Ette, Ottmar y Müller, Gesine (Eds.), Caleidoscopios coloniales. Transferencias culturales en el Caribe del siglo XIX. Madrid/Frankfurt: Iberoamericana-Vervuert, 2010, 481 pp. ISBN: 978-84-8489-559-6

 

Este volumen está formado por una cuidadosa edición de los trabajos presentados en el congreso “Caleidoscopios coloniales. Transferencias culturales en el Caribe del siglo XIX” que tuvo lugar en la Casa de las Culturas del Mundo en Berlín, Alemania, entre el 9 y el 11 de julio de 2009. La metáfora del caleidoscopio sirve acá para la reunión de estos trabajos, enfocados en su mayoría en los procesos de transferencia y circulación culturales en las antiguas colonias de Francia y España, tanto a nivel intracaribeño como también a niveles extracaribeños. Destaca, en la revisión de su índice y en la descripción de sus autores, la diversidad de espacios académicos representados por sus países de origen y sus instituciones de trabajo académico. Hay entre ellos representantes de Universidades de Alemania, Estados Unidos de América, Canadá, Francia, España y Costa Rica. El contenido del volumen está compuesto por ensayos escritos tanto en idioma español como en idioma francés que se dividen en cinco secciones: Cuba, Guadalupe/Martinica, Haití, África, Europa y las Américas. Estas secciones, a pesar de referir en primera instancia a áreas geográficas, en realidad sirven para comprender que dichas áreas se despliegan como centros coloniales de cruces entre procesos de transferencia cultural heterogéneos. La propuesta unificadora del volumen parte de la necesidad de estudiar fenómenos culturales desde las perspectivas de las relaciones intracaribeñas, pero también de las relaciones que conectan Europa, África, las Américas y Asia con el Caribe, siguiendo una lógica de multirelacionalidad productiva. Este grupo de académicos desarrolla temáticas sumamente ricas en ejemplos, fuentes, fenómenos, modelos teóricos, detalles en el análisis y profundidad en el planteamiento de hipótesis de interpretación, analizando problemas tan diversos como los que pasamos a mencionar a continuación.

Siguiendo un eje literario-cultural nos encontramos problemáticas como por ejemplo las relacionadas con la alegoría de la fiesta dentro de los procesos de emancipación cubana (Roberto González Echeverría), los intercambios de las artes dramáticas de las metrópolis y de las periferias como formas de negociación de modelos estético-políticos entre áreas culturales como el Caribe y Europa (Janett Reinstädler), las transformaciones del modelo europeo de la novela histórica como centros de pujanza política frente a la censura, la segregación racial y las figuras dictatoriales del poder político y cultural (Ana Mateos), la pintura como dispositivo de control colonial y su asociación con nuevas técnicas de reproducción para constituirse en medio de alcance ideológico más efectivo y poderoso, en competencia, y hasta conflicto, con la literatura (Liliana Gómez), la discusión de las figuras de los piratas como agentes militares y económicos para la imposición de intereses económicos metropolitanos a partir del análisis de su sistemática exclusión de los discursos nacionales de la memoria y de su desdibujada, tímida y superficial inclusión en el imaginario y la memoria regional caribeñas (James Arnold), las transferencias culturales conflictivas de los diversos proyectos de fundación de una isla/nación entre Santo Domingo y Haití (Frauke Gewecke), y las formas de recepción intracaribeña de la Revolución de Haití (Consuelo Naranjo Orovio).

Siguiendo más bien un eje de análisis de las diversas dimensiones del fenómeno de la esclavitud y de su abolición, nos encontramos problemáticas como por ejemplo las relacionadas con las transformaciones de las formas de trabajo y de su cultura, en el paso del esclavismo al trabajo asalariado y su vínculo con una nueva tipología social y antropológica de delitos relacionados con la imposición de los modelos agrarios de producción (Marcel Dovigny), las sublevaciones de esclavos en relación con prácticas de sobrevivencia y de lucha abolicionista (Nelly Schmidt), pero también en relación con la formación de la memoria colectiva y de una tensión entre nuevos libres y segunda esclavitud a partir de la incesante inmigración desde la China y la India (Oruno D. Lara), las complejas formas de la pasión por la violencia y la pasión por la dominación (Caroline Oudin-Bastide), la trata de esclavos entendida como un acelerador y al mismo tiempo motor de la globalización (Michael Zeuske), las relaciones entre la esclavitud y los procesos de mestizaje de las sociedades y culturas caribeñas (Michèle Guicharnaud-Tollis) y las formas de politización de los discursos literarios del Caribe en el mundo occidental como parte integral de las argumentaciones dentro de las discusiones abolicionistas (Thomas Bremer).

En un tercer eje temático, habría que destacar una serie de trabajos que ayudan a profundizar las posibilidades metodológicas y teóricas de un modelo transareal y transarchipiélago de estudio del Caribe, en este caso concreto, del Caribe durante el siglo XIX, en la época que se desarrolla entre la Revolución Francesa y la abolición de la esclavitud en Cuba. Se trata de trabajos que desarrollan problemas que obligan a modificar nuestras herramientas metodológicas, conceptuales y teóricas para pensar el Caribe como, por ejemplo, el problema de la circulación transcultural de saberes entre el Caribe y contextos como el de los Estados Unidos de América y Francia (Anja Bandau), la definición y la coherencia de la definición del Caribe, desde una perspectiva panamericana, a partir de las categorías de cruce, microcosmos y límite (Héctor Pérez Brignoli), los problemas epistemológicos de la representación científica del Otro, apreciados desde las tempranas cuestiones filológicas y en la autocrítica de esta joven y controversial disciplina en el siglo XIX (Markus Messling) o la evaluación del valor de los estudios literarios caribeños en las discusiones de los estudios coloniales comparados, a partir del reconocimiento de que las manifestaciones literarias caribeñas consolidan las dinámicas políticas de su época (Gesine Müller).

En la misma línea de este último eje temático representan un valor particular las propuestas de Chris Bongie y el ensayo teórico introductorio escrito por Ottmar Ette. En el primer caso, con un estimulante e interpelante texto, Chris Bongie desarrolla una crítica a la tendencia, dentro de los estudios poscoloniales, a diluir diferencias fundamentales entre acontecimientos políticos y manifestaciones culturales. Tomando el ejemplo de la recepción, interpretación y crítica de la Revolución de Haití, este autor determina una distorsión de la imagen de Haití y de su revolución, en lo que él mismo ha llamado el Haitian Turn, por simplificaciones y confusiones producto de esa dilución de las diferencias entre política y cultura. En el segundo caso, destaca el modo en que Ottmar Ette propone una apertura de los estudios sobre el Caribe más allá de los límites geográficos del Atlántico; insistiendo en el carácter translocal de la idea de los mundos archipiélagos, en José Martí y José Rizal por ejemplo, y en el carácter ficcional transarchipiélago de la naturaleza insular del Caribe, en Colón y Marco Polo por ejemplo. Ette demuestra así el valor fundamental de la literatura en esta apertura del Caribe. Esto no sólo significa una apertura del Caribe más allá del Atlántico, sino una apertura de la idea de la literatura más allá de la ficcionalización, la imaginación o la mera representación. Acorde con sus teorías, Ette propone la posibilidad de un nuevo modelo de estudio, transareal, a partir de esta doble constatación: el universo insular como modelo de movilidad, transferencia y multirrelacionalidad cultural, y la literatura como un saber sobre la vida que tiene lugar en estos universos culturales.

El Caribe del siglo XIX se revela en este voluminoso libro como un antecedente que debe ser incluido en el estudio de los fenómenos y procesos de la temprana globalización, como ejemplo de una modernidad que no puede seguir siendo pensada como genuina y puramente occidental, como un espacio ejemplar para estudiar fenómenos urgentes de nuestra era contemporánea como lo son las migraciones, la circulación y la interconexión entre espacios geográficos, y los constantes procesos y luchas de ruptura con los sistemas culturales, políticos y económicos coloniales. Estos trabajos proponen para ello una tipología de los procesos de transferencia, más allá de los ámbitos nacionales y transnacionales, y de su explicación como modelos culturales en competencia, a partir del estudio de los portadores, los medios, las teorías y los modelos sociales que involucran. En este volumen se estudian portadores como los piratas, los escritores y sus viajes, medios como el teatro, la prensa, la pintura o la literatura, teorías como la filología y la historiografía, modelos sociales como las formas de trabajo, de gobierno y las estructuras de clase. De este modo, los procesos de transferencia forman parte de la vida, es decir, de las maneras en que los actores manejan los modelos en sus situaciones respectivas y de las maneras en que se almacenan para circular globalmente bajo las formas de las literaturas.

Este volumen representa bastante bien, dada su amplitud y su compleja, diversa y cuantiosa configuración, la necesidad de continuar investigando el Caribe, y posiblemente otras áreas culturales también, no a partir de unidades y categorías fijadas apriorísticamente, sino a partir de los problemas y cuestionamientos que se encuentran sujetos al desarrollo mismo de los análisis y estudios. El Caribe pierde, en este texto, y calificamos este punto como uno de sus aciertos, su apariencia de simetría, como en la imagen misma del interior del caleidoscopio, aun cuando no nos debe dejar de ocupar el estudio de su formación en tanto imagen. Eso sí, este estudio, debe venir acompañado de la investigación extensa y profunda de sus asimetrías y de sus entrelazamientos.

 

Pablo Hernández Hernández

Universidad de Costa Rica