Ficciones sexuales latinoamericanas y la constitución del sujeto masculino

 

 

Alfredo Villanueva Collado

The City university of New York

 

 

En un estudio sobre la auto-representación en la literatura homosexual norteamericana, David Bergman ha propuesto una nueva categoría de homosexualidad, que ha llamado "Euroamericana" (39) para distinguirla del "sexo intramasculino" que, según él, ocurre en otras culturas. Esta "sexualidad Euroamericana" tiene cuatro características: otredad, autenticidad, permanencia e igualdad, que juntas constituyen el "discurso homosexual" (31-32). Kaja Silverman, escribiendo sobre "la subjetividad masculina en los márgenes" propone la sorprendente teoría de que los varones (y por ende todos los seres humanos) no tienen una identidad esencial; que "nuestros deseos y nuestra identidad nos vienen de afuera, y se fundan sobre un vacío" (50). Para Bergman, los homosexuales funcionan como "sirvientes de la muerte" en sus respectivas culturas y lo que deben hacer es "ayudar a los vivos en el proceso de la muerte (208), roles que en mi cultura-- o lo que queda de ella--siempre se habían asignado a los militares o los sacerdotes.

Las citas de Bergman y de Silverman muestran el derrotero que ha tomado el concepto de la homosexualidad desde que, a finales del siglo XIX fuera denominada "el amor que no osa mencionar su nombre."  Por un lado, se trata ya menos de una tendencia de la psique o un conjunto de prácticas sexuales específicas que de una modalidad de identidad esencial humana con profundas connotaciones políticas-- en el caso de Bergman, liberales o libertarias. Por otro lado, tal identidad homosexual cae bajo ataque por aquellos críticos postmodernistas que cuestionan la noción misma de identidad innata o "natural" (lo que llamaríamos esencialismo), alegando que no es algo inmutable o prefijado—como alegan la mayoría de las religiones organizadas-- sino una construcción cultural que (co)responde a la infraestructura ideológica imperante.

En cuanto a la cultura latinoamericana se refiere, es sólo recientemente, y debido a los estudios e investigaciones de profesionales residentes en Europa y los Estados Unidos que el tema de la sexualidad ha venido a estudiarse. Mis propios estudios me han llevado al estudio sistemático de la constitución del sujeto masculino. Digo "sujeto masculino" y no "sujeto homosexual" porque encuentro esencial definir el primero para entonces poder definir el segundo. Existen tópicos que los críticos literarios heterosexuales, de ambos sexos, no van a cubrir por causa de tabúes culturales muy arraigados, aparte de toda la teoría o parámetros ideológicos: entre ellos, la posibilidad de que exista una versión masculina de "jouissance" precisamente a través de actos sexuales "políticamente incorrectos" tales como el voyeurismo, el sexo anal y el sexo en grupo. También puede ser posible que, a través de estos actos, el varón, no sólo NO pierda su masculinidad sino que de alguna forma la reafirme y fortalezca precisamente porque permiten la expresión de los contenidos "pasivos" o "femeninos" de la psique masculina, y de la necesidad de fluir y exceder que la caracteriza. 

Esto no quiere decir los que los homosexuales tengan "egos débiles" como sugiere Bergman acerca de Walt Whitman y John Ashbury, sino que han adquirido la capacidad de crear identidades inclusivas, que ya no operan desde las ataduras del binomio masculino/femenino. Un hombre que pueda ser "activo" y "pasivo" física y psicológicamente sin tener que cambiar géneros constituirá una verdadera amenaza a la cultura basada en el Falo como agente exclusivamente masculino, ya que tal individuo ejemplificará una nueva noción de masculinidad que incluye su propio componente femenino sin proyectarlo negativamente hacia la criatura llamada "mujer".

Quisiera ahora resumir algunas de mis observaciones sobre la constitución del sujeto masculino en la narrativa latinoamericana, pero antes deseo examinar algunos de los problemas que he encontrado intentado desarrollar tal investigación. Bergman señala que "la ficción no es simplemente reportaje. No importa cuán realista pretenda ser un texto ficcional, está fundamentalmente relacionado a un mito, y provoca a que sus lectores imiten las acciones del protagonista, eviten sus errores y acepten su suerte predestinada" (208). En otras palabras, funciona como un artefacto de instrucción y socialización. Pero, y a veces sin proponérselo, al exponer los parámetros normativos de una cultura, el texto se transforma en una "critique" contradiscursiva. He intentado examinar los textos bajo estudio desde ambos ángulos, siempre tomando en cuenta si lo que he encontrado en mis lecturas corresponde a mi propia experiencia como participante en la cultura que examino y analizo. Es de suma importancia tomar la  autodefinición de un autor en cuenta, cuando es necesario, junto a las circunstancias socio-históricas en el momento de la aparición del texto, en especial si se ha autoidentificado como homosexual, o si ha sido culturalmente percibido(a) o denominado(a) como tal, aún cuando no exista evidencia definitiva de su preferencia sexual.

El encontrar los textos pertenece a la fase primaria de la crítica literaria latinoamericana, lo que he llamado "arqueología literaria". Comparto la frustración de las críticas feministas que, necesitando establecer una tradición literaria independiente, encuentran coartados sus esfuerzos por (a) la desaparición de textos, referencias a los cuales se encuentran en crónicas y revistas epocales; (b) la escasez y pobres condiciones de las primeras y únicas ediciones, cuando se encuentran; (c) dada la expansión geográfica (no se trata aquí de literaturas nacionales), la pobre o inexistente circulación de los  textos.

En términos de estrategias textuales, he ya comentado sobre la naturaleza palimpséstica de los textos escritos por homosexuales. Por un lado, reflejan el deseo del autor de lograr un lugar en el canon, que es, por su propia naturaleza, un instrumento de socialización, normativo cultural-mente.  Por otro lado, puede que contengan un mensaje contradiscursivo que, para sobrevivir, tenga que expresarse en un lenguaje en clave-- y debo señalar que es mucho más fácil que una escritora heterosexual exponga las condiciones de desigualdad que afectan su condición de mujer y de artista que un(a) escritor(a) homosexual pueda hacerlo-- ya que, en su caso, su orientación sexual lo (la) coloca fuera de la estructura binaria hombre/mujer o lo (la) reasigna, arbitrariamente, a la categoría suplementaria. 

En otras palabras, si culturalmente no se percibe al homosexual como "masculino," habrá de percibírsele como "femenino," (y viceversa, en el caso del lesbianismo), lo que quizás explique el por qué el travestismo (y, hoy en día, el transexualismo) ocupa un lugar tan prominente en la novela latinoamericana, desde El lugar sin límites de José Donoso y El sexto, de José María Arguedas, a Rosa mística de Carlos Varo y Eva Luna de Isabel Allende, a la vez que ocupa el mismo lugar en la subcultura homosexual latinoamericana.

Examinar e interpretar novelas que reafirmen la Otredad del homosexual y su estatus marginal determinado culturalmente es menos subversivo que leer e interpretar novelas donde pueda que exista una tensión entre el contenido superficial y la infraestructura, tensión creada por la necesidad que experimenta el escritor homosexual de producir textos que "engañen" a los críticos (heterosexuales), funcionando como agentes de "pureza cultural", y que entren al canon llevando sus contenidos (heréticos, subversivos) contradiscursivos. La llamada "pureza cultural" es también una "pureza textual", y envuelve la fetichización de la masculinidad como "ethos" nacional. 

Un simposio sobre Martí y los Estados Unidos en el Centro de Estudios Graduados de la Universidad de la Ciudad de Nueva York fue groseramente interrumpido por exilados cubanos protestando la presencia de críticos de la Cuba de Castro, debido a una presentación que los irritó en particular. Era sobre Martí, García Lorca y Manuel Ramos Otero, escritor homosexual puertorriqueño. La protesta se centró en el hecho de que el nombre de Martí, de acuerdo a estos protestantes, no podía asociarse de ninguna forma con "maricones" como Ramos Otero y García Lorca. Este incidente no sólo revela la hipocresía fundamental que suscribe los valores de la identidad sexual masculina en Latinoamérica, sino cuán presente y actualmente operante es la identificación de “virilidad” e identidad nacional en la cultura latinoamericana.

El escritor homosexual latinoamericano crea un problema para sus críticos: culturalmente ocupa, en virtud de su masculinidad biológica, el lugar privilegiado que se le da a su sexo; por otro lado, en virtud de su homosexualidad, se supone que no tenga estatus o visibilidad en absoluto, extensión de la típica práctica latinoamericana de atribuir la presencia de la homosexualidad en territorios nacionales a influencias extranjeras y el negar su existencia, exacerbada por el culto castrense—probablemente derivado del ideal masculino propuesto por la Alemania fascista-- que en muchos países se ha tomado y ha sido aceptado como el modelo de la normatividad masculina (recuerdo la aseveración de un general haitiano: "Haití es el ejército y el ejército es Haití).

Todo lo cual conduce a otro obstáculo primario en la reevaluación de textos sobre/por homosexuales en Latinoamérica. Se encuentra muy poco trabajo crítico acerca de ellos, y cuando se le halla, refleja los prejuicios sexuales de los eruditos--basándose, una vez más, en su función, culturalmente impuesta, de agentes de pureza textual/cultural. La noción de pureza está inextricablemente ligada a la noción de identidad nacional.

Diversas estrategias se derivan de tal unión de conceptos. La primera y más obvia es la de ignorar el contenido contradiscursivo del texto y evaluarlo puramente por su contenido superficial. Una segunda consiste en aceptar tal contenido pero dejarlo a un lado, clasificándolo como periférico al "contenido real" (esto es, culturalmente correcto en cuanto a la (re)presentación de identidades sexuales). Añadamos la estrategia de obliterar cualquier información biográfica que pueda iluminar el sentido del texto, desasociándolo de su autor, algo como "presenta personajes/situaciones homosexuales pero no es maricón"--técnica utilizada, sin mucho éxito, por críticos examinando la obra de escritores desde Miguel Ángel y Shakespeare a Emily Dickinson y Whitman, entre otros.  Una variante consiste en "exponer" la presunta heterosexualidad del autor mientras se juzga su obra de acuerdo a la premisa, oculta pero significativa y críticamente relevante, de su desviación sexual, estrategia que he trazado en la recepción crítica a la obra de José Asunción Silva, el poeta colombiano.    

Una cuarta estrategia envuelve el cuestionar las categorías mismas (gracias al postmodernismo), con preguntas tales como: ¿quién puede definir qué es y qué no es un homosexual? o aseveraciones categóricas: "no hay tal cosa como una identidad homosexual." En casos extremos, se llega a desvalorizar tanto al autor como a su obra en cuanto al peligro que encierran para la cultura; el caso más obvio es el de Vargas Vila, que merece un estudio a fondo. Debo señalar que en otras literaturas esto no ocurre; a nadie se le ocurre echar a un lado a Wilde, Verlaine, Proust, Stephan George o Rimbaud como productores de "literatura inferior" o negarles estatus canónico. 

De hecho, el enfoque comparativo que hoy en día se le da a la crítica literaria ha obligado a una reevaluación de la literatura latinoamericana de acuerdo a parámetros que algunos de sus críticos preferirían pasar por alto por "irrelevantes." Aquellos críticos que utilizan estrategias de investigación derivadas de la sexocrítica y el feminismo están explorando nuevos territorios discursivos, lo que provoca una última línea de defensa por parte de los críticos desafectados: tales estudios son ajenos a la cultura latinoamericana, tienden a contaminarla con ideas "extranjerizantes" y,  por lo tanto, su aplicación constituye un acto de "agresión imperialista" si el crítico es extranjero, o una traición cultural si no lo es.

La primera tarea que me impuse fue el examinar los parámetros de la masculinidad normativa, y en particular la que se puede clasificar como la más virulenta de sus manifestaciones, el machismo.  También quise, siguiendo pautas iniciadas por Eve Sedgewick, investigar las configuraciones denominadas "homosociales," esto es, relaciones libidinales entre hombres mediadas a través de un cuerpo femenino o a través de las estructuras de grupos masculinos. Utilicé los instrumentos de trabajo provistos por la teoría psicoanalítica en el análisis que hace Freud de la segunda fase del complejo de Edipo, en la que el niño desea al padre y odia a la madre, y en su exploración, intrigante pero en último caso incompleta, del componente libidinal presente, como elemento cohesivo, en sociedades y grupos masculinos.

Al examinar los personajes en Jauría, de David Viñas, encontré lo que parece existir en el "hombre macho" un miedo obsesivo a todo lo clasificado como femenino, comenzando a nivel somático, es decir, lo femenino proyectado a zonas de sus propios cuerpos. En otras palabras, partes del cuerpo masculino no lo son tal; son femeninas y pueden "traicionar" al macho actuando de manera no masculina. Los orificios corporales todos caen bajo esta categoría. En términos de una topografía corporal, la parte frontal es masculina, particularmente el "frente/abajo;" la parte trasera es femenina. La penetración es masculina; ser penetrado, no importa el tipo de penetración, ocasiona una feminización del cuerpo masculino-- se trate de una violación o de una herida de cuchillo o bala. Por lo tanto, el matar--como forma de penetración-- conlleva una carga libidinal. Conquistar, ya sea a un enemigo, una mujer o una ciudad, quiere decir penetrar. 

El "pánico homosexual" no es otra cosa que el terror de lo femenino desplazado hacia el macho, ya como sujeto o como objeto; el terror de "la mujer que se lleva adentro," sea manifestada en el cuerpo mismo del macho o en el cuerpo de otro macho. Aún en relaciones heterosexuales existen partes del cuerpo masculino que una mujer no puede tocar, y que no pueden jugar parte alguna en la excitación sexual masculina. Por ejemplo, en Dar la cara, de Viñas, un personaje femenino intenta jugar con las tetillas de su novio durante el preludio al sexo; es rechazada violentamente, con la advertencia de que tal caricia es solo para "maricones."

Las configuraciones homosociales que Sedgewick ha encontrado en la novela inglesa se repiten, predeciblemente, en la novela latinoamericana. Para  citar sólo dos ejemplos, en Jauría, la relación entre el protagonista, Simón, y un personaje llamado "El general" o simplemente "Él" se efectúan a través de la mediación del cuerpo de Arminia, la prostituta que ambos comparten. En Canaima, Marcos Vargas comenta sobre el hecho de que Maigualida, la hermana de su novia, tiene las mismas expresiones faciales que su novio Manuel Ureña, quien es el íntimo amigo de Marcos.

El "hombre macho" no debe sentir dolor y no debe mostrar ninguna emoción--su meta en la vida es evitar "lo femenino" excepto en las relaciones sexuales, que jamás deben llevar a un plano emocional. La única mujer en la vida del macho es su madre, como objeto de adoración fetichista. El hombre macho prefiere la compañía de otros machos, pero nada más que hasta cierto punto. Dado el código sexual operante, cada intento de acercamiento emocional entre hombres machos lleva inevitablemente a la confrontación violenta, aún a la muerte, como se muestra en la relación entre el Sute Cúpira y Marcos Vargas en Canaima. Opera un principio darwiniano: no hay espacio que pueda contener dos hombres machos, tanto como un gallinero sólo provee espacio para un gallo. Los hombres machos son solitarios; pero en grupos se organizan de acuerdo a una estricta jerarquía que sólo admite un macho dominante en el tope; sin embargo, esa posición dominante
es inestable, sujeta a desafíos de otros hombres machos.

Las jerarquías, como Freud llega a sospechar pero no se atreve a confirmar, proveen a los hombres machos con una forma de dar expresión a sus corrientes libidinales pasivas de maneras culturalmente aprobadas y seguras. En la cultura latinoamericana, las organizaciones militares proveen el mejor ejemplo de o que he llamado "relaciones de vasallaje" entre hombres, esto es, relaciones en las que se le permite al "macho" mostrar comportamientos pasivos que la cultura asocia con la femineidad--obediencia, lealtad, dependencia--y que definen sus estatus como "vasallo" de un líder a quien sigue ciegamente. Al vencedor, de la argentina Marta Lynch, muestra tal configuración al describir los lazos libidinales que unen al protagonista, un soldado raso, a su superior, un teniente. El líder, para poder comandar a sus subalternos, les tiene que demostrar su superior masculinidad, como sucede en el episodio de Doña Bárbara donde Santos Luzardo, cuyos vaqueros han cuestionado su masculinidad porque viene de Caracas y ha recibido una educación, muestra que es tan "hombre" como ellos al participar en la doma de potros salvajes.

El "hombre macho" también aparece en novelas que describen relaciones sexuales entre hombres blancos y negros. Tanto en Boum-Crioulo, del brasileño Adolfo Caminha, y en Hombres sin mujer, del cubano Carlos Montenegro, el hombre negro aparece como un "macho" que se enamora de un adolescente blanco. El modelo literario para este tipo de relación viene nada menos que del Otelo, y como éste, termina en tragedia: los protagonistas negros asesinan a sus amantes blancos en un ataque de celos. Ambas novelas muestran cómo los escritores se aprovechan de los parámetros de un género específico (en este caso, la novela naturalista) para explorar temas ausentes del canon literario. Hombres sin mujer va más allá, trazando el crecimiento psicológico y espiritual del negro Pascasio a través de su amor por Andresito, el chico que asesina.

En muchas novelas, incluyendo las dos que acabo de mencionar, el personaje "homosexual," o el personaje masculino capaz de provocar reacciones eróticas en otros de su sexo (como el soldado violado por sus compañeros de barraca en Dar la cara de Viñas) exhibe un grupo de particulares características físicas, tales como el ser blanco, rubio y de ojos azules; parece existir un prejuicio o percepción cultural en cuanto a que estos rasgos físicos de alguna forma "incorporan" una sensibilidad o una propensión femenina. 

Por otro lado, a los hombres morenos, hirsutos, no se les percibe como "homosexuales"; todavía recuerdo haber llevado a un visitante peruano (heterosexual) a la calle Christopher en Nueva York a "mirar los maricones."  Simplemente no podía creer que esos tipos musculosos, barbudos, cubiertos de cuero, eran homosexuales. De hecho, comentó que parecían "policías o militares," dando así, sin proponérselo, en uno de los mayores puntos ciegos de la cultura latinoamericana: la asociación de la masculinidad normativa con lo militar (aún en sus manifestaciones externas, como los uniformes).

La muerte como el destino de los homosexuales ha sido durante mucho tiempo un lugar común del canon literario occidental, y ocurre en textos latinoamericanos, desde La pasión y muerte del cura Deusto de Augusto D'Halmar hasta Pájaro de mar por tierra, de Isaac Chocrón y Sergio, de Manuel Mujica Lainez. En Mal don, la argentina Silvina Bullrich expone las "mafias homosexuales" que, según ella, rigen la vida literaria en su país, al mismo tiempo que examina la estructura jerárquica de las relaciones homosexuales en la cultura latinoamericana. Cuando se encuentran parejas homosexuales, son descritas desde los parámetros de una asimetría social, económica, educacional y de edades. El miembro "dominante" de la pareja es generalmente mayor, mejor educado, socialmente prominente y de una clase social superior al miembro "pasivo"--el mismo patrón que Cornelia Butler Flora ha encontrado descrito como "ideal" en las relaciones heterosexuales que forman la trama de fotonovelas dirigidas a un público femenino latinoamericano. Generalmente, el miembro más joven de la pareja ocupa una posición de sirviente con relación al miembro mayor, quien es casado y con niños (como en Conversación en la catedral, de Mario Vargas Llosa). No parecen ocurrir relaciones inter/pares-- y es esencial que se mantenga la apariencia de la heterosexualidad; por lo tanto, los parámetros sexuales latinoamericanos obligan a la bisexualidad como la única forma que tienen los homosexuales de entrar a una vida pública, dado que su comportamiento a/normal deba quedar tan en secreto como sea posible.

Tal patrón corresponde a lo que he encontrado entre homosexuales cuando he viajado por países como Argentina, Uruguay y Chile, hombres que en muchos casos ni siquiera viven con sus esposas pero que no se divorcian. Un patrón relacionado con éste tiene que ver con la existencia de cines pornográficos donde las películas son heterosexuales (cada ciudad que he visitado los tiene) y donde los hombres casados pueden encontrar salida a sus necesidades (homo)sexuales antes de llegar a casa. La pornografía homosexual no juega ningún rol en la vida de estos individuos. En Paraguay, conocí hombres jóvenes que no se atrevían a salir del cine acompañados; explicaron que en la plaza de enfrente siempre había "alguien" que los reconocería y hablaría si los veían en compañía de extraños. Sin embargo, casi invariablemente, cada uno de ellos me pidió ayuda para emigrar a los Estados Unidos. Las relaciones de paridad y el activismo homosexual son tan raros que Ian Lumsden, en Homosexuality, Society and the State in Mexico, señala que los mexicanos utilizan el término "los internacionales" para describir a los homosexuales que practican el activismo político y social (que envuelve el derecho a compartir responsabilidades y roles sexuales dentro de la relación), lo que subraya la creencia de que cualquier cosa que tenga que ver con la homosexualidad, sea buena o mala, tiene que venir de afuera (en este caso, específicamente los Estados Unidos).

En el film "Doña Herlinda y su hijo" de Humberto Hermosillo se ilustra muy claramente la imposición de una bisexualidad como condición de entrada en la vida pública; la relación entre un médico y su amante músico es negociada por la madre del primero, quien le arregla un matrimonio y resuelve el "problema" haciendo que tanto la esposa como el amante del hijo vivan juntos en su casa.  Aunque puede que esta solución les parezca utópica a algunos (y en todo caso, indeseable), no es de hecho improbable y señala tres factores importantes en relación a los homosexuales y sus familias en Latinoamérica: los hijos solteros siguen viviendo con los padres y cuidando de ellos; para poder moverse en la esfera pública, el homosexual tiene que probar su "heterosexualidad"; cuando se acepta la homosexualidad del hijo (lo que no sucede a menudo), puede que al amante, si la relación refleja un patrón monogámico, binario (estilo heterosexual), se le incorpore a la "familia". 

Desgraciadamente, estas son las excepciones; durante un viaje a Colombia conocí a un muchacho que vivía con el terror de ser institucionalizado en un asilo mental por su propia madre, quien, cuando llegó a vivir con él a Nueva York, le buscaba los calzoncillos para ver si contenían manchas de semen. En Colombia, y también en Brasil, "escuadrones de la muerte" llevan a cabo campañas de exterminio de homosexuales "públicos" como los travestís y los prostituidos (u homosexuales activistas, como sucedió en México) en nombre de "la pureza social."

El discurso dominante latinoamericano mantiene que la homosexualidad se equipara a la feminidad (algo que señala Edward A. Lacey en su ensayo: “Latin America: Myths and Realities"). También mantiene que la homosexualidad es una práctica foránea; Silvia Molloy, estudiando el "pánico homosexual" en Martí y Darío, ha encontrado que en la Argentina finisecular la presencia de la homosexualidad se atribuía a la migración de las clases bajas italianas, al igual que la prostitución se atribuía a la migración judía en el estudio hecho por Donna J. Guy. Richard Parker, en su estudio sobre las costumbres sexuales contemporáneas en Brasil, ha encontrado que las prácticas homosexuales de los indígenas se atribuyeron históricamente a la nefasta influencia de los portugueses. Por otro lado, los cronistas españoles le echaron la culpa a los indígenas por la corrupción (homo)sexual de los colonos (Taylor, "Homosexuality" 10). 

Así, se ha construido una explicación "histórica" de la presencia de la homosexualidad en la cultura latinoamericana, explicación sujeta a revisiones mediadas por diferentes agendas ideológicas. En una mesa redonda en la que participé con el fino poeta chicano Francisco X. Alarcón, sobre los problemas que confrontan los escritores latinos homosexuales, Alarcón rechazó indignado la teoría de que las culturas nativas mexicanas, como la Azteca, hubieran sido homofóbicas, a pesar de la evidencia encontrada por Taylor en su estudio etnográfico de las prácticas sexuales de los Aztecas.

La chilena Marta Brunet, en Amasijo, ilustra la posición psicoanalítica sobre la homosexualidad: los homosexuales son "hechos" por sus madres--posición a la que se suscribe nada menos que Gabriel García Márquez en su descripción del último José Arcadio en Cien años de soledad.  García Márquez asocia la aparición de este personaje con la decadencia de la familia Buendía. Lo mismo ocurre en El  ángel de Sodoma, del cubano Alfonso Hernández Catá pero en este caso el modelo médico a seguir es el pre-freudiano—hombres varoniles y mujeres femeninas-- incorporado a la novelística latinoamericana a través de la obra y los escritos del sexólogo español Gregorio Marañón, quien prologó la segunda edición de la novela de Hernández Catá después que éste le dedicara la primera.

La novela izquierdista peruana, como Duque, de José Diez-Canseco y En octubre no hay milagros de Oswaldo Reynoso, también explora la conexión explícita (y pre-freudiana) entre decadencia y homosexualidad, presentando personajes homosexuales que son los responsables por toda clase de males sociales y que sirven para ilustrar la decadencia social necesaria asociada en la ideología izquierdista con el capitalismo de la clase media.

He encontrado muy pocas novelas que presenten una visión positiva de la homosexualidad. Mis tres ejemplos vienen de la literatura mexicana: Después de todo, de José Ceballos Maldonado, una trama en primera persona en la que el narrador/ protagonista describe sus aventuras sexuales y finaliza su narración en una nota desafiante que le da el título a la novela; Memorias de Amadís, de Luisa Josefina Hernández, en la que una pareja heterosexual contrasta desfavorablemente con una pareja homosexual; y la exquisita novela de Luis Zapata, Melodrama, quizás la única novela latinoamericana donde, al final, se les ofrece a  los personajes homosexuales la posibilidad de vivir "felices para siempre." Las novelas de Zapata (como las del colombiano Gustavo Álvarez Gardeazábal) merecen estudios a fondo; sin embargo en su caso median algunos de los obstáculos que he mencionado, tales como la falta de acceso a los textos. He tenido la suerte de que amigos me hayan proporcionado fotocopias; lo que demuestra la necesidad de redes de comunicación entre aquellos interesados en la sexocrítica y la literatura latinoamericana, tanto como la de recuperar estos textos primarios sin los que no es posible la investigación.

Esta pequeña e incompleta exploración de las ficciones sexuales en/de la literatura latinoamericana no puede terminar sin considerar la suerte del escritor/crítico homosexual latinoamericano residente en los Estados Unidos. Si bien en la sociedad de la que se ha substraído se le asigna una identidad mayormente negativa, al emigrar a Norteamérica se encuentra con otro problema: su identidad es sometida tanto a los caprichos del mercado postmoderno de teoría como a las ficciones políticas que informan las estructuras de poder (lo que le sucede a los inmigrantes hispanos en general, pero que se agrava en el caso de los homosexuales, ya que también entra en juego su identidad sexual).  Amy Kaminsky, en un penetrante y lúcido estudio sobre las escritoras latinoamericanas, señala que la Academia norteamericana siempre se excusa por no poder traducir correctamente del francés, pero no siente esa necesidad cuando la traducción proviene del español, dado su estatus inferior como lenguaje crítico y literario (1).

Por otro lado, se le urge al crítico latinoamericano que escriba en inglés, para que sus trabajos tengan mayor difusión. El término "hispano" ha caído en desgracia; ahora para ser "políticamente correcto" hay que utilizar "Latino". En la presentación de Papiros de Babel: Antología de poetas puertorriqueños en Nueva York, editada por Pedro López Adorno, el crítico puertorriqueño Efraín Barradas creyó necesario llamarle la atención a la concurrencia (y al editor) en cuanto al uso del término mismo de "puertorriqueño" ya que no existe tal cosa como una identidad nacional; ésta, como la identidad individual, es “una construcción cultural y por lo tanto arbitraria.”

Se pueden tomar dos caminos: el confundirse totalmente por la atmósfera lunática de las teorías posmodernas antiesencialistas, que enmascaran nuevas penetraciones culturales y nuevas ideologías de poder—por algo señala Barbara Heinrich que aparecen en Europa y Norteamérica en el momento preciso en que las minorías—sexuales, étnicas, culturales-- comienzan a definir lo que son-- o el rechazarlas al estilo de Popeye: soy lo que soy lo que soy. El escritor homosexual se encuentra teniendo que aprender a usar los artefactos y modas de la cultura dominante a la vez que resiste sus intentos de (des/re)definirlo y absorberlo.

Sin embargo, el hecho de que tantos escritores homosexuales hayan emigrado ha ayudado el estatus de los estudios sobre sexualidad y literatura latinoamericana. La obra de Reynaldo Arenas, Sylvia Molloy, Manuel Ramos Otero, Jaime Manrique, Miguel Falqués Certain, Alberto Sandoval, Carlos Rodríguez Matos y otros, se enmarca en el contexto de la emigración. La selección del idioma de trabajo se convierte en el problema principal. Se debe escribir en inglés, para que así la obra pase a los cánones del "multiculturalismo" y el "pluralismo" (ficciones con las que el Imperio intenta absorber a las minorías desplazadas de los territorios que explota)?  ¿Qué opciones presentan las ediciones bilingües, y que trampas ideológicas presentan? ¿Deben los escritores someterse a las incertidumbres e indignidades de las traducciones? 

Y si el trabajo es traducido o escrito en inglés, ¿qué garantía hay de que sea aceptado en el mercado comercial de la literatura homosexual norteamericana? ¿Se debe renunciar al lugar de origen e intentar llegar a ser otra minoría más en el mosaico étnico/sexual norteamericano? Una reseña de lo que las editoriales y las antologías de literatura homosexual norteamericana publican revela la ausencia de nombres latinos/hispanos; pero en esto, sólo reflejan lo que ya sucede en las "antologías de literatura universal" usadas en las universidades (la "canonización" envuelve traducción y aceptación transnacional, lo que le ha ocurrido nada más que a Borges y García Márquez).

Estas preguntas que definen la encrucijada con/textual del escritor latinoamericano emigrado, se hacen más profundas y más urgentes en el caso de los escritores/críticos homosexuales, que por otra parte, desde su condición de doble Otredad, sufren los efectos de parámetros ideológicos también dobles: aquellos de la sociedad latinoamericana, que los rechaza, pero de la que no pueden/desean separarse; y aquellos de la sociedad norteamericana, que los acoge tan sólo para añadirlos, como especimenes, al gran zoológico de la posmodernidad.

 

Bibliografía Escogida

 

La siguiente lista incluye textos que se han citado  en el artículo y textos que no se han citado pero que puede ser de interés para los lectores que deseen explorar el tema de la homosexualidad/ masculinidad en América Latina. No pretendo que sea completa, pero es un comienzo.

 

Novelas

Nota: desde que compilé esta lista, han salido muchas otras, las más notables (o notorias) siendo las del peruano Jaime Bayly. Recomiendo todas las novelas del mexicano Luis Zapata y la obra completa del chileno Augusto D’Halmar.

 

Allende, Isabel.  Eva Luna.  Barcelona: Plaza & Janes, Editores 1987.

Arguedas, José Maria.  El sexto.  Buenos Aires: Editorial Losada, 1974.

Bullrich, Silvina.  Mal don.  Buenos Aires: EMECE Editores, 1973.

Brunet, Marta.  Amasijo.  Santiago de Chile: Editorial Impresora Zig-Zag, 1962.

Caminha, Adolfo.  Bom-Crioulo: The Black Man and the Cabin Boy. E.A. Lacey, trans.  San 

            Francisco: Gay Sunshine Press, 1992.

Ceballos Maldonado, José.  Después de todo.  México City: Premiá, Red de Jonés, 1986.

Chocrón, Isaac.  Pájaro de mar por tierra.  Caracas: Editorial Tiempo Nuevo, 1972.

D'Halmar, Augusto.  La pasión y muerte del cura Deusto. Santiago:Editorial Nascimiento, 1969.

Diez Canseco, José.  Duque.  Lima: Biblioteca Peruana, 1973.

Gallegos, Rómulo. Canaima.  Obras completas II•.  Madrid: Aguilar, 1969.

---.  Doña Bárbara.  Obras completas I.  Madrid: Aguilar, 1969.

García Márquez, Gabriel.  Cien años de soledad.  Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 1970.

Hernández, Luisa Josefina.  Las memorias de Amadís.  Mexico: Joaquín Mortiz, Editores, 1969.

Hernández-Cata,  El ángel de sodoma. Madrid: Mundo latino, 1928.

Lozada, Ángel.  La patografía.  México: Planeta, 1999

Marqués, René.  La mirada. Río Piedras: Antillana, 1975.

Mujica Lainez, Manuel.  Sergio.  Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 1977.

Reynoso, Oswaldo.  En octubre no hay milagros.  Lima: Ediciones Wuaman Puma, 1966.

Varo, Carlos.  Rosa mystica.  Barcelona: Seix Barral, 1987.

Viñas, David.  Jauría.  Buenos Aires: Granica Editor, S.A., 1974.

---. Dar la cara.  Buenos Aires: Editorial Jamcana, 1962.

Zapata, Luis.  Melodrama.  México: Editorial Enjambre, 1983.

 

Bibliografía secundaria

 

Nuevamente, advierto que esta lista no pretende se completa.

 

Acevedo, Carlos Aníbal.  Cristianismo y homosexualidad: Una perspectiva puertorriqueña.  Vega Alta: Gongolí, 1992.

 Bazán, Oswaldo.  Historia de la homosexualidad en Argentina.Buenos Aires: Editorial Marea, 2004.

Bergman, David.  Gaiety Transfigured: Gay Self-Representation in American Literature.  Madison: The University of

 Wisconsin Press, 1991.

Biron, Rebecca E.  Murder and Masculinity: Violent Fictions of Twentieth-Century Latin America.

            Liverpool: Liverpool UP, 2000.

Brandes, Stanley.  Metaphors of Masculinity: Sex and Staus in Andalusian Folklore. Philadelphia: U. of Pensylvania Press,

 1982

Brod, Harry, ed. The Making of Masculinities: The New Men’s Studies.  Boston: Unwin Hyman, 1987.

Carrier, Joseph.  De Los Otros: Intimacy and Homosexuality Among Mexican Men.  New York:

            Columbia Unversity Press, 1995.

Flora, Cornelia Butler.  "The Passive Female and Social Change: A Crosscultural Comparison of Women's Magazine Fiction."

Female and Male in Latin America: Essays.  Ann Pescatello, ed. Pittsburgh: University of Pittsburgh Press, 1973: 59-85.

Foster, David William.  Gay and Lesbian Themes in Latin American Writing.  Austin: University of Texas Press, 1991.

---. ed. Latin American Writers on Gay and Lesbian Themes: A Biocritical Sourcebook.  Westport, Conn.Greenwood

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