El esclavo y sus
amanuenses
Autobiografía
del esclavo poeta y otros escritos.
Edición,
introducción y notas de William Luis. Madrid: Iberoamericana
Vervuert,
2007. pp 351
En esta época en que los amanuenses han desaparecido casi en su totalidad y cuando son escasos los manuscritos que se preparan a puño y letra, el estudioso William Luis presenta la transcripción de una versión de la Autobiografía del esclavo poeta cubano Juan Francisco Manzano (1797-1853). La Autobiografía es el único texto autobiográfico escrito por un esclavo en América Latina.
Juan Francisco Manzano fue un esclavo autodidacta que aprendió a leer y escribir cuando la esclavitud todavía era vigente en Cuba. Durante la época que le tocó vivir, la enseñanza de la lectura y escritura fue privilegio de escasos esclavos. Por eso Manzano no logró escribir hasta adolescente. Según su autobiografía, todavía a la edad de doce años, a causa de que era analfabeto, le dictaba décimas que se había memorizado o que él mismo había compuesto a una joven morena llamada Serafina. Dotado de una distinguida inteligencia y de una capacidad artística innata escribió y publicó sus composiciones poéticas, su Autobiografía y una obra de teatro entre 1821 y 1853; o sea, cuando era básicamente prohibido que los esclavos aprendieran a leer y ni se diga publicar. Pero a pesar de eso, su vida no fue fácil ya que tuvo que vivir en carne propia los abusos, latigazos y descalabros tanto físicos como psicológicos de un régimen tirano. Todo eso y mucho más se ve en su Autobiografía.
En 1830 el esclavo conoció al crítico literario Domingo del Monte quien lo apoyó para que publicara sus poemas en diversos diarios de la Isla y en 1835 le pidió que escribiera su autobiografía con el fin de denunciar las injusticias del régimen colonial. En ese mismo año el esclavo escribió el manuscrito de su autobiografía pero estaba lleno de errores por su falta de educación sistemática y formal. Domingo del Monte le encomendó a Anselmo Suárez y Romero, quien acababa de terminar su novela antiesclavista Francisco (pero que no publicó hasta décadas más tarde cuando estaba en el exilio), que corrigiera el manuscrito de Manzano. Suárez y Romero no sólo copió el original, como lo hace un amanuense, sino que corrigió la sintaxis y la gramática, “eliminó repeticiones, alteró el orden de las frases, creó párrafos y combinó otros que ya existían en el manuscrito original de Manzano” afirma William Luis (51). La versión corregida fue entregada a Richard Madden, un doctor antiesclavista británico que la tradujo al inglés e inmediatamente la publicó en Londres bajo el llamativo título de “Life of the Negro Poet,” traducción que integró después en Poems by a Slave in the Island of Cuba, Recently Liberated; translated from the Spanish by R.R. Madden, M.D. with the History of the Early Life of the Negro Poet, written by Himself; To which are prefixed Two Pieces Descriptive of Cuban Slavery and the Slave-Traffic (1840). Si bien la Autobiografía estuvo al alcance de los lectores de habla inglesa desde 1840, en Cuba no se publicó hasta 1937.
No fue coincidencia que la Autobiografía se publicara primero en Inglaterra. Habría sido prácticamente imposible publicarla en Cuba en esa época porque en una forma conmovedora el esclavo revela la cotidianeidad de sus desgracias. Cuenta que a su ama, María de la Concepción Valdés, Marquesa de Prado Ameno, le gustaba la pesca y cuando él la acompañaba a pescar llegaba a aburrirse y no sólo eso: “pero como la melancolía estaba concentrada en mi alma, y había extenuado mi físico, me complacía bajo la guásima [árbol silvestre], cuyas raíces formaban una especie de pedestal donde pescaba, en componer algunos versos de memoria, que siempre eran tristes, y no los escribía por ignorar este arte, causa por que tenia un cuaderno de aquellos en la imaginación y a cualquier cosa los improvisaba” (90). Resulta desgarrador imaginar que alguien con ese talento no haya podido escribir en el momento de su inspiración. Pero eso no es lo más grave, el esclavo era castigado precisamente por su lucidez:
Supo mi Señora que yo charlaba mucho, por que los criados Viejos de la casa, me rodeaban cuando citaba de humor y se divertían oyéndome tantas décimas, que no eran divinas ni amorosas como propio producto, de la ignorancia: se dio orden expresa para que nadie me hablase pues nadie entendía el asunto de ellas, ni yo mismo me atrevía a decirlo aunque dos veces me costo mi buena monda [golpiza, azotada]. (90)
La tirantez de su ama no pudo haber sido más cruel porque aparte de castigarlo con azotes llegó a engañarlo. Dice el esclavo:
Mi ama que no me perdía de vista ni aun durmiendo, que hasta
soñaba conmigo, hubo de penetrar algo: hizome repetir un cuento
una
noche de invierno, rodeado de muchos niños y criados
manteniéndose
ella oculta en otro cuarto detrás de las persianas: al
día
siguiente por quítame allá esas pajas, como suele
decirse,
después de una buena monda, me pusieron una gran mordaza; y
parado en un
taburete, en medio de la sala con unos motes detrás y delante,
de los
cuales no me acuerdo, y riguroso prohibición de que nadie
entrase en
conversación conmigo, pues cuando yo tratara de tenerla con
alguno de
mis mayores debían darme un garnatón. (90)
El hecho de que el ama se escondiera para escucharlo sugiere que ella gozaba de la inteligencia, talento y dicción del esclavo aunque por otra parte precisamente su lucidez representaba para ella una amenaza. La Autobiografía está poblada de esas experiencias mutiladas, de carencias y prohibiciones y de azotes que constantemente le impidieron al esclavo expresarse oralmente y por escrito.
La Autobiografía es un texto del exilio. Es decir, no se escribió en el exilio pero, como dije anteriormente, se publicó primero en Londres porque era imposible sacarlo a la luz en Cuba, en 1840. Juan Francisco Manzano luchó toda su vida para lograr su libertad y gracias a la generosidad de Del Monte y varios de sus amigos, se compró su libertad en 1836. Por lo tanto, Manzano escribió su texto autobiográfico cuando todavía era esclavo (1835) y estaba sufriendo el exilio en su propia tierra; o sea, vivía una suerte de inxilio porque no tenía libertad. Si bien su texto se publicó durante su vida, el esclavo no logró verlo por la distancia obvia entre Cuba e Inglaterra y aunque éste le hubiese llegado a sus manos no habría podido entenderlo porque estaba escrito en otro idioma—no habría sido diferente si se hubiera ido al exilio y llegara a un país cuya lengua no comprendía. Cuatro años después de su publicación, en 1844, Manzano fue acusado por Gabriel de la Concepción Valdés, Plácido, de participar en la Conspiración de la Escalera 11y por eso lo encarcelaron más de un año. Otra vez, el esclavo es un “extranjero,” un marginado en su propia tierra.
Hay por lo menos
dos versiones de la autobiografía de Manzano: el manuscrito
original y
la versión corregida por Suárez y Romero. En esta nueva
edición
William Luis presenta una versión que proviene del manuscrito
enmendado
por Suárez y Romero, misma que fue leída por los miembros
de la
tertulia delmontina y cuyo original se perdió en la segunda
mitad del
siglo XIX. Por lo tanto, la nueva edición es la
trascripción de
una copia de ese manuscrito perdido la cual se halla en las Obras
completas de Juan Francisco manzano esclavo de la Isla de Cuba,
cuaderno copiado a mano por Nicolás Azcárate en 1852 y
encontrado
en los años ochenta en la Biblioteca Sterling de la Universidad
de Yale.
Si
bien esta nueva edición es una versión más del
manuscrito,
la acuciosa investigación de Luis nos permite reflexionar sobre
varios
temas. Por ejemplo, la importancia de la oralidad, como lo notó
con gran
acierto el erudito Martín Lienhard, quien a propósito de
la Autobiografía
dice que “el ritmo torrencial de su narración, la
sintaxis
desordenada de sus frases y la improvisación ortográfica
…
hacen de su relato un equivalente escrito de una performance
oral.”
(1)
De la misma forma, el estudio de
Luis nos hace pensar y seguir indagando en la importancia de la lectura
en voz
alta no solamente en Cuba sino en el resto de América Latina y
nos
invita a ponerle mas atención a estudios como el de
Nicolás Duque
de Estrada, Explicación de la doctrina
cristiana acomodada a la capacidad de
los negros bozales. (2)
Otro
rasgo importantísimo de la edición de Luis es que permite
comparar diferentes versiones de la Autobiografía.
Como el
manuscrito no solamente fue copiado sino tachado, corregido, editado
varias
veces, traducido y publicado con todas las supuestas correcciones, Luis
señala
que precisamente esas “correcciones” y ediciones lejos de
permitirnos comprender mejor al esclavo nos distancia porque se omite
precisamente su sufrimiento y lo que debió costarle escribir y
articular
su melancolía a través de la palabra escrita. Por lo
tanto, este
estudio nos alienta ahora más que nunca a hacer repetidas
lecturas
detenidas y sobre todo a leer entre líneas. También nos
persuade
a meditar sobre el proceso de escritura porque como es bien sabido, hay
una gran
distancia entre el primer borrador y la versión final de un
texto.
¿Acaso no un borrador es un “escrito de primera
intención,
en que se hacen o pueden hacerse adiciones, supresiones o enmiendas”? (3) Sin embargo, en el caso del esclavo las tachaduras y
enmendaduras de su
manuscrito estuvieron fuera de su control; así como su vida que
estuvo
al servicio de aquellos que le suprimieron la voz, que le “cortaron la
lengua” para que no emitiera sus décimas, que lo azotaron al
piso
para resquebrajar su palabra y quisieron dejarla borrada en los vientos
del
olvido. No fue coincidencia que después de haber sido
encarcelado, ya a
la entrada edad de los 48 años, el esclavo jamás haya
vuelto a
escribir.
En
esta cuidadosa y bien lograda edición, Luis incorpora la
trascripción
del manuscrito autógrafo escrito
con puño y letra del esclavo que se conserva en la Biblioteca
Nacional José
Martí, mismo que José Luciano Franco dio a conocer en su
edición
de 1937. Aunque, de acuerdo a Luis, la versión de Franco
“presenta
frecuentes descuidos y errores de interpretación que
distorsionan el
texto original” (11). Para
ese fin, Luis se dio a la tarea de “hacer una cuidadosa
reconstrucción del manuscrito de Manzano, aunque respetando las
tachaduras y enmiendas, para que el lector pueda apreciar la
complejidad del
manuscrito y reflexionar sobre los posibles objetivos (personales o
políticos)
tanto del autor como del corrector de la autobiografía” (11). En
una bien documentada y generosa introducción Luis explica con
detalle
las diversas versiones del manuscrito autobiográfico, la
importancia de Nicolás
Azcárate como abolicionista, autonomista, demócrata y
promotor
cultural
(4) y un análisis crítico de los poemas
antiesclavistas de Manzano.
Los textos que se incluyen son la versión de la Autobiografía que
copió Azcarate, las cartas que el esclavo le dirigió a
Del Monte,
todos sus poemas, la obra de teatro Zafira,
el manuscrito autógrafo
de la Biblioteca Nacional que ya se mencionó y una amplia
bibliografía.
La
Autobiografía
no es, pero debería y con mucha razón, integrarse
al
canon. Es decir, no incorporarlo al corpus canónico de la
literatura
cubana es tan grave como omitir Cecilia
Valdés o Biografía
de un cimarrón. A su vez, es importante tomar en cuenta
que Juan
Francisco Manzano escribió y publicó al mismo tiempo que
surgieron otras literaturas “nacionales” (1821-1853)
(5) como El
periquillo sarniento, de José Joaquín
Fernández de
Lizardi (1816, 1830-1831); “La agricultura de la zona
tórrida,” de Andrés Bello (1826); Antonelli,
de José
Antonio Echeverría (1839); El espejo de
mi tierra, de Felipe
Pardo Aliaga (1840); Facundo, de
Domingo Faustino
Sarmiento (1845), Amalia, de
José Mármol (1852) y obras importantes
en Europa como son: Nuestra Señora de
París, de Víctor Hugo
(1831); Indiana, de George Sand (1832);
Macías, de Mariano
José de Larra (1837); y, Los novios,
de Alessandro Manzoni
(1842). Por lo tanto, la edición de Autobiografía
del esclavo poeta otros
escritos, de William Luis también nos alienta a repensar
y
reevaluar el canon literario.
The
Notas
(1). http://www.elpais.com/articulo/ensayo/brecha/muro/silencio/elpepuculbab/20070616elpbabens_2/Tes [7 de diciembre del 2007]
(2).Sobre los periódicos y la lectura en voz alta véase mi “El Siglo, La Aurora y la lectura en voz alta en Cuba 1865-1868” en Revista Iberoamericana, Vol. LXXII, No. 214, Enero-Marzo, 2006, Pp. 171-183.
Les agradezco a Julio Domínguez García y Araceli García Carranza, bibliotecarios de la Biblioteca Nacional José Marti, que me hayan hablado de la existencia del importante libro de Nicolás Duque de Estrada. Siempre gracias por su generosidad.
(3). “Borrador.” Def. 2. Diccionario de la Real Academia Española. Madrid, 1992.
(4).Véase
la también la
importancia de Nicolás Azcárate como promotor de la
lectura en
las tabaquerías en la primera parte de mi libro El lector de tabaquería.
Historia de una tradición cubana (Madrid: Verbum, 2007).
(5). Aunque
escribió sus últimos
poemas en 1843 (Luis, 76) su poesía siguió
publicándose
hasta 1853, fecha de su muerte.