“Two English Poems” o el minotauro en el laberinto


Jesús E. Ortíz-Díaz

University of California- Davis

 

No es el yo fundamental
eso que busca el poeta,
sino el tú esencial.

-Antonio Machado

 

La convergencia de ciertas líneas escritas por Borges en Otras inquisiciones (1952) y en El informe de Brodie (1970) justifica este trabajo. En Otras inquisiciones Borges afirma: “quizá la historia universal es la historia de la diversa entonación de algunas metáforas” (16) y en el prólogo a El informe de Brodie confiesa: "unos pocos argumentos me han hostigado a lo largo del tiempo; soy decididamente monótono” (IB). El laberinto fue una obsesión para Borges. Es, por un lado, una de esas metáforas que experimenta varias entonaciones a lo largo de su obra. A la vez, fue centro de uno de esos argumentos recurrentes a los que se refiere en El informe de Brodie.

Me propongo hacer una lectura filosófica de “Two English Poems” a la luz del motivo del laberinto para intentar: 1) dilucidar el lugar que ocuparían en el conjunto de la obra borgeana estos únicos dos poemas escritos en inglés por nuestro autor, 2) resolver la cuestión de la centralidad de lo sentimental en ellos,  y por último, 3) llamar la atención sobre el diálogo que establecen “Two English Poems” con otros poemas y piezas de la narrativa de Borges, cuyo centro es también el laberinto. Menciones estas últimas que merecen, indudablemente, un estudio más profundo y en las que no es mi intención profundizar en este ensayo.   

La fortuna de los poemas al interior de la obra borgeana ha sido la errancia, a pesar de haber sido escritos según lo detalla Borges mismo en 1934. El vaivén experimentado por “Two English Poems” comienza en 1935, año en que se publica Historia Universal de la Infamia. Allí aparecen como epígrafe de la colección de relatos, al lado de una dedicatoria, los versos centrales –en cuanto a su posición y significado– de lo que posteriormente constituiría el segundo poema de los “Two English Poems”: “I inscribe this book to I.J.: English, innumerable and an Angel. Also: I offer her that kernel of myself that I have saved, somehow – the central heart that deals not in words, traffics not with dreams and is untouched by time, by joy, by adversities” (II). 

Para 1943 “Two English Poems” aparecerán en Poemas (1922-1943) con todos y cada uno de los versos con que hoy se los lee. Sin embargo, se los intitula: “Prose Poems for I.J.”. No será hasta 1954 en la edición realizada por Losada de  Poemas (1922-1953) que ambas  piezas serán bautizadas con el título con el que hoy se las conoce: “Two English Poems”. Una nota al pie de página en el primero de los poemas reza que fue escrito para Beatriz Bibiloni Webster de Bullrich. Curiosamente, ese mismo año aparece la segunda edición de Historia Universal de la Infamia y la persona a quien se apostrofaba en el epígrafe-dedicatoria, pasa de ser I.J. (como se asienta en la primera edición) a S.D. La edición que hace Emecé de  Poemas (1923-1958) atestigua la dedicatoria de ambos poemas, ya no sólo del primero, para Beatriz Bibiloni Webster de Bullrich. Finalmente, para 1964 “Two English Poems” encontrarán lugar en la colección de poemas El Otro, el Mismo, preparada por Borges. Bajo el mismo criterio de catalogación pasan a la primera edición de las Obras completas en 1974, supervisadas por el autor.                     

El hecho de que la escritura de “Two Engish Poems” haya tenido lugar en el año de 1934 es bastante significativo porque, por una parte, evidencia la importancia de estos textos en el devenir estético borgeano en tanto textos de transición y, por otra, explica la estética en formación presente en ellos (1). Me refiero a la etapa de transición entre el Borges nacionalista-populista-ultraísta de Fervor de Buenos Aires (1923), Luna de enfrente (1925) y Cuaderno San Martín (1929) y el Borges que para 1935 consolidará desde Historia Universal de la Infamia una estética de la lectura, una “teoría de la escritura como escritura de lecturas y no como escritura de invenciones” (Sarlo V). 

Al situarse en este punto de quiebre los poemas muestran ciertas particularidades que prefiguran la estética borgeana que iniciará en Historia Universal de la Infamia y se consagrará más tarde en Ficciones y El Aleph, donde consolida una estética de la traición/perversión de la tradición literaria occidental a través de la lectura y reescritura artificiosa desde los márgenes (Sarlo IV). Sin embargo, también presentan motivos que los aproximan a obras como Fervor de Buenos Aires, en lo que respecta a la presencia del color local en la figuración del espacio físico y anecdótico desde donde habla la voz poética de “Two English Poems”.

Según la noticia que provee el mismo autor en el Ensayo autobiográfico, los poemas ingleses constituyen un experimento que abandonó. Fracaso o no, en la elección del inglés –y no cualquier registro de inglés, sino uno arcaico y depurado de latinismos–para la escritura de estos textos hay, quizá, todo un proyecto que busca entablar una relación distinta con el ideario que subyacía en lo que había escrito Borges hasta entonces: “El tamaño de mi esperanza”, “El idioma de los argentinos” y sus citados poemarios. Parece haber ya una vocación cosmopolita en el Borges de “Two English Poems”, sin que ello signifique un distanciamiento total del escenario inmediato, sino una resolución en la tensión entre lo europeo y lo argentino.

En “Two English Poems” Borges esboza rasgos de lo que sería esa matriz literaria presente en obras posteriores como  su ensayo de 1951 “El escritor argentino y la tradición” donde afirma, al respecto: “repito que no debemos temer y que debemos pensar que nuestro patrimonio es el universo; ensayar todos los temas, y no podemos concretarnos a lo argentino para ser argentinos” (273-4 OC). El comentario que aparece en el prólogo a El Otro, el Mismo (colección donde figuran “TEP”) sintetiza la atmósfera de temas y motivos de cada uno de los poemas del poemario como una intersección entre las esferas del universo como patrimonio y la de lo argentino: “ahí están asimismo mis hábitos: Buenos Aires, el culto a los mayores, la germanística, la contradicción del tiempo que pasa y de la identidad que perdura, mi estupor de que el tiempo, nuestra substancia, pueda ser compartido” (167).

En “Two English Poems” Borges modela una variación de esa angustia universal que constituye un leitmotif a lo largo de su obra. Me refiero a la condición de soledad del hombre en medio de un universo ininteligible y cuyo orden es inaccesible para él. Dicha condición es poetizada a través de la reelaboración borgeana –erigida, luego, en topos al interior de su obra– del Minotauro en el laberinto (2). El yo poético de “TEP” actualiza la paradoja humana de la búsqueda de la trascendencia, en un espacio oscuro, desde un instrumento caduco (hecho de tiempo) como es el propio cuerpo a través del contacto con Otro, cuya existencia palidece entre la visión y la intuición vehemente del yo poético.    

El espacio físico desde donde habla el yo poético es una ciudad de calles estrechas (3), de una de cuyas esquinas éste apostrofa a un destinatario interno:

The useless dawn finds me in a deserted streetcorner; I have outlived the night (I).

The shattering dawn finds me in a deserted street

            of my city (I).

I offer you lean streets, desperate sunsets, the

            moon of the jagged suburbs (II).

La ciudad está figurada en términos de un laberinto, ante el cual la oscuridad de la noche constituye un tiempo/espacio propicio para emprender la hazaña del entendimiento del enigma del universo y la propia existencia. La asociación del amanecer con la esfera semántica de la inutilidad (“useless”) y el truncamiento (“shattering”), al lado del apremio con el que se alude a los atardeceres buscando convertirse en noche (“desperate sunsets”) subrayan la condición deseable de ésta a los ojos del yo poético (4). Presentada como alternativa a la ilegibilidad desierta (“deserted”) y estrecha (“lean”) de esas calles y esquinas, la noche se figura como un mar. En tanto olas, las noches son caracterizadas en contraposición a la naturaleza plana y constreñida de laberinto diurno (5). Las olas se figuran amplias y exuberantes:

Nights are proud waves; darkblue topheavy waves

            laden with all the hues of deep spoil, laden with

            things unlikely and desirable.

Nights have a habit of mysterious gifts and refusals,

            of things half given away, half withheld,

            of joys with a dark hemisphere (I).

Inmerso en la navegación de este mar indomable, el yo poético detalla como las revelaciones que están a punto de otorgársele parecen –al igual que la marea– prometer acercarse decepcionando (6). Al caracterizar a las olas como cuestas altas y orgullosas de aguas turbias (“proud waves; darkblue topheavy waves”) el yo poético remarca la inaccesibilidad de los develamientos que parecen dilucidarse por las noches en lo que al entendimiento del universo y la propia existencia respecta. Es durante las noches que la hazaña del querer comprender enfrenta al yo poético con un fracaso habitual. Las cosas improbables y deseables (“things unlikely and desirable”) que intentan asirse en esos receptáculos vastos de tesoros –las olas/la noche– llegan a materializarse en dones que se poseen sólo a medias. Aun cuando el yo poético vislumbra esas delicias, su integridad le es vedada, pues advierte en ellas una cara ininteligible: “joys with a dark hemisphere”. 

     El fracaso periódico del yo poético por las noches al intentar entender(se) en el universo, a través del alcance de esos regalos “half given away, half withheld”  que abundan en las olas, se vincula con la dinámica circular de la suerte de Sísifo: el empuje de una piedra cuesta arriba que antes de alcanzar la cima habría de caer a los pies de la colina nuevamente (7). De hecho, el alemán Friedrich G. Welcker (1784-1868) leía el mito como la vana lucha del hombre por alcanzar la sabiduría. Consciente o no Borges de esta dimensión sémica, lo cierto es que en el yo poético de “Two English Poems” se detalla un hambre insaciable por esos obsequios que entrevistos en ese océano nocturno, constituyen una cifra de lo inalcanzable que, en apariencia, está menos distante durante las noches:

The surge, that night, left me the customary shreds

            and odd ends: some hated friends to chat

            with, music for dreams, and the smoking of

            bitter ashes.  The things my hungry heart

            has no use for (I).

Así, pues, el acometimiento de las olas, consecuencia de esa hambre inquisitiva, resulta infructuoso. La curiosidad metafísica del yo poético queda nuevamente insatisfecha esa noche (8). El botín consiste sólo en obsequios indiferentes recogidos en el devenir de una tertulia con amigos –a los cuales define de forma paradójica (“hated friends”)– donde ninguno de los actos sociales lo libera de su soledad. Ni la conversación, ni el acto de fumar ni el departir en medio de música delicada convocan en el yo poético revelación alguna.  Son piezas disjuntas. Retazos y jirones de un rompecabezas irreconstruible y fatuo. La figuración que de ellos hace es desalentadora: “customary shreds and odd ends”. Sin embargo, sobreviene, entonces, el acontecimiento que es la razón de ser de los poemas: la visión de quien es apostrofado (a) por el yo poético a lo largo de “Two English Poems”.

Ambos poemas constituyen actos verbales motivados y determinados por el encuentro con ese sujeto apostrofado (9). Tras el éxtasis, cierta noche, del que constituye el destinatario interno de los poemas, el yo poético reconstruye con melancolía esa experiencia e intenta, posteriormente, convocar la presencia definitiva de aquél en su existencia para corroborar la suya propia (10). En otras palabras, si en el primero de los textos, el yo poético narra su existencia antes y después del encuentro, en el segundo, pone en marcha una estrategia discursiva de tipo persuasivo para, a través del apóstrofe, despojar a dicha visión de su carácter fugaz y hacerse de ciertas certezas.  Así, tras la visión atestiguada una noche anterior, el que pareciese un amanecer rutinario en el laberinto que es su ciudad durante el día, el yo poético se aventura en las palabras. Rompe el silencio para apostrofar a su visión y hacerla presente. Tiende puentes discursivos para entablar un diálogo con ese destinatario interno, manifiestamente ausente, pero cuya presencia desea con suma vehemencia. 

Cierta noche, metaforizada como una gran ola, entrega al yo poético uno de esos dones inaccesibles que había descrito en los versos precedentes como “unlikely and desirable”: “The big wave brought you”. Se trata de la visión del “you” al cual se había dirigido ya al principio del poema para describir los resultados infructuosos de sus incursiones nocturnas buscando entender(se) en el universo: “Nights act that way, I tell you” (I). La revelación de la existencia de ese Otro representa un hito en la vida del yo poético (11) en lo que a la inutilidad de sus empeños y de su solitaria vida respecta. La visión de ese “you” es la materialización de uno de aquellos “mysterious gifts”, de una de las “joys with a dark hemisphere” que ostentaban las inalcanzables olas nocturnas. Y es, por ende, la posibilidad de remediar su condición de soledad y errancia.

El alcance efímero de tal don es referido por el yo poético en términos de una experiencia de sumo arrobamiento. El encuentro fortuito con un hombre o una mujer –en el plano más anecdótico del poema– es quizá la raíz de la construcción extática de dicha visión. El embelesamiento del que es presa el yo poético se entiende como resultado de descubrirse partícipe, por un instante, de lo absoluto a través de la visión e iluminación por la belleza de un “you” al cual define de manera paradójica como perezosa y constantemente hermoso. Un “you” en cuyo ser ve la potencialidad de poder reflejarse y remediar su soledad y angustia existencial (12). 

El arrobamiento del yo poético durante el –únicamente para él– memorable diálogo con el sujeto apostrofado contrasta con la actitud de desenfado y desinterés que parece dominar en éste: “Words, any words, your laughter; and you so lazily and incessantly beautiful.  We talked and you have forgotten the words” (I). “You” ni siquiera se percata del entusiasmo del yo poético, del estado de trance e iluminación en el cual se encuentra frente a su ser (el del sujeto apostrofado), definido siempre en términos de belleza inmutable y hermetismo. El encuentro que para el yo poético supone un punto decisivo en su existencia, parece estar despojado de cualquier trascendencia para el sujeto apostrofado, al cual se figura en términos de visión inaccesible. 

Agotada la noche y con ello la posibilidad para el yo poético de prolongar la visión si bien embelesante también inescrutable del ente apostrofado: “The shattering dawn finds me in a deserted street of my city” (I). El alba fulmina a la noche, reinstala al yo poético en su ciudad-laberinto y, sobre todo, desdibuja la sutil presencia del “you”, el cual se difumina dejando tras de sí vestigios en la memoria del yo poético: “Your profile turned away, the sounds that go to make your name, the lilt of your laughter” (I). Se subraya así la condición oscura del ente apostrofado. No hay certezas o imágenes de él, sino vagas impresiones como los retazos y jirones que habitualmente dejan las noches, según relataba el yo poético.  

Sin embargo, el yo poético distancia los vestigios de “you” de los residuos que le suele dejar la marea de las noches. Se trata no de opacos e indistintos “customary shreds and odd ends” (I), sino de “illustrious toys” emanados por “you” y, por ende, eminentes y, a la vez, brillantes objetos. En su fragmentariedad son émulos de la visión de la noche precedente. No obstante, el ostentar la posesión de dichas huellas no garantiza su comprensión. Al alba, el yo poético fatiga –para usar un verbo caro a Borges– el espacio laberíntico de la ciudad acompañado de los “illustrious toys” sin poder articular con ellos la presencia de “you”. No obstante, en la euforia de su posesión se le ve jugar con ellos. La felicidad de la revelación lo hace confiar su visión a entes tan erráticos como él:

I turn them over in the dawn, I lose them, I find

            them; I tell them to the few stray dogs and

            to the few stray stars of the dawn (I).

Al dirigirse a los perros vagabundos y a las estrellas fugaces, el yo poético pone en contacto su condición con la de sus interlocutores y, por extrapolación, acentúa su propia circunstancia de errancia y extravío en su ciudad laberíntica, cifra de su existencia y el universo mismo. El plano celestial y el plano terrenal funcionan aquí como espejos recíprocos. Al apelar desde su laberinto a los pocos perros y estrellas sin rumbo que encuentra a su paso, el yo poético reafirma su soledad extrema (como lo había manifestado su aislamiento en la tertulia referida versos antes). A la vez, insinúa la dificultad que supondría el hacer comprensible para el entendimiento de los demás la iluminación que ha tenido al lado de “you”. Es decir, hablar a los perros y estrellas de las prendas que le han quedado de “you” es como si lo hiciera con sus semejantes. La incomprensión de parte de los demás, al igual que la que recibe de los perros y estrellas, sería igualmente contundente. Nadie ni nada –entre ellos, probablemente, el mismo sujeto apostrofado– podrían entender lo que el yo poético leyó aquella noche en “you”.

     La simplicidad y el silencio que supone el “diálogo” con las estrellas y los perros errabundos se contraponen con la comunión alcanzada por el yo poético al lado de “you” en el efímero diálogo entablado entre ambos. Aun así, el ente apostrofado no deja de vislumbrarse inaccesible en su oscuridad y hermetismo. El yo poético se encuentra seducido por su “dark hemisphere”, cuya naturaleza obliga al silencio (a los puntos suspensivos) por inaccesible: “Your dark rich life ...” (I). No obstante, la inaccesibilidad de “you” no hace al yo poético desistir. Tras la experiencia extática a su lado, éste se muestra resuelto a asir a “you” en su evanescencia:

I must get at you, somehow; I put away those

            illustrious toys you have left me, I want your

            hidden look, your real smile -- that lonely,

            mocking smile your cool mirror knows (I).

En la búsqueda por contemplar la totalidad de “you” que no le fue revelada en el momento de la iluminación, el yo poético expresa su deseo de tener el que adivina ser el gesto más íntimo de éste: su sonrisa real; la expresión solitaria y mordaz que conoce la frialdad del espejo de “you”. Sin embargo, la manera en la cual podría hacerse de esa oscuridad (y, también, entenderla) le es desconocida. Es sólo un borroso “somehow” que en el segundo de los poemas será sucedido por una clara estrategia para acceder a “you” en toda su plenitud.    

La pregunta que abre el segundo poema –“What can I hold you with?” (II)– sirve de preludio a la estrategia que pondrá en marcha el yo poético para convocar la presencia permanente y esclarecedora de “you” en su existencia y acceder, al mismo tiempo, a su faz oscura. El yo poético buscando la revelación completa de “you” para poseerlo, opta por develarse ante éste buscando atraerlo. Es decir, antes que esperar descifrar a “you” a instancias de aquellos “illustrious toys” que le ha dejado, él mismo elige revelar en sí lo que pretende conocer de “you”. Así, pues, devela su cara oculta a través de la proliferación de instantes que lo definen en su totalidad: desde las conquistas de sus ancestros hasta sus propias carencias:

I offer you lean streets, desperate sunsets, the

            moon of the jagged suburbs.

            I offer you the bitterness of a man who has looked

            long and long at the lonely moon.

            I offer you my ancestors, my dead men, the ghosts

            that living men have honoured in bronze:

            my father's father killed in the frontier of

            Buenos Aires, two bullets through his lungs,

            bearded and dead, wrapped by his soldiers in

            the hide of a cow; my mother's grandfather

            --just twentyfour-- heading a charge of

            three hundred men in Peru, now ghosts on

            vanished horses (II).

Y figuran en esta proliferatio la geografía laberíntica de su ciudad, el anhelo de las noches, el amor por la luna y las prefiguraciones oblicuas de su ser mismo en las hazañas de sus antepasados. A través de estos presentes ofrecidos a “you”, el yo poético reitera su condición de extravío en un espacio laberíntico donde la noche y la compañía de la luna parecen constituir la única compañía probable: “I offer you the bitterness of a man who has looked long and long at the lonely moon” (II). Es esa “lonely moon” que, al mismo tiempo, funciona como símbolo de la soledad rotunda del yo poético (13).

     La mención de las hazañas de sus ancestros es bastante significativa porque sirve de contrapunto frente a la derrota que experimentará el yo poético intentando acceder a “you”. Es sumamente revelador el hecho de que tras la mención de las proezas militares de sus antecesores, el yo poético ofrezca sus propias conquistas, a las cuales –en caso de haberlas– insinúa como sumamente modestas y mediocres frente a los loores que habían merecido las de sus abuelos: “I offer you whatever insight my books may hold, whatever manliness or humour my life” (II).  A la par de lo anterior, el yo poético enfatiza en su ser el deterioro de la simiente familiar, la degeneración de la estirpe descendiente de aquellos hombres honrados en bronce al mostrarse escéptico sobre la hombría o el valor que su vida (la de él) pudiese detentar: “whatever manliness or humour my life [may hold]” (II).

La iluminación que ha supuesto la presencia de “you” para el yo poético motiva en éste la formulación de ofrecimientos excepcionales en el marco de su impotencia para alcanzarlo. La plausibilidad de volver a acceder a la compañía del sujeto apostrofado es bastante escasa. Por ello, le ofrece la posibilidad de habilitar en su ser una cualidad, para él, desusada: “I offer you the loyalty of a man who has never been loyal” (II). La estrategia del yo poético revela su esterilidad. A pesar de abrirse decisivamente ante “you” –ausente siempre, hay que recordarlo–; de brindarle el privilegio de conocer el abecedario que articula el sentido de su existencia nada acontece. Su apóstrofe se revela como un soliloquio en el que la presencia del destinatario interno jamás irrumpirá.     

El segundo poema se cierra con el ofrecimiento más trascendente de todos. En él, el yo poético brinda a “you” el corazón de esa semilla que es la esencia de su ser:

I offer you that kernel of myself that I have saved,

            somehow --the central heart that deals not

            in words, traffics not with dreams, and is

            untouched by time, by joy, by adversities (II).

Si en las estrofas anteriores el yo poético había construido a través de la proliferatio un laberinto de enunciados que lo definían, en la estrofa anterior, revela a “you” el centro de dicho laberinto. Se sitúa en el punto donde convergen todas las trayectorias identitarias que había trazado para explicarse ante el sujeto apostrofado.   

Significativamente ese “kernel” no es expresable en palabras: en él nacen y mueren todas las aristas que conforman el rostro del yo poético. Al ofrecerlo a “you”, el yo poético está revelando su propio hemisferio oscuro, el cual, a diferencia de las palabras en la conversación sostenida entre ambos que “you” había olvidado –“we talked and you have forgotten the words” (I) – no delinea un perfil incompleto de él, sino su verdadera y total imagen. Esa sustancia que no sólo es atemporal, sino que también permanece inmutable ante los sueños y demás avatares mortales que, por ejemplo, motivaron las hazañas en las que sus ancestros habían destacado. Es, pues, su quintaesencia (14). 

Atemporal es también la intuición del arquetipo de la rosa que ofrece el yo poético a “you”: “I offer you the memory of a yellow rose seen at sunset, years before you were born” (II). Es en su condición de poeta que el yo poético brinda la visión humilde de la rosa ideal en una rosa amarilla (15). Así, pues, además de presentarle el centro mismo de su esencia, el yo poético le ofrece a “you” una modesta percepción del ideal platónico de la rosa en el recuerdo de un reflejo fugaz de la misma cierta tarde (16).

En el ofrecimiento de la memoria de la rosa amarilla puede apreciarse una derrota del yo poético en cuanto le es imposible entregar a “you” la visión efectiva del arquetipo platónico de dicha flor (expresión par excellence del sentimiento amoroso) para solucionar la preocupación que abría el segundo poema –“ What can I hold you with?” (II). Por eso mismo, a continuación, habrá de ofrecerle a “you” explicaciones y teorías sobre éste porque lo concibe –y en ello radica el sentido de embelesamiento del yo poético– como materialización del arquetipo del Otro que tanto lo explica (al yo poético) como lo complementa (17). “You” encarna ese arquetipo que como el de la rosa ideal existió antes que la dimensión real de “you” lo hiciese (18): “I offer you explanations of yourself, theories about yourself, authentic and surprising news of yourself” (II). La única victoria del yo poético consiste, entonces, en un acto involuntario: la visión efectiva del arquetipo del Otro en “you”.

     Sin embargo, esa misma visión desemboca en una tragedia, una gran derrota cuando el yo poético se percata de la imposibilidad no sólo de convocar la visión de “you”, sino, sobre todo, de poseer dicha presencia. Entonces, como al inicio del primero de los poemas queda reducido al laberinto de su soledad. El hambre de su corazón –colmable sólo por “you”- queda intacto. Al final, el yo poético entrega y devela las que figuraron como sus armas para aproximarse a “you”: “I am trying to bribe you with uncertainty, with danger, with defeat” (II). Los esfuerzos han sido vanos. El cierre del segundo poema pone en evidencia una estructura circular. La situación de soledad y extravío –que inauguraban el primer poema y constituía su atmósfera– se confirma como condición irredimible del yo poético.   

     A diferencia de lo que pueda derivarse del comentario de Liliana Williams sobre “TEP” –“Borges must have written his only two English poems in a seizure of inspiration and probably at the request of the lady to whom he dedicates his work: Beatriz Bibiloni Webster de Bullrich” (65)– considero que la dimensión sentimental de los poemas convive (y sirve de pretexto) con una profunda preocupación filosófica sobre la(s) certeza(s) de la existencia: ¿puede afirmar, el yo poético, con certeza que existe? ¿cuáles son las posibilidades que tiene para trascender en un ambiente no sólo hostil, sino también incomprensible (un laberinto)? La visión de “you” le permite no sólo afirmar su existencia al mirar y mirarse en ese Otro en tanto su existencia (la de “you”) resolvería la condición de soledad y unicidad que constituyen la atmósfera de angustia en ambos poemas. La declaración de amor del yo poético radica en no hacerla como ya afirmaba Platón en aquella sentencia: “la mejor declaración de amor es la que no se hace”. Así, pues, la anécdota de derrota y frustración que cimienta a ambos poemas (esa visión iluminadora pero fugaz) evoca fuertemente el mito platónico de la cueva y las sombras, epítome de la condición de desamparo del hombre en un universo enigmático y, por tanto, incognoscible.

 Ambos poemas participan del patrimonio del universo por el que propugnaba Borges, sin por ello dar la espalda a lo local. El laberinto desde donde el yo poético apostrofa a la visión de “you” tiene el color de los vericuetos bonaerenses. El apostrófe es, así, heredero e interlocutor de toda una larga tradición filosófica occidental que permea la mitología clásica y merece abundantes comentarios de Platón.

Borges, resignifica el mito del minotauro y lo convierte en cifra de la humanidad presa en un laberinto incomprensible y sola con la razón y sus palabras (19). Los versos finales del poema “El laberinto” compendian esta angustia, esa necesidad de tener la certeza de la propia existencia (que se vislumbra única) a través de la mirada de Otro:

Sé que en la sombra hay Otro, cuya suerte

es fatigar las largas soledades

que tejen y destejen este Hades

y ansiar mi sangre y devorar mi muerte.

Nos buscamos los dos. Ojalá fuera

éste el último día de la espera (20).

El laberinto que construye Borges en “Two English Poems” se proyecta, pues, en tres planos complementarios: el cósmico, el existencial y el sentimental. En el cósmico, se plantea la condición de soledad de la humanidad en el universo incomprensible. En el existencial, se enfatiza el desamparo del individuo al interior mismo de la sociedad y sus prácticas estériles que buscan dar sentido a la existencia (la gloria de sus antepasados convertidos en fantasmas). El último plano, el sentimental, discute la (im)posibilidad de la presencia de Otro que se convierta en compañía y demostración de la propia existencia (21). El yo poético, en tanto minotauro, es a una vez y al mismo tiempo cifra del desamparo de la humanidad, del sujeto y del amante irredimible. 

 

Notas

 

(1). Ya con acierto Jaime Alazraki había comentado sobre ellos que “can be read, indeed, as a microcosm of his entire ; poetic work; most of his major themes and motifs are spun in this early cocoon” (153).

(2). La reinterpretación que hace Borges del mito del minotauro se encamina a hacer de éste una cifra de la condición existencial del hombre: un ser solitario y único que se encuentra recluido en un espacio incomprensible en el cual se cuestiona la realidad de su existencia y la posibilidad de la existencia de Otro como él. En el cuento “La casa de Asterión” y los poemas “Laberinto” y “El laberinto” se materializa esta reinterpretación.


(3).  Que recuerda grandemente a la figuración de Buenos Aires en Fervor de Buenos Aires.


(4). Nuevamente Borges da un giro a la lectura mitológica convencional. En la mitología clásica la Aurora era vista como una figura favorable al hombre. Así, se la representaba como una mujer armada que, victoriosa, triunfaba sobre la oscuridad de la noche y sus sombras siniestras (espacios hostiles al hombre). Borges no lee en el advenimiento de la aurora, según lo evidencia este poema, ningún beneficio, ya que es el día y no la noche el espacio adverso al hombre en la búsqueda de trascendencia.


(5). La convergencia entre la noche y la figura del mar para hablar de una revelación recuerdan aquel verso presente en el primero poema publicado por Borges “Himno del mar” (1919). En él, un inflamado yo poético apostrofando al mar, canta sobre un instante de iluminación vivido al observar el mar: “¡Oh instante de plenitud magnífica!” (“Hacia el éxtasis en El Congreso de Borges”).


(6). Aquí, Borges, pareciese dialogar y, a la vez, disentir de la concepción quevediana de la noche. Reproduzco, a continuación, el soneto “A la noche” de Quevedo:

 

Noche, fabricadora de embelecos,
loca, imaginativa, quimerista,
que muestras al que en ti su bien conquista
los montes llanos y los mares secos;

 

habitadora de cerebros huecos,
mecánica, filósofa, alquimista,
encubridora vil, lince sin vista,
espantadiza de tus mismos ecos:

 

la sombra, el miedo, el mal se te atribuya,
solícita, poeta, enferma, fría,
manos del bravo y pies del fugitivo.

 

Que vele o duerma, media vida es tuya:
si velo, te lo pago con el día,
y si duermo, no siento lo que vivo.

 

(7). Las interpretaciones que ha suscitado este mito son esclarecedoras para el propósito que nos ocupa. Algunas de ellas ven en Sísifo la personificación de las olas elevándose hasta determinada altura y cayendo bruscamente. Otras más conciben a Sísifo como un símbolo del traicionero mar.


(8). En El Banquete, Platón aproxima el deseo por las cosas inalcanzables a la sed del amor: “el que desea, desea lo que no está seguro de poseer, lo que no existe al presente, lo que no posee, lo que no tiene, lo que le falta. Esto es, pues, desear y amar” (335).

 

(9).  Se trata de una revelación de la naturaleza de  ésas que en el texto "La muralla y los libros",  Borges entiende como acontecimientos por excelencia pospuestos para la experiencia humana: "la inminencia de una revelación, que no se produce, es quizá, el hecho estético" (13). “TEP” nacen, por ende, como resultado de esa revelación entrevista que en ellos se detalla. 

 

(10).  Es bastante significativa y directa la alusión a “TEP” que aparece en uno de los últimos cuentos de Borges y, sin duda, uno de los más largos. Me refiero a “El Congreso”. En él, el narrador enfatiza el estado de comunión entre los amantes que supone el sentimiento amoroso. Se subraya ese instante en que cada uno es –al mismo tiempo– el otro: “Oh noches, oh compartida y tibia tiniebla, oh el amor que fluye en la sombra como un río secreto, oh aquel momento de la dicha en que cada uno es los dos, oh la inocencia y el candor de la dicha, oh la unión en que nos perdíamos para perdernos luego en el sueño, oh las primeras claridades del día y yo contemplándola”(46)


(11).  La afirmación borgeana de “cada uno de nosotros se define para siempre, en un único instante de su vida - instante ese en que cada cual se encuentra para siempre consigo mismo” define a la perfección la revelación del yo poético en “TEP”. Al ver lo que ha visto en el Otro, el yo poético, literalmente, se encuentra consigo mismo.


(12). En El Banquete de Platón, Agatón, uno de los contertulios a la discusión sobre el amor destaca como condición inherente de éste la correspondencia entre los amantes: “que lo semejante se une siempre a su semejante” (328).
El uno tiene que ser como el otro para reflejarse en él.


(13).
Esta Luna que se convertirá en cifra de la condición humana en el poema homónimo contenido en La moneda de hierro (1976) :  

Hay tanta soledad en ese oro.
La luna de las noches no es la luna
que vio el primer Adán. Los largos siglos
de la vigilia humana la han colmado
de antiguo llanto.
Mírala. Es tu espejo.


(14). Quizá la escritura en inglés de estos poemas y el epíteto de ingleses que se les confiere en el título (“Two English Poems”) obedezca a esta misma estrategia de expresar de manera auténtica la esencia de su ser. El yo poético que construye Borges estaría recurriendo al inglés, en tanto idioma de sus otros ancestros (en el poema sólo son referidos los antepasados argentinos), como la lengua de esa quintaesencia atemporal que ofrece a “you” y que se conecta con la historia de su estirpe sajona.


(15).  Se trata de la misma revelación que Borges pondrá en Giambattista Marino, protagonista de  “La rosa amarilla”. Instantes antes de morir, Marino, al observar una rosa amarilla experimenta una revelación. El narrador del cuento la detalla así: “Entonces ocurrió la revelación. Marino vio la rosa, como Adán pudo verla en el Paraíso, y sintió que ella estaba en su eternidad y no en sus palabras y que podemos mencionar o aludir pero no expresar” (El hacedor 38). 


(16).  Esa rosa indecible a la que Borges habría de evocar en “Una rosa y Milton” (El otro, el mismo) y a la que ya había aludido en “La rosa” :

La rosa,

la inmarcesible rosa que no canto,

la que es peso y fragancia,

la del negro jardín en la alta noche,

la de cualquier jardín y cualquier tarde,

la rosa que resurge de la tenue

ceniza por el arte de la alquimia,

la rosa de los persas y de Ariosto,

la que siempre está sola,

la que siempre es la rosa de las rosas,

la joven flor platónica, 

la ardiente y ciega rosa que no canto,

la rosa inalcanzable (Fervor de Buenos Aires)

   
(17). Borges como Machado comulga con aquella idea de que “amar es buscar eternizarse en el otro”.
 

(18). Recordemos la primera dedicatoria al lado de la cual aparece el corazón del segundo de los poemas en Historia Universal de la Infamia: “I inscribe this book to I.J.: English, innumerable and an Angel”.  La paradoja que entraña el hacer converger en alguien dimensiones angélicas, infinitas y, a la vez, inglesas manifiesta como en “you” se materializa la visión  del arquetipo del Otro (por ende, innumerable and an Angel), sin perder por ello su dimensión real: una mujer británica de la que hablan algunos biógrafos de Borges. Dicha mujer es cifrada con un nombre tan extenso como enigmático – Beatriz Bibiloni Webster de Bullrich – que, según algunos críticos, podría ser un guiño al ideal de mujer por excelencia: la Beatriz dantesca.

 

(19). Rodríguez  Monegal comenta a este respecto que “él ha escogido aquéllas que hacen del laberinto un símbolo de la prisión en la que está encerrado el hombre, del lugar en que habrá de encontrar la muerte y tal vez la liberación en la nada” (108).


(20). Ana Mar
ía Barrenechea comentando este poema y otro intitulado “Laberinto” afirma que en ellos “se dicen y dicen al lector: tú-yo-todos los hombres somos el minotauro, el laberinto es el universo, el monstruo es-soy-somos cada uno”.


(21). El poema “Laberinto” expresa todo lo anterior eficazmente:

 

No habrá nunca una puerta. Estás adentro
y el alcázar abarca el universo
y no tiene ni anverso ni reverso
ni externo muro ni secreto centro.
No esperes que el rigor de tu camino
que tercamente se bifurca en otro,
que tercamente se bifurca en otro,
tendrá fin. Es de hierro tu destino
como tu juez. No aguardes la embestida
del toro que es un hombre y cuya extraña
forma plural da horror a la maraña
de interminable piedra entretejida.
No existe. Nada esperes. Ni siquiera

en el negro crepúsculo la fiera.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

OBRAS

 

Alazraki, Jaime. “Enumerations as Evocations: On the Use of a Device in Borges´Latest

Poetry” en Borges, the Poet. Ed. Carlos Cortínez. Fayetteville: University of Arkansas, 1986. 149-56.

 

Barrenechea, Ana María. “La casa del minotauro”. Ciberletras. 2000. Lehman Collage.

7 de nov. 2006. <http://www.lehman.cuny.edu/ciberletras/v03/Barrenechea.html>.    

 

Borges, Jorge Luis. Obras completas. Buenos Aires: Emecé, 2005.

 

Camou, Antonio. “Dos poemas de Borges y una mujer perdida”. Diario La Mañana. 27

sept. 2006. 

 

Cortínez, Carlos. “Hacia el éxtasis en “El Congreso” de Borges”.  Hispania 54 (1986):

313-22.

 

Platón. Diálogos. Madrid: Patricio de Azcárate, 1871.

 

Rodríguez Monegal, Emir. Borges por el mismo. Barcelona: Laia, 1984.

 

Sarlo, Beatriz. Borges, un escritor en las orillas. Buenos Aires: Ariel, 1995.

 

Williams, Liliana. “Two English Poems by Jorge Luis Borges”. Nueva Revista de

Lenguas Extranjeras 1 (1996): 65-7.