Construcción y consumo de significados. Una lectura comparada de “Hombre con minotauro en el pecho” de Enrique Serna y

“At the Auction of the Ruby Slippers” de Salman Rushdie

 

 

Juan Tomás Martínez Gutiérrez

Universidad Nacional Autónoma de México

 

 

No sólo Picasso y Joyce han dejado de ser repugnantes, sino que ahora los encontramos, en conjunto, bastante “realistas”.

 

Los Diamond Dust Shoes de Andy Warhol ya no nos hablan, evidentemente, con la inmediatez del calzado de Van Gogh [los Zapatos de labriego]: en realidad, casi me atrevería a decir que no nos hablan en absoluto.                                                                             

Fredric Jameson 

 

Posiblemente Enrique Serna (Ciudad de México, 1959) y Salman Rushdie (Bombay, 1947) tienen poco en común más allá del hecho de que son considerados autores contemporáneos cuyas producciones literarias se identifican con la posmodernidad y las teorías culturales que emergen en el marco de la globalización y del capitalismo de la segunda mitad del siglo XX. De hecho, los dos textos que me propongo abordar no mantienen una relación de similitud anecdótica: “Hombre con minotauro en el pecho” es la historia de un personaje que desde niño ha padecido la suerte de llevar un tatuaje realizado por Pablo Picasso. A raíz de ese suceso, el personaje adquiere un valor artístico y su cuerpo deriva en objeto de análisis y de diversas interpretaciones. Esta situación lo condena a perder toda capacidad de representarse ante los demás como un ser humano. Por otra parte, “At the Auction of the Ruby Slippers” es una narración que se ubica en un futuro apocalíptico y trata de la subasta de las zapatillas utilizadas por Dorothy en la versión fílmica de The Wizard of Oz, de 1930, acontecimiento que tiene su referente real en una subasta hecha por la Casa Christie’s, en 1988. En esa ocasión la casa de remates obtuvo la suma de 165.000 dólares por las zapatillas que utilizara Judie Garlan en la mencionada cinta.

No obstante, y sin entrar todavía en el análisis paratextual, podemos ver ya algunas coincidencias que resultarán significativas: los motivos que funcionan como articuladores de la diégesis son íconos altamente representativos de la cultura occidental del período moderno: Picasso (que participó en el Cubismo, uno de los movimientos de vanguardia más influyentes de principios del siglo xx) y el Mago de Oz, personaje del libro de Lyman Frank Baum The Wonderful Wizard of Oz, de 1900.(1)   

Por lo tanto, mi interés por articular ambos relatos en una lectura comparada, surge de la hipótesis de que cada uno ellos, de manera particular, tiene como tema principal la construcción y el consumo de significados materializados en un objeto de deseo. Esto es, tanto el minotauro en el caso del relato de Enrique Serna, como las zapatillas de rubí en el de Salman Rushdie, se presentan como imágenes/objetos a los que se les atribuyen propiedades y significados que provienen de la necesidad de saciar un deseo por parte del sujeto que las percibe. Se trata de objetos simbólicos cuya apropiación contribuye a la construcción de la identidad de los personajes que buscan poseerlos. Esta apropiación se presenta como posible a través de dos mecanismos: la interpretación intelectual, y la adquisición comercial; a su vez, estos mecanismos están regulados por instancias que legitiman la posesión y que ejercen coacción a través de sus cuerpos de “vigilancia”: los museos, en un caso; la Gran Sala de Subastas, en el otro. Estos son los elementos que orientarán mi lectura.

Por otra parte, mencioné el término “posmodernidad” para describir algunos rasgos en común a los autores que se abordan en este trabajo.(2) Entiendo posmodernidad en el sentido en que lo describe Fredric Jameson en El posmodernismo o la lógica cultural del capitalismo avanzado, y que va más allá de una coincidencia espacio temporal, o un tipo de ruptura generacional. El la concibe como una “pauta cultural: una concepción que permite la presencia y coexistencia de una gama de rasgos muy diferentes e incluso subordinados entre sí” (16). Comprendida así, estaríamos ante una serie de pautas culturales heterogéneas que evidencian, entre otras cosas, el desvanecimiento “de la antigua frontera (esencialmente modernista) entre la cultura de élite y la llamada cultura comercial o de masas, y la emergencia de obras de nuevo cuño, imbuidas de las formas, categorías y contenidos de esa ‘industria de la cultura’” (3).

Estas pautas, además, en palabras de Jean- François Lyotard, están ligadas al “estado de la cultura después de las transformaciones que han afectado las reglas del juego de la ciencia, de la literatura y de las artes a partir del siglo xix” (9), y que a su vez se vinculan a las crisis de los relatos. Por su parte, Linda Hutcheon, introduce una aclaración que me parece pertinente, cuando señala que posmoderno no es sinónimo de contemporáneo; lo posmoderno, según esta autora, implica una posición crítica y deconstructiva (Cf. Hutcheon y Valdés, 2000).

Sin embargo, no es la intención de este artículo abundar en la discusión teórica sobre aquellos fenómenos surgidos en el marco de la globalización y el neoliberalismo económico. Tampoco busco establecer las “propiedades” posmodernas o poscolonialistas de Enrique Serna o Salman Rushdie, ni comprobar se han llevado a la práctica o no determinados postulados teóricos en los dos relatos seleccionados. Entre otros motivos, porque considero que existen elementos extratextuales, situacionales, que se insertan como elementos significantes y que, en determinados textos, cuestionan y dificultan la división posmoderno/poscolonial; busco sobre todo establecer someramente un marco interpretativo que incluya tanto una postura histórica como cultural de la literatura. Es en este sentido que la inserción de los relatos en prácticas culturales de naturaleza no discursiva, cobra verdadera significación. Asimismo, trato de partir del análisis textual para ver qué problemáticas, dinámicas y tensiones textuales convergen en estos dos relatos, y de qué manera estas pueden ser leídas en el marco de las teorías de la posmodernidad.

Occidente: esencia y ornamento

 

Iniciaré con la descripción de algunos indicios de las problemáticas textuales a través del análisis de los paratextos, en el entendido de que éstos anuncian sistemáticas que en la diégesis aparecerán confirmadas o negadas.(3) “Hombre con minotauro en el pecho” de Enrique Serna forma parte de Amores de segunda mano, (2002) publicado por primera vez en 1994. El título de la compilación alude de manera directa a una frase que aparece en otro cuento del volumen, “Borges y el ultraísmo” en donde el narrador en primera persona se representa a sí mismo como un aprendiz de “burlador” que sólo busca vengarse del marido de la mujer a la que pretende. Es una alusión a la farsa, la imitación y al deterioro. Al título del volumen le siguen dos epígrafes, el primero de otro Serna, de Ramón Gómez de la Serna: “Daba besos de segunda boca”, una “greguería” que sugiere también al amante frente a la experiencia repetida, en donde se vuelve sujeto de una acción que ya es reproducción degradada de otra.

El segundo epígrafe: “What’s love but a second-hand emotion?” es una línea extraída de “Whats love gotta do with it”, canción interpretada por Tina Turner, y que subraya la representación del amor como una copia, una experiencia suplementaria. No es la temática amorosa la que me interesa subrayar, sino la degradación y la idea de “reciclaje”, la idea de una farsa descubierta que subyace en estos elementos paratextuales. A lo anterior hay que sumar el hecho de que ambos epígrafes provienen no de un arte canónico o “culto”, sino que uno procede de un autor de vanguardia que fue ampliamente criticado por cultivar ese género que era la greguería, y el otro de la música pop- rock norteamericana.

Del título del cuento “Hombre con minotauro en el pecho” es necesario destacar dos aspectos: por un lado, que es una oración que define y especifica; por otra parte, la mención del minotauro, figura que tiene sus orígenes en la mitología griega. El minotauro es el monstruo que devora al hombre, es quien conoce los caminos del laberinto y posee una evidente connotación sexual. Al título le sigue otro epígrafe, esta vez uno de Fernando Pessoa: “Mi amor a lo ornamental existe,/ sin duda, porque siento algo idéntico a la/ sustancia de mi alma”. A través de estos versos de Pessoa se establece una relación entre el exterior y el interior del sujeto, entre el ornamento y la esencia. El minotauro en el pecho de un hombre se anuncia como la esencia de ese hombre, con lo que se rompe la separación interior, exterior. Por supuesto, antes de la lectura no podemos saber las consecuencias de esta disolución, pero es un hecho que se encuentra ya sugerido aquí y volveré a ella posteriormente.

En un resumen de lo expuesto anteriormente acerca de los paratextos del cuento de Serna, se puede advertir la confluencia de la mitología griega, las vanguardias latinoamericanas de principios del siglo xx (Gómez de la Serna fue integrante de la “Generación del 14”o “Novecentismo”), la música pop-rock, y el modernismo representado en la figura de Pessoa. Esta reutilización de íconos, ubica el texto en el encuadre de la cultura occidental; la degradación, la copia, la farsa y la ruptura entre lo interno y lo externo, son elementos que semantizan esta serie de íconos.

“At the Auction of the Ruby Slippers”, presenta características especiales en sus elementos paratextuales. El cuento es tomado aquí del libro East, West, (4)  publicado en 1994, pero el relato apareció originalmente en The Wizard of OZ en 1992, libro en el que Rushdie presentaba un extenso comentario de la película del mismo nombre, que data de 1930. Considero importante mencionar lo anterior ya que la relación que se establece entre los paratextos The Wizard of Oz y “At the Auction of the Ruby Slippers”, en un libro sobre cine, es diferente a la relación que se establece entre East, West y “At the Auction of the Ruby Slippers”, sobre todo cuando el cuento está ubicado en el apartado “West”, esto es, exhibe una semanticidad distinta al estar dispuesto entre los apartados “East” y “East-West”, con una evidente connotación identitaria. 

Por lo demás, el título “At the Auction of the Ruby Slippers”, remite a la comercialización de objetos de gran valor, a la venta pública de bienes o alhajas que se hace al mejor postor. Sólo que aquí no es una joya, sino un objeto de fantasía (en todos los sentidos del término), que tiene su referente precisamente en la película de Wizard of Oz (que poseía el poder de hacer volver a Kansas a Dorothy y a su perro Toto). El título del cuento se relaciona con el objeto mágico, la fantasía, la industria del cine (especie de síntesis de las dos anteriores), por lo que se inscribe, al igual que el relato de Enrique Serna, en un campo icónico de la cultura moderna, aquí además mediática y comercial, de Occidente.

La creación de la seducción y la imagen como materialización del sentido

Como ya he mencionado, en cada relato existen dos elementos que ocupan el centro de interés: el tatuaje que realiza Pablo Picasso en el pecho de un niño, y las zapatillas de diamantes que se subastan. Asimismo, en estas narraciones, referidas por un narrador intradiegético en primera persona, se enfatiza la seducción que un objeto produce sobre aquellos que lo observan. Aunque en sentido estricto, sólo el minotauro es una imagen, en tanto que las zapatillas son objetos, estos elementos serán denominados “imágenes” en cuanto que son representaciones que evocan una idea mucho más amplia. Sobre esto volveré más adelante, por ahora sólo quiero subrayar la relación imagen- receptor y su relación con el deseo.

Tanto en el relato de Serna, como en el de Rushdie, la seducción que ejerce la imagen no se presenta de una manera gradual, no es creada a través del descubrimiento paulatino de las virtudes de ésta; se trata de imágenes que cuando aparecen en el relato ya poseen una carga previa de valores socioculturales y económicos. En el caso de “Hombre con minotauro en el pecho”, podemos leer: “Mi padre había visto en el periódico la foto de Picasso y creyó que podría ganar dinero con el autógrafo” (50). Cuando el padre envía a su hijo por el autógrafo, y recibe no sólo la rúbrica sino un dibujo hecho por Picasso, lo que menos importa es que el dibujo esté en la piel del niño, esto es más bien un pequeño inconveniente. Antes del minotauro en el pecho, Picasso se relaciona con el arte, y el arte representa dinero para el padre del narrador, por tanto, un autógrafo de Picasso sumado a un dibujo original, se configura como una imagen susceptible de ser explotada comercialmente, lo que adquiere una connotación irónica, ya que antes el narrador había comentado: “Todos festejan el incidente, creyendo que Picasso dio una lección a los mercaderes de arte” (49).

En el caso de “At the Auction of the Ruby Slippers”, desde el primer párrafo el  lector es situado en la escena de la subasta, cuando las zapatillas están a punto de ser vendidas: “The bidders who had assembled for the auction of the magic slippers bear little resemblance to your usual salesroom crowd. The Auctioneers have publicized the event widely and are prepared for all comers” (87). Son denominadas “the magic slippers” sin mayores antecedentes. En este caso, como en el de “Hombre con minotauro en el pecho”, se presenta elidido ese proceso por medio del cual el objeto se convirtió en imagen simbólica, lo que quiere decir que no sólo los personajes poseen esa información, sino que incluso el lector posee los códigos necesarios para advertir dicha dimensión simbólica. Este es un punto en el que me interesa detenerme, puesto que ofrece la posibilidad de explicar la forma en que un objeto deriva en imagen simbólica, y esto incidirá en la configuración de los personajes y del espacio diegético.

Había dicho que ni las zapatillas de rubí, ni el minotauro adquieren un valor por sí mismas. Tampoco pueden ser considerados meros signos en cuanto entre lo que son como objetos y aquello que evocan, no establecen una relación significado- significante: minotauro = figura mitológica; zapatillas de rubí= calzado suntuoso. Adquieren un valor simbólico porque dependen de una serie de convenciones sociales, y aquello que evocan si bien no es unívoco, se sostiene en un conocimiento más o menos extendido:

 

El objeto designado por el símbolo es siempre general, es un tipo de objeto y no un objeto individual; el símbolo no lo reproduce, no lo señala de manera directa. El símbolo perdería su estatuto de signo si careciera de interpretante, es decir, si dejara de producir un efecto en la mente del intérprete (Beristáin, 458). 

 

Si existe un valor simbólico en las zapatillas de rubí y en el minotauro, entonces hablamos de un significado cultural, un significado compartido por quienes participan de experiencias similares, y es aquí cuando la noción de integración, individuo y grupo entran en juego puesto que la experiencia es personal, pero no se puede entender un juego simbólico ceñido a un campo de la individualidad.(5) En esta tensión, la imagen se configura como materialización de sentido que cohesiona a un grupo, y al mismo tiempo suscita la reflexión individual, esto es, la imagen debe ser vista como una imagen necesariamente cargada de sentido. 

En este tenor, podemos ver que esta configuración textual de las figuras simbólicas se puede asimilar a lo que Fredric Jameson consideraba que era la ruptura con el paradigma saussureano. Jameson asegura que en muchas producciones contemporáneas

 

...el sentido nace en la relación que liga a un Significante con otro Significante: lo que solemos llamar significado –el sentido o el contenido conceptual de una enunciación- ha de considerarse ahora como un efecto de sentido, como el reflejo objetivo de la significación generada y proyectada por la relación de los Significantes entre sí (63). 

 

Lo que en teoría designa el minotauro en el pecho del niño, es decir, la imagen como tal, es el acto artístico de Picasso, pero es aquí donde comienzan los problemas, puesto que tal acto implica toda una serie de posibilidades de interpretación irónicamente representadas en el texto: por un lado el acto mismo (no la imagen) es visto por Picasso como una “lección a los mercaderes del arte”; pero para el padre del niño, es una posibilidad de obtener dinero, para la señora Reeves, quien pasará a ser la apoderada legal del niño, representa su “debut en sociedad”, y para el narrador marca el inicio de su degradación como ser “humano”.

Posteriormente, otros personajes tratarán de interpretar lo que significa el minotauro en el pecho. Nótese que si bien no importa la individualidad del narrador, quien se percibe a sí mismo tan sólo como un marco para aquellos que lo perciben, él es importante en cuanto fondo del dibujo y en cuanto superficie en la que ha sido dibujado el minotauro. De cualquier manera se puede ver cómo fondo y superficie designan a un mismo sujeto que se subordina al dibujo; aquí no hay contradicción entre uno y otro, puesto que no forman una oposición, sino una síntesis.

En el caso de las zapatillas de rubí, lo que éstas representan es la posibilidad del regreso a casa y de cumplir un deseo, estas entrañan un poder que aparentemente sobrepasa la imaginación del hombre:

 

See: behind bullet-proof glass, the ruby slippers sparkle. We do not know the limits of their powers. We suspect that these limits may not exist (88).

[…]

We revere the ruby slippers because we believe they can make us invulnerable to witches (and there are so many sorcerers pursuing us nowadays) because of their powers of reverse metamorphosis, their affirmation of a lost state of normalcy in which we have almost ceased to believe and to which the slippers promise us we can return; and because they shine like the footwear of the gods (92).

 

Recordemos que una lectura que se ha hecho comúnmente de las zapatillas de rubí es la de un objeto mágico que tiene la posibilidad de regresarnos a ese lugar que no tiene igual: (“no hay lugar como el hogar”, dice el estribillo de una canción que interpretaba Judie Garlan en la citada película), lo que conlleva un tono de nostalgia por el hogar idealizado, protector y poseedor de todos los valores enarbolados por la clase media norteamericana. Sin embargo, como veremos posteriormente, quienes están en la subasta y se interesan en las zapatillas de Rubí, no son precisamente una representación de Dorothy, por lo que ese tono de nostalgia adquiere connotaciones irónicas, acentuadas por esa enumeración de las virtudes de las zapatillas, que inicia con sus poderes mágicos, y termina con los elementos ornamentales. Así, la superficie material se coloca en el mismo plano de los valores intangibles y de los poderes ilimitados de las zapatillas.

Por ahora es importante insistir en que lo que articula el deseo de los personajes es la promesa implícita en las imágenes: promesa de sentido del acto y de la obra artística, en el caso de Serna; promesa del sentido propio y del objeto venerado, en el caso del texto de Rushdie.

Las formas de poseer y consumir el sentido: la compra, la traducción, el goce

¿Pero quiénes son aquellos que desean poseer el minotauro en el pecho y las zapatillas de rubí y qué instancias intervienen como intermediarias entre estas imágenes y los sujetos?  Por un lado, en el caso de “Hombre con minotauro en el pecho”, aquellos que ansían “poseer” la imagen son siempre personajes relacionados con la ociosa burguesía. Primero la señora Reeves y su camarilla de diletantes, “vividores profesionales y aristócratas venidos a menos que se inclinaron a ver el tatuaje” (51), un corredor de autos y una mujer que de cantante de protesta pasaría a accionista mayoritaria de Lockheed (compañía constructora de aeronaves militares), quienes categóricamente califican el dibujo de Picasso como “gorgeous”. El éxito de la señora Reeves consiste en adjudicarse materialmente aquello que los “conocedores” del arte intentan aprehender intelectualmente:

 

- El minotauro es un símbolo de virilidad. Picasso ha plasmado en el pecho del niño sus ansias de rejuvenecer, utiliza el tatuaje como un hilo de Ariadna que le permita salir de su laberinto interior hacia el paraje solar de la carne y el deseo.

- Digan lo que digan, el tema de Picasso fue siempre la figura humana. Es natural que su interés por el hombre lo haya conducido a prescindir del lienzo y a pintar directamente sobre la piel del hombre, para fundir el sujeto y el objeto de su expresión plástica (53).

 

O aquel crítico del New Yorker, que ante un golpe del niño con el minotauro, reflexiona:

 

- Cuando el muchacho golpea [...] la protesta implícita en el minotauro se vuelca sobre el espectador, haciéndole sentir en carne propia la experiencia estética (55).

 

De esta manera, los sujetos se posicionan como intérpretes de la imagen y ocupan un papel supuestamente activo ante la creación estética. Establecen, por lo tanto, una cercanía reflexiva y participante, lo que se representa en el texto como la integración a un grupo privilegiado. Posteriormente, un museo compra el niño. El museo de cierta manera también traduce, interpreta y clasifica al niño, es ahí donde lo llaman por primera vez Hombre con minotauro en el pecho. Este acto de enunciación y definición del otro, es un acto que propone no sólo la fusión del sujeto con la imagen, sino que le otorga una calidad de obra, al tiempo que dice cómo debe ser entendida esa obra. 

De ese museo el Hombre con minotauro... será robado por un grupo de traficantes de arte robado y de cocaína. La intención de ese grupo que se autodefine como iconoclasta, un “Club de Profanadores de Arte”, es destruirlo. Acción simbólica de destruir el símbolo en tanto que es la imagen de “la edad de la impostura” (60). Será la policía quien rescate al narrador de ese lugar, pero no para ponerlo en libertad, sino para regresarlo a un museo, en cumplimiento de un contrato legal fijado con anterioridad. 

De esta manera, todos aquellos que ven al Hombre con minotauro...  se convierten por extensión en consumidores del signo, en donde “consumir” no significa exclusivamente tomar o utilizar, sino también gastar, agotar.

En “At the Auction of the Ruby Slippers”, todos en “the Grand Saleroom” desean adquirir las zapatillas de rubí. Aquí de antemano se subraya quiénes son los que han asistido a  la subasta: “Movie stars”, “The memorabilia junkies” (88), “Exiles, displaced persons of all sorts, even homeless tramps have turned up for a glimpse of the impossible” (90). Y más adelante:

 

Political refugees are at the auction: conspirators, deposed monarchs, defeated factions, poets, bandit chieftains. Such figures no longer wear the black berets, the pebble-lensed spectacles, and enveloping greatcoats of yesterday, but strike resplendent attitudes in boxy silken jackets and high-waisted Japanese couture pantaloons. The women sport toreador jackets bearing sequinned representations of great works of art. One beauty parades Guernica on her back, while several others wear glittering scenes from the Disaster of War sequence by Francisco Goya (91).

 

¿Y a todo esto dónde está Dorothy? porque por ahí pululan los leones, espantapájaros y Totos. En el relato lo más cercano a Dorothy es Gale, (a propósito, recordemos que el nombre completo del personaje protagonista de la cinta The Wizard of Oz se llama igualmente Dorothy Gale -Dorothy “vendaval, tempestad, carcajada”) la prima del narrador, uno de los hombres que trabajan en la Gran Sala de Subastas como licitador. Pero ella ni siquiera está presente en la sala, sino que constituye un recuerdo erótico de la adolescencia del narrador: “Yet it [our love-making] satisfied me deeply, deeply, especially when she chose to cry out at the moment of penetration: Home, boy! Home, baby, yes –you’ve come home!” (95). 

De esta manera, y como constata el narrador, la idea de hogar y de regreso se ha vuelto extremadamente difusa e irónica. Es significativo también el Picasso en  la camiseta de una chica o los fragmentos de Los desastres de la guerra, un toque de esnobismo que evoca  el humor negro del minotauro en el pecho de un niño. Pese a que las imágenes artísticas tienen evidentemente un significado distinto en el cuento de Serna y en el de Rushdie, en ambos se puede ver la identificación (o deseo de identificación) de una imagen con el sujeto que la porta: las imágenes que poseen las chicas como artículo decorativo, y el minotauro que posee al hombre. Estamos nuevamente ante la ruptura interior -exterior, aunque en el caso de las imágenes en las camisetas es sólo en teoría, como la convención que significa la moda.

Una coincidencia más: así como en el cuento de Serna existía el “Club de los Profanadores de Arte”, aquí están los fundamentalistas religiosos:

 

Disapproving critiques of the fetishising of the slippers are offered by religious fundamentalists, who have been allowed to gain entry by virtue of the extreme liberalism of some of the Auctioneers, who argue that a civilised saleroom must be a broad church, open, tolerant. The fundamentalists have openly stated that they are interested in buying the magic footwear only in order to burn it, and this is not, in the view of the liberal Auctioneers, a reprehensible programme (92).

 

El sujeto iconoclasta necesita de la imagen para poder confirmarse como tal. Necesita, en el mismo sentido de los Profanadores de Arte, consumir la imagen, poseerla para destruirla. Ambos, no obstante, participan del mercado del arte; forman parte de los consumidores que fijan el precio. Del mismo modo, en este fragmento del relato de Rushdie, podemos notar de qué manera “the extreme liberalism of some of the Auctioneers” funciona para fusionar el término “liberalism” en un campo al mismo tiempo político y económico, en donde se integran democracia- tolerancia- mercado en un sistema virtuoso de producción.

Resulta significativo que detrás de esta necesidad de trazar este relato cuyo hipotexto es El mago de Oz,  no parece haber nostalgia. Las alusiones al pasado se muestran como una parodia, no sólo del texto fílmico sino también del término nostalgia en sí mismo. Linda Hutcheon recuerda que “nostalgia” proviene de nostos, “regresar a casa” y algos, “miedo”. Entonces, en un relato en donde los que quieren regresar a casa son tanto los poetas exiliados como los tiranos que añoran el hogar protector, la nostalgia es un significante vacío, pero susceptible de ser llenado por el mejor postor.

 

A manera de conclusión

Fredric Jameson afirmaba que una característica de la posmodernidad era la ruptura  de los modelos que sostuvieron el pensamiento de la modernidad, y que se planteaban en términos de dicotomías irreconciliables: junto al modelo de interior- exterior que rechaza el pensamiento posmoderno, hay al menos otros cuatro: a) esencia y apariencia; b) lo latente y lo manifiesto; c) autenticidad e inautenticidad (que se asimila al de alienación y desalienación); y d) significado y significante (33-34). Pero como ya ha sido planteado por otros teóricos, se trata de una pauta cultural definida por las grandes rupturas, y la disolución de las fronteras entre la alta cultura y la cultura popular. Este último es uno de los modelos más importantes, lo que ha derivado en que la producción estética se haya integrado en la producción de mercancías en general, según la opinión del mismo Jameson.

En los cuentos aquí abordados brevemente, he insistido en la ruptura entre lo externo y lo interno: la superficie se asimila a la esencia y esto deriva no en un centro contaminado por el exterior, sino en la disolución de las fronteras que definen a uno y a otro. Esta ruptura surge precisamente, no de los atributos de los objetos en sí, es decir, no existe construcción esencialista de la imagen del minotauro ni de las zapatillas de rubí; por el contrario, esta disolución surge del deseo y de la demanda de significado así como de la posibilidad de acceder o no a éste. Asimismo, hemos visto dos casos en los que el simulacro ha ocupado el lugar del acto “original”, pero la ironía excluye cualquier posibilidad de proponer una lectura basada en la nostalgia por el original, en todo caso, la degradación, el simulacro y la imitación adquieren un valor que está desligado de una verdad última; el medio, diría Mcluhan, es el mensaje, o la forma es fondo por sí mismo.

Por otro lado, Salman Rushdie y Enrique Serna adoptan un punto de vista crítico hacia las prácticas culturales y de mercado, propias del primer mundo, mediante la apropiación/reciclaje de las estrategias narrativas del posmodernismo –la intertextualidad, el juego con los paratextos, la parodia. Visto de esta manera, el componente lúdico de los textos no puede ser identificado con lo apolítico; por el contrario, no es difícil apreciar la crítica a determinadas pautas de consumo y a las formas de lectura de algunos objetos culturales.

Pero la postura crítica lúdicamente esgrimida por Serna y Rushdie quedaría desactivada si no consideramos todas las rupturas que los textos reelaboran, y lo que es más importante, si no tomamos en cuenta las estrategias, discursos y temas que se adoptan como propios por dos escritores que no provienen de entornos culturales del “primer mundo” (con todo lo problemático que este término seguramente resulta), sino de un tercer mundo inmerso en una globalización económica y cultural. Lo que podemos ver es una dinámica del desplazamiento: objetos de la cultura de masas que ocupan un lugar central; pero también, dos miradas que se desplazan y (re)presentan -incluso en el espacio diégetico de los relatos- la cultura de la producción y el consumo desde espacios que en el imaginario se identifican con el centro mismo del poder: Estados Unidos y Europa, pese a que tantas veces se haya proclamado la desaparición y/o diseminación de todo poder central en pos de un mundo sin fronteras de ningún tipo. Es en esta situación no (sólo) textual, que la ironía ejerce su poder político y adquiere connotaciones identitarias.

 

 

Notas

 

(1). Con fines prácticos, y consientes de que no hay una definición de “tema” y “motivo” que haya sido aceptada unívocamente, hemos tomado las definiciones de Cristina Naupert, quien al hacer una distinción entre tema y stoff (término éste último que no tomaremos, y utilizaremos en sustitución el de trama, desarrollado por Gérard Genette), apunta que el tema abarca no sólo argumentos, sino “también un sinfín de ideas, problemas, sentimientos y conceptos abstractos de alcance muy difuso y tan poco tangibles como, por ejemplo, el tema del amor, la muerte, la amistad, la guerra y la paz, etc.” (Naupet, 2003: 22).

 

(2). Alfonso de Toro considera que “el lugar epistemológico de la poscolonialidad es la posmodernidad”, es decir, la posmodernidad sería el marco epistemológico en el que emerge la concepción teórica de la poscolonialidad. (Cf. de Toro, 1997:29). Nótese que el autor opta por los términos posmodernidad  y poscolonialidad, esto es porque, desde su punto de vista “posmodernismo” y “poscolonialismo” son términos ampliamente debatidos. De igual manera, Diana Palaversich opta por considerar a la posmodernidad como el marco histórico y sociocultural del (o de los) posmodernismo(s) y el (los) poscolonialismo(s). En este caso, tomo posmodernidad en el sentido de Palaversich, pero no hago una distinción entre posmodernidad y posmodernismo, o entre  poscolonialidad y poscolonialismo, consciente de que tal diferenciación escapa a los límites de este análisis.  

 

(3). Gérard Genette designa como paratextos, a los dispositivos que rodean al texto y que sin formar parte de su argumento, se constituyen como importantes decodificadores de su significación (títulos, subtítulos, epígrafes, prólogos, etc.), y agrega: “El paratexto, pues, se compone empíricamente de un conjunto heteróclito de prácticas y discursos de toda especie y de todas las épocas..”, (8). (Cf. Genette, 1987).  

 

(4) Recordemos brevemente que el volumen East- West de Salman Rushdie está dividido en tres secciones: “East”, que incluye los cuentos: “Good Advice Is Rarer Than Rubies”, “The Free Radio” y” The Prophet's Hair”; “West”, integrado por “Yorick”,At The Auction of the Ruby Slippers” y “Christopher Columbus and Queen Isabella of Spain Consummate Their Relationship (Santa Fé, AD 1492)”, y una tercera parte denominada “Eats- West” en la que se ubican “The Harmony of the Spheres”, “Chekov and Zulu” y “The Courter”. De esta manera, el  libro se compone por dos secciones confrontadas, y una tercera que traza un puente entre las dos anteriores.

 

(5). Claudia Strauss y Naomi Quinn acerca del significado cultural dicen: “...the typical (frequently recurring and widely shared aspects of the) interpretations of some time of object or even evoked in people as a result of their similar life experiences […] To call it a cultural meaning is to imply that a different interpretation would be evoked in people with different characteristic life experiences.” (Strauss y Quinn, 1997: 6) 

 

 

 

Bibliografía

 

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