Santa
Evita.
Historia, ficción y mito.
Una narrativa a
partir del otro lado
Drew
University
Gerard Gennete denomina paratexto a la vía de acceso al texto, a
la que define como una gran zona indecisa
entre un
adentro y un afuera, donde se mezclan los códigos sociales que rigen el
"afuera" del texto con los códigos productores que regulan su
"dentro". Esta mezcla, puntualiza el narratólogo
francés, implica y significa siempre una transacción
donde se deciden las estrategias y protocolos de recibimiento por
los que
se acogerá al texto en la sociedad (7-8). Resulta así que la
aparición
(social) del texto se cumple siempre de modo preacondicionado: a su
lectura se
anticipa una pre-lectura, realizada con conciencia más o menos plena,
que los
conocedores del autor, o de su complejo contorno literario, social,
político,
etc., harán de su escrito en función, precisamente, de los paratextos.
Con intención de ofrecer
una
lectura crítica de Santa Evita, la
célebre novela de Tomás Eloy Martínez, nos gustaría atender a su
paratexto de
modo tal que nuestras reflexiones se
cumplan más allá
de los procedimientos paratextuales internos (título, dedicatoria,
epígrafes,
reconocimientos) para abarcar también parte de los externos. La
recepción
paratextual externa que podría haber
precondicionado
la lectura de Santa Evita obedece a
muchos factores. El primero --quizás el más importante--: la asunción
"en
serio" que seguramente iba a hacerse del
discurso
dirigido a una figura histórica sobre la que al parecer no cabía sino
asumir
actitudes extremas, despectiva o laudatoria: prostituta o
santa. Esto
fue lo que llevó al autor, según él mismo ha declarado, a
exigir que sus editores pusieran bajo el título, la denominación
literaria
genérica: novela. TEM sabía, cómo no,
que todo lo que su texto dijera sobre Eva Duarte encontraría un
contexto socio-político y escritural ya establecido. Por eso
quiso exigir que la recepción de lo por él escrito fuera la que había
decidido
su voluntad autorial. El mundo narrado en Santa Evita es, definitivamente, ficticio
(1). Hasta un
punto tal que, como lo
atestigua el novelista, en su obra hay sólo un hecho narrado que se
corresponde
totalmente con el referente: es el capítulo final en que se cuenta cómo
llegaron a manos del autor los principales materiales e informaciones
sobre la
suerte del cadáver de Evita (Mora).
Esta génesis inmediata de
la novela
--no la más profunda, claro está, y a la que también nos referiremos--
la contó
TEM en más de una ocasión en las muchas entrevistas que se le hicieron.
Relata que en el invierno de 1989 se le presentaron
tres militares
afirmándole que conocían la verdad sobre el cadáver de Evita.
Como en
esos mismos momentos había una gran polémica con los historiadores
argentinos
por su libro anterior, La novela de Perón,
que suscitó un debate sobre los derechos de los novelistas a modificar
la
historia official (2), antes de comenzar Santa Evita, escribió la novela lírica La
mano del amo, lo que
demostraba y a él mismo lo convencía, de que "era capaz de la
diversidad y
de que no [se] iba a convertir inmediatamente en peronólogo"
(son palabras suyas). Pero poco después --La mano del amo es de 1991-- dice que le volvió la preocupación por
Evita, en cuya
historia establecida detectó puntos oscuros, por lo que se le ocurrió
"narrar una historia ficticia con las técnicas del periodismo". Para
poder escribirla se tomó un año sabático en
Rutgers
University, donde era profesor. El escritor cuenta: "mi mujer me
mantenía
con sus clases: la llamó la beca Santa
Evita". Estaban llenos de deudas (le debían 10.000 dólares al
editor
de Seix Barral) y cuando terminó de escribirla se dijeron: "si al menos
nos alcanzara para pagar…". No sabían --no
podían
saberlo, que la novela iba a convertirse en uno de los mayores best-sellers de la literatura argentina,
traducida a treinta y seis lenguas.
Volvamos a ese
año 1989 en que TEM se entera de la
verdad sobre el cadáver de Evita. Transcribo la reconstitución de
lo
narrado por él al semanario Noticias,
tal como éste lo publicó (3):
Aclarada
la génesis "externa" de la novela, procuremos acercarnos a algunos de
Para Barthes la estructura narrativa es reveladora de
que el discurso histórico --el de la historiografía,
como modo de representación narrativa-- es una de las formas de
elaboración
ideológica o imaginaria, y llama la atención al hecho de que: "la
estructura narrativa que surgió originalmente de la caldera de la
ficción
Al igual que el teórico
francés,
TEM cuestionaría tanto la distinción tajante entre lo histórico
y lo ficticio, como la
presunción de objetividad de la historiografía que
se ofrece en los modos de representación narrativos. Vale decir, los
discursos
no son para él meros vehículos para transmitir un
contenido: ellos producen significados.
La narración
realiza el tránsito del acontecimiento al discurso
(4) por un procedimiento
tropológico, que
TEM llamaba transfiguración y que White
define como "un
desplazamiento de los hechos a las ficciones literarias (…) la
transición se
efectúa mediante un proceso de transcodificación" (op.cit
: 9).
TEM
se enfrentó a la idea establecida de que a
la verdad se llega sólo por medio de la objetividad
científica, adscribiéndose al pensamiento de quienes sostienen que
lo
verdadero también puede transmitirse por medio de discursos
figurativos, los propios de la ficción literaria y que
también lo son de la narración historiográfica y mitológica. Al igual
que
Barthes, pensaba que las ficciones (no sólo la "verdaderas", pero
sobre todo ellas) son más que un mero medio
para
proporcionar información: representan el significado
de los acontecimientos, lo que se logra con la simbolización (5). En
términos suyos, refiriéndose a lo que en la actualidad está haciendo la
historia --entendida como historiografía--
con la
literatura:
Y no le resultaba extraño
que el
género privilegiado fuera el de la novela, lo que se entiende bien si
se tiene
en cuenta el concepto de Bajtin que ella es
un
macrogénero en el que están contenidos otros géneros y que tiene la
capacidad
de decir la verdad por medio de su discurso figurativo. La ficción
concebida
entonces en su aptitud para mostrar en toda su complejidad una realidad
que
otros discursos (el historiográfico, el de la biografía no novelesca,
el de la
ensayística de orientación psicológica, social o política, el del reportaje periodístico tradicional) no
alcanzan a
diseñar como definitivamente verdadera, aunque así programáticamente lo
postulen. El novelista, escritor con
licencia para mentir, como solía destacar TEM, puede hacer uso de
todos
esos discursos y en su entrecruzamiento encontrar cómo darle vida a la
verdad
que se busca establecer y que no es nunca definitiva (en La
novela de Perón leemos:
"esa pasión de los hombres por la verdad le ha parecido siempre
insensata". Por eso: no importa ya
si lo que creemos que fue es lo que de veras
fue.
Retengamos también lo
dicho por TEM
acerca de que la novela histórica ("sobre
la historia", precisaba el autor) por un
lado
reconstruye recuperando el imaginario y
las tradiciones culturales; por otro, dándole
vida de modo distinto y con ello renueva
el mito. Todos los términos son decisivos si se quiere entender
hacia dónde
se dirige el tipo de novela que este
escritor
produjera: lo hacía reconstruyendo la
"realidad" que los documentos pretenden ofrecer como verdadera. Los
instrumentos serán la imaginación recreadora
y el lenguaje forjador de imágenes,
con lo cual se renueva el mito.Atendamos
a esto último en Santa
Evita.
Es muy bien sabido que desde sus orígenes la historia y la
literatura estuvieron unidas por el mito.
El
historiador Mario Cancel explica tal hecho
así:
El que un
mito cuente la historia, o sea parte significativa de ella, tiene una
gran
trascendencia cuando se trata de la historia de una nación o de un
momento
significativo de ella. TEM encontraba vigente la
apreciación
mítica que de Evita tenía el pueblo argentino. Lo que él hizo
fue recoger ese
mito, atendiendo a componentes fundamentales suyos, y contribuir,
con su reelaboración, a mantenerlo vivo.
Proponiéndoselo o no, magnifica aquello ya existente, con lo cual se
logra
producir una identificación cabal de la figura de la "Santa Evita"
por parte de quienes creen en ella con veneración y de la
otra Evita que ven los que la demonizan. También logra
actualizar el mito al relacionarlo con la
lucha
política entablada durante el largo período de presencia activa del
peronismo.
Argentina vivió --¿vive?-- dos historias:
una de
aceptación plena de la dimensión mítica de la defensora de los
descamisados y
otra que impugna tal aceptación para, en las antípodas, reducirla con
los
peores calificativos. Unos y otros usan el mito
de
Evita en sus pugnas por el poder.
La apropiación del
mito en Santa Evita tiene un sentido que nos parece muy claro:
relativizar las
historias oficiales de tantos ensayos --y ficciones-- que se han
escrito sobre
el personaje real y proponer una nueva versión, que incluirá, según
decimos,
los modos de apreciación de grupos sociales y políticos de la misma
figura.
Re-elabora relatos con los cuales un
contingente
significativo de argentinos se identifica y que les da, o confirma, un
sentido
a su existencia. Todo relato mítico, toda narración de tal dimensión,
toca de
alguna manera al receptor, que se siente así parte del pasado que se le
narra,
pues le da seguridad a sus propias creencias y concepciones,
otorgándole un
sentido de pertenencia a una comunidad que comparte o contrasta las
mismas
apreciaciones del hacer de sus héroes o
anti-héroes. El mito, al revés de la historia, que se distancia con
frialdad o
serenidad "científica" de los personajes, permite la acción de lo
imaginario y produce un relato con el cual esos sectores de la
comunidad podrán
identificarse. El pueblo peronista mira la historia de Evita como
su historia, cuando ella es contada
en todo su poderío mítico. No estoy afirmando que TEM haya pensado en
ceder a
las exigencias de determinados lectores --sabemos que él sostenía que
un
escritor, a diferencia del periodista, no debe tener nunca en cuenta el
"para quién se escribe"--, pero sí estimo que, al respetar la
dimensión mítica de Evita, pudo crear un personaje literario --esa
entidad
ficticia que es todo personaje novelesco-- que llega a sus lectores
como éstos
(acepten o no la validez de tal concepción), saben que
es vivido el personaje histórico que sirvió de referente
al ficticio. En sus ensayos sobre Eva Perón, TEM tocó con distancia
crítica ese componente mítico suyo, pero en
la novela aparece
plenamente encarnado.
Y
el mito
de Eva Perón es complejo, por lo que habrá que verse cómo lo renueva la
novela
de TEM. Pensamos que lo hace desarticulando los elementos que más
marcadamente
componen ese mito. Al igual de lo que acontece con La novela de Perón,
Santa
Evita se compone de varios discursos que se imbrican, yuxtaponen,
cruzan y
fecundan: a las reflexiones metaliterarias que recurren en toda la
obra, se
suman e integran relatos de vidas fictivas que tienen referentes reales
(el más
importante lo es el referido al Coronel Carlos Moori Koenig y junto a
él el de muchos
otros), y la ficcionalización medular sobre las investigaciones que
buscaban
informarse del destino del cuerpo embalsamado. A todo ello se agrega el
escrutinio y comentario de parte significativa de los escritos sobre el
tema:
(“Argentina: 23)"
El mito
de
Eva Perón tiene sus elementos progenitores en los relatos
sobre su origen oscuro, la muerte prematura (como Cristo, como
el Che), sus "milagros", la momia profanada. Pero hay que actuar con
precaución ante lo que sucedió con estos mitos después de la muerte de
Evita,
si se quiere entender tanto lo que Sebreli ha llamado su
"cosificación" como lo que TEM hiciera en
su
novela al revivificarlo. Sebreli en su obra
clásica Eva Perón ¿aventurera o militante?
nos ha permitido ver, y cito en extenso, que:
TEM no permite que el mito
se
vuelva regresivo: proponiéndoselo o no, lo hace recuperar su fuerza
impulsora
de nuevos procesos de desarrollo histórico. Su renovación
desvela conflictos no resueltos de la sociedad
argentina; no "remite a un pasado cristalizado que la evolución
incesante
de los acontecimientos históricos va dejando atrás" (Sebreli:110) y,
por
lo tanto, permite "enriquecernos con nuevas experiencias de nuevas
situaciones ahora más extremas" (110).
Y es que,
en efecto, la imagen que nos da Santa
Evita es que la muerte de la
abanderada de los descamisados coincidió con el fin del poder de lo
que el
mismo Sebreli ha designado como "el ala plebeya del peronismo", el
debilitamiento de la Central General de Trabajadores obrera y el
surgimiento de
la Central General de Empresarios y la claudicación --no sin
resistencias,
aunque su entrega del poder en 1955 se dio sin lucha ninguna-- de Perón
ante la
burguesía, las Fuerzas Armadas y el imperialismo.
Frente
al sector populista de la
burguesía desarrollista que trata de apropiarse de la figura de Evita,
la
novela de TEM rescata --entre otras, como veremos-- su imagen
plebeya. Santa Evita
muestra la lucha de clases --lo mismo había hecho en la novela
anterior--. La
imagen que nos da no es la de una integración neutralizadora y
despolitizada
del fenómeno peronista y de Eva Perón. A ésta se la ve en relación
vital con la
realidad política y social: no es un mero objeto de contemplación,
admiración y
repudio, como lo son las grandes personalidades "fuera de serie",
sino que se la presenta dentro de contenidos ideológicos concretos en
permanente pugna entre ellos. Así, la novela rescata el verdadero
contenido
histórico de la figura de Evita. Esto es, intentando el autor recuperar
"la esencia mítica de un personaje central de la historia argentina"
logra negar su musealización, su
neutralización y despolitización. Cito nuevamente a Sebreli:
que una severa censura interna y externa nos
impone
ocultar, es una de las maneras --la que corresponde al escritor más que
al
político--de contribuir al esclarecimiento de la conciencia de la clase
trabajadora y de las mujeres argentinas, o por lo menos de sus posibles
dirigentes, de los cuadros, de quienes depende que la transformación
social del
país, el cambio histórico deje de ser un mito nostálgico en el que se
proyectan
las esperanzas y los sueños más ardientes de una gran parte del pueblo (6).
TEM era
escéptico con respecto a esa supuesta responsabilidad del escritor o,
por lo menos, de la eficacia de su decir:
en verdad un libro, la literatura en general,
por
eficaz que sea, raramente contribuye a cambiar nada ni a que nadie tome
conciencia de nada. Contribuye solamente a establecer un lento diálogo,
a
operar como un sedimento en la conciencia. Pero no a plazo inmediato,
sino muy
largo. Si uno piensa en la obra de Kafka, que tuvo que esperar más de
treinta
años para que se dieran las consecuencias de narraciones como La colonia penitenciaria en los campos
de concentración…Ni la obra de Hemingway, ni la obra de Faulkner, ni la
de
Borges modifican nada en los imaginarios nacionales (Coddou y Figueroa:
48)
Pero, a pesar de tales
reticencias,
no cabe dudas de que TEM con sus obras ha logrado cambiar la imagen que
tanto de
Perón como de Evita se tenía. Con La
novela de Perón, "fue apareciendo un Perón que nadie había querido
ver: no el de la historia sino el de la intimidad"(7).
Así como
sabía que la Evita que hoy valoramos no es la misma que conocíamos
antes de su
propuesta imaginaria, hasta el punto de que pocos ahora dudan de que los hechos de las "zanjas ciegas"
cubiertas por la
ficción no hayan sido "verdaderos", "realmente
acontecidos". Quien quiera saber
sobre lo que pensó y sintió la
muchachita ante la muerte de
su padre o lo que ella le dijera al Coronel Perón al conocerlo o el sentir de la Primera Dama ante las
exigencias del pueblo a que aceptara la candidatura a la
Vicepresidencia en el
52, le basta leer lo que la novela le indica como hechos
irredargüibles… Es así como TEM fue recreando el mito. Con
datos ciertos de lo acontecido, hechos documentables y, sobre todo, con
su poderosa
imaginación que, por lo demás, no le es de "propiedad exclusiva",
pues atiende, con responsabilidad, como él mismo reconoce, "al
imaginario
y las tradiciones de la comunidad", a las que, tras apropiárselas,
"les da vida de otro modo".
Cuando se le pedía
esclarecer --y
esto lleva, fatalmente, a una simplificación extrema-- en qué
consiste el mito de Evita, TEM respondía, enlazando su figura a
las del Che Guevara y Cristo:
Y más adelante, en la
misma
respuesta que daba a quien le desafiara a reflexionar sobre el hecho de
que si
antiguamente el imperialismo se apropiaba de recursos como el cobre y
el
caucho, en el presente Hollywood se estaría apropiando de mucho más, de
"los mismos mitos de su cultura nacional", el novelista rspondía:
Como puede verse con
claridad, TEM
tenía muy nítidas sus ideas acerca de lo que el mito de Evita
representa, en
toda su complejidad. Es por ello que puede proceder a su reformulación
en una
novela en que tal mito, según hemos dicho, se resemantiza y afirma.
Notas
(1). Este proyecto, y su realización, nos hace ver a Santa Evita próxima a lo que Luis Costa
Lima llama "una narrativa concebida
y creada, siempre, a partir del otro lado". Define el crítico
brasileño:
"lo que llamamos Hispánica (século XIX e comencos do século XX)". Sociedade e discurso ficcional, Río de
Janeiro, Ed. Guanabara, l986: 179.
(2).
Sobre esto léanse,
del mismo TEM sus ensayos, "Ficción e historia en La
novela de Perón", Hispamérica, 17,
abril de 1998:41-49;
"Historia y ficción: dos paralelos que se tocan", en K.Kohut (ed.), Literaturas del Río de la Plata hoy: de las
utopías al desencanto, Frankfurt, Vervvert Verlag, 1996: 90-100; "Mito, historia y ficción: idas y
vueltas", en VV.AA Visiones
cortazarianas, Méxixo, Aguilar, 1996: 109-133.
(3).
Cfr. http://www.literatura.org/TEMartinez/Santa_Evita.html
(4).
Exactamente lo
mismo acontece en otros sistemas de representación de la realidad: el
mito, el
relato historiográfico, a los que TEM se refiriera en varios ensayos
suyos.
narrativa a partir del otro lado
significa que el autor simula hablar de los percepta,
para en verdad, construir una narrativa toda ella concebida por la
focalización
desde lo imaginario. Ahora bien, por supuesto, es innecesario insistir
que esta
tematización no excluye la realidad material e histórica. Recusa, eso
sí, la
documentalidad". Luis Costa Lima, "Literatura e sociedade na América
(5). Obra, la de TEM, que ha
de entenderse como acto simbólico enfocado
directamente hacia "el gran discurso colectivo y de clases en el cual
un
texto es poco más que una parole
individual o una utterance".
Vid F.Jameson, The
Political Unconscious. Narrative as Socially Simbolic Act, New
York, Cornell
University Press, 1981: 76-77.
(6).
La larga cita
constituye el párrafo de cierre del libro de Sebreli.
(7). Cfr.
paratexto de la edición de la novela de Buenos
Aires, Legasa, 1985.
Bibliografía
"Evita or Madonna: whom
will history remember? Interview with TEM", New
Perspective Quarterly, 1997. Cfr. http://www.las mujeres.com/evaperon/evitamadonna.shtml
Mikhail Bajtin, Estética de la creación verbal, México,
Siglo XXI, 1998. Sobre todo el cap. "El problema de los géneros
discursivos".
Roland Barthes,
"Introdución”, Análisis estructural del relato, Buenos Aires, Ed. Tiempo
Contemporáneo1970.
Mario Cancel, “Sobre la
historia y la literatura: una visión de conjunto”, en Antonio
Gatzambide
(comp.), Historia y Literatura, San
Juan Puerto Rico, Posdata, 1995.
Marcelo
Coddou, Ana
Figueroa, "El vuelo de la reina o el
viaje al otro lado del espejo.
Entrevista a TEM", Alpha, Osorno, Univeridiad de los Lagos, 2003.
Gerard Genette, Figures
I, Paris, Edition du Seuil, 1987.
Tomás Eloy Martínez,
"Argentina entre la historia y la
ficción", Página 12, 5 de mayo
de 1996.
Mora, "Entrevista:
TEM-Escritura", Madrid, El País, 8 de noviembre del
2002.
Juan José Sebreli, Eva
Perón, ¿aventurera o militante? Buenos Aires, Ed. La Pleyade, 1971,
4a. ed.
ampliada
Hayden White, El
contenido de las formas, Barcelona, Paidós, 1987: 42.