El discurso profético, apocalíptico y mesiánico de Jacobo Fijman


Naomi Lindstrom

University of Texas at Austin

 

Nacido en una familia judía en Besarabia, en aquel entonces parte de Rusia (1898), el poeta Jacobo Fijman emigró a la Argentina en 1902. Durante la década de los años 20, cuando formaba parte del grupo de poetas vanguardistas asociados con la revista Martín Fierro, empezó a tener “experiencias místicas” (Fijman, “Fuegos” 22) y a sentir una fuerte atracción al catolicismo. Algunas alusiones cristianas aparecen ya en sus primeros poemas conocidos, de aproximadamente 1923, y en su primer libro, Molino rojo (1926). En 1928, realizó un viaje a Europa (Zito Lema 89) y al volver a Buenos Aires, empezó a asistir a misa y se asoció con los escritores católicos reunidos en torno a la revista Número (Arias, “Breve crónica” 2). Su libro Hecho de estampas, publicado en 1929, revela una marcada intertextualidad con las fuentes cristianas, sobre todo los evangelios y la poesía mística española. En 1930 se hizo bautizar (1) y siguió considerándose católico hasta su muerte en 1970.

Sin embargo, la religiosidad de Fijman, manifestada en gran parte de su producción, es un fenómeno complejo que no se limita al cristianismo. Cuando su amigo y colaborador Vicente Zito Lema le preguntó el motivo que propició su conversión del judaísmo al catolicismo, Fijman le corrigió diciendo “No es conversión de judío a católico. Es simplemente la aceptación de la religión católica, apostólica y romana. Porque lo de judío no se pierde” (“Viaje” 78). En otra ocasión, el poeta se refiere a su práctica por “mantener las esencias de lo judío” (“Fuegos” 30). En su poesía y otros escritos, Fijman se mueve con fluidez entre las dos culturas religiosas que conoce bien. A veces, su marco de referencia parece ser predominantemente cristiano, lo que se aprecia en sus alusiones al “Antiguo Testamento” (Fijman, “Viaje” 53) y no al “Tanaj”, “Biblia Hebrea” o “Biblia” aunque dichas alusiones al “Antiguo Testamento” implican un canon incompleto sin los agregados cristianos. Cita la literatura patrística y la filosofía escolástica pero no el Talmud. Aunado a esto, adopta una perspectiva más judía atribuyendo al “pueblo de Israel” el concepto de la “unidad divina” (Fijman, “Viaje” 67). Pero como se verá, la fusión de tradiciones es sólo el punto de partida para la expresión religiosa de Fijman.

Un gran factor que influye en la construcción del sistema fijmaniano fue el riguroso programa de lecturas que siguió el poeta durante la mayor parte de su vida. Según Alberto Arias, “de 1932 a 1942 la vida del poeta se limita, según su testimonio y el de quienes lo conocieron, a intensos estudios… escolástica, gramática, lenguas, teología y filosofía” (“Breve crónica” 3); a lo anterior se deben agregar los libros bíblicos, tanto la Biblia Hebrea como el Nuevo Testamento, con los que Fijman crea una red intertextual. En El pensamiento de Jacobo Fijman, el libro que escribió en sus últimos años con la ayuda de Zito Lema, el poeta identifica el gran número de textos que había estudiado. Y aunque cuenta entre sus influencias a varios pensadores de los primeros siglos del cristianismo y a escolásticos, no nombra un solo filósofo o ensayista moderno. Debido a tal omisión, nunca se sabrá cómo habría juzgado Fijman a aquellos de sus contemporáneos que también crearon variantes modernas de las mismas tradiciones, como por ejemplo la visión apocalíptica de la historia que Walter Benjamin expone en la novena tesis de sus “Tesis sobre la filosofía de la historia” (Benjamin 257-58).

Este trabajo explora primero las relaciones entre el discurso de Fijman, los evangelios y otros libros de la Biblia Hebrea y el Nuevo Testamento. Luego analiza la manera en que transforma ciertas convenciones de la literatura profética y apocalíptica, géneros co-existentes en la tradición judía y en el cristianismo del primer siglo de la época común.(2) Al final se verá cómo, más allá de una reformulación de elementos provenientes de dos religiones establecidas, Fijman proyecta una visión sui géneris, basada en su propia creencia y en sus cualidades excepcionales. Es a este aspecto de la visión de Fijman que alude Eliahu Toker cuando lo caracteriza, muy acertadamente, como “un inquietante poeta judío que abrazó el cristianismo, tomado por fantasías mesiánicas en hambre de santidad” (49).

Con estas palabras Toker se refiere también a los problemas de salud mental del poeta, tema de escasa relevancia para este análisis de su producción.(3)  A lo largo de los años, sin duda muchos enfermos mentales han albergado creencias tan extremas como las que expone el poeta argentino en sus obras; sin embargo, el sistema discursivo que construye Fijman en torno a sus preocupaciones es único. Sería posible analizar su producción como un ejemplo del discurso sicótico, aplicando los conceptos en torno al lenguaje y la esquizofrenia que expone Avital Ronell en su The Telephone Book:  Technology, Schizophrenia, Electric Speech (1989), pero sería una investigación completamente distinta de ésta. Aquí no se trata de ver la escritura de Fijman como la expresión involuntaria de una sicosis, sino como una transformación poética de las convenciones de ciertas formas de la literatura judía y cristiana, así como de las preocupaciones individuales del autor. 

Para realizar este análisis, se emplea un corpus bastante amplio de las obras de Fijman. Su labor poética se representa por los textos recogidos en Obras: (1923-69), volumen a cargo de Arias, que reúne los tres tomos de poesía que publicó Fijman; su libro vanguardista Molino rojo (1926; de aquí en adelante referido como MR); sus dos colecciones de poemas, en su gran mayoría de temas religiosos; Hecho de estampas (1929; aquí HE); Estrella de la mañana (1931; EM) y por último sus poemas anteriores y posteriores a las colecciones. Incluyo además dentro de la obra de Fijman el libro que realizó con Zito Lema, El pensamiento de Jacobo Fijman o el viaje a la otra realidad (1970), en el cual, Fijman expone sus conceptos religiosos, filosóficos y estéticos, así como sus experiencias y visiones. Como afirma Raúl Gustavo Aguirre, no se trata de un simple testimonio, sino de textos estéticamente elaborados que ofrecen “verdaderos poemas en prosa” (435).

Aunque Fijman fue un místico, y él mismo asocia su obra con sus “estados místicos” (“Viaje” 64), el presente trabajo no analiza sus vínculos con la poesía mística. Este aspecto ya ha sido tema de un estudio pormenorizado, como en “Relación intertextual de ‘Adoración de los Reyes Magos’ [de Fijman] con el Cantar de los Cantares y el ‘Cántico espiritual’ [de San Juan de la Cruz]”, de María Amelia Arancet Ruda (Poética 300-14). Tampoco se intentará dilucidar los motivos que habrán impulsado a Fijman a adoptar el catolicismo, tema que ya ha investigado Senkman (164).

Fijman asocia su producción poética con los evangelios y la forma de vida de los primeros cristianos creando en muchas de sus obras una Tierra Santa, a las orillas del mar o en un paisaje desértico, escena que puede también significar un desierto espiritual (p. ej., en “Canto del cisne” [MR]); tal ambiente recuerda el área mediterránea donde se desarrollaron las vidas de Cristo y de sus primeros seguidores. Un hecho que muestra la tendencia de Fijman a centrar sus poemas en un ambiente afín al primer cristianismo es que mientras muchos poetas de vanguardia, como Oliverio Girondo en sus famosos Veinte poemas para ser leídos en el tranvía (1922), incluyen en su poesía referencias a la tecnología y a la vida moderna de la gran ciudad, en la producción poética de Fijman hay muy pocas alusiones de esa clase. Su obra se sitúa más en lugares donde campesinos pobres practican la agricultura tradicional. En otros poemas describe ciudades, pero antiguas, con torres (“Las torres blancas”, MR) y murallas (“las ciudades que hacen en Cristo sus murallas” [“XIII”, EM]); “Ciudad santa” (MR) versa directamente sobre Jerusalén. En HE y EM, Fijman acerca su discurso al de los evangelios mediante la repetición de ciertos sustantivos que cobran un valor simbólico en los primeros libros del Nuevo Testamento; las palomas y los corderos se nombran con una frecuencia obsesiva, pero también el trigo, las viñas y los pastores tantas veces aludidos en las distintas versiones de la vida de Cristo.

En su prosa, Fijman alude explícita y repetidamente a la Biblia favoreciendo determinados pasajes que corresponden a sus creencias peculiares, así como reelaborando la narrativa de la creación en el Génesis pero agregándole nuevos detalles inéditos (“Viaje” 39, 61, 62). También hace referencia a los evangelios y el Cantar de los Cantares (“Viaje” 37), pero el texto al que alude con más detalle e insistencia es el Apocalipsis de Juan (“Viaje” 51, 77, 80-81). Además de los libros que Fijman identifica explícitamente, en su discurso construye una red intertextual con otros pasajes bíblicos que contienen elementos visionarios y apocalípticos, como la segunda parte del Libro de Daniel (Daniel, caps. 7-12), en la que Daniel describe sus visiones y presenta la figura del rey todopoderoso pero engañoso y maléfico (cap. 7) que luego se reelabora en la tradición apocalíptica cristiana como el Anticristo y que, como se verá, cobra una importancia fundamental en la visión de Fijman.

Fijman en su nota “Mallarmé, lector de símbolos”, publicada en la revista Número en 1931, observa: “El estado profético le da al artesano del verso el poder de nombrar, de poner su luz eficazmente” (cit. en Arias 19).  Efectivamente, no sólo asocia el estado profético con la creación poética, sino que además su producción manifiesta una intertextualidad complicada con la literatura profética y sus convenciones discursivas. Es de notar que mientras que según el pensamiento judío convencional “Prophecy ceased” después de la época del Segundo Templo (Heschel xv), Fijman sigue ejerciendo la profecía en pleno s. XX.

Heschel en su conocido estudio de los profetas señala que la función primordial del profeta no es pronosticar el futuro, sino denunciar los males de la sociedad que lo rodean: “the prominent theme is exhortation, not mere prediction” (12). Aunque cada profeta tiene su propio enfoque, los vicios principales que se deploran son la idolatría, las formas prohibidas de la sexualidad, la riqueza y su ostentación y la hipocresía; según Heschel, “[the prophet’s] words are often slashing, even horrid—designed to shock rather than to edify” (7).

En sus colaboraciones con Zito Lema, Fijman demuestra la misma actitud de denuncia y pronostica el castigo divino, basándose en la revelación personal. Por ejemplo, después de criticar la suntuosidad de las iglesias de su época, que “deben ser pobres”, afirma que “Dios me contó que las va a destruir” (“Viaje” 70). Como los profetas bíblicos, Fijman se horroriza ante la opulencia, la hipocresía y las diversas manifestaciones de la sexualidad. Critica duramente a los sacerdotes “por su falta de amor” (“Fuegos” 30) y a sus feligreses “que en su mayoría eran falsos, burgueses, católicos ricos o de figuración” (“Fuegos” 30) y afirma que “Hoy en día la iglesia es un prostíbulo” (“Viaje” 70). Su actitud corresponde a la descripción de Heschel: “The prophet is an iconoclast challenging the apparently holy, revered, and awesome. Beliefs cherished as certainties, institutions endowed with supreme sanctity, he exposes as scandalous pretensions” (10).

Varios poemas de Fijman describen, en un tono horrorizado e iracundo, la decadencia de la vida actual. En “Noche del sábado en El Bajo”, un poema temprano (c. 1923; Obras 54-55), el yo poético describe indignado la “Noche del sábado, del vicio” (54). Los blancos de su ira son la sexualidad, aludida como “lujuria”, y la riqueza (“financistas de quilombo y putas”, 54).

Los poemas de denuncia, que demuestran una intertextualidad con la literatura profética, son más comunes en sus poemas tempranos y en su primer libro MR, mientras que en sus libros más “católicos”, HE y EM, se encuentra, como se verá a continuación, una expresión más bien apocalíptica. En los libros posteriores a su conversión al catolicismo, el poeta se vale menos del discurso profético, asociado sobre todo con la sección de la Biblia Hebrea identificada explícitamente como “Los Profetas”, y depende más de la literatura apocalíptica, género cuyo ejemplo más puro es un libro que sólo se encuentra en el canon cristiano, el Apocalipsis de Juan.

El género apocalíptico es difícil de definir y de diferenciar nítidamente de la literatura profética. Sin embargo, es reconocible por una visión general que resume sucintamente Collins en su The Apocalyptic Imagination: An Introduction to Jewish Apocalyptic Literature: “a worldview in which supernatural revelation, the heavenly world, and eschatological judgment played essential parts” (13). Fijman se enfoca en algunos elementos en particular, sobre todo en la narrativa del acenso del Anticristo, la batalla final y la transfiguración y unión de la tierra y el cielo.

En El pensamiento de Jacobo Fijman, el poeta manifiesta su convicción de que los sucesos apocalípticos no sólo son inminentes, sino que ya han comenzado a realizarse en el s. XX; por ejemplo, según su testimonio, durante la dictadura militar de los años treinta, “La gente era perseguida de la manera que ha sido establecida en el Apocalipsis” (80). Afirma que el Diablo ha invadido Buenos Aires para sustituir a Cristo y así dominar a la humanidad: “finge ser Cristo. Y hasta en ciertos cuadros su presencia es la del Crucificado […] En Buenos Aires, solo yo puedo distinguir Cristo del Demonio”, mientras que el clero se adhiere al falso Cristo (“Viaje” 57). Estas afirmaciones constituyen una variante de la antes mencionada historia del tirano engañoso, que tiene sus orígenes en el libro de Daniel y se desarrolla como la narrativa cristiana del Anticristo en los libros de Juan y, aun más, en el Apocalipsis. En la tradición cristiana, el Anticristo intenta suplantar a Cristo y ganar la lealtad de sus seguidores (por ejemplo, Apocalipsis 13-16). En su versión idiosincrásica de la narrativa, Fijman identifica al Anticristo directamente con el Diablo. Además del Diablo en Buenos Aires, Fijman señala otras figuras de dominación siniestra y sobrenatural. Entre ellas figura Richard Wagner, quien “se propuso llegar a príncipe de los infiernos” (“Fuegos” 31) avasallando al público con sus ideas “paganas” (32) e intentando hacerle competencia a Dios (31).

En sus ensayos, Fijman atribuye varios fenómenos a la intervención de los demonios. Esta creencia corresponde al concepto apocalíptico que resume Collins: “there is a hidden world of angels and demons that is directly relevant to human destiny” (80). Por ejemplo, Fijman admira la innovación literaria de la década de los años 20; sin embargo, afirma que, por ser de carácter profano, la creación de sus contemporáneos es diabólica: de Ricardo Güiraldes dice “había entregado su alma a los demonios” (“Fuegos” 26); de los surrealistas afirma “Los surrealistas son auténticos poetas pero… son satánicos” (“Viaje” 66); de igual forma atribuye a Antonin Artaud, cuya obra aprecia, tratos con el Diablo (66). En resumen, según su visión, la originalidad artística, si no es divina, está forzosamente “al servicio del Demonio” (66).

Aunque Fijman alude a los ángeles con frecuencia, en una desviación notable de las convenciones apocalípticas, en ningún momento señala ni en su poesía ni en sus ensayos, a los ángeles ni a los profetas anteriores como vehículos de sus revelaciones. Esta variante excepcional de la tradición profética y apocalíptica tiene una explicación. El poeta cree poder comunicarse con Dios directamente: “Soy amigo de Jesucristo; como lo soy de Dios, El Padre. Incluso he comido con ellos” (“Viaje” 57-58).

El fin del mundo y la batalla final entre el bien y el mal se describen o se aluden en varios textos poéticos de HE y EM. En el “Poema II” de EM (Obras 142), el yo poético es testigo de estas escenas:

 

Caen los muros.
                        Veo la tierra sabrosa de vida y muerte.

Y sobre mí lloraron las criaturas y cantaron los niños cantores.

Los ejércitos de la gracia desnudaron espadas ante el alba.

La visión que se presenta en estos versos parece ser una adaptación libre del noveno capítulo del Apocalipsis de Juan, en el que los ángeles dirigen un ejército de doscientos millones en una batalla contra las fuerzas del mal (Apocalipsis 9:16). Otros poemas de HE y EM ofrecen visiones de la transformación completa de la tierra y el cielo y la recreación de ambos en “una nueva tierra y un nuevo cielo” (Apocalipsis 21:1), unidos y fuertemente iluminados por la “Nueva Jerusalén” (Apocalipsis 21:2);  por ejemplo, “Amor abre la luz, y se derraman soles y bailan los corderos” (“Poema XVIII”, EM; Obras 158); “Corren los bosques, / y el mar, los soles y la luna se igualan en éxtasis del cielo/ Oh, bodas de la tierra y el cielo” (“Poema XXIX”, EM; Obras 168).

Más allá de sus adaptaciones de las tradiciones profética y apocalíptica, el discurso de Fijman contiene elementos que no cabrían ni en el judaísmo ni en el cristianismo. La base de estos elementos es una de las creencias fundamentales del autor. Como observa Masiello, en los últimos poemas de MR el sujeto hablante se presenta como “the first interpreter of life, and an authority on sacred knowledge” (41). Fijman se siente seguro de sus conocimientos sagrados por creerse, en una palabra, divino.

El poeta se identifica como “un santo” (“Viaje” 66; “Fuegos” 32) y “un sacerdote” (“Fuegos” 23) y afirma “Yo soy Dios. Jacobo Fijman es Dios” (“Viaje” 47). Narra varios episodios en que ha interactuado directamente con el Diablo y Jesús y ha conversado con Dios sin intermediarios (p. ej., “Viaje” 67). Como reconoce el mismo Fijman, el emisor de tales aseveraciones corre peligro en la sociedad; recuerda haber enfurecido a unos policías al gritarles “Soy el Cristo rojo” y “Yo soy el Anunciado” (“Fuegos” 34). Según Fijman, la falta de aceptación que ha sufrido como santo o figura divina se debe a la degeneración espiritual de la vida contemporánea: “En esta sociedad está prohibido ser santo. Aun por la Iglesia” (“Viaje” 66).

Un concepto clave en la producción de Fijman es el carácter regenerable de su “yo”, sea poético o biográfico, que le ha permitido experimentar la muerte y volver a la vida terrestre. Esto va más allá del ideal cristiano de “morir en Cristo”; más bien, se considera fundamentalmente distinto de los seres mortales. Cree haber sido destruido y recreado en diversas ocasiones (“Viaje” 80) y haber visitado el infierno (“Viaje” 57) y el paraíso (“Viaje” 67).

La autodivinización, en la mayoría de los casos como un avatar de Cristo, aparece también en su poesía. En “Vísperas de angustia” (MR), el yo poético afirma: “yo soy el prometido, el anunciado” (Obras 86). En “Poema V” (HE), el sujeto hablante se identifica plenamente con Cristo en la cruz. El primer verso, “Yo estaba muerto bajo los grandes soles, bajo los grandes soles fríos”, es uno de los numerosos pasajes en la obra de Fijman en que un sujeto regenerado narra su propia muerte. En el último verso, el sujeto explicita aún más: “Yo me veo colgado como un cristo amarillo sobre los vidrios pálidos del mundo” (Obras 125). Tales pasajes evidencian las tendencias “mesiánicas” que Toker, en su observación ya citada (49), señala como un motivo detrás de la decisión de Fijman de adoptar el catolicismo.

Desde una perspectiva teológica las creencias de Fijman se considerarían una forma de herejía, sobre todo por su violación de la premisa fundamental, tanto del cristianismo como del judaísmo, de un dios único. Cuando Fijman explica su autoidentificación como dios, la lógica que expone se aleja notablemente del monoteísmo: “Dios hace otro Dios en la persona que quiere. La Virgen María es Dios” (“Viaje” 46). En su pensamiento, también puede haber múltiples Cristos: “El mismo San Pablo enseña ‘ser como otro Cristo’; es decir, Cristo está en uno. La total identificación. Aun la pérdida de la persona. Yo lo sentía como una cosa cierta, no literaria” (“Fuegos” 34).

Estos elementos de autodeificación o de autoidentifiación como un mesías demuestran la extrema libertad con la que Fijman construye su visión, violando el Primer Mandamiento: la prohibición fundamental de todo sistema monoteísta.     

Hasta cierto punto, Fijman se convirtió en un escritor católico; publicó en la revista Número, dirigida por intelectuales católicos laicos y su tercer libro, Estrella de la mañana, fue publicado por la Editorial Número. Como han señalado las investigaciones de Arancet Ruda, existen numerosos vínculos intertextuales entre la poesía de Fijman y la tradición de la poesía mística española. Sin embargo, este examen del discurso de Fijman demuestra que su pensamiento religioso es un fenómeno sumamente heterodoxo y original que no se limita a ninguna religión ya constituida.

Fijman intenta establecer en su discurso un espacio donde el judaísmo sea compatible con el cristianismo. De las alusiones que abundan en su obra, muchas versan sobre los elementos que tienen en común las dos culturas religiosas. Fijman se refiere con gran frecuencia a las primeras décadas de la Epoca Común, cuando el cristianismo se consideraba una secta del judaísmo. Prefiere a los primeros cristianos, pobres, perseguidos y todavía judíos, a los de sus propios tiempos, mismos que condena por su ostentación, intolerancia e hipocresía. Como se ha visto, emplea algunas de las convenciones de los géneros proféticos y apocalípticos, que existen tanto en la Biblia Hebrea como en varios libros del canon cristiano.

Sin embargo, Fijman transforma de manera radical los elementos ya existentes en estas tradiciones; por ejemplo, en sus variantes originales de la historia del Anticristo, el Diablo sustituye a Cristo en los cuadros religiosos, mientras que Richard Wagner intenta suplantar a Dios promoviendo una mitología pagana. No se limita a recapitular lo que ya hay en los textos proféticos y los del Apocalipsis.

Dadas las consideraciones que se acaban de exponer, es inexacto afirmar que Fijman se haya convertido al catolicismo y que lo haya practicado. Más bien, su discurso demuestra que empleó ciertas convenciones expresivas del catolicismo, sin sentirse obligado a seguir el dogma asociado con ellas. De las tradiciones judía y católica, adaptó los géneros profético y apocalíptico, que corresponden a su visión general. A pesar de su evidente entusiasmo por estos elementos provenientes de las dos religiones que conocía, no los emplea en su contexto original, sino que los transforma de manera radical para integrarlos a su propio sistema de creencias sobrenaturales y prácticas discursivas. El resultado ni es judío, ni es católico, ni es una fusión de las dos cosas, sino que constituye un sistema formulado para acomodar y coordinar las preocupaciones fundamentales de un solo individuo, Jacobo Fijman.

 

Notas

(1). Zito Lema (90) afirma que Fijman se bautizó en 1929, pero aquí dependemos de Arias, que en su “Breve crónica biográfica” afirma que “El 7 de abril de 1930 es bautizado en la Parroquia de San Benito, en Buenos Aires” (2).  

  

(2). También conocida como la época d. C.

 

(3). Al considerar estas facetas de su obra, convendría tener presente la condición mental del autor, a quien Senkman caracteriza, sin romanticismo, como un “psicótico talentoso” (164). En enero de 1921 Fijman fue internado por primera vez en el Hospicio de las Mercedes (luego denominado el Hospital Neuro-psiquiátrico Dr. Borda) a raíz de un altercado con unos policías ante quienes Fijman se identificó como “el Cristo rojo” (“Fuegos” 34). A partir de otro incidente en 1942, cuando “deambula por la ciudad, sin comer ni dormir” (Arias, “Breve crónica” 3), reside de forma casi permanente en el Hospital Borda, aunque se le permiten salidas para frecuentar bibliotecas y visitar amigos. (3)

Francine Masiello ha conceptualizado la locura de Fijman como una estrategia discursiva, uno de los “fundamental devices for disruption in modern poetry” (33). Pero sin disminuir la originalidad de Fijman en la elaboración de sus textos, hay que reconocer que una de las fuentes de su materia prima fue su enfermedad mental. Algunas de las ideas religiosas que se desarrollan artísticamente en sus textos, son creencias típicas asociadas con diversas formas de sicosis. En este trabajo no se pretende analizar la relación entre la condición mental de Fijman y su escritura; sin embargo, se debe mencionar como un factor detrás de su imaginación visionaria.

 

Obras Citadas

Aguirre, Raúl Gustavo. “ ‘Demencia el camino más alto y más desierto…’ Jacobo Fijman: el gran olvidado”. Revista Iberoamericana 37.75 (abril-junio de 1971): 429-36.

 

Arancet Ruda, María Amelia. Jacobo Fijman: una poética de las huellas. Buenos Aires: Corregidor, 2001.

 

Arias, Alberto A. “Breve crónica biográfica de Jacobo Fijman”. Fijman, Obras 1-4.

 

____. “Introducción a las Obras (1923-69) de Jacobo Fijman”. Fijman, Obras 9-20.

 

Benjamin, Walter. “Theses on the Philosophy of History”. Illuminations: Essays and Reflections. Ed. Hannah Arendt. Trans. Harry Zohn. New York: Schocken, 1968. 253-64.

 

Collins, John J. The Apocalyptic Imagination:  An Introduction to Jewish Apocalyptic Literature. 2a ed. Grand Rapids, Michigan:  William B. Eerdmans, 1998.

 

Fijman, Jacobo. “Los fuegos mentales”. Zito Lema 17-34.       

 

_____. Obras: (1923-69). Vol. 1. Poemas.  Ed. Alberto A. Arias. Buenos Aires: Araucaria / Signos del Topo, 2005.

 

_____. “El viaje a la otra realidad”. Zito Lema 17-34.

 

Heschel, Abraham J. The Prophets. Vol. 1. 1962. New York: Harper Torchbook, 1969. 2 Vols.

 

Masiello, Francine. “Ex-centric Odyssey: The Poetry of Jacobo Fijman”. Hispanic Journal 6.2 (Spring 1985): 33-44.

 

Ronell, Avital.  The Telephone Book:  Technology, Schizophrenia, Electric Speech.  Lincoln: U of Nebraska P, 1989.

 

Senkman, Leonardo. “Etnicidad y literatura en los años 20: Jacobo Fijman en las letras argentinas”.  Río de la Plata: Culturas 4-6 (1987): 163-75.

 

Toker, Eliahu. “Jacobo Fijman”. Hispamérica 93 (2002): 49-50.

 

Zito Lema, Vicente, ed. El pensamiento de Jacobo Fijman o el viaje hacia la otra realidad. Buenos Aires: Rodolfo Alonso, 1970. 17-34.