El
tren a Travancore,
de Rodrigo Rey Rosa: el relato de viajes fraudulento
Si a través de los siglos los libros de viaje han provocado la
desconfianza de los lectores más exigentes, es porque sus
autores
tendían a exagerar la nota exótica de sus aventuras y a
caer en
la mera fabulación. Ya Swift en Gulliver's
Travels se quejaba del abuso al que los perpetradores de tales
libros
sometían al lector ingenuo (Holland & Huggan vii), y su
contemporáneo Laurence Sterne incluye al viajero mentiroso en su
tipología
de los viajeros de su tiempo, que también contempla tipos como
el
viajero ocioso, el vano, el curioso y, por supuesto, el sentimental (A Sentimental Journey 81).
Difícil no concordar con estas críticas cuando uno de los
libros
de viaje más influyentes de la Edad Media --el libro de Sir John
Mandeville-- se trata, en realidad, de un producto apócrifo: ni
el autor
es "Sir John Mandeville" ni viajó el autor verdadero por
Europa y el Medio Oriente, como parecen indicar sus aventuras, sino que
el
libro es una recopilación de textos de viaje y fragmentos
enciclopédicos que un misterioso escriba coligió para
timar a sus
lectores. Rodrigo Rey Rosa sí es el autor de El
tren a Travancore y hay razones suficientes para estimar que
sí viajó a la India para escribir el libro, pero su
autor-protagonista es un personaje que encarna a la perfección
el tipo
del viajero mentiroso identificado por Sterne.
Los libros de viaje, por otra parte, subrayan más que
ningún otro género la infraestructura material que
sostiene la creación
literaria, ya que viajar para escribir es una práctica que exige
recursos con los que no cuenta generalmente el escritor que vive de su
pluma.
Por consiguiente, no sorprende que muchos libros de viaje sean
propuestas
editoriales que los autores implicados aceptan por sus propias razones
y que a
veces, como en El tren a Travancore,
forman parte de la trama discursiva del relato. Esta obra forma parte
de un
proyecto subvencionado por la editorial Mondadori (el proyecto
“Año 0,” lanzado el año 2000) que consistía en
un mirada literaria a siete de las ciudades más importantes del
planeta
en el milenio. Nada de extraño que una editorial con
pretensiones
globales financie una serie de libros que son como una
cartografía de la
globalidad contemporánea. Es fácil leer el tema del
fraude en El tren a Travancore como una
derivación irónica de esta coyuntura editorial.
El relato de Rey Rosa se refiere a Madrás (hoy llamada
Chennai) y
se subtitula "Cartas indias." Está compuesto por una serie de
cartas (sin fecha) enviadas por correo electrónico a varios
destinatarios agrupados de modo curiosamente impersonal en el
índice y
secciones individuales del libro: a la novia, a un viejo amigo, al
editor, al
ahijado, a los padres. El modo de referencia más personal
resulta ser
"A XX," un misterioso personaje que en la primera mitad del relato
parece ser de género masculino pero que se metamorfosea en mujer
en la
segunda parte.(1) XX
conoce y admira la obra narrativa del autor, reside en París (en
una
fastuosa casa a la cual invita al autor a su vuelta del sur de la
India), pide
estampas del viaje a su corresponsal, y especula sobre su
selección para
el proyecto “Año 0.” Las respuestas de los destinatarios son
elididas y no figuran en el libro pero sus temas se pueden inferir por
la
siguiente carta del narrador. Ante las especulaciones de XX
concernientes al
encargo editorial, el remitente responde: "Supongo que la editorial
necesitaba, o creía que necesitaba, producir un libro acerca de
una de
las metrópolis indias. No creo que me eligieran porque mi pluma
fuera la
más adaptable de la plantilla, como usted amablemente sugiere:
creo, me
temo, que tengo un estómago más robusto que el de mis
colegas y
que fui destinado a la India por esa razón" (91). En otro
envío el autor le confiesa a XX que un día le
gustaría
escribir un libro serio pero que fracasó en ese empeño
cuando era
joven y fingía estar triste para que lo tomaran en serio:
"[a]hora
me divierto inventando tramas, y dicen que las tramas no pueden
engendrar arte
serio. En fin, estoy convencido de que toda forma de escritura es vana.
Y
además... yo no escribo: sobrevivo" (89).
Si tomamos en serio esta afirmación, lo que puede
resultar vano
(o en vano) en el contexto del libro es pretender una mirada
comprensiva sobre
la India, es decir, una comprensión total, o, por lo menos, un
entendimiento que pueda generar una mirada abarcadora. "No creo que sea
necesario," confiesa el narrador a la novia, "leer todo
lo que se ha escrito sobre la India
para comprenderla, como dices que dije alguna vez" (23). Inútil,
por cierto, esperar del narrador un discurso autorizado sobre el vasto
universo
hindú, aunque tal perspectiva no es insólita entre
algunos
viajeros de Occidente, como Paul Bowles, que demuestra en una
crónica de
viaje escrita medio siglo antes del libro de Rey Rosa y referida a los
mismos
lugares, una gran seguridad --y cierto etnocentrismo-- para juzgar las
evoluciones recientes de la nación india que sólo unos
año
antes había logrado su independencia ("Notes Mailed at
Nagercoil").
Ante la imposibilidad de leerlo y de verlo todo, y en último
término de comprenderlo todo, el viajero de Rey Rosa se contenta
con
enviar a sus destinatarios breves boletines tomados de la prensa local,
mezclados con sus propias impresiones sobre la vida cotidiana en
Madrás
y en pueblitos adyacentes que visita durante su estadía. Pero
sobre todo
inventa para timar a sus
interlocutores tanto como al propio lector, que recibe su primer aviso
de las
duplicidades narrativas cuando el autor le confiesa a la novia que ha
tenido
que mentir para obtener el alojamiento deseado en el ashram
de la Sociedad Teosófica de Madrás.
En efecto, ésta es una de las invenciones más
elaboradas
del relato, no tanto lo que el narrador explícitamente afirma
("[p]ara solicitar alojamiento allí sin convertirme en
teósofo he tenido que redactar una carta con alguna mentira que
tal vez
algún día --nunca se sabe con estas cosas-- se convierta
en
verdad," 22) sino la extrapolación irónica de esta
afirmación a una textualidad generalizadamente perversa. La
mentira
específica es que el visitante llega hasta el asentamiento de la
Sociedad para escribir la biografía de María Cruz, una
olvidada
poetisa guatemalteca que era también teósofa y que
había
residido en el local de la Sociedad a principios de siglo. En un nivel
implícito, por supuesto, no es el proyecto biográfico en
sí lo que impresiona sino el contraste descarnado entre el mundo
material en que debe sobrevivir el escritor (aunque sea estafando a sus
parientes y conocidos) y el universo espiritual e intangible de la
teosofía.(2)
Por otro
lado, los conocimientos ocultos que se implican en las referencias a la
Sociedad Teosófica y al pensamiento de luminarias como
Krishnamurti y
Annie Besant son una cortesía (paródica) con el lector,
que
quedaría defraudado si no
encontrase referencias místicas en un libro sobre el Oriente.(3)
No es por azar que el narrador de Rey Rosa recuerde que
María
Cruz tradujo a Poe y Baudelaire, puesto que el ave agorera de Poe
transmigra de
las páginas traducidas por la poetisa a las de El
tren a Travancore, donde figura en
repetidas ocasiones y en una gran
diversidad de contextos, ninguno tan extravagante como el que se
detalla en una
de las cartas al editor: "He tenido que hacerme un nuevo par de
anteojos de
sol. Quizá has notado que los uso siempre; no es por vanidad.
'Fotofobia
uveítica' es el término médico... Creo que guardo
todavía en algún sitio los informes médicos donde
consta
que en 1991 fui operado en el Hôtel-Dieux de París...[N]o
se trata
de un gasto cosmético, como dijiste. Necesito esos anteojos de
sol... Así
que perdona que ponga en cuenta de la editorial estos mil
dólares
adicionales. Un cuervo entró en mi habitación por una
ventana
mientras me duchaba y robó mis anteojos, es la simple y
ridícula verdad...”
(57-58). Pero los cuervos de Rey Rosa no sólo roban anteojos
sino
también sacan los ojos, lo cual explica el boletín que el
autor
cita en una carta a XX: "Los ojos de dos individuos fueron
extraídos por una turba enfurecida en la aldea de Durjan en
Bihar el
pasado sábado" (121). "Cría cuervos y te sacarán
los ojos," dice el refrán. La cleptomanía de los cuervos
es
una magnífica invención retórica que se disemina a
través
del texto del relato y que culmina, en cierto nivel, cuando el hijo
pródigo inventa un grave accidente para sacarles plata a los
padres,
quienes se ven obligados a enviar una suma de dinero al cuervo que han
criado.(4)
Estas figuras textuales que crean un order secreto en el
discurso y
tienden hacia la integración de los niveles no constituyen un
recurso
típico del relato de viaje, que privilegia la referencialidad
externa y
la transparencia del lenguaje. El tren a
Travancore parece, más bien, una anti-novela que se hace en
la misma
medida en que se niega. En la última carta al editor el narrador
admite
que "todas aquellas notas estaban condenadas a la no existencia... Que
te
sirva de consuelo pensar que esa novela que no llegué a escribir
no
tocará... tu karma" (104). La novela no escrita es como el viaje
a
Travancore, que nunca se realiza o se realiza después de la
última página, que registra una rápida nota a XX:
"Los astros no me han sido avaros en materia de dinero --no mediante
las
letras, como podrías creer--... Te daré detalles y tal
vez te
haga más confesiones en el tren a Travancore" (137). En una
carta
anterior, y comentando el censo de la India, el narrador había
afirmado
que ese vasto país es ideal para perderse. Al final se convierte
en un
fugitivo que se evade de sus responsabilidades contractuales e inicia
un viaje
que nunca escribirá. El relato que tenemos entre manos es una
ficción "paratextual" hecha de materiales suplementarios que
rodean la escritura de un texto ausente. Pero también, por
cierto, es un
relato de viaje que algunos críticos no dudarían en
llamar posmoderno.(5)
Es cierto que el texto de Rey Rosa problematiza el
límite entre
la ficción del viaje (que el mismo autor trabaja, por ejemplo,
en La orilla africana) y el relato de viaje
convencional, y, en términos más generales, entre la
ficción y el documento, problematización implícita
en el
proyecto “Año 0” que daba plena libertad a sus participantes
para escribir en el género que quisieran o para mezclarlos a su
antojo.
No hay, por tanto, un contrato con el lector que el autor rompa al no
relatar
su viaje con el debido respeto a la verdad. Pero así y todo se
puede
alegar que las estrategias narrativas de El
tren a Travancore responden al tema del fin del viaje, y
específicamente, a la imposibilidad de narrar el viaje en
términos diferentes a los que proporciona el discurso
turístico.
En otro libro de viajes contemporáneo, que también maneja
el
recurso de las cartas ficticias, el autor medita sobre ese
tópico al
encontrarse rodeado de turistas en la Piazza delle Erbe en Padua: "What
troubled me slightly, though, was the feeling that I was turning into a
tourist
all of a sudden. There's nothing wrong
with being a tourist, I suppose. It's just that
sitting there
on the square in the sun by a little fountain, I couldn't help feeling
regretful that travel in the old
sense was now out of the question" (Dessaix,
Night Letters, 214). Y,
acto seguido, recuerda una
conversación con Paul Bowles, quien al divisar la costa
tangerina dijo
tener el presentimiento de que en aquel rincón de África
encontraría la sabiduría y el éxtasis. Dessaix
sabe que
esta utopía es romántica e ilusa pero la aprueba a pesar
de sus
defectos porque restituye el sentido --o mito-- del viaje.(6)
Pero medio siglo o más después de Bowles, es dudoso que
Rey Rosa
arribara a las costas del sur de la India en busca de iluminaciones
místicas. Su narrador, en cambio sí demuestra su
sensibilidad
ante el contagio de la retórica turística cuando le
cuenta a la
novia algunas de las peripecias de su llegada a Madrás: "Si te
sueno a guía turística es que he estado leyendo las que
hay
acerca de esta parte de la India, y el estilo se me habrá
contagiado" (21). El personaje se rinde ante la evidencia que hoy en
día es imposible viajar. En vez de elaborar lo que una ciudad
india
pueda tener todavía de exótico para el público
occidental,
opta por domesticar su primer
encuentro con Madrás: "Chennai es tan alegre y cálida
como
Escuintla o Puerto Culebra, pero amplificados en una pesadilla
maltusiana"
(17).
El desplazamiento de Rey Rosa a la India es un aspecto de la
difusión de la tecnología del viaje y de las
comunicaciones a los
rincones más apartados del globo terrestre, parte de la misma
ola. En
Madrás coexiste el ashram
teosófico con los cibercafés y en un pueblo como
Mamalapuram los
festivales religiosos se convierten en espectáculo para
turistas. El
narrador se alegra, por otra parte, que "internet haya llegado por fin
a
Baja Verapaz" (43). El tiempo se comprime y la comunicación
entre
personas alejadas en la geografía --muchas veces
instantánea-- se
demora menos que el viajero en llegar a su destino, aunque éste
venga
volando. También se achica el espacio pero no tanto, pues "los
indios no saben, a menos que trafiquen en cardamomo, dónde queda
Guatemala" (43). Todas las cartas al viejo amigo versan sobre el
tráfico del cardamomo, como si la globalización hubiera
retrocedido hasta sus orígenes medievales. En estas cartas se
construye
otra de las poses --la del intermediario-- que adopta el narrador para
estafar
a sus amigos y parientes y obtener fondos para fugarse, en
última
instancia, con la misteriosa XX en el tren a Travancore, experimentando
en
carne propia el romanticismo que siempre ha conmovido a los lectores de
la
literatura exótica.
Pero las cartas y la comunicación a distancia alternan
con
contactos cotidianos que crean una zona
de relaciones e intercambios, encuentros que se resuelven en escenas de
hospitalidad, como cuando Hannuman, el rickshaw-wala
del narrador, lo invita a casa de su madre para tomar el te,(7)
visita que el extranjero describe con lujo de detalles destacando la
limpieza
del hogar (en contraste con la suciedad reinante en la ciudad) y su
ambiente
casi rural a pesar de estar situado en medio de una de las ciudades
más
populosas del planeta. En otra ocasión el autor acepta una
invitación
para salir de pesca en la playa de Coromandel, donde aprende por su
cuenta y
riesgo que los pescadores locales se ganan el sustento
embarcándose en
unas frágiles embarcaciones (llamadas catamarán,
palabra de origen tamil) que ofrecen muy poca
resistencia ante el oleaje. Algo parecido se puede decir, en fin, de la
hospitalidad que el viajero encuentra en la sede de la Sociedad
Teosófica, lugar en que decide hospedarse para evitar los
hoteles caros
y tomar contacto con la gente común y corriente, actividad que
practica
con bastante frecuencia aunque a veces pareciera que tanto autor como
narrador
se pasan gran parte del tiempo frente a un ordenador en un
cibercafé.
Esos contactos están signados por una despreocupación
identitaria que se expone en la primera
página del relato cuando el narrador cita una frase de la
azafata de
Lufthansa, una muchacha oriunda de Chennai: "'La identidad no es un
problema indio --me dijo a propósito de nada--, es un problema
europeo'" (17). Es una frase, no obstante, que se puede citar a
propósito
de muchos estudios académicos, dentro y fuera del
latinoamericanismo,
centrados en la compulsión identitaria y que parecen
desautorizarse
cuando "no pasa nada" en el encuentro cultural. En el estilo
irónico que caracteriza el texto de Rey Rosa, el narrador cita
la
especulación de uno de los teósofos de la Sociedad en
cuanto a
que él mismo, el viajero guatemalteco, podría ser la
reencarnación de María Cruz.
El tren a Travancore resulta sorprendente porque desde
una literatura periférica y carente de una tradición
fuerte de
relatos de viaje, surge uno que expande las posibilidades del
género
mediante la parodia y la invención de un avatar del viajero --el
tránsfuga-- que resulta original.
(1).
Después
de enterarse de la transformación sexual de su corresponsal y
expresar su
sorpresa, el narrador comenta: "Espero, eso sí, que el asunto no
dé otra
vuelta y que cuando la vea mañana sea en avatar de mujer"
(123). En
la próxima carta XX ya no es "Usted" sino "tú." El
género del
libro es igualmente fluido y polifacético.
(2). Las
características de la poetisa se conforman a lo enunciado por el
texto de Rey
(3). El tema
teosófico también funciona
(4). Una consecuencia del
apócrifo accidente es haberse quedado impotente,
hecho que se anuncia en carta a los padres junto con la teoría
de que la
desgracia sufrida por el hijo se debe a que en una vida anterior
había sido
castrador de caballos. La motivación inmediata del tema de la
castración en el
relato es la extraordinaria densidad de población que el viajero
encuentra en
la India: "Esta superabundancia de gente me ha hecho imaginar que la
degradación de la vida en general es proporcional al
número de almas que pululan"
(17).
(5). Alison Russell, por
ejemplo, que en Crossing Boundaries estudia
la interfaz entre los relatos de viaje contemporáneos (de tipo
experimental) y
la ficción posmoderna.
(6). En el
prólogo a su propio libro de viajes por el norte de
África y la
India Bowles escribe que uno viaja en busca de la diversidad, y
reconoce que
para este tipo de viajero la introducción de la
tecnología y formas culturales
de Occidente en sociedades cuya gracia consiste en su atraso es un
grave
inconveniente. También reconoce que los nativos pueden disentir
de este punto
de vista (Their Heads Are Green, vii-viii).
(7). Los ingleses
introdujeron el cultivo (y la cultura) del té en la India
en 1836, según la Enciclopedia Británica. El momento en
que el narrador
comparte el té vespertino con el "taxista" y su madre refleja
uno de
los poquísimos rasgos (post)coloniales que figuran en el texto.
Obras citadas
Bowles,
Paul. "Notes
Mailed at Nagercoil." Their Heads Are Green and Their Hands Are Blue.
New
York: The Ecco Press, 1984.
Casaús Arzú, María Elena. "La influencia de la
teosofía en la emancipación
de las mujeres guatemaltecas: la sociedad Gabriela Mistral." Anuario
de
Estudios Centroamericanos, Universidad de Costa Rica, 27(1): 31-58,
2001.
Cozarinsky, Edgardo. "Fantasmas de Tánger." El pase del
testigo.
Buenos Aires: Sudamericana,
2000.
Dessaix, Robert. Night Letters: A Journey Through
Posadas,
Claudia. "Una
escritura sin precipitaciones: entrevista con Rodrigo Rey
Rosa." < www.ucm.es/info/especulo/numero29/reyrosa.html>.
Rey Rosa, Rodrigo. El tren a Travancore: cartas indias.
Russell, Alison. Crossing
Boundaries: Postmodern Travel Literature.
Sterne,
Laurence. A
Sentimental Journey Through