Gonzalo Fernández de Oviedo:
la piña, la iguana y su representación en prototipos*


Esteban Mayorga
Boston College

 
El propósito del presente trabajo es demostrar que la representación de la flora y fauna americana que realiza Gonzalo Fernández de Oviedo (1478-1557) es bastante precisa y creíble a pesar de las dificultades narrativas de sus escritos (1). Para lograr este objetivo utilizo dos enfoques. El primero proviene de teorías de la ciencia cognitiva moderna que se basan en el modo que tiene el cerebro de organizar y clasificar la representación de lo descrito en la mente de un individuo, y cómo esto permite distinguir el objeto referido de acuerdo a sus semejanzas, no diferencias. Veremos que las descripciones de la fauna y flora de Oviedo son más fidedignas de lo que se cree porque, según esta ciencia, se aproximan más a un prototipo del objeto descrito. Para aplicar esta teoría en los escritos de Oviedo he escogido la iguana para ejemplificar la representación de la fauna, y la piña para ejemplificar la representación de la flora. El segundo enfoque es complementario y analiza brevemente el repertorio de técnicas narrativas a las que acude el Primer Cronista de Indias para representar lo “nuevo” de América de forma más verídica y autoritaria.
Tanto en el breve Sumario de la natural historia de las indias (1526), como en la copiosa Historia general y natural de las indias (1546) Oviedo manifiesta, de forma clara y palmaria, la dificultad de narrar sus vivencias en América. En el proemio del Libro Primero de su Historia se pregunta: “¿Cuál ingenio mortal sabrá comprehender tanta diversidad de lenguas, de hábitos, de costumbres en los hombres destas Indias? ¿Tanta variedad de animales, así domésticos como salvajes y fieros? ¿Tanta multitud innarrable de árboles, copiosos de diversos géneros de frutas,  otros estériles, así de aquellos que los indios cultivan…?” (I, 8, énfasis mío). “Otras muchas maneras hay” escribe en el Sumario “que sería muy larga cosa de escribirlo extensamente, así porque de todas, aunque se ven muchas, sería imposible especificarlo” (138, énfasis mío). No cabe duda que, a pesar de los esfuerzos que realiza para acumular detalles descriptivos en su escritura, y a pesar de la multiplicidad de elementos retóricos que aparecen en sus dos obras más populares, Oviedo estuvo totalmente consciente de los problemas discursivos y narrativos de su empresa.
Varios críticos han estudiado ya esta relación de Oviedo con la historiografía y la credibilidad de su narración.
Myers por ejemplo comenta: “A concern for the nature of history, the role of language, and the definition of truth emerges at every turn in Oviedo’s history. The preface to nearly every one of the fifty books insists on some aspect of historiographical practice” (33). De manera complementaria, Álvaro Bolaños plantea que en la Historia de Oviedo prevalece el “nivel persuasivo y edificante del discurso histórico del cronista con el cual define su actividad como historiador” (16). Asimismo el trabajo de Beckjord de cara a la veracidad de la escritura oviedina propone que “In the Historia general y natural de las Indias Fernández de Oviedo draws on the central points of historiographical precepts as a way to assert his own authority, and, indeed, to propose a method capable of fulfilling the humanist hope for a history that would be both objective and redemptive” (43).
El caso es que, repetidamente, Oviedo interrumpe su narración para recordar al lector la inmensidad y vastedad del “grandísimo e nuevo imperio” americano (I, 8), hecho que pone traba a su escritura puesto que, simplemente, no puede aprehenderlo todo con la pluma. Esta reflexión es significativa porque justifica el uso de diferentes técnicas narrativas para mitigar las lagunas de la escritura y darle más fuerza, credibilidad y verosimilitud. Uno de los inconvenientes con los que se encuentra Oviedo al intentar representar el “nuevo” mundo es la carencia de elementos lingüísticos para designar lo desconocido (2). Oviedo lo advierte en varias ocasiones: “Si algunos vocablos extraños e bárbaros aquí se hallaren, la causa es la novedad de que se tracta” (I, 10). Esto se debe sencillamente a que varios elementos de América son ignotos en España y, por tanto, no poseen un referente léxico en castellano. Ejemplos de vocablos indígenas pululan en las obras de Oviedo y sería ocioso nombrarlos extensamente (3). No obstante, no es gratuito señalar que en sendas ocasiones el historiador, puesto que no posee el referente léxico preciso en castellano, además de usar el vocablo indígena, incluye un vocablo equivalente o análogo en su lengua. Este fenómeno discursivo se asemeja a lo que Edmundo O’Gorman llama “la invención de América” por parte de los europeos a través de los textos; y a lo que plantea Michel de Certeau en The Writing of History (1988) cuando se refiere a la representación de una cultura “nueva” y la interpretación de la misma a través de la escritura (57). José Rabasa, bajo una idea similar, plantea que la escritura colonial reinventa una América exótica que en realidad no existió (140-1).
Por medio de estas teorías Galen Brokaw presenta la idea de que la narrativa de Oviedo se caracteriza por reinventar (por no decir reemplazar) la cultura indígena al emplear vocablos paralelos en español y que este proceder es, sin duda alguna, inadecuado y falaz por cuanto un vocablo equivalente en castellano no existe (144-9). Esta propuesta no deja de ser interesante, especialmente si se la mira bajo la luz de lo expuesto por Homi Bhabha en The Location of Culture (1994) de donde procede la tesitura central de Brokaw. Bhabha explica que la escritura colonialista es siempre ambigua porque ejerce una división y recrea una farsa que representa al pueblo colonizado, a través de la escritura, con el fin de propagar su dominación.
A esta farsa la denomina “colonial mimicry” y la define como “the desire for a reformed recognizable Other as a subject of a difference that is almost the same, but not quite. Which is to say that the discourse of mimicry is constructed around an ambivalence” (122). A partir de esta ambivalencia propuesta por la impostura del discurso colonial, Brokaw arguye:

Oviedo’s text achieves this mimicry (4) through a series of discursive operations that fall within two general processes: (1) the establishment of a relationship of resemblance or analogy between indigenous and European cultural phenomena based on a perceived cultural common denominator; and (2) the supplementation of this common denominator with Spanish referents that then displace the unique cultural significance of the indigenous signs. (149)

 Brokaw tiene razón: una cultura ajena es irrepresentable de forma diáfana y totalmente fidedigna porque siempre que se intenta representarla, el resultado carece del aura (5) original. Pero el problema con lo que propone Brokaw—y en mucho menor grado Bhabha (6)—es que la fuerza central de su argumento excluye, de manera tajante y determinista, cualquier aproximación hacia la representatividad del Otro. Plantear que una persona, cultura, objeto, iguana o piña no resiste una aproximación en otra lengua y que la única manera de nombrarlo y referirse a él es por medio del referente en su idioma original, niega de forma frontal cualquier posibilidad de traducción y representación por más truncada que ésta sea. Es una propuesta que se ciñe al todo o al nada, al blanco o al negro, sin ningún matiz de gris en el medio que permita algún tipo de representación de la cultura extranjera. Este tipo de categorización maniqueo no debe sorprender en demasía porque tiene su raíz en el concepto aristotélico clásico y estamos acostumbrados a él; algo no puede ser ‘X’ y ‘no X’ al mismo tiempo según este modelo. Empero, a la luz de la ciencia cognitiva, se puede rebatir esta categorización puesto que se consigue explicar la manera cómo la mente construye lo percibido y se aproxima hacia una categorización de lo que es un elemento de modo más evidente, basándose en similitudes, no en disparidades excluyentes.

Esquema de prototipos de la ciencia cognitiva de Eleanor Rosch y George Lakoff
Los experimentos y resultados de la psicóloga Eleanor Rosch de cara a los principios de categorización que deseo utilizar son difíciles de explicar. No obstante, los ejemplos que presenta permiten elucidar con más claridad las ramificaciones de su investigación. En el libro Cognition and Categorization (1978) se esbozan una serie de conceptos que permiten esclarecer cómo la mente humana es capaz de organizar y clasificar lo que percibe a través de las experiencias vividas, leídas o vistas, bajo un nivel de abstracción particular. Explica Rosch:

In a programmatic series of experiments we have attempted to argue that categories within taxonomies of concrete objects are structured such that there is generally one level of abstraction at which the most basic category cuts can be made. By category is meant a number of objects that are considered equivalent. Categories are generally designated by names (e.g. dog, animal). A taxonomy is a system by which categories are related to one another by means of class inclusion. (30, énfasis mío)

El ejemplo más claro sobre cómo el cerebro clasifica lo percibido proviene de un experimento básico en el cual se le pide a una serie de adultos de diferentes partes del país cerrar los ojos y pensar en un pájaro (29-30). Los resultados son similares para las personas que viven en geografías semejantes, pero varían considerablemente para la gente que vive en regiones distintas. Para la mayoría de estadounidenses el primer pájaro que viene a la mente es el cardenal, seguido del gorrión o del petirrojo; pero para extranjeros, lógicamente, los resultados varían. Sin embargo, a pesar de las variaciones, para la generalidad de encuestados la esencia de un pájaro es la misma y, por ende, su imagen es semejante (por ejemplo todos tienen plumas, tienen alas, vuelan, etcétera). Se debe recalcar que las similitudes entre pájaros son muy evidentes para grupos del mismo origen y cultura porque las categorías que el cerebro organiza de cara a la percepción de algo dependen de un contexto.

Este experimento, aunque muy sencillo, es valioso porque permite evidenciar las semejanzas entre culturas y sus creencias sobre lo que algo es para ellas (en este caso el pájaro). Los prototipos de Rosch y lo que esta rama de la ciencia cognitiva proponen es que, a pesar del contexto, existen grados de semejanzas que permiten construir un modelo de percepción más preciso que un modelo de percepción totalitario o maniqueo que se basa en diferencias excluyentes como el que propone Brokaw; este nuevo modelo permite, a su vez, una representación más precisa. En el ejemplo del pájaro hay rasgos comunes que definen el nivel, mayor o menor dependiendo del contexto, de “pajaritud” [sic] para cada una de las culturas. Si es que hubiera un encuestado de Alaska, por ejemplo, tal vez su respuesta hubiera sido “pingüino” ya que el prototipo de un pájaro para esa persona sería distinto, pero aún así capturaría ciertas semejanzas con aves de otras regiones como al pico y las patas. El siguiente esquema radial sustraído de Lakoff (91-114) lo explica de mejor forma.  

El centro del círculo recrea el prototipo de un pájaro para los encuestados. Los pájaros periféricos pertenecen a una clasificación arbitraria hecha por mí. La ubicación de los pájaros en el círculo de prototipos se basa en la frecuencia que los encuestados repitieron los nombres de las distintas aves. Para los encuestados, en su mayoría estadounidenses, los gorriones, cardenales y petirrojos son las aves que más se aproximan a lo que un pájaro es. El loro, el perico y el colibrí, y más lejos la gaviota, demuestran menos la esencia de un ave para este grupo; mientras que el buitre y el gallinazo son los pájaros que más se distancian del mero centro del prototipo por lo cual son los menos proclives a capturar la substancia de un pájaro. Muy alejado de todas las otras aves, fuera del círculo, encontraríamos al pingüino por ser menos semejante al prototipo de un pájaro en este contexto, pero debo repetir que a pesar de la dispersión de las aves el esquema radial permite incluir semejanzas que existen entre ellas, con cierto distanciamiento que refleja sus diferencias, pero que no excluye de manera tajante las aves que no se ciñen a una sola abstracción.
Esto se debe a la percepción estructural del mundo que tenemos los seres humanos, como señala Rosch, dado el caso del pájaro: “Given a knower who perceives the complex attributes of feathers, fur, and wings, it is an empirical fact provided by the perceived world that wings co-occur with feathers more than with fur” (29). Lo que esto quiere decir es que para grupos de contexto similar y distinto hay similitudes en los niveles de abstracción; lógicamente, las similitudes son mayores para grupos de origen y época afines pertenecientes a un mismo contexto.
Las implicaciones de la categorización basada en semejanzas son considerables cuando retomamos las representaciones que Oviedo realiza del “nuevo” mundo. Primeramente porque Oviedo escribe para un público español que percibe el mundo de una manera similar a la suya, lo cual permite que sus representaciones sean más precisas para su cultura: “The issues of categorization with which we are primarily concerned have to do with explaining the categories found in a culture and coded by the language of that culture at a particular point in time” (Rosch 28). Segundo porque Oviedo adopta un léxico que él considera análogo o equivalente en español para describir lo que percibe y trasladarlo al papel. En el extenso (y un tanto desordenado) libro de Antonello Gerbi, Nature in the New World (1975), el autor esboza en breves rasgos la técnica con la cual Oviedo describe la naturaleza:

For each animal and plant he begins by telling us how it resembles Spain’s (if nothing else, giving it—at least provisionally—the name of the corresponding European creature) (…).Thus Oviedo might be said to follow a method of ‘successive approximations’—a method that was not only a highly effective way of whetting European curiosity (…) not just the only possible way of representing the fauna and flora of such new lands to European minds, but an anticipation, it has been said, in crude and empirical form, of the more modern and rigorous methods of classification through generic affinities and specific differences. (281, énfasis mío)

 Estoy de acuerdo con Gerbi y, es más, pretendo argüir que las aproximaciones que hace Oviedo de acuerdo a grados de afinidad al escribir son precisamente los modelos que rigen la teoría de prototipos expuesta por Rosch. Los ejemplos comparativos que el cronista emplea abundan: “Hay raposas, las cuales son ni más ni menos que las de España en la facción, pero no en la color” (Sumario 110); “Guazuma es un árbol grande que echa una fructa como moras, e cuasi es la hoja como la del moral, pero menor” (Historia, 8, VII, 254); “Xocot es un árbol en la provincia de Nicaragua, de la fructa del cual los indios hacen muy buen vino, e los cristianos llaman a estos árboles ciruelos, e a la fructa ciruelas” (Historia, 8, XXI, 260). Sobre las ovejas dice: “son enxutas de piernas e el cuello luengo e muy semejante a los camellos, salvo questas no tienen corcoba como el camello…” (Historia, 12, XXX, 52-3). Siempre hay un referente en español que vincula la planta o el animal visto en América con la cultura española. Dicho referente, en numerosas ocasiones, se fundamenta en la similitud de la apariencia y forma del objeto, planta o animal descrito. Esto se debe a que el cerebro clasifica lo percibido de acuerdo a muchas categorías y una de ellas es la forma que proviene, lógicamente, del aspecto del objeto (Rosch 33-4). Asimismo explica: “Four investigations provided converging operational definitions for the basic level of abstraction: attributes in common, motor movements in common, objective similarity in shape, and identifiability of averaged shapes” (31). Es decir que cuando Oviedo describe las iguanas y sugiere que son similares a “sierpes con patas”, asocia la forma similar de ambos animales para crear una imagen que incluya a la iguana y a la sierpe en la misma categoría isomorfa en este grupo de animales.

Representaciones de la iguana y de la piña en Gonzalo Fernández de Oviedo

Son numerosas las representaciones que se han hecho de las piñas por parte de los cronistas de Indias. Una de ellas le pertenece a Peter Martyr el cual, según Gerbi, a pesar de que nunca pudo probar la fruta, la califica lacónicamente de “suculenta” (72).
Otra representación más en detalle proviene de Martín Fernández de Enciso y consta en la Suma de geographía (1546): “…when there is one of these in a room it fills the whole house with its smell (…) that miraculous fruit that became yellow when ripe, and inside was like butter, and of marvelous flavor, and leaving such a good and delicate taste that it is quite marvelous” (LIV). Antonio Pigafetta la describe como “una especie de fruto parecido a la piña de pino, pero que es dulce” (16). Entre las representaciones visuales, además de la de Oviedo, existe una que pertenece al ilustrador de Jean de Léry y complementa la visión de una “familia” de Tupinambas brasileños que se puede observar en el dibujo (63). La impresión que le causó la piña a Léry (y que antecede el dibujo) es esta:  “There is also the figure of the fruit that they call ananas, which, as I shall describe hereafter, is one of the best produced in this land of Brazil” (62). Existía cierta fascinación por la fruta la cual, en gran parte, se le debió a Oviedo porque en su Historia dedica una extensa narración encomiástica sobre la piña y sus atributos. En ella no sólo se describe su aspecto al detalle, sino también sus cualidades de cara al olor, sabor, tamaño, consistencia al tacto, usos medicinales, etc. Algo similar ocurre con Léry cuando retoma el tema de las ananás varias páginas después.(7)
La descripción de Oviedo es distinta a la de otros historiadores por tres motivos principales. El primero porque posee la primicia, Oviedo fue el primero en describir la piña recurriendo a detalles rigurosos.
Segundo porque su descripción apela a los cuatro sentidos y utiliza phantasia (8) la cual es importante porque según de Certeau “Only the appeal to the senses and a link to the body seem capable of bringing closer and guaranteeing, in a single but indisputable fashion, the real that is lost in language” (Heterrologies 68). El tercero porque su representación visual de la fruta no es una representación de refilón, de complemento, como la de Léry, sino que es en primer plano con rasgos precisos y trazos en detalle de tamaño considerable, como se puede observar en el dibujo siguiente gracias al trabajo de Myers (208).
Pero la descripción de la piña que hace Oviedo también sorprende por la diversidad de vocablos que utiliza no sólo para designar el aspecto sino también el sabor, el olor, el color, y el tacto. El léxico que emplea es precisamente el léxico con el cual se aproxima –o intenta aproximarse—más a una representación fidedigna y precisa del prototipo de la piña como fruta, comparándola, equiparándola con otras frutas para representarla de mejor forma. La extensa narración que se encuentra en el capítulo XIV del Libro 7 de la Historia (239-43) usa por lo menos los siguientes referentes para representar la piña: alcachofa, piñón, piñón con cogollo, fruta del tamaño de melones medianos, perfecto melocotón; además de los nombres indígenas yayama, boniama y yayagua,  (nótese, salvo los nombres indígenas, la similitud con la descripción de Léry que he incluido en el pie de página anterior).
Pero lo interesante es que Oviedo decide hacer una representación visual de la fruta puesto que, como él mismo advierte, las palabras no son suficientes: “No pueden la pintura de mi pluma y palabras dar tan particular razón ni tan al propio el blasón desta fructa, que satisfagan tan total y bastantemente que se pueda particularizar el caso sin pincel o debujo, y aun con esto sería menester los colores…” (240). Lo mismo afirma Myers y asevera que, al realizar un dibujo, el propio Oviedo se da a sí mismo más autoridad para ser creíble debido al rol trascendental que desempeñaba la visión sobre el lector en aquella época (68 y 184).
Los esfuerzos que realiza el Primer Cronista de Indias para representar la fruta de mejor manera son innumerables. Esto implica todo lo contrario a lo que plantea Brokaw porque Oviedo no puede ser más preciso al intentar representar lo que percibe. Brokaw asevera que al utilizarse más de una palabra equivalente en el idioma colonial se emplean léxicos que poseen un significado anterior en esa cultura y, por tanto, éstos recrean un significado falaz y deformado.
Cuando habla sobre la representación del areito propone: “One of the premises upon which I base my discussion of Oviedo’s representation is that no matter what common human roots dance and song may have, there was a drastic difference between the Spanish and indigenous Caribbean versions of these cultural phenomena [the areito]. I would argue further that difference dominated the entire relationship between Spanish and American culture” (150). Lo que dice Brokaw de cara al areito tiene un matiz de verdad coherente, pero lo que parece que no desea aceptar es que  el areito al que se refiere Oviedo simplemente no existe en España, por lo cual la única representación viable es la de la aproximación por semejanzas que pertenezcan al contexto del que las describe. Esto se debe a que la categoría baile (como la categoría pájaro explicada arriba) es muy amplia y por tanto no tiene fronteras bien definidas, y es que nada, en realidad, tiene fronteras bien definidas puesto que los límites son creados a posteriori para facilitar clasificación y taxonomía. Efectivamente, no se sabe a ciencia cierta qué constituye un baile y qué no, ¿cuándo un baile deja de ser un baile?, ¿cuándo es una danza o un ritual?
La tesitura de Brokaw es muy común, forzar fronteras de categorización e imponerlas para facilitar la inclusión o exclusión de algo. Brokaw sustrae al areito de la categoría baile y canto porque, según él, estas dos palabras no capturan en nada la esencia del areito, y niega cualquier similitud existente.
Rosch y Mervis aseveran: “…the more prototypical of a category a member is rated, the more attributes it has in common with other members of the category and the fewer attributes in common with members of the contrasting categories” (37); es decir que los atributos similares permiten incluir a sus miembros en un sistema de prototipos a pesar de que existan diferencias. Por lo general, un sistema típico exclusivo o inclusivo de clasificación excluye a ciertos miembros por más que las diferencias sean mínimas. Si a un taíno se le propone el mismo experimento del pájaro pero con la categoría baile o canto, seguramente el prototipo más cercano al centro del esquema radial sería el areito; pero si a un español se le plantea el mismo experimento es obvio que el areito no conste en el centro de su esquema, sino muy lejos de él; las similitudes de ambos no obstante, permitirían ponerlos en una misma categoría—¿danza?, ¿baile?, sea cual fuere su denominación—, aunque distantes. Lo importante es que tanto el areito como el baile y el canto se asemejan y que esto permite que una representación, aunque no ideal, exista (atención: no planteo desde ningún punto de vista ni circunstancia que no existan diferencias entre ambos).

El problema con un enfoque tajante como el de “colonial mimicry” es que se adopta una postura de divorcio irreconciliable. Constantemente Brokaw se refiere a una dicotomía—existente o no— entre el “nuevo” mundo y el viejo mundo, la cual exacerba las diferencias en vez de reconocer las semejanzas. Hay una posibilidad de que la dicotomía sea irreal y que varios estudiosos, como Brokaw, la hayan inventado(9). Algo admisible es saber cómo Oviedo veía esta dicotomía si es que la veía del todo porque como acota agudamente Gerbi, para él tal vez esa separación irreconciliable entre América y Europa no existía como la ve Brokaw: “But Oviedo, as we saw, rejects the polarity of the two worlds and likewise avoids the unilaterality of those two mental stages [Old/New World] in a single cognitive process” (280, énfasis mío). Es por este motivo que la descripción de la piña por aproximación, basada en atributos semejantes de frutas españolas equivalentes, es plausible y correcta.  El esquema radial que sigue es una representación prototípica como la que proponen Lakoff y Rosch, adaptado con respecto a la clasificación y representación de la piña por parte del cronista. En el centro del círculo, una vez más, se encuentra el prototipo de lo que es una piña para los españoles, y alrededor del centro se sitúan los frutos que dedica Oviedo a su descripción, semejantes en mayor o en menor nivel, y situados por frecuencia de uso en su narrativa.(10) Cabe recalcar y resaltar de manera constante que el centro del círculo es el prototipo de la piña, mas no la piña per se puesto que ésta no es única, no hay una sola piña sino un prototipo de ella. Los dos vocablos más usados son los de piña y alcachofa, seguidos por el de piña con cogollo y fruta del tamaño de un melón. De cara al sabor, el tacto, su belleza, etc... se podría elaborar un círculo prototípico para cada una de estas categorías, y cada una de ellas evidenciaría una aproximación más certera y precisa de la piña americana para la cultura española.

La representación de la iguana que hace Oviedo es similar a la de la piña por cuanto el cronista busca aproximaciones por medio de animales análogos para describirla. A la iguana Oviedo le dedica un dibujo y dos apariciones en el Sumario (73; 143), además de otras dos descripciones en la Historia (Libro 2, XIII, 48; Libro 12, VII, 32); la reseña que aparece en esta última es la más detallada:

Este es una serpiente o dragón, o tal animal terrestre (o de agua), que para quien no le conosce, es de fea e espantosa vista, e extraño lagarto, grande e de cuatro pies; mas es muy mayor que los lagartos de España, porque la cabeza es mayor que el puño o mano cerrada de un hombre, e el pescuezo corto, e el cuerpo de más de dos palmos, o otros dos en redondo, e la cola de tres e cuatro palmos de luenga (…) la iuana estando viva paresce flaca, e después de muerta y desollada, está gordísima (…) Estos animales, cuando son pequeños (…) como lagartijas pequeñas y delgadas. (…) Mas en la verdad, estotros animales iuanas muy diferentes son del cocodrilo. (32-4)

Vis à vis las descripciones hechas por Oviedo, en la Historia y en el Sumario, se puede realizar el esquema radial que se aproxima más al prototipo de la iguana que relata el cronista. El círculo sería más o menos como el que sigue. Puesto que el léxico más usado por Oviedo es el de la “sierpe” o “serpiente con cuatro patas”,  son precisamente estos dos animales los que más se aproximan al prototipo de lo que es una iguana para él y su cultura. Los términos dragón, lagartija pequeña y extraño lagarto no se repiten con frecuencia y, por ende, están más alejados del centro. Es curioso e interesante el término cocodrilo puesto que a pesar de que Oviedo recalca que es muy diferente a la iguana, lo nombra, lo cual indica una sutil similitud después de todo y, por este motivo, se encuentra fuera de mi esquema de círculos concéntricos puesto que así se puede recalcar la diferencia mientras que se puede incluir la ligera semejanza. Oviedo destina por lo menos dos párrafos para refutar las semejanzas entre el cocodrilo y la iguana que, en un inicio, nunca fueron propuestas por él sino por Peter Martyr según el propio historiador español. Esto es interesante porque le permite refutar a Oviedo lo que un historiador que nunca estuvo en América asevera, utilizando dos de las técnicas que veremos más adelante: recurrir a la mímesis de los clásicos (p ej. citando a Plinio) y a lo que Pagden llama “Autopsy” (52).


Igual que en el caso de la piña, Oviedo tiene la necesidad de realizar un dibujo para representar la iguana porque el idioma no le basta. Adicionalmente, quiere desmentir la comparación que Martyr realizó del reptil con el cocodrilo, y la forma más directa le parece el dibujo del animal enfatizando la precisión: “Esta que aquí yo debujé, como supe hacerlo, o deseé imitar su figura, quiere alguna cosa parescer a este animal, y aquesta forma tiene” (34).  La representación visual de la iguana, al igual que la de la piña, sorprende por su claridad cuando se la compara con la de otros animales o plantas que dibujó el Primer Cronista de las Indias como se puede ver en el dibujo. Lo que es incuestionable, sin embargo, es que Oviedo elabora un esfuerzo para representarlo todo de mejor forma, de manera más precisa, creíble, autoritaria—incluso “a colores” como él mismo asevera—, y no solamente pretende reemplazar una palabra por otra usando el discurso colonial para así propagar la dominación como sostienen Brokaw, O’Gorman (y Rabasa hasta cierto punto). Si en el bosquejo de la piña vemos unos trazos del lápiz más marcados que tratan de captar la consistencia misma de la fruta, con su cogollo y tallo, al observar la iguana podemos ver carencia de elementos circundantes. Sin embargo, no dejan de verse el dorso, las patas y la cola del animal que complementan la visión descriptiva hecha por la narración que la precede. Oviedo sabe de antemano que su empresa es muy dificultosa por lo cual, además de utilizar la aproximación por semejanzas para sus descripciones, los dibujos y las advertencias de que no todo puede asirse por la pluma, el historiador emplea un repertorio de técnicas narrativas que le dan mayor credibilidad; brevemente presento algunas a continuación.

Breve reflexión sobre el repertorio de técnicas narrativas de Gonzalo Fernández de Oviedo

Autopsy y phantasia son dos de los términos que usa Anthony Pagden cuando habla de la narrativa de Oviedo en su libro European encounters (1993). Pagden asevera que el uso del lenguaje y la estructura narrativa de Oviedo le permiten ser más convincente al momento de narrar. Uno de los recursos a los que se refiere es la utilización que hace Oviedo de phantasia: “…is an attempt to translate initial sensory perceptions into mental images via language, it is a process which inevitably lays great stress upon the authority of the translator” (51). La forma cómo se logra la phantasia la hemos visto en la descripción de la piña, pero la manera como se traduce en la narración es por medio de la primera persona del singular. El uso del yo y su repetición constante sirven para situar al cronista en el sitio mismo de los hechos; el viejo y conocido truco denominado Autopsy que es, nada más ni nada menos, recurrir a la autoridad del testigo ocular, al privilegio de estar allí, a la primicia de ser el primero en presenciar los acontecimientos con sus propios ojos (51).
La importancia de la narración testimonial se agranda cuando se habla de un historiador que no tiene una formación académica tradicional como Oviedo. Esto ocurre porque Oviedo se sale del marco narrativo típico y produce textos totalmente imposibles de encasillar dentro de un solo género; tanto su escritura como estructura nadan en las turbulentas aguas de la crónica, la autobiografía, la historia natural y la verborrea legal según Pagden (52-4) y, a momentos, me atrevo a sugerir que en las de la ficción. Oviedo cuestiona una autoridad narrativa que se debate entre los clásicos y los religiosos y, para esgrimirlos a ambos de forma eficaz, hace uso de su privilegiada situación como testigo y de la autoridad que le dan sus vivencias como corresponsal.
¿Quién puede refutarlo si no ha estado allí?; como dice Pagden: “The ability to bear witness in this way was, for obvious reasons, to mark off those who had been there from those who had not” (52). Para darle un poco más de peso a su argumento Oviedo incluye, a momentos, textos miméticos de Plinio que, a su vez, rebate con sutil maestría, acentuando la importancia de su presencia. A esto se le debe sumar el uso de las anécdotas personales que recrean, reafirman y repiten constantemente lo conspicuo de la experiencia a la cual el lector, de plano, no puede acceder sino a través de los textos: su voz autoritaria se hincha con cada una de estas técnicas retóricas, especialmente con la importancia de ver “porque ni el ciego sabe determinar colores, ni el ausente así testificar estas materias como quien las mira” (I, Proemio, 9).
Myers ha reivindicado los dibujitos de Oviedo. Los ha rescatado, organizado y explicado contribuyendo de forma invaluable al corpus literario oviedino y respondiendo a lo que éste quería transmitir en un inicio. Uno de los errores de la crítica, como apunta Myers, es que los dibujos de Oviedo—a pesar de que algunos se parecen a un garabato hecho por un infante de parvulario—se han perdido o se han escindido del texto. Este traspié se debe en gran parte a Amador de los Ríos porque, al realizar su edición de la Historia del cronista, desplazó los dibujos a modo de apéndice y los interpretó basado en las tendencias románticas de su época. Oviedo quería adjuntar los bosquejos hechos por él dentro del mismo folio que constaba la narración para así dar mayor convencimiento a su escritura. Él mismo lo afirma en repetidas ocasiones al referirse a la “pintura de mi pluma”, el uso del “pincel y debujo” (240). Este fenómeno, según Myers, era una de las tendencias a vincular la epistemología con el sentido de la vista en la época renacentista con el fin de construir una retórica renovada de talante convincente, la cual Amador de los Ríos nunca terminó de comprender.
Señala Myers acerca de Oviedo: “The passages dedicated to reproducing visual images in the form of drawings and the verbal explanations of the items illuminate changes in early sixteenth-century representational practices—from a more medieval schematic or conceptual idea of an image to a more empirical image that attempted to convey the appearance of an object” (66).
Otra de las técnicas retóricas que el Primer Cronista de Indias utilizó al escribir su Historia es la narración dialogada. Myers (1990) señala el diálogo que aparece en el libro XXXIII, capítulo 54, como un ejemplo evidente.
En este tramo del texto, Oviedo dialoga con Juan Cano y según Myers esto es importante porque “the existence of a voice other than his own, transcribed within the history as direct discourse, lends more credibility to the newly revised account; the dialogue format shares more directly with the reader one of the author’s sources for his history” (616). Myers propone que el uso de la narración por medio de diálogos en el siglo XVI era primordialmente para (1) examinar un tema que no tenía una respuesta definitiva, (2) examinar un tema “peligroso”. Es por este motivo que la importancia de Cano toma un nivel de interpretación mayor. Primeramente porque Oviedo sirve de intermediario y revisa su propio texto, y segundo porque le permite desmentir textos anteriores (Myers 619-20). Esta narración a través de diálogos que explica Myers es un método más que va construyendo una diégesis cada vez más compleja y creíble en los textos del Primer Cronista de Indias.
Sea cual fuere la técnica narrativa que empleó Gonzalo Fernández de Oviedo, y sea cual fuere el vocabulario que utilizó para sus descripciones, sus textos permiten asegurar que: (1) estaba consciente de los límites y óbices de la historiografía, (2) quiso franquearlos utilizando diversos métodos con varios propósitos en mente. Por estos dos motivos fundamentales, y debido a sus consecuencias, la representación del “nuevo” mundo en Oviedo es un animal de difícil análisis. Es importante, sin embargo, dejar de lado enfoques que reduzcan la importancia del historiador por cuanto cada representación de una cultura ajena nunca puede ser fidedigna cien por cien. Las aproximaciones de representatividad no obstante, no dejan de ser valiosas porque sin ellas, sencillamente, no se podría conocer la cultura foránea de ningún modo. Tachar de manera contundente a un historiador pionero, y despojarle del valor de su trabajo porque su lenguaje, a pesar de ser colonial, carecía de referentes adecuados, reside en una postura demasiado radical que no admite matices. Cada cultura y cada código de lenguaje es valioso y llegar a conocerlos tiene un valor incuantificable a pesar de que nunca se los podrá representar completamente. El problema surge cuando—como ocurrió con la colonización española— la instalación de la cultura dominante es violenta y totalmente irrespetuosa de la anfitriona, pero el problema no surge necesariamente del cronista que intenta y persiste en dejar textos que, según él, son los más próximos a la verdad.

* La idea central de este artículo proviene de Howard Mancing, quien fue profesor mío en 2007-8, en especial de su artículo “Prototypes of Genre in Cervantes´ Novelas Ejemplares” publicado en la revista Cervantes, 20.2 (2000).

Notas

(1). El término preciso es inadecuado pero necesario para rebatir la tesis de Brokaw como veremos más adelante.

(2). Otro motivo de importancia es que la credibilidad y autoridad de Oviedo se ven menguadas por su falta de formación académica, no es un erudito.


(3). Entre los ejemplos de vocablos indígenas que usó Oviedo—areito, ivana, tuyras, yuca, churcha, tlacuache, zariguya, güira, cuajete, jícaro, jagna, jobos, jacoas, apareaes, cories (entre muchos otros)—ninguno tenía un referente léxico en castellano.


(4). “Mimicry” en este caso se refiere al concepto de Bhabha explicado en el párrafo anterior.         


(5). Término acuñado por Walter Benjamin sobre la representación de la realidad a través de la fotografía o el cine. Ver obras citadas.


(6). Bhabha asevera que “mimicry repeats rather than re-presents”(125); mientras que Brokaw propone que mimicry reemplaza al lenguaje anfitrión con el colonialista.


(7).  Dice Léry: “When these ananas have come to maturity, and are of an iridescent yellow, they have such a fragrance of raspberry that when you go through the woods (…) you can smell them from far off; and as for the taste, it melts in your mouth, and it is naturally so sweet that we have no jams that surpass them; I think it is the finest fruit in America”. Respecto a la forma dice: “…like that of a gladiolus, but with leaves slightly curved and hollowed all around, more like the aloe’s. it grows compacted like a great thistle; its fruit, related to our artichoke, is as big as a medium-sized melon, and shaped like a pinecone, but does not hang or bend to one side or the other” (108).


(8). Oviedo también menciona el “oído” de la piña y Juan Denari ha propuesto que no se trata de un vínculo tan descabellado dadas las creencias sobre los seres vivos en los siglos XVII-XVIII (28). Hablaré de la phantasia y su importancia más adelante.


(9).
Nótese que me refiero a la dicotomía, a los opuestos radicales, lo cual no quiere decir que no existan diferencias considerables entre las culturas.


(10).  Debe recordarse que la palabra piña en Oviedo es el fruto del pino (en español piñones; en inglés pine cone), no la fruta que hoy se conoce con este nombre.

Obras citadas

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Brokaw, Galen. “Ambivalence, Mimicry, and Stereotype in Fernández de Oviedo’s Historia general y  natural de las Indias. Colonial Discourse and the Caribbean Areito” New Centennial Review 5.3        
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