Los mapas que giran: Leaving de Sergio Waisman

Gladys Ilarregui

University of Delaware

 

Cada concepción de la historia va acompañada por una determinada experiencia del tiempo que está implícita en ella, que la condiciona y que precisamente se trata de esclarecer. Del mismo modo que una cultura es, ante todo, una determinada experiencia del tiempo y no es posible una nueva cultura sin una modificación de esa experiencia. Por tanto, la tarea original de una auténtica revolución no es ya y simplemente cambiar el mundo, sino y sobre todo "cambiar el tiempo".

Infancia e historia Giorgio Agamben

 

Vayamos a los apuntes preliminares: cualquier sistema narrativo es un sistema que conlleva una reflexión sobre la historia, cuyas paredes "ambientales" repasan esa otra construcción sostenida sobre dos vertientes: la memoria pública y el desarrollo privado de la memoria que adjudicamos al "yo". Maurice Halbwachs, recuerda desde esta otra punta de la mesa, el problema de la memoria, su distancia con el espacio, la dificultad de una reconstrucción efectiva, solo en el sueño el hombre puede romper ciertos espacios de su sociedad. Y he aquí Leaving de Sergio Waisman, desde la ventana de una cocina en Colorado donde reflexiona en las primeras páginas sobre las estaciones, la brisa por la ventana, pero sobre todo el error de creer que algo realmente haya cambiado, puesto que hay nieve todavía en las montañas y es el invierno. Desde ahí se inicia un viaje privado donde el protagonista trata de recuperar no ya una visión de la Argentina, sino de una familia judía en Buenos Aires, el narrador- escritor, cinco ciudades americanas después, once departamentos y dieciocho "roomates", repasa esos momentos de vértigo y nostalgia desde donde la historia emerge sentado en los hombros de su padre en Octubre de 1973, observando cómo Perón e Isabel ingresan a un balcón donde la gente entusiasmada – abajo, en las calles- proclama el retorno de ese militar populista de los años cincuenta. ¿Historia absurda?, tal vez no, otro ir y venir, otro "leaving", y al mismo tiempo otro reencuentro en la medida en que el escritor está allí, desplazado-desplazando, e incrustando lugares y personas en el tiempo:

I insist that the distance between the two continents is negligible. This appears to touch a nerve. You lash out from the other side of the kitchen table, argue that I am trying to do what a telephone line or a television transmission can accomplish instantaneously these days. The futile repetition involved in challenging time. So you place the blue guitarrist in the Florida Keys, a different summer, opposite hemisferes, genres. (57)

 

Los capítulos de la novela, como mucha producción contemporánea invitan a una navegación o juegos de fragmentos que rechazan la conformidad de una lectura lineal, así en " La física del viejo" se retoma una conversación con su padre en Francia analizando esos sistemas de pensamiento, o en el capítulo "Names and Tongues", hay una necesidad de volcar todas las tradiciones y todos los lenguajes en ese repaso de la infancia y a través de las genealogías, para desembocar en medio de la narración en un inglés en el que se incrustan otros lenguajes entre los que el Yiddish es una memoria de pariente viejo, o de alguien que tuvo sexo. Complejos alfabetos familiares genealogizan las instancias de los capítulos que presentan el problema del lenguaje surgido de los viajes no sólo en forma natural y pragmática, sino como reflejo lingüístico al desdoblar esas geografías que son capas de descubrimiento personal y social. En medio de la novela en inglés – realzando el problema del lenguaje en el texto- aparece un capítulo escrito enteramente en español donde un escritor "que nunca publicó su museo eterno", mira esa complejidad de partidas como rupturas de momentos que al mismo tiempo viven engarzados en lenguas, prodigiosas lenguas que absorben el contenido verbal de lo racional e irracional como un organismo que abre los circuitos pasados:

Marcar un comienzo desde un centro ausente porque distante: antes de girar la página, abrir el deseo de una conclusión imposible, ir hacia la distancia para recrear la ausencia y ocuparla, en fin, oh to settle down, to settle. Y volver al otro idioma adoptado porque adaptado. Adaptar y adoptar: separación última inventada por la sustitución de una sola letra ( 91)

Waisman acude al importante traductor que es ( ha traducido a lo mejor de nuestra literatura: Piglia, Gorriti, Lugones) para hacer esos trayectos, para volver sobre el lenguaje como lugar desde donde estos cuadros móviles, estas personas hundidas en la memoria, que se mueven y flotan ( a lo Chagall, el viejo judío Chagall) asumen esa nostalgia desde donde Buenos Aires reclama una composición en su cultura material

desplegada en la despedida de aeropuerto: Ezeiza: cajas de alfajores, frascos de dulce de leche, "strudel" de manzana, trozos de provoleta, fotos de familia extendida para despedirlos, en ese sitio por excelencia del desplazamiento, partidas que son al mismo tiempo comienzos, para venir al país donde todo es posible, donde todo es "nuevo" :

How many times can one be expected to begin over again? New world, new hemisphere, new country, new language. New, new, new, new, sic. East to west, south to north. How many professions unlearn, texts unread? Taylor, watchmaker, physicist, teacher. ( 106)

Para cualquiera que intente describir la "trama" deberá en la novela de Waisman, arrojarse a ella, a través de un mapa que atraviesa Buenos Aires en sus contenidos emocionales, pero también a través de claves culturales que son como marcadores señalando ese espacio entre lo de afuera: sus contenidos políticos, sus poluciones idiomáticas e ideológicas, y los vínculos populares establecidos a través del componente de la música o de una semiótica definitivamente incorporada a lo urbano en Buenos Aires. Así aparece Johnny, el músico de Cortázar que amaba a Charlie Parker, en un capítulo muy breve y en varios, Julio Sosa, Gardel, Piazzola, avenida Corrientes y el despliegue de las muertes y los cementarios que con " Mi Buenos Aires querido" son referentes ineludibles a ese clan familiar desplazado desde Polonia a la Argentina, desde Argentina a New York, de Ezeiza a Champaign-Urbana, de allí a San Diego. Estas claves culturales permiten leer la novela desde ese ángulo como si fuera un cuaderno de apuntes sobre una ciudad misteriosa y bella, y acaso saturada de dolores o pérdidas políticas.

No se podría decir que la novela de Waisman es sólo una novela "argentina" o sobre la Argentina, más bien que es un efecto de bisagra, una geo/biografía que resiste la narrativa transcultural y transnacional que se genera desde algunas propuestas, claramente aquí Argentina es una clave que no puede analogizarse a Estados Unidos, que no permite sino a través del narrador esa vuelta de tiempos. Así como el anecdotario de su familia judía instalada en New York y luego en Florida, recorre esa historiografía doméstica con hilos que van a los orígenes mismos de esos personajes que son sus abuelos y de esos tíos incluídos en la niñez, creando otra capa de historia e identidad dentro de la periferia y la centralidad de los inmigrantes europeos al Río de la Plata. A ellos se une no solamente

un país del sur sino también una cartografía americana, que incluye una ciudad tan caótica, porosa y rica en historia judía como New York, apuntándose además los desplazamientos del propio narrador que comienzan con el college en la vida universitaria. Quizás el reto más importante que esta novela plantea, no sea la mirada genealógica y ni siquiera- si se me permite- la mirada judía, sino que, en la historia, la traducción, los lenguajes, lo proteico y lo único de decir y decirse aparecen desplegados a través de esa fuerza de dos experiencias, esos dos países que ni aún la globalización ha logrado cerrar a nivel simbólico. Buenos Aires es todavía una ciudad del sur, las estrategias referenciales tienen un localismo único, no sólo en el lenguaje o la música, sino en la forma en que los diferentes intertextos culturales, se abrochan y juegan eso que es la complejidad argentina, su micromundo. En Sergio Waisman hay una interrogación sobre el tiempo, sobre la revolución del tiempo en el sujeto, sobre las cosas que quedan y caen a ese fondo de la nostalgia o de la identidad. Hay hombres y teorías domésticas, hay algo cotidiano que se parte desde ese viraje entre varios modos de pensamiento y que se registra en los trayectos de las ciudades y sus contenidos:

Would it feel very different to walk in another city, one wonders, in Río, in London, in New York?. How far could one walk, in a city, having to turn back? (21)

Si como dice la frase de Borges que precede este trabajo: " el original es infiel a la traducción", la traducción emocional de estos trayectos revisten y analizan esa posiblidad e imposibilidad de instalarse en ellos. Sergio Waisman encara esta obra con la fuerza y la intemperie que significa escribir: no ya su primera novela: ¿ hay algo primogénito en una primera escritura?, sino todo el trazado interno, el registro de años, que preceden las páginas de esta historia. Leaving, representa en otro nivel esa novela de viajes en torno a la escisión cultural, ese ser atípico, perdido, de alguna manera "leaving" siempre, que es el escritor cuando rescata y medita sobre el día a día que para los otros se consume irremediablemente.