Andrés Trapiello y Los amigos del crimen perfecto (2003).

 El género policiaco entre homenaje y distanciamiento

 

 

Cécile François

Université d'Orléans

 

 

 

Al recibir el Premio Nadal, en el año 2003, por Los amigos del crimen perfecto, Andrés Trapiello señalaba que su novela "arranca[ba] como un homenaje al género policiaco" (Romeo 2003). Esta declaración, formulada repetidas veces y ampliamente difundida, pasó a configurar el horizonte de expectativas del lector que, al abrir el libro, piensa descubrir el relato de la investigación de un crimen (1). Ahora bien, hará falta esperar la segunda mitad de la novela para que, por fin, aparezcan los tres elementos constitutivos del relato policiaco, a saber: un cadáver (el de don Luis Álvarez), un detective (Paco Cortés, el yerno de don Luis) y una serie de sospechosos (entre los cuales figuran tres de los amigos del detective).

Algunos estudiosos de Los amigos del crimen perfecto se han interrogado sobre la función de la primera parte y su relación con el resto de la novela, considerando por ejemplo que "Part 1, seemingly a satire of detective fiction, could easily be a novel in and of itself" (Oxford, 144). Lo que llama la atención, en efecto, es la ruptura de tono y el nuevo sesgo que el relato toma a partir de la segunda parte. Tenemos la impresión de que, progresivamente, el autor se distancia (aunque sin repudiarlo definitivamente) del universo narrativo y lingüístico que acaba de elaborar. Parece como si Andrés Trapiello hubiera querido rendir homenaje al género policiaco condensando o declinando sus distintas modalidades en la primera parte de la novela, para luego brindarnos su propia concepción de la función ética y estética del relato policiaco en la España de principios de los años 2000.

 

Una aproximación lúdica al género policiaco


Al abrir el libro, el lector se encuentra metido en seguida en un ambiente y una acción de "novela negra" norteamericana. El relato empieza "in medias res" en el momento álgido en que el protagonista encerrado en una habitación sórdida se ve acorralado por sus perseguidores. El lector presiente que va a asistir al tradicional ajuste de cuentas entre gángsters o al prendimiento por la policía de un criminal peligroso. Todas las características del relato "hard-boiled" que pusieron de moda Dashiell Hammett o Raymond Chandler están aquí reunidas en unas cuantas páginas: una acción trepidante, un antihéroe duro, cínico e impasible, y una buena dosis de sexo y violencia. El estilo escueto, lapidario e incisivo remeda la técnica y la escritura típicas del subgénero "negro".

A primera vista, estas primeras páginas de Los amigos del crimen perfecto pueden aparecer como un homenaje a la novela "hard-boiled". Pero el lector atento a los pormenores se da cuenta de cierto exceso o sobrecarga e intuye que, tras la mera imitación del estilo y de los recursos propios del género, se esconde una intención un tanto irónica. Por supuesto, el pastiche de por sí implica un exceso o como lo dice Gérard Genette "una saturación estilística" (221), ya que el ejercicio se suele llevar a cabo gracias a la acumulación y la amplificación de los estilemas, o sea aquí de los rasgos definidores del estilo "hard-boiled". Pero lo que llama la atención en las primeras páginas de la novela de Andrés Trapiello es la repetición sistemática del procedimiento que da a la escritura un carácter mecánico y por lo tanto artificial como en la secuencia siguiente: "Abrió los ojos. Le punzó algo en ellos, no supo qué. Los ojos a veces duelen. Querían jugar con él al ratón y al gato. El timbre era gato y él era ratón." (11) (2)

Asimismo, resulta singular que, desde el íncipit, todas las características, no ya formales sino temáticas y ambientales, del género se hallen reunidas y concentradas en unas cuantas líneas. Esta condensación de rasgos atañe en particular a la caracterización del protagonista al que descubrimos tumbado en la cama con "el impermeable y los zapatos puestos", teniendo a mano los avíos típicos del antihéroe "tough", a saber: el cigarrillo, el vaso de whisky y la pistola. Detrás del personaje de Delley se perfilan a todas luces las siluetas de los protagonistas de las novelas de la serie negra, lo cual da la impresión al lector de encontrarse frente a un tipo, una figura plana sin gran relieve ni densidad psicológica.

Pero Andrés Trapiello no se contenta con construir su secuencia echando mano de los estereotipos y clisés del género sino que añade al conjunto una nota irónica convirtiendo así el arranque del relato en una sutil parodia de las novelas "hard-boiled". El mejor ejemplo de distanciamiento burlón se aprecia en su manera de asociar los dos motivos más recurrentes del subgénero negro, el sexo y la violencia. En Los amigos del crimen perfecto, el autor transforma a la mujer fatal de carne y hueso que suele arrastrar al protagonista hacia la muerte o la perdición por una figura de valla publicitaria, "una muñeca muy sexi con un pecho fundido que enarbolaba un secador de pelo que le lanzaba la cabellera al viento y que tartamudeaba" (11). Tres veces se la menciona en el espacio de unas quince líneas. En su última aparición, ella se presenta, como la mujer fatal tradicional, bajo el doble signo del erotismo y de la muerte, para sellar el destino del protagonista. Pero es una unión tratada de modo irónico a través de una proyección mental de Delley que imagina la muerte violenta que le espera: "Lo iban a trufar de plomo y a dejarle allí, con el reflejo de aquella chica tan sexi encima." (12)

La distancia que establece el autor respecto al subgénero se aprecia también en la reflexividad de su escritura. Si bien procura captar la atención del lector por un relato trepidante y lleno de suspense, introduce subrepticiamente en el texto dos comentarios que no dejan de intrigar por la ruptura que provocan en el flujo narrativo. Se trata en el primer caso de una reflexión metalingüística que remite a la descripción de la mujer fatal de la valla: "Pensó que tantos «que» en una misma frase eran muchos «que», pero por lo que le pagaban podían irse al infierno todos los relativos" (11). Este comentario aparentemente inoportuno desvía la atención del lector concentrado en la historia del personaje para focalizarla en la narración, o sea en el trabajo del narrador. A continuación, tres líneas después, un comentario metaficcional muy despreciativo llama la atención sobre los clisés de que se valen "los que escriben noveluchas policiacas".

Claro que estos procedimientos no son privativos del autor. Como lo apunta José F. Colmeiro: "Esta autorreflexividad parece ser una constante del género [policiaco] desde sus mismos comienzos" y "suele responder a un deseo de homenaje y/o de parodia por parte del autor hacia las convenciones del género" (115). En el caso del íncipit de Los amigos del crimen perfecto, se trata ante todo de preparar al lector a un lance imprevisto, una inversión de la perspectiva, o sea el descubrimiento de que el verdadero protagonista del relato no es Delley, este personaje "tough" sacado del subgénero negro, sino el narrador intradiegético, Paco Cortés, quien se gana la vida escribiendo novelas baratas construidas a partir del modelo "hard-boiled". Más allá del homenaje y de la parodia, el recurso metaficcional sirve para anunciar, desde el principio de la novela, uno de sus temas principales: el de la confusión entre la realidad y la ficción.

De Paco Cortés, el protagonista de Los amigos del crimen perfecto, se nos dice que "le gustaba mucho la vida cuando se parecía en algo por lo menos a una novela de las suyas" (104). Tiene la manía de ficcionalizarlo todo y de vivir en un mundo paralelo que poco tiene que ver con la realidad. Su afición a la literatura policiaca le ha movido a fundar, con un grupito de amigos, una especie de club, a imitación del "Tuesday Night Club" en la obra de Agatha Christie. Estos "Amigos del crimen perfecto" (ACP) se suelen reunir cada jueves en un café, el Comercial, desde hace dieciséis años, para hablar de literatura criminal. Dedican la mayor parte de sus encuentros a interminables discusiones sobre las reglas de la verdadera novela policiaca así como la definición y las condiciones de realización del crimen perfecto. Son amigos del arte por el arte y conciben el relato policiaco como una actividad intelectual.

El narrador extradiegético explica así la pasión de uno de los miembros del club por las novelas policiacas: "En ellas la lógica era primordial. Como en el ajedrez. También le gustaba jugar al ajedrez. Y su amigo Paco era el rey de la lógica" (35). La definición remite al otro subgénero policiaco, el de la novela-enigma (o detective story) que, desde Edgar Allan Poe hasta Agatha Christie pasando por Conan Doyle, "participa de esta tendencia de tratar el fenómeno del crimen como juego estético en donde el suspense, el misterio y el ingenio tienen un fin en sí mismo." (7)

En la primera parte de Los amigos del crimen perfecto, Andrés Trapiello rinde así homenaje a los dos grandes subgéneros policiacos, por una parte la novela-enigma (o novela policiaca clásica) y por otra la novela negra, sin decantarse por una u otra. Si bien el relato se abre con un homenaje al subgénero negro al escenificar el acto de escribir de un autor de novelas "hard-boiled", las reuniones de los ACP giran, por su parte, alrededor de la mecánica y la lógica de los relatos clásicos. Asimismo, la intriga de la novela se centrará en la resolución del asesinato del suegro del protagonista, asesinato calificado de "crimen perfecto" pero su investigación correrá a cargo de un detective apodado Sam Spade en claro homenaje al personaje de Dashiell Hammett.

En efecto, estos amigos intoxicados por la literatura de ficción y a los que les gusta imitar  a sus héroes preferidos, se han escogido un seudónimo o un alias. Si el protagonista, Paco Cortés, ha elegido el nombre de Sam Spade, otro gran aficionado a la novela negra, Isidro Rodríguez, se convierte durante las reuniones en Marlowe, el protagonista de Raymond Chandler. Por su parte los amantes de la novela clásica han escogido nombres tales como Sherlock Holmes o Miss Marple, en homenaje a Conan Doyle y Agatha Christie. La lista de los alias muestra que incluso las corrientes minoritarias del género como es el caso de la novela policiaca "psicológica", "costumbrista" o "política" están representadas con los nombres de Maigret, el Padre Brown o Nestor Burma. Así estos ACP no son sólo amigos del crimen perfecto sino del género policiaco en su totalidad, cualesquiera que sean sus modalidades.  

 

La irrupción de la realidad en el juego

 

Es interesante notar que si el título remite a la noción de "crimen perfecto", el segundo elemento más importante del paratexto, es decir el epígrafe, hace hincapié en el tema de la injusticia. Se trata de una cita del Gorgias de Platón en la que Sócrates plantea el problema desde una perspectiva ética o moral: "¿Qué es más feo, cometer injusticia o recibirla?" Ahora bien, entre los relatos breves reunidos en The Thirteen Problems de Agatha Christie aparece uno, titulado "The Companion", en que los miembros del Tuesday Night Club examinan lo que uno de ellos considera "un crimen perfecto", "A very bold and perfect crime", "almost the perfect crime".(Christie, 127) En esta historia, la criminal plantea un problema clave que será también el de la novela de Andrés Trapiello: ¿Puede un individuo tomarse la justicia por su mano cuando claudica la ley o se le obligan a ello las circunstancias? ("Do you think [...] that one is ever justified in taking the law into one's own hands?" [Christie, 120]¿Es legítimo castigar a un criminal cometiendo un crimen? En la novela de una autora conservadora como Agatha Christie, la respuesta no deja lugar a dudas: "La ley es la ley y se la debe acatar" (The law was the law, and we had to abide by it" [Christie, 120]).

Parece como si Andrés Trapiello hubiese querido arrancar de este relato de la novelista inglesa para organizar su propia reflexión en torno a la problemática de la justicia individual. El supuesto asesinato de don Luis por el joven Rafael les parece también a los miembros del club de los ACP como un crimen perfecto (3). E igual que en "The Companion", el acto es motivado por un sentimiento de frustración e injusticia. Rafael calificará su acto de "asesinato justo", "porque es la única justicia que cabe esperar, cuando ya no es posible la otra, a la que todo hombre tiene derecho" [308]. Pero, si bien Los amigos del crimen perfecto parece inspirarse en "The Companion" en lo que concierne a su temática, el autor se distancia rápidamente de la escritora inglesa para encaminar su propio relato hacia otros derroteros.

Una de las grandes diferencias entre Los amigos del crimen perfecto y el relato policiaco a lo Agatha Christie es su anclaje en un contexto político y social determinado. Andrés Trapiello se aparta del relato a-histórico clásico que se presenta como un mero juego intelectual para  sumir a sus personajes en la realidad de la España de los años 80. Ya en la primera parte de la novela, a partir del capítulo tercero, los miembros del club de los ACP van a ser confrontados con uno de los episodios más decisivos de la historia de la Transición demócratica española, el fallido Golpe de Estado del 23-F. Será este acontecimiento un elemento clave no sólo en la historia de los ACP sino en la construcción del mismo relato pues provoca una ruptura a partir de la cual la novela de Andrés Trapiello deja de ser un mero homenaje al género para independizarse y explorar nuevos caminos.

Ya a nivel diegético, el seísmo del 23-F provoca una quiebra en el bloque, hasta el momento monolítico, de los ACP. Durante dieciséis años, los miembros del club se habían entregado a su pasión por el enigma detectivesco, olvidándose por unas horas del su entorno gris y rutinario para vivir en un mundo imaginario en el que adoptaban la identidad e imitaban el comportamiento de sus héroes preferidos. Vistos desde fuera, "parecían extravagantes, echando humo de sus cachimbas, con aquellas trazas estrambóticas, parecían extras de una película." [153]. Los ACP encarnan la versión "escapista" del género policiaco. A ellos no les interesan los problemas del mundo:
 

Nunca en las reuniones de los ACP se había hablado de política. [...] Y no es que estuviese prohibido hablar de política entre los ACP, sencillamente ése era un asunto que no le interesaba a nadie lo más mínimo, al menos allí. [64]

 

El 23-F hizo volver a algunos de ellos a la realidad. A partir de aquella noche se estableció una especie de línea divisoria entre los jóvenes y los mayores. El primer grupo está representado por Poe y Marlowe quienes deambulan por las calles de Madrid observando la situación con curiosidad y cierto desenfado. Cuando los dos jóvenes deciden volver a casa, encienden la televisión, quizá en espera del discurso del Rey a la nación. Pero la tele no constituye más que un ruido de fondo al que no prestan mucha atención a pesar de lo grave de la situación:
 

Dejaron el televisor encendido y con el volumen alto, acamparon en la cocina, dieron cuenta de un pollo frío y dos botellas de vino, hablaron como dos buenos amigos de novelas y películas policiacas preferidas, repasaron uno por uno los miembros de los ACP, de los que Marlowe fue haciendo un retrato divertido [...] [120].  

 

En cambio, los miembros de más edad estuvieron pendientes de lo que estaba pasando. Por primera vez tuvieron conciencia de que estaban viviendo un momento importante. El 23-F supuso para ellos un reajuste, una vuelta a la realidad (4). Algunos sintieron miedo pues habían conocido la posguerra franquista e incluso la guerra civil y la intentona les trajo a la memoria el recuerdo de las privaciones, de las sacas y de los paseos. Entre ellos, Sherlock parece el más afectado y establece una comparación entre el 23-F y el 18 de julio de 1936: "Lo mismo que cuando mataron a Calvo Sotelo; esto es igual que aquello." [58] "El 18 de julio nadie creyó que aquello fuese a durar tres años ni mucho menos que después iban a ser otros treinta y cinco... Volverá la quema de iglesias y conventos." [61]

El 23-F, al reactivar el trauma de la guerra civil, va a propiciar el "retorno de lo reprimido". Con la resurrección de los recuerdos dolorosos, los secretos sepultados durante años en lo más hondo del inconsciente van a aflorar progresivamente. Así, por primera vez, Rafael, "tan reservado siempre, tan tímido, tan silencioso, se descolgó con una confidencia inusual en él" [88], confesándole a otro miembro de los ACP el dolor y la tristeza que supone el no haber conocido a su padre. El joven nunca ha podido hablar de las circunstancias de la muerte de éste:

Ésas eran las cosas de las que no hablaba con nadie, porque a nadie le interesaba saber cómo sucedieron en realidad. Nadie quiere saber la verdad. [...] Ni siquiera entre ellos, los de su propia familia, su madre y sus hermanos, querían hablar de ello. Demasiado doloroso, demasiado habían penado ya todos ellos, demasiado daño les habían hecho, así que nadie quería meter de nuevo el dedo en una herida que estaba aún abierta como el primer día." [147]

A lo largo del relato, el lector va a descubrir que no sólo Rafael sino los principales personajes de la novela tienen un secreto bien guardado. Todos tienen algo que ocultar, como Hanna, la amiga de Rafael que silencia su pasado y su adicción a la droga, e incluso Paco, el protagonista, que disimula los problemas que tiene con su familia: "Por eso, tal vez, se había hecho novelista tan joven. Para no tener que contarle nada a nadie. Prefería que hablasen por él unos personajes, unos muñecos, los títeres de su desdicha." [161] En cuanto a su mujer, Dora, nunca reveló que había sido violada por su propio padre, don Luis. "A nadie se lo había confesado y a nadie lo confesaría jamás". Para ella, "es preferible vivir en la mentira, en el olvido, en el engaño" [191]. Dora se acoge así a la denegación de la realidad aunque no puede ocultarla o ignorarla completamente:

[...] para Dora era algo que no había sucedido nunca, pero que de vez en cuando emergía del centro de su ser, como un volcán entra en erupción, abrasándola como si vomitara una tierra abrasiva. Reconocer que había sucedido la hubiera llevado a cambiar muchas cosas en su vida. [191]

 

El 23-F va a ser el elemento disparador del retorno de lo reprimido. A partir de ese día, los personajes involucrados van a tener que enfrentarse con los fantasmas del pasado. Pero más allá de la vivencia o la experiencia individual, se puede pensar que en Los amigos del crimen perfecto, Andrés Trapiello plantea el problema a un nivel más general o más colectivo y se interroga sobre el famoso "pacto del olvido" en que se ha asentado la democracia española desde la época de la Transición.

Desde el punto de vista narrativo, el 23-F es también el elemento que va a permitir el contacto entre don Luis y Rafael ya que Maigret, uno de los miembros de los ACP que es también policía en la realidad, se lleva al joven esa noche a la Comisaría para darle "una clase práctica" [89]. Y es allí donde el joven va a encontrar por primera vez a un don Luis eufórico, dispuesto a respaldar a los conjurados, amenazando con "liarse a tiros hasta que todos los enemigos de España salieran corriendo como conejos." (116)

Por fin, en lo que concierne a los aspectos semiológicos de la novela, el 23-F va a ser el punto de partida de una rehumanización de los personajes, y en particular del protagonista, Paco Cortés. Una parte del interés de Los amigos del crimen perfecto estriba precisamente en la evolución de su personaje principal. A lo largo de la novela asistimos a la metamorfosis de Paco, o sea que pasamos de la tipificación del héroe de novela policiaca a la elaboración de un personaje mucho más complejo y matizado dotado de una mayor profundidad psicológica.

 

Una novela policiaca "rehumanizada"

 

Paco Cortés es un personaje que, por su oficio de escritor de novelas negras, goza de un estatuto particular en el club. Además, por su edad (38 años), se sitúa a medio camino entre los dos grupos generacionales de los ACP. No es tan joven como Marlowe pero tampoco ha conocido la guerra. Durante la tarde del 23-F, no comparte la inquietud de los mayores ni manifiesta la curiosidad de los más jóvenes. En el Comercial, "la excitada conversación que tenía lugar a su lado era sólo un rumor lejano que no lograba distraerle" (59). Paco Cortés parece inconsciente de lo trascendente del momento: "No entendía por qué les preocupaba a todos tanto lo de los guardias civiles en el Congreso" (60). Aunque está junto a sus amigos, parece como aislado, sumido en profundas cavilaciones que no tienen que ver con el 23-F. Durante toda la conversación, Paco no hace más que pensar en la agencia de detectives que quisiera montar, en el nombre que le iba a poner, en fin "era de su negocio de lo que quería tratar; lo demás le traía sin cuidado, así se estuviese preparando el fin de los tiempos" (86).

Aparentemente, Paco parece evolucionar en un sentido contrario al de sus amigos. Si, para gran parte de los ACP, el 23-F va a suponer una vuelta más o menos brutal a la realidad, para Paco significa un grado más en el proceso de ficcionalización de su vida. Al pasar de escritor de novelas a detective, adecúa su oficio al del héroe de Hammett, identificándose así cada vez más con un personaje cuyo nombre había escogido ya como seudónimo en los ACP. El narrador da cuenta de esta confusión cada vez mayor entre realidad y ficción al designar al protagonista, no ya como Paco Cortés o Sam Spade, sino como "Paco Spade" [87]. Este se da cuenta de lo decisivo del paso que acaba de dar ya que habla de su decisión como de una ruptura total, casi de un seísmo equiparable al 23-F:


Tengo una noticia que daros - declaró con cierta solemnidad Spade [...]. Lo mío no es un golpe de Estado, pero para mí como si lo fuese: he dejado la editorial, dejo la novelística. No voy a volver a escribir novelas. [...] Y voy a montar una agencia de detectives con Modesto: Argos, detectives. [84]  

 

Paco Cortés aparece así como un personaje inadaptado al entorno en que vive, incapaz de adherir a la realidad, asegurado de los trastornos que va a suponer el 23-F para los miembros de los ACP. Pero es en el preciso momento en que ostenta de manera rotunda su indiferencia por el mundo que lo rodea cuando va a empezar su metamorfosis. Al segundo día de haber concebido el proyecto de la agencia de detectives, lo desecha antes de sumirse en una profunda depresión. Este cambio inesperado de actitud se corresponde con el final de la primera parte de la novela, es decir con el momento en que Paco comprende que la ruptura con Dora bien puede ser definitiva.

Como lo explica Andrés Trapiello en una entrevista, "Dora, la mujer del escritor, quiere ser real, no una proyección de la ficción". (Romeo 2003) El personaje femenino de la novela aparece como la figura más opuesta, o por lo menos la más alejada del modelo del protagonista. El narrador hace hincapié en los aspectos sumamente humanos de la esposa de Paco al presentarla como una mujer sensible y emotiva, herida por las infidelidades de su marido. En sus discusiones con Paco, Dora solía dar rienda suelta a sus emociones pero se topaba con la indiferencia un tanto cínica de su marido que la solía cotejar con las mujeres fatales de la literatura negra:


En las novelas de Paco, las mujeres no lloraban jamás, y menos por un hombre. Las bellísimas heroínas que salían de la cabeza de Paco Cortés antes se hubiesen dejado arrancar las uñas que ponerse a llorar por hombre ninguno. Las penas las ahogaban en Martinis, como ellos podían ahogarlas en whisky de malta. [98]

 

Por su parte, Paco adecuaba su conducta a la de sus héroes justificando así su cinismo y su falta de compasión: "En la vida y en las novelas policiacas hay que saber de qué parte se está." [101]. Pero, al final de la primera parte de la novela, Paco pierde por primera vez su soberbia y su confianza en sí mismo, desconcertado por la actitud de Dora. Todo pasa como si esa noche del 23-F hubiera afectado al protagonista mucho más de lo que él mismo cree, haciéndole perder sus puntos de referencia. La primera parte del relato termina con la imagen de un protagonista algo desorientado que ya no encuentra en la ficción los modelos que necesita para vivir:

bajó a pie, lentamente, como muchos de esos héroes de los que tanto hablaba en sus novelas, para ninguno de los cuales tuvo, sin embargo, el menor recuerdo en ese instante. [105] 

 

A partir de ese momento, o sea a partir de la noche del 23-F, Paco atraviesa una grave crisis existencial que viene vinculada con un problema de identidad al que Dora arroja una luz cruda. Seis meses después de la famosa noche de febrero, Paco vuelve a casa totalmente transformado, "sin estrategias, sin esas frases baratas que aprendía en las novelas policiacas" [166]. Es un hombre nuevo al que Dora puede hablar por primera vez sin contemplaciones: "Creo que tu principal problema -le [dijo]- es que no sabes aún quién eres, ni lo que quieres, y eso te ha ido destruyendo" [169]. Ella le reprocha no haber separado su trabajo de su vida, haberlo mezclado todo. El diagnóstico vale también para los amigos de Paco a los que Dora abarca en un mismo desprecio: "Fíjate en todos esos pobres ACP. Tienen todos unas vidas como la tuya. Sois parte del mismo fracaso. [...] Hacéis una sociedad patética con todo eso de las novelas policiacas." [169/170]

Esta entrevista con Dora es decisiva ya que Paco aparece por primera vez en toda su humanidad. Ya no es el héroe monolítico de las novelas policiacas sino un hombre que expresa sus dudas y su deseo de reintegrar la vida y lo formula de manera un poco patética: "Quiero cambiar, pero no sé cómo. [...] Quiero llevar la vida de alguien de carne y hueso" [172-173]. A raíz de esta discusión, Paco, convertido en un "hombre nuevo" [193] acepta un trabajo de profesor en una academia, reanuda su vida en común con Dora y cuando aparece por el Comercial se muestra ya cada vez más reacio a la hora de llamar a sus amigos por sus seudónimos. Al recobrar su identidad, el protagonista pasa a ser un hombre corriente hasta que de repente el asesinato de su suegro le convierte en el detective que anhelaba ser unos meses atrás. Pero mientras no se vea involucrado en este "crimen perfecto" será relegado momentáneamente a un segundo plano pues, si en la primera parte de la novela tenía el protagonismo, ahora cede el paso a Rafael, otro personaje clave del relato. 

 

Los temas cardinales de la venganza y de la "justicia poética"

 

La segunda parte de la novela se abre con un capítulo enteramente dedicado a Rafael Hervás, a sus relaciones con la joven Hanna y al recuerdo de su doloroso pasado que el joven evoca en una amplia analepsis. Este personaje no es nuevo puesto que ya aparece en la primera parte bajo la apariencia de un joven tímido y callado que se queda un poco al margen de los ACP. Rafael se había acercado a ellos por casualidad al oírlos hablar de novelas policiacas. Es un elemento exterior recién integrado al grupo o como lo dice el narrador: "Fue el primer neófito de su iglesia en todos aquellos años, nacido al menos de aquella manera tan espontánea" [70]. Prueba de su integración parcial en el grupo de los ACP es que, si bien lleva un alias, no es el nombre de un personaje ficticio sino el de un autor de carne y hueso, Edgar Allan Poe. Fue Paco quien lo bautizó así por su "aire romántico, tan pálido, tan delgado." [70]

La elección de este sobrenombre fue un acierto ya que Poe es el único miembro de los ACP que no se considera como un héroe novelesco. Es además poco propenso a confundir la realidad con la ficción. En este sentido es la antítesis de Paco ya que no vacila en afirmar que "la vida no está hecha de novelas sino al revés, las novelas están hechas a partir de la vida" [114]. Además, mientras todos los amigos de Paco se resisten a aceptar su decisión de abandonar el oficio de escritor de novelas policiacas, Poe es el único en tomarlo en serio y saluda su retorno a la realidad llamándolo "Paco" y no "Sam".

Poe es un personaje clave en el relato porque es él quien introduce la noción fundamental de "justicia poética", estrechamente vinculada al tema principal de la venganza. En una entrevista, Andrés Trapiello definía así su propósito: "He escrito mi novela sobre el deseo de la venganza, que es uno de los sentimientos más ambiguos, más sombríos y, a veces, más incomprensibles y contradictorios." (Sánchez, 2005)  El personaje de Poe, con su vulnerabilidad, sus inhibiciones pero sobre todo su profunda humanidad va a encarnar el dilema planteado no sólo en la cita epigráfica de la novela sino en el relato breve de Agatha Christie, "The Companion". Se trata de saber, en resumidas cuentas, si el que ha cometido una injusticia, en el caso presente don Luis, merece o no recibir un castigo.

En el relato inglés, la señorita de compañía mató a su ama a la que reprocha no haberla auxiliado cuando vivía en la miseria y pedía ayuda. Ella intenta justificarse preguntando al narrador si no piensa que las circunstancias pueden, en determinados casos y por un motivo legítimo, llevar a una persona a cometer lo que ella considera ser un crimen. En la novela de Andrés Trapiello, el personaje defiende con firmeza su postura:
 

Ya sabéis que mi teoría es que a un hombre se le puede condenar y absolver por su pasado, más que por lo que haya hecho en el presente [...]. No todos los asesinos matan por razones de inmediato interés. Muchos sólo quieren contribuir con un poco de equilibrio a un mundo desequilibrado. [242]

 

Poe introduce así la noción de "justicia poética". Para el joven, no hay culpable porque el de don Luis es "un asesinato justo", como se lo explica a Paco:


A tu suegro le mataron las circunstancias, como las circunstancias mataron a mi padre. Nadie pagó por el asesinato de mi padre y nadie debe pagar por la muerte de tu suegro. Te repito que es a eso a lo que se le llama justicia poética, porque es una venganza de guante blanco que no mancha ni degrada a nadie." [313]

 

En "The Companion", este tipo de discurso es censurado por el narrador y los demás personajes representantes de la moral conservadora de la novelista. En cambio, en Los amigos del crimen perfecto, Paco, el protagonista se solidariza con Poe, exculpándole de este modo:
 

Se cometen crímenes por alguna de esas tres razones, Poe: por amor, por dinero o por poder. Raramente mata nadie por honor, y mucho menos por justicia poética, como tú la has llamado, y cuando esto ocurre, estamos ante un romántico, no ante un asesino. No sé. Lo que he sacado en claro de este día es que jamás actuaría contra ti. [318]

 

Lo que prevalece aquí es el poder de la amistad y de la solidaridad que une a los personajes principales. No se trata sólo de Poe y Paco ya que también Maigret y Marlowe respaldaron al joven, acompañándole y prestándole su ayuda cuando éste se entrevistó con don Luis el día de su asesinato. Pero si ambos le ayudaron, fue porque juzgaron legítimo el deseo de Poe de "hacerle [a don Luis] un juicio, el juicio que no tuvo su padre" [326]. Porque de eso se trataba, de "interrogarle delante de un testigo, meterle miedo, decirle, tú mataste a mi padre, tú le torturaste, tú torturaste a media provincia de Albacete, y luego dejarle allí" [328]. Poe tenía el propósito, no de matar a don Luis, sino tan sólo de amedrentarlo para que supiera lo que sentían sus víctimas y en cierta medida lo consiguió. Presa de miedo, don Luis intentó sacar su pistola y en el forcejeo lo mató un tiro. Por eso la culpa no la tiene el joven sino las circunstancias e incluso el propio don Luis por su soberbia pues, como lo explica Poe, "si [el] suegro [de Paco] hubiese pedido perdón, no hubiera pasado nada" [330].  

Don Luis ha pagado no sólo por haber torturado al padre de Poe provocando así su muerte sino que también "ha pagado él por todos aquellos que jamás pagarán por lo que hicieron." [307]. El asesinato pierde así su carácter individual y adquiere una dimensión universal. Don Luis deja la categoría de víctima para recobrar el estatuto de verdugo. En estas condiciones, para Poe, el crimen se justifica ya que no es un atentado contra la vida de un individuo sino contra un símbolo, el de la represión y de la injusticia.

Lo que cuestiona la novela de Andrés Trapiello, más allá del caso individual de don Luis, es el "pacto del olvido" en el que se asentó la Transición democrática. A él alude Poe cuando le dice a Paco: "Los crímenes que cometieron las gentes como tu suegro han quedado impunes, porque son la moneda con la que hemos pagado para que se produjera esto que tenemos ahora en España."[308]. El problema planteado aquí es el de la responsabilidad colectiva. A diferencia de lo que pasa en el relato de Agatha Christie, el caso policiaco cobra en la novela de Andrés Trapiello una dimensión política e histórica que sitúa a Los amigos del crimen perfecto en la corriente de la postmodernidad.

A su manera, como lo van haciendo muchos novelistas españoles desde la muerte de Franco, el relato policiaco le sirve al autor para interrogar un pasado silenciado durante años pero que sin embargo sigue conformando la realidad de la España contemporánea. La novela fue escrita unos meses después de la famosa polémica surgida a raíz de un artículo de Javier Marías ("El artículo más iluso") en el que, "apelando a la necesidad de enfrentarse a los demonios del pasado, emplazaba a ciertas figuras intelectuales a que asumieran la responsabilidad ética de responder a su actuación durante el régimen de Franco." (Anastasio, 1999)

Bajo la forma y la apariencia de una ficción policiaca, la novela de Andrés Trapiello se organiza alrededor de una cuestión candente que preocupa a gran parte de los novelistas de la postmodernidad española: "¿Qué hacer con la guerra civil?". El final de la novela nos brinda un elemento de respuesta cuando Paco Cortés da por terminada la encuesta presentando el asesinato de don Luis como "una manera simbólica y poética de cerrar la guerra" [331]. Con Los amigos del crimen perfecto, Andrés Trapiello parece querer darle una nueva orientación a la novela policiaca española demasiado preocupada por determinadas circunstancias históricas. Con el doble tema de la justicia y de la venganza que ocupa una posición central en el relato, el autor plantea problemas esenciales de la condición humana. Ahonda más en los personajes, en su angustia y su dolor que en la temática de la guerra civil y del 23-F que tan sólo sirve de disparador para que los personajes revelen la verdadera cara de su personalidad. Las circunstancias históricas sirven ante todo para rehumanizar al protagonista haciéndole pasar de la categoría de tipo literario a la de individuo. Más allá de un compromiso político o social particular, los personajes de Los amigos del crimen perfecto reivindican los valores del humanismo, la amistad, la solidaridad, y sobre todo, según el mismo autor, "la misericordia, como hacía Galdós". (Romeo, 2003)


Conclusión

En Los amigos del crimen perfecto, Andrés Trapiello propone su propia fórmula del relato policiaco que aparece como una síntesis de las dos grandes corrientes del género. Como lo hemos visto, la novela del escritor español sigue aparentemente un patrón clásico con sus tres elementos fundamentales y su código hermenéutico tradicional. Pero la investigación del caso se inscribe en un universo espaciotemporal que es el del Madrid de la Transición democrática con su pacto de amnesia y sus dificultades para arrostrar el trauma de la guerra civil. A los componentes de la novela clásica se añade así una reflexión sobre los mecanismos de la justicia y de la venganza con la consiguiente denuncia de la hipocresía, la violencia, y la cobardía de una parte de los representantes del poder típica de la serie negra. El mismo investigador se sitúa en un término medio. No es ni el superhéroe monolítico e infalible, encarnado por Sherlock Holmes o Hercule Poirot, ni el antihéroe marginado de ambigua moralidad y cuestionable conducta de las novelas de Hammett o Chandler.

En lo que se diferencia Los amigos del crimen perfecto respecto a los dos subgéneros tradicionales es en su carga de humanidad. El relato no se concibe como un mero juego intelectual pero tampoco enfatiza los aspectos más sórdidos y pesimistas de la realidad. El desenlace de la novela pone de realce los valores de solidaridad, amistad y compasión. Así, con Los amigos del crimen perfecto, Andrés Trapiello parece abrir una nueva vía dentro del género, proponiendo a la vez una síntesis y una superación de los modelos tradicionales en los que injerta un fuerte componente emocional y sentimental. Como lo declaraba el mismo autor en una de sus entrevistas: Quiero escribir novelas que conmuevan. El fin de la novela no es dejarte atónito sino que te conmueva.  (Romeo, 2003)

 

 

Notas

 

(1) . Según la definición de José F. Colmeiro que entiende por novela policiaca "toda narración cuyo hilo conductor es la investigación de un hecho criminal, independientemente de su método, objetivo o resultado.", La novela policiaca española: Teoría e historia crítica, Barcelona: Anthropos, 1994, p.55.

 

(2) Todas las citas corresponden a la edición consignada en la bibliografía.

 

(3) . ".... eso es lo que hace de este crimen un crimen perfecto: tenemos cadáver, tenemos móviles, tenemos sospechoso o sospechosos, pero no tenemos al asesino.", Los amigos del crimen perfecto, ed.cit., p. 319.

 

(4) . ".... a la mayoría de ellos les confirmó que la realidad era mucho más caótica, irregular e injusta que las novelas policiacas, en las que siempre solía quedar triunfadora la lógica del orden y la justicia de la lógica.", ed.cit., p.129.

 

 

Bibliografía

 

 Anastasio, Pepa. El País, 26 de junio 1999.

Christie, Agatha. The Thirteen Problems. London: Harper Collins publishers, 1993, 220p.

 

Colmeiro, José F. La novela policiaca española: Teoría e historia crítica. Barcelona: Anthropos, 1994, 302p.

 

Genette, Gérard. Palimpsestes. La littérature au second degré. Paris: Seuil, coll."Poétique", 1982, 574p.
 

Madrid, Juan. "Novelas de todos los colores". Cambio 16, n°883, 31-10-1988: 115.


Romeo, Félix. "Los amigos del crimen perfecto . Entrevista a Andrés Trapiello", 2003,
 http://www.ojanguren.com/libromes/libromes_2.html

 

Marí, Jorge. "Embrujos visuales: cine y narración en Marsé y Muñoz Molina". Revista de estudios hispánicos, 31-3 (1997):

 449-474.

 
Oxford, Jeffrey. "Los amigos del crimen perfecto", World Literature Today; Sep-Dec 2004; 78: 3-4, p.144.

Trapiello, Andrés, Los amigos del crimen perfecto. Premio Nadal 2003. Barcelona: Ediciones Destino, col."Booket", 2004, 334p.


Sánchez, Belén, "Andrés Trapiello gana el Premio Nadal con una novela sobre la venganza", 2005,
 http://cultura.terra.es/cac/articulo/html/cac1071.htm


Ugalde, José Antonio."Las nuevas ideas de la novela española", Cambio 16, n°883, 31-10-1988: 118-120.

 

Valles Calatrava, José,R. La novela criminal española. Universidad de Granada, 1991, 270p.

 

Vázquez de Parga, Salvador, La novela policiaca en España. Barcelona: Ronsel, 1993, 260p.