Identidades
ambiguas en la música de Kevin Johansen:
la no-ciudadanía del dadaísmo subtropical
Mara
Favoretto – Timothy Wilson
University of Melbourne – University of
Alaska, Fairbanks
N’est
pas fou qui veut (se requiere
mucho talento para ser un lunático)
—Dicho popular francés
Humor is the great thing, the saving
thing. The minute it
crops up, all our
irritations and
resentments slip away
and a sunny spirit takes
their place.
—Mark Twain
El origen del dadaísmo como
movimiento histórico se atribuye a varios factores, entre ellos, la llegada de
jóvenes intelectuales europeos, huyendo de sus países en guerra, a un lugar
neutral: Zurich. La ciudad suiza se había convertido en un lugar de encuentro
multicultural de jóvenes de clase media que insistían en hacer conocer su
posición en contra de la guerra y el nacionalismo. Los dadaístas inspiraron el
cuestionamiento de los límites entre el arte y el no-arte, y la naturaleza de
las posibles conexiones entre cosas aparentemente no relacionadas entre sí.(1) Históricamente, con la excepción de Marcel Duchamp,
muchos de los dadaístas fueron absorbidos por el surrealismo (Flam xi). El
espíritu dadaísta estaba basado en el uso de lo absurdo para atacar al sistema,
al materialismo, a las normas y convenciones. El mensaje dadaísta, en esencia,
era ‘todo vale.’ Este espíritu se observa resurgente en la producción artística
contemporánea del músico estadounidense-argentino Kevin Johansen. Su
música, parte de una nueva generación de ‘artistas subtropicalistas,’(2) no se enfrenta de forma
tradicional (la protesta) a los problemas modernos como la globalización y
la división latino-anglo, sino que los demuele, los aniquila, y los somete
literalmente al ridículo, sugiriendo el concepto de ‘no-ciudadano’ como el
nuevo habitante del mundo globalizado.
Por su constante
cuestionamiento de las convenciones, el trabajo artístico de Johansen presenta
elementos que parecen transportados del dadaísmo, que originalmente había sido
concebido como un arte no descriptivo, una especie de sinsentido irracional,
una destrucción de las convenciones lingüísticas. El movimiento dadaísta
cuestionaba y valoraba irónicamente a la vez, todas las manifestaciones
culturales, incluso aquellas que fueran disidentes, en su afán de otorgar un
valor neutral a todo, de modo que todas las posiciones críticas o puntos de
vista estuvieran ubicados a un mismo nivel. Podríamos
tomar, a modo de ejemplo, el caso del dadaísta Raoul Hausmann, quien en su
trabajo atacaba las tradiciones de la cultura occidental. Para Hausmann, el
dadaísmo era parte de su estrategia para suplantar todos los sistemas de
creencias en pos de una comunidad que estuviera basada en ‘relationships
without boundaries’ (Foster 134). A través de sus múltiples roles como poeta,
crítico, ensayista y artista visual, Hausmann se ocupaba de identificar y
manipular las convenciones de todo tipo, fueran éstas lingüísticas, visuales o
auditivas, con el fin de poner en evidencia el proceso que las generaba y cómo
se daba la dinámica de su funcionamiento. Por ejemplo, su ensayo Lob des Konventionellen (1922) era una
lista de convenciones que él elegía aceptar o rechazar. Hausmann disociaba el
concepto de tradición y el de convención, considerando estas últimas meras
funciones prácticas. Estas funciones incluían informar al hombre acerca de las
leyes de la naturaleza y las leyes de la realidad y
consecuentemente, ofrecían al artista y activista social lo que Hausmann veía
como la potencialidad de trascender estas leyes. En síntesis, Hausmann buscaba
una visión funcional de la cultura que, una vez ‘descontaminada,’ pudiera
transformarse en torno a principios que él definió como ‘the higher unity of
universal functionality’ (citado en Foster 150). Hausmann sostenía que en la
inestabilidad de la dinámica de un mundo en constante cambio podía vislumbrarse
la esperanza de transcenderlo. El rol de Hausmann como dadaísta fue el de
intentar ‘descontaminar’ la cultura y liberarla de tradiciones destructivas,
haciendo visibles los procesos que las producían.
Hausmann y muchos otros
dadaístas en su momento intentaron crear una estructura a través de la cual
analizar las inconsistencias de la vida misma. El espíritu dadaísta se ha
filtrado en muchos ámbitos: se le dió uso político, artístico y crítico. Se
pueden observar también puntos de contacto con la producción artística de Kevin
Johansen y su provocación al orden establecido, al nacionalismo, a las
divisiones norte-sur y latino vs. anglo. Johansen, al
igual que Hausmann, intenta despojar su música de cualquier asociación previa
unilateral, abriendo un espacio no identificable con lo establecido, uno
original, nuevo y liberado.
Aunque algunos lo llaman ‘el
panamericano,’ él prefiere que lo vean como ‘un mestizo del futuro.’(3) Johansen
nació en EE. UU. en plena
época de la guerra de Vietnam. Llegó a la Argentina a los 12 años, cuando
comenzaba la dictadura militar, y luego de pasar dos años en Montevideo, volvió
a Buenos Aires. Formó allí un grupo de rock (llamado Instrucción Cívica) con el
que grabó dos discos: Obediencia Debida
e Instrucción Cívica. (4) En
1990—plena guerra del Golfo—regresó a Nueva York donde vivió por 10 años. Allí
grabó 4 discos indie, el último de
los cuales—que lleva el mismo nombre que su banda ‘The Nada’—se editó en
Argentina, país al que volvió justo en el 2000, cuando estalló el sistema
económico financiero. ‘No soy un hombre oportuno,’ dice de sí mismo (Guerriero). De modo
que el fondo biográfico de Johansen es casi tan variado como se refleja en su
composición musical.
La música de Kevin Johansen y
su banda ‘The Nada’ parece habitar un espacio indefinido—que
no es internacional sino intra-nacional—y de
difícil identificación. Su música es estilística y lingüísticamente tan o más
variada que las naciones en las que ha vivido. Las letras combinan el
castellano y el inglés de modo tal que ninguno tiene preponderancia sobre el
otro, y agregan frases en portugués y francés, muchas veces en la misma canción
y hasta en la misma línea. En las canciones se asimilan los distintos sonidos
de Latino y Norte América: samba brasilero, milonga argentina, floklore andino,
country, folk, blues, soul, norteño mexicano y muchos otros más. En definitiva,
Kevin Johansen y su banda The Nada se dedican a deconstruir géneros y a
subvertir estilos—lo que Johansen llama una de-generación—que destruye los límites culturales tan cuidadosamente
imaginados y proyectados por cada sociedad. Es claro que la música es de por sí
una forma de fusión y que la hibridez no es nada nuevo en este campo. Sin
embargo, Johansen lo hace de manera extrema, consciente e intencionalmente.
Introduce elementos completamente extraños al contexto y los
mezcla con humor, juegos bilingües de palabras y con guiños a temáticas
profundas de una manera lúdica, relajada e inteligente. Este multilingüismo conciente
y su desaforada mezcla de estilos genera un nuevo espacio donde las fronteras
parecen borrarse o no existir: es un lugar imaginario donde se acoge a todas
las razas y culturas y donde la cuestión de la identidad se torna obsoleta. (5)
La música de Johansen se convierte así en un arte dadaísta que juega con
asociaciones nuevas, mezclando elementos que aparentemente no tienen nada en
común, constituyendo una especie de invitación a la audiencia a dejar atrás
viejos resabios y asociaciones identitarias previas para habitar un espacio
ambiguo, divertido y relajado, tal cual lo hicieran los jóvenes dadaístas en
Zurich en 1916. Tristan Tzara, una de las figuras más representativas del
movimiento, confirmó en 1959 que Dada no era una escuela de pensamiento o un
nuevo estilo artístico, sino lo que describió como una ‘aventura’ contra todas
las convenciones, teorías y dogmas (Maftei). La
expresión artística de Johansen repite indudablemente el espíritu aventurero
que menciona Maftei expresado por Tzara. Se trata de una experimentación con
asociaciones nuevas que juegan a mezclar lo que, hasta entonces, era
considerado poco combinable en una sola canción.
Las identidades culturales
muchas veces son definidas en términos de oposiciones (Burke 82).
Sin embargo, la globalización en la música popular, muchas veces categorizada
como ‘world music,’ se manifiesta como un libre intercambio de ideas, géneros y
sonidos. Algunos de los ejemplos más conocidos de músicos y bandas que han
traspasado los bordes genéricos son Manu Chao (nacido en París de padres
españoles), Rachid Taba (franco-algeriano) y Antibalas (multi-racial y
multi-cultural) entre otros (Chang).(6)
Cuando este tipo de cros-polinización agrega un elemento humorístico, como en
el caso de Johansen, la ‘resistencia’ en las canciones que podrían ser
categorizadas ‘de protesta,’ toma un tinte completamente distinto y enturbia
los límites entre lo lúdico y lo dramático. El ‘degenerado’ (de-genre-ate) Johansen sorprende a la
audiencia transgrediendo no sólo géneros sino bordes, fronteras, lenguajes y códigos
de maneras diferentes, agregándole un ingrediente estilístico efectivo: el
humor. En efecto, las canciones de Johansen transcienden las expectativas
lógicas para un músico ‘global,’ de modo
que su estilo es precisamente una nueva tendencia —de estilo dadaísta—
que intenta traer aire fresco a un tema sumamente complejo como es el caso del
borde y las tensiones en las fronteras entre lo ‘latino’ y lo ‘anglo.’(7)
En el mundo globalizado actual,
las cuestiones de hibridez, cruce de fronteras y bordes culturales ha recibido
considerable interés académico. Hacia finales del siglo XX co-existían teorías
que percibían la cultura y los países (estado, nación) dispersos, unidos,
fragmentados, centralizados. En 1991 O’Gorman Anderson veía la nación como una
comunidad imaginada concebida como una suerte de camaradería horizontal (7).
Esta homogeneidad vista por O’Gorman Anderson fue desafiada por la teoría de
las subjetividades múltiples propuesta por Rosaldo, quien explica que
social borders frequently become salient around such
lines as sexual orientation, gender, class, race, ethnicity, nationality, age,
politics, dress, food or taste... such borderlands should be regarded not as
analytically empty transitional zones but as sites of creative cultural production
that require investigation. (207-8)
Por su parte, Alejandro Lugo ha
afirmado que las concepciones de cultura y de bordes han sido dramáticamente
influenciadas por nuestra capacidad o incapacidad de reconocer las diferentes
transformaciones a las que ha sido sometida la naturaleza del ‘estado
occidental’ (60). En estudios postcoloniales, Homi Bhabha desarrolló el
concepto del híbrido y del tercer espacio en 1994, tomando ideas de las teorías
culturales y literarias para describir la construcción de la cultura e
identidad bajo condiciones de antagonismo colonial e inequidad. Sin embargo,
los estudios de lo híbrido han abierto un espacio de análisis donde estudiar
precisamente el borde—no los límites del mismo—y los sujetos que habitan estos
espacios intersticios. Para Bhabha,
es en
la emergencia de los intersticios (el solapamiento y el desplazamiento de los
dominios de la diferencia) donde se negocian las experiencias intersubjetivas y
colectivas de nacionalidad (nationness),
interés comunitario o valor cultural. (El Lugar 18)
Bhabha sostiene que la
identidad híbrida surge del entretejido entre elementos del colonizado y el
colonizador, que cuestionan la validez y autenticidad de una identidad cultural
definida en términos esencialistas. De este modo, el tercer espacio se
convierte en un modo de articulación, un espacio de producción—no sólo
reflexivo—que genera nuevas posibilidades.
Muchas veces, en los estudios
de los bordes y fronteras se enfatizan los límites culturales entre los Estados
Unidos y Latinoamérica. A menudo se estudia la exclusión, la marginalización y
las barreras culturales. En el discurso de la apropriación y el control, ‘los
otros’ se constituyen en amigos o enemigos según podamos controlar o no, y en
las amenazas que esos otros representan a nuestras posesiones, ya sean ideas
políticas, tierras, hábitos culturales, roles, profesiones o títulos. El
concepto del ‘otro’ ha sido redefinido en distintos campos de investigación. Edward Said, por ejemplo, lo teorizó en sus
discusiones sobre el orientalismo. Si bien el orientalismo de Said como teoría
de formas de representación se aplica especialmente en la cultura musulmana e
islámica, sus observaciones sobre el imperialismo—que aún existe—resultan imprescindibles para comprender la influencia
del colonialismo aún después de su finalización.
Si bien las nociones de
identidad, diversidad, multiculturalismo y pluralidad han sido y continúan
siendo el foco de atención de los estudios culturales, muchas veces se tiende a
destacar aquellas manifestaciones culturales exóticas, cayendo nuevamente en la
división ‘los unos y los otros’ que siguen considerando la identidad como resultado
de relaciones de poder. bell hooks destacó la relación
entre la identidad y la opresión política, Cornel West aseguró que muchas veces
los discursos de identidad se elaboran sobre las víctimas (Weir 110); y Rey
Chow se centró en la diáspora. Hemos visto el surgimiento y desarrollo de
estudios de género y de la globalización, un proceso que transforma al mundo en
una aldea global. Esta aldea global, caracterizada por el acortamiento de
distancias y el fácil acceso a la información debería marcar el fin de las
diferencias y dicotomías. Sin embargo, la globalización tiende a reforzar la
dominación del Otro (en forma de imperialismo económico y cultural occidental).
Es decir, la globalización también crea un ‘otro.’ En el caso de la música
popular, el otro está representado por las economías crecientes y competitivas
de algunos países asiáticos y el crecimiento de la industria musical
independiente.
Ante un aparente callejón sin
salida, donde se vuelve a caer en la definición de identidad basada en la
oposición y polarización, la estrategia bufonesca de Kevin Johansen y su música
presenta una alternativa diferente que a su vez traza líneas de contacto con el
movimiento dadaísta que se iniciara en Europa el siglo pasado. Los dadaístas
reaccionaron contra algo mundial como la guerra y las convenciones. Johansen
reacciona contra otro tipo de guerras y convenciones, pero con estrategias
comparables. Según
lo explica Greenberg, ‘The dadaist, as
artist-intellectual, sought changes in people and not just in works of art; in
particular, he sought changes in attitudes and in the resultant perceptions of
events and developments in society’ (Foster 29). El
carácter del dadaísmo era indefinible, anárquico y no se refería a nada en
particular. Dada significaba ‘nada,’
que es también el nombre de la banda de Johansen. Si bien ‘the nada’ es más que
nada un juego lingüístico y fonético entre el castellano y el inglés (de nada =
you’re welcome), resulta inevitable jugar con posibles alusiones resultantes de
este juego de palabras (the nada = the nothing). Es decir, ya desde el nombre
de la banda, la producción musical de Johansen indica fusión, descarta
coherencia ideológica, presenta un tipo de entretenimiento ecléctico y crea
nuevas asociaciones, algo a lo que también Hausmann, a su modo, apuntaba con su
arte dada. Los dadaístas eran artistas e intelectuales convencidos
de que la autocrítica, el autoconocimiento y el sentido del humor eran
esenciales para enfrentar los problemas que habían contribuido al advenimiento
de la guerra (23). Johansen, al igual que los dadaístas, cambia su registro con
frecuencia, en su búsqueda constante de sorprender a su audiencia y de
enfrentar los desafíos de la globalización en relación a las cuestiones de
identidad.
Evidentemente, detrás de las
graciosas y eclécticas canciones de Johansen, hay algo de lo que Bergson llamaba herramienta correctora
(138-139). Kevin Johansen lo explica de este modo:
me
gusta cuando los grandes cancionistas usan el humor o la ironía, como si fuera
un velo detrás del cual se ocultan las verdades más tremendas y obligan al que
escucha a una segunda lectura. Primero te reís pero después te quedás pensando
lo que quiso decir, porque te das cuenta de que hay algo más por detrás. (13)
En los ejemplos que se incluyen
a continuación, se observa esta ‘segunda lectura’ a la que se refiere Johansen
en la cita anterior. Por medio del humor
y de los juegos de palabras como estrategia para desviarse de la norma, lo
absurdo penetra por los intersticios, promueve revisiones y nuevas visiones. Es
interesante destacar que la mezcla de géneros no se da sólo en lo musical. En
los shows participa también sobre el escenario el dibujante y caricaturista
Ricardo Liniers, quien va dibujando en vivo y proyectando sus improvisaciones
en una pantalla gigante mientras los músicos actúan. Muchas veces, Johansen
toma un tarro de pintura y un pincel-brocha e improvisa un graffiti en la pared trasera del escenario, colaborando con esta
especie de palimpsesto en vivo, mientras la banda sigue tocando su música. (8)
Además, Johansen y Liniers publicaron en el 2008 el libro Oops! una combinación de los dibujos de
Liniers y las letras de las canciones de Johansen. En el 2010 lanzaron un CD y
un DVD grabados en vivo donde se registra esta dinámica ecléctica, lúdica,
reflexiva, que busca deliberadamente el cambio constante.
La mezcla de orígenes y de
itinerancias de Johansen es parte del contexto en el que crea canciones que
fusionan ritmos, elementos, idiomas, temas, géneros, humor y pensamiento. Esa
música, combinada con dibujos y on-stage
graffiti, crea un nuevo espacio reminiscente del uso del caos, desorden y chance que caracterizaban al arte
dadaísta. El objetivo del Cabaret Voltaire—fundado por Ball, donde surgió el
dadaísmo en 1916—era claramente entretener. Era un cuestionamiento constante al
arte y al no-arte, a todas las convenciones existentes con fuerte énfasis en la
intención de ser mero entretenimiento lúdico. Este espíritu bufonesco se
observa claramente en la producción de Johansen, casi un siglo después. Esta
vez, el desafío no va dirigido al materialismo de la cultura occidental y a la
guerra, como ocurría con los dadaístas fundadores, sino que apunta a la
destrucción de las fronteras estilísticas y culturales que dividen el mundo
anglo del mundo latino. Los conceptos de hibridez y el tercer espacio
introducidos por Bhabha resultan imprescindibles para interpretar la propuesta
musical de esta banda, que insiste en evitar los binomios antagónicos y dar
lugar a nuevas tendencias que faciliten modelos de intercambio y madurez
cultural basados en lo incluyente y multifacético. Este espacio que surge no es
híbrido, sino que es el emergente de una comunidad híbrida o variada. No solo
ya no responde al binario ‘los unos y los otros’ sino que ni siquiera se
plantea la cuestión de identidad en términos de asociaciones previas. La música
de Johansen, de este modo, deconstruye la división ‘los unos y los otros’ que
separaba la música ‘latina y anglo,’ creando un espacio ambiguo abierto a
posibilidades nuevas y originales.
Desde el nombre de la banda,
la música de Johansen desafía a su audiencia. ‘The nada,’ además del juego de
palabras y fonéticas mencionado anteriormente (‘the nada’ puede sonar como ‘de
nada,’ lo que causa ambigüedad y confusión) indica un lugar suspendido en el
espacio y en el tiempo donde todo es posible. Por ejemplo, ‘Luna sobre Porto
Alegre’ habla de un espacio geográfico confuso, que lejos de ser motivo de
angustia, resulta ser una zona confortable para la voz cantante:
No sé si la luna está sobre
Porto Alegre
O si Porto Alegre está sobre la
luna
Nunca estuve tan perdido en mi
vida
Y así me gusta, me gusta así.
Hay cosas que no se explican
Cosas que no se entienden
Y así yo las quiero dejar
Hay cosas que no se dicen
Cosas que no se piensan
Y todo sabemos igual
Canciones como ésta
presentan el contexto que habita la música de la banda: un territorio
alternativo al que ni siquiera se lo cuestiona. La misma idea de ‘la nada’
aparece repetida en otras canciones, como por ejemplo ‘Milonga
subtropical’: ‘Aquí me pongo a cantar al compás de la nada /Así se llama esta
milonga subtropical...’ Esta vez se trata de establecer ‘ecos de los recovecos
de una batucada’ que se convierten en
una ‘milonga subestimada, medio baqueteada por el qué dirán...’ El espacio alternativo, tal cual se lo describía en ‘Luna sobre
Porto Alegre’ también subvierte aquí lo esperable: ‘Veo nubes en el suelo y veo
agua en el sol.’
Otra canción, cuyo título
indicaría un ritmo tradicional autóctono, como ‘Campo argentino,’ y que es una
chacarera ejecutada en guitarra eléctrica, sorprende a la audiencia a través de
la letra mezcla de tres idiomas para hablar de confusión:
¿Qué querés, qué
querés?
What you want, what you want?
Que est que çais que tu
veux?
Yo no sé, yo no sé I don’t
know,
I don’t know Je ne sais
pas, Je ne sais pas…
Yo no sé, no sé yo I don’t know, don’t know I
Je ne sais pas, pas ne sais
Je!
Más que narrar una historia, la
voz cantante se muestra confundida frente a distintas identificaciones
asociadas al lenguaje. La fragmentación lingüística se subraya además con la
alteración del orden gramatical: ‘I don´t
know’ pasa a ser ‘don’t
know I,’ que a su
vez, implica que el narrador no logra definir su identidad. A pesar del ritmo
de chacarera, resulta sumamente difícil identificar esta canción como ‘argentina’
o ‘latinoamericana.’ Brian Byrnes interpreta este experimento como la
construcción de un puente:
Johansen’s attempt to bridge the language gap
between North and South America is a cross-cultural experiment that he says has
been fueled by recent advances in technology and people’s desire to learn more
about life on both sides of the equator.
El cóctel lingüístico que sirve
como puente entre ambos lados del ecuador está presente en muchas otras
composiciones. ‘Star estrella,’ por ejemplo, es totalmente bilingüe, cambiando
del español al inglés en cada verso:
He was born en cuna de plata
She
was born en cuna ‘e madera
He
was born in cuna de lata
She
came out from un bar cualquiera
He
was born in a dirty zanja
She came out de la misma tierra
Silver spoon, cuchara de plata
Wooden spoon, cuchara e madera
But
we talk to the same estrella
And
it shouts Hey, la vida es bella!
Sin embargo, lejos de resaltar
diferencias que impliquen cierta incomodidad u oposición, se deja claro que, en
este tipo de espacio compartido, ‘la vida es bella.’
La fusión que caracteriza la
música de Kevin Johansen no es la adición de elementos exóticos, sino la
creación de mezclas híbridas innovadoras, sobre las que no se ejercen derechos
de soberanía. Como
él mismo explica, ‘What I've realized is that there’s an audience that
understands [blending] and likes to be surprised by lyrics that reflect that.
It’s great to feel there’s a place for that’ (Kevin Johansen Sitio Oficial). Sin
duda, la mezcla y yuxtaposición de estilos y lenguajes presenta un desafío
constante a las identidades establecidas. Aunque en la música, tal desafío es
implícito, en las letras de las canciones, el rechazo a los extremos es
claramente explícito y muchas veces, la invitación a la búsqueda de
alternativas es clara.
En la música de Kevin Johansen,
sin duda, abundan los toques humorísticos, como en los ejemplos anteriores y
los juegos de palabras. Otros ejemplos de éstos se encuentran en ‘The Buenos
Aires anti-social club’ que suena mucho menos amistoso que la popular banda
cubana Buena Vista Social Club. La mezcla anglo-argentina
trasciende fronteras idiomáticas, estilísticas y de pensamiento. Otro ejemplo
lúdico se presenta en el tema ‘Puerto Madero’ donde se
observa nuevamente la inversión de palabras (‘We’re going
to Puerto Madero, Madero Puerto, yeah’) y un gracioso recuento del itinerario
turístico:
I love las minifaldas on Esmeralda
And the
sexy porteños trying to pick up the Argenteenagers.
How nice, the Argenteenagers
Tomando sol in the primavera de Buenos Aires
Then to Almagro to dance a few tangos,
Then to El Tigre to buy lots of mimbre
And all
the people...
(Oh, I love el Microcentro,
las
baldosas flojas para verte la cosa
Los adoquines, los excesos en
Congreso, all the piquetes...)
And then Belgrano to buy an helado (de dulce de leche)
Then to
Palermo to see some enfermos...
En ‘Puerto Madero,’ la voz
cantante—que simula ser un turista anglosajón—describe ‘los piquetes,’ ‘las
baldosas flojas’ y ‘los excesos del Congreso’ como atractivos turísticos
exóticos entre su itinerario por los distintos barrios de Buenos Aires.
Muestra, además, en otras líneas de la canción, el interés de los extranjeros
en lo extravagante de la ciudad en contraste con el hartazgo de los locales,
que desean abandonarla: “all the people that aren’t from here would like to
come and stay and all the people that are from here just want to get away.”
Aunque en apariencia, estamos ante una polaridad, el espacio en el que se
contextualiza ésta, es el mismo: la ciudad de Buenos Aires. De este modo,
expone las asociaciones emocionales previas que ambos, porteño y turista,
podían tener con la ciudad y presenta ambas caras de la moneda con un mismo
valor. Jugando con el conocido ‘ser o no ser’ de Hamlet, otra
canción se cuestiona el complejo tema del desarraigo con humor: ‘Sur o no Sur’:
Me voy porque acá no se puede,
me vuelvo
porque allá tampoco
Me voy porque aquí se me debe,
me vuelvo
porque allá están locos
Sur o no sur...
Me voy porque aquí no me alcanza,
me vuelvo
porque no hay esperanza
Me voy porque aquí se aprovechan,
me vuelvo
porque allá me echan
En ‘Sur o no sur’ no se
cuestionan el origen y la identidad, sino el destino. Lo importante, para la
voz narradora, no son las raíces, sino el territorio que eligirá para vivir. A
la vez, no encuentra territorio acorde: ‘quisiera quedarme aquí en mi casa pero
ya no sé cuál es.’ Pareciera que el dilema hamletiano de ‘ser o no ser’ ha
perdido vigencia después de la globalización. Ya no se trata de preguntarse ‘quién’
sino ‘dónde.’
Además de la recepción
positiva de su audiencia en varios países, Johansen obtuvo múltiples premios en
América y Europa. Además en el 2007 llamó la atención con tres nominaciones
para los premios Latin Grammy como Mejor álbum alternativo por el disco, Mejor
canción alternativa por ‘Anoche soñé contigo’ y Mejor corto de video por la
misma canción. Es destacable que se lo catalogue como ‘alternativo’ por un
lado, cuando por otra parte, la revista argentina de rock The Inrockuptibles calificó su álbum Sur o no Sur como el mejor ‘álbum de rock’ en Argentina de los
últimos 5 años, describiendo su música de la siguiente manera:
por
algún motivo indescifrable, nunca es lo mismo escuchar una cumbia en la voz de
Kevin Johansen que en la de Pablo Lescano. De eso se trata en parte este Sur o
no sur, el nuevo ensayo humorístico musical de Kevin Johansen: demostrar, con
unas pocas palabras y con muchas notas, la eficacia de las músicas regionales
consideradas como grasas hasta hace diez minutos. (Míguelez16)
Evidentemente, la crítica
musical se encuentra también en la encrucijada al intentar definir el estilo de
Johansen. Al mencionar las ‘músicas regionales grasas,’ y a Pablo Lescano,
Míguelez se estaba refiriendo a la cumbia villera, un género argentino
contemporáneo muy polémico, cuya característica no es precisamente la calidad musical.(9) Sin
embargo, Johansen ha compartido el escenario con Lescano—el músico villero
considerado líder del movimiento—desafiando así la división tradicional
argentina entre rock y cumbia. Además, en ‘La cumbiera intelectual,’ se
subvierte la identidad de los ‘cumbieros’ y se describe a la protagonista con
características hasta entonces más acordes con los seguidores del rock
argentino. Esta es una canción muy graciosa en la que la chica en cuestión
dista mucho de la cumbiera esterotípica—una chica de educación más limitada que
la descripta aquí—:
La conocí en una bailanta todo apretado
Nos tropezamos pero fui yo el que se puso colorado
Era distinta y diferente su meneada
Y un destello inteligente había en su mirada...
Cuando le dije si quería bailar conmigo
Se puso a hablar de Jung, de Freud y Lacan
Mi idiosincracia le causaba mucha gracia
Me dijo al girar la cumbiera intelectual
Me dijo al girar... esa cumbiera intelectual...
(“Jung,
Freud, Simone de Beauvoir, Gothe, Beckett,
Cosmos,
Gershwin, Kurt Weill, Guggenheim...”)
Estudiaba una carrera poco conocida
Algo que ver con letra y filosofía
Era linda y hechizera su contoneada
Y sus ojos de lince me atravesaban
Cuando intenté arrimarle mi brazo
Se puso a hablar de Miller, de Anais Nin y Picasso
Y si osaba intentar robarle un beso
Se ponía a leer de Neruda unos versos
Me hizo mucho mal la cumbiera intelectual
No la puedo olvidar... a esa cumbiera intelectual
(“Paul
Klee, Ante Garmaz, Kandinsky, Diego, Fridha,
Tolstoi,
Bolshoi, Terry Gilliam, Shakespeare William...”)
Si le decía “Vamos al cine, rica”
Me decía “Veamos una de Kusturica”
Si le decía “Vamos a oler las flores”
Me hablaba de Virginia Wolf y sus amores
Me hizo mucho mal la cumbiera intelectual
No la puedo olvidar... a esa cumbiera intelectual...
Le pedí que me enseñe a usar el mouse
Pero solo quiere hablarme del Bauhaus
Le pregunté si era chorra o rockera
Me dijo “Gertrude Stein era re-tortillera”
No la puedo olvidar...
¡Yo no quiero que pienses tanto, cumbiera intelectual!
Yo voy a rezarle a tu santo para que te puedas soltar...
Para que seas más normal
(Jarmusch, Cousteau, Cocteau, Arto, Maguy Marin,
Twyla Tharp, Gilda, Visconti, Gismonti...)
Aprendí sobre un tal Hesse y de un Thomas Mann
Y todo sobre el existencialismo alemán
Y ella me sigue dando cátedra todo el día
Aunque por suerte de vez en cuando su cuerpo respira
Su cuerpo respira, su cuerpo respira
Yo no quiero que pienses tanto, cumbiera intelectual
Yo voy a rezarle a tu santo, para que seas más normal
Para que te puedas soltar...
Cumbierita, ¡cómo la quiero...!
Por lo general, en las canciones de la cumbia villera,
las mujeres son descriptas en términos puramente sexuales, refiriéndose a sus
cuerpos, sus movimientos eróticos al bailar y las fantasías que despiertan en
los varones que las observan. En la canción de Johansen, la chica ‘no es normal’
porque ‘piensa tanto’ y además, menciona la homosexualidad en algunas
intelectuales como Gertrude Stein (‘era
re-tortillera’), mientras que la identidad gay aún es tabú en géneros machistas
y homofóbicos como la cumbia villera. Aunque la voz cantante insiste en
categorizaciones: ‘Le pregunté si era chorra o rockera,’ a través de los
numerosos ejemplos citables de la canción, Johansen destruye el estereotipo argentino
que asocia a la cumbia con la vulgaridad y al rock con la intelectualidad. La
cumbiera intelectual combina ‘contorneada’ cumbiera con ‘letra y filosofía’
rockera, con un tono bufonesco que no puede ofender a ninguno de los dos
bandos, sugiriendo en una canción lo que el músico también mostró sobre el
escenario, al compartirlo con Lescano, líder del género villero.
Debido al espacio limitado
en este artículo, no resulta tarea sencilla elegir
ejemplos de la combinación de letra y dibujo que ilustran el espacio
alternativo sugerido en el libro publicado en conjunto por Johansen y el
dibujante Liniers. Sin embargo, tal vez ‘City Zen’ encierre en pocas palabras
una clara representación del mensaje encerrado en el mismo y resuma la esencia
misma de la música de Johansen: ‘City Zen / Es una guerra entre el ruido y nada
/ City zen’ (Johansen & Liniers 52)
Tal juego de palabras encierra
más que un juego fonético y ortográfico. Presenta ideología, la lucha diaria
por el silencio y la paz para la meditación (en el dibujo se observan personas
caminando con sus ojos cerrados y sus manos cubriéndose los oídos en busca de
ese silencio); la contradicción entre la guerra y la paz, el ruido y la nada,
la ciudad y la vida zen. ‘City Zen’ suena como citizen—ciudadano en inglés—que sin duda cuestiona los conceptos de
identidad y pertenencia a un territorio o nación. Al habitar un espacio ‘entre
el ruido y nada,’ el sujeto no adopta una identidad ‘oficial’ o ‘ciudadana’
sino que solo habita ese espacio. El concepto de ciudadano aparece entonces
como una ilusión, semejante a la idea de nación (comunidad imaginaria) de O’Gorman Anderson.
El concepto de no-ciudadano, emergente de City Zen y sus
otros trabajos, en el aparente caos placentero de la música de Johansen, es
claramente representado visualmente en el videoclip de la canción ‘Guacamole,’(10) donde se muestra un grupo de amigos
conviviendo alegremente en un lugar que tanto podría ser Nueva York como Buenos
Aires, o ninguno de los dos. Es un espacio ambiguo, intra-nacional, donde los
amigos preparan un banquete multi-nacional con platos culinarios de varios
países, juegan al fútbol en la calle, bromean con los vendedores en las
tiendas, bailan libremente en el parque y finalmente comparten la mesa. El
grupo de personas está formado por asiáticos, latinos, europeos,
norteamericanos—aparentemente la
identidad no tiene mayor importancia—y
todos parecen sentirse a gusto. Se escucha una voz que pide que ‘pongan bien la mesa’ y los platos varían entre ‘chicken
yakisoba,’ ‘guacamole,’ ‘cocktail caipiruva’ y ‘chimichurri,’ por nombrar solo
algunos. El jardín donde se reúnen a comer este banquete intercultural es un
lugar relajado donde las asociaciones nacionales parecen no tener lugar, una
clara representación visual de la destrucción del ‘citizen.’
En definitiva, en muchos de los ejemplos elegidos en este
trabajo—‘Buenos Aires
anti-social club,’ ‘Puerto Madero,’ ‘City Zen,’ ‘Guacamole,’ ‘Luna sobre Porto
Alegre’—los conceptos de nación
e identidad desaparecen como problema. El no-ciudadano de Johansen nos recuerda
al no-arte dadaísta. El punto de contacto entre la música de Johansen y este
movimiento es claramente trazable en relación a la búsqueda de transformaciones
radicales. En suma, en ambos casos, se trata de una naturaleza autocrítica,
contradictoria y cuestionadora que intenta abrir nuevos espacios para la
creatividad y la convivencia.
La audiencia puede encontrar en la música de Johansen una
propuesta musical divertida, relajada y una armoniosa mezcla de palabras y
culturas. O puede percibir un disparatado revuelto de estilos y sinsentido. Sin
embargo, estas combinaciones bizarras no son accidentales, sino claramente
intencionales. Al defamiliarizar los géneros ya conocidos, Kevin Johansen y The
Nada invitan a su audiencia a observar con mirada fresca, libre de prejuicios,
no sólo el amplio espectro de estilos musicales que existen sino también la
variedad de sensibilidades culturales. Desde el primer álbum lanzado por la
banda, el oyente es confrontado con la ambigüedad y confusión de las canciones.
Lejos de la posibilidad de identificarse con la música, la audiencia es
invitada a viajar a ese lugar imaginario habitado por no-ciudadanos, donde los
significados no son claros, las reglas son inexistentes y donde la cultura y el
lenguaje son sumamente flexibles. Estamos frente a una generación de personas
que necesitan unirse y relacionarse de alguna manera pacífica, creativa,
vanguardista e innovadora; y la música popular es un medio ideal para observar
la manifestación de las nuevas interacciones globales que se producen en el
tercer espacio del que ya habló Homi Bhabha en 1994.
Sin duda, este ideal de una vida sin rótulos, donde todo
es posible, sólo es ideal—o concebible—para aquellos que la quieran ver. La
música de Johansen, y el mundo que crea con ella, puede resultar irritante o
molesta para aquellos que se incomodan ante la idea de bordes flexibles y de
identidades ambiguas, tal cual causó el arte dadaísta en su momento. Tal vez la
frase que sintetiza el motor que da vida a la producción musical ‘de-gener-ada’
analizada en este artículo es la de Martin Luther King, Jr.; la cual Johansen
eligió colgar en su propia página web oficial:
Si hemos de lograr la paz en la
tierra… nuestras lealtades deben trascender nuestra raza, nuestra tribu,
nuestra clase y nuestra nación; y esto significa que debemos desarrollar una
perspectiva mundial. Ningún individuo puede vivir solo, pero mientras sigamos
intentándolo, más guerras tendremos. O aprendemos a vivir juntos
como hermanos o pereceremos todos juntos como idiotas.
Notas
(1). The Dadaists were perhaps the most popular group
in and outside the world of art. Dada’s popularity inside the artists’
“profesional” guild, so to speak, came from the hostility of its unequivocal
message directed at the mechanisms, the institutions and the ideology of the
world of art, a message which was persuasively summed up in a single catchword:
dada. This popularity also transformed the Dada, which originally emerged in
Zurich, into an international art phenomenon: artists in Paris, Berlin,
Cologne, New York, or the Netherlands son bécame supporters of the Dada. In New
York, Dada produce done of its iconic symbols: Marcel Duchamp’s Fountain, which
was photographed by Alfred Stieglitz in 1917.’ (Maftei 219)
(2). El
movimiento conocido como ‘tropicalismo’ e iniciado por
los brasileros Caetano Veloso y Gilberto Gil en los 60 y 70 también mezclaba
estilos tradicionales brasileros con letras políticas y rock. El ‘subtropicalismo’ es un juego
con la ubicación geográfica de Argentina y Uruguay. Otros subtropicalistas son
el uruguayo Jorge Drexler, y el brasilero Paulinho Moska. En general, estos
músicos apuntan a presentar una música latinoamericana más sutil e híbrida a
audiencias internacionales.
(3). ‘El
ida y vuelta, el aquí y allá (o, como él lo llama, “el mundo condensado”, aunque sólo se trate del nuevo mundo), define su
nueva obra: cumbias tangueras, habaneras en inglés, un reggae muy porteño,
baladitas tipo Leonard Cohen y un tango en el que un muchacho en la puerta de
una milonga cuenta su triste vida. Kevin se autodefine como “mestizo del futuro” y su frase de cabecera es mixture is future. Aunque
también pasado: el alaskeño errante fue camarero de hotel, intérprete en el
edificio de la ONU y portero de una milonga en Broadway y la 13. Hasta que el
CBGB (el legendario club de donde salieron los Ramones, Talking Heads, Blondie
y Madonna) abrió su espacio acústico, y Kevin Johansen se convirtió en el
artista de la casa.’ (Kevin Johansen Sitio Oficial)
(4). El
guiño a la dictadura militar es claro en estos dos nombres para sus discos.
Instrucción Cívica era una asignatura implementada en las escuelas que sería
reemplazada por ‘Formación Moral
y Cívica’ bajo el régimen dictatorial. ‘Obediencia
debida’ hace referencia a la ley sancionada ya en democracia, por la cual los
oficiales militares que actuaron en la represión y tortura quedaban impunes, ya
que ‘obedecían órdenes de sus superiores.’
(5). La
recepción de la propuesta musical de Johansen fuera de Latino y Norteamérica
también ha sido positiva. Ha triunfado en España y en Inglaterra, donde, por ejemplo, Charles Gillett escribió acerca de su trabajo
musical, en The Observer: ‘This is not
music designed to demand attention or tear down walls; rather, it slips through
half open windows, filling the room with light. Sheer pleasure, offered with
intelligence and humour. Why would anyone say no to that?’
(6). Antibalas
cantan en tres idiomas: inglés, yoruba y español. Los músicos que componen la
banda son de origen africano, afro-americano, caucásico,
latino y asiático.
(7). Algunas
de estas tensiones aparecen en otras bandas de música popular, como por ejemplo
el Cuarteto de Nos—oriundos
de Uruguay—que
tienen un tema llamado ‘No somos
latinos.’ Esta canción tematiza el rechazo al término unificador ‘latino’ para todas las
nacionalidades latinoamericanas.
(8). Esta
dinámica se puede observar en el siguiente video: http://www.youtube.com/watch?v=iRUSwh7oUZc&feature=related
y en este
otro ejemplo: http://www.youtube.com/watch?v=1LEUvqtibII&feature=related
(9). Para
el lector interesado, se sugiere ver Wilson,
Favoretto: 2010.
(10). Véase el videoclip en http://www.youtube.com/watch?v=bX4Qs2rjzJQ
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