España
en el diván: el ensayismo de reflexión nacional de Julián Marías
Hellenic
Open University (Greece)
A partir de 1898 la reflexión en torno a “España como problema”
se revitaliza en el país, si bien desde la circunstancia histórica de sus nuevos
cultivadores, enfrentados ya no a las zozobras de un imperio de escala
planetaria, sino a la crisis de un estado nacional. Cultivada por lo más
granado de la intelectualidad, esta reflexión angustiada, obsesiva, impregnada
de diversas formulaciones de nacionalismo, opta por el ensayo como vehículo de expresión privilegiado a
lo largo de casi todo el siglo XX –y en el proceso, lo renueva y moderniza como
género literario– (1). Entre los máximos exponentes de este ensayismo de
reflexión nacional se cuenta el filósofo Julián Marías Aguilera (1914-2005), cuya
vasta labor escrita, principalmente ensayística, se dilata en el tiempo casi
hasta el final de sus días y ha gozado de importante proyección en el ámbito
general de la lengua española. Marías pertenece a la intelectualidad que opta
por permanecer en el país y desarrollar en él su actividad, a pesar de la guerra
civil de 1936-1939 y del hostigamiento de que será objeto por parte de la
dictadura que la sigue. Desde el principio, en los ensayos publicados de Marías
la reflexión sobre España ocupa un lugar central, y en la labor refleja
herencias, sensibilidades y concepciones que sobrepasan el marco de lo
estrictamente personal y recogen algunas de las inquietudes generales de la
España contemporánea, en parte todavía vigentes y aun de máxima actualidad. Esta parcela del ensayismo de Marías es lo que aquí se
aborda. Para llegar al esbozo de un panorama del referido ensayismo de
reflexión nacional, se ofrece, primero, una breve biografía intelectual de
Marías en que se destacan su proceso de profesionalización como escritor y los
patrones intelectuales y culturales concretos que asume explícitamente en su
labor; y se intenta, a continuación, dilucidar la
concepción que el filósofo tiene del género escrito que cultiva y del estilo
que despliega en él.
Dejamos para otra ocasión el impacto que, a lo largo del tiempo, tiene esta
obra en diversos ámbitos socioculturales ibéricos.
Julián Marías nace en Valladolid el 17 de junio de 1914, en vísperas del
estallido de la Primera Guerra Mundial y de una etapa crítica de la historia europea
y española (2). Desde muy joven adquiere un compromiso personal con la
realidad y con la verdad que va a atravesar toda su trayectoria vital e intelectual,
igualmente temprana es su afición a los libros, de los que será un gran
coleccionista; en los tiempos difíciles de la posguerra civil española, su
legendaria biblioteca, siempre en expansión, se convertirá en el imprescindible
arsenal para el desempeño de su labor profesional como escritor, profesor y
conferenciante. Entre 1931 y 1936 estudia en la Facultad de Filosofía y Letras
de la Universidad de Madrid, en plena efervescencia intelectual merced a la
labor de personalidades como Miguel Asín Palacios, Julián Besteiro, Américo
Castro, José Gaos, Manuel García Morente, Enrique Lafuente Ferrari, Ramón
Menéndez Pidal, José Ortega y Gasset, Claudio Sánchez Albornoz o Xavier Zubiri.
Una serie de lecturas, sobre todo de Miguel de Unamuno y de Ortega, así como el
magisterio de este último y del pensador católico Zubiri, determinan tempranamente
su vocación e intereses: la filosofía, la aproximación renovadora al pasado
cultural español, la incorporación del conocimiento europeo en áreas tradicionalmente
no cultivadas en España, la adhesión a valores como el rigor intelectual, la
veracidad, la convivencia, el respeto y la libertad. Junto al poderoso influjo
de este ambiente académico, con su amigo y mentor Ortega en primer plano,
Marías afirma recibir otra influencia decisiva, la que ejerce sobre él la labor
intelectual y creativa desarrollada a partir de la Generación del 98: Azorín, Pío
Baroja, Eugeni D’Ors, Ramón Gómez de la Serna, Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado,
Victorio Macho, José Gutiérrez Solana, Unamuno, Ramón del Valle-Inclán, Daniel Vázquez
Díaz, Ignacio Zuloaga, los poetas de la Generación del 27, los historiadores y
filólogos del Centro de Estudios Históricos (Una vida 1: 110-124). Simultáneamente colabora en revistas destacadas
de la época –Cruz y Raya, Revista de Occidente– y publica unos
diarios de viaje –Juventud en el mundo
antiguo: crucero universitario por el Mediterráneo, de 1934–.
Pero en el verano de 1936 las pesadillas de toda esta tradición liberal a
que se adscribe parecen confirmarse: algo “no funciona” con los españoles y el histórico
“problema de España” adquiere plena realidad en forma de guerra civil. El recién
licenciado Marías se incorpora en Madrid al ejército republicano, a cuyo
servicio escribe habitualmente en órganos de prensa como ABC, Blanco y Negro y Hora de España, y hasta el final de la
contienda, colabora con otra figura capital en su vida, el profesor y político
liberal-socialista Julián Besteiro. La actividad en el bando vencido, los
orígenes intelectuales y la declarada adhesión a ellos y, como remate, la
denuncia falsa de un antiguo amigo conducen a Marías a las cárceles franquistas
entre mayo y agosto de 1939. Tras su puesta en libertad, es uno más de los
tantos represaliados por el Estado emergente y ello le impone una meditación
sobre las opciones a su alcance: se sabe repudiado del mundo institucional oficial
–en lo académico, cultural y mediático– pero no lo está de la sociedad
española, con la que se considera irrenunciablemente comprometido. Por ende, y pese
a las oportunidades que se le brindarán, no se exilia y decide
profesionalizarse como escritor en España, aunque también publicará en medios
hispanoamericanos y estadounidenses, y será conferenciante y profesor
esporádico en instituciones extranjeras dentro y fuera de su país (Una vida 1: 267-294). Tampoco se recluye
en un exilio interior: el contenido y carácter de sus escritos pone de relieve
que no busca reconciliarse con la dictadura franquista; antes al contrario,
destacan su voluntad de mantener la independencia intelectual y el compromiso
con lo que entiende que es la verdad, dentro de los inevitables límites de una
censura omnipresente y omnipotente. Marías opta así por una actitud de
intelectual disidente y, tal como relata en el tercer tomo de sus memorias,
paga conscientemente el precio: “no he tenido una vida universitaria normal ... no tengo discípulos universitarios en mi país y
en continuidad. Esto ha sido para mí una grave pérdida, una esencial mutilación
en mi biografía. Pero no había opción” (Cinco
años 83).
Para Marías su especialidad académica es una forma particular de
conocimiento que, en el caso de España, constituye la columna vertebral de la
vida intelectual y cultural, sobre todo desde que Ortega la alzara a la
categoría de filosofía española y en español (Los españoles 199-200). Determinado a permanecer en su país y a
realizar en él su labor, Marías proclama, pues, desde su primer libro, Historia de la filosofía (1941), su
fidelidad explícita a una cultura cuya continuidad pretende salvar: la obra,
principios intelectuales y aportaciones filosóficas de Ortega y Unamuno, la
filosofía española en general, y el pensamiento de la tradición liberal del
primer tercio del siglo XX. Un par de años más tarde publica el ensayo Miguel de Unamuno –ampliación del
anterior La obra de Unamuno (un problema
de filosofía) (1938), dedicado a la dimensión filosófica de la obra
literaria de este otro pilar intelectual. Aparte de lo que implican como
reivindicación cultural, estos dos estudios le confirman a Marías su idea de
que no existe una división tajante entre literatura y filosofía: la novela constituiría
un método de conocimiento y la filosofía sería un género literario emparentado
con aquélla, y no materia de tratado. Esta idea irá tomando cuerpo en obras
como Introducción a la filosofía
(1947) o “Ensayo y novela” (1953), en que se afirma que la filosofía es un
género literario particular, es “teoría novelada” o “ensayo” (3). Más
adelante, en 1962, Marías ofrecerá la definición de este último género escrito tal
como lo entiende y cultiva: “toda obra, grande o pequeña, no meramente
didáctica y con doctrina personal, que está naturalmente excluida de
[novela y poesía] ... [su lectura] supone cierto
tiempo y esfuerzo … Además, el autor de un libro de ensayo casi siempre «dice
algo», frente a lo cual de alguna manera hay que tomar posición” (Los españoles 166-167).
A partir de esta consideración de la filosofía como ensayo y de éste como
género escrito, se impone la reflexión sobre su vehículo, la lengua, que lo
remite de nuevo a sus mentores intelectuales: sólo en el siglo XX se habría
intentado la interpretación filosófica española del mundo, de la mano de
Unamuno, pero sobre todo de Ortega, que ofrece, al decir de Marías, “lo que
nunca había existido: la lengua filosófica española, el repertorio de
posibilidades para hacer filosofía en español” (España en nuestras manos 263-267). Más concretamente,
a una manera de razón ha de responder una manera adecuada de expresión; el
uso de la metáfora como instrumento de conocimiento riguroso, la creación de
una lengua filosófica que en español no existía antes y que responde quizá más
que otra alguna a los requisitos del pensamiento actual, la innovación en
cuanto a los géneros literarios, condicionados por los temas mismos, todo esto
han sido innovaciones capitales del pensamiento español de los últimos
decenios. Sólo ha sido esto posible porque han coincidido ...
la capacidad creadora literaria y la filosófica (Los españoles 207-210).
La reflexión sobre la lengua conduce a una valoración de la base histórica
y filológica que habría posibilitado su eclosión y que le marca la pauta a
seguir en su propio ensayismo: la lengua española actual es el producto de un
cultivo literario multisecular e ininterrumpido. Según Marías, ello la hace perfectamente
apta para filosofar y le otorgaría a esta actividad intelectual un perfil
particular: “la filosofía de nuestra lengua ha sentido cierta repugnancia al
tecnicismo, al neologismo, precisamente porque el español hablado y escrito, la
lengua viva, tenía singular riqueza y podía albergar, sin perturbación, el
pensamiento más riguroso” (Ser español
363). El estudio de Unamuno y Ortega le enseña, pues, que el gran
descubrimiento u originalidad del pensamiento español contemporáneo es que el
filósofo ha de ser escritor; que los recursos para entender la realidad son de tipo
literario, con la metáfora en primer lugar; y que la lengua española goza de
una larga tradición que la hace plenamente apta para este fin. La asunción de
estas ideas es total y se mantendrá hasta el final de sus días (4). Por
añadidura, en Marías ser escritor se relaciona íntimamente con España
–entendida, al modo de sus mentores, como “problema”–, y con su misión personal
respecto a ella:
España era para mí, desde el comienzo de la guerra civil, un problema; no sólo porque mi vida en ella estuviera erizada de dificultades ... sino porque era menester recuperarla, superar las ingentes pérdidas que había sufrido, abrirla, dilatar su horizonte. ... Había que partir de la realidad para transformarla sin pérdida, porque iba a ser menester echar mano de todos los recursos. Y cada uno desde sus posibilidades reales, siendo fiel a su vocación. La mía era de escritor, de una variedad particular: de pensamiento (Una vida 2: 390-391).
Leticia Escardó, periodista y directora de la revista Cuenta y Razón fundada por Marías, aporta unas claves sobre el
estilo literario del filósofo al subrayar tanto el medio en que despliega su
labor como la tradición intelectual que abraza: “la columna de pensamiento en
diario popular ha ejercido durante el siglo XX en España de faro sobre toda
preocupación nacional” hasta el punto en que, desde entonces, los libros de
ensayo sobre la “constante preocupación por el porvenir de España” son fundamentalmente
recopilaciones de artículos ensayísticos, como ya apuntaba Ortega y confirma
Marías (Un siglo 107). Al decir de
Escardó, el artículo no informativo sino ensayístico estaría representado por
tres figuras destacadas, vinculadas entre sí por una relación sucesiva de
maestro-discípulo (Unamuno maestro de Ortega, maestro a su vez de Marías);
vinculadas también por “una prosa clara, precisa, metafórica, rica, brillante,
envolvente. Escriben al lector de forma personal en un esfuerzo por convencerle
de que se posea a sí mismo y eche mano de su riqueza interior. Utilizan un tono
urgente, apelan al hondón más profundo del alma. Entienden los tres la vida
intelectual como misión. Se sienten voceros de la verdad” (Un siglo 108).
Además de suponer una fuente de ingresos frecuentes, la opción del artículo
en medios de comunicación periódicos responde en Marías, como en sus maestros,
a una concepción del ensayo como tribuna por antonomasia del intelectual. A
diferencia del libro, por grande que sea su difusión, el artículo ensayístico
permite un contacto asiduo con la opinión pública; por añadidura, para Marías el
intelectual tiene una misión, que consiste en ejercer de “conciencia de la
sociedad”, orientándola, proponiéndole proyectos, provocando su reflexión y
respuesta y dando la voz de alarma sobre los retos y peligros que la acechan (Los españoles 252). Esta función social
del intelectual conlleva, así, una serie de obligaciones: hablar hasta donde
sea posible hacerlo, ateniéndose a la verdad y argumentándola; evitar el
provincianismo y el conformismo; rectificar los errores –deliberados o no–;
apasionarse sin obcecarse; tomar posición política sin perder de vista el
horizonte ético; tener simpatías y antipatías, pero sin perderle el respeto a
la realidad ni confundir ésta con los sentimientos propios; y rechazar y
denunciar la suplantación y la falsificación (Una vida 2: 319-320, 337-342). Como se ha referido, el franquismo le
cierra todas las puertas a Marías, pero el veto a la aparición de sus escritos
en medios de comunicación va diluyéndose al compás de las escuálidas aperturas
del régimen, dejándole resquicios para publicar regularmente en España; a la
sazón, sus contactos en el extranjero le brindan tribunas en que publicar lo
que sería censurado o rechazado en el interior. Entre los medios más visitados
por su ensayismo se contarán los diarios españoles ABC, La Vanguardia o El País y el bonaerense La Nación.
En otro orden de cosas, la opción del artículo modula la exposición de los temas. Como en Unamuno u Ortega, el ensayismo de Marías se presenta fragmentado y se articula por agregaciones sucesivas de escritos breves que no permiten una disposición sistemática ni exhaustiva de contenidos, pero que facilitan el retomar o recuperar lo precedente desde nuevos enfoques o circunstancias. En otras palabras, el artículo ofrece una reflexión sintética, es una estructura autónoma y autoconclusiva, pero no cerrada sino vinculada, implícita o explícitamente, a otros escritos con los que conformará una “serie temática” determinada. Marías emplea otros recursos para reforzar la cohesión entre piezas aparentemente dispersas: el frecuente empleo de citas directas, ocasionalmente extensas, de sus escritos precedentes genera una tupida trama autorreferencial que permite seguir, prácticamente en cualquier ensayo, el conjunto de su reflexión sobre un tema. Esta estrategia contribuye a superar los obstáculos de la brevedad expositiva y de la posible ignorancia de su obra anterior, al tiempo que invita tácitamente a conocerla. Otra forma de paliar la fragmentación discursiva –y también el carácter efímero del artículo– es la recopilación de su enorme caudal de artículos, cuya selección y prólogo realiza él mismo (España en nuestras manos 13). Como experto en la materia, Marías tiene su propia receta para la elaboración de un artículo ensayístico, consistente en pensar primero sobre qué se va a escribir, sin dejarlo al azar o al capricho; meditar sobre qué se va a decir; encontrar el temple literario adecuado, de modo que pueda ser eficaz; asegurarse de su claridad, ya que pertenece a la decencia intelectual de quien escribe en un periódico lograr que lo escrito sea inteligible para el lector; finalmente, escribirlo. ... un artículo, destinado a ser leído en pocos minutos y sin interrupciones, debe ser escrito en un solo movimiento mental, sin interrupciones ni pausas (El curso 1 12).
Pese a la dificultad que esto entraña, parece haber un consenso en la
consideración de que la gran virtud del estilo particular de Marías es su claridad
(Un siglo 231, 280, 303, 748-9; Homenaje 445). El escritor es, pues,
consecuente con su concepción del ensayo y busca la plena sintonía entre fondo
y forma: ideas nítidas expuestas de modo sencillo, pero sin incurrir en la trivialización.
Ciertas libertades estilísticas –empleo frecuente de la metáfora, recurso a los
subrayados y a la pregunta retórica– permitirían incrementar la precisión en la
exposición de las ideas y la inteligibilidad del discurso, atraer la atención
del lector e implicarlo, y evitar la entrega de un saber concluido: Marías
invita y posibilita la reflexión de su “interlocutor”, lo anima a interesarse y
estudiar aspectos de la realidad que él mismo no aborda, y se permite a sí
mismo, como escritor, proseguir el desarrollo de su pensamiento en nuevas
entregas de artículos o atender posibles réplicas (Cinco años 98-101). Su prosa es esmerada y el vocabulario preciso,
en un registro culto de la lengua en que introduce su propia terminología, que
remite a su sistema filosófico personal, pero haciendo siempre partícipe de
ambos, terminología y sistema, al lector y evitando el tecnicismo. Fiel a la
esencia del género ensayístico tal como la definiera Ortega –“ciencia, menos la
prueba explícita”–, evita abusar del recurso a las citas y critica la tendencia
de muchos de los cultivadores del género a poblar sus escritos con un profuso
aparato de referencias que, en su esfuerzo por “impresionar al lector”, acaban
por desorientarlo o hacerlo desistir de la lectura (Una vida 2: 349). No obstante, sus escritos ponen ocasionalmente de
manifiesto una inclinación intelectual por la erudición. El comentario o cita
de datos, autores u obras alejados del horizonte de la “cultura general”
responde a su pretensión de utilizarlos como soporte de autoridad –de ahí el
rigor en las citas– y como recurso objetivador de su exposición. Pero puede
alegarse que subyace una intención de divulgar el dato erudito para hacerlo
accesible al lector medio y devolverlo al acerbo cultural, convertido ya en
parte integrante de su “cultura general”: muestras de ello aparecen en ensayos
de Marías de diversas épocas (5).
El recurso a una terminología y sistema filosófico propios y el recurso a
la erudición, que le resultan imprescindibles para decir lo que quiere decir,
hacen que su discurso adquiera en ocasiones cierto tono didáctico o profesoral,
como por ejemplo pone de manifiesto, desde su mismo título, una de las series
de artículos ensayísticos más importante de Marías, “Educación política” –recopilada
en La devolución de España, de 1977–,
de función pedagógica explícita. De salida, ello parece totalmente acorde con
la función social del intelectual que, perfilada y aun codificada por las
generaciones liberales de preguerra, él mismo asume y cultiva; también resulta
acorde con su formación académica, su labor de conferenciante y, sobre todo,
con su vocación de profesor universitario en España, frustrada por las
circunstancias. Asimismo puede argumentarse que semejante propuesta ensayística
resulta objetivamente viable: pese a los avatares históricos del país, desde la
década de los años treinta la alfabetización de la sociedad española y el
aumento del público lector no cesan de avanzar; el artículo en prensa tiene más
posibilidades de circulación social que el libro; y el hecho de escribir en
otras latitudes de misma lengua española amplía la base de lectores potenciales
de sus escritos. El carácter didáctico comportaría, no obstante, algún que otro
efecto secundario. Las estrategias desplegadas para dar cohesión a su labor de
articulista permiten poner de manifiesto la continuidad de las ideas y
argumentos de un pensador que puede jactarse de su fidelidad a sí mismo y de no
haberse retractado nunca de lo escrito en tiempos difíciles (6). En
efecto, la abundante obra de Marías se caracteriza por su constancia,
continuidad y unidad: no cambia de parecer, desarrolla siempre el mismo
pensamiento, las mismas pautas, ideas, argumentos y ejemplos, de modo que,
indefectiblemente, sus escritos van a tender a repetirse a sí mismos. Esta circunstancia
bien puede atribuirse a la necesidad de publicar de forma constante para
ganarse el sustento, o a las “buenas prácticas” del pedagogo, consciente de que
la reiteración resulta imprescindible para la comunicación y difusión de su
mensaje, máxime en circunstancias de excepción política, y por tanto cultural,
como son la dictadura franquista o el delicado proceso de transición a la
democracia de los años setenta. Pero cuando la normalidad política se
consolida, Marías ofrece tres ensayos extensos: España inteligible: Razón histórica de las Españas (1985), Cervantes clave española (1990) y España ante la historia y ante sí misma
(1898-1936) (1996). No se trata ya de antologías o de recopilaciones de
artículos diversos, sino de panorámicas completas de su visión sobre España, su
pasado histórico y cultural, su presente y su provenir; es la obra cumbre del
pensador, en la cual fija su pensamiento y, al ofrecer un saber concluido,
incurre en el riesgo de yugular cualquier desarrollo posterior. Ésta es una
circunstancia que hace que los escritos tardíos que siguen a la trilogía
referida vayan perdiendo su valor de recuperación de temas siempre susceptibles
de revisión reflexiva, ya que se deslizan por la senda de la mera reiteración,
sin aportar nada nuevo, y remiten sistemáticamente a la obra pretérita, donde
ya ha quedado todo explicado –y petrificado–.
No es ésta la única cuestión que lastraría el ensayismo de Marías. Su
claridad estilística y sus reivindicaciones de libertad y autonomía de
pensamiento acusan las presiones inevitables del ambiente dictatorial, y su
obra se resiente de todo ello: “tono polémico, reticencias, exageraciones,
frases de doble sentido, etc. Reconocemos que es preciso a veces «saber leer
entre líneas».” (Soler 238-239). Marías es plenamente consciente de los límites
estilísticos de su obra en la dictadura –la tendencia a aludir sin nombrar,
eludiendo a menudo la referencia directa y amparándose en sobreentendidos o
generalizaciones– (Una vida 2: 283), pero
lo cierto es que dichas taras se mantendrán como una característica decisiva en
sus escritos aun después de la transición española a la democracia, sin llegar nunca
a remitir totalmente. La metáfora y su empleo por Marías son otro factor de
consideración ambivalente, y frente a la concepción recurrente y generalizada
de su estilo como paradigma de claridad se alzan voces críticas. El
especialista en historia intelectual Javier Varela arremete precisamente contra
una de las metáforas más conocidas y definitorias de los términos en que Marías
aborda la reflexión sobre España y lo hispánico, aparecida en Los españoles (1962), y contra lo que
implica como interpretación de la realidad. El español de Julián Marías es,
según Varela,
semejante a un melocotón, que puede pudrirse y desmoralizarse por fuera pero que sigue duro e incólume en su núcleo esencial. Cuando llega la hora de la verdad el español sabe portarse como un hombre. ¡Sí señor! La dialéctica de Marías consiste en la afirmación de los contrarios. El español era cambiante pero inexorable; pertenece a Europa y no pertenece, porque todo son anomalías y dificultades intrínsecas. Con todo y su diferencia, conserva el sabor de la vida. ¿Sabor a melocotón? ¿Y qué pensar de la curiosa explicación sobre la decadencia española? Todo se debió a una “crisis de esperanza”, o a que no se creó a tiempo una “lengua filosófica”. Por ello las sociedades hispánicas no llegaron a madurar íntegramente. Y así, nos quedamos con la duda de si el melocotón maduró o no maduró. ¡A tales extremos habían llegado los misterios del ser español! (19-20).
Al margen de su adecuación, este feroz veredicto adelanta los conceptos
clave entorno a los que se articula el ensayismo de reflexión nacional de Marías
y los términos en que dicha obra y sus interpretaciones se tornan polémicas
para determinados sectores culturales españoles.
Tras asimilar la herencia filosófica de los maestros, la adhesión radical
de Marías a Ortega y su obra lo conducen a una dilatada y concienzuda
dedicación a la divulgación de la obra de su maestro, así como al desarrollo de
un amplio abanico de sus ideas (7). Ya desde su Introducción a la filosofía (1947) Marías parte explícitamente del
paradigma metodológico de su mentor para no abandonarlo jamás. Así, basándose
en la teoría orteguiana de la razón histórica, consistente en permitir “que los
hechos penetren en la mente e imaginar proyectivamente la realidad de la que
brotan que en ellos se denuncia y manifiesta” (España en nuestras manos 9), Marías realiza su aportación personal:
la sociedad del siglo XX presenta graves problemas para la vida personal dado
que no hay unidades históricas vigentes con plenitud, como lo fueron antaño las
naciones, y se oscila entre nacionalismos anacrónicos e internacionalismos
insuficientes; la solución consiste en filosofar, o sea buscar la verdad, y
para encontrarla hay que recurrir a la historia, porque una sociedad, “un país
–España en nuestro caso– no se reduce al presente. La España actual no
es toda la España real; en ésta entra todo su pasado, del cual está
hecho el presente, y el futuro, programáticamente actuante en el hoy” (España en nuestras manos 142).
Consecuente con su naturaleza filosófica, la razón histórica es “razón novelada”
–y, por ende, materia de ensayo–, pues como afirmará Marías en La estructura social (1955), sólo la
narración “desde los proyectos, no simplemente desde el pasado, da
razón de la historia misma, al descubrir su argumento” (cit. en Pérez 330) (8).
El mismo Marías revela el valor que otorga a esta herramienta intelectual
cuando refiere el volumen e importancia de las obras en que la aplica: EE.UU. (Los Estados Unidos en escorzo, 1956; Análisis de los Estados Unidos, 1968; Innovación y arcaísmo, 1973), India (Imagen de la India, 1960), Israel (Israel: una resurrección, 1968), el
mundo hispánico (Hispanoamérica,
1984), regiones españolas (Nuestra
Andalucía y Consideración de Cataluña,
ambas de 1966) y España en su conjunto (Los
españoles, 1962; La España posible en
tiempo de Carlos III, 1963; Meditaciones
sobre la sociedad española, 1966; La
España real, 1976; La devolución de
España (segunda parte de La España real) (1977); España en nuestras manos (tercera parte de La España real) (1978); Cinco años de España (conclusión de La
España real) (1981); España
inteligible: Razón histórica de las Españas, 1985; Cervantes clave española, 1990; España
ante la historia y ante sí misma (1898-1936), 1996; Ser español: Ideas y creencias en el mundo hispánico, 2000) (Cinco años 167-168; “Unidades sociales” 13).
Tras regresar Ortega del exilio, Marías reemprende su colaboración con él
en una iniciativa institucional y en el desarrollo de otra contribución
especulativa del maestro, complementaria de la anterior. Entre 1948 y 1950
ambos filósofos crean y desarrollan un centro de educación superior al margen
de los circuitos oficiales, el Instituto de Humanidades. En esta entidad Marías
imparte lecciones sobre el “método histórico de las generaciones” orteguiano y
lo desarrolla hasta convertirlo en punto de partida para un sistema de
investigación histórica que aplicará fundamentalmente a la de España. De
acuerdo con Ortega, “una generación es una zona de quince años durante la cual
una cierta forma de vida fue vigente. La generación sería, pues, la unidad
concreta de la auténtica cronología histórica, o, dicho en otra forma, que la
historia camina y procede por generaciones” (cit. en Raley, Una filosofía 84-85). Las generaciones,
pues, conforman la estructura de la realidad histórica,
transcurren por el devenir histórico al estilo de una procesión
que marca el “tempo” vital. Lo que une a los miembros de una generación [son]
los acontecimientos históricos que viven, ante los que pueden enfrentarse con
actitudes e ideas diferentes; por consiguiente, los protagonistas de una
generación se ven envueltos en la realidad de su época. Al mismo tiempo las
generaciones se imbrican unas en otras temporalmente, mientras nacen, viven y
desaparecen en el relevo constante del gran teatro del mundo (Pérez 349-350) (9).
Marías desarrolla este sistema en sus obras El método histórico de las generaciones (1949) y La estructura social (1955) y lo aplica,
implícita o explícitamente, en varias de sus obras posteriores como las ya
citadas La España real, España inteligible, Cervantes clave española o España
ante la historia y ante sí misma, atravesadas, pues, por el doble
instrumental teórico de raigambre orteguiana.
A partir de este horizonte, buena parte de la obra de Marías aspira a
demostrar que, pese al franquismo, no sólo la filosofía, sino toda la cultura
española iniciada por las generaciones del primer tercio del Novecientos,
sobreviven y se despliegan manteniendo el mismo nivel de creatividad alcanzado entonces.
Por consiguiente, dos son los objetivos de su propia obra, estrechamente
relacionados entre sí: en primer lugar, reflotar aquel legado intelectual de
preguerra, contribuir al restablecimiento de su continuidad en la nueva etapa
histórica de España y defender la cultura liberal, pasada y presente, frente a
sus detractores y negadores; en segundo lugar, reflexionar sobre la realidad
española en función de los parámetros aportados por aquella tradición cultural,
pasándolos por el tamiz de su propio sistema teórico y metodológico. Marías se
convierte, así, en uno más de los intelectuales españoles empeñados en acomodar
a España en el diván para ver de identificar y resolver su siempre pendiente
“problema”. En el segundo tomo de su autobiografía Una vida presente, Marías enumera los temas desarrollados en su
obra de escritor y brinda las claves en que debe ser entendida: merced a la
actividad de las generaciones intelectuales de preguerra civil,
se había creado una lengua filosófica, que no era ya inferior a ninguna otra;
la ausencia de ella había sido una de las causas principales de la decadencia
española, precisamente en el momento en que Europa intentó vivir de ideas
... acababa de subsanarse una de las grandes deficiencias profundas de España. ...
Desde el primer momento tuve la evidencia de que lo más urgente –y a la vez
posible, aunque muy difícil– era salvar eso. ... por eso me dediqué desde que
fue físicamente posible a pensar y escribir sobre filosofía, siguiendo la
tradición perseguida y denostada que me parecía la única digna y fecunda. El
segundo paso era salvar la continuidad de esa cultura creadora española ... Por eso afirmé lo que se negaba: Unamuno y todo
el 98, Ortega y todo lo que de él procedía, la espléndida literatura del siglo
XX, las interpretaciones veraces e inteligentes de la historia de España,
primariamente las de Menéndez Pidal. Pensé que si esta continuidad se salvaba,
si no se hacía el desierto, si no se renunciaba al nivel alcanzado, el
resurgimiento sería posible, sería lícito tener esperanza. Y a la vez había que
afirmar la inserción de España en Europa, en la totalidad de Occidente, es
decir, en su lugar efectivo (216-218). (10)
Desde este prisma, la cultura de la llamada “Edad de Plata”, vertebrada por
la filosofía, y la reflexión nacional mantienen una relación orgánica que
impide desvincularlas completamente. En efecto, la obra de Marías parece seguir
una pauta de círculos concéntricos en que el ámbito de interés se torna
progresivamente abarcador. La adhesión a la enseñanza de Unamuno y, sobre todo,
de Ortega le permite desarrollar un sistema propio de coordenadas teóricas en
función del de sus maestros, dotándose así de una serie de herramientas
especulativas que aplicará a toda su tarea intelectual. Asimismo, su sistema
filosófico de filiación unamuniano-orteguiana determina el género escrito que
cultiva –el ensayo–, el estilo correspondiente y la tribuna a través de la cual
poner en circulación sus ideas. A continuación, Marías aplica todo este arsenal
al tratamiento de cuestiones estrictamente filosóficas –la verdad, la realidad,
la vida, la libertad, el individuo, la sociedad–, pero principalmente lo aplica
al restablecimiento de la continuidad de la cultura española iniciada por la,
en consecuencia, “primera fase” de la Edad de Plata, con especial atención a la
reflexión privilegiada de aquélla, la que tiene a España por objeto. La labor acometida
no es meramente museística o arqueológica, implica desplegar el cuerpo
intelectual recibido en sus propios términos, pero sin limitarse a ellos o a
sus conclusiones: a la adhesión y reivindicación de la obra precedente, Marías
suma la aspiración de superar todas las interpretaciones de España a través de
la historia, presentes y pasadas, extranjeras o locales, incluidas las
aportadas por la tradición liberal de preguerra. Cabe añadir, por último, que
los constantes desplazamientos que realiza Marías, condicionados por su
actividad profesional en calidad de conferenciante y profesor, lo enfrentan a
realidades humanas concretas sobre las que probar sus esquemas teóricos y le
aportan material para ensayar un contraste entre lo propio y lo ajeno,
destinado, en última instancia, a arrojar mayor luz e inteligibilidad sobre
España y lo hispánico (Los españoles
13). Por extensión, los viajes por España también reflejan su fidelidad al
paradigma de la tradición liberal consistente en conocer de primera mano la
“realidad nacional”.
La reflexión nacional es capital en la obra publicada de Marías (11).
Esta meditación constante se materializa en escritos de su fase madura, tras la
ardua labor de investigación y difusión filosófica, escritos que van de la nota
mínima al ensayo nutrido, pasando por el artículo ensayístico de extensión
variable. Un ejemplo de lo primero lo constituye el breve prólogo a la edición de
1987 del libro España, de Edmondo de
Amicis, prueba de la devoción de Marías por su país y cuanto tenga que ver con
él. En el extremo opuesto en cuanto a extensión están los ensayos La España posible en tiempo de Carlos III
(1963), España inteligible (1985), Cervantes clave española (1990) y España ante la historia y ante sí misma
(1996). Empero, el volumen más importante de su reflexión nacional está
constituido por artículos que el mismo autor se encarga posteriormente de
recopilar y prologar en libros: Los
españoles (1962); Meditaciones sobre
la sociedad española, Nuestra
Andalucía y Consideración de Cataluña,
todos de 1966; la tetralogía “La España real” compuesta por el ensayo de 1976
de mismo título y La devolución de España
(1977), España en nuestras manos
(1978) y Cinco años de España (1981);
los dos volúmenes de El curso del tiempo
(1998); y Entre dos siglos (2002).
Finalmente, Ser español: ideas y
creencias en el mundo hispánico (2000) es más una antología de artículos
ensayísticos que una recopilación, por lo que son escasas sus aportaciones
novedosas aunque permita reproducir algunos escritos no recogidos en obras
precedentes (12).
En la recopilación Entre dos siglos,
el artículo del año 2000 “Hacia la historia de España” (267-270) permite a
Marías desvelar la pauta que ha guiado su producción de ensayos de reflexión
nacional: se trataba de comenzar por lo particular y concreto, o sea por la
estructura y formas de ser determinadas de España y lo hispánico. Si bien algunas piezas ponen de manifiesto el interés temprano de
Marías por el tema –“Una psicología del español” (1947), “Cataluña veinte años
después” (1953)– la reflexión sistemática sobre lo
particular y concreto aparece en su fase madura como escritor: en 1962 se
publica Los españoles, que reúne un
amplio abanico de ensayos sobre el país ibérico y su circunstancia, ampliados cuatro
años más tarde en Meditaciones sobre la
sociedad española. Esta reflexión incluye también el
tratamiento de la realidad colectiva española a través de largas series
de artículos recopilados –Nuestra
Andalucía y Consideración de Cataluña–,
un decisivo ensayo monográfico sobre el Setecientos español –La España posible en tiempo de Carlos III–,
así como cuatro volúmenes de crónica de actualidad sobre el largo y delicado
proceso de transición española a la democracia –la tetralogía La España real–. En su consideración de
que cualquier aproximación a España que ignore el horizonte hispánico en
conjunto resultará incompleta, a partir de 1951 empieza a escribir
frecuentemente sobre Latinoamérica reflexiones derivadas de sus múltiples
viajes a dicho ámbito –“¿Naciones?” (1951), “Sobre
naciones” (1953) o el más tardío y extenso Hispanoamérica
(1984)–. Su interés por el Nuevo Mundo incluye también
escritos sobre los Estados Unidos que le permiten realizar comparaciones con
los hábitos, lengua y modos de vida españoles, como refleja Los españoles. Este tratamiento
previo de aspectos concretos posibilita la aparición, en 1985, del ensayo España inteligible, del que Marías
afirmará que es “acaso el que más me alegro de haber escrito” (Entre dos siglos 268), una extensa
reflexión histórica que se complementa con dos nuevas e igualmente extensas
aportaciones: Cervantes clave española,
ensayo monográfico sobre el creador de Don Quijote, y España ante la historia y ante sí misma, su visión personal sobre
la continuidad de la cultura española. Estas tres obras sintetizan
explícitamente todo lo anterior: retoman las ideas, líneas argumentales y datos
y ejemplos esbozados en todos sus escritos precedentes y ofrecen una
aproximación más sistemática, completa y actualizada de su pensamiento, pero
sin abandonar el terreno del ensayo por el del tratado. A mediados de los años noventa
Marías vuelve a concentrarse en los artículos breves en medios de comunicación
periódicos, donde prosigue su reflexión nacional hasta el final de sus días,
recopilados sucesivamente en los dos volúmenes de El curso del tiempo, en Entre
dos siglos y en Cuenta y Razón.
El enorme caudal de la obra publicada de Marías refleja sin duda una
preocupación constante por la reflexión nacional, pero también las dificultades
objetivas de vivir de la escritura, que obligarían a producir sin pausa para
garantizarse unos ingresos mínimos. Por otra parte, dicha abundancia de
escritos induce a cierta precaución: la mayor parte de su ensayismo se recopila
en libros cuyo contenido será, necesariamente, diverso y atento a más de un
ámbito de interés; además, el autor tiende a remitir en sus ensayos a otro u
otros anteriores, generando así una tupida trama autorreferencial. Por último,
la relación orgánica apuntada entre la continuidad cultural y la reflexión
nacional hace que ambas cuestiones sean mutuamente permeables, de modo que se
interrelacionan y entrecruzan con mucha frecuencia, aun en un mismo escrito.
Dado que el artífice de las recopilaciones es el mismo autor, que también las
prologa personalmente, resulta cabal aceptar su criterio de agrupación de
escritos como punto de partida para el análisis de los contenidos. Pero ésa es ya
otra historia.
Notas
(1). La
bibliografía sobre el tratamiento ensayístico de “España como problema” es muy
abundante, véase Abellán Los españoles
9-17 y El problema de España 13-27; Andrés-Gallego
300-304; Aullón 11-17, 34 y 106-111; García de Cortázar 84-114; Juliá 15-18.
(2). La biografía
más completa de Marías se halla en los tres volúmenes de su autobiografía Una vida presente: Memorias (1988-1989).
Igualmente útiles son Marías, Ser español
17-33 y Cinco años 301-315; Bleznick
126-128; Raley, Una filosofía 33-38;
Soler 15-17, 26-61; Homenaje 15-20.
(3). Véase Marías,
Ensayos de convivencia, 246-247. En
el mismo sentido, Marías, Los españoles
218-226 y La devolución 203-207,
209-213; Abellán, “La Escuela de Madrid” 332; Raley, La visión 56-86, 99-100; Soler 228.
(4). Los
testimonios de Marías al respecto se multiplican, véase, por ejemplo, Cinco años 224; Ser español 28; Una vida 2:
390-391.
(5). Véase, por
ejemplo, La España posible 390-419; Cinco años 112-116; España inteligible 213-226.
(6). Véase las
afirmaciones de Marías en La España real
269-270, 287; España en nuestras manos 167-171;
Cinco años 304. En el mismo sentido
Raley, La visión 48.
(7). Las obras de
Marías dedicadas a su amigo y mentor son: La
filosofía española actual (1948), Ortega
y la idea de la razón vital (1949), Ortega
y tres antípodas. Un ejemplo de intriga intelectual (1950), Idea de la metafísica (1954), Biografía de la filosofía (1954), Filosofía actual y existencialismo en España
(1955), El lugar del peligro. Una
cuestión disputada en torno a Ortega (1958), La escuela de Madrid (1959), Ortega
I: Circunstancia y vocación (1960), Antropología
metafísica (1970), Ortega II: Las
trayectorias (1983), Generaciones y
constelaciones (1989), y artículos ensayísticos recogidos en Cinco años 260-265 y Ser español 347-350. Sobre la
reivindicación y defensa de Ortega por Marías, véase Abellán, “La Escuela de
Madrid” 324-339; Llera 260-271. Sobre Ortega, su filosofía y su influencia en
Marías, véase Abellán, La cultura
63-73; Calomarde 86-96; Carpintero 193, 227-229.
(8). Sobre la
teoría de la razón histórica véase también Marías, España en nuestras manos 93-129; España inteligible 35-41, 395-409, 423; Una vida 1: 129; El curso
2 300-301; Beneyto 230-234; Raley, La visión 137-164.
(9). En el mismo
sentido véase Marías, La devolución
56-57; Carpintero 207-209; Raley, Una filosofía
70-74, 84-89; Un siglo 21-28. Una
reivindicación reciente de la vigencia del método de Ortega y Marías la ofrece
el escritor y ensayista Juan Cueto (“Duelo a tres generaciones”).
(10). Véanse
también Marías, Una vida 2: 270,
392-395. Confirman este esquema de categorías temáticas Beneyto 252; Un siglo 276.
(11). Diversos especialistas coinciden al señalar que nos hallamos ante uno
de los ensayistas españoles contemporáneos que mayor atención ha prestado a su
país. Véase Beneyto 227, 252; Calomarde 86-87; Carpintero 217; Castro ix; Soler
236-237.
(12). Cabe añadir
que la revista Cuenta y Razón ofrece
en forma electrónica la totalidad de las colaboraciones ensayísticas de Marías
en ella entre 1981 y 2005, así como una antología de ensayos aparecidos
anteriormente en las recopilaciones ya referidas, véase <http://www.cuentayrazon.org/>.
Bibliografía
Abellán, José
Luis. El problema de España. Atenas:
Instituto Cervantes – Aiolos, 2004.
---. La cultura en España (ensayo para un
diagnóstico). Madrid: Edicusa, 1971.
---. “La Escuela
de Madrid: la perspectiva de Julián Marías: una interpretación.” Historia crítica del pensamiento español.
Vol. 5 (3). José Luis Abellán. Madrid: Espasa Calpe, 1991. 324-340.
---. Los españoles vistos por sí mismos: la visión
que los españoles han tenido de sí mismos a partir de los años en que se
constituyó la unidad nacional. Madrid: Turner, 1986.
Andrés-Gallego,
José. “El problema (y la posibilidad) de entender la historia de España.” Historia de la historiografía española.
Coord. José Andrés-Gallego. Madrid: Encuentro, 1999. 297-338.
Aullón de Haro,
Pedro. El ensayo en los siglos XIX y XX.
Barcelona: Playor, 1984.
Beneyto, José María. Tragedia y razón: Europa en el pensamiento español del siglo XX. Madrid:
Santillana, 1999.
Bleznick, Donald
W. El ensayo español: del siglo XVI al XX.
México: De Andrea, 1964.
Calomarde,
Joaquín. “Julián Marías, la presencia de una vida.” Debats 92 (2006): 86-96.
Carpintero,
Helio. Cinco
aventuras españolas (Ayala, Laín, Aranguren, Ferrater, Marías). Madrid: Revista de Occidente, 1967.
Castro
Carrasco, María-Rosario. La visión de
España de Julián Marías. Nueva York: Peter Lang Publishing, 1991.
Cueto, Juan.
“Duelo a tres generaciones.” El País
Semanal 1.536 Marzo 2006: 10.
García de
Cortázar, Fernando. Los mitos de la
historia de España. Barcelona: Planeta, 2003.
Homenaje a Julián Marías. Madrid: Espasa-Calpe, 1984.
Juliá, Santos. Historia de las dos Españas. Madrid:
Santillana, 2004.
Llera Esteban,
Luis de. La modernización cultural de
España, 1898-1975. Madrid: Actas, 2000.
Marías,
Julián. Cinco años de España (conclusión de La España real). Madrid: Espasa Calpe, 1981.
---. El curso del
tiempo, 1. Madrid: Alianza, 1998.
---. El curso del
tiempo, 2. Madrid: Alianza, 1998.
---. Ensayos de
convivencia. 1955. Obras de Julián Marías. Vol. III. Madrid: Revista de Occidente,
1964. 242-247.
---. Entre dos siglos. Madrid: Alianza, 2002.
---. España en nuestras manos (tercera parte de La España real). Madrid: Espasa
Calpe, 1978.
---. La devolución de
España (segunda parte de La España
real). Madrid: Espasa Calpe, 1977.
---. La España real. Madrid: Espasa Calpe, 1976.
---. Los españoles. 1962. Obras de
Julián Marías. Vol. VII. Madrid: Revista de Occidente, 1966. 13-290.
---. Ser español: ideas
y creencias en el mundo hispánico. 2000.
3ª ed. Barcelona: Planeta, 2001.
---. Una vida presente:
Memorias 1 (1914-1951). Madrid: Alianza,
1988.
---. Una vida presente:
Memorias 2 (1951-1975). Madrid: Alianza,
1989.
---. “Unidades sociales y unidades políticas.” Cómo articular las Autonomías españolas.
Seminario organizado por FUNDES, 2-3 de julio de 1979. S. l.: FUNDES, 1980.
13-19.
Pérez
Duarte, Javier. Claves del pensamiento
político de Julián Marías. Bilbao: Universidad de Deusto, 2003.
Raley,
Harold. La visión responsable: la
filosofía de Julián Marías. Trad. César Armando Gómez. Madrid: Espasa
Calpe, 1977.
–––. Julián
Marías: una filosofía desde dentro.
Madrid: Alianza, 1997.
Soler Planas, Juan. El
pensamiento de Julián Marías. Madrid: Revista de Occidente, 1973.
Un siglo de España: homenaje
a Julián Marías. Madrid:
Alianza, 2002.
Varela, Javier. La novela de España:
los intelectuales y el problema español. Madrid: Santillana, 1999.