Ironía y parodia en “La
pesquisa” de Paul Groussac
Cristina
Guiñazú
Lehman College, CUNY
Desde el origen del género, el relato policial rinde homenaje a una
metodología cognoscitiva que, basándose en procedimientos lógicos,
celebra la certeza de sus resultados. El conocimiento conclusivo de la
identidad del criminal, de los motivos del crimen y de sus
procedimientos
deriva de las observaciones meticulosas y de la aplicación de un
análisis cuyo rigor anula cualquier otra posibilidad de solución. El
investigador, héroe de la narración, reúne pistas en apariencia
casuales y luego de ordenarlas según una relación de causa a efecto
detalla magistralmente los procedimientos del crimen sorprendiendo a
sus oyentes y lectores. La solución del enigma restablece el equilibrio
social alterado por el crimen de comienzos del relato y satisface la
curiosidad del lector que, admirado, concede la superioridad del héroe.
En el transcurso de la lectura, el lector participa en la elucidación del enigma elaborando hipótesis que, por lo general, resultan equivocadas. A pesar de la rara coincidencia entre los juicios del lector y los del investigador --de otra manera, la sorpresa del final se perdería-- ambos siguen procedimientos similares en la búsqueda de la solución. La lectura de relatos policiales pone en práctica una hermenéutica lúdica en que compiten las lecturas del héroe narrador y del lector.(1) Se trata de un juego de inteligencia cuya resolución depende de una elaboración intelectual basada en una metodología crítica.(2) Este proceso narrativo inaugurado por Edgar Allan Poe y cultivado durante el siglo XIX por Emile Gaboriau, Conan Doyle y Wilkie Collins, precursores del género, se afirma en los principios del positivismo. La investigación pone en práctica la observación minuciosa de los indicios disponibles y concluye indefectiblemente en declaraciones que, aunque variadas afirman la fe en el progreso científico. Los célebres protagonistas, Dupin, Lecoq, Holmes y Cuff siguen esas pautas, dejan de lado las posibles pistas falsas y cerebralmente prueban la identidad del criminal.
Hacia fines del siglo XIX, el género tuvo buena acogida en la región ríoplatense donde fue iniciado por Raúl Waleis (seudónimo de Luis V. Varela) y practicado más tarde por Paul Groussac y Eduardo Holmberg . Desde ámbitos diferentes, los tres autores están involucrados en el esfuerzo modernizador de Argentina. Holmberg, médico y naturalista y Varela, abogado y jurisconsulto realizaron investigaciones en sus respectivas áreas de estudio antes de incursionar en la literatura. Fieles a las ideas de su tiempo, confían en los aportes de la ciencia y formulan planteos conducentes a una visión progresista del país. Las novelas seriadas, La huella del crimen y Clemencia de Waleis, publicadas en 1877 y las nouvelles « La bolsa de huesos » y « La casa endiablada » de Holmberg, publicadas en1896, resuelven sus incógnitas policiales enfatizando su fe en la razón y en los avances de la ciencia.
Paul Groussac, como los
anteriormente nombrados debe ser considerado por su trayectoria pública
– escritor, inspector nacional de educación, director de la Biblioteca
Nacional-- como una figura destacada del panorama cultural de la época.(3). Pero su concepción sobre la situación del
ambiente cultural argentino y las necesidades que genera difiere de la
de sus colegas ya que expresa una ideología muy personal, no exenta de
ambigüedades.
Su relato, «La pesquisa», publicado en 1887, a una distancia casi equidistante de los libros de Waleis y Holmberg, sorprende puesto que en fecha temprana ironiza y parodia las normas del género.(4) Hay que recordar que las características del policial no han sido aún formalmente sistematizadas ; habrá que esperar para ello hasta bien entrado el siglo XX para hallar publicaciones dedicadas a hacerlo. S.S. Van Dine será uno de los autores que se ocupan de la tarea y establece las « Twenty rules for writing detective stories » en 1928 en The American Magazine. Sin embargo, no sería especular demasiado pensar que Groussac, francés de origen, conociera a Poe por las traducciones de Baudelaire y a los folletines de Gaboriau por la prensa francesa. Además, en Buenos Aires también circulan otras versiones : « …Olivera fue quien descubrió y puso de moda entre nosotros a Poe, cuyo relato « Berenice » tradujo y publicó en abril de 1879 en el folletín del diario La Nación, como primicia de una asidua labor de acercamiento que en 1884 lo llevaría a completar la traducción directa del inglés de trece (número seguramente no casual) cuentos representativos de Poe, entre ellos los tres que fundamentan su reputación como creador, o por lo menos genuino precursor, del género detectivesco : ‘Los crímenes de la calle Morgue’, ‘El misterio de Marie Roget’ y ‘La carta robada’ ». (Lafforgue y Rivera 117-118) Sea como fuera, tanto el género como su lector estaban ya bien establecidos y Groussac demuestra en su relato que se ha percatado agudamente de sus normas
Introduce en « La pesquisa » una perspectiva que, aunque ambigua, desmonta los elementos constituvos del género para dar una visión novedosa de ellos. La trama combina todos los elementos necesarios al relato de enigma tradicional: el asesinato, la víctima, el policía, el motivo del crimen, la investigación y la solución final se combinan según los modelos arquetípicos. Pero a diferencia de los modelos, ofrece numerosas pautas tendientes a establecer una distancia irónico-crítica en relación con ellos. Lo que más llama la atención son las que llamaríamos « fallas » en el relato y que permiten una reinterpretación del crimen, diferente de la solución formulada por el investigador.
Es
necesario aquí recordar brevemente la trama de « La
pesquisa ». Elena, joven huérfana, vive con su madre adoptiva en
una casa aislada de Recoleta, suburbio de Buenos Aires. Una noche,
luego de un intento de robo, la madre es asesinada y, en la misma casa,
la policía encuentra también el cadáver del presunto asesino. Elena,
que se halla en su cuarto mientras ocurre el suceso, cuenta los escasos
datos que conoce. Nota además, la falta de una joya de su madre, un
medallón en forma de candado. Durante la investigación se encuentra el
testamento de la asesinada por el que lega la joya a su hija: «Y
recomiendo a mi amada Elena que no se separe nunca del medallón en
forma de candado de oro que llevo al cuello : allí está mi
verdadera fortuna, si ella la sabe encontrar.» (31) El caso queda sin
solución hasta que el comisario encargado de investigarlo lee en un
periódico una nota que ofrece dinero por el candado de oro. La pista lo
conduce a Elena que, al ser confrontada, relata lo sucedido:
mientras ella estaba en su cuarto con Cipriano Vera, su
novio, ocurrieron el robo y el asesinato de su madre y fue su novio
quien en un acto justiciero mató al asesino. Cipriano escapó llevando
inadvertidamente la joya consigo. Herido, ingresó a un hospital
donde pasó una temporada alejado de la ciudad. Decide regresar porque
al igual que el comisario, ha leído el aviso del periódico. Elena dice
haber ocultado lo
ocurrido para proteger la reputación de ambos. El
relato queda interrumpido dejando por sentado que no hay
otra versión
que recuerda los crímenes ocurridos en 188… La reconstrucción retrospectiva de los hechos por quien tuviera un conocimiento
de primera mano, le confiere una posición privilegiada y le otorga supuestamente una credibilidad indisputable. Sin embargo,
la función narrativa autodiegética le impone la necesidad de distanciarse del personaje que años atrás, viviera los sucesos.
El yo narrativo encubre así dos funciones : la del excomisario narrador y la del comisario, héroe del relato. Ese distanciamiento,
junto al deseo de presentarse según el convencializado heroísmo del investigador, lo convierten en un narrador poco fidedigno
desvirtuando su testimonio.
Por otra parte, existe en el relato un segundo narrador, extradiegético, que introduce el relato y explica las circunstancias de la narración, enmarcándola según el modelo clásico del Decameron. El excomisario forma parte de un grupo de pasajeros cuyas historias sirven de entretención en medio de una travesía. La situación de ocio pone de manifiesto que la tarea del excomisario consiste en crear un relato de recreo según los recuerdos que tiene de un caso criminal real:«….después de la comida y, si la tarde era bella, de cuatro vueltas dadas sobre cubierta de popa a proa, deteniéndonos a ratos para encender un cigarro a la mecha del palo mayor…. solíamos sentarnos …. para escuchar cuentos e historias más o menos auténticas »(25) El narrador extradiegético anuncia igualmente que el excomisario quiere probar con su relato una tesis personal, puesta en duda durante una discusión entre los oyentes: «…en la mayor parte de las pesquisas judiciales la casualidad es la que pone en la pista… ». El anuncio implica la necesidad de ilustrar una idea, adjudicándole al relato una segunda intención, de carácter didáctico. Por último, incluye una advertencia sobre la actitud del excomisario : « demostraba afición a sentar paradojas en equilibrio inestable, como pirámides sobre la punta… »(25).
Esta puesta en escena presagia el carácter irreverente del relato y demarca el horizonte de expectativas para el lector. La « mise en abîme » y las prevenciones señaladas por el narrador extradiegético influyen en el lector sembrando en él una desconfianza previa sobre lo que va a leer. El enmarque contraría desde el comienzo las situaciones narrativas de los modelos policiales ya que, en aquellos, no hay cabida a cuestionamientos sobre su veracidad. A propósito de esto, recordemos la función de Watson, testigo fidedigno de los casos que narra como prueba fehaciente de las facultades extraordinarias de Holmes. En la introducción a « La pesquisa » es sobre todo el aviso sobre la propensión del comisario a elaborar « paradojas en equilibrio inestable, como pirámides sobre la punta, » el que resulta incongruente en un género que tiende precisamente al rigor matemático y que, llega a veces a adoptar una organización geométrica. (Todorov 11)
El
cierre del marco narrativo a finales del relato insiste en
la intención paródica. Hay que recordar el
episodio: cuando el excomisario está por terminar su narración, el
comandante
En "La pesquisa", el juego paródico resemantiza la función del narrador cuyo propósito de entretener y educar queda invalidado y se torna una burla de sí mismo. El prestigio de los narradores fundacionales del género se apoyaba en el serio rigor de su pensamiento y de su expresión. El recurso del narrador extradiegético le permite a Groussac establecer un distanciamiento crítico que incluye una interpretación divergente de las reconocidas en el género.
Las
perspectivas diferentes de los narradores mencionados distingue dos
niveles de discurso y dos niveles de recepción : el de los oyentes
del relato y el de los lectores del cuento. Asimismo hay que notar que
si la falta de un cierre definitivo es irrelevante para los oyentes
dormidos, no lo es para los lectores del cuento quienes desean ver al
final el restablecimiento del orden alterado por el crimen. Para ellos,
la falta de un juicio conclusivo solicita su participación en el
desarrollo del relato. Tal participación, normática casi en el juego
competitivo entre narrador y lector, facilita el cuestionamiento del
proceder del comisario y la postulación de hipótesis que difieren de
las suyas.(5)
Linda
Hutcheon observa en la parodia una relectura revisionista del discurso
parodiado, es decir, que diálogo y distanciamiento coexisten en el
texto nuevo favoreciendo la formulación de una crítica del anterior. El
texto de Groussac es el primer cuento policial hispanoamericano que
incorpora lecturas diversas inaugurando el tono paródico que será más
adelante, en la literatura policial del siglo XX, un recurso
utilizado con frecuencia. El uso
de la parodia en « La pesquisa » está intensificado por la
utilización máxima de la superposición de varias modalidades de
recepción dentro del texto. Aparte de las anteriormente mencionadas se
debe incluir la del propio Groussac que, aunque no forma parte integral
del
texto, lo altera al
cambiar el título en la segunda edición. El título inicial, « El candado de
oro » (1884) enfatizaba el valor del tesoro, la finalidad de la
pesquisa en tanto emblema del conocimiento buscado; la joya, una vez
abierta, revela la clave para la resolución del enigma. Allí se lee
E.L.E.N.A. siglas que corresponden a la fórmula que abre la caja
fuerte. Pero si el candado le ofrece a Elena el
modo de acceder al dinero legado por su madre, no le da al comisario la
solución del enigma mayor, la identidad de los asesinos. El título
elegido para la edición de 1887, « La pesquisa », enfatiza el
proceso investigativo, anterior a la resolución del enigma. El cambio
sugiere una nueva perspectiva, resultado de una relectura y de una
reinterpretación
del texto por parte del autor, cambio con el que pretende influir al
lector, privilegiando el
desarrollo del relato por sobre el desenlace. Todorov
afirma en su análisis
del relato de enigma que su estructura está constituida por dos
historias: la del crimen, muchas veces anterior al comienzo del relato
y, la
de la pesquisa, destinada a detallar el proceso investigativo.(11)
Groussac, al cambiar el título podría ser
considerado un precursor de Todorov con quien
coincide al darle
preeminencia a la segunda historia que explica la existencia del texto
mismo. (12) El cambio de título desplazaría el interés del lector de
la conclusión del enigma, hacia la historia de la
narración invitando
una lectura de los juegos y procedimientos puestos en práctica durante
la
pesquisa.
Borges ha destacado la importancia del detective en la solución del enigma propuesto por el crimen: «…el hecho de un misterio descubierto por obra de la inteligencia, por una operación intelectual. Este hecho está ejecutado por un hombre muy inteligente que se llama Dupin, que se llamará después Sherlock Holmes, que se llamará más tarde el padre Brown, que tendrá otros nombres, otros nombres famosos sin duda. » (193) La permanencia de las caractísticas del detective, cualquiera sea su nombre, es rasgo esencial del relato policial de enigma; por eso resulta de gran interés que La pesquisa” no rinda el homenaje esperado a sus poderes investigativos; por el contrario, formula una propuesta inédita sobre la metodología apropiada para resolver el crimen. Esta concepción ideológica sirve de apoyo teórico al relato y le permite subvertir la función del detective. Se ha dicho anteriormente que este género expresa confianza en el éxito de la búsqueda y en el triunfo de la verdad. Indicios, pruebas, signos y testimonios forman parte de un saber fragmentario que descodificado y reorganizado por el investigador conduce a un saber totalizante : la identidad del criminal, y a sus derivados, el motivo y el modo del crimen. En "The Murders of the Rue Morgue", Poe se basa en la tradición literaria del flâneur para otorgar a Dupin dones de observación e interpretación con los que sistemáticamente soluciona el desorden de las situaciones criminales para sintetizarlas luego en explicaciones coherentes. Sin embargo, al final del relato de Groussac, el triunfo del conocimiento es puesto en duda; son numerosos y divergentes los puntos de vista que entran en juego. El comisario, en consecuencia, no sólo no es premiado por sus dones de razonador sino que hasta podríamos afirmar su fracaso. Ese fracaso, como veremos, ocurre en dos niveles : en la pesquisa del caso y en el relato del mismo.
El
excomisario narrador explica su metodología investigativa de esta
manera: « …. en la mayor parte de las pesquisas judiciales la
casualidad es la que pone en la pista, basta un buen olfato para
seguirla hasta dar con la presa. » (25) El comentario que otorga
relevancia a un factor imprevisto y accidental-- decisivo para el éxito
de la empresa--contraría de manera obvia los postulados anteriormente
mencionados. Por otra parte, el reconocimiento
El relato de Groussac insiste aún más en señalar sus diferencias. De este modo se expresa el comisario:
Yo creo firmemente que hay en nuestro ser mental una especie de segundo yo instintivo y vergonzante, que habitualmente cede el lugar al primero –al yo inteligente y responsable que procede por lógica y razón demostrativa--. Pero en ciertos instantes, raros en nosotros, gente vulgar, y frecuentes para el hombre de genio, el antiguo instinto desheredado, esa como conscientia spuria, que diría Shopenhauer, se lanza a la cabeza del batallón de las facultades y manda imperiosamente la maniobra. (36) (8)
Desafía claramente el planteo del relato
policial tradicional cuya metodología « procede por lógica y razón
demostrativa » para dar resultados infalibles y desmitifica la
superioridad del investigador en tanto ser "inteligente y responsable".
Afirma que mientras
en el hombre de genio domina un instinto superior, en el hombre vulgar,
predomina la razón metódica. La adjetivación polariza aún más los
términos, --« vergonzante » y « exhibicionista »--y
señala la falta de criterio del público deslumbrado por la
superficialidad del «yo inteligente» de los grandes detectives e
ignorante de las fuerzas instintivas que generan procesos mentales de
envergadura .
El
excomisario se autodefine como ser « vulgar » en un gesto de
seudomodestia que disimula su papel de narrador poco confiable. Más
adelante, en efecto, en dos momentos claves del relato al exponer su
método de trabajo se autorrepresenta con fuerzas que escapan a la
lógica. Uno de esos episodios ocurre después de la lectura del aviso
publicado por Elena en el diario, dice entonces tener « la vaga
intuición de estar en la pista de una solución extraordinaria ;»
(32) un poco más adelante, agrega : « Repito que no hubiera
podido analizar el móvil exacto de mi cambio de resolución; pero
instintivamente iba a casa de Elena, persuadido, convencido de que allí
se iba a decidir la cuestión aquella misma noche. » (36) El
comisario hace ahora suyas una intuición y un instinto privilegiados,
las mismas cualidades que había adjudicado al hombre de genio.
Las
complejidades de carácter del personaje le conceden ambigüedad a sus
supuestos poderes infalibles. Recordemos sumariamente los datos que
aporta él mismo sobre la situación de Elena: tiene una relación amorosa
clandestina, demuestra interés por la fortuna de la madrastra, lleva
una vida claustral que le resulta molesta y su cariño por la señora por
momentos parece dudoso. Los datos llevan a sospechar un crimen
doméstico. Pero, en la conclusión del relato, el comisario acepta la
explicación de esta heredera que debiera ser considerada como
extremadamente poco confiable: « Escuché con emoción profunda el
relato de Elena. No podía ya dudar de la verdad : su explicación
era limpia como sus lágrimas, convincente y clara como la luz del
sol. » (41) Ante tales admisiones, no puede adjudicarse la
solución del enigma al comportamiento del comisario ya que después de
llevar a cabo la pesquisa, se somete crédulamente a las razones de
quien debería ser uno de los principales sospechosos. Llama la
atención, sobre todo cuando ha sido probado anteriormente que Elena es
capaz de mentir cuando le conviene. A comienzos de la investigación,
oculta la relación que la une a Cipriano Vera y su presencia en el
momento de los asesinatos. Es el excomisario mismo quien implanta dudas
sobre los sucesos : « Con todo, debo decir que uno o dos
puntos oscuros no dejaron de despertar en mí una vaga desconfianza,
teniendo alerta mi instinto olfateador de sabueso policial. Pero
aquello fue muy pasajero, y luego todas mis sospechas se desvanecieron
–o adormecieron. »
(28) En la misma ocasión, el comisario
se deja influir por el aspecto físico de Elena: «
La explicación me pareció satisfactoria. Por otra parte, quién podía
abrigar sospecha y pensar un instante en establecer correlación alguna
entre el abominable crimen y esta fresca muchacha que sollozaba al
recordar a su madre adoptiva, revelaba todos los detalles de su pasado
y desarrollaba ante nosotros con imperturbable tranquilidad la trama
gris de su monótona existencia?» (30-31) El « instinto
olfateador » queda reducido en admiración de la « fresca
muchacha » y el comisario en un procedimiento puramente subjetivo
cree lo que escucha. La seudociencia fisiognómica
--implantada en la literatura policial de la época-- que busca una correspondencia entre los signos exteriores y
el carácter
y comportamiento humanos, conduce aquí,
si
no a una interpretación
totalmente
equivocada, al menos a una resolución incompleta
del enigma.
La inoperancia de su comportamiento
es notable ya
que
Elena y su novio, a quien ella encubre --es el justiciero del asesino
de su madre-- eluden todo castigo. El relato no brinda datos sobre
Cipriano, nombrado apenas por Elena. Sin embargo, el hecho de que la
relación amorosa sea cuidadosamente ocultada a
la madre de Elena hace sospechar al menos de alguna contravención al reglamento familiar. Que el comisario no se ocupe de
investigar las declaraciones de la joven anula la autoridad legal que
representa y el acto criminal --aunque fuese justiciero-- queda impune.
Estas fallas del texto se convierten en pautas para
el lector que puede elaborar diferentes versiones sobre el crimen. De
tal modo, la lectura sospechosa a la que incita la literatura policial
conduce a fijar la atención sobre el texto mismo que se supone
engañoso, sembrado de pistas falsas que desvían la atención de los
culpables del crimen.(Duflos, 124-125) Los conflictos que puede
detectar el lector no resultan visibles para el comisario que en el
nivel homodiegético despliega una ideología acorde al desarrollo de la
historia. Pero la divergencia de puntos de vista entre el comisario, el
lector y el narrador extradiegético asigna a « La pesquisa »
un fuerte tono de ambigüedad que mitiga la tesis que el comisario
quiere ilustrar.
Habría
que añadir que en contraposición a este texto, la impunidad no tiene
lugar en los textos de Waleis y de Holmberg en los que se manifiesta
confianza en las instituciones legales del estado. (Ponce 24-25) Si
bien en « La pesquisa » no existen pruebas ciertas de la
participación de Elena en los asesinatos, está claramente indicado su
papel de encubridora. Josefina Ludmer ha señalado que los delitos
femeninos en la literatura logran escapar a la justicia estatal :
« Las que matan en los cuentos actúan ‘signos femeninos’ (los de
la histeria : pasión doméstica y simulación) y a la vez les
aplican una torsión, porque se valen de los ‘signos femeninos’ de la
justicia, como el de ‘mujer honesta’, para burlarla y para postularse
como agentes de una justicia que está más allá del estado, y que por
eso las condensa a todas. » (372) La juventud y la belleza de
Elena junto a su situación de huérfana le permiten apoderarse de tales
« signos», necesarios para expresar la idea de inocencia. La
correlación entre belleza y bondad –encantadora, interesante, fresca,
joven, huérfana son algunos de los epítetos empleados--establecida
prejuiciosamente por el comisario favorece el triunfo de Elena por
sobre la conscientia spuria del comisario. De
igual manera, el aspecto del asesino muerto lo condena, antes de
cualquier investigación, se trata de un "hombre mal trazado—de la
sumaria resultó italiano". El universo imaginario construido por
el excomisario está plagado de signos estereotipados que unívocos para
él se vuelven incitadores de dudas y sospechas para el lector. Resalta
aún
más
elocuentemente el misterioso silencio sobre el
asesino del
"italiano".
Las
múltiples modos de lectura y de recepción del relato que aparecen en el
texto insisten en el procedimiento doble de diálogo y distanciamiento
referido por Hutcheon. En función de él se efectúa la reflexión sobre
el género policial y sobre el relato propio. Podríamos incluso ver en
él a un precursor de Borges y de Bioy Casares quienes bajo el seudónimo
de Bustos Domecq publicaron en 1942, la serie paródica mejor conocida
del género, Seis problemas para don Isidro Parodi.
Como es sabido, el nacimiento y desarrollo de la literatura de carácter policial están íntimamente relacionados con el crecimiento de la ciudad moderna. Se trata de un género eminentemente urbano, en que los espacios públicos son escenarios de encuentros violentos entre individuos movidos siempre por alguna pasión egotista. Aún cuando en « La pesquisa » las descripciones espaciales son limitadas y la narración se concentra en un enigma de « ambiente cerrado », la ciudad aparece como trasfondo de los desplazamientos del comisario; la escenografía, conocida para los lectores, relaciona trama y espacio. La época del relato corresponde aproximadamente al período de la intendencia de Torcuato de Alvear quien a partir de 1880 emprendió obras de embellecimiento en la ciudad de Buenos Aires.(9) La Recoleta, barrio que aún no había sido conquistado por la burguesía, como lo será ya para fines de siglo vive un período de transición. Allí permanecen todavía rasgos orilleros debido a la cercanía de mataderos y corrales. La zona, dividida en quintas servía para que « vagos y maleantes se reunieran con el fin de concertar alguna fechoría a realizarse en lugar más o menos cercano, descontando la impunidad merced a los recursos para esconderse y escapar, que ofrecían la oscuridad del barrio, los huecos, túneles y zanjones existentes.» (Barriada) En el relato se mencionan también la plaza Lorea y la calle Larga, única avenida que llevaba directamente desde el centro hasta la Recoleta. La distancia a recorrer desde la plaza, parada de los « coches » hasta la casa de Elena, marca la separación entre el centro de la ciudad, núcleo de la civilización y de sus instituciones -- la Central de Policía, entre ellas-- y el suburbio. El traslado del comisario del centro al suburbio podría leerse como un intento por parte del estado organizado de ejercer una influencia ordenadora sobre un espacio aún dominado por la "barbarie". Los límites entre los ambientes y las clases sociales diferentes, en esa época de transición, se vuelven tan dudosos como el éxito del comisario.
La modernización de fin de siglo y la apertura a los aportes culturales, fomentados por la Generación del 80 y por la ensayística de Groussac, prometían la construcción de un país pujante y sobre todo, de una ciudad capital modelo. Sin embargo, el pensamiento de Groussac debe ser matizado. En sus ensayos lamenta la falta de una metodología informada y de producciones literarias y filosóficas a la par de las europeas, de las francesas, sobre todo.(10) Pero expresa paralelamente desconfianza ante la imitación de los europeos. Tanto José Mármol como Rubén Darío son acusados del mismo defecto de obediencia ciega al modelo.(11) Su intelecto, elitista como pocos, imagina una aristocracia del pensamiento capaz de guiar los destinos de la nación pero se trata más de un ideal que de un plan concreto.
La visión que surge de « La pesquisa » pone aún más en relieve las ambigüedades de sus ideas. Sale a relucir allí su vacilación ante el impacto de la ola inmigratoria que en la época comenzaba a transformar la ciudad con el arribo de miles de extranjeros. Los personajes del relato componen una galería ejemplificadora de los recién llegados: la víctima, viuda de un español; el primer asesino, italiano; la empleada doméstica, vasca; el ayudante del comisario, belga; Elena de « aspecto extranjero». El único que respondería quizás al tipo local sería Cipriano, el segundo asesino. La tipificación de cada personaje esterotipa su papel y muestra la estratificación social que le asigna un sitio y una labor precisas. Sin embargo, la interacción, inevitable, entre los representanes de las diversas nacionalidades provoca una relación difícil en que el robo, el crimen y la sospecha prevalecen. Frente a la tensión social creada por el choque entre idiomas y costumbres diversas, el comisario fracasa porque no consigue interpretarlos. La lectura única que pretende imponer no logra dar cabida a la diversidad que lo rodea. Podríamos incluso especular sobre el futuro de la nación, puesto en duda en este panorama caótico. Si la imagen del romance familiar puede ser leída como metáfora fundacional de la nación, la relación romántica entre Elena y Cipriano, basada en el crimen y su encubrimiento no promete un porvenir ilustre.
La prevención del narrador que inicia el relato cobra ahora todo su sentido: el « comisario …. demostraba extraordinaria afición a sentar paradojas en equilibrio inestable, como pirámides sobre la punta…. » « La pesquisa » da un giro innovador al género policial, pone en duda sus fundamentos y la pirámide, representación simbólica del progreso hacia el conocimiento trascendental queda invertida, sacudidos sus principios estructurales y teóricos. A comienzos de este ensayo se había indicado la confianza de los textos policiales en el progreso social basado en la ciencia. En ese nivel, « La pesquisa » no sigue el patrón designado y postula sus dudas respecto de la fe científica del positivismo. Esta noción puede ser adjudicada directamente al autor que la ha corroborado en su obra ensayística. Allí desaprueba la adaptación del cientificismo a la moda a áreas de estudio que no corresponden a las ciencias: « En este sentido, se ocupaba de señalar que el término ‘ciencia’, cuyo uso correcto hallaba vinculado a la posibilidad de establecer leyes universales, no debía aplicarse a las disciplinas sociales, de conclusiones más ligadas al terreno de la conjetura… » (Bruno 36).
Lo dicho hasta ahora a lo largo de este trabajo demuestra hasta qué punto el uso de la parodia por Groussac amplía las posibilidades del género a diferentes niveles de lectura. Los comentarios irónicos sobre los procedimientos investigativos sirven como punto de partida para desmontar todo un sistema de pensamiento que abarca el comentario literario y el comentario social. En cada una de esas áreas se lleva a cabo un reto a las ideas de la época abriendo una discusión que en el texto no encuentra solución. Resta al lector continuar la pesquisa investignado las pistas nuevas que encuentra en cada lectura.
Notas
(1). Tomo la expresión hermenéutica lúdica de Colas
Duflo quien califica así la interacción entre narrador y lector. Afirma
que se impone así una manera de lectura específica. « On vise bien
sûr à nous faire comprendre que le roman policier est un jeu, ce qui
signifie qu’on tient à nous prescrire un mode particulier de lecture,
una façon différente de faire vivre le texte. « (117)
(2). Gilles Deleuze ha establecido una relación entre este
juego de la novela policial y la búsqueda de la verdad en
filosofía : « Dans l’ancienne conception du roman policier,
on nous montrait un détective de génie, consacrant toute sa puissance
psychologique à la recherche et à la découverte de la vérité. La vérité
était conçue d’une manière toute philosophique, c’est-à-dire comme le
produit de l’effort et des opérations de l’esprit. Voilà que l’enquête
policière prenait son modèle sur la recherche philosophique, et
inversement donnait à celle-ci un objet insolite, le crime à
élucider. » Citado por Pierre Sauvanet, 40.
(3). Entre sus escritos hay que notar estudios sobre
historia argentina, ensayos de crítica literaria, libros de viajes y
textos de ficción. Además, siendo director de la Biblioteca Nacional,
publica las revistas La Biblioteca y Anales
de la Biblioteca.
(4). Groussac lo publica anónimamente por primera vez, en 1884 con el título “El candado de oro”. El nuevo título “La pesquisa” figura en la publicación de 1887 en La biblioteca. La edición consultada para este trabajo es la que se incluye en la antología, Cuentos policiales argentinos de Jorge Laffogue.
(5). Una de las
reglas estipuladas por Van Dine establece lo siguiente:“ The truth of
the problem must at all times be apparent — provided the reader is
shrewd enough to see it. By this I mean that if the reader, after
learning the explanation for the crime, should reread the book, he
would see that the solution had, in a sense, been staring him in the
face-that all the clues really pointed to the culprit — and that, if he
had been as clever as the detective, he could have solved the mystery
himself without going on to the final chapter. That the clever reader
does often thus solve the problem goes without saying.”
(6).
La quinta norma de Van Dine dice : « The culprit must be
determined by logical deductions — not by accident or coincidence or
unmotivated confession. To solve a criminal problem in this latter
fashion is like sending the reader on a deliberate wild-goose chase,
and then telling him, after he has failed, that you had the object of
his search up your sleeve all the time. Such an author is no better
than a practical joker”.
(7). Así, por
ejemplo, en La casa endiablada de Holmberg, le dice el
oficial al
comisario : « Usted me ha dicho, en más de una ocasión, que
un buen pesquisante debe fundar sus averiguaciones no sólo en hechos,
sino en simples conjeturas, hasta presentimientos. » (339)
(8). La referencia a Schopenhauer proviene de su texto “El
egoísmo”: ¿Tiene su origen la conciencia en la Naturaleza? Puede
dudarse de ello. A lo menos, hay también una conciencia bastarda, conscientia spuria, que a menudo se confunde con la
verdadera.”(152).Schopenhauer, sin embargo, no utiliza
la palabra conscientia como sinónimo de inteligencia
sino como principio de moral.
(9). Entonces «se fundan entonces la Facultad de Filosofía y Letras y el Museo de Bellas Artes ; se levantan el Teatro Colón y el Plaza Hotel ; se realizan las reuniones del Ateneo y la Syringa ; se multiplican las publicaciones periódicas ; se dan los primeros pasos del teatro rioplatense, vía gauchescos y saineteros ; se instaura el modernismo con dos libros capitales : Prosas profanas y Los raros, que Rubén Darío publica en 1896 ». (Lafforgue, 12)
(10). Ver por ejemplo los ensayos “Democracias
americanas” y “El gaucho” en Travesías intelectuales de
Paul Groussac.
(11). Ver “Boletín bibliográfico:los raros,
por Rubén Darío, Ibid.,241-246. La referencia a José
Mármol se halla en « La biblioteca de Buenos Aires », Ibid, 221-223
Bibliografía
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