Luis E. Cárcamo-Huechante. Tramas del mercado:
imaginación económica,
cultura pública y literatura en el Chile de fines del siglo veinte. Santiago: Editorial Cuarto
Propio, 2007, 271 pp.
En Las
tramas del mercado, Luis E. Cárcamo-Huechante está
tan lejos de un pesimismo terco respecto de las posibilidades que el
mercado le
ofrece a la cultura como de un optimismo ingenuo u obsecuente. En
cambio, se
enfrenta a las relaciones contemporáneas de la cultura y el mercado
para
estudiarlas y desentrañar los pasos que conducen del discurso económico
al
discurso literario, de modo tal de comprender la imaginación económica
de la
ficción.
Para
llevar a cabo esa empresa, Cárcamo-Huechante
elige
interpelar la coyuntura en la que el discurso económico liberal y
-según sus
palabras- neomodernizador, irrumpió en la
escena
chilena y los años en los que se practicó una profundización de ese
discurso: la
dictadura pinochetista (entre 1974 y 1990)
y la posdictadura (hasta finales de la
década del 90). La
premisa del abordaje es que el llamado “ajuste estructural” fue también
un “ajuste
cultural y/o un giro simbólico” (17) y la tesis general es que “el
libre
mercado se constituye en un discurso cultural que, a partir de un
conjunto de
intervenciones retóricas e imaginarias, se despliega hegemónicamente en
la
sociedad: un escenario de intensificada espectacularización”
(17). El estudio de esas intervenciones discursivas constituye el
contenido
medular de Tramas del mercado: en
primer lugar, el discurso del economista Milton Friedman
en 1975 ante la élite económica,
empresarial y
militar vinculada con el régimen de Pinochet;
en
segundo lugar, los libros escritos a finales de la década del 80 por
Joaquín Lavín, líder de la derecha neomodernizadora,
en particular su propuesta de un “nacionalismo de marketing” y sus
vinculaciones con el discurso católico, finalmente y en tercer lugar,
las
primeras y exitosas ficciones literarias escritas por Alberto Fuguet en la primera mitad de la década del 90,
cuya
condición de posibilidad habría sido la neomodernización
de libre mercado impulsada e implementada por la élite
militar y tecnocrática. Como puede
observarse, el
corpus excede largamente el campo de los estudios literarios y, si bien
se
centra en lo discursivo, también se ocupa por reconstruir la escena
pública
chilena y caracterizar las posiciones (económicas, políticas,
culturales) de
muchos de sus actores.
Si Tramas
del mercado abre un nuevo camino
es porque, alimentado de las grandes tradiciones teóricas y también de
los
abordajes críticos más recientes, su enfoque no es ni sociológico ni economicista, sino que maneja con igual
conocimiento y
soltura los diferentes discursos construyendo una suerte de campo inter- y multidisciplinario en el que la
producción
literaria, ausente o de presencia débil en otros estudios, resulta
fundamental.
Más todavía: con este libro, Cárcamo-Huechante
interviene, en la cultura chilena, con un fuerte gesto político a
través del
cual las “tramas del mercado” se convierten rápidamente en las “trampas
del
mercado”.
El
efecto de este libro en el ámbito chileno habría que extenderlo, de
todos
modos, al latinoamericano. Es que, sorprendentemente, una crítica tan
marcada
por el marxismo desde la modernización de sus herramientas en los años
50 en
algunas regiones como por las teorías postestructuralistas
francesas en los años 70, ha prestado escasa atención a la relación
entre la
literatura y la economía. Desde ya, existen en los estudios literarios
menciones puntuales y abordajes generales sobre esa relación (como el
artículo
“Literatura y subdesarrollo” de Antonio Candido o la compilación de
Ángel Rama Más allá del boom:
literatura y mercado, por dar apenas dos ejemplos), así como
consideraciones literarias en muchos estudios de corte sociológico en
las
últimas dos décadas (como los de Martín-Barbero o García Canclini),
pero ello no deja de llamar la atención sobre la falta de interés que
ha
suscitado en el campo de la crítica literaria. Habría que pensar, más
bien, que
la relación entre cultura y economía, y más estrictamente entre
literatura y
mercado, ha sido un supuesto antes que un objeto de discernimiento:
como si el
argumento del determinismo económico de muchos análisis sustituyera la
argumentación que exige una lectura de ambos nexos y terminara
demonizando sin
vueltas al mercado, o como si una suerte de persistencia adorniana
impulsara toda disquisición actual de la crítica cultural pese a las
ineluctables transformaciones del campo cultural al menos desde los
años 90.
Al
mismo tiempo, y en contraposición, proliferan en diversos formatos y
soportes,
en su mayoría mediáticos, las intervenciones de los propios escritores
sobre su
posición en el mercado, las opiniones favorables o adversas a ese mismo
mercado
en el que su producción circula. De hecho, esa distancia entre ambas
producciones (las de la crítica y las de los escritores) es la que el
libro de Luis Cárcamo-Huechante
permite
revisar, pero no necesariamente para acortarla sino para reflexionar
sobre el
estado de nuestra cultura y sobre los síntomas que ella presenta cuando
se pone
en vinculación con la economía. Porque si algo hace evidente Luis Cárcamo-Huechante
es que hay
instancias en las que el discurso económico, más allá del mercado de
bienes
culturales, resulta hegemónico para la imaginación social y para la
imaginación
literaria. Coyunturas en las que, como el Chile de la dictadura pinochetista y la posdictadura,
las ficciones de mercado terminan siendo ubicuas.
Estas
observaciones se infieren de los tres principales abordajes realizados
por Cárcamo-Huechante: si en plena
dictadura el discurso de Friedman, por su
propio carácter prescriptivo,
proyecta e imagina el libre mercado como escena ideal, la obra de Fuguet, ya en un contexto postdictatorial,
se relaciona simbióticamente con una cultura de masas inscripta sin
reparos en
el mercado hegemónico. A modo de realización exitosa de la prescripción
económica de Friedman, Fuguet
borra –según se desprende del análisis de Cárcamo-Huechante-
todo rastro de crítica en el vínculo que la literatura entabla con los
medios
masivos y con el mercado. En el medio, en la transición desde el
régimen
autoritario a la democracia, entran en disputa dos lecturas del pasado
reciente: aquella que subraya los costos sociales del ajuste y la
represión,
frente a aquella que proclama la economización
total
del lenguaje ciudadano y cuyo emblema es Chile:
revolución silenciosa, el libro de 1987 de Joaquín Lavin
y que muy acertadamente es caracterizado por Cárcamo-Huechante
como “un texto populista de la Nueva Derecha”.
Por último,
vale la pena destacar que la lectura y las reflexiones vertidas en Tramas del mercado son posibles porque
su autor adscribe a una concepción no maniquea, precisamente, del
mercado.
Creer que hay una suerte de “afuera del mercado”, como sostiene una
zona de la
crítica cultural, que es una zona de resistencia frente al avance de
las
fuerzas mercantiles; creer en la posibilidad de sustraerse por completo
a la
circulación global impulsada por el mercado contemporáneo, supone una
definición restringida, estática, una definición puritana, podría
decirse, del
mercado. En cambio, considerar que el mercado es dinámico y flexible,
que posee
resquicios y contradicciones, abre nuevas posibilidades para la
crítica. Más
todavía: definir al mercado como la propia circulación de los objetos,
con su fluidez
y sus demoras, con sus apropiaciones y sus expulsiones, con sus reglas
y sus
contravenciones, permite llevar adelante un diagnóstico diferente de la
actual escena
cultural. Entonces, la idea de que no hay un afuera del mercado deja de
ser una
afirmación traumática, como lo es para quienes aún sostienen el sueño
modernista del rechazo a un mercado que pretendería absorberlo todo,
para ser
un juego de fuerzas que abre la
capacidad de
intervención y de interpelación para la crítica y la literatura.
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