Narrativas transatlánticas corporales en la era de la globalización

 

 

Reyes Caballo-Márquez

Georgetown University

 

 

 

I am willing to sell any organ of my body that is not vital to my survival and that could help save another person's life in exchange for an amount of money that will allow me to feed my family.

 

Anuncio en el Diario de Pernambuco. Recife, Brasil, 1981(Nancy Scheper-Hughes, 42)

 

En las tres últimas décadas, se ha dado una efusión de cine social a nivel transnacional preocupado por mostrar el cuerpo del sujeto marginal y denunciar los males a los que está siendo sometido en la comunidad internacional. Parece como si el cine de nuestros días tuviera la necesidad de contar, de hacer testimonio fuera de las fronteras nacionales de los males propagados en el cuerpo nacional, de contrastar e intercambiar denuncias sobre injusticias y daños infligidos en los cuerpos, y de comentar sobre el cambio que se está produciendo en nuestra cosmovisión del cuerpo nacional e individual debido a la globalización. Algunas de estas películas son: El Norte (EEUU/Gran Bretaña, 1983) de Gregory Nava, La hora de la estrella (Brasil, 1985) de Suzana Amaral, Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto (España, 1995) de Agustín Díaz Yanes, Flores de otro mundo (España, 1999) de Icíar Bollaín, Dirty Pretty Things (Gran Bretaña, 2002) de Stephen Frears, Real Women Have Curves (EEUU, 2002) de Patricia Cardoso, María, llena eres de gracia (Colombia/EEUU, 2004) de Joshua Marston y Princesas (España, 2005) de Fernando León de Aranoa—las cuales trazan una “historia” contemporánea cinematográfica, interesada en hacer visibles y traer al centro marginalidades que en otras épocas históricas eran invisibles, o al menos no el foco principal, en la gran pantalla.(1)

La cosmovisión que hoy día tenemos del cuerpo parece estar muy en consonancia con los principios y el sistema de valores del capitalismo global y del consumismo, y la victimización de los cuerpos individuales presentados en estas películas se muestra por medio de imágenes que describen cómo nuestra sociedad mercantil trata el cuerpo.  En la era del capitalismo global, el sujeto se ha objetificado; como afirma Comaroff: “the postmodern person is a subject made with objects” (294), y hasta su cuerpo se ha convertido en un objeto de trueque, desechable como los artículos de compra y venta.

Este producto fílmico de diferentes culturas a cada lado del Atlántico entra en un diálogo somático, que describe la manera en la que el capitalismo está moldeando, modificando y fragmentando el cuerpo de los seres más desventajados, y que, como afirma Nancy Scheper Hughes: “Global capitalism, advanced medical and biotechnologies, have incited new tastes and desires for the skin, bone, blood, organs, tissue and reproductive and genetic material of the other” (“Bodies for Sale-Whole or in Parts” 5).

Irónicamente, las nuevas tecnologías (por ej. internet), el intercambio rápido de información en nuestra era global y postnacional, hacen que el sujeto marginal tenga más facilidades para el movimiento, para entrar en comunicación con el centro y para navegar hacia el centro, pero la misma política que promueve el movimiento incita a la exclusión (Comaroff 292). El cine social actual muestra que la relación entre el “primer” y “tercer” mundo está todavía muy demarcada por los dualismos cartesianos de cuerpo/mente,  hombre/mujer (y/o sujeto marginal), raza blanca/otra raza, y que el sujeto marginal se tiene que ajustar a las exigencias del centro, incluso cuando estas exigencias pongan en peligro su propia carne (Shohat y Stam 14).

Pero, no debemos olvidar que, aunque el panorama cinematográfico actual nos da una visión del cuerpo que denuncia la violencia que el sistema capitalista le impone, por otra parte hace evidente que el capitalismo global es un “monstruo de dos cabezas,” que si oprime y usa a su antojo el cuerpo del sujeto marginal, también hace posible la producción de cine social que voy a tratar en mi estudio, en la que el sujeto marginal gana voz, y se hace posible la denuncia.(2)

El viaje en estas narrativas del cuerpo se vuelve un tema muy pertinente. En  estas películas, el sujeto marginal se muestra en un viaje de inmersión en la sociedad de consumo o en el Mercado global. Las películas a las que me refiero tienen en común el movimiento de sujetos de unas culturas a otras, movimientos de los márgenes al centro, como en el caso de “La hora de la estrella,” (1984) de Suzana Amaral, movimientos transnacionales como es el caso de “Flores de otro mundo” (1999) de Icíar Bollaín o movimientos del “tercer” al “primer” mundo, como es el caso de “María, llena eres de gracia” (2004) de Joshua Marston.

Parte de la cosmovisión del cuerpo que nos ofrece el cine social de nuestros días está basada en la idea postmoderna del cuerpo como proyecto. Dentro de estas coordinadas: “[T]he body is now a part of a self project within which individuals express their own personal emotional needs through constructing their own bodies” (Turner 4). La idea del cuerpo como proyecto está mediada por la mentalidad capitalista y consumista, por esa idea subliminal propagada en el imaginario colectivo: quiero comodificar mi cuerpo porque quiero transformarme, porque quiero superarme, porque quiero ser feliz. Pero ésta termina siendo una concepción exclusivista, creada desde el centro y para el centro; para hacer del cuerpo un proyecto hay que tener el poder adquisitivo o estar posicionado en el centro, y cuando no se tienen estas cualidades, se puede participar de este proyecto desde el otro lado, como mercancía o bien de consumo. 

Lawrence Cohen afirma que hoy nos regimos por una “ética de las partes,” pues ahora más que nunca la cosmovisión del cuerpo es fragmentada y fragmentaria: “No longer so systemic, we are becoming bags of organs. If one of the contents of the bag (or the bag itself) is damaged or wears out, we can now imagine a sequence of continual replacement” (23). Esta cosmovisión tiende a la desacralización y desvirtuación del cuerpo como unidad,--la cual ha sido la concepción predominante en las culturas occidentales desde la Edad Media en las sociedades en las que la religión ha tenido un fuerte peso social y cultural,--y muestra por un lado imágenes de cuerpos moldeables, de cuerpos-Lego que tienen una posibilidad infinita de superación y de alteración. Esta concepción del cuerpo saca a la luz diferencias de clase que marcan los cuerpos y los posiciona en diferentes enclaves sociales, que limita la superación de unos y multiplica las de otros.

Para nuestro contexto teórico corporal, es fundamental entender el concepto de “commodity” o bien de consumo en relación al cuerpo del ser marginal. Como explica Nancy Scheper Hughes, el cuerpo se vuelve una “commodity” cuando puede entrar en el mercado (trans)nacional como objeto intercambiable y ser utilizado en la compra y venta. Por lo tanto, cuando el cuerpo del sujeto marginal participa en el intercambio mercantil se convierte en: “an object of desire for one population and a commodity of last resort for “the other” and socially disadvantaged population” (2). En estos términos, el cuerpo del sujeto marginal se entiende como desechable y prescindible en cuanto que es mercancía. En las películas que voy a tratar, observaremos que las motivaciones por las que el cuerpo del sujeto marginal se convierte en mercancía pueden ser económicas, y muchas veces también sexuales o relacionadas con la economía sexual.

La teoría de power/knowledge de Foucault expuesta en su Historia de la sexualidad, me incita a plantearme también la posición que tiene el cuerpo dentro del entramaje discursivo y de poder en las sociedades actuales (81-131). Según esta teoría de Foucault, el cuerpo del sujeto marginal puede ser comodificado indirectamente por las instituciones dentro de una sociedad por medio de la disciplina o cualquier otra regulación que tenga un impacto directo o indirecto en el cuerpo. Por su situación inferiorizada, el sujeto marginal está atrapado en la red de poder del estado, una red porosa que le permite expresarse y oponer resistencia a veces, como son viva muestra las películas a las que me refiero, pero que también le ejerce un yugo social que lo limita, modifica y amolda (96). La materialización del poder institucional se lleva a cabo por medio de una serie de disciplinas y convencionalismos sociales que impregnan al ciudadano, lo moldean y conforman indirectamente, y a veces a nivel subliminal, se puede llegar a crear una discursiva internalizada que tiene un impacto directo en los cuerpos (135-59). Esta discursiva no suele articularse de forma explícita, y se tiende a percibir como una disciplina individual, como si fuera impuesta por nosotros mismos.

Al estudiar la producción fílmica de países tan distantes cultural y económicamente como Colombia, Brasil y España, hay que tener en cuenta que la concepción del cuerpo en cada país no es, ni puede ser, la misma. La especificidad cultural e histórica va a influir mucho en la manera en que cada nación representa, interpreta y piensa sobre su cuerpo.(3) Pero podemos afirmar que dentro del capitalismo global, parece haber una narrativa común que une a estos cuerpos marginales tan diversos en la agonía de querer traspasar fronteras culturales, nacionales, económicas y sexuales. Dentro de este sistema, el cuerpo se ve como un ente transnacional desacralizado, perturbable, cuyas fronteras son más difíciles de definir que en épocas anteriores. Todas estas producciones muestran a un sujeto marginal que no tiene agencia sobre su propio cuerpo. ¿En nuestra concepción actual del cuerpo, se han movido o se están moviendo sus límites? ¿Qué y cómo se delimita el cuerpo en nuestros días? Las películas muestran un cuerpo cuyos límites son fácilmente franqueables, que aunque opone resistencia, termina permitiendo que el tejido corporal sea traspasado, alterado, o comodificado. Como ya he explicado anteriormente, la materia somática se muestra bajo el capitalismo global íntimamente ligada a la economía.

Debo aclarar que esta representación del cuerpo no se limita a las culturas de las que trato, a las que me veo limitada no tanto por la especificidad de la temática sino porque ésta es la producción cinematográfica que mejor conozco. Películas como la inglesa Dirty Pretty Things (2002) de Stephen Frears muestra una misma preocupación por la temática que me propongo analizar, y más en consonancia directa con los argumentos de Cohen y Scheper Hughes. La visión somática que nos ofrece Dirty Pretty Things coincide con esta retórica del cuerpo como artículo o mercancía. Esta película denuncia el mercado negro de compra y venta de órganos, problema actual en países como Brasil o India, en los que periódicos y otros medios informativos muestran a diario anuncios como el que incluí a modo de epígrafe al inicio.

Londres es la ciudad donde se encuentra el hotel en el que se produce el tráfico macabro de órganos en este film, pero podría haber sido cualquier otra ciudad donde la inmigración ilegal colabora de forma clandestina a forjar la economía sumergida de la nación, como Nueva York, París o Madrid. La película saca a la superficie la cara oculta de la vida londinense a través del encuentro de Senay (trabajadora del servicio de habitaciones—turca), Okwe (médico—nigeriano) y Señor Juan (manager del hotel—español) en un hotel al oeste de Londres donde se producen los intercambios financieros entre pacientes enfermos y sujetos marginales sanos. La escena más impactante es cuando Okwe encuentra un corazón en el retrete de una habitación: el desperdicio tras el transplante. Esta escena nos choca por la carga afectiva encerrada en el desplazamiento y desacralización tan aberrante del órgano vital, al presentarlo en el lugar de la basura o detrito.

Las imágenes corporales en las tres películas que voy a analizar a continuación, están mediadas además por la ideología encerrada en el material temático abordado en cada caso, o la óptica corporal que se ha preferido resaltar. Asimismo, en La hora de la estrella, (1985) de Suzana Amaral la óptica corporal está impregnada de feminismo, en Flores de otro mundo, (1999) de Icíar Bollaín vemos cuerpos contrastados y mediados por la temática racial, y en “María, llena eres de gracia,” (2004) de Joshua Marston por una óptica económica.

Aunque “La hora de la estrella” está basada en la novela del mismo nombre de Clarice Lispector, la directora despoja a la película de todo el contenido existencialista, metaliterario y metafísico, para hacer de este film un producto de cine comprometido socialmente, que describe la dificultad que encuentra una nordestina al trasladarse del margen al centro. La protagonista de esta película, Macabea, tiene que ajustarse a las regulaciones del centro. La película representa lo trágico en la situación del sujeto marginal cuando éste quiere entrar y ser partícipe de las convenciones sociales del centro, pero su situación desprivilegiada no se lo permite. Como afirma Susan Bordo, muy en consonancia con las ideas que he inferido de la teoría de power/knowledge de Foucault, existen maneras individualizadas en las que normalizar los cuerpos femeninos por influencias externas, y algunas de éstas son las siguientes: “Through the exacting and normalizing disciplines of diets, make-up, and dress-central organizing principles of time and space in the day of many women—we are rendered less socially oriented and more centripetally focused on self-modification. Through these disciplines, we continue to memorize on our bodies the feel and conviction of lack, of insuffiency, of never being good enough” (91).

El imaginario colectivo está atrapado en la idea y concepción del cuerpo que la sociedad moderna nos bombardea a través de los medios comunicativos (los anuncios, la televisión, las revistas, la radio). El consumismo moldea el cuerpo, independientemente de su sexualidad, y deriva unas convenciones normalizadoras que imponen en el imaginario internacional estándares de belleza y de sexualidad y sensualidad a los que tiene acceso aquella persona que use los artefactos comodificadores en el Mercado. Como arguye John Berger: “Publicity increasingly uses sexuality to sell any product or service. But this sexuality is never free in itself; it is a symbol for something presumed to be larger than it; the good life in which you can buy whatever you want. To be able to buy is the same thing as being sexually desirable; occasionally this is the explicit message of publicity […] Usually it is the implicit message, i.e. If you are to buy this product you will be lovable. If you cannot buy it, you will be less lovable” (144). Esta película nos muestra la entrada trágica del cuerpo de Macabea en la sociedad moderna consumista. Macabea imita a su compañera y compra un lápiz de labios para embellecerse, pero su uso excesivo del mismo muestra un rostro grotesco, estigmatizado por su diferencia, al compararlo en una sucesión de planos y contraplanos con el de su compañera de trabajo. Al no conocer las convenciones culturales de la sociedad del centro, termina comodificando “mal” su cuerpo al usar en exceso el artefacto comodificador. Macabea intenta ser partícipe de esos estándares de belleza que exige la economía sexual de Río, pero sin embargo, le es imposible participar de la economía sexual del centro. Macabea es la víctima de una de las grandes paradojas del consumismo: aunque la economía de Mercado globalizado le obliga a comer sólo hot-dogs y coca-cola, ella quiere sufrir las exigencias que el centro le impone a su cuerpo. Macabea quiere ser consumista, pero no puede consumir. Intenta entrar en la economía sexual de Río, pero su sueño futil de conquista del hombre del centro se ve derrotado en sus múltiples encuentros con éste en su día a día. En el metro, un guardia para el que ella cree ser el objeto de la mirada se le acerca para decirle que ha cruzado la línea de protección al pasajero. En un bar, un hombre sentado en frente de ella parece mirarla, pero resulta ser ciego. Su trágica situación de outsider en la economía sexual de Río se materializa a través de sus relaciones con Olímpico, su novio, y Gloria, su compañera de trabajo. La falta de belleza de Macabea se dramatiza por medio de la yuxtaposición de este cuerpo foráneo y el cuerpo de la bella Gloria. La derrota de Macabea en esta entrada en el centro se vuelve más trágica cuando su novio Olímpico la deja por Gloria. Macabea tiene el sueño de ser estrella, ansía tener el glamour de las famosas de Hollywood, pero sus intentos de imitación (cuando canta) y sus sueños (cuando le pregunta a su novio si podrá algún día llegar a ser una estrella) la convierten en un personaje patético, victimizado trágicamente por su situación.

María, llena eres de gracia nos muestra a un sujeto marginal en su viaje transnacional hacia EEUU, como mula traficante. El cuerpo femenino se presenta aquí como la vía mediante la cual se hacen posibles las negociaciones económicas entre el “primer” y “tercer” mundo, y en este intercambio económico, el cuerpo del sujeto marginal tiene que sufrir en carne propia para que se produzcan las relaciones financieras, tomando además la forma de vasija, de contenedor. Paradójicamente, el contrabando expulsa a los cuerpos enfermos, y exige una serie de estándares de sanidad que luego destruye.

Esta película nos ofrece una reflexión muy interesante sobre la especificidad genérica femenina. María, gracias a su embarazo, puede acceder al centro. La maternidad nos da una visión del cuerpo femenino marginal más escurridiza, pues en este caso es lo que le permite a María el acceso al centro. La situación de María me lleva a plantearme la siguiente pregunta: ¿es el cuerpo femenino marginal más navegable que el masculino (independientemente de la tendencia sexual)? ¿Hay cuerpos más “navegables” que otros? Estas preguntas ganan importancia teniendo en cuenta que la mayoría de las protagonistas de las películas aquí estudiadas son mujeres.

Flores de otro mundo expone una narrativa del cuerpo del sujeto marginal que está mediada a través del género y también de la raza. El cuerpo de la mujer caribeña se describe como objeto de deseo, se presenta como un Otro exótico que busca en la economía del deseo la manera de acceso al “centro,” que en este caso es Europa. La metáfora de mujer sexual como cuerpo-objeto-mercancía se ve claramente en el papel de Milady. Enfundada en las mallas ajustadas con la bandera americana, en ella observamos la conciencia de una mujer de negocios: con sus puros traídos de Cuba, Milady quiere comprar la paz de Patricia, quien tiene que soportar el chantaje y las constantes peticiones económicas de su ex-marido.

La yuxtaposición de la relación de las dos mujeres caribeñas, Milady y Patricia, con las demás mujeres blancas de Santa Eulalia y Marirrosi, nos advierten del hecho de que la mujer inmigrante no tiene acceso directo ni fácil a la economía del deseo del centro. Milady, cubana que viene a España gracias a sus relaciones con un turista que la sacó de su país natal, se muestra como un personaje incapaz de entrar en la economía sexual española. Su relación con Carmelo está basada simplemente en el intercambio sexual por otros bienes como el hogar, la comida y la residencia temporal en España. Por ser una mujer liberada sexualmente, tiene que salir de la península y seguir en tránsito. Patricia en Damián no puede simplemente buscar un compañero sentimental; en él busca una figura paterna para sus hijos, pero sobre todo estabilidad económica y legal.

En contraposición a estas narrativas, encontramos otra tendencia en el cine transatlántico de temática social a representar un sujeto marginal capaz de mantener la integridad de su cuerpo mediante la evasión espacial, mediante el viaje del centro al margen. Este ser funciona ahora fuera de las coordinadas y de las fronteras del mundo globalizado, y se le tiende a representar aislado, descentrado. En estas narrativas contrarias, el cuerpo del sujeto marginal se muestra como un ente en armonía con el medio en el que se mueve, desligado de las ataduras sociales. El margen aquí se describe como un espacio atemporal y aislado. La denuncia del centro se lleva a cabo ahora por medio de la exaltación e idealización del margen.

El final de Solas (España, 1999) de Benito Zambrano se enlaza con una serie de películas que muestran esta versión contraria. En la escena final de Solas, María, hablándole a la tumba de su madre en el cementerio, explica que ha decidido volver al pueblo con el “abuelo postizo” asturiano para allí criar a su hija. Esta vuelta romántica a un lugar en el que el sujeto marginal puede encontrar la felicidad se da también en Estación central (Brasil, 1998) de Walter Salles. El viaje al interior de ambas películas es simbólico y liberador, pues desengancha el cuerpo de las trabas sociales. En Estación central Dora escapa la trampa que le impone la sociedad de Rio. Su mísero salario como escritora de cartas en la estación central para quienes no saben leer ni escribir, las condiciones ínfimas en las que tiene que vivir y trabajar, la vuelven un ser amargo, podrido por dentro. El viaje al nordeste acompañada de Josué es simbólicamente un viaje a su mundo interior, liberador a nivel espiritual. De modo similar, en El beso de la mujer araña (EEUU/Brasil, 1985) de Héctor Babenco, el traslado a la prisión le da a Molina la posibilidad de escapar de las garras de la construcción genérica patriarcal, la relación de Valentín y Molina se hace posible en un lugar fuera de los límites de la sociedad. En Eu, tu, eles (Brasil, 2000) de Andrucha Waddington, el margen se presenta también como un lugar en el que es posible desvirtuar la economía sexual del centro, ahora se muestra como un lugar sexualmente libertador.

Este otro grupo de películas da una visión del viaje a los márgenes como símbolo de la reconstitución del yo, de la identidad, además de hacer posible la recuperación de la integridad corporal de los protagonistas. Las visiones del cuerpo en ambos grupos de películas dialogan entre sí, se complementan y redondean la figura denunciadora del sujeto marginal realizada para la pantalla.

Me parece importante dedicar las páginas que siguen a la descripción del formato fílmico del que hace uso este nuevo cine social, lo cual sin duda nos ayudará a comprender mejor la configuración de las imágenes corporales creadas para la pantalla.

Los críticos que toman como foco de estudio las producciones cinematográficas de los últimos años, coinciden al afirmar que se está cosechando a nivel internacional un gran número de producciones, no sólo de temática social, que tienden a participar en el diálogo transnacional. Críticos como Robert Stam, João Luiz Vieira, Ismail Xavier, Néstor García Canclini, Marsha Kinder y Barry Jordan—críticos de cine brasileño (los tres primeros), latinoamericano y español (los dos últimos) respectivamente—que estudian el producto cinematográfico de cada lado del Atlántico, coinciden al describir la tendencia globalizadora de las imágenes, la apertura del signo y de la representación en la producción fílmica de los últimos años, y el afán que muestran los directores más jóvenes por querer introducir sus producciones en el Mercado internacional, lo cual no es una tarea fácil, puesto que el cine norteamericano tiene aún el monopolio de lo que se produce en la gran pantalla y lo que llega a la pequeña, y como afirma García Canclini:

Tanto en América Latina como en Europa, el cine norteamericano ocupa del 80 al 90% del tiempo de la pantalla, mientras en las salas de E[E]U[U] la totalidad de películas extranjeras no supera el 1% de la taquilla. En 1992 las productoras norteamericanas enviaron a Europa programas de entretenimiento y películas por un valor superior a los 4.600 millones de dólares. El mismo año, los europeos exportaron a E[E]U[U] 250 millones de dólares. (375-6)(4)

Estos críticos paralelamente diagnostican los efectos que la globalización

está teniendo en las imágenes, sin olvidarse del discurso auto-reflexivo que todavía aparece en el producto nacional. En el tono que emplean se puede observar una conciencia común de cambio, y al unísono expresan lo complejo que se está volviendo el abordaje del tema de la representación de la identidad nacional en el producto fílmico más reciente, pues ¿cuánto de la nacionalidad española, brasileña o latinoamericana se recoge en estas películas? ¿y qué constituye lo nacional en la época de la fragmentación y homogeneización cultural? Los críticos brasileños (Stam, Vieira y Xavier) exponen el problema muy bien cuando afirman:

In the wake of the collapse of Communism and the worldwide self-questioning of the left, nationalist discourse has lost much of its charismatic power and political persuasiveness. To many, and especially to a denationalized elite, it has come to seem “empty,” lacking in historical substance and cultural specificity. […] Simultaneous with national disenchantment, an ahistorical “postmodern” internationalist discourse has emerged, a discourse which argues that the category of nation has become obsolescent. Within the global village of transnational capitalism, a certain postmodernism argues, all cultures are caught up in the meaningless whirl of mass-mediated simulacra and the consequent standardization of human existences. (464)

Algunas de estas películas son coproducciones (María, llena eres de gracia, El beso de la mujer araña), a veces planeadas muy lejos del lugar del que quieren ser espejo (La hora de la estrella, Solas), con actores, productores y directores de culturas diferentes, con un afán paralelo por capturar la mezcla de culturas, el choque cultural (Flores de otro mundo, María, llena eres de gracia).(5)

Otra de las preocupaciones comunes que muestran estos críticos es el hecho de que tanto el formato fílmico como el signo están cambiando (Andrew Higson y Ulf Hedetoft). El nuevo cine social transatlántico muestra ser globalizado en este sentido, puesto que toma el signo fílmico y edifica su apertura, quizás con el propósito de que un público más amplio tenga acceso a él. La especificidad regional de las imágenes y la generalización más puramente universalista muy a menudo expresada por medio de emociones y sentimientos básicos aparecen mano a mano en estas producciones para facilitar el acceso cultural/virtual de un espectador (trans)nacional.

El formato de este nuevo cine social del que venimos hablando es híbrido, como lo es el concepto de nacionalidad que muestran. Hay otros factores que influyen y motivan la producción de híbridos transnacionales en lugar de productos nacionales en nuestros días, como son por ejemplo, los factores económicos en la industria cinematográfica, que tienden a escuchar las exigencias del público consumidor; y los consiguientes efectos homogeneizantes que se derivan de la representación de la identidad; la tendencia en el cine social a utilizar formatos generados y derivados del documental, que nos impone una manera de mirar a los sujetos representados a la que ya estamos acostumbrados; y también claro está, la especifidad de cada director en particular (Jordan 69). Estas narrativas son por un lado edificantes, puesto que, como hemos comentado anteriormente, unen al espectador global en la experiencia receptiva, pero tienden también a ser desintegradores, puesto que al mismo tiempo tienden a mostrar conceptos de identidad complejos, incongruentes, derivados de una mentalidad (post)colonial.

En el nuevo cine social, la narrativa se antepone a la forma y se mantiene por lo general un estilo de filmación muy marcado por la estética Hollywoodiense, aunque en la mayoría de los casos la subvierte, le da sabor local, y la critica. Este cine proyecta imágenes con valor ambivalente, que tienden a la plurisignificación y a la polisemia cultural y lingüística. En La hora de la estrella, María, llena eres de gracia y  Solas, observamos que muy a menudo se hace uso de largas tomas silenciosas, que nos exponen estos cuerpos para que los observemos, dándonos tiempo suficiente para reflexionar y para digerir la denuncia.

El nuevo cine social busca maneras de acercarse a la audiencia, y muestra una clara conciencia de que el producto va dirigido a un cuerpo fuera de la pantalla, ya que uno de sus propósitos es creating an affect (Rutherford IV). Ya sea por explotación del choque visual con valor emocional, por medio del juego perceptivo con el espectador, mediado a veces por la exaltación de lo abyecto (en La hora de la estrella), de la violencia (en María, llena eres de gracia) o de lo erótico (en Flores de otro mundo) el nuevo cine social busca atrapar al espectador en el visionado, “inscribir en sus cuerpos” el sentimiento del sujeto marginal,  y llamar a su atención los temas políticos expuestos.(6) Por eso hace uso de una filmación que tiende a la naturalización, a no romper la magia cinemática, para que el espectador tenga la sensación de que acompaña al personaje en su viaje.

Otros factores que pueden también influir en la configuración del cuerpo cinemático de estas producciones tienen que ver con la sensibilidad del espectador en nuestra época. ¿Hasta qué punto nos está remodelando el nuevo influjo de medios culturales visuales (por ej. la cultura del video juego, de las imágenes digitales, de la tinta transformada en megabytes, o del sensacionalismo en el noticiero) la manera en la que vemos, consumimos y pensamos sobre el cuerpo en general, y sobre el cuerpo del Otro en particular? ¿Cuánto efecto tiene en el espectador actual la “inscripción somática” del cine social? ¿Está “abaratando” la mentalidad consumista el cuerpo del Otro en su representación? ¿Nos estamos acostumbrando a ver el cuerpo representado en la pantalla como mero espectáculo, independientemente del contexto social en el que estén presentados?

Para terminar, sólo me queda recordar que, como hemos podido observar en el presente trabajo, en el cine social contemporáneo abunda la retórica en torno a la corporalidad, y que el cuerpo marginal se muestra en pantalla a la luz de una filmación que lo hace sobresalir. Las técnicas cinematográficas utilizadas por los directores del nuevo cine social ponen de manifiesto una óptica somática muy marcada por la mentalidad consumista del capitalismo global, que nos habla de una nueva configuración de identidades genéricas, marginales, (post)nacionales, y que al mismo tiempo funcionan para redefinir las concepciones somáticas preestablecidas.

Notas

(1). Por razones obvias, es imposible analizar todas estas películas en el presente ensayo, si bien me referiré a muchas de ellas directa o indirectamente en las páginas que siguen.

 

(2). Agradezco a Vivaldo Santos su aportación de esta idea.

 

(3). Para entender el alcance de la especificidad de cada nación para con su cosmovisión corporal, véase la obra de Recovering the Nation’s Body: Cultural Memory, Medicine, and the Politics of Redemption de Linda Hogle. Aunque esta obra ilustra la especificidad cultural de Alemania, es una buena referencia para entender lo delimitada que puede llegar a estar la imagen que una nación tiene de su propio cuerpo. Linda Hogle nos cuenta que en la Alemania natzi, el cuerpo del sujeto marginal (=judío, gitano) se trataba y se entendía como algo sucio de lo que la nación debía deshacerse, la escoria o desperdicio del cuerpo nacional de lo que se podría fácilmente prescindir. El impacto que esta idea subliminal tuvo en la cultura alemana llegó al extremo más denigrante, el cuerpo-desperdicio se llegó hasta a reciclar a veces para conseguir energía y objetos para uso de los arios (por ej. el uso de cuerpos quemados de los judíos como modo de energía para alimentar la calefacción de algunos edificios, la piel para hacer lámparas, el pelo para hacer cepillos). Esta etapa histórica tan esquizofrénica ha sellado la opinión que hoy tienen del cuerpo los alemanes, y en comparación a como se trata el cuerpo en otros países, se ha derivado de este momento histórico una teología, superstición y sacralización del cuerpo, que lo ha convertido en tabú en algunos discursos médicos, y en determinados contextos sociales, y que en definitiva, ha conseguido que hablar del cuerpo hoy en día dentro del contexto social alemán sea más delicado que en otros lugares del mundo.

 

(4). Aunque hay que resaltar que las estadísticas han cambiado, (los datos de Canclini son del año 1995) pues en los últimos 10 años el cine internacional ha ido (lentamente) ganando terreno.

 

(5). Me refiero aquí sobre todo a las narrativas sociales principales en el presente estudio, esto es, “La hora de la estrella”, “María llena de gracia” y “Flores de otro mundo.”

 

(6). Mary Ann Doanne, en su artículo “The Voice in the Cinema: The Articulation of Body and Space” explica que la inscripción somática está presente en toda experiencia espectatorial: “The cinema represents a spectable composed of disparate elements—images, voices, sound effects, music, writing—which the mise-en-scéne, in its broades sense, organizes and aims at the body of the spectator, sensory receptacle of the various stimuli” (Doanne 372). Pero en el cine social se enfatiza la inscripción para poder conseguir  con mayor facilidad, que la denuncia expuesta sobrepase la pantalla.

 

 

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