La babelización de España

 

Jesús Menéndez

Université de Caen, Francia

 

Toda la tierra tenía un solo idioma y las mismas palabras. Pero aconteció que al emigrar de oriente, encontraron una llanura en la tierra de Sinar y se establecieron allí. Entonces se dijeron unos a otros: "Venid, hagamos adobes y quemémoslos con fuego". Así empezaron a usar ladrillo en lugar de piedra, y brea en lugar de mortero. Y dijeron: "Venid, edifiquemos una ciudad y una torre cuya cúspide llegue al cielo. Hagámonos un nombre, no sea que nos dispersemos sobre la faz de toda la tierra.

Jehovah descendió para ver la ciudad y la torre que edificaban los hombres. Entonces dijo Jehovah: "He aquí que este pueblo está unido, y todos hablan el mismo idioma. Esto es lo que han comenzado a hacer, y ahora nada les impedirá hacer lo que se proponen. Vamos, pues, descendamos y confundamos allí su lenguaje, para que nadie entienda lo que dice su compañero.

Así los dispersó Jehovah de allí sobre la faz de la tierra, y dejaron de edificar la ciudad. Por tanto, el nombre de dicha ciudad fue Babel, porque Jehovah confundió allí el lenguaje de toda la tierra, y desde allí los dispersó sobre la faz de toda la tierra.

(GÉNESIS 11 1/9)

La babelización se recoge, de una forma u otra, en las mitologías de todas las grandes culturas, y en todas ellas se describe como una fatídica maldición. La leyenda bíblica dice que el lugar legendario en el que la humanidad levantó una torre hacia el cielo para batirse contra Dios se llama Babel, del término hebreo que significa confusión, ya que allí nacieron la confusión, los malos ententidos y la guerra. (Abehsgra)

La España democrática se vanagloria, sin embargo, de ser por fin un país plurilingüe, si bien técnicamente, España no responde a dicha caracterización, dado que todos sus habitantes pueden expresarse en una misma lengua, la materna y única del 82% de la población, que es el español. Una situación de plurilingüismo propiamente dicha requeriría:

1.- La inexistencia de una lengua común (en el caso de Canadá)
2.- Porcentajes más equilibrados de las lenguas habladas en el país (en los casos de Bélgica o Suiza) (Fishman, 69-85)

Según Juan Ramón Lodares, la fuente de las ideas de fondo religioso que ligan pureza lingüística y nacional ha de buscarse en la sociología política del Antiguo Testamento, y más concretamente, en el mito de Babel, donde la lengua señala el índice racial de las tribus que Yavé dispersó. (Lodares, Lengua.16)

Su ideal corresponde a una comunidad imaginariamente homogénea, cuyo territorio político coincida con el lingüístico, legitimando así no sólo la conservación de las lenguas propias como raíz de la "nación", sino también la naturalización lingüística de quienes no la hablan, puesto que si éstos no asimilan la lengua-patria, no estarán integrados en el ser-nacional y serán un elemento disolvente de su pureza. La lengua es así el índice de pureza racial de una comunidad –que la defiende y delimita frente a otras- y sobre tal índice se funda la nación.

El integrismo lingüístico, en el caso concreto de España, supone que, una vez catalanizada, eusquerizada o galleguizada, la comunidad habrá consumado una de las claves de la construcción nacional: la anhelada formación de una sociedad homogénea y segregada de sus vecinas, un genuino grupo humano que cumple los requisitos de lo que Lodares denomina el "canon babélico lengua-raza-nación." (Lodares, Lengua, 20)

Este nacionalismo lingüístico emerge no sólo como reacción a los agravios franquistas sino también frente a las ideas ilustradas, los efectos humanos de la revolución industrial (la movilidad laboral, el liberalismo o el internacionalismo socialista) y protege, no tanto a los idiomas en sí mismos, sino a sus hablantes frente a un mundo cada vez más abierto y relacionado entre sí, más proclive a la mezcla.

La trinidad Dios, Patria y Lengua estaba siendo amenazada por un nuevo tipo, el trabajador urbano, pero en España, la industrialización no liquidó lenguas. El obrero industrial fue un tipo humano mucho menos numeroso que el trabajador del campo. En Cataluña, favoreció indirectamente al catalán al conseguir que esta lengua marcara las diferencias entre trabajadores autóctonos y los recién llegados de otras provincias. Sin dejar de conocer el español, e incluso apreciándolo, establecen diferencias lingüísticas con los que llegan de fuera, como forma de legitimar la jerarquía en los puestos de trabajo.

En el País Vasco, el desarrollo industrial se produjo en zonas hispanohablantes, con lo cual no afectó mayormente a los núcleos tradicionales vascófonos, pero "el nacionalismo vasco fue una reacción ante la amenaza que para la identidad cultural vasca, para su lengua, para sus rasgos étnicos, para los valores tradicionales de la sociedad vasca, para sus sentimientos religiosos, supusieron la industrialización, la inmigración masiva de trabajadores no vascos y la conflictividad que trajo consigo la nueva sociedad industrial." (Fusi, El país,156)

En el medio rural, el mantenimiento de los rústicos en una lengua local y de corto rango había garantizado durante siglos su sometimiento a oligarquías que, aun conociendo dicha lengua en ocasiones, hablan también el más prestigioso español que se les regatea a los rústicos. Ya Ramiro de Maeztu denuncia que:

la tierra de Vizcaya pertenece en un noventa y cinco por ciento a capitalistas que viven ociosos en las villas y ciudades, con la única pretensión de que no se alteren los buenos usos y costumbres del país. Para que tal sistema se sostenga es absolutamente imprescindible que el casero no aprenda castellano, ni se roce con gente. (172-174)

Los efectos de la Revolución Francesa o la hegemonía del bonapartismo –que decidieron la suerte de la comunidad lingüística en Francia por liquidación de variedades regionales sin que la Iglesia interrumpiera tal proceso, apenas se notaron en España.

Los partidos obreristas –no por casualidad, más defensores del español cuanto más a la izquierda se situasen-, entendieron que no podían perder las ventajas que les brindaba una lengua multinacional y la única del país con la que no quedarían aislados regionalmente. Así, la elevación del eusquera (idioma entonces disgregado en no menos de ocho variedades dialectales) a lengua oficial en el Estatuto de Estella no fue precisamente celebrada como un triunfo de las ideas progresistas.

Recientemente, la opinión progresista ha identificado comunidad lingüística (entiéndase como tal la de lengua española) y ultraderecha. Si bien esta identificación está justificada de 1939 en adelante, no conviene olvidar que en los debates para la aprobación del Estatuto catalán durante la Segunda República: "Se produjo también la situación de que fueran los representantes de la extrema izquierda quienes promulgasen la prioridad y obligatoriedad del castellano." (González Ollé, 275)

En un curioso escorzo ideológico, el tradicionalismo y el nacionalcatolicismo (de la mano de la Falange) se contagian de los aires totalitarios de la época y, en un proceso de nacionalización simbólica de España, elevan la lengua común en la posguerra a símbolo nacional e imperial.

Mientras, en Alemania, Hitler sintetizaba en 1942 la estrategia babélica del Reich: la Deutschtum, una gran patria con pueblos arios supeditados a la Gran Alemania. Para dominar las comunidades que los nazis habían conquistado habría que privarlas, en lo posible, de cualquier deseo de libertad, eliminando sus organizaciones. Se les podría agrupar, por ejemplo, según líneas de lengua-raza, manteniéndolos en el más bajo nivel cultural posible. Se les podría dar algunos rudimentos de alemán, un alemán de urgencia, el justo para que pudieran someterse a las órdenes del Reich. De modo que Hitler no sólo no era uniformador, sino que, antes al contrario, explotaba los hechos diferenciales.

Al anunciar su estrategia castellanizadora, no deja de resultar sarcástico que Franco, venga a coincidir –en pensamiento lingüístico- con los viejos marxistas de la lucha de clases. Y con las ideas de que los proletarios del mundo se tenían que unir también idiomáticamente. Sólo los aires de grandeza imperial que soplaban entonces pueden explicar semejante compota ideológica.

La Falange estaba adscrita a la extirpación de los focos regionales y en contra de la pretensión de blandir lenguas a modo de enseña diferencial sobre la que fundar proyectos separadores. Por tal senda, la línea política del Régimen se acabaría pareciendo a la soviética en Georgia o Armenia, donde Lenin desestimaba autonomías en términos lingüístico-culturales. (Lodares, 151-169)

* * *

Volviendo al Génesis, las naciones surgidas de Babel lo son por naturaleza y poder divinos. Divergen en la lengua –que es el índice de pureza racial- y en las costumbres, pero están ligadas por la fe y ése precisamente será el segundo pilar en que se basa históricamente el mosaico lingüístico actual.

Desde sus orígenes, el Cristianismo contribuyó indiscutiblemente a fragmentar el latín y a favorecer la aparición de las futuras lenguas romances al separar a las comunidades por el sencillo método de dirigirse a cada una en su lengua. En suma, contribuye a gestar naciones ligándolas a lenguas:

Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar. Y de repente vino un estruendo del cielo, como si soplara un viento violento, y llenó toda la casa donde estaban sentados. Entonces aparecieron, repartidas entre ellos, lenguas como de fuego, y se asentaron sobre cada uno de ellos. Todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en distintas lenguas, como el Espíritu Santo les daba que hablasen.

En Jerusalén habitaban judíos, hombres piadosos de todas las naciones debajo del cielo. Cuando se produjo este estruendo, se juntó la multitud; y estaban confundidos, porque cada uno les oía hablar en su propio idioma. Estaban atónitos y asombrados, y decían:

-Mirad, ¿no son galileos todos estos que hablan?¿Cómo, pues, oímos nosotros cada uno en nuestro idioma en que nacimos? Partos, medos, elamitas; habitantes de Mesopotamia, de Judea y de Capadocia, del Ponto y de Asia, de Frigia y de Panfilia, de Egipto y de las regiones de Libia más allá de Cirene; forasteros romanos, tanto judíos como prosélitos; cretenses y árabes, les oímos hablar en nuestros propios idiomas los grandes hechos de Dios.

Todos estaban atónitos y perplejos, y se decían unos a otros:

-¿Qué quiere decir esto?

Pero otros, burlándose, decían:

-Están llenos de vino nuevo"

(Hechos de los Apóstoles 2 1/15 La venida del espíritu en Pentecostés)

Ya en 1930, los nacionalistas temían una República laica que se opusiera a su profundo clericalismo, presente en su grito de guerra "Jaungoikua eta Lagi-Zarra" (Dios y Fueros): "El Nacionalismo vasco proclama la Religión Católica como única verdadera y acata la doctrina y jurisdicción de la Santa Iglesia, Apostólica, Romana." (Bases doctrinales)

Arana construye una elaboración radical que toma como referente negativo a España, que es representada como una colectividad de naturaleza moral perversa. Con un soporte social teocrático, a partir de este principio se explican, en buena medida, otras dos piezas angulares del postulado de Arana, como son el racismo y el antimaketismo o xenofobia, pues se trataría, desde su concepción, de preservar la pureza de la raza vasca, frente a la irreligiosidad e inmoralidad que caracterizan al pueblo español: "Levantando el corazón a Dios, de Vizcaya eterno Señor, ofrecí cuanto soy y tengo en apoyo de la restauración de la patria" (Sabino Arana). (Bonells, 57)

Hay en estos principios de Arana una mezcla de integrismo y racismo, junto a una veta revolucionaria de orientación republicana, ideologías filofascistas inclinadas a formar sociedades homogéneas no por agregación, sino por segregación, uniformándolas en la lengua y exaltando sus particularidades para evitar que se mezclen con comunidades mayores:

Bizcaya se constituirá libremente […] Se constituirá, si no exclusivamente, principalmente con familias de raza euskeriana. Señalará el euskera como lengua oficial […] Bizcaya se establecerá sobre una completa e incondicional subordinación de lo político a lo religioso, del Estado a la Iglesia (Seco Serrano)

En Cataluña, el obispo de Vic Josep Torres i Bages, signatario de las Bases de Manresa el 27 de marzo de 1892, fija la doctrina de la idiosincrasia catalana en La Tradició catalana:

La cosa no tiene remedio. Cataluña e Iglesia son dos cosas que es imposible separar en el pasado de nuestra tierra; son dos ingredientes que ligaron tan bien hasta formar la patria; y si alguien quisiera renegar de la Iglesia, no dude de que al mismo tiempo tendría que renegar de la patria […] Quizá no existe otra nación tan entera y sólidamente cristiana como lo ha sido Cataluña.(Bonells, 50)

En las Bases de Manresa –Bases para la Constitución autónoma-, se articulan las aspiraciones maximalistas del catalanismo, pero también sus limitaciones ideológicas y clasistas:

Solamente los catalanes ya que lo sean por nacimiento, ya en virtud de nacionalización, podrán desempeñar en Cataluña cargos públicos, aun tratándose de los gubernativos y administrativos dependientes del poder central. También deberán ser desempeñados por catalanes los cargos militares que llevan aneja jurisdicción", (señala, por ejemplo, la base 4ª).

La lengua catalana será la única que, con carácter oficial, podrá usarse en Cataluña y en sus relaciones con el poder central, (base 3ª).

* * *

Si durante la Transición hubo un cierto descrédito de la propia idea de España, como consecuencia del régimen de Franco, que con su ideología abusiva y excluyente desacreditó el nacionalismo español y el propio concepto de España, las Autonomías han reproducido el modelo contra el que nacieron, basándose en lo que Jon Juaristi denomina tesis del "bucle melancólico" o falsificación bucólica del mito del pasado. Y es que el recreamiento en la victimización como elemento constitutivo del nacionalismo es un hecho incuestionable.

El límite actual de las presiones nacionalistas es precisamente la Constitución que permitió el nacimiento del actual Estado autonómico. En principio, la ambición y la razón de ser de todo nacionalismo es la construcción de su territorio como nación propia y distinta. Los nacionalismos han diferenciado los conceptos de nación y Estado. En principio, construcción nacional puede suponer solamente un proyecto cultural, de identidad colectiva, que no requiera Estado propio.

El Estado nacional es para Max Weber no algo indeterminado sino la "organización terrenal del poder de la nación". Es decir, el Estado nacional es el portador y el sujeto de la nación alemana. La nación queda convertida así en el último punto de referencia de todos los objetivos políticos. Siendo la nación un concepto tan fundamental en Max Weber, es importante señalar que el factor configurador de la misma es su referencia al poder político y lo "nacional" es un tipo especial de pathos que se vincula, en un grupo humano unido por una comunidad de lengua, de religión, de costumbres o de destino, a la idea de una organización política propia ya existente o a la que se aspira: cuanto más se carga el acento sobre la idea de poder, tanto más específico resulta ese sentimiento de pathos. El problema es que la lógica del nacionalismo vasco y catalán alcanza para ellos un rango equiparable al de España.

La Constitución de 1978 establece un ámbito de convivencia que es esencial. Es necesario el reconocimiento mutuo, igual, del hecho nacionalista como el de la realidad no nacionalista, circunstancia que está lejos de ser la actual.

 

Bibliografía

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