la autora años antes, cuando en 1875 es invitada por el Club Literario de Lima a dar una conferencia. El tópico
elegido para la ocasión fue la creciente tendencia de la aristocracia criolla
de enviar a sus hijos a estudiar a Europa. Aunque sin negar lo provechoso que este
Grand Tour pudiera resultar para un
joven (2), Gorriti se preocupa por el efecto que estos viajes tempranos podían
provocar en los jóvenes, quienes regresarían con un total desconocimiento de
las particularidades, historia y necesidades de su tierra natal:
Arrojado en un
mundo desconocido cuya lengua ignora, [el joven] languidece, durante algún tiempo,
amilanado, entristecido, en ese aislamiento doloroso. Después, con la ligereza
inherente á la infancia, olvídalo todo; madre, familia, hogar; … y cuando un
dia vuelve á la patria, en vez de la santa alegría del regreso trae el alma
lacerada por el dolor de un doble ostracismo: allá el ostracismo de la
nacionalidad, aquí el ostracismo del corazón. O bien, sediento de riquezas, de
goces á todo trance, á toda costa, conviértese en instrumento de todas las
tiranias que se levantan en el suelo americano. (3) (9-10)
La tierra natal puede leerse como contraejemplo
de esta preferencia por los viajes al extranjero que Gorriti había denunciado
ante la audiencia limeña. Su breve estadía en Salta, de unos treinta días (116),
es narrada como una especie de Grand Tour local,
es decir, un recorrido de aprendizaje que en lugar de dirigirse al exterior de
la nación, se desarrolla dentro del espacio regional y es la vía de aprehensión
y conocimiento de las fronteras interiores de la nación. El viaje se presenta
así en una superposición
del presente de la ciudad y el pasado de la memoria personal que trae aparejada
la narración de diversos tiempos y figuraciones del Noroeste argentino. En un
afán por mostrar, por un lado, el vínculo personal de la protagonista con su
lugar de origen y, por el otro, la complejidad de la historia regional, La tierra natal alterna entre un pasado colonial de la
arquitectura y las creencias y costumbres populares, el pasado de aquellos que
vivieron y lucharon por la emancipación nacional, el presente extraño y ajeno a
la mirada de la viajera y el futuro que la autora predice para su tierra natal.
En una de sus primeras impresiones camino a
la ciudad de Salta, es la misma viajera la encargada de explicitar esta “larga
epopeya entre el presente y el lejano pasado” (12) y reflexionar en torno a las
continuidades y los cambios del espacio antes familiar: “[S]entada en un tronco
de un tala derribado, contemplaba, buscándolos en el recuerdo, aquellos sitios
conocidos en otro tiempo, ahora del todo cambiados. El progreso, invadiéndolos,
habíalos grandemente embellecido” (24). En esta cita, Gorriti representa su
lugar de origen, su patria chica,
escapando a la linealidad de los discursos históricos dominantes como, por
ejemplo, los encarnados por dos de los grupos intelectuales más destacados
dentro de la nación Argentina: la Generación del ’37, integrada por escritores
y políticos como Domingo Sarmiento, Esteban Echeverría y Juan Bautista Alberdi,
y la Generación del ’80, dentro de la cual se destacaron Eduardo Wilde, Miguel
Cané y Lucio V. Mansilla. En gran parte de su obra, Gorriti comparte con el
primer grupo la crítica al gobierno opresivo de Juan Manuel de Rosas (Guerra
Cunningham 66) y con el segundo, su interés por el registro del proceso de
modernización que se estaba llevando a cabo en el país durante las últimas
décadas del siglo XIX. (5) Sin embargo, mientras que en el pensamiento
de ambas generaciones de intelectuales la formación de la nación se entiende
como una sucesión temporalmente directa y continua hacia el progreso, este viaje a una región del
interior de la Argentina recupera, contrariamente, la complejidad de la relación
espacio-temporal que, según Homi Bhabha, es constitutiva de la experiencia
moderna de la nación (293). De esta manera, si en la cita anterior se reconoce
el “embellecimiento” que proviene de lo moderno, también es cierto que se percibe la consecuente e
inevitable “invasión” de los espacios de un pasado que continúa presente en la
mirada de la viajera. Los cambios notados en la región, entonces, llaman la
atención sobre una temporalidad que lejos de aparecer nivelada bajo un proyecto
único y estable, exhibe simultáneamente marcas del presente moderno como del
pasado colonial e independentista del que la protagonista ha sido testigo.
Para
Francine Masiello, este mecanismo narrativo empleado por Gorriti se vincula con
el argumento de Edward Said sobre los “dobles comienzos” (xviii), es decir, la
existencia de un doble sistema de representación que habla del pasado y, a la
vez, ambiciona un futuro y que surge tras un momento crítico en algunas
sociedades. La crítica establece que al igual que los versos de “Victoria de
Junín” (1825) de José Joaquín Olmedo o los de la “Oda a la agricultura en la
zona tórrida” de Andrés Bello (1826), la obra de Gorriti traza un pasado
mientras señala posibles futuros para la nación tras el proceso de
independencia. Sin embargo, creo que Gorriti reforma los modos en que la
memoria operaba en el siglo XIX en estos textos programáticos y presenta una
relación entre la nostalgia y el progreso que más que inversa (como la entiende
Masiello) es ambivalente. Por eso es que, al igual que en la cita anterior,
cuando narra finalmente su llegada a Salta, la viajera encuentra la ciudad
“bella” y “engrandecida” (39) evaluando positivamente la modernización de la
capital de la provincia, pero al mismo tiempo se lamenta de que las construcciones
y casas que ella recuerda, hayan sido reemplazadas por una “aglomeración de
edificios desconocidos” (40).
De
esta forma, la historia de Salta no será para Gorriti únicamente aquel pasado
glorioso que guarda en su memoria ni el presente moderno post-independencia,
sino que será el resultado del proceso de incorporación de ambos como componentes activos
y actualizados (no borrados ni simplificados) de la historia de la provincia. La
tierra natal de Gorriti, como pudo verse, se construye en una compleja
combinación y convivencia de los diferentes tiempos y espacios del territorio,
que operan como lógicas y culturas diferentes e irreductibles y cuya expresión
resulta clave, desde nuestro presente, para cuestionar la mirada homogénea y
horizontal recurrentemente asociada con la construcción de la nación
decimonónica (Bhabha 295; Chiaramonte y Souto 332).
Una mirada local sobre la colonia y la independencia
Profundizando
la representación plural y ambivalente de los tiempos y espacios de la patria
que pudo notarse en los pasajes citados, La tierra natal
documenta recurrentemente la importancia que había tenido Salta en la historia
colonial e independentista como bisagra entre los Andes y el Plata. Durante la
colonia, Salta había compuesto una de
las divisiones administrativas del Virreinato del Río de la Plata dentro del
Imperio Español y formaba parte, junto con otras regiones que luego se
segmentaron con la formación de las naciones de Argentina y Bolivia, una
“unidad regional sustentada en tradiciones, problemas y necesidades comunes”
(Poderti, La narrativa del Noroeste argentino 45).
Ya El Lazarillo de ciegos caminantes, el
relato de viajes de un funcionario real por el territorio de la corona española
entre 1771 y 1773, recordaba el protagonismo de la provincia como integrante
del Camino Real, itinerario trazado para mejorar las comunicaciones entre los
polos más importantes del imperio pero que, al mismo tiempo, posibilitaba el
crecimiento de las localidades adyacentes en los 3.000 kilómetros que recorría
(Bazán 295). Más tarde, como lo explica Alicia Poderti, la revolución por la
independencia trajo como consecuencia la fragmentación del sistema comercial y
administrativo del Virreinato que, sumado al nuevo rumbo económico de cara al
puerto y al comercio británico del Río de la Plata, fue socavando el papel
protagónico del noroeste (“Martín Miguel de Güemes” sin paginación).
Aunque la delimitación política de la nación
argentina había acabado con muchos de estos factores económicos y culturales
compartidos, Gorriti los reinstala en su recorrido por la región al compartir relatos
del pasado colonial, señalando muchas veces también su vínculo con las raíces
indígenas, tema presente en otros de sus textos como “La quena” (1845) o “El
pozo del Yocci” (1869). La visita a la casa solariega de su familia, por
ejemplo, despierta el interés de la protagonista por la historia de uno de sus
abuelos, Agustín Zuviría, un español que, mucho antes de la independencia, se
había radicado en la provincia de Salta. A través de la historia de vida de su
abuelo, Gorriti repasa importantes datos de la región durante el Virreinato: se
hace referencia a la rebelión de Túpac Amaru en Cuzco y cómo ésta afectó la historia
de toda la zona, desde Lima a Buenos Aires, y también se destaca la
prosperidad, riqueza y centralidad de la región, motivos por los cuales su
abuelo abandona Buenos Aires para instalarse allí con sus negocios (118-137). La
elección de esta historia (un extranjero que prefiere Salta por sobre Buenos
Aires), en mi opinión, no es para nada fortuita: se trata de una anécdota que
confirma, a finales del siglo XIX, que ese interior remoto de la nación moderna
posee un riquísimo bagaje histórico y cultural que parece haber sido olvidado
en el presente de la vida nacional.
Como otra reflexión sobre la diversidad de tiempos
que conviven en el Noroeste argentino, es interesante la referencia al ninachiri, pájaro al que, según la leyenda calchaquí (grupo
indígena de la zona), podía vérselo revolotear en las noches de conjunción. La
narradora cuenta que dicho pájaro, del que no se sabe ni de dónde viene ni
hacia dónde se dirige, había desaparecido en 1830 y recién se lo había vuelto a
ver pocos años antes de la visita de la viajera, en 1884 (51). Pese a que su
entusiasmo por la reaparición del legendario pájaro se ve opacada por la
explicación cientificista de un “sabiondo,” Gorriti rechaza esta perspectiva e
insiste en creer que se trata, efectivamente, de la vuelta del ninachiri, “que durante medio siglo ha incubado su nueva vida
y renace de sus cenizas” (52). Es decir, la narradora se coloca abiertamente en
contra de un tipo de discurso que pretende obliterar las diferencias culturales
y la diversidad de tradiciones de la región detrás de una única perspectiva
racionalizada por los discursos de la ciencia y la modernidad. A la viajera no
le importa ser llamada “ignorante” (52) si esto es lo que le devuelve a su
relato y a la historia de su pueblo todos los complejos matices idiosincráticos
que lo componen. (6) En La tierra natal,
cada pequeña nota sobre tiempos pasados se deja leer como una parada en la
incesante marcha del “tren del progreso” para cargar consigo y hacer partícipes
a esas otras voces y otros tiempos que también construyen el presente de las
nuevas generaciones que rodean e interrogan a la protagonista.
Como
se mencionó anteriormente, este relato de viaje se concentra también en
aquellas historias del Noroeste en tiempos de la emancipación, ya que allí se
desarrollaron los primeros estallidos revolucionarios (Bazán 295). La figura más
destacada de la época, presente también en este texto de Gorriti, será Martín
Miguel de Güemes (1785-1821), un militar salteño que había participado de la defensa de Buenos Aires
durante las invasiones inglesas y que luego, bajo el plan de acción de Belgrano
y San Martín, será el encargado de proteger las fronteras del Norte. (7)
Dentro del sistema de protección militar de Güemes y sus tropas, compuestas
mayoritariamente por gauchos de la zona, Salta volvía a ser un eje político-militar,
esta vez para la protección del avance del ejército realista hacia las Provincias
Unidas, en el periodo que abarca, aproximadamente, desde 1814 hasta 1825.
Para
referirse a este lugar prominente de su tierra natal en la consolidación del
presente nacional, Gorriti narra algunas memorias de su infancia en las que se
acentúa el nexo entre espacio y significación patria. En una ocasión en la que la escritora es
invitada a una celebración donde se entona el himno nacional, ella se recuerda
a sí misma, junto a su padre, formando parte de ese ritual que envuelve la
iconografía y símbolos nacionales: “Lágrimas de doloroso enternecimiento
subieron del corazon, al recuerdo del tiempo en que, de niña, de pie y con
devota uncion, asida á la mano de mi padre, escuchaba ese canto sagrado, en los
días clásicos de la patria…” (48). El himno nacional en el marco de una escena
filial funciona como el motor que impulsa la creación de un mito fundacional en
el cual su padre José Ignacio Gorriti, amigo y socio político de Güemes, su tía
Juana María, esposa del General Manuel de Puch, otro líder militar salteño,
entre otras personalidades del pasado, son traídos al presente como integrantes
del panteón nacional (Glave 569) que desempeñó un papel heroico en la denominada
“Guerra Gaucha.”
En
la reconstrucción de este pasado mítico fundacional de la actual nación, no
obstante, sobre este panteón heroico, surgen con igual fuerza los momentos de
tensión que hacen referencia al trasfondo conflictivo del camino hacia la
independencia. Uno de los eventos más significativos que Gorriti recuerda son
los enfrentamientos locales que dividieron la provincia en lo que se llamó Patria Nueva y Patria Vieja, dos
segmentos representativos de la lucha por dos proyectos de nación diferentes. (8)
Del lado de la Patria Vieja se ubicaron los partidarios de Güemes, mientras que
la Patria Nueva estaba conformada por un grupo de ideólogos y políticos locales
opuestos a lo que entendían como un gobierno personalista y autoritario por
parte de Güemes. La narradora recuerda este conflicto, que había dividido a su
propia familia (enfrentando a su padre con su tío) y explica:
Allá, en sus
sombrías lontananzas, aparecíanme las encarnizadas luchas de aquellos dos
partidos fratricidas:
Patria nueva y Patria vieja,
Que dividieron
á los hijos de Salta, retardando tantas glorias y causando tantos desastres.
Patria nueva:
agrupación de ilusos y de mal intencionados que, al frente el enemigo, siempre
pronto á invadir el suelo patrio, pedían instituciones cuando no era todavía
posible dar sino combates.
Patria vieja:
falange de héroes, que, sin tregua ni descanso, guerreaban, hacía diez años,
contra las poderosas huestes españolas. (56)
Gorriti
revive estas divisiones políticas en medio de un grupo de jóvenes descendientes
de aquellas familias de renombre en la provincia. Estas nuevas generaciones, reitera
la escritora, ignoran la historia de sus antepasados. En este olvido puede
leerse, además de su percepción nostálgica por todos aquellos “héroes” que poblaron
su infancia y que hoy son sólo fantasmas en su discurso, una consecuencia de la
obliteración que el Noroeste sufrió dentro de la historia oficial. La figura de
Güemes, venerada por la autora, por ejemplo, había recibido grandes afrentas
por parte de los altos mandos de Buenos Aires y los terratenientes de la
región, quienes rechazaron la formación de milicias gauchas que éste llevó a
cabo, ya que, entre otras disputas de intereses, veían con desconfianza el
protagonismo de los sectores populares en las guerras independentistas.
Así,
el retiro gradual del apoyo a Güemes es representativo de la falta de
reconocimiento que, en general, sufrieron los habitantes del noroeste
argentino, a pesar de estar entre los primeros grupos que defendieron y
posibilitaron el surgimiento de una nación independiente. Figuras como
Bartolomé Mitre, por ejemplo, privilegiaron una imagen del líder salteño como demagógico,
populista y arbitrario, de manera tal que su papel en la guerra de la independencia
y la proyección de su plan estratégico regional fueron reducidos a la labor de
un “caudillo” (con todas las connotaciones negativas que el término traía en la
literatura de la época) protector de las “fronteras” de la nación (Poderti,
“Martín Miguel de Güemes” sin paginación). Es entonces la voz de la
protagonista la encargada de reponer el significante velado de la historia,
narrando y describiendo los hechos cruciales del pasado como un gesto de reivindicación
y resistencia frente a este olvido del presente. En mi opinión, el modo en que
la autora construye esta mitología fundacional, no se opone tajantemente ni al
relato ni a la teleología oficial de la historia (no es una visión
completamente marginal como han señalado muchas lecturas sobre Gorriti) sino
que busca, a modo de denuncia, que estos personajes y hechos también formen
parte del discurso representativo de la nación.
La
emergencia de un un relato regional conflictivo, con sujetos enfrentados hasta
en su propia familia, hace de Gorriti una narradora que incomoda a la historia
nacional y a la construcción de una literatura fundacional pensada como
conciliadora de estos conflictos (Sommer 30-51). Otro ejemplo clave de estas
voces disidentes se destaca con la aparición y actuación del anónimo gauchipolítico con el cual la narradora discute acerca del
pasado y el presente de la patria. Este personaje encarna las voces de los
iniciadores de la literatura gauchesca, quienes cantaban los cielitos (composiciones poético-musicales de origen popular)
celebrando las guerras de emancipación pero que rápidamente sintieron un
profundo desencanto por los resultados políticos de esta ruptura con España,
sentimiento que también supieron manifestar en su poesía. Principalmente bajo
las guerras civiles, la palabra del gauchipolítico
se vuelve un instrumento de denuncia social, un transmisor de “verdades”
históricas que todos conocían pero que, como se expresa en La tierra
natal, en boca de estos personajes lograban un mayor impacto en
quienes las oían (19). Este poder de alcance de su palabra lo habían conseguido
transmitiendo en clave gauchesca (imitando y estetizando la lengua del gaucho)
los sucesos más importantes del acontecer rioplatense, cuya figura central era,
por supuesto, Juan Manuel de Rosas. (9)
Dentro
del relato, la narradora comparte con este singular personaje parte de su viaje
de regreso a Salta y, a pocos kilómetros de su destino, el gauchipolítico
comienza a relatar una serie de eventos sangrientos y terribles relacionados
con las crueles luchas entre unitarios y federales en el terreno salteño. Uno
de ellos recuerda las persecuciones pasadas sobre los federales y lo irónico que esto resulta visto desde
el presente. También a modo de denuncia, el final de la anécdota ilustra con un
cuerpo mutilado los resultados de la lucha contra las fuerzas dominantes:
—Precisamente …
allí donde ven las ruinas de aquel rancho, fusilaron a dos valientes servidores
de la patria: Pereda y Boedo.
¿Cuál era su crimen?
Ser federales,
defensores del mismo gobierno que hoy, los unitarios triunfantes, sostienen y
aceptan! Habría de reir de esta imbécil inconsecuencia si no tuviera presente
aquella escena que presencié de niño, cuando Boedo … herido en esa batalla por
una bala, que le llevó la mandíbula inferior reemplazada por un aparato de goma
elástica oculto entre su larga y abundante barba, llegado al momento supremo,
así, de una manera imprevista, sin prévio juicio, en un parage desierto y
rodeado de enemigos, en un arranque de indignación:
—¡Patria!—exclamó—así
dejas acabar al que empleó su vida en servirte, y que por ti perdió en una hora
cuanto hace dulce la vida: belleza, juventud, amor?—
Y así diciendo,
arrancó el aparato que ocultaba la mutilación de su rostro, quedando con la
lengua caída sobre el pecho, desfigurado, horrible. (17-18)
Por
último, la aparición de este particular narrador y su forma de pensar la
historia permiten trazar un paralelo con la propia autora, ya que ambos interpretan
la carga histórica del espacio que recorren acentuando el nexo evidente entre
el relato de un sujeto en viaje y la configuración de una nación posible a
partir de su conocimiento y recorrido. No es casualidad que en el momento en
que la viajera se está acercando al objeto que busca describir (su tierra
natal) intervenga esta voz anónima anticipando de manera grotesca e hiperbólica
el mismo tipo de vínculo que la viajera va a examinar en su paso y estadía en
la capital de la provincia.
En
este sentido, en el íntimo viaje de retorno a su hogar, Gorriti restaura los vínculos
que luego en la historia oficial de la nación, en los programas modernizadores de corte centralista
como los que triunfaron después de la independencia argentina, serán
frecuentemente minimizados o directamente negados. La exposición de esta
complejidad histórica del territorio y la percepción de los diversos tiempos
atravesados en la región presentes en La tierra natal
no son simplemente el reflejo de la mirada femenina nostálgica hacia un pasado
que contrasta con las ruinas del presente. (10) Es una narración que se
extiende más allá de la perspectiva emotiva de su protagonista y consigue, en
mi opinión, cambiar el ideologema acuñado por el proyecto triunfante del siglo
XIX en el cual el norte es presentado como un espacio bárbaro, vinculado aún
con la opresión colonial y ajeno o en las “fronteras” de la historia argentina.
Volviendo
al comienzo del ensayo, si Rojas propone la síntesis, el olvido y borramiento
de las diferencias como base para la construcción de la nación, Gorriti emplea un
método que se asemeja al procedimiento de la azada en la tierra que describe Walter
Benjamin en el epígrafe que abre este artículo. Es decir, es la encargada de
excavar y exponer las capas de la historia que se han atravesado hasta llegar a
ese presente de la narración. Con esto, la autora reivindica el papel de la
memoria individual y las sensaciones ambiguas antes el paso del tiempo y las
transformaciones del espacio, construyendo un sentido de la nación que
contempla e incluye esas diferencias negadas en los otros discursos.
Contra una “desertificación” del territorio nacional
….El Desierto
Dentro de la literatura decimonónica
argentina, la imagen del desierto es una de las más recurrentes a la hora de
representar y asimilar el territorio nacional. Prueba de ello son los versos
iniciales, citados en este último epígrafe, de “La Cautiva” (1837) de Esteban
Echeverría, texto fundamental para analizar la constitución discursiva de la
nación. En este poema, el desierto no es simplemente el paisaje donde se
llevará a cabo la historia: es una presencia visible y una fuente creadora de
sentidos a lo largo de toda la obra. Jens Andermann afirma inclusive que todo
el imaginario de la primera etapa de la Argentina se crea, primordialmente, de
manera topográfica, pensando a la nación como un desierto “despojado de huellas
culturales,” donde es posible “inscribir una letra portadora de un discurso
civilizador y universalista” silenciando y excluyendo al otro (17). Así por
ejemplo, para la Generación del ’37, explica Claudia Torre, el desierto como
espacio natural se transforma en “una entidad funcional a una estética y a un
programa político”: “desierto designaba lo que no era ciudad y lo que no era
frontera” (10). Es decir, se trata de un término relacional que existe como
deíctico de una exterioridad amenazante para el plan civilizatorio del XIX y,
paradójicamente, llena de oportunidades (Torre 10) para la expresión utópica
del yo romántico.
Domingo F. Sarmiento será uno de los
intelectuales encargados de llevar esta herramienta analítica topográfica al
extremo, al concebir al espacio nacional como pura geografía carente de
cultura, esto es, sin una serie de artefactos o patrimonio que constituyan el
“ser” de los argentinos. Desde Sarmiento hasta César Aira, pasando por Lucio V.
Mansilla, Alexander von Humboldt, Charles Darwin o Enrique Hudson, (11)
el tropo del desierto aparece una y otra vez como ejemplo de los modos en que se
fue imponiendo, con la influencia literaria de locales y extranjeros, un
imaginario nacional que homogeniza el territorio y establece límites entre lo
que pertenece y lo que es ajeno a esa geografía que ha pasado a ser parte de
una nación y de un Estado determinado.
Por otra parte, es interesante reparar en que
el relato de viaje ha sido uno de los canales de máxima expresión de esta
metáfora del desierto (Prieto; Viñas, “Indios, ejército y frontera”; Rodríguez;
Torre). El estudio de Ernesto Livón-Grosman señala tres etapas históricas de la
utilización del término que pueden rastrearse en el corpus compuesto por los
textos de varios de los autores mencionados, todos ellos viajeros en su tiempo.
Según el crítico, se trata de una literatura que primero controla y luego conquista
y metaforiza ese espacio desértico, sin reconocer en ninguna de estas
instancias una identidad o caracterización previa a la llegada y mirada del
viajero (14-15). En otras palabras, son el viajero y su relato los que fundan e
interpretan el espacio nacional presuponiendo un vació absoluto antes de su
llegada. En el caso de los textos expedicionarios producidos durante la Campaña
del Desierto, para citar otro ejemplo, este gesto es fundamental para
justificar y legitimar la misión del Estado de “poblar” el territorio (Torre
11).
Aunque La tierra natal
también forma parte del género del relato de viaje y se trata de un texto cuya
matriz topográfica es fundamental para la formulación de la mirada de la mujer
sobre el territorio nacional, la perspectiva regionalista adoptada, como se
pudo apreciar, va a contrapelo de la lectura anterior. Gorriti hace uso del
relato de viaje pero lo lleva al encuentro de otras zonas, territorios y
temporalidades. La autora adopta una estrategia novedosa al probar este género literario
en un espacio geográfico y cultural como el Noroeste argentino que, al evocar
constantemente el pasado indígena, virreinal o español, se resiste a la
aplicación de un discurso topográfico que erradique sus huellas culturales y
entiende a la nación, muy por el contrario, como un “todo no homogéneo pero sí
armónico de diversas fisonomías regionales” (Castellino 8).
“Una nación para el norte argentino,” el título de este artículo, glosa el clásico estudio de Tulio Halperín Donghi, Una nación para el desierto argentino, buscando llamar la atención sobre esa “voluntad fundacional” (Hora 17) que se encuentra en el accionar de los letrados criollos que se proponen reconstruir las bases de la nación tras la caída de Rosas (1852) (signo de un pasado decadente, superado) haciendo tabula rasa de todas las marcas culturales preexistentes. Si en el texto de Donghi se parte de la metáfora del desierto como el banco de pruebas donde se busca crear desde cero una nueva idea de nación, la postura de Gorriti representa el reverso de esta tendencia, ya que muestra la necesidad de relativizar la infalibilidad de este discurso cuando su objeto de estudio cambia hacia una zona que de ninguna manera puede homologarse con la idea del desierto. En otras palabras, La tierra natal busca resistir lo que podría llamarse una desertificación del Noroeste argentino.
Notas
(1). Muchos
críticos se han dedicado a narrar los detalles de la vida de Juana Manuela
Gorriti. Además de los artículos citados en este ensayo, pueden también
consultarse Mary Berg, “Juana Manuela Gorriti,” la colección editada por
Cristina Iglesia, El ajuar de la patria: ensayos críticos
sobre Juana Manuela Gorriti, o las biografías ficcionalizadas de
Marta Mercader, Juana Manuela mucha mujer (1980)
o Analía Efron, Juana Gorriti: Una biografía íntima
(1998).
(2). Se
denominaba Grand Tour al viaje por Europa que
realizaban los jóvenes varones de la clase alta europea con el fin de educarse
en la “alta cultura” occidental: era un ritual de pasaje educativo. Esta
costumbre comienza alrededor de la década de 1660 y se continua hasta el siglo
XIX, periodo en el que se transforma “en una gira de placer por espacios ya
domesticados por el turismo” (Fombona 33). Generalmente, este viaje incluía un
itinerario fijo cuyo valor residía en la exposición a la cultura clásica y
Renancentista que formaba el gusto y los valores estéticos de la aristocracia
europea. Trasladado como práctica de la elite criolla a Latinoamérica, este
viaje constituye también una vía de educación, un rito de pasaje del joven a la
adultez, pero se le agrega una dimensión ideológica mayor, ya que los jóvenes
que emprenden este tipo de viajes serán los futuros líderes de las naciones
americanas. La idea de mirar hacia Europa, de formarse en el Viejo Continente
para luego trasladar ideas y modelos económicos, políticos o sociales al Nuevo,
es una práctica que es, como lo muestra la propia Gorriti, objeto de críticas:
se cuestiona la validez o el alcance de esta formación para resolver los
problemas locales de Hispanoamérica.
(3). Tanto en
esta cita como en las extraídas de La tierra natal,
respeto la ortografía de los textos originales.
(4). En El taller de la escritora, Graciela Batticuore analiza el
discurso de Gorriti en el Club Literario de Lima
como “programa cultural” que más tarde será objeto de debate en las tertulias y
periódicos en los que la escritora participa. Batticuore además ofrece una
interesante comparación entre los niños figurados en este discurso y el
personaje masculino de la novela de Gorriti Oasis en la vida
(1888): Mauricio, quien a pesar de haber sido expulsado muy joven de su hogar y
enviado a Europa, conserva el carácter de héroe romántico que anhela con el
regreso a su patria (97-99).
(5). Para un
análisis de la relación de Gorriti con la Generación del ’37, puede consultarse
el artículo “Visión marginal de la historia en la narrativa de Juana Manuela
Gorriti” de Lucía Guerra Cunningham. Por otro lado, su novela Oasis en la vida (1888) que narra la historia de amor entre
un escritor y una mujer trabajadora en medio de una trama donde los cambios
económicos e industriales se hacen presentes, es la que más la acerca a la
temática moderna de la literatura finisecular (Denegri 382).
(6). María Cristina Guiñazú y Claire Martin ofrecen también una sugerente
lectura de esta leyenda, a la que interpretan como espejo de la propia historia
de la protagonista, quien también se exilia por más de medio siglo en fechas
similares a las que el pájaro se ausenta de la zona y cuyo relato de viaje, a
diferencia de los más convencionales dentro del género, no especifica ni el
lugar de partida ni el de su destino final, acentuando así la experiencia del
exilio de la autora y su constante búsqueda por el lugar del origen (98-101).
(7). En “Güemes. Recuerdos de la infancia” (1858),
Gorriti recuerda el encuentro con este militar en su Horcones natal (estancia
de su familia), cuando era una niña. El relato es reiterado posteriormente en
su serie “Perfiles” (1892).
(8). A
comienzos de 1821, en medio de la lucha contra los españoles, la situación
política interna de Salta se volvió tensa a causa de diversas razones como el
autoritarismo, la ambición de poder o la inexperiencia política de la
dirigencia criolla (Bazán 248). Así, la provincia quedó dividida en estos dos
sectores.
(9). Ángel Rama
analiza la gesta y evolución de la figura del gauchipolítico y la poesía
gauchesca rioplatense en su trabajo Los Gauchipolíticos
rioplatenses (1982).
(10). En Private Topographies, Marzena Grzegorcyk realiza una
interesante relectura de la función de las ruinas en La tierra
natal siguiendo la definición de Walter Benjamin.
(11). En Un desierto para la nación, Fermín Rodríguez examina este
corpus literario partiendo también del trabajo de Halperín Donghi para repensar los modos en que la
metáfora del desierto fue utilizada para configurar política, económica y
culturalmente el espacio nacional a lo largo de la historia.
Obras citadas
Aira, César. Ema, la cautiva.
Buenos Aires: Editorial de Belgrano, 1981.
_____. La liebre.
Buenos Aires: Emecé Editores, 1991.
Alberdi, Juan Bautista. Bases y
puntos de partida para la organización política de la
Andermann, Jens. Mapas de poder: una
arqueología literaria del espacio argentino.
Anderson,
Benedict. Imagined Communities. Reflections
on the Origins and Spread of Nationalism. London, New York: Verso,
1991.
Arambel-Guiñazú,
María Cristina y Claire Emilie Martín, eds. Las
mujeres toman la
Argentina del siglo XIX.” Revista de
Crítica Literaria Latinoamericana. XXII. 43-44,
---. El taller de la escritora:
Veladas literarias de Juana Manuela Gorriti, Lima-Buenos
Bazán,
Armando Raúl. Historia del Noroeste Argentino.
Buenos Aires: Plus Ultra, 1986.
Bhabha, Homi. “DissemiNation: Time, Narrative, and the Margins of the Modern
Benjamin,
Walter. Denkbilder, epifanías en viajes. Buenos
Aires: El Cuenco del Plata,
Berg, Mary.
“Juana Manuela Gorriti.” Escritoras de Hispanoamérica. Ed. Diane Marting.
Calhoun,
Craig. Nationalism. Minneapolis: U of Minnesota
P, 1997.
Castellino,
Marta Elena. Prólogo. Literatura de las regiones
argentinas. Ed. Gloria Videla
Chiaramonte, José Carlos y Nora Souto. “De la ciudad a la nación. Las
vicisitudes de la organización política argentina y los fundamentos de la
conciencia nacional.” Relatos de nación. La
construcción de las identidades nacionales en el mundo hispánico.
Ed. Francisco Colom González. Madrid: Iberoamericana, 2005. 311-32.
Concolorcorvo. El Lazarillo de ciegos caminantes. Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1985.
Denegri, Francesca. “Juana
Manuela Gorriti” Encyclopedia of Latin American Literature.
Ed. Verity Smith. Chicago-London: Fitzroy Dearborn Publishers, 1997.
Darwin, Charles. Diario del viaje de un naturalista alrededor del mundo en el
navío de S.M., “Beagle.” Buenos Aires: El Elefante Blanco, 1997.
Efrón, Analía. Juana Gorriti: una
biografía íntima. Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 1998.
Fombona, Jacinto. La Europa
necesaria: textos de viaje de la época modernista. Rosario,
Glave, Luis
Miguel. “Imagen y proyección de la mujer en la República.” La mujer en
la historia del Perú. Ed. Carmen Meza Ingar y Teodoro Hampe
Martínez. Lima: Fondo Editorial del Congreso del Perú, 2008. 553-615.
Gorriti, Juana Manuela. La tierra
natal. Buenos Aires: F. Lajouane, 1889.
______. Misceláneas. Buenos Aires: Imprenta de M. Biedma, 1878.
______. Oasis en la vida. Buenos Aires: Félix Lajouane, 1888.
______. Sueños y Realidades. Buenos Aires: Biblioteca de “La
Nación,” 1907.
______. “Güemes. Recuerdos de
la infancia.” Obras Completas. Tomo III.
106-09.
Grzegorczyk, Marzena. Private Topographies. Space, Subjectivity, and Political Change in
Modern Latin America. New York: Palgrave Macmillan, 2005.
Halperín Donghi, Tulio. Una nación para el
desierto argentino. Buenos
Aires:
Hernández, José. El gaucho Martín Fierro;
La vuelta de Martín Fierro. Madrid:
Hora, Roy.
“Una nación para el desierto argentino:
algunas claves para su lectura.”
Hudson,
William Henry. Idle Days in Patagonia.
London: J.M Dent, 1954.
Humboldt, Alexander. Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente. 5
cultura, 1941.
______. Cuadros de
la naturaleza. Trad. de Javier Núñez de Prado. Barcelona: Iberia,
Iglesia, Cristina. El ajuar de la patria.
Ensayos críticos sobre Juana Manuela Gorriti.
Livon-Grosman, Ernesto. El relato de viajes y la
construcción del espacio patagónico.
Lucero, Nicolás. “La guerra gauchipolítica.” Historia crítica de la literatura argentina v.
Mansilla, Lucio V. Una excursión a los indios ranqueles. Caracas: Biblioteca
Ayacucho,
Masiello, Francine. Between Civilization and
Barbarism. Women, nation & Literary
Mercader, Marta. Juanamanuela, mucha mujer.
Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 1980.
Poderti, Alicia. La narrativa del Noroeste
argentino. Historia socio-cultural. Salta: Editorial MILOR, 2000.
______. “Martín Miguel de Güemes: fisonomías históricas y ficcionales.”
Pratt, Mary Louise. Ojos imperiales.
Literatura de viajes y transculturación. Trad. Ofelia Castillo.
Buenos Aires: Universidad Nacional de Quilmes, 1997.
Prieto, Adolfo. Los viajeros ingleses y la
emergencia de la literatura argentina (1820-1850). Buenos Aires:
Editorial Sudamericana, 1996.
Rama, Ángel. Los
gauchipolíticos rioplatenses. Buenos Aires: Centro Editor de
América Latina, 1982.
Ramos, Julio. Desencuentros de la
modernidad en América Latina: literatura y política en el siglo XIX.
México: Fondo de Cultura Económica, 1989.
Renan, Ernest.
“What is a nation?” Nation and Narration.
Ed. Homi Bhabha. 8-22.
Rodríguez,
Fermín. Un desierto para la nación. La escritura del vacío.
Buenos Aires:
Rojas, Ricardo. Historia de la
literatura argentina; ensayo filosófico sobre la evolución
Sarmiento, Domingo Faustino. Facundo, o civilización
y barbarie. Caracas: Biblioteca
Sommer, Doris. Foundational Fictions: The
National Romances of Latin America. Berkeley: U of California P,
1991.
Torre, Claudia. “Estudio preliminar: las narraciones del desierto.” El otro desierto de la nación argentina. Buenos Aires: Universidad Nacional de Quilmes.
9-26.
Viñas, David. “La mirada a Europa: Del viaje colonial al viaje estético.” Literatura argentina y realidad política. Buenos Aires: Jorge Álvarez Editor, 1964.
3-80.
______. Indios, ejército y frontera.
Buenos Aires: Siglo XXI, 1982.