Enciclopedias y colecciones.
Otra lectura de "Uqbar, Tlön, Orbis Tertius"

Josefina Ludmer
Yale University

[Del capítulo "La frontera del delito" en: El cuerpo del delito. Un manual. (Buenos Aires: Libros Perfil, 1999): 216-223]

En Borges, en "Uqbar, Tlön, Orbis Tertius", la combinación del elemento criollo con la enciclopedia o el orden enciclopédico, "marca" de la "alta" cultura argentina, alcanza su culminación. El punto de partida es la bastarda Cyclopaedia Angloamericana (norteamericana) que reproduce la Encyclopaedia Britannica, y que tiene un tomo XLVI, que sólo tiene Bioy, con un suplemento alfabético y cuatro páginas más (de la 917 a la 921), donde está el territorio "irreal" de Uqbar. El punto de partida del cuento, como se recordará, es la reproducción de una cita de Bioy en Ramos Mejía sobre los espejos y la cópula (que en la Cyclopeadia está trasmutada en paternidad).

Esos puntos de partida llevan vertiginosamente a la reproducción de las enciclopedias y de los territorios, y también a los "criollos"que las acompañan. Uqbar es una entrada y unas páginas "de más" en la "bastarda" Ciclopedia "americana", y también es un territorio ("un falso país"). Ese territorio de la enciclopedia "reproducida"de Bioy es la puerta de entrada al universo de Tlön (que es la región imaginaria de Uqbar y después un planeta inventado) y a su Enciclopedia, que ya contiene el Orbis Tertius. Tlön está en el tomo XI (o uno duplicado, y tiene 1001 páginas) de "otra enciclopedia" en inglés, A First Encyclopaedia of Tlön, que también es norteamericana. La Británica es la "medida" para las otras enciclopedias: la Cyclopaedia norteamericana que la reproduce es "bastarda", y la Enciclopedia norteamericana de Tlön la duplica. La serie de enciclopedias sería una serie creciente de territorios (la geografía fue la reina de las ciencias imperiales) hasta llegar al tercero, Orbis Tertius, que es el imperio que cierra el cuento. En Borges la "alta" cultura se vuelve sobre sí misma para reproducir órdenes enciclopédicos imaginarios (un territorio, un planeta, un orbe) a partir de la Britannica, y los concluye en "la realidad" del imperio.

El planeta Tlön, entonces, está en el tomo XI de una primera enciclopedia que recibió sin saberlo, antes de morir, un amigo del padre de Borges, "el inglés" del Hotel de Adrogué. Trabajaba con diversos sistemas de numeración y trataba de convertir el sistema decimal a otro mayor por encargo de un noruego. Y con ese inglés: "Hablamos de vida pastoril, de capangas, de la etimología brasileña de la palabra gaucho (que algunos viejos orientales todavía pronuncian gaúcho)".

La combinación de lo criollo y la enciclopedia que los sujetos del estado liberal de 1880 inventaron como "marca" de la "alta" cultura se muestra aquí, en relación con el tomo XI de la primera enciclopedia de Tlön que recibe de Brasil el "inglés" sin saber que lo recibió porque murió sin abrir el sobre. Allí Tlön ya no es una región imaginaria de Uqbar sino "un vasto fragmento metódico de la historia total de un planeta desconocido, con sus arquitecturas y sus barajas, con el pavor de sus mitologías y el rumor de sus lenguas", donde está prefigurado un nuevo y tercer mundo Orbis Tertius.

El cuento de las primeras y segundas enciclopedias y de los territorios en expansión está dividido en dos partes y en dos tiempos; también está dividido entre la primera parte, que está en la Antología de la literatura fantástica y la segunda, que se postula como "realidad". La primera parte está datada en Salto Oriental, 1940 (y se cierra con la "realidad" de Tlön donde los objetos reales se duplican: la realidad de Tlön es la reproducción) y la segunda parte es una Postdata de 1947, donde la enciclopedia completa de Tlön retorna a la realidad como imperio, como Orbis Tertius. Después de dos o tres territorios imaginarios hay una intrusión de mundo fantástico en el real (como en el caso de los Rosacruces que habría inventado Andrea en el siglo XVII, y que se constituyeron después). Tlön retorna a la realidad dos veces y Borges fue testigo de las dos, para poder reproducir en Uruguay la combinación del elemento "criollo" de la frontera (donde se unen otra vez los tres territorios del gaucho: Argentina, Uruguay y Brasil) al cual pone el peso de "la religión" (y en Buenos Aires el "elemento aristocrático francés" que la princesa francesa de Faucigny Lucinge recibe de Poitiers, junto con su platería, una liviana brújula: las letras de la esfera corresponden a uno de los alfabetos de Tlön). Veamos la parte criolla de Borges:

Ocurrió unos meses después, en la pulpería de un brasileño en la Cuchilla Negra. Amorím y yo regresábamos de Sant'Anna. . . no nos dejó dormir hasta el alba la borrachera de un vecino invisible, que alternaba denuestos inextricables con rachas de milongas; más bien con rachas de una sola milonga. . . A la madrugada el hombre estaba muerto en el corredor. . . En el delirio se le habían caído del tirador unas cuantas monedas y un cono de metal reluciente del diámetro de un dado. . . Yo lo tuve en la palma de la mano algunos minutos: recuerdo que su peso era intolerable y que después de retirado el cono, la opresión perduró. . . Amorím lo adquirió por unos pesos, nadie sabía nada del muerto, salvo "que venía de la frontera". Esos conos pequeños y muy pesados (hechos de un metal que no es de este mundo) son imagen dela divinidad en ciertas religiones de Tlön.

La combinación del elemento criollo (con evidentes alusiones al lugar donde estuvo exilado José Hernández, el autor del Martín Fierro) con la presencia real de la Enciclopedia de Tlön. . . El "elemento criollo" de la frontera y su pesada religión (y el liviano "elemento francés"con la brújula y el alfabeto de Tlön) en una fantástica organización del saber y el poder, Tlön y el orden enciclopédico retornan como "el archivo del imperio": "Manuales, antologías, resúmenes, versiones literales, reimpresiones autorizadas y reimpresiones piráticas de la Obra Mayor de los Hombres abarrotaron y siguen abarrotando la Tierra".

Este cuento es una ficción del orden enciclopédico (o el orden enciclopédico en ficción), y no sólo una ficción de su relación con "el elemento criollo". Porque el orden enciclopédico no es solamente el alfabético ni el numérico en "Uqbar, Tlön, Orbis Tertius". Es un orden del saber: un saber positivo, ordenado en partes, y también una concepción del saber, como totalidad que abarca las partes. En el territorio de Uqbar la información se divide en zonas o "ciencias" (geografía, ciencia, lengua y literatura), y se enuncia la filosofía que organiza esa información, que está en el "territorio" planetario de Tlön. Una ficción del orden enciclopédico porque la clave de una enciclopedia es la organización (de Tlön): la clave son los principios por los cuales controla otros textos. (Y la elección de los principios que organizan la enciclopedia depende del estado contemporáneo del saber y de la tecnología contemporánea de la escritura, dice J. David Bolter en Writing Space. The Computer, hypertext, and the history of writing, Hillsdale, Nueva Jersey, Hove y Londres, Lawrence Erlbaum Ass., Publishers, 1991: 90).

El orden enciclopédico es también un orden utópico (con sociedades secretas y benévolas, con países y universos mentales): a principios del XVII una sociedad secreta y benévola en Lucerna o en Londres, surgió para inventar un país; en el programa figuraban los "estudios herméticos", "la filantropía y la cábala"; la visión enciclopédica ha sido que el gran libro debía contener todo el saber. Un orden alfabético, numérico, un orden territorial, un orden del saber, un orden utópico. . . Y por fin un orden "real", donde la Enciclopedia retorna como Imperio, como Orbis Tertius (con el pos-inglés de Tlön, al que Borges resistirá haciendo una inútil traducción del inglés de Browne al español de Quevedo: una traducción entre los imperios anteriores y sus lenguas).

En "Uqbar. . ." las enciclopedias muestran irónicamente una cara desconocida y aparecen por fin como una de las fantasías de poder imperial (y colonial, con el "elemento criollo") de la cultura "aristocrática" argentina. Borges habría tomado de la literatura inglesa del imperio británico de fin del siglo XIX (o de la Encyclopaedia Britannica) la ficción del archivo del imperio y la equivalencia saber total-poder total, para poder llevar a su culminación (y a "su verdad") una de >las marcas de la cultura "alta" argentina de la coalisión cultural de 1880.

Thomas Richards dice que escribió The Imperial Archive, Knowledge and the Fantasy of Empire (op. cit.) para tratar de comprender lo que significa pensar la ficción del control imperial. Y porqué la literatura inglesa del fin del XIX estaba tan obsesionada con el control del conocimiento. (El centro administrativo del imperio británico, dice Richards, fue construido alrededor de instituciones productoras de conocimiento como el British Museum, la Royal Geographical Society, el India Survey y las Universidades). Las narraciones del fin del XIX están llenas de fantasías sobre un imperio unido no por la fuerza sino por la información. El control del conocimiento, más que el control del imperio, dice Richards. Y esa alianza entre saber y poder nunca se presentó más claramente que en la ficción inglesa de fin de siglo. Richards analiza Kim (1901) de Rudyard Kipling, Drácula (1897) de Bram Stocker, Tono-Bungay (1909) de H. G. Wells y The Riddle of the Sands (1903) de Erskine Childers. Cada una de estas novelas iguala conocimiento con seguridad nacional, y pone al conocimiento mismo no como el suplemento del poder sino como su reemplazo en el mundo colonial. Estas novelas y otras llegaron a crear el mito de un archivo unificado, un archivo imperial que mantiene unidas las vastas y diversas partes del Imperio.

Este archivo no es una biblioteca ni un museo, dice Richards, sino una fantasía de conocimiento unificado al servicio del Estado y del Imperio. El mito del archivo imperial reunió en la fantasía lo que se estaba separando en la realidad, y al hacerlo unió dos concepciones diferentes del conocimiento que a primera vista podían parecer contradictorias. La primera dividió el mundo en trozos, partes: territorios de hecho verificables; la segunda organizaba el saber en un gran sistema. En síntesis, el proyecto básico del archivo imperial era la organización de todo el conocimiento en un todo imperial coherente, dice Richards (7)

Estoy tratando utópicamente de encontrar, en el cuerpo y en la frontera del delito, uno de los puntos donde podría ver emerger con nitidez otra línea de la cultura argentina moderna. Por momentos lo imagino en ciertas colecciones, en la idea y en la imagen misma de colección, diferente de la idea y de la imagen de las enciclopedias de la cultura alta.

Un conjunto de objetos es trasladado de un lugar a otro y adquiere un nuevo significado en función de su recontextualización en "colección". La colección se liga con el desplazamiento porque es la reunión de obras dispersas o seriadas en un nuevo conjunto, dotado de una identidad propia. Anota Walter Benjamin en los borradores del "coleccionista" (Paris, Capitale du XIXe Siècle. Le livre des Passages, Paris, Les Editions du Cerf, 1997, 3a ed., traducción del aleman al francés por Jean Lacoste): en el arte del coleccionista lo decisivo es que el objeto sea desprendido de sus funciones primitivas (y de sus relaciones funcionales) para que establezca una relación estrecha con los objetos semejantes. El objeto se organiza de un modo nuevo, en un sistema histórico nuevo, la colección, y es puesto bajo la lógica de la completud, dice Benjamin. Y eso es lo que quizás interesa en las "colecciones" como punto de emergencia de algo que utópicamente busco en la frontera del cuerpo del delito: su lógica, porque si a la colección le falta una sola pieza o ejemplar sólo tenemos una serie fragmentaria.

La colección, dice Susan Stewart en On Longigng: narratives of the Miniature, the Gigantic, the Souvenir, the Collection (Durham y Londres, Duke University Press, 19993: 152-156) funda un orden nuevo que borra el pasado. La colección no intenta preservar o constituir una memoria, sino que busca olvidar el pasado y fundar un universo desde cero. Ese "nuevo orden" del saber sin pasado, y su lógica de la completud podría separar las colecciones de las enciclopedias. Podría separar con nitidez la cultura "aristocrática" argentina de las enciclopedias (y sus fantasías imperiales con los "criollos"), de esa otra cultura moderna cuyo nacimiento busco en la frontera y en los best-sellers de "colecciones" de celebridades internacionales (en el orden de la fama como su "nuevo"orden del saber con sus combinaciones). Porque es allí donde imagino el punto utópico del cuerpo del delito donde emerge la "cultura progresista y modernizadora", que es una cultura segunda, de hijos de inmigrantes, de periodistas, de nuevas clases medias, y que es la mía.

Entre la enciclopedia Britannica de la cultura alta y las colecciones, completas o incompletas, de la cultura segunda hay dos concepciones del saber. Pongamos en funciones nuestro instrumento "delito" para ir a "los cuentos de colecciones" de la literatura y ver su punto culminante en 1926, en El juguete rabioso de Roberto Arlt, que es precisamente, como Bildungsroman, una de las fábulas de identidad de esa cultura moderna, progresista y segunda. En el primer capítulo, "Los ladrones", que cuenta el famoso robo de la biblioteca de la escuela por parte del "Club de los caballeros de la medianoche" (una "sociedad secreta" de tres), los chicos de un barrio de Buenos Aires cuentan los libros y el dinero que les darán los libros robados. Primero, en los planes, alguno había hablado de la posibilidad de robar "el Diccionario Enciclopédico" porque sería el mejor "negocio", pero es desechado por "pesado": "¿Y en qué llevamos veintiocho tomos? Estás loco vos. . . a menos que llames a un carro de mudanzas".

Es desechado porque es como un mueble o como un territorio. Entonces los tres chicos eligen los libros para robar y construyen una serie a la que Enrique agrega después unos tomos de la geografía de Malte Brun ("Me la guardo para mí") porque se vuelve a la biblioteca a "cerrar la puerta". El botín total de veintisiete libros tiene, precisamente, un tomo menos que la enciclopedia de veintiocho. (Y tiene Las montañas del oro de Lugones para vender, una biografía de Baudelaire que el narrador se guarda para sí, Evolución de la Materia de Lebón, y manuales de Química Orgánica e Inorgánica y de Cálculo infinitesimal). El botín total de vientisiete tomos se divide en "vendibles" o "expropiables" para uso personal. Y se divide equitativamente en tres partes (nueve para cada uno de los "Caballeros de la medianoche"); el diccionario enciclopédico, de veintiocho tomos, era indivisible por tres. ¿Será la combinación de un manual científico (como la geografía de Malte Brun), que expropia Enrique para sí, con la biografía y los poemas de Baudelaire (que expropia el yo para sí) lo que define a las colecciones? ¿o lo que define la cultura de las colecciones es que siempre falta un tomo?

Este mismo Bildungsroman de barrio (que hace un balance cultural perfecto, en el mismo año de 1926, con don Segundo Sombra el Bildungsroman "argentino", de la estancia; Güiraldes tituló las dos novelas, porque también puso título al Juguete rabioso), se abre con la colección de figuritas de banderas de Enrique. El drama de la colección: le falta una y es, precisamente, la de la bandera de Nicaragua (que evoca a Rubén Darío). Entonces Enrique la falsifica: usó "tinta china y sangre" para reproducir "la bandera de Nicaragua tan hábilmente, que el original no se distinguía de la copia". (Enrique terminará mal, en la cárcel, dice el narrador en ese momento). Los delitos son dos: el robo, que desecha la enciclopedia y forma una serie con un libro o tomo menos, y la falsificación del "tomo menos" que completa la colección de figuritas y por lo tanto obtiene el premio: un rifle que Enrique vende. Estos dos delitos definirían esa posición específica ante la colección como fundadora de un orden nuevo en las fábulas de identidad de esta cultura segunda que emerge en la frontera y en 1920 alcanza su culminación: una cultura a la que falta una figurita para estar completa o para llegar a la enciclopedia, al orden enciclopédico.

En el Juguete rabioso los chicos no sólo son ladrones de libros y falsificadores de colecciones sino también inventores: Enrique: "Che, si usted necesita datos científicos para sus cosas, yo tengo en casa una colección de revistas que se llaman "Alrededor del mundo" y se las puedo prestar". Es la colección "científica" que en las bibliotecas de la nueva cultura de la frontera equivale a las enciclopedias.