Simulacro y
Mimesis en La ciudad ausente de Ricardo Piglia
La ciudad
ausente, segunda novela del escritor
Ricardo Piglia, fue escrita
originalmente entre los años 1980-1982, pero la primera
edición
no fue publicada sino hasta 1992. La proximidad entre el momento de
escritura y
la caída de la dictadura militar autodenominada como Proceso de
Reorganización Nacional (1976-1983) en Argentina, es un dato
contextual
que la crítica ha subrayado en su acercamiento al texto. Este ha
venido
a ser enmarcado en la llamada ficción postdictatorial argentina
(Page 169)
al igual que la primera novela de Piglia: Respiración
Artificial.
En el corpus posdictatorial
María Cristina Pons distingue dos tipos de ficciones: por un
lado, se
encuentra la literatura testimonial de denuncia, la cual desde un
régimen de representación realista, pretende dar cuenta
del
horror político y social de la dictadura, y señalar a sus
responsables. Por otro lado, se encuentra una literatura que se
distancia de la
denuncia y del realismo testimonial, en la que "la
representación
conceptual, objetiva y testimonial de la historia se subordina a la
percepción de lo real y su sentido o su sinsentido" (44-45).
Este
viraje hacia el terreno de la percepción, hacia la experiencia
de lo
real más allá de la representación objetiva propia
de la
poética realista, orienta la presente lectura de La
ciudad ausente. La novela resemantiza conceptos básicos
como “ficción” y “realidad”, desde un
régimen de representación gobernado por una
reelaboración
subversiva y conspirativa del concepto baudrillardiano de simulacro. Su
estructura
narrativa, regida por la fragmentación y la simulación,
antagoniza con el discurso estatal monolítico que pretende
avanzar una representacion
unívoca de la realidad social e histórica.
La oposición
básica que determina
la escritura de La ciudad ausente es
la que se establece entre el discurso de la novela y el discurso del
Estado.
Una lectura atenta de la siguiente cita de Crítica
y Ficción puede esclarecer el sentido de esta
oposición:
En cierto
sentido yo digo que hay una tensión entre la novela y el Estado,
que en
algunos momentos es muy visible y, en otros, es necesario descifrarla,
pero que
hay dos polos de esa elaboración, podríamos decir, dos
polos de
cristalización de cierto tipo de ficciones sociales. Yo no
pienso tanto,
como algunos, en la relación entre ciertos novelistas y el
Estado, que a
veces se da, sino en el Estado como narrador. Es decir, voy a buscar
eso en el
discurso mismo del Estado. (Piglia 211).
Instead
of reproducing the system to which it refers, it (the literary text)
almost
invariably tends to take as its dominant "meaning" those
possibilities that have been neutralized or negated by that system. If
the
basic reference of the text is to the penumbra of excluded
possibilities, one
might say that the borderlines of existing systems are the starting
point for
the literary text. It begins to activate that which the system has left
inactive. (Iser 372).
La novela dramatiza la
tensión
entre el discurso del Estado como sistema hegemónico, y el
discurso de
la novela entendido como aquella “penumbra de posibilidades
excluidas”. Como primera descripción de este antagonismo
discursivo, se puede avanzar que el discurso del Estado produce una
narrativa
única, monolítica y represora, cuya pretensión es
imponer
una lectura unívoca y totalitaria de la sociedad y de la
historia
argentinas mediante el silenciamiento de toda voz disidente. En
contraste, el
discurso de la novela moviliza una narrativa múltiple, abierta,
heterogénea y fragmentaria, que incorpora las voces disidentes
que han
sido silenciadas ofreciéndoles un canal liberador de
expresión.
Estado y novela
entablarían,
así, una confrontación que parece responder a una
lógica
dialéctica. No obstante, nada más lejano a la estructura
de La ciudad ausente que tal concepción.
Sucede que dicha relación entre Estado y novela no constituye
una
oposición entre dos polaridades contradictorias dentro de un
mismo
sistema ordenado. Estado y novela son más bien dos sistemas
ordenados claramente
diferentes, entre los cuales todo diálogo es imposible puesto
que ambos
representan formas radicalmente alternativas de encauzar la
circulación
de la información.
La lógica
dialéctica es,
para Deleuze y Guattari, propia de una concepción arbórea
de la
realidad y del discurso (1444). El principio de la unidad que se
desdobla rige
el funcionamiento de esta lógica. Además de hacer anotar
la
divergencia entre la concepción arbórea y la
concepción
novelesca de Piglia, quisiera destacar la proximidad entre esta
última y
el que Deleuze y Guattari denominan sistema rizomático. En este
sistema,
la multiplicidad no se genera a partir de una unidad primordial, sino a
través de la constante implosión de la unidad que termina
siendo
restada de lo múltiple, anulada por extirpación (1445).
El
sistema rizomático postula unas vías de
ramificación
ajenas a la dialéctica de la concepción arbórea.
Se trata
de una ramificación de carácter múltiple y
lateral,
análoga al proceso por el cual las raíces del rizoma
(siempre
más de una) circulan libremente en direcciones nunca
preestablecidas por
un proceso de desdoblamiento.
En la práctica del
Estado como
panóptico textual, hay un mecanismo de funcionamiento esencial,
que es
el del espionaje y la censura (2): "El poder político es
siempre criminal -
dijo Fuyita -. El Presidente es un loco, sus ministros son todos
psicópatas. El Estado argentino es telépata, sus
servicios de
inteligencia captan la mente ajena. Se infiltran en el pensamiento de
las
bases". (63). El Estado captura, modifica y retransmite el contenido de
la
mente de los ciudadanos a partir de la enunciación oficial: "El
Estado conoce todas las historias de todos los ciudadanos y retraduce
esas
historias en nuevas historias que narran el Presidente de la
República y
sus ministros" (143). El espionaje y la censura - versiones narrativas
y
textuales de la persecución y la tortura como mecanismos de
control -
actúan como operaciones purificadoras y unificadoras de los
relatos, que
anulan su multiplicidad y los concentran para producir una
versión
única e institucional de la realidad, como le explica Macedonio
Fernández a Elena de Obieta, su esposa, antes de la muerte de
esta:
A propósito del
espionaje, la
censura y la circulación controlada de la información,
quisiera
apuntar un segundo paralelo con una idea de Deleuze y Guattari. Ellos
afirman
que los sistemas arbóreos son sistemas jerárquicos que
presentan
centros de significación, dentro de los cuales un elemento
cualquiera sólo
puede recibir información de otro elemento que ocupe una
posición
superior (1451). La instalación de semejante lógica
jerárquica somete el flujo de la información a un control
proveniente
de las altas esferas del sistema; en términos de Piglia, del
Estado. No
es posible imaginar ninguna otra dirección en la
comunicación,
que de arriba hacia abajo, desde el Estado hacia la sociedad y desde el
poder
hacia el individuo.
En cuanto a la
intervención del
Estado en la mente de los ciudadanos, en uno de los relatos que forman
parte de
la novela titulado “Los nudos blancos”, se plantea el espacio de la
clínica como metáfora del Estado. En esta
institución
disciplinaria dedicada a vigilar y castigar la psique, se utilizan
procedimientos quirúrgicos representados a partir del modelo
narrativo
de la ciencia ficción para anular la especificidad de la memoria
individual y para implantar, de esta manera, una versión
estandarizada
de lo real, que es presentada por Russo como imaginaria:
Tienen todo controlado y han
fundado el
Estado mental, dijo Russo, que es una nueva etapa en la historia de las
instituciones. El Estado mental, la realidad imaginaria, todos pensamos
como
ellos piensan y nos imaginamos lo que ellos quieren que nos imaginemos.
(Piglia
144).
La tensión entre la
unidad y la
multiplicidad, entre lo oficial y lo subalterno -en palabras de Deleuze
y
Guattari, entre el sistema arbóreo y el sistema
rizomático- ,
subyace a gran parte de la discusión crítica que ha
suscitado
esta novela de Piglia en los últimos años. Una de las
avenidas
por las que la crítica se ha acercado a La ciudad
ausente ha sido leyéndola como una alegoría
nacional utópica. Dentro de tal lectura, se ha sostenido que el
discurso
del Estado al cual alude Piglia en repetidas ocasiones sin reservarle
un
referente histórico concreto, entraña el proyecto
esencialista de
una nación integrada que fue elaborado por los intelectuales
liberales
del siglo XIX (Demaría) y apuntalado en la literatura por
narradores
como Leopoldo Lugones. De hecho, la idea decimonónica de
nación
gozó de una nueva y perversa vitalidad durante el Proceso. La
fundación de lo nacional se presenta, en la cita siguiente sobre
la
genealogía de los Lugones, como un acto de escritura de
carácter
criminal renovado a través del tiempo y proyectado hasta el
contexto
dictatorial del último tramo del siglo XX. La ecuación
entre
realidad política y realidad textual queda planteada de la
siguiente
manera:
En el Museo Policial
había una
sala dedicada a la vida del comisario Lugones, llamado igual que su
padre,
Leopoldo Lugones (hijo), que fundó la Sección Especial e
introdujo una mejora sustancial en las técnicas argentinas de
tortura,
usó la picana eléctrica, que tradicionalmente se
había
empleado con las vacas para embarcar el ganado en los trenes ingleses,
meterlas
en los bretes, la usó en el cuerpo desnudo de los anarquistas
encadenados de los quería obtener información. El
comisario
Lugones dirigió la inteligencia del Estado y realizó y
llevó a su culminación la obra de su padre y fue su
albacea y el
encargado de prologar todas las composiciones poéticas y
literarias del
poeta, avanzó y profundizó en el espíritu nacional
y del
mismo modo que su padre escribió la Oda
a los ganados y las mieses, él usó un instrumento de
nuestra
ganadería para mejorar el control del Estado sobre los rebeldes
y los extranjeros.
(Piglia 160).
La ruptura de la lógica
estatal
pasa por un proyecto de generación de lógicas
divergentes,
alternativas, que siguen la dirección de cada voz particular, de
cada
fragmento implicado en esa multiplicidad desterritorializada en la que
se
convierte el mundo de la información, no en ausencia de un
Estado
represor, sino precisamente en presencia de su maquinaria de control:
el poder
del relato se despliega y cobra sentido como lucha y como resistencia
en un
contexto dictatorial. La siguiente cita es una parte del discurso final
de
Elena-Eterna, la máquina de narrar historias que funciona como
metáfora del poder del relato y de la función
contestataria del
discurso novelístico:
El hombre al que alude la cita
es un
profesor húngaro, emigrado en Argentina a raíz de la
segunda
guerra, especialista en la obra de José Hernández. Para
obtener
una plaza docente en la academia, el profesor se ve en la necesidad de
aprender
a hablar español, pero no empieza desde la ignorancia absoluta.
Es capaz
de improvisar una lengua personal, compuesta exclusivamente por citas
del Martín Fierro, en la que aparecen
frases como la siguiente: "No trabajar entonces muerto de esta pena
estraordinaria". (16).
Como metáfora de la
máquina de Macedonio, la lengua del profesor húngaro
rescata la
naturaleza colectiva y anónima de la autoría de las
historias
recogidas en este archivo fragmentario. La preservación del yo
autorial,
de una entidad subjetiva unitaria hasta la cual es posible rastrear el
origen
de un texto, implicaría restarle autonomía a los
movimientos del
mismo, que Deleuze y Guattari comparan con los movimientos
geológicos
por la autonomía extrema de las leyes que los rigen (1443).
Pero, sobre
todo, la atribución de un yo autorial al texto implicaría
reducirlo a cierta forma de unidad primordial que sería
más
propia de la órbita del discurso estatal.
La metáfora de la
lengua del
profesor húngaro pone en escena el asunto de la
traducción, que
es recurrente en La ciudad ausente y
también en Respiración
Artificial. Debe recordarse que, antes de convertirse en un
artilugio
narrativo, la máquina fue concebida como una herramienta de
traducción automática. En la obra de Piglia, la
traducción
se vincula directamente con la transformación, y
específicamente
con el poder generativo -y, en esta medida, subversivo- del discurso
para
intervenir y modificar la realidad. Dotar al discurso de un poder
generativo
supone abandonar la lógica mimética en la línea
del
abandono que proponen Deleuze y Guattari cuando escriben que
ningún
libro es imagen del mundo, sino que el libro forma un rizoma con el
mundo,
relación horizontal que subvierte las nociones de original y
copia, y de
anterioridad y posterioridad que están implícitas en la
concepción mimética clásica (1448). Esta fuerza
del
discurso como instancia generadora de realidades siempre
múltiples y no
excluyentes entre sí, resulta especialmente transgresora cuando
la
realidad está siendo dictada y controlada desde la unidad y la
organicidad del Estado entendido como narrador de una historia oficial.
Herramienta de
traducción, pero
también, artefacto generador de historias y voz narrativa que
produce
discursividad, siguiendo un procedimiento que -parafraseando a Piglia- se instala entre el plagio y la
traducción.
Se trata del procedimiento textual de la cita, que borra la
noción de
autoría y hace indiscernible la figura de un creador
último. La
máquina, entonces, puede ser vista como la gran cita social.
Piglia se
ha referido a ella como a un atentado contra la propiedad intelectual (4).
La disolución de los
límites es un rasgo que está inscrito en la
alusión a
Elena de Obieta. En la novela de Piglia, la máquina de narrar
historias
es una especie de cuerpo cibernético, un receptáculo del
alma
imperecedera de Elena, que ha trascendido la muerte y perdura en este
artefacto
de ciencia ficción, que es la metáfora del relato y del
lenguaje:
La estructuración
formal de los
relatos producidos por la máquina de Macedonio responde a un
modelo
fragmentario. La noción de trama unitaria está puesta en
crisis
por la proliferación de relatos interpolados que, sin establecer
entre
sí mayores vínculos formales ni de contenido (y en
ocasiones,
ningún vínculo), quiebran la organización lineal y
la
lógica causal del que, a primera vista, parece ser el hilo
argumental (5). Esta vendría a ser la
historia
de Junior, periodista en una Buenos Aires espectral que combina sus
labores en
un diario con pesquisas detectivescas en las que se encarga de buscar a
Russo,
que fue, junto a Macedonio, el creador de la máquina. Esta es,
con su
perpetua productividad, la responsable de la constante
interrupción de
esta trama policial, una plot driven
narrative necesariamente frustrada, abortada sin llegar a una
resolución (6).
Resulta necesario preguntarse
si es
posible hablar de una completa fragmentación formal irreductible
a la
unidad, o si por el contrario hay alguna presencia de rastros unitarios
en la
estructura de la novela. Al respecto, Fabiola Ale de Rivera dice que la
multiplicidad de relatos “entronca con la voz de un narrador
omnisciente
que tiene a su cargo el hilo narrativo central”. (146). Observo, por el
contrario, que tal descripción podría ser reformulada
para
precisar que existe, en la estructuración formal del texto, una
constante oscilación nunca resuelta entre la
fragmentación formal
y el retorno a un tronco narrativo central, como han observado algunos
críticos (Garabano 123). Se constata un vaivén
dinámico
entre el modelo heterogéneo y fragmentario, y el modelo de la plot driven narrative, generando un
doble movimiento centrífugo y centrípeto de
desterritorialización y territorialización de la
narrativa.
Se puede observar que a
través
de la particular estructuración narrativa de La
ciudad ausente, se rinde homenaje al Museo de la
Novela de la Eterna, cuyo rasgo más llamativo es
la fragmentación formal, pero en un sentido claramente no
digresivo. Y
este punto es necesario comentarlo detenidamente.
La condición de
posibilidad
básica para la existencia de una estrategia digresiva es la
presencia de
un centro, de una línea argumental fuerte de la cual pueda
desprenderse,
como una rama del tronco, la desviación digresiva. Afirmar que
en estas
dos novelas la noción de trama unitaria está puesta en
crisis,
implica reconocer que la mencionada proliferación de historias
interpoladas por la máquina de Macedonio, con su constante
acción
centrípeta, termina borrando las marcas jerárquicas entre
trama
principal y tramas secundarias, entre ergon y parergon, entre centro y
periferia. Tanto así, que siguiendo una lógica abismal es
incluso
posible sugerir que la misma historia de Junior que en un principio dio
la
apariencia de constituirse en historia central, podría ser
leída
como un fragmento narrativo más entre los otros representados
por cada
uno de los relatos interpolados.
También es posible ver,
en esta
relación entre la noción de trama unitaria y la
noción de
trama fragmentada, un planteamiento análogo al de Deleuze y
Guattari. La
trama unitaria parece pertencer a la órbita de conceptos
relacionados
con los sistemas arbóreos; por otra parte, la multiplicidad
rizomática se vincula con la trama fragmentada, estableciendo
unas
relaciones que se ejemplifican en la metáfora del cuerpo sin
órganos como imagen del texto resistente a la unidad.
Deleuze
y Guattari sostienen que el cuerpo sin órganos "is continually
dismantling the organism, causing asignifying particles or pure
intensities to
pass or circulate, and attributing to itself subjects that it leaves
without
noting more than a name as the trace of an intensity" (1444). La
metáfora del cuerpo como texto no sólo es un
tópico recurrente
en la literatura, sino toda una declaración sobre la
persistencia de la
unidad. Unidad y organicidad son conceptos afines, porque el segundo
supone un
cierto ordenamiento sistemático de la totalidad en el cual cada
parte
cumple una determinada función de tal modo que el conjunto de
partes y
funciones termina generando la buscada unidad. La existencia de un
cuerpo sin
órganos, es decir de un texto carente de organicidad, implica
una
ausencia de subordinación de la parte al todo, del fragmento a
la totalidad,
y por lo tanto, la ausencia de esta teleología. Mientras que el
relato
policial y, en general, las plot driven
narratives presentan tramas orgánicas, los textos
oscilantes como La ciudad ausente y el Museo
de la Novela de la Eterna son
cuerpos sin órganos en los que no es posible encontrar una
diferenciación jerárquica entre la parte y el todo, entre
el
ergon y el parergon, y tampoco una búsqueda de unidad.
El efecto de la praxis
narrativa de la
máquina de Macedonio es la eliminiación de las
jerarquías
órganicas. La consecuencia de la difuminación de las
marcas
jerárquicas operada por la puesta en crisis de la noción
de trama
unitaria en favor de una estrategia narrativa basada en la
fragmentación
y la interpolación, es la desaparición del centro
narrativo y la
ruptura de la unidad discursiva, que terminan siendo absorbidos por la
periferia -que ahora ocupa el espacio entero del mundo representado- y
por la
multiplicidad. Extrayendo consecuencias de estas reflexiones, se puede
postular
que la estructura formal de la novela realiza una subversión del
discurso oficial que conlleva drásticas consecuencias
políticas
para las pretensiones del Estado de controlar el flujo de la
información
y de manipular el principio de realidad. El relieve político de
la transgresión
en el plano formal, se evidencia en escenas como la siguiente, que
ofrecen un
doble fondo de lectura:
El mapa del infierno es el
trazado de
un cementerio clandestino. En las tumbas los cuerpos de los
desaparecidos se
aglomeran, mezclándose, descomponiéndose,
haciéndose
indiscernibles, en perpetua transformación y movimiento, como
los
relatos de la máquina. En cierto sentido, en la
disposición
espacial de los cuerpos dispersos en este cementerio, reverbera la
estrategia
narrativa de la máquina, siempre múltiple, social y
anónima, subterránea y subversiva.
Si se ha afirmado que la
multiplicidad
de estos relatos se opone, como una estrategia de resistencia
política,
a la unidad del discurso represor del Estado, parece natural buscar en
la
temática de los mismos una significación también
política y de oposición a un régimen totalitario
concreto.
La siguiente cita parece aportar una clave para el desciframiento del
contenido
de los relatos reproducidos por la máquina de Macedonio:
En apariencia, la cita
confirma la
hipótesis sobre la existencia de un contenido político en
los
relatos. Sin embargo, la dinámica del testigo que da cuenta de
los
horrores cometidos por la represión criminal de la dictadura, no
está presente en todos los relatos de la máquina. En
realidad,
uno de los pocos relatos de este tipo es el titulado “La
grabación”,
que narra el hallazgo de un cementerio clandestino donde se entierra a
los
asesinados por el Estado. Más allá de este ejemplo, la
temática de los otros relatos es muy diversa y no se somete a
ningún asunto compartido. En concreto, quisiera referirme a uno
de
ellos, titulado La nena, pues
considero que este relato dramatiza nítidamente la idea del
simulacro.
La referencia al problema del
original
y la copia, de la mimesis y la representación, hace necesaria
una breve
alusión al concepto de simulacro de Baudrillard. Este implica la
instalación de una “hiperrealidad” que ha suplantado a lo
real a través de los medios masivos y las redes de
comunicación
social –por lo general asociados a un poder totalitario-. Si bien
algunos
críticos han sostenido que el proyecto de La ciudad
ausente consiste en una reposición utópica
de los vestigios de lo real que busca contrarrestar la experiencia del
desierto
de la hiperrealidad (Garabano 141-144),
considero que esta novela incorpora más bien el concepto de
simulacro
para invertirlo y resemantizarlo, dirigiéndolo como un
instrumento
contestario contra el poder del Estado argentino y su
manipulación de lo
real (7).
Una primera
aproximación al
régimen de representación en La
ciudad ausente nos lleva a pensar que existe una incompatibilidad
entre su
poética peculiar y la lógica mimética. En esta
novela se
instala la ambigüedad como imposibilidad de fijar una realidad
referencial.
Si la realidad ha perdido su consistencia y su capacidad de soporte, la
mimesis
entra necesariamente en crisis. Esta se establece como una
relación de
imitación entre una realidad determinada, y su
representación; en
otros términos, la mimesis es el vínculo que otorga a una
determinada realidad primaria la condición de original y a una
determinada realidad secundaria, derivada de la primera, la
condición de
copia. Sin embargo, si la dimensión propiamente real-referencial
es
sustituida (“the era of simulation is inaugurated by a liquidation of
all
referentials”, Baudrillard 2) por una dimensión en la que los
mismos términos de "ficción" y de "realidad"
se entrecruzan y ven diluirse sus fronteras, no es posible identificar
una
relación mimética entre original y copia porque el
principio
rector viene a ser el del simulacro y la simulación.
“La nena” es la historia de
una niña que empieza a tener dificultades con el lenguaje. Su
problema
no es evidente a primera vista; su estado es descrito como uno en el
que se
presentan ciertas "extravagancias de la referencia". (53). Por
ejemplo, "el azúcar pasó a ser arena blanca, la
mantequilla,
barro suave, el agua, aire húmedo". (54). El padre de la
niña sostiene que en los usos lingüísticos de
ésta,
"lejos de no saber cómo usar las palabras correctamente, se
veía ahí una decisión espontánea de crear
un
lenguaje funcional a su experiencia del mundo". (54). De tal manera que
la
solución del problema, que deja así de convertirse en una
anormalidad o una patología que deban ser curadas o suprimidas,
consiste
no en volver a enseñarle, a esta hablante atípica, la
manera
correcta de usar las palabras, sino en establecer un puente de
comunicación entre el lenguaje personal de la niña y el
mundo social.
Considero que el
diagnóstico del
padre no es exacto, porque presupone una anterioridad de la experiencia
del
mundo frente al lenguaje, que vendría a convertirse en un medio
transparente de transmisión de contenidos previamente dados. Por
el
contrario, las “extravagancias de la referencia” puestas en escena
por la condición de la nena evidencian el poder generativo del
lenguaje
para producir simulacros que no mantienen ninguna relación
mimética con un original al que estarían reproduciendo.
A pesar de ser errado el
diagnóstico paterno, no es errada la acción que toma con
su hija.
La "cura" elegida consiste en contarle, cada noche, sucesivas
versiones de una misma historia: la historia del anillo y de la estatua
de
Venus. Las sesiones narrativas se prolongan hasta surtir el efecto
esperado.
Finalmente, la nena produce su propia versión de la historia,
una
alternativa personal que resulta inteligible para el padre y permite,
así, reentablar la comunicación perdida. Este final del
relato
ofrece dos puntos interesantes para esta reflexión. El primero
es la
relación entre las versiones de una misma historia, y el segundo
es la
producción individual de alternativas personales, pero capaces
de
dialogar en un plano horizontal con otras versiones posibles (8).
Debe tenerse en cuenta la
diferencia
entre los conceptos de copia y versión. En sentido estricto, es
falso
que en el universo de La ciudad ausente
puedan desarrollarse "sucesivas versiones de una misma historia". Esta
idea implica la existencia de una
historia original, única y autorizada, a partir de la cual toda
reformulación pasa por ser una copia. Para guardar fidelidad al
concepto
de versión, se debe afirmar que éste supone una ruptura
de la
relación habitual entre original y copia. Una versión no
es una
reproducción, sino una posibilidad flotante que comparte, con
otras
versiones posibles, un mismo estatuto alternativo, no mimético.
La
relación entre las alternativas es, por definición, no
jerárquica. En otras palabras, la relación que se
establece entre
las distintas versiones de la historia del anillo y la estatua de
Venus, se
explica a partir de la analogía pigliana entre traducción
y
transformación. Contar una versión significa, entonces,
traducir
o transformar, pero traducir y tranformar son sinónimos de
generar y
producir.
Resulta significativo que la
relación que se genera en el relato “La nena” entre las
distintas versiones de una historia que no viene a ser siempre la
misma, sino
que es recreada y regenerada por cada acto de enunciación (se
puede
hablar, entonces, de historias múltiples y alternativas, no de
un
original subyacente a sus versiones), sea muy semejante a la
relación
que establecen entre sí los que hemos denominado “fragmentos”
que construyen la estructura narrativa heterogénea de La ciudad ausente. Esta analogía
entre relaciones es digna de notarse, pues delata una
connotación
inadecuada en el término "fragmento". Los fragmentos parecen
referirse siempre a la unidad, aunque ésta se encuentre ausente
después de haberse perdido. Existe una carga nostálgica
en la idea
de fragmento, que torna inexacta su aplicación en este caso.
Como se ha
visto, la idea de historia alternativa es más precisa. Los
relatos
interpolados en la novela constituyen simulacros, versiones
alternativas,
realidades heterogéneas.
Aunque se podrían citar
numerosos ejemplos, la misma historia de la nena resulta útil
para
explicar este punto. Es posible conectarla con la historia del profesor
húngaro cuyo extravagante idiolecto es una colección de
citas del
poema de José Hernández. En ambos casos se está
frente a
la creación de una realidad exasperadamente personal y, en una
situación extrema, ininteligible por su radical individualismo,
que en
este caso significa una exacerbación de su libertad frente a la
coerción del Estado, la máquina unificadora del sentido.
Se trata
de la producción individual de discursos, que dialogan en un
plano
horizontal con otras versiones posibles en el espacio textual/nacional
fundado
por La ciudad ausente. El propio
diálogo entre la historia de la nena y la historia del profesor
implica
la generación de traducciones, es decir, de historias
alternativas, no
de fragmentos.
Deleuze y Guattari arriban a
esta
conclusión en la formulación de su principio "1 and 2"
para el funcionamiento de los sistemas rizomáticos (1445).
Afirman,
aquí, que todo rizoma puede conectarse con cualquier otro;
más
adelante, en el principio 4 (1447), mantienen que un rizoma puede ser
quebrado
en cualquier punto, pero esto no le impedirá volver a nacer a
partir de
una vieja línea o creando otra nueva. Ambos principios subrayan
la
conectividad múltiple del sistema rizomático, su
capacidad para
generar líneas de comunicación de direccionalidad
heterogénea que trasciende la circulación jerarquizada,
de abajo
hacia arriba, que era compartida por el sistema arbóreo y por la
censura. Esta conectividad múltiple es, precisamente, el rasgo
principal
de las dos relaciones analizadas más arriba: la que comunica a
las
versiones del relato del anillo y la estatua de Venus, y la que
comunica a las
historias alternativas que componen la mayor parte de La
ciudad ausente. Al ser, todas ellas, versiones posibles, pueden
conectarse unas con otras libremente, sin seguir un mapa
predeterminado, desde
un punto del sistema hacia cualquier otro: porque cada una es
analogía
de todas las demás. Adicionalmente, el sentido iniciado por
alguna de
las versiones, continúa y se prolonga en las demás
versiones, de
tal manera que la ruptura del sistema es imposible (9).
Para refutar esta
última
reflexión, se podría afirmar que, en el mundo
representado de la
novela, sí existe un original: este vendría a ser la
máquina de Macedonio, original del cual tanto el profesor
húngaro
como la nena terminarían siendo reflejos, copias, imitaciones de
un
centro primordial. Sin embargo, la máquina de Macedonio no puede
ocupar
centro alguno porque ella misma es la definición de la
multiplicidad. No
existe una máquina singular, sino un archivo de historias cuya
función es, simplemente, la de canalizar lo múltiple sin
imprimirle un orden, una ley.
La imposibilidad de
identificar un
original, en un mundo de alternativas no jerarquizadas, corresponde a
la
dimensión del simulacro, o mejor dicho, a una dimensión
de
simulacros heterogéneos sin pretensión a una mimesis
totalizadora
de la realidad. El conflicto en la novela de Piglia se plantea cuando
una de
las narrativas posibles declara una pretensión hegemónica
y
consigue ponerla en práctica, silenciando y encauzando a las
restantes.
En este caso, se yergue como el texto oficial y ejerce una
presión
censora, asumiendo así su posición como Estado. Este se
define
como la negación del simulacro.
En síntesis, las
historias
interpoladas que son transmitidas por la máquina de Macedonio
constituyen simulacros alternativos cuya multiplicidad y capacidad de
convivencia simultánea se oponen a la pretensión
mimética
y referencial del discurso del Estado, que busca implantar una sola
representación exacta, una sola copia verdadera de la realidad
original.
Ello implica una doble reducción a la unidad: por una parte, se
supone
que la realidad es una sola (las versiones proliferantes del relato del
anillo
y la estatua de Venus, no tienen lugar en este universo), pero
también
que existe una manera única de representarla adecuadamente: la
representación verdadera por excelencia, que nos extrae del
terreno de
lo verosímil y lo posible. La función de la
máquina es,
finalmente, la de reponer lo verosímil frente a lo verdadero,
reponer la
idea de simulacro frente a la idea de mimesis.
Notas
(1). Piglia
sitúa en la obra de Macedonio Fernández
el punto de partida de la nueva literatura argentina (Page 170). No es
coincidencia que en La ciudad ausente
exista un diálogo
permanente con una de las obras capitales y más transgresoras de
Macedonio, el Museo de la
Novela de la Eterna. Se trata de una
ficción metaliteraria, altamente autorreflexiva, que realiza una
revisión y una subversión de las principales convenciones
novelescas necesarias para la existencia del género: la figura
del
autor, el tejido de la trama, la densidad psicológica de los
personajes
y la estructura formal de la novela son los elementos cruciales. Entre
ellos se
encuentra la convención de prologar los textos, que Macedonio
reelabora
irónica y lúdicamente, mediante la inclusión de
sesenta y
siete distintos prólogos de extensión y asunto variables.
A
través de este recurso, se elimina la distinción entre el
prólogo como paratexto marginal y el cuerpo de la novela,
introduciendo
así - en términos de Derrida - una reflexión sobre
los
límites entre ergon y parergon, entre centro y periferia, que se
conecta
directamente con el proyecto de La
ciudad ausente.
(2).
El
asunto
del Estado como panóptico en
La ciudad ausente ha sido estudiado
por Edgardo Berg: "En el entrevero de versiones y relatos que circulan
por
La ciudad ausente, se
desenvuelve una guerra implícita, una trama
política. Contra el relato monológico y estereotipado del
Estado
que quiere imponer el modo de percibir el mundo y el criterio sobre lo
real, la
máquina literaria provoca el desfasaje narrativo, articula y
narra su
contrafigura utópica: la ficción de los inventores,
hermeneutas o
alucinados... Si el Estado era una máquina de persecución
paranoica contra la aventura de desciframiento de la Historia en Respiración
Artificial, ahora es una máquina de control y vigilancia
que
actúa sobre la memoria íntima y privada de los habitantes
de
Buenos Aires. La acción del Estado o de sus aparatos de control,
liquida
y desintegra aquellos instantes únicos e irrepetibles de la
experiencia
privada. La ciudad se transforma en un gran panóptico a
través
del cual el Estado controla las mentes de sus ciudadanos. Captar la
mente ajena
para controlar las posibles desviaciones al criterio normalizado de lo
real, es
la política del Estado moderno, el voyeurismo estatal: ojos
vigilantes
en las estaciones de los subterráneos, cámaras filmadores
en los
hospitales y patrullas policiales que asedian la ciudad”. (151 –
152).
(3). Con
respecto a la manipulación estatal de la
mente y de la realidad, las reflexiones de Santiago Colás sobre Respiración
Artificial, novela que comparte con La ciudad ausente un mismo élan sociopolítico,
resultan esclarecedoras. Si aceptamos que la primera novela de Piglia
muestra
cómo la dictadura canceló la multiplicidad de historias
alternativas para imponer una historia oficial sustentada en valores
cristianos
y occidentales que pretendieron erigirse como las bases de lo nacional
(Colás 124-125), en la segunda novela el foco de interés
se
desplaza de la disquisición histórica hacia las
alteraciones del
principio de realidad, o en otros términos, del régimen
de
representación. Resucitar lo marginal, lo subalterno, las
historias
reprimidas y sepultadas bajo la realidad oficial programada por el
Estado
mediante las operaciones criminales/textuales del espionaje y la
censura, es la
misión política que organiza la agenda de La ciudad ausente.
(4).
“La cita es el momento
mínimo de la apropiación literaria, está entre el
plagio y
la traducción y remite a la cuestión del nombre y, por lo
tanto,
a la autenticidad, a la falsificación y al apócrifo. Hace
ver, de
un modo nítido, la cuestión de las relaciones de
propiedad, que
en la literatura son ajenas a la lógica social y pertenecen a un
orden
específico". (Conversación
con Edgardo Berg 23). La clave de
este orden específico
es que en el lenguaje no existe la propiedad privada, y por lo tanto es
un
campo de experimentación apto
para reflexionar sobre el problema de la autoría. Las
ideas de
Demaría siguen un derrotero similar: “Como cita plural y
abarcadora, la Elena de Piglia no sólo contiene las voces que
recrean,
desde perspectivas diferentes, su propia historia: su vida con
Macedonio y su
paso de mujer a máquina. Al mismo tiempo, ella incluye otros
relatos
que, lejos de hablar de amor, recrean y recuerdan la violencia de la
historia
argentina”. (156).
(5). Bratosevich describe de la
siguiente
manera este programa de narraciones interpoladas: “Un programa de
proliferación de relatos que difiere de las novelas intercaladas
de la
clasicidad, donde aquellas oficiaban de descanso, de alternativa, a la
historia
principal. Como también difiere del sistema-collar de cuentos
enmarcados
que cundió en Occidente desde la última Edad Media con el
estímulo oriental: allí, los cuentos son insuprimibles ya
que el
marco-hilván sólo les sirve de sostén, de
pretexto. En
nuestros relatos, la solución hecha de protuberancias, saltos e
inestabilidades fractales, promueve una lectura donde lo que se destaca
es,
desde el vamos, la fruición del oficio de contar”.
(92).
(6). La constante
frustración de las expectativas del
lector, generada por la puesta en crisis de los modelos discursivos que
sucesivamente se estropean después de haber sido puestos a
marchar, es
un rasgo que significativamente podemos encontrar también en Los
Siete Locos y Los Lanzallamas,
el díptico de Roberto Arlt. El
modelo principal es, también, el del relato policial. Al
respecto,
quizá se podría avanzar la lectura de que la falta de
plasmación propiamente dicha de los modelos narrativos, pero
sobre todo
la oscilación fluida entre modelos distintos que no llegan a
alcanzar
hegemonía pues son sucesivamente descartados y sustituidos, son
rasgos
de una poética particular - en tanto que esta se actualiza [1] en
el plano de lo posible - y de la condición alternativa de los
simulacros.
(7). Garabano
también sostiene que esta
reposición de los vestigios de lo real conlleva una
búsqueda de
la verdad modelada según el modelo de la ficción
policial, con la
finalidad de oponerse a las “mentiras” del Estado, su
manipulación de la información y de la historia (126). Si
bien el
problema del conocimiento está dramatizado como un aspecto
central de La
ciudad ausente, este no se encuentra formulado en
términos de una
“búsqueda de la verdad” sino más bien en
términos de un desenmascaramiento de la pretensión
verista del
discurso estatal. En efecto, la filosofía de Macedonio
Fernández
no está sujeta al criterio de verdad/falsedad, sino que busca
construir
un criterio alternativo.
(8). Al respecto comenta
Demaría:
“Esta no-ausencia de Elena, lograda a través de una escritura
que
llena el vacío por medio de la construcción de mundos
alternativos, inscribe en La ciudad
ausente la presencia de un espacio
utópico que, según la definición propuesta por
Piglia,
incorpora a la categoría de lo real, aquello otro que se ve y se
piensa
como lo imposible”. (156).
(9).
Sobre la
condición alternativa de las historias interpoladas vistas como
versiones, Bratosevich afirma: “podemos leer - esas versiones variadas
-
como la metáfora narrativa de una poética, cabalmente la
poética de transformaciones que la propia novela, y el corpus
pigliano,
cumple con un referente maleable que alimenta versiones
diversificadas”.
(90). La referencia al referente maleable no es de lo más
afortunada,
porque estamos hablando justamente de una ausencia de referente en un
mundo de
simulacros.
Obras citadas
Ale de Rivera, Fabiola. “La
celebración del lenguaje y del relato en La ciudad
ausente de Ricardo Piglia”. En: Ficción y Discurso. Tacconi,
María del Carmen (coordinadora). Tucumán:
Universidad Nacional de Tucumán, 1999.
Baudrillard,
Jean. Simulacra and Simulation. The
Berg, Edgardo (editor). Ricardo Piglia:
narrador de historias clandestinas. Mar del Plata:
Estanislao Baller, 2003.
Bratosevich, Nicolás (y
su
grupo de estudios). Ricardo Piglia y la cultura de la
contravención.
Buenos Aires: Atuel, 1997.
Colás,
Deleuze, Gilles y Guattari,
Félix. A
Thousand Plateaus: Capitalism and Schizophrenia
(introducción).
En: Critical Theory since 1965.
Demaría, Laura. “La
ciudad ausente, la tranquera de Macedonio
y la fundación de una Argentina plural... y en pedazos”. En: Argentina
- s. Ricardo Piglia dialoga con la generación del 37 en la
discontinuidad. Buenos Aires, Ediciones Corregidor 1999. p.155 -
187.
Garabano, Sandra. Reescribiendo
la nación: La narrativa de Ricardo Piglia. Ph.D. dissertation,
Page, Joana.
“Ricardo Piglia: Towards a Re-Socialized Literature”. En: Journal
of Iberian and Latin American Studies. Carfax Publishing, Vol. 10, No.2,
Diciembre 2004, p. 169 – 189.
Piglia, Ricardo. La ciudad
ausente. Barcelona: Anagrama, 2003. (primera edición de
1994).
Crítica y Ficción. Buenos Aires: Planeta, 2000.
(primera
edición de 1986).
Pons, María Cristina. Más
allá de las fronteras del lenguaje: un análisis
crítico de
Respiración Artificial de
Ricardo Piglia. México D.F.: Universidad
Autónoma de
México, 1998.