Las armas y montura
del héroe:
poder e identidad en el Cantar de Mio Cid
Alfonso Boix Jovaní
Universitat de València
Resulta curioso observar cómo, en las grandes obras de la literatura universal, como sucede en los grandes mitos –muchas veces las primeras no son sino el testimonio escrito de los últimos–, los héroes mantienen a su alrededor un conjunto de elementos más populares que, incluso, algunos personajes humanos de la misma obra, por muy destacados que estos sean. El ciudadano de a pie puede no saber quién era Minaya Alvar Fáñez, o Galván, pero sí que conocerá al Cid y al rey Arturo, héroes a quienes van asociados, así como a sus célebres armas Colada, Tizón (o “Tizona”) y Excalibur, respectivamente. Sin embargo, en casos como el del Campeador, Colada y Tizón aparecen citadas en el Cantar de Mio Cid (CMC, en adelante) en un grado mucho menor del que corresponde a Minaya o Pedro Bermúdez, por ejemplo, quienes también quedarían ensombrecidos por Babieca, el caballo del Cid, tan popular como el Rocinante de Don Quijote.
Esta reflexión no es sino la base desde la que parte el presente estudio, basado en resolver cómo es posible que elementos inanimados o animales tengan no ya el mismo, sino aún más importancia en una obra literaria, y en concreto el CMC, convirtiéndose en personajes de pleno derecho. Una primera razón podrían ser las asombrosas cualidades que estos podrían tener y que les harían ser objeto de asombro para el público; por otro, dicha fama podría deberse a la relación del héroe con estos elementos. En realidad, El Cid es héroe por superar las dificultades en las que su honra se ve comprometida, pero también por ser encumbrado por su sociedad, pues aporta beneficios al seno de la misma, los mismos que harán que el rey Alfonso le devuelva su amor. En efecto, el Cid hace cosas buenas por todo el mundo, reparte botines, envía regalos a su señor Alfonso. Incluso sus hombres, cuando hacen algo por él, siempre actúan siguiendo sus órdenes o respondiendo a sus deberes como vasallos. Pero Colada, Tizón y Babieca son, curiosamente, los únicos personajes por los que el Cid no hace nada, pues no pueden recibir beneficios, ni alegrarse, ni se les puede servir. Antes al contrario, son montura y armas quienes en realidad actúan en pro del Cid de un modo distinto al que lo hacen, incluso, sus hombres. Y he aquí donde podría radicar la fama de estas tres entidades. A resolver, por así decirlo, la razón de la fama del caballo y los aceros de Rodrigo se dedicarán las siguientes páginas.
Pese a la mesura que rige en su mayor parte el CMC, el poema contiene diversas escenas donde lo extraordinario se asoma entre los versos del canto épico. Dos de esos momentos tienen por protagonistas a Colada y Tizón:
Sacaron las espadas Colada e Tizón,
pusiéronlas en mano del rey so señor.
Saca las espadas e relumbra toda la cort,
las maçanas e los arriazes todos d’oro son,
maravíllanse d’ellas todos los omnes buenos de la cort.(1)
(vv. 3175-3179)
Martín Antolínez mano metió al espada
(relumbra tod el campo tanto es linpia e clara),
(vv. 3648-3649)
En un
trabajo anterior (Boix,
2001), el autor se centró en la comparación de este brillo
extraordinario con
el de otras célebres espadas míticas medievales, (2)
como pueden ser
Excalibur (según se narra en el Breudwyt Rhonabwy y
Ar hynny
sef y clywynt galw ar Gadwr,
Iarll Kernyw. Nachaf ynteu yn
kyuot a chledyf
Arthur yn y law.
A llun
deu sarf ar y cledyf o eur.
A phan tynnit
y cledyf o’r wein,
ual dwy fflam
o tan a welit o eneueu
y seirf. A hynny nyt oed hawd
y neb edrych arnaw rac y aruthret. (Richards, ed. 10-11)
[“En ese momento oyeron
llamar a Kadwr, conde de Kernyw; se
levantó con la espada de Arturo en la mano, en la cual estaban grabadas
dos
serpientes de oro. Cuando desenvainó la espada, parecía como si dos
lenguas de
fuego salieran de la boca de las serpientes y de un modo tan terrible
que a
cualquiera le resultaba difícil mirarla.”]
(Trad. de Cirlot 240)
lors sacha li rois
artus hors du feure
escalibor la boine
espee que il traist
del perron dont
il auoit le iour
maint biau cop doune . & si tost com il lot traite hors du fuerre
si ieta si
grant clarte comme
se ce fust vns
[“El rey Arturo sacó de
la vaina
a Escalibor, su buena espada, que
consiguió en el
poyo, y con la que había dado hermosos golpes durante todo el día;
apenas la
desenvainó, la espada dio tan gran claridad como si fuera una antorcha;
luego,
se cubrió con el escudo y le dio un golpe al gigante en la cabeza antes
de que
tuviera tiempo de protegerse; adelantó el rey Rión
su
escudo, temiendo el golpe de la espada que ha visto brillar y refulgir,
pues
sabía que era de extraordinaria calidad, y pone la maza en su camino.
[...] el
rey Rión [...] desenvainó la espada, que
era de tan
gran calidad; apenas la había sacado del forro, dio tanta luz que
parecía que
toda la región había sido iluminada. Se llamaba la espada Marmiadoise.
El rey Arturo, al ver que brillaba de esa forma, siente gran estima por
ella;
se retira un poco para contemplarla y siente grandes deseos de tenerla,
diciéndose que en buena hora habrá nacido quien pueda conseguirla.”] (Trad. de Alvar 388-389)
La comparación entre todos los pasajes demostraba no ya la similitud de estos resplandores sino, por ende, que Colada y Tizón sí contenían cierta naturaleza maravillosa, aunque en principio sin llegar a ser tan excepcionales como las grandes espadas mágicas europeas, forjadas por semidioses como Weiland, pues la mesura del Cantar afecta a la caracterización de las espadas.
No es errónea la identificación de este brillo como un signo de los aceros extraordinarios, ya que se podría redactar un larguísimo inventario de espadas maravillosas –sirva como prueba de ello el imponente listado de Falk (1914, pp. 47-65), sólo referido a espadas nórdicas–, entre ellas las refulgentes, en la literatura europea medieval, (3) hasta el punto de convertirse en un motivo folclórico: Thompson registra la existencia de espadas muy brillantes, al estilo de Colada y Tizón, en D1645.4; existen también espadas incandescentes, como las de los cuentos tipo H1337 “Quest for sword of light”, y también el motivo D1645.8.4 (espadas mágicas llameantes), mientras que el relámpago surgido de una espada se halla en A1141.2.
Por su parte, Babieca tampoco es una simple montura, pues sus capacidades son las mismas que harían de cualquier caballo el vehículo más excelente para el combate. Así, a la llegada de Jimena y las pequeñas a Valencia, el Cid cabalga:
Por nombre el cavallo Bavieca cavalga,
fizo una corrida, ¡ésta fue tan estraña!
Cuando ovo corrido todos se maravillavan,
d’es día se preció Bavieca en cuant grant fue España.
(vv. 1588-1591)
No es la única ocasión en la que se ensalza la valía de Babieca. Después de la batalla contra las huestes de Yúsuf, el Cid “allí preció a Bavieca de la cabeça fasta a cabo” (v. 1732). También en la batalla contra Bucar, la comparación con el corcel del caudillo musulmán realza aún más a Babieca:
Buen cavallo tiene Bucar e grandes saltos faz,
mas Bavieca, el de mio Cid, alcançándolo va.
(vv. 2418-2419)
Una de sus más importantes actuaciones no figura, sin embargo, en el Cantar de Mio Cid a causa de una laguna que se inicia tras el v. 3507 y por la que únicamente ha sobrevivido una referencia a la exhibición del Cid a lomos de su caballo:
Mio Cid en el cavallo adelant se llegó,
fue besar la mano a so señor Alfonso:
–Mandásteme mover a Bavieca el corredor,
en moros ni en cristianos otro tal non ha oy.
Yo vos le dó en don, mandédesle tomar, señor.–
Essora dixo el rey: –D’esto non he sabor.
Si a vós tolliés, el cavallo no havrié tan buen señor,
mas atal cavallo cum ést pora tal commo vós,
pora arrancar moros del canpo e ser segudador;
quien vos lo toller quisiere, no·l vala el Criador,
ca por vós e por el cavallo ondrados somos nós.–
(vv. 3511-3521)
Tras las
cortes de Toledo, el Cid quiso regalar el Babieca al rey
Alfonso VI; quien, en el v. 3521, llega a decir que el propio caballo
le honra.
La cabalgada que el Campeador realizó ante Alfonso VI se conserva en
Et desque el Çid fue despedido del rey, enbiol pedir por merçed quel esperasse vn poco et quel querie vna cosa dezir. Et el rey parosse, et atendiol. Et el Çid le dixo: “sennor, yo tengo que mal yua daqui, si yo leuasse tan buen cauallo commo este, et non lo dexasse a vos, ca tal cauallo commo este non pertenesçe pora otri sinon pora uos, sennor; et porque veades qual es, fare yo agora ante uos, lo que non fiz grant tiempo ha, sinon quando me acaesçio en las lides que oue con mis enemigos”. Et el Çid subio en su cauallo, su piel arminna uestida, et començo a darle de las espuelas et a leuarle por el campo antel rey don Alfonso. ¿Quien uos podrie dezir quam bueno era el cauallo et quam bueno yua el cauallero en el? Et en faziendo el cauallo, quebrol el vna rienda; et assy se paro el cauallo o el Çid quiso, commo si touiesse amas las riendas sanas; de la qual cosa el rey, et quantos y yuan, se marauillaron, et dizien que nunca de tan buen cauallo oyeran fablar commo de aquel. (Menéndez Pidal, ed.)
Todos estos testimonios certifican que Babieca se presenta
en el CMC, y se le siguió considerando así,
tal y como confirma la crónica, como un animal extraordinario. Se une,
así, a
la larga tradición de caballos excepcionales propios de los héroes,
como el Bauçan de Guillermo de Orange o el
poderoso Gringalet, ganado por Galván a
los sajones y
que ni siquiera sudaba después de grandes alardes de velocidad: (4)
le gringalet . j . cheual qui ensi
auoit non por sa grant bonte . Car li contes dist que por . x . lieues
coure ne
li batissent ia li flanc ne li coste ne ia poel ne len suast sor la
crupe ne
sor lespaule .(Sommer, ed. 363)
[“Gringalet, caballo que se llamaba así por su gran bondad, pues, según cuenta la historia, aunque corriera diez leguas, no se le moverían los flancos ni el costado, ni le sudaría un solo pelo de la grupa o el lomo.”] (Alvar, ed. 186)
Un caso extremo de este tipo de caballos extraordinarios sería el Sleipnir de Odín, que tenía ocho patas, lo que le permitía desarrollar increíbles velocidades.
Pero la excepcionalidad de las espadas y del caballo podría actuar no sólo como mero elemento efectista, simple recurso para el asombro de la audiencia, sino con propósitos más concretos dentro del poema como engranaje narrativo. Gracias a una reflexión desarrollada en torno a la figura de Babieca podrá analizarse la relación del Cid tanto con su caballo como con Colada y Tizón. Gwara (1983: 13) realizó tan brillante observación:
the hero requires a superior steed because he is a
superior man. It is only fitting that the Cid ride
a
nobler beast than most men; he is, after all, the hero. When the Cid
acquires Babieca, we realize even more
that he is not only worthy,
but heroic. Previously portrayed with only good steeds, the Cid now
wins a
magnificent mount which calls attention to itself through
Muchos
de los términos que Gwara aplica a Babieca
pueden
hacerse extensibles a las espadas del Campeador, pero también a otros
casos que
figuran a lo largo del medievo europeo, donde otros héroes utilizan
armas que
originalmente no eran suyas, sino que son obtenidas, bien como regalo,
bien
como trofeo. Efectuando
un rápido repaso, el Mainete indica
cómo Galiana, que había recibido como presentes del moro
Bramante el caballo Blanchet y la espada
Joyosa, se
los regaló a Carlomagno –entonces aún Carlos Mainete–
para que luchase contra Bramante (Primera Crónica General, cap.
598; Gran Conquista de Ultramar, II, xliii).
En
la refriega, Carlos vencería al
musulmán, ganando su espada,
Es importante recordar que “extranjero” y
“extraño”
comparten etimología, y aún significado, siendo el último término,
además,
equivalente también de “extraordinario”, de lo cual se hace eco el CMC
y
que sirve para ilustrar esta conexión entre armas y monturas
maravillosas de
origen extranjero, esto es, “extraño”:
De Castiella
vos ides
pora las
yentes estrañas,
(v.
176)
Por nombre el caballo
Babieca cavalga,
fizo
una corrida, ¡ésta fue
tan estraña!
Cuando ovo corrido
todos se maravillavan,
d’est día se precio Babieca
en cuant grant
fue España
(vv. 1588-1591)
Por otro lado, el origen del arma, en
caso de que
no sea sobrenatural –con lo cual sus características extraordinarias
quedarían
fuera de toda duda–, es habitualmente extranjero. Esto implica que
tendrá unas
cualidades e incluso un aspecto físico diferente del de las armas
propias del
país del héroe y que, con toda seguridad, serán las que porten la
mayoría de
sus compañeros de andanzas, por lo que el héroe, dueño de este elemento
morfológicamente distinto del de la mayoría, se distinguirá de entre el
resto.
Ya se ha visto cómo Colada, Tizón y Babieca tienen origen
extranjero,
lo cual permite distinguirlos de las armas y monturas que portaba la
mesnada
cidiana. Pero los trofeos que el Campeador obtiene en batalla implican,
a su
vez, que su nuevo propietario es mejor que el anterior y, por ello, se
deduce
que hará un uso todavía más adecuado de estos trofeos. No puede dudarse
de que,
si el Campeador ha vencido a sus enemigos, ello se debe a que es mejor
que sus
contrincantes, por lo que espadas y caballo pasan a manos de un dueño
más digno
y valeroso, pues, al superar a sus enemigos, superará también sus
cualidades.
En ese sentido, los enemigos del héroe no aparecen porque sí, sino que
se crean
a partir de las características que se desea destacar en el héroe. Si
el
enemigo es astuto, el protagonista lo será más; si es físicamente
fuerte, aún
más lo será el héroe. (6) Si es un gran
caudillo –y sin duda lo eran Bucar, Yusuf
o Don Remont–, aún
más lo será quien les derrote. Así por ejemplo, el rey Rion,
de quien Arturo obtuvo
Los trofeos no sólo sirven para
recordar que el Cid
ha sido mejor que sus adversarios, sino que también son objetos que
permitirán
al Campeador alcanzar mayor gloria. En cierto modo, esto me recuerda a
los
modernos entretenimientos informáticos, donde los héroes protagonistas
requieren en muchas ocasiones de diversos objetos para acometer sus
hazañas y,
hasta que no las consiguen, no pueden ni siquiera intentar afrontar
ciertas
aventuras. Al fin y al cabo, podría tratarse de la misma tradición,
pues
simplemente se ha trasladado la figura del héroe a un soporte distinto
–el
informático–, pero sus bases culturales son las mismas. Así como Arturo
no pudo
ser rey hasta extraer la espada de la roca, lo cual indicaba un cambio
de
estadio en su vida, así las espadas y montura del Cid constituyen, en
realidad,
el paso previo para afrontar mayores hazañas. La primera referencia a
Babieca
(v. 1573) acontece cuando, tras haberlo ganado –probablemente al rey de
Sevilla, aunque el poema no lo confirma–, el Cid desea exhibirlo ante
su
familia, que se aproxima a Valencia para reunirse con él, lo cual
supondrá un
antes y un después en toda la narración del poema, y donde las mayores
batallas
todavía están por llegar. El Cid gana Colada tras su gran victoria
sobre el
Conde de Barcelona, y poco después termina el cantar segundo –siguiendo
el
símil de los juegos informáticos, se diría que el héroe ha pasado a un
nuevo
nivel–, mientras que la Tizón es obtenida al poco de iniciarse el
Cantar
Tercero –nuevo “cambio de nivel” por parte del Cid–. En el caso de las
espadas,
no me parece casual que la división de los cantares coincida,
precisamente, con
la obtención de trofeos, y debería de tenerse en cuenta la idea de que,
en
efecto, indican el paso hacia nuevas y más difíciles aventuras. De
hecho, será
en el Cantar III que el Cid se enfrentará a su deshonra frente a nobles
de
mayor estatus social que él, quienes han afrentado a sus hijas, pero
también es
el Cantar en que el Cid emparentará con los reyes de España.
Visto desde esta perspectiva, parece
clara la
íntima relación entre los aceros del Cid, así como su fiel caballo, y
la
progresión del Campeador en lo que a su poder se refiere, así como de
su fama.
No quiere esto decir que el Cid no hubiese obtenido sus victorias sin
Colada,
Tizón y Babieca, pero no hay tampoco duda de que las contiendas que
acomete con
ellos son mucho más importantes y difíciles que aquellos primeros
saqueos que
afrontó en tierras del Henares y el Jalón con una espada y un caballo
del que
ni siquiera sabemos el nombre. Para las grandes victorias, y los
mayores
triunfos, el Cid necesitaba unas armas y un caballo a la altura de las
circunstancias y de su dueño: la grandeza del Cid no podía permitirle
llevar
unas armas anónimas, ni el caballo con que partió estando hundido en la
desgracia de su recién iniciado destierro.
A través del análisis realizado se
observa que la
fama de Colada, Tizón y Babieca no se debe únicamente a sus cualidades
más o
menos excepcionales, sino también a su relación con el héroe, pues son
parte de
su propia persona. Constituyen elementos clave de su identidad, de su
configuración física como héroe, en cuanto que permiten distinguirle
visualmente del resto de sus hombres, al igual que lo hace su
extraordinaria
barba, la cual, más allá de su simbolismo de honorabilidad, sirve para
distinguir al Campeador entre su mesnada.
Por otro lado, sus características
peculiares van
íntimamente conectadas a la progresión del héroe en su progresivo
aumento de
fama y poder. No ha de extrañar, por tanto, que el CMC
haga referencia al valor económico de Colada y Tizón:
Ý gañó a Colada, que más vale de mil
marcos de plata,
(vv.
1010)
e
ganó a Tizón, que mill
marcos d’oro val.
(vv.
2426)
Hay que tener en cuenta que, desde que
parte hacia
el destierro, el Cid procura obtener botines con los que mantener a su
mesnada.
Cada vez, sus victorias serán mayores, así como las riquezas obtenidas
de sus
enemigos vencidos. Si el botín y el enriquecimiento en la frontera es importante dentro del poema, precisamente,
Colada, Tizón
y Babieca son parte de esos botines, trofeos de guerra que toma el
Campeador.
En ese sentido, el valor de Colada y Tizón, así como de Babieca, ha de
entenderse como sinécdoque del botín o, dicho en otras palabras, como
reflejo
de todo el poder económico, y aún social, que el Cid alcanza. Así,
cuando el CMC indica que Tizón es más rica que
Colada, implica a su vez que el Cid no sólo ha conseguido un arma más
valiosa,
sino también el más importante de sus botines y, a su vez, una gran
victoria
que no hace sino repercutir en ese aumento de prestigio y de riqueza
que el Cid
gana con el esfuerzo de su brazo.
La actuación final de los dos aceros
es igualmente
significativa: se trata de la última victoria del Cid, donde el héroe
no está
presente –se trata de las lides finales en Carrión– pero sí que lo
están sus
armas –no podía estarlo Babieca pues el rey no lo había aceptado como
presente
del Cid y había rogado al Campeador que lo mantuviese él mismo, por lo
que no
podía estar en manos de uno de sus hombres–, hasta el punto de que
Colada y
Tizón tienen un papel importante en las lides, pues su sola presencia
aterra a
los infantes de Carrión:
cuando lo vio Ferrán Gonçález, conuvo
a Tizón,
antes
qu’el colpe esperasse
dixo: –¡Vençudo
só!–
(vv. 3644-3645)
Por su parte, cuando Diego reconoce a
Colada,
Dia
Gonçález espada tiene en mano,
mas no la ensayava,
esora el ifante tan grandes vozes
dava:
–¡Valme,
Dios, glorioso señor, e cúriam’ d’este
espada!–
El cavallo
asorrienda
e, mesurándol’
del espada,
sacól’ del mojón [...]
(3662-3667b)
Así, se
observa cómo
toda la figura del Cid va íntimamente relacionada a sus aceros y su
montura mantienen con él, complementándole.
El Cid que parte hacia
el destierro, con la vista borrosa por las lágrimas que llenan sus
ojos, no es
el mismo que controla Valencia, ni el mismo que destroza a los más
temibles
enemigos. La figura del Campeador no se presenta al lector –o a la
audiencia–
de repente, sino que se va conformando poco a poco. Como un cuadro al
que se le
añaden detalles hasta conseguir el resultado final, así al Cid se le
otorgan
diversos elementos que le aproximan cada vez más a la imagen definitiva
con la
que ha de quedarse el receptor del poema. El Campeador heroico que nos
muestra
el CMC no se compone simplemente de
un cuerpo humano, sino que es un conjunto de elementos que funcionan
para
conformar una imagen total. Y, así, Colada, Tizón y Babieca forman
parte de él
mismo, como lo pueden ser sus brazos o su mesura. Como advirtió Colin
Smith, en
su introducción a su edición del Cantar
“Las espadas del Cid –como sus caballos
y vestiduras–, son extensión de su poder y personalidad” (85). Sin
embargo, no
creo que sean sólo extensión de su poder, sino manifestación del mismo,
y aún,
como digo, parte del propio Campeador. Es ése, según puede desprenderse
de este
trabajo, el motivo de su presencia en el poema, y lo que explica a su
vez que
no haya referencias a otras espadas con nombre propio, ni que se
describan
brillos portentosos en otros aceros, ni cabalgadas extraordinarias en
otros
caballos: sólo Colada, Tizón y Babieca podían ser excepcionales, pues
tienen
funciones concretas que actúan en la configuración del héroe, (7) dando
una imagen del Campeador como caballero excepcional. Y es por ello
lógico que
participen de la fama del héroe, pues contribuyen de manera fundamental
a ello,
de ahí su enorme popularidad, por encima incluso de la de otros grandes
personajes como Minaya Alvar Fáñez,
ya que ellas formaban parte, a su vez, del héroe épico español por
excelencia.
Notas
* El presente estudio forma parte de las actividades desarrolladas en el marco del Proyecto del Plan Nacional de I+D+i con código FFI2009-13058: ‘Formas de la Épica Hispánica: Tradiciones y Contextos Históricos’, dirigido por el Prof. Alberto Montaner Frutos y financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación (con subvención de FONDOS FEDER).
(1). Todas las
citas del CMC provienen de la edición de Montaner (2007).
(2). Aparte del estudio de Rodríguez Velasco (1991), donde se identificaba un simbolismo en las espadas que daban sentido a su presencia en el Cantar de Mio Cid, la mayoría de autores se inclinaba por descartar elementos míticos en Colada y Tizón –caso de De Chasca (1972)–, lo cual llevaba a no ahondar más en su posible significación dentro del argumento y estructura poemática.
(3). Ver,
como
prueba de ello, el listado de Falk (1914,
pp. 47-65)
(4). “Existen tres historias
diferentes acerca de
cómo obtuvo Galván al preciado Gringalet.
Según
(5). Sobre por
qué el CMC llama a los de Ramón Berenguer “franco”, vid.
Montaner 1993,
nota al v. 1002 (ampliada en 2007a).
(6). Además de las cualidades propias del
héroe, se deduce que las armas le aportan algo nuevo, como puede ser
mayor
capacidad combativa. Como bien advertía Montaner (1987: 218), “Como
ente
particular posee un nombre: Colada (“hecha de acero colado”), como
(7). Elementos que no fueron observados por Enric Mallorquí Ruscalleda en su trabajo sobre este asunto.
Obras citadas
Alvar, Carlos
(trad.). Historia de Merlin.
Madrid: Siruela,
1988. 2 vols.
Boix Jovaní,
Alfonso. “Colada y Tizón:
¿espadas
mágicas? Incluyendo los aceros cidianos en una tradición literaria”. La Corónica,
29.2 (2001): 201-212.
Victoria Cirlot
(ed.). Mabinogion. Relatos
galeses.
Madrid: Editora Nacional, 1982.
Mallorquí Ruscalleda, Enric. “La Configuración del Protagonista en el Cantar de Mio Cid”. Mirandum, 11 [accesible en http://www.hottopos.com/mirand12/enmall.htm].
Menéndez Pidal, Ramón (ed.). Primera
Crónica General de España. Con un estudio actualizador de Diego
Catalán.
Gredos: Madrid, 1977, 2 vols. (Fuentes
cronísticas de la historia de España, 2
vols.).
Montaner Frutos, Alberto (ed.). Cantar de Mio
Cid. Con un estudio preliminar de Francisco Rico. Barcelona: Centro
para la
edición de los clásicos españoles-Galaxia Gutenberg-Círculo de
lectores, 2007
[primera edición en Barcelona: Crítica, 1993].
Smith, Colin
(ed.). Poema de Mio Cid.
Richards, Melville (ed.). Breudwyt
Ronabwy allan o’r
Llyfr Coch o Hergest.
Sommer, H. Oskar (ed.).
Le Roman de Merlin or the Early History of King
Arthur. Faithfully edited from the French Ms.
Add.
10292 in the
Sommer, Ph. D.
London: Privately
edited for subscribers, 1894.