Entre La antología de poetas hispanoamericanos de Marcelino Menéndez Pelayo y

Los parnasos de la Editorial Maucci: Reflejos del ocaso de la hegemonía colonial

 

 

Leona Martin
Susquehanna University


 

 

Durante las primeras décadas del siglo XX, la Casa Editorial Maucci, con sede en Barcelona, publicó numerosas antologías de poesía hispanoamericana que se destinaban principalmente para la venta en las Américas. (1Se trataba de colecciones nacionales representativas de casi todas las repúblicas hispanoamericanas que se intitulaban “Parnasos.” (2) Con estas publicaciones, se continuó la nutrida tradición de obras antológicas que aparecieron en las nuevas repúblicas americanas en el siglo XIX a partir de las guerras de independencia.  Representaron al mismo tiempo una reacción frente a la hegemonía cultural expresada en La antología de poetas hispano-americanos (Madrid, 1893-1895) del gran erudito español Marcelino Menéndez Pelayo, obra que fue comisionada para la celebración del Cuarto Centenario del Descubrimiento de América. 

A juzgar por el número de ediciones y re-ediciones vendidas y los centenares de ejemplares que todavía se guardan en las bibliotecas del Hemisferio Occidental, la influencia ejercida en el público lector por los “parnasos” Maucci fue considerable. Este trabajo explorará el fenómeno de dichos “parnasos” y su importancia como instrumentos de la liberación cultural que se reclamaba en las repúblicas americanas.

El estudio definitivo de las antologías hispanoamericanas del siglo XIX todavía no se ha hecho. Sin embargo, los libros prestados de lejanas bibliotecas y las monografías de críticos como Roberto González Echevarría, Rosalba Campra y Hugo Achugar, nos facilitan la construcción de una imagen bastante completa de estas obras: sus múltiples formas, los temas desarrollados en ellas y su gran importancia como textos fundacionales. Como comenta Achugar, “Junto con la cosecha, junto con la publicación, junto con ese afirmar ‘aquí estamos, existimos, somos y sobreviviremos,’ los primeros de estos libros realizaron un gesto, pretendieron darle cuerpo de letra a un sentimiento, intentaron construir un imaginario, una nación” (15). 

No se aplicó un criterio estrechamente académico ni evaluativo a la elaboración de estos textos decimonónicos, tal como se esperaría en una “antología” formal. González Echevarría alude a los diversos títulos que llevaban—los “álbums, ramilletes, parnasos, liras o guirnaldas” (875)—a la vez que Rosalba Campa señala la “terminología botánica (las flores de nuestros vergeles y frutas de nuestros huertos deliciosos” que era “uno de los más aparentes efectos de la visión naturalizadora de la escritura” (37).   En efecto, con sus himnos nacionales y tributos a las maravillas naturales del Nuevo Mundo, se destacaron estas obras como auténticos productos americanos.

Además de las colecciones estrictamente nacionales figuran algunas obras de alcance más global: Flores del Nuevo Mundo:  Tesoro del parnaso americano de Manuel Nicolás Corpancho (México, 1863),  América poética del chileno, José Domingo Cortés (París-México 1875) o América literaria de Francisco Lagomaggiore (Buenos Aires, 1883), por ejemplo.  Estas obras, sean nacionales o globales, tienden a enunciar ciertos temas comunes, entre ellos la libertad y la unidad entre las repúblicas americanas.

 Rosalba Campra confirma estas tendencias al comentar que “las antologías buscan prosélitos para la causa de la unidad americana.” Campra observa que el editor de Flores del Nuevo Mundo “destaca, en los himnos nacionales de cada país, la presencia de la gesta emancipadora de todos los países americanos” a la vez que “oye los mismos acentos en el guajiro de Cuba y el gaucho de Chile” (40).  Sentimientos parecidos se acusan en las palabras del editor argentino, Francisco Lagomaggiore, quien introduce América literaria: Producciones selectas en prosa y verso aludiendo a “la fraternidad intelectual” de los autores incluidos, en cuyos escritos percibe él “una comunión de los diversos talentos [que] forman la corona de luz que ciñe las sienes palpitantes de la joven y entusiasta América” (1).

El espíritu progresista e independiente expresado en estas colecciones preocupaba a aquellos que defendían la supremacía de la hegemonía cultural de la metrópoli, especialmente en las postrimerías del imperio español.  En la acalorada polémica que se libró entre liberales y conservadores en todo el ámbito hispánico a lo largo del siglo XIX, nadie defendió con mayor autoridad y convicción la prepotencia del viejo reino imperial y de la Iglesia Católica que el insigne crítico español, Marcelino Menéndez Pelayo. No sorprende, por lo tanto, que los organizadores del Cuarto Centenario del Descubrimiento de América, en su afán de refortalecer los lazos que unían a la Madre Patria con sus viejas colonias, lo hubieran contratado para escribir La antología de poetas hispanoamericanos (1893-1895). (3Este proyecto literario se realizó con la esperanza de que “el espacio perdido por España a lo largo del siglo XIX  [pudiera] ser recuperado por la hegemonía cultural” (Díaz Quiñones 17).

Menéndez Pelayo compuso una verdadera “antología,” es decir, una obra crítica elaborada desde una postura de superioridad cultural y lingüística.  Además, su designación de los autores incluidos como “hispanoamericanos” se basó en un concepto imperialista poco aceptable para aquellos que se enorgullecían de ser “americanos.” En los cuatro tomos de su obra, publicados entre 1893-1895, Menéndez Pelayo alabó a los grandes escritores de estirpe clásica y conservadora, así como Andrés Bello, Juan León Mera o José Antonio Caro, a la vez que censuró con desdén hiriente a muchos poetas y a los “parnasos” en que habían publicado sus obras. Opinó, por ejemplo, que un Parnaso colombiano era “una compilación deficientísima por una parte, y por otra llena de fárrago y broza,” igual que “casi todas las que se han formado en América” (479).

El eminente historiador Frederick B. Pike afirma que “Menéndez Pelayo subjected many men who were cultural heroes in the new republics to irascible, scathing denunciations. Little wonder that this was not, on the whole, favorably received in Spanish America” (41). Otro aspecto de La antología que inquietó a muchos fue la decisión que tomó Menéndez Pelayo de incluir solamente a los poetas fallecidos. Ni siquiera en la edición ampliada y reeditada con el nuevo título de Historia de la poesía hispano-americana, del año 1911, apareció la poesía más reciente. Los “mejores versos”  publicados por Menéndez Pelayo reflejaban, por lo tanto, el viejo orden hegemónico, quedando excluidas las nuevas corrientes culturales, políticas y estéticas.

En la amarga polémica que rodeó la recepción en las Américas de La antología, nadie expresó más indignación que el guatemalteco, Antonio Batres Jáuregui: “El modo de percibir y pensar del autor de La antología de poetas hispanoamericanos no transige con la independencia de las repúblicas hispanas. El paladín de la poesía antigua, el pregonero de la lírica clásica, no gusta de los naturales esplendores del Mundo de Colón” (Erickson 346).  Hasta hoy en día se debate la influencia de Menéndez Pelayo y la validez de su crítica de la poesía hispanoamericana. Una de las opiniones más ecuánimes es la de Roberto González Echevarría, quien censura el “paternalismo de Menéndez Pelayo,...su capacidad para denigrar, ...y su ampulosa retórica” a la vez que reconoce que “La antología es un trago amargo (y largo) que los hispanoamericanistas no podemos rechazar” (883).

Coincidió cronológicamente con la publicación de La antología la fundación en Barcelona de la Casa Editorial Maucci, empresa que serviría para subsanar algunos de los huecos y defectos atribuidos a la obra del “recio santanderino.” La larga serie de “parnasos” que Maucci, lanzada unos años más tarde, se puede interpretar como reacción frente a la ideología excesivamente nacionalista y conservadora de Menéndez Pelayo y como aliciente para los proponentes de la joven poesía americana.

El gran éxito que llegó a tener la Editorial Maucci se debió a las condiciones políticas y comerciales que existían en Barcelona a fines de siglo XIX, a la escasez de casas editoriales en las repúblicas americanas, y, más que nada, a las ambiciones y la astucia empresarial de su fundador, Manuel (Emanuele) Maucci. 

Maucci pasó toda su vida en la periferia geográfica y cultural de la metrópoli española. Nació en 1850 en Parana, una aldea situada en la región toscana de Italia. (4) De joven unió su destino al de miles de sus compatriotas al abandonar su tierra natal en busca de fama y fortuna en las Américas. Atraído por las condiciones brindadas por el gobierno de Domingo Faustino Sarmiento, se estableció en 1872 en Buenos Aires junto con varios hermanos y primos.  Allí prosperó como vendedor de libros.  Unos diez años más tarde, dejó sus negocios bonaerenses en manos de su hermano, Giacomo, e inició otro peregrinaje, esta vez con destino a México. Pudo aprovechar las condiciones favorables ofrecidas durante los primeros años del Porfiriato para seguir ampliando su empresa. Inició la tercera etapa en la expansión de sus negocios en 1892 con un nuevo traslado, esta vez a Barcelona.

Para fines del siglo, la capital catalana había eclipsado a Madrid como centro principal de la publicación de libros en castellano, con las dos terceras partes de la producción destinada al mercado internacional. En “Mercat del llibre i cultura nacional (1882-1925)” (5) Jordi Castellanos nota “la confluencia de intereses literarios, lingüísticos, culturales, ideológicos y comerciales” que, junto con tendencias políticas separatistas y anarquistas, ayudó a crear un espacio propicio para el desarrollo de nuevas empresas editoriales poco tradicionales, como la Casa Editorial Maucci (6). Durante este período se pasó de la elaboración artesanal del libro a las grandes empresas industriales que publicaban nuevos productos en “un mercado en pleno proceso de renovación, dispuesto a servir a los hogares burgueses y también a ofrecer y a explotar la lectura entre las masas” (Castellanos 8). La pujanza capitalista catalana, la proximidad de los embarcaderos sobre el Mediterráneo, y el apoyo oficial de las agencias gubernamentales contribuyeron al rápido crecimiento internacional de muchas industrias.

Respondiendo a la gran demanda en las Américas por libros publicados en castellano y aprovechando los fértiles terrenos que ya había preparado, Manuel Maucci logró asegurar el éxito internacional de su casa editorial con numerosas sucursales y centros de distribución en las Américas, todos ellos en manos de hermanos y primos Maucci: Luigi, Carlo, Battista, Giacomo, Alessandro y Carlo. Se ha afirmado que esta gran empresa llegó a ser “the greatest intercontinental book-seller of the period.” (6)

Aunque salieron de la imprenta Maucci tomos de gran lujo con encuadernación elegante, papel fino y textos pulidos, la mayoría de sus productos exhibían menos calidad material, consecuencia de una elaboración para la venta a precios moderados. Se trataba de literatura publicada para las masas: largas series de novelas traducidas del francés, inglés o italiano; libros de medicina popular y de “conocimientos útiles”; diccionarios; enciclopedias; textos escolares; y obras de espiritismo y ciencias ocultas. En las colecciones Maucci de los “grandes maestros” y “grandes pensadores” encontramos a figuras como Cervantes, Eca de Queiroz, Victor Hugo, Schiller, Dante y Shakespeare.

No han faltado críticas de las ediciones Maucci.  El venerado bibliófilo Anoni Palau i Dulcet en Memòries d’un Libbreter Català (1935), por ejemplo, censuró la serie de 138 novelas de Carolina d”Invernizzio, popular novelista italiana, opinando que era literatura “barata,” apta únicamente para “solteras y casadas” y que sólo podía compararse con la “larga serie de películas italianas en episodios interminables que por largo tiempo [habían] invadido los cines en Barcelona” (195). (7) Otros se quejaban de las traducciones mal hechas, un defecto bastante común entre las casas editoriales que operaban bajo grandes presiones por publicar rápidamente. Alejo Carpentier en “El libro moderno” llama la atención a las portadas de gusto vulgar con que Maucci seducía a sus lectores:  “...ninguna editorial superará la casa Maucci de Barcelona, gran monopolizadora de novelones...cuyas portadas se adornaban de escenas lúgubres, asesinatos, riñas en torno a un ataúd, defenestraciones y calamidades sin cuento” (2).

A pesar de estas críticas, sin embargo, no se puede negar la trascendencia del papel desempeñado por la Casa Editorial Maucci como proveedora de libros para las masas, muchos de ellos de gran valor literario y educacional, en especial los “parnasos” de la poesía hispanoamericana.  El número y el contenido de estas obras y las observaciones que se leen en sus prólogos revelan la admirable dedicación de Maucci a la diseminación de la nueva expresión lírica a ambos lados del Atlántico con ediciones alternativas a La antología de Marcelino Menéndez Pelayo

Desde el principio, la Casa Maucci abrió sus puertas de par en par a los jóvenes autores hispanoamericanos que buscaban editoriales para publicar sus obras. Entre las primeras ediciones de Cantos de vida y esperanza y de Los raros de Rubén Darío, por ejemplo, figuran textos impresos por Maucci en Barcelona, y, poco antes de su muerte en 1916, salió de misma casa editorial su autobiografía, La vida de Rubén Darío escrita por él mismo.

Una de las primeras colecciones antológicas de la literatura hispanoamericana que publicó Maucci fue El mundo literario americano, texto compilado por la intrépida viajera y mujer de letras española, Emilia Serrano, Baronesa de Wilson. Aunque en su formato y contenido esta colección difiere de los típicos “parnasos,” la obra merece atención ya que encarna el espíritu progresista y americanista que caracteriza todas las labores editoriales de Manuel Maucci. En los dos grandes tomos que comprenden El mundo literario americano se incluyen pasajes literarios en verso y en prosa procedentes de todas las repúblicas americanas. Entre más de 120 autores representados, doña Emilia incluye a más de veinte voces femeninas. Los segmentos dedicados a cada autor se introducen con reseñas biográficas y anécdotas basadas en las relaciones personales que había entablado Serrano de Wilson con los autores americanos.  En su calidad de editora y viajera, cuya odisea americana había durado más de dos décadas, esta hija de Granada se destaca como caso único. La “Cantora de las Américas” a menudo hace alarde de la superioridad de sus escritos ya que ella, a diferencia de otros críticos españoles, había conocido muy de cerca al mundo y a los autores americanos, comparación con la que alude seguramente a Menéndez Pelayo. Totalmente contraria a la actitud de él, en efecto, es la postura positiva y respetuosa que expresa hacia el mundo americano Emilia Serrano, cuya visión de la “hispanidad” implicaba una relación entre iguales.

Los numerosos “parnasos” de Maucci no se conforman a un modelo rígido. (8) Algunos se imprimieron en papel de alta calidad  y con pequeños retratos de los poetas y orlas decorativas que enmarcaban los textos. Al otro extremo se presentaban “parnasos” de estilo sencillísimo impresos en papel periódico. La mayoría están encuadernados en rústica con bucólicos diseños a colores en sus portadas. Casi todos llevan el nombre del compilador y se incluye, por lo general, algún tipo de prólogo.  En algunos casos los poemas se introducen sencillamente con el nombre del poeta; en otros, se incluyen breves reseñas biográficas para cada autor. En varios prólogos se declara la intención de incluir en la colección a los poetas “jóvenes,” criticando abiertamente la práctica de sólo admitir a “los muertos.” Varias referencias directas a la obra de Menéndez Pelayo se asoman, como en el Parnaso dominicano (1915), cuyo editor Osvaldo Bazil confiesa: “...yo quería ya que saliera este Parnaso, en la seguridad que tengo de rendir con él un buen servicio a la poesía de mi país, no solo por ser el primero que se hace de poetas dominicanos, sino para destruir la idea de pobreza, de cosa ruin y escasa que se desprende de las pocas palabras que dedicó a Santo Domingo, don Marcelino Menéndez Pelayo” (6).  En el mismo prólogo, Bazil habla de la visita que él, junto con Rubén Darío, hizo a la casa editorial Maucci, conscientes ellos de “la predilección que siente don Manuel por los Parnasos Americanos, y su deseo de completar la colección” (5).

El prólogo del Parnaso colombiano, escrito por Zoilo Cuellar Chaves, revela varios temas de gran interés: el amor por la poesía que corre por todas las capas sociales en Colombia, y los “inconvenientes de imprenta” y “falta de casas editoriales” con lo que “las más hermosas producciones literarias se condenan al olvido” (8). Con su Parnaso que pronto verá la luz del día, Cuellar Chaves se empeña en propagar las voces de los poetas vivos, “los que vibran actualmente a la emoción de la magna belleza, y sueñan con la gloria, y luchan por el ideal.” (11).

Los textos que abarcan los “parnasos” Maucci merecen un estudio mucho más detenido con investigaciones enfocadas en las 17 repúblicas a las que se dedicaban. Nunca se podrá medir con exactitud la influencia que tuvieron las miles y miles de ediciones que cayeron en las ávidas manos de un público proveniente de todas las clases sociales y de todas las repúblicas americanas. Se puede conjeturar, sin embargo, que estos “parnasos” ayudaron a robustecer de manera decisiva las profundas corrientes líricas que aún hoy en día caracterizan a las letras hispanoamericanas.

La Casa Editorial Maucci entró en el silencio con la muerte de su fundador Manuel Maucci en 1936, año irónicamente aciago también para el republicanismo en España. (9) Cuatro años más tarde se autorizó la publicación de los 65 tomos de Las obras completas de Marcelino Menéndez Pelayo con lo que se cumplió su canonización como paladín indisputable de la cultura española. En la dedicatoria con que se introduce el primer tomo se lee: “El Caudillo de España, Generalísimo Franco, restaurador de la grandeza nacional y augusto protector de las letras, ha ordenado, rindiendo con ello un gran servicio a la patria, la publicación de las obras completas de don Marcelino Menéndez Pelayo, tarea que asume con disciplinada emoción, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas.”

 

Notas

(1). Mi interés en este estudio se debe a las investigaciones que he hecho de la vida y las obras de Emilia Serrano de Wilson,  mujer de letras española que viajó extensamente por los países de Hispanoamérica durante la segunda mitad del siglo XIX. “La Cantora de las Américas” publicó sus numerosas obras—narraciones de viajes, libros de poesía, tratados sobre la pedagogía y manuales de conducta para señoritas—en muchos países, entre ellos Francia, España, Perú, Ecuador y México. Durante las últimas décadas de su vida, residió en las cercanías de Barcelona donde se relacionó profesionalmente con la Casa Editorial Maucci.

 

(2). Mis investigaciones indican que la Editorial Maucci publicó parnasos en los años indicados para las siguientes naciones y regiones, la mayoría ampliadas o reeditadas varias veces: Las Antillas (1916, 1918), Argentina (1903, 1904, 1909, 1910, 1913, 1922, 1927), Bolivia (1919), Brazil (1910), Centro América, Chile 1910, 191?, 1929), Colombia (1910, 1914, 1920), Costa Rica (1921, 1940), Cuba (1906, 1920, 1926), Ecuador (1900), Las Islas Filipinas (1923), Guatemala (1929,1931), México (1905,1909), Nicaragua (1912, 1918), Panamá (1910, 1926), Perú (1914), Puerto Rico (1910, 1920), La República Dominicana (1910, 1915, 1917), El Salvador (1900, 1919), Uruguay (1922)  y Venezuela (1906, 1917, 1918, 1952).

 

(3). Se dio a conocer La antología de poetas hispanoamericanos  en cuatro tomos entre 1893 y 1895.  Menéndez Pelayo revisó y recopiló los prólogos de la Antología, y en 1911 aparecieron con el nuevo título de Historia de la poesía hispanoamericana en dos tomos.  Dichos tomos figuran más tarde como los volúmenes 28 y 29 de las Obras completas, serie comisionada por el Ministerio de Educación en 1940.

 

(4). Normalmente las referencias Maucci indican lo poco que se sabe de su vida. Gracias a las investigacciones cibernéticas he podido desenterrar nuevos datos relevantes, sobre todo la noticia de que en la región donde nació se montó hace poco una exhibición en honor a este hijo distinguido quien “has been considered the greatest publisher of his time.”  http://www.museodellastampa.com.

 

(5). El texto citado es traducción del catalán al castellano hecha por la autora de este artículo.

 

(6). Información tomada del Homepage arriba mencionado.

 

(7). Texto traducido del catalán al castellano por la autora de este artículo.

 

(8). Respecto a las marcadas discrepancies formales entre los “Parnasos,” conviene compararlos con otras series más académicas, así como la de “Los clásicos castellanos,” caracterizada por gran uniformidad en los elementos críticos y textuales.

 

(9). A la muerte del hermano de Manuel Maucci, Juan Bautista, en Buenos Aires, aparecieron en La Argentina las siguientes palabras de tributo para las ediciones que publicó: “La amplia fama de que disfrutan sus ediciones dentro y fuera del país…la edición modesta, económica, que adquiere presuroso, apenas puesta a la venta, el humilde hijo del pueblo para satisfacer sus legítimos anhelos de cultura…” (Bononi 260).

 

 

Obras Citadas

 

Achugar, Hugo. “Parnasos fundamentales, letra, nación, y estado en el siglo XIX.”  Revista iberoamericana LXIII (1997): 13-31.

 

Bazil, Osvaldo, ed. Parnaso dominicano. Barcelona: Editorial Maucci, 1915(?)

 

Bononi, Loris Jacopo. Libri & Destini: La cultura del libro in Lunigiana nel secondo millenio. Lucca: Maria Pacini Fazzi Editore, 2000.

 

Campra, Rosalba. “Las antologías hispanoamericanas del siglo XIX.” Casa de las Américas. Vol. 162 (Mayo-junio 1987). 37-46.

           

Caro Grau, Francisco, ed. Parnaso colombiano: Nueva antologia. Cuarta edición revisada y aumentada. Barcelona: Editorial Maucci, sin fecha.

 

Carpentier, Alejo. “El libro Moderno.” La Jiribilla.       www.lajiribilla.cu/2002/n60_junio/lacronica.html

 

Castellanos, Jordi. “Mercat del llibre i cultura nacional (1882-1925). Els Marges. Vol 56, October 1996. 5-38.

 

Díaz Quiñones, Arcadio. “1898: Hispanismo y Guerra.” Lateinamerika Studien. 1998. Vol 39. 17-35.

 

Erickson, Martin E. “Antonio Batres Jáuregui: Guatemalan Critic.” Hispania 25 (Oct 1942):  343-50.

 

González Echevarría, Roberto. “Albums, ramilletes, parnasos, liras y guirnaldas: fundadores de la historia literaria latinoamericana.” Hispania 74 (Oct 1992). 875-883.

             

Lagomaggiore, Francisco. América literaria: Producciones selectas  en prosa y  verso.

            Buenos Aires: La Nación, 1883.

 

Martínez Rus, Ana. “El comercio de libros. Los mercados americanos.” Historia de la edición en España. Dir. Jesús A. Martínez Martín. Madrid: Marcial Pons, 2001. 269-305.

 

Menéndez y Pelayo, Marcelino. Historia de la poesía hispano-americana. (2 tomos) Obras completas Vols. 27 y 28. Santander: Aldus S.A., 1948.

 

Palau i Dulcet, Antoni. Memòries d’un llibreter cátala. Barcelona: Llibreria Catalonia, 1935.

 

Pike, Frederick B. Hispanismo, 1898-1936: Spanish Conservatives and Liberals and their Relations with Spanish America. Notre Dame: University of Notre Dame Press, 1971.

 

Serrano de Wilson, Emilia. El mundo literario americano. Buenos Aires: Maucci Hermanos, 1903.