Andrés Trapiello y Los
amigos del crimen perfecto (2003).
Université d'Orléans
Al
recibir el Premio Nadal, en el año 2003, por Los amigos del
crimen perfecto, Andrés Trapiello señalaba que su
novela "arranca[ba]
como un homenaje al género policiaco" (Romeo 2003). Esta declaración,
formulada repetidas veces y ampliamente difundida, pasó a
configurar el
horizonte de expectativas del lector que, al abrir el libro, piensa
descubrir
el relato de la investigación de un crimen (1).
Ahora bien, hará
falta esperar la segunda mitad de la novela para que, por fin,
aparezcan los
tres elementos constitutivos del relato policiaco, a saber: un
cadáver
(el de don Luis Álvarez), un detective (Paco Cortés, el
yerno de
don Luis) y una serie de sospechosos (entre los cuales figuran tres de
los
amigos del detective).
Algunos
estudiosos de Los amigos del crimen perfecto se han
interrogado sobre la función de la primera parte y su
relación
con el resto de la novela, considerando por ejemplo que "Part 1,
seemingly
a satire of detective fiction, could easily be a novel in and of
itself" (Oxford, 144).
Lo que llama la atención, en efecto, es la ruptura de tono y el
nuevo
sesgo que el relato toma a partir de la segunda parte. Tenemos la
impresión de que, progresivamente, el autor se distancia (aunque
sin
repudiarlo definitivamente) del universo narrativo y
lingüístico
que acaba de elaborar. Parece como si Andrés Trapiello hubiera
querido
rendir homenaje al género policiaco condensando o declinando sus
distintas modalidades en la primera parte de la novela, para luego
brindarnos su
propia concepción de la función ética y
estética
del relato policiaco en la España de principios de los
años 2000.
Una
aproximación lúdica al género policiaco
Al abrir el libro, el lector se encuentra metido en seguida en un
ambiente
y una acción de "novela negra" norteamericana. El relato
empieza "in medias res" en el momento álgido en que el
protagonista encerrado en una habitación sórdida se ve
acorralado
por sus perseguidores. El lector presiente que va a asistir al
tradicional
ajuste de cuentas entre gángsters o al prendimiento por la
policía de un criminal peligroso. Todas las
características del
relato "hard-boiled" que pusieron de moda Dashiell Hammett o Raymond
Chandler están aquí reunidas en unas cuantas
páginas: una
acción trepidante, un antihéroe duro, cínico e
impasible,
y una buena dosis de sexo y violencia. El estilo escueto, lapidario e
incisivo
remeda la técnica y la escritura típicas del
subgénero "negro".
A
primera vista, estas primeras páginas de Los amigos del
crimen
perfecto pueden aparecer como un homenaje a la novela
"hard-boiled".
Pero el lector atento a los pormenores se da cuenta de cierto exceso o
sobrecarga e intuye que, tras la mera imitación del estilo y de
los
recursos propios del género, se esconde una intención un
tanto
irónica. Por supuesto, el pastiche de por sí implica un
exceso o
como lo dice Gérard Genette "una saturación
estilística" (221), ya que el ejercicio se suele llevar a cabo
gracias a la
acumulación y la amplificación de los estilemas, o sea
aquí de los rasgos definidores del estilo "hard-boiled". Pero
lo que llama la atención en las primeras páginas de la
novela de
Andrés Trapiello es la repetición sistemática del
procedimiento
que da a la escritura un carácter mecánico y por lo tanto
artificial como en la secuencia siguiente: "Abrió los ojos. Le
punzó algo en ellos, no supo qué. Los ojos a veces
duelen.
Querían jugar con él al ratón y al gato. El timbre
era
gato y él era ratón." (11) (2)
Asimismo,
resulta singular que, desde el íncipit, todas
las características, no ya
formales sino temáticas y ambientales, del género se
hallen
reunidas y concentradas en unas cuantas líneas. Esta
condensación
de rasgos atañe en particular a la caracterización del
protagonista al que descubrimos tumbado en la cama con "el impermeable
y
los zapatos puestos", teniendo a mano los avíos típicos
del
antihéroe "tough", a saber: el cigarrillo, el vaso de whisky y
la pistola. Detrás del personaje de Delley se perfilan a todas
luces las
siluetas de los protagonistas de las novelas de la serie negra, lo cual
da la
impresión al lector de encontrarse frente a un tipo, una figura
plana
sin gran relieve ni densidad psicológica.
Pero
Andrés Trapiello no se contenta con construir su secuencia
echando mano de los estereotipos y clisés del género sino
que
añade al conjunto una nota irónica convirtiendo
así el
arranque del relato en una sutil parodia de las novelas "hard-boiled".
El mejor ejemplo de distanciamiento burlón se aprecia en su
manera de
asociar los dos motivos más recurrentes del subgénero
negro, el
sexo y la violencia. En Los amigos del crimen perfecto, el
autor
transforma a la mujer fatal de carne y hueso que suele arrastrar al
protagonista hacia la muerte o la perdición por una figura de
valla
publicitaria, "una muñeca muy sexi con un pecho fundido que
enarbolaba un secador de pelo que le lanzaba la cabellera al viento y
que
tartamudeaba" (11). Tres veces se la menciona en el espacio de unas
quince
líneas. En su última aparición, ella se presenta,
como la
mujer fatal tradicional, bajo el doble signo del erotismo y de la
muerte, para
sellar el destino del protagonista. Pero es una unión tratada de
modo
irónico a través de una proyección mental de
Delley que imagina
la muerte violenta que le espera: "Lo iban a trufar de plomo y a
dejarle
allí, con el reflejo de aquella chica tan sexi encima." (12)
La
distancia que establece el autor respecto al subgénero se
aprecia
también en la reflexividad de su escritura. Si bien procura
captar la
atención del lector por un relato trepidante y lleno de
suspense, introduce
subrepticiamente en el texto dos comentarios que no dejan de intrigar
por la
ruptura que provocan en el flujo narrativo. Se trata en el primer caso
de una
reflexión metalingüística que remite a la
descripción
de la mujer fatal de la valla: "Pensó que tantos
«que»
en una misma frase eran muchos «que», pero por lo que le
pagaban
podían irse al infierno todos los relativos" (11). Este
comentario aparentemente
inoportuno desvía la atención del lector concentrado en
la
historia del personaje para focalizarla en la narración, o sea
en el trabajo
del narrador. A continuación, tres líneas después,
un
comentario metaficcional muy despreciativo llama la atención
sobre los
clisés de que se valen "los que escriben noveluchas policiacas".
Claro
que estos procedimientos no son privativos del autor. Como lo apunta
José F. Colmeiro: "Esta autorreflexividad parece ser una
constante
del género [policiaco] desde sus mismos comienzos" y "suele
responder a un deseo de homenaje y/o de parodia por parte del autor
hacia las
convenciones del género" (115). En el caso del íncipit
de Los amigos del crimen perfecto, se trata ante todo de
preparar al
lector a un lance imprevisto, una inversión de la perspectiva, o
sea el
descubrimiento de que el verdadero protagonista del relato no es
Delley, este
personaje "tough" sacado del subgénero negro, sino el narrador
intradiegético, Paco Cortés, quien se gana la vida
escribiendo
novelas baratas construidas a partir del modelo "hard-boiled".
Más
allá del homenaje y de la parodia, el recurso metaficcional
sirve para
anunciar, desde el principio de la novela, uno de sus temas
principales: el de
la confusión entre la realidad y la ficción.
De
Paco Cortés, el protagonista de Los amigos del crimen
perfecto, se nos dice que "le gustaba mucho la vida cuando se
parecía en algo por lo menos a una novela de las suyas" (104).
Tiene
la manía de ficcionalizarlo todo y de vivir en un mundo paralelo
que
poco tiene que ver con la realidad. Su afición a la literatura
policiaca
le ha movido a fundar, con un grupito de amigos, una especie de club, a
imitación del "Tuesday Night Club" en la obra de Agatha
Christie. Estos "Amigos del crimen perfecto" (ACP) se suelen reunir
cada jueves en un café, el Comercial, desde hace
dieciséis
años, para hablar de literatura criminal. Dedican la mayor parte
de sus
encuentros a interminables discusiones sobre las reglas de la verdadera
novela
policiaca así como la definición y las condiciones de
realización del crimen perfecto. Son amigos del arte por el arte
y
conciben el relato policiaco como una actividad intelectual.
El
narrador extradiegético explica así la pasión de
uno
de los miembros del club por las novelas policiacas: "En ellas la
lógica era primordial. Como en el ajedrez. También le
gustaba
jugar al ajedrez. Y su amigo Paco era el rey de la lógica" (35).
La
definición remite al otro subgénero policiaco, el de la
novela-enigma
(o detective story) que, desde Edgar Allan Poe hasta Agatha
Christie
pasando por Conan Doyle, "participa de esta tendencia de tratar el
fenómeno del crimen como juego estético en donde el
suspense, el
misterio y el ingenio tienen un fin en sí mismo." (7)
En
la primera parte de Los amigos del crimen perfecto, Andrés
Trapiello rinde así homenaje a los dos grandes subgéneros
policiacos, por una parte la novela-enigma (o novela policiaca
clásica)
y por otra la novela negra, sin decantarse por una u otra. Si bien el
relato se
abre con un homenaje al subgénero negro al escenificar el acto
de
escribir de un autor de novelas "hard-boiled", las reuniones de los
ACP giran, por su parte, alrededor de la mecánica y la
lógica de los
relatos clásicos. Asimismo, la intriga de la novela se
centrará
en la resolución del asesinato del suegro del protagonista,
asesinato
calificado de "crimen perfecto" pero su investigación
correrá a cargo de un detective apodado Sam Spade en claro
homenaje al personaje
de Dashiell Hammett.
En
efecto, estos amigos intoxicados por la literatura de ficción y
a
los que les gusta imitar a sus
héroes preferidos, se han escogido un seudónimo o un
alias. Si el
protagonista, Paco Cortés, ha elegido el nombre de Sam Spade,
otro gran
aficionado a la novela negra, Isidro Rodríguez, se convierte
durante las
reuniones en Marlowe, el protagonista de Raymond Chandler. Por su parte
los
amantes de la novela clásica han escogido nombres tales como
Sherlock
Holmes o Miss Marple, en homenaje a Conan Doyle y Agatha Christie. La
lista de
los alias muestra que incluso las corrientes minoritarias del
género
como es el caso de la novela policiaca "psicológica",
"costumbrista"
o "política" están representadas con los nombres de
Maigret, el Padre Brown o Nestor Burma. Así estos ACP no son
sólo
amigos del crimen perfecto sino del género policiaco en su
totalidad,
cualesquiera que sean sus modalidades.
La irrupción de
la realidad en el juego
Es
interesante notar que si el título remite a la noción de
"crimen
perfecto", el segundo elemento más importante del paratexto, es
decir el epígrafe, hace hincapié en el tema de la
injusticia. Se
trata de una cita del Gorgias de Platón en la que
Sócrates
plantea el problema desde una perspectiva ética o moral:
"¿Qué
es más feo, cometer injusticia o recibirla?" Ahora bien, entre
los
relatos breves reunidos en The Thirteen Problems de Agatha
Christie
aparece uno, titulado "The Companion", en que los miembros del Tuesday
Night Club examinan lo que uno de ellos considera "un crimen perfecto",
"A very bold and perfect crime", "almost the perfect
crime".(Christie, 127)
En esta historia, la criminal plantea un problema clave
que será también el de la novela de Andrés
Trapiello:
¿Puede un individuo tomarse la justicia por su mano cuando
claudica la
ley o se le obligan a ello las circunstancias? ("Do you think [...] that one is ever
justified in taking the law into one's own hands?" [Christie,
120]) ¿Es legítimo castigar a un
criminal cometiendo un crimen? En la novela de una autora conservadora
como
Agatha Christie, la respuesta no deja lugar a dudas: "La ley es la ley
y
se la debe acatar" (The law was the law, and we had to abide by it" [Christie,
120]).
Parece
como si Andrés Trapiello hubiese querido arrancar de este relato
de la novelista inglesa para organizar su propia reflexión en
torno a la
problemática de la justicia individual. El supuesto asesinato de
don
Luis por el joven Rafael les parece también a los miembros del
club de
los ACP como un crimen perfecto (3). E igual
que en "The Companion",
el acto es motivado por un sentimiento de frustración e
injusticia. Rafael
calificará su acto de "asesinato justo", "porque es la
única justicia que cabe esperar, cuando ya no es posible la
otra, a la
que todo hombre tiene derecho" [308]. Pero, si bien Los amigos del
crimen perfecto parece inspirarse en "The Companion" en lo que
concierne a su temática, el autor se distancia
rápidamente de la
escritora inglesa para encaminar su propio relato hacia otros
derroteros.
Una
de las grandes diferencias entre Los amigos del crimen perfecto
y
el relato policiaco a lo Agatha Christie es su anclaje en un contexto
político y social determinado. Andrés Trapiello se aparta
del
relato a-histórico clásico que se presenta como un mero
juego
intelectual para sumir a sus
personajes en la realidad de la España de los años 80. Ya
en la
primera parte de la novela, a partir del capítulo tercero, los
miembros
del club de los ACP van a ser confrontados con uno de los episodios
más
decisivos de la historia de la Transición demócratica
española, el fallido Golpe de Estado del 23-F. Será este
acontecimiento un elemento clave no sólo en la historia de los
ACP sino
en la construcción del mismo relato pues provoca una ruptura a
partir de
la cual la novela de Andrés Trapiello deja de ser un mero
homenaje al
género para independizarse y explorar nuevos caminos.
Ya
a nivel diegético, el seísmo del 23-F provoca una quiebra
en el bloque, hasta el momento monolítico, de los ACP. Durante
dieciséis años, los miembros del club se habían
entregado
a su pasión por el enigma detectivesco, olvidándose por
unas
horas del su entorno gris y rutinario para vivir en un mundo imaginario
en el
que adoptaban la identidad e imitaban el comportamiento de sus
héroes
preferidos. Vistos desde fuera, "parecían extravagantes, echando
humo de sus cachimbas, con aquellas trazas estrambóticas,
parecían extras de una película." [153]. Los ACP encarnan
la
versión "escapista" del género policiaco. A ellos no
les interesan los problemas del mundo:
Nunca en las reuniones de los ACP se
había hablado de política. [...] Y no es que estuviese
prohibido
hablar de política entre los ACP, sencillamente ése era
un asunto
que no le interesaba a nadie lo más mínimo, al menos
allí.
[64]
El
23-F hizo volver a algunos de ellos a la realidad. A partir de aquella
noche se estableció una especie de línea divisoria entre
los
jóvenes y los mayores. El primer grupo está representado
por Poe
y Marlowe quienes deambulan por las calles de Madrid observando
la
situación con curiosidad y cierto desenfado. Cuando los dos
jóvenes deciden volver a casa, encienden la televisión,
quizá en espera del discurso del Rey a la nación. Pero la
tele no
constituye más que un ruido de fondo al que no prestan mucha
atención a pesar de lo grave de la situación:
Dejaron el televisor encendido y con el volumen
alto, acamparon en la cocina, dieron cuenta de un pollo frío y
dos
botellas de vino, hablaron como dos buenos amigos de novelas y
películas
policiacas preferidas, repasaron uno por uno los miembros de los ACP,
de los
que Marlowe fue haciendo un retrato divertido [...] [120].
En
cambio, los miembros de más edad estuvieron pendientes de lo que
estaba pasando. Por primera vez tuvieron conciencia de que estaban
viviendo un
momento importante. El 23-F supuso para ellos un reajuste, una vuelta a
la
realidad (4). Algunos sintieron miedo pues
habían conocido la
posguerra franquista e incluso la guerra civil y la intentona les trajo
a la
memoria el recuerdo de las privaciones, de las sacas y de los paseos.
Entre
ellos, Sherlock parece el más afectado y establece una
comparación entre el 23-F y el 18 de julio de 1936: "Lo mismo
que
cuando mataron a Calvo Sotelo; esto es igual que aquello." [58] "El
18 de julio nadie creyó que aquello fuese a durar tres
años ni
mucho menos que después iban a ser otros treinta y cinco...
Volverá la quema de iglesias y conventos." [61]
El
23-F, al reactivar el trauma de la guerra civil, va a propiciar el
"retorno
de lo reprimido". Con la resurrección de los recuerdos
dolorosos,
los secretos sepultados durante años en lo más hondo del
inconsciente van a aflorar progresivamente. Así, por primera
vez, Rafael,
"tan reservado siempre, tan tímido, tan silencioso, se
descolgó con una confidencia inusual en él" [88],
confesándole a otro miembro de los ACP el dolor y la
tristeza que
supone el no haber conocido a su padre. El joven nunca ha podido hablar
de las
circunstancias de la muerte de éste:
Ésas
eran las cosas de las que no hablaba con nadie, porque a nadie
le interesaba saber cómo sucedieron en realidad. Nadie quiere
saber la
verdad. [...] Ni siquiera entre ellos, los de su propia familia, su
madre y sus
hermanos, querían hablar de ello. Demasiado doloroso, demasiado
habían penado ya todos ellos, demasiado daño les
habían
hecho, así que nadie quería meter de nuevo el dedo en una
herida
que estaba aún abierta como el primer día." [147]
A lo largo del relato, el lector va a descubrir
que no sólo Rafael sino los principales personajes de la novela
tienen
un secreto bien guardado. Todos tienen algo que ocultar, como Hanna, la
amiga de
Rafael que silencia su pasado y su adicción a la droga, e
incluso Paco,
el protagonista, que disimula los problemas que tiene con su familia:
"Por
eso, tal vez, se había hecho novelista tan joven. Para no tener
que
contarle nada a nadie. Prefería que hablasen por él unos
personajes, unos muñecos, los títeres de su desdicha."
[161]
En cuanto a su mujer, Dora, nunca reveló que había sido
violada
por su propio padre, don Luis. "A nadie se lo había confesado y
a
nadie lo confesaría jamás". Para ella, "es preferible
vivir en la mentira, en el olvido, en el engaño" [191]. Dora se
acoge así a la denegación de la realidad aunque no puede
ocultarla o ignorarla completamente:
[...] para Dora era algo que no había
sucedido nunca, pero que de vez en cuando emergía del centro de
su ser,
como un volcán entra en erupción, abrasándola como
si
vomitara una tierra abrasiva. Reconocer que había sucedido la
hubiera
llevado a cambiar muchas cosas en su vida. [191]
El
23-F va a ser el elemento disparador del retorno de lo reprimido. A
partir
de ese día, los personajes involucrados van a tener que
enfrentarse con
los fantasmas del pasado. Pero más allá de la vivencia o
la
experiencia individual, se puede pensar que en Los amigos del
crimen
perfecto, Andrés Trapiello plantea el problema a un nivel
más
general o más colectivo y se interroga sobre el famoso "pacto
del
olvido" en que se ha asentado la democracia española desde la
época de la Transición.
Desde
el punto de vista narrativo, el 23-F es también el elemento
que va a permitir el contacto entre don Luis y Rafael ya que Maigret,
uno
de los miembros de los ACP que es también policía en la
realidad,
se lleva al joven esa noche a la Comisaría para darle "una clase
práctica" [89]. Y es allí donde el joven va a encontrar
por
primera vez a un don Luis eufórico, dispuesto a respaldar a los
conjurados, amenazando con "liarse a tiros hasta que todos los enemigos
de
España salieran corriendo como conejos." (116)
Por
fin, en lo que concierne a los aspectos semiológicos de la
novela, el 23-F va a ser el punto de partida de una
rehumanización de
los personajes, y en particular del protagonista, Paco Cortés.
Una parte
del interés de Los amigos del crimen perfecto estriba
precisamente en la evolución de su personaje principal. A lo
largo de la
novela asistimos a la metamorfosis de Paco, o sea que pasamos de la
tipificación del héroe de novela policiaca a la
elaboración de un personaje mucho más complejo y matizado
dotado
de una mayor profundidad psicológica.
Una novela policiaca
"rehumanizada"
Paco
Cortés es un personaje que, por su oficio de escritor de
novelas negras, goza de un estatuto particular en el club.
Además, por
su edad (38 años), se sitúa a medio camino entre los dos
grupos
generacionales de los ACP. No es tan joven como Marlowe pero
tampoco ha
conocido la guerra. Durante la tarde del 23-F, no comparte la inquietud
de los
mayores ni manifiesta la curiosidad de los más jóvenes.
En el
Comercial, "la excitada conversación que tenía lugar a su
lado era sólo un rumor lejano que no lograba distraerle" (59).
Paco
Cortés parece inconsciente de lo trascendente del momento: "No
entendía por qué les preocupaba a todos tanto lo de los
guardias
civiles en el Congreso" (60). Aunque está junto a sus amigos,
parece como aislado, sumido en profundas cavilaciones que no tienen que
ver con
el 23-F. Durante toda la conversación, Paco no hace más
que
pensar en la agencia de detectives que quisiera montar, en el nombre
que le iba
a poner, en fin "era de su negocio de lo que quería tratar; lo
demás le traía sin cuidado, así se estuviese
preparando el
fin de los tiempos" (86).
Aparentemente,
Paco parece evolucionar en un sentido contrario al de sus
amigos. Si, para gran parte de los ACP, el 23-F va a suponer una vuelta
más o menos brutal a la realidad, para Paco significa un grado
más en el proceso de ficcionalización de su vida. Al
pasar de
escritor de novelas a detective, adecúa su oficio al del
héroe de
Hammett, identificándose así cada vez más con un
personaje
cuyo nombre había escogido ya como seudónimo en los ACP.
El
narrador da cuenta de esta confusión cada vez mayor entre
realidad y
ficción al designar al protagonista, no ya como Paco
Cortés o Sam
Spade, sino como "Paco Spade" [87]. Este se da cuenta de lo
decisivo del paso que acaba de dar ya que habla de su decisión
como de
una ruptura total, casi de un seísmo equiparable al 23-F:
Tengo una noticia que daros - declaró con cierta solemnidad
Spade
[...]. Lo mío no es un golpe de Estado, pero para mí como
si lo
fuese: he dejado la editorial, dejo la novelística. No voy a
volver a
escribir novelas. [...] Y voy a montar una agencia de detectives con
Modesto:
Argos, detectives. [84]
Paco
Cortés aparece así como un personaje inadaptado al
entorno en que vive, incapaz de adherir a la realidad, asegurado de los
trastornos que va a suponer el 23-F para los miembros de los ACP. Pero
es en el
preciso momento en que ostenta de manera rotunda su indiferencia por el
mundo
que lo rodea cuando va a empezar su metamorfosis. Al segundo día
de
haber concebido el proyecto de la agencia de detectives, lo desecha
antes de
sumirse en una profunda depresión. Este cambio inesperado de
actitud se corresponde
con el final de la primera parte de la novela, es decir con el momento
en que
Paco comprende que la ruptura con Dora bien puede ser definitiva.
Como
lo explica Andrés Trapiello en una entrevista, "Dora, la
mujer del escritor, quiere ser real, no una proyección de la
ficción". (Romeo 2003) El personaje femenino de la novela aparece
como la figura más opuesta, o por lo menos la más alejada
del
modelo del protagonista. El narrador hace hincapié en los
aspectos
sumamente humanos de la esposa de Paco al presentarla como una mujer
sensible y
emotiva, herida por las infidelidades de su marido. En sus discusiones
con
Paco, Dora solía dar rienda suelta a sus emociones pero se
topaba con la
indiferencia un tanto cínica de su marido que la solía
cotejar
con las mujeres fatales de la literatura negra:
En las novelas de Paco, las mujeres no lloraban jamás, y menos
por
un hombre. Las bellísimas heroínas que salían de
la cabeza
de Paco Cortés antes se hubiesen dejado arrancar las uñas
que
ponerse a llorar por hombre ninguno. Las penas las ahogaban en
Martinis, como
ellos podían ahogarlas en whisky de malta. [98]
Por
su parte, Paco adecuaba su conducta a la de sus héroes
justificando
así su cinismo y su falta de compasión: "En la vida y en
las
novelas policiacas hay que saber de qué parte se está."
[101].
Pero, al final de la primera parte de la novela, Paco pierde por
primera vez su
soberbia y su confianza en sí mismo, desconcertado por la
actitud de
Dora. Todo pasa como si esa noche del 23-F hubiera afectado al
protagonista
mucho más de lo que él mismo cree, haciéndole
perder sus
puntos de referencia. La primera parte del relato termina con la imagen
de un
protagonista algo desorientado que ya no encuentra en la ficción
los modelos
que necesita para vivir:
bajó
a pie, lentamente, como muchos de esos héroes de los que
tanto hablaba en sus novelas, para ninguno de los cuales tuvo, sin
embargo, el
menor recuerdo en ese instante. [105]
A
partir de ese momento, o sea a partir de la noche del 23-F, Paco
atraviesa una grave crisis existencial que viene vinculada con un
problema de
identidad al que Dora arroja una luz cruda. Seis meses después
de la
famosa noche de febrero, Paco vuelve a casa totalmente transformado,
"sin
estrategias, sin esas frases baratas que aprendía en las novelas
policiacas" [166]. Es un hombre nuevo al que Dora puede hablar por
primera
vez sin contemplaciones: "Creo que tu principal problema -le [dijo]- es
que no sabes aún quién eres, ni lo que quieres, y eso te
ha ido
destruyendo" [169]. Ella le reprocha no haber separado su trabajo de su
vida, haberlo mezclado todo. El diagnóstico vale también
para los
amigos de Paco a los que Dora abarca en un mismo desprecio:
"Fíjate
en todos esos pobres ACP. Tienen todos unas vidas como la tuya. Sois
parte del
mismo fracaso. [...] Hacéis una sociedad patética con
todo eso de
las novelas policiacas." [169/170]
Esta
entrevista con Dora es decisiva ya que Paco aparece por primera vez en
toda su humanidad. Ya no es el héroe monolítico de las
novelas
policiacas sino un hombre que expresa sus dudas y su deseo de
reintegrar la
vida y lo formula de manera un poco patética: "Quiero cambiar,
pero
no sé cómo. [...] Quiero llevar la vida de alguien de
carne y
hueso" [172-173]. A raíz de esta discusión, Paco,
convertido
en un "hombre nuevo" [193] acepta un trabajo de profesor en una
academia, reanuda su vida en común con Dora y cuando aparece por
el
Comercial se muestra ya cada vez más reacio a la hora de llamar
a sus
amigos por sus seudónimos. Al recobrar su identidad, el
protagonista
pasa a ser un hombre corriente hasta que de repente el asesinato de su
suegro
le convierte en el detective que anhelaba ser unos meses atrás.
Pero
mientras no se vea involucrado en este "crimen perfecto" será
relegado momentáneamente a un segundo plano pues, si en la
primera parte
de la novela tenía el protagonismo, ahora cede el paso a Rafael,
otro
personaje clave del relato.
Los temas cardinales
de la venganza y de la "justicia
poética"
La
segunda parte de la novela se abre con un capítulo enteramente
dedicado a Rafael Hervás, a sus relaciones con la joven Hanna y
al
recuerdo de su doloroso pasado que el joven evoca en una amplia
analepsis. Este
personaje no es nuevo puesto que ya aparece en la primera parte bajo la
apariencia de un joven tímido y callado que se queda un poco al
margen
de los ACP. Rafael se había acercado a ellos por casualidad al
oírlos hablar de novelas policiacas. Es un elemento exterior
recién integrado al grupo o como lo dice el narrador: "Fue el
primer neófito de su iglesia en todos aquellos años,
nacido al
menos de aquella manera tan espontánea" [70]. Prueba de su
integración
parcial en el grupo de los ACP es que, si bien lleva un alias, no es el
nombre
de un personaje ficticio sino el de un autor de carne y hueso, Edgar
Allan Poe.
Fue Paco quien lo bautizó así por su "aire
romántico,
tan pálido, tan delgado." [70]
La
elección de este sobrenombre fue un acierto ya que Poe es el
único miembro de los ACP que no se considera como un
héroe
novelesco. Es además poco propenso a confundir la realidad con
la
ficción. En este sentido es la antítesis de Paco ya que
no vacila
en afirmar que "la vida no está hecha de novelas sino al
revés, las novelas están hechas a partir de la vida"
[114].
Además, mientras todos los amigos de Paco se resisten a aceptar
su
decisión de abandonar el oficio de escritor de novelas
policiacas, Poe es
el único en tomarlo en serio y saluda su retorno a la realidad
llamándolo "Paco" y no "Sam".
Poe
es un personaje clave en el relato porque es él quien introduce
la
noción fundamental de "justicia poética", estrechamente
vinculada al tema principal de la venganza. En una entrevista,
Andrés
Trapiello definía así su propósito: "He escrito mi
novela sobre el deseo de la venganza, que es uno de los sentimientos
más
ambiguos, más sombríos y, a veces, más
incomprensibles y
contradictorios." (Sánchez, 2005) El personaje de Poe, con su vulnerabilidad,
sus inhibiciones pero sobre todo su profunda humanidad va a encarnar el
dilema
planteado no sólo en la cita epigráfica de la novela sino
en el
relato breve de Agatha Christie, "The Companion". Se trata de saber,
en resumidas cuentas, si el que ha cometido una injusticia, en el caso
presente
don Luis, merece o no recibir un castigo.
En
el relato inglés, la señorita de compañía
mató a su ama a la que reprocha no haberla auxiliado cuando
vivía
en la miseria y pedía ayuda. Ella intenta justificarse
preguntando al
narrador si no piensa que las circunstancias pueden, en determinados
casos y
por un motivo legítimo, llevar a una persona a cometer lo que
ella
considera ser un crimen. En la novela de Andrés Trapiello, el
personaje
defiende con firmeza su postura:
Ya
sabéis que mi teoría es que a un
hombre se le puede condenar y absolver por su pasado, más que
por lo que
haya hecho en el presente [...]. No todos los asesinos matan por
razones de inmediato
interés. Muchos sólo quieren contribuir con un poco de
equilibrio
a un mundo desequilibrado. [242]
Poe
introduce así la noción de "justicia poética".
Para el joven, no hay culpable porque el de don Luis es "un asesinato
justo", como se lo explica a Paco:
A tu suegro le mataron las circunstancias, como las circunstancias
mataron
a mi padre. Nadie pagó por el asesinato de mi padre y nadie debe
pagar
por la muerte de tu suegro. Te repito que es a eso a lo que se le llama
justicia poética, porque es una venganza de guante blanco que no
mancha
ni degrada a nadie." [313]
En
"The Companion", este tipo de discurso es censurado por el
narrador y los demás personajes representantes de la moral
conservadora
de la novelista. En cambio, en Los amigos del crimen perfecto,
Paco, el
protagonista se solidariza con Poe, exculpándole de este modo:
Se
cometen crímenes por alguna de esas tres razones, Poe: por amor,
por dinero o por poder. Raramente mata nadie por honor, y mucho menos
por
justicia poética, como tú la has llamado, y cuando esto
ocurre,
estamos ante un romántico, no ante un asesino. No sé. Lo
que he
sacado en claro de este día es que jamás actuaría
contra
ti. [318]
Lo
que prevalece aquí es el poder de la amistad y de la solidaridad
que
une a los personajes principales. No se trata sólo de Poe y Paco
ya que
también Maigret y Marlowe respaldaron al joven,
acompañándole y prestándole su ayuda cuando
éste se
entrevistó con don Luis el día de su asesinato. Pero si
ambos le
ayudaron, fue porque juzgaron legítimo el deseo de Poe de
"hacerle
[a don Luis] un juicio, el juicio que no tuvo su padre" [326]. Porque
de
eso se trataba, de "interrogarle delante de un testigo, meterle miedo,
decirle,
tú mataste a mi padre, tú le torturaste, tú
torturaste a
media provincia de Albacete, y luego dejarle allí" [328]. Poe
tenía el propósito, no de matar a don Luis, sino tan
sólo
de amedrentarlo para que supiera lo que sentían sus
víctimas y en
cierta medida lo consiguió. Presa de miedo, don Luis
intentó
sacar su pistola y en el forcejeo lo mató un tiro. Por eso la
culpa no
la tiene el joven sino las circunstancias e incluso el propio don Luis
por su soberbia
pues, como lo explica Poe, "si [el] suegro [de Paco] hubiese pedido
perdón, no hubiera pasado nada" [330].
Don
Luis ha pagado no sólo por haber torturado al padre de Poe
provocando así su muerte sino que también "ha pagado
él
por todos aquellos que jamás pagarán por lo que
hicieron." [307].
El asesinato pierde así su carácter individual y adquiere
una
dimensión universal. Don Luis deja la categoría de
víctima
para recobrar el estatuto de verdugo. En estas condiciones, para Poe,
el crimen
se justifica ya que no es un atentado contra la vida de un individuo
sino
contra un símbolo, el de la represión y de la injusticia.
Lo
que cuestiona la novela de Andrés Trapiello, más
allá del caso individual de don Luis, es el "pacto del olvido"
en el que se asentó la Transición democrática. A
él
alude Poe cuando le dice a Paco: "Los crímenes que cometieron
las
gentes como tu suegro han quedado impunes, porque son la moneda con la
que
hemos pagado para que se produjera esto que tenemos ahora en
España."[308]. El problema planteado aquí es el de la
responsabilidad colectiva. A diferencia de lo que pasa en el relato de
Agatha
Christie, el caso policiaco cobra en la novela de Andrés
Trapiello una
dimensión política e histórica que sitúa a Los
amigos del crimen perfecto en la corriente de la postmodernidad.
A
su manera, como lo van haciendo muchos novelistas españoles
desde
la muerte de Franco, el relato policiaco le sirve al autor para
interrogar un
pasado silenciado durante años pero que sin embargo sigue
conformando la
realidad de la España contemporánea. La novela fue
escrita unos
meses después de la famosa polémica surgida a raíz
de un
artículo de Javier Marías ("El artículo más
iluso") en el que, "apelando a la necesidad de enfrentarse a los
demonios del pasado, emplazaba a ciertas figuras intelectuales a que
asumieran
la responsabilidad ética de responder a su actuación
durante el
régimen de Franco." (Anastasio, 1999)
Bajo la forma y la apariencia de una ficción policiaca, la novela de Andrés Trapiello se organiza alrededor de una cuestión candente que preocupa a gran parte de los novelistas de la postmodernidad española: "¿Qué hacer con la guerra civil?". El final de la novela nos brinda un elemento de respuesta cuando Paco Cortés da por terminada la encuesta presentando el asesinato de don Luis como "una manera simbólica y poética de cerrar la guerra" [331]. Con Los amigos del crimen perfecto, Andrés Trapiello parece querer darle una nueva orientación a la novela policiaca española demasiado preocupada por determinadas circunstancias históricas. Con el doble tema de la justicia y de la venganza que ocupa una posición central en el relato, el autor plantea problemas esenciales de la condición humana. Ahonda más en los personajes, en su angustia y su dolor que en la temática de la guerra civil y del 23-F que tan sólo sirve de disparador para que los personajes revelen la verdadera cara de su personalidad. Las circunstancias históricas sirven ante todo para rehumanizar al protagonista haciéndole pasar de la categoría de tipo literario a la de individuo. Más allá de un compromiso político o social particular, los personajes de Los amigos del crimen perfecto reivindican los valores del humanismo, la amistad, la solidaridad, y sobre todo, según el mismo autor, "la misericordia, como hacía Galdós". (Romeo, 2003)
Conclusión
En lo que se diferencia Los amigos del crimen perfecto respecto
a
los dos subgéneros tradicionales es en su carga de humanidad. El
relato
no se concibe como un mero juego intelectual pero tampoco enfatiza los
aspectos
más sórdidos y pesimistas de la realidad. El desenlace de
la
novela pone de realce los valores de solidaridad, amistad y
compasión.
Así, con Los amigos del crimen perfecto, Andrés
Trapiello
parece abrir una nueva vía dentro del género, proponiendo
a la
vez una síntesis y una superación de los modelos
tradicionales en
los que injerta un fuerte componente emocional y sentimental. Como lo
declaraba
el mismo autor en una de sus entrevistas:
Notas
(1) . Según la
definición de José F. Colmeiro que entiende por novela
policiaca
"toda narración cuyo hilo conductor es la investigación
de
un hecho criminal, independientemente de su método, objetivo o
resultado.", La novela policiaca española: Teoría e
historia crítica, Barcelona: Anthropos, 1994, p.55.
(2). Todas las citas
corresponden a la edición consignada en la bibliografía.
(3) . ".... eso es lo que
hace de este crimen un crimen perfecto: tenemos cadáver, tenemos
móviles, tenemos sospechoso o sospechosos, pero no tenemos al
asesino.", Los amigos del crimen perfecto, ed.cit., p. 319.
(4) . ".... a la
mayoría de ellos les confirmó que la realidad era mucho
más caótica, irregular e injusta que las novelas
policiacas, en
las que siempre solía quedar triunfadora la lógica del
orden y la
justicia de la lógica.", ed.cit., p.129.
Bibliografía
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Colmeiro, José F. La novela policiaca española: Teoría e historia crítica. Barcelona: Anthropos, 1994, 302p.
Genette,
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