Antonio Martínez Sarrión. Jazz y días de
lluvia. Memorias (y III). Alfaguara, Santillana Ediciones Generales, S.L.,
Madrid, 2002. 431 paginas. ISBN: 84-204-6432-5
La prosa memorística del poeta Antonio Martínez Sarrión
(“el moderno”)
La lectura de estas páginas llenas de humo(r), jazz,
amores, recuerdos, lluvia, literatura e ironía resultan imprescindibles
para comprender toda una época ya pasada, acabada, concluida que se
presenta aquí sin añoranza pero con la lucidez del poeta que ha
recorrido su tiempo desvelando las claves de difícil curso político,
pero de inmensa capacidad de imaginación y vitalidad. Las vivencias se
convierten así en un formidable testimonio de formación política,
literaria y sentimental en los años más marcados por la dictadura
franquista teñidos de mediocridad y falsos sueños evidentse.
Antonio Martínez Sarrión (Albacete, 1939) ha conseguido llevarnos
poéticamente -en buena compañía- a un lugar íntimo de amistades,
paisajes, situaciones anecdóticas donde figura una galería de personajes, poetas y
escritores de Madrid o Barcelona.
El poeta se transforma aquí en un excelente prosista y
confesor de su tiempo -de jazz, humo y lluvia y la necesidad de huida
de una vida cotidiana más que insoportable en los finales del
franquismo-. La protesta y sutil rebeldía de aquellos días plenos de
ilusión política se convierte en un claro testimonio de quien estuvo
por unas u otras en el lugar oportuno, a mitad camino entre ciudades,
en el cruce
de bares o caminos, editoriales y premios, espectador de
gentes: haciendo de la vida obra poética verdadera. Sin embargo, estas
reveladoras confesiones se expresan en una prosa firme, tersa, clara,
directa; invitando al lector a querer saber, profundizar todavía más en
lo narrado, queriendo ser convidado de tales encuentros de quienes
fueron maestros, amigos o compañeros de auténticos viajes por la España
de los setenta y ochenta. Como bien se indica en la contraportada del
libro, Martínez Sarrión no juzga ni hechos, ni acontecimientos, y por supuesto, ni a unos ni a otros; no
juzga o pre-juzga gustos literarios o autores hoy entonados por la
crítica: el poeta disfrazado en este caso sutilmente de prosista o
cronista explica los hechos desde su percepción íntima y singular
experiencia vivida. Esta lograda capacidad narrativa de Martínez Sarrión es consecuencia de una gran lucidez
vital y literaria aprendida, experimentada y madurada tanto en sus actividad poética como su conciencia social y política. Así pues, en estas
transparentes y acuosas páginas pasean, desfilan, se encuentran y
buscan cómplices y afinidades, una constelación muy diversa, compleja,
variada y heterogénea de nombres que marcaron las noches y letras de
entonces y todavía hoy son recordados por sus novelas convertidas en
clásicas para entender la literatura contemporánea española del final
de la dictadura y de la transición. Jazz y días de lluvia
concluye -por este momento- este trayecto memorístico y novelado
iniciado en sus dos tomos previos Infancia y corrupciones
(1993), Una juventud (1997). Junto con la entrega de
sus diarios Cargar la suerte (1995) y Esquirlas
(2000), el paisaje literario o escenario político se va acentuando y
aclarando pausadamente con magistral y total transparencia para
configurarnos una época o al menos para tener conciencia histórica de
la misma. En esta última entrega, dividida en los capítulos titulados:
“De res pública”, “Sombras nada más”, “Smoke gets in your eyes”,
“escritores” y “Recta final”, aparecen
plenamente presentes y recobrados Vicente
Aleixandre, Rafael Alberti, Juan Benet, Claudio
Rodríguez, Pepe Caballero Bonald, Juan García Hortelano, Gil de Biedma,
Pére Gimferrer, Rafael Sánchez Ferlosio,
Javier Marías, Vicente Molina Foix,… por mencionar apresuradamente
algunos -rápidamente unos pocos- del copioso -increíble- y larguísimo índice onomástico o santoral de
referencias literarias españolas y extranjeras -quizás para aquel
tiempo, simplemente las del exterior de la aislada península ibérica.
Las escenas de la memoria se amplían tanto que parece imposible
haberlas podido vivir todas de una vez: de la visitada calle de
Velintonia a la pernoctada calle Pisuerga; de Barcelona a Madrid en
tren; de la poesía social de Blas de Otero a los “novísimos”, o en
París, con el editor, escritor y amigo Carlos Barral o, en coche, desde
El Escorial junto al nobel Octavio Paz, o en Zarzalejos
o, entre cenas, con Ángel González, los Celaya y Luis Rosales, entre
algunos otros muchos whiskies e inicios con el cannabis, o queriendo
celebrar con botella de Rioja del 36 la muerte del “dictador-tirano”.
De este modo, cualquiera se apresura a seguir leyendo y devorando los
días transcurridos acompañado del poeta Antonio Martínez Sarrión. Por supuesto para terminar, como no
podía ser de otro modo -imagínense- no faltan en estas páginas,
innumerables referencias dedicadas a los días de cine y cartelera:
pasiones y gustos cinematográficos, películas inolvidables, jóvenes
cinéfilos, críticos y productores, revistas de entonces (Cinema
Nuovo, Positif, Nuestro cine, etc.). Así mismo, tampoco sobran aquí
las muchas páginas acompañadas por la música que finalmente dan
precisamente título al volumen de Martínez Sarrión:
Jazz y días de lluvia. Entre numerosas imágenes,
evocaciones, celebraciones, vivencias y alusiones ya pasadas, el lector
recobra -muy “proustianamente”- casi sin esfuerzo alguno, todo este
tiempo personal confabulado de momentos compartidos: la profesión de un
escritor y su experiencia poética hecha vida y narrada.
Cariñosamente el narrador se convierte y reconoce en un
elegante prosista, adopta el seudónimo (benetiano):
“moderno”, y con esa mirada medio-miope de lector hacia el horizonte
-cargado de libros, películas, música y lecturas- concluye el volumen
mencionando la muerte de Baroja, Azorín y Valle-Inclán.
Claro, por concluir, del 1898 y su llamada generación a la transición,
pasando por la guerra (“la nuestra”, la “in-civil”) y los cuarenta larguísimos años de censura, miedo, terror y
grisáceo color de mediocridad franquista; por qué no un cierto aire de
libertades, pero eso sí, días de Jazz, lluvia y buena literatura.
Pablo Pintado-Casas