Metaforización de la violencia en la nueva narrativa colombiana

 

Luis C. Cano

University of Tennessee, Knoxville


Una parte bastante significativa de la novelística producida en Colombia durante la segunda mitad del siglo XX se caracteriza por una profunda preocupación en analizar el significado y el impacto de la violencia en la constitución (o deconstrucción) del orden social. Este interés procede del hecho de que, durante este período, la nación colombiana ha atravesado por instancias de agitación en las cuales las acciones violentas han adquirido un alcance que trasciende su carácter fenomenológico para situarse—en los términos utilizados por Göran Aijmer—en el espacio de lo imaginario, lo discursivo y lo etiológico.

Entre 1955 y 1980, varios novelistas emprendieron la tarea de evaluar artísticamente el período conocido como "Época de la violencia," un largo conflicto (1948 – 1958) entre liberales y conservadores que culminó con una enmienda constitucional la cual asignaba gobiernos compartidos y alternados a los dos grupos políticos por un período de 16 años. Aunque no siempre constituyeron un modelo de altos logros artísticos, las más de 70 novelas (Escobar) interesadas en diseccionar los efectos de la guerra civil constituyen uno de los múltiples intentos de aproximarse al elusivo concepto de literatura nacional. (1)

A partir de la década de los setenta, otro fenómeno hace su arribo a la sociedad y, por extensión, al panorama literario colombianos. En los pasados 30 años el tráfico ilegal de drogas se ha convertido en una inquietud crucial para el país andino, y sus efectos han alcanzado casi todos los aspectos de la realidad colombiana. (2) Considerando la cercana relación entre las producciones artísticas y las corrientes sociales no resulta sorpresivo que algunos de los escritores que empezaron a publicar sus obras en los años comprendidos entre 1960 y 1980 (Gabriel García Márquez, Gustavo Álvarez Gardeazábal, Fernando Vallejo), y un grupo de nuevos autores (Jorge Franco Ramos y Laura Restrepo, entre otros) se hayan dado a la tarea de promover una reflexión artística sobre el impacto de la industria del narcotráfico y del deterioro social que ésta ha causado. Novelas como El divino (Gustavo Álvarez Gardeazábal, 1985), Leopardo al sol (Laura Restrepo, 1993), La virgen de los sicarios (FernandoVallejo, 1994), Noticia de un secuestro (Gabriel García Márquez, 1996), Rosario Tijeras (Jorge Franco Ramos, 1999) y Delirio (Restrepo, 2004) para mencionar sólo algunas de las más conocidas a nivel internacional, han desarrollado una lectura ética de los conflictos generados por el tráfico de estupefacientes en un intento de racionalizar las causas y diseccionar sus efectos en la sociedad colombiana. A través de un seguimiento de procedimientos escriturales, este estudio explora los mecanismos de construcción del otro representados en tres de las novelas que incorporan la problemática del narcotráfico, mecanismos que responden a una necesidad de generar respuestas sobre la naturaleza del fenómeno, las relaciones que se establecen entre diferentes instancias de poder, los procedimientos de identificación comunitaria y el conflicto ético generado por el, a la vez, fascinante y perturbador mundo de los narcotraficantes.

La más antigua de las tres obras, por fecha de publicación, es El divino de Álvarez Gardeazábal, una de las primeras novelas en confrontar el impacto de la entonces denominada "clase emergente" en la sociedad colombiana. El divino narra el retorno de un poderoso jefe de la mafia de las drogas, a su pueblo natal para la celebración de las fiestas patronales. El poder económico que utiliza para ayudar a familiares y amigos, una extraordinaria belleza y su abierta homosexualidad generan un conflicto entre los arraigados principios morales, la defensa de las tradiciones, y las fantasías de prosperidad de la mayoría de los habitantes del pueblo. Escrito en el tono de diatriba que caracteriza a Fernando Vallejo, La virgen de los sicarios refiere la historia de un escritor y gramático quien retorna a Medellín después de una larga ausencia. Allí se enamora de un joven sicario con quien deambula por distintas áreas de la ciudad, familiarizándose con la violencia de la misma y contrastándola con sus recuerdos de infancia. La tercera obra, Rosario Tijeras de Jorge Franco, es el angustioso y violento relato de la vida del personaje que da título a la novela, de su vinculación a la subcultura del narcotráfico y del amor sin esperanzas que experimenta el narrador de la obra.

Además de que las tres novelas abordan temáticamente la crisis planteada por la atracción que despierta una actividad ilegal y moralmente condenada por las instituciones sociales, el punto de partida para la elección de las obras es la forma en que éstas adoptan figuras comúnmente definidas por su carácter de otredad (grupos marginalizados por razones morales o segmentos de la población con limitado acceso a las instituciones de poder) para representar el fenómeno del narcotráfico. En El divino y en La virgen de los sicarios los personajes vinculados al negocio de las drogas son predominantemente jóvenes homosexuales, mientras que Rosario Tijeras centra su interés en un misterioso, seductor y, con frecuencia, contradictorio personaje femenino, el cual altera la percepción de los estereotipos genéricos ("las güevas de Rosario" 54, "la Rosario que era hombre" 91). Este proceso de asignación de otredad es resultado del ya mencionado imperativo de raigambre ética que las obras exhiben: "la aparición del otro señala un ‘momento ético’ incluso en aquellos discursos que no están explícitamente interesados en la ética" (Harpham 7, citado por González nota 2, 143)

Antes de continuar, es necesario precisar los términos teóricos en los cuales se sitúa este estudio. En Shadows of Ethics. Criticism and the Just Society (Sombras de la ética. La crítica y la sociedad justa), Geoffrey Harpham define la ética como "la arena en la cual se articulan las aserciones de otredad (la ley moral, el otro humano, las normas culturales, el bien mismo, etc.). En sus dominios, consideraciones ‘egoístas’ o ‘limitadas’ resultan sujetas a la cancelación, la negación, suprimidas por principios que se proponen como más profundos, más altos, o de más fundamento" (26). No sobra recordar que la inclinación a incluir reflexiones de carácter ético en la literatura hispanoamericana no es una circunstancia reciente. En la "Introducción" a su estudio Killer Books, (3) Aníbal González-Pérez argumenta que, aunque en general los actos de lectura y escritura están profundamente vinculados a la ética, la literatura de Hispanoamérica parece particularmente colmada por inquietudes de tipo ético y moral, desde sus comienzos (caso de los escritos de Fray Bartolomé de las Casas) hasta la más reciente corriente de narrativa testimonial. La condena moral de la injusticia y la violencia de los seres humanos en todas sus formas parece constituir uno de los motivos más frecuentemente adoptados por los escritores del continente (19).

El segundo concepto teórico al que haremos continua referencia es el de otredad. Para efectos de este estudio definiremos el Otro como un individuo al que el grupo social que define la norma percibe como diferente en un nivel particular. La otredad asume múltiples formas: diferencias raciales, de nacionalidad, religión, posición social, ideología, orientación sexual, origen étnico, y en las sociedades occidentales, en las cuales la masculinidad ha permanecido como la norma, el género sexual.

Como se indicó al comienzo, la narrativa colombiana de la segunda mitad del siglo XX ha mostrado una fuerte inclinación a un análisis de la violencia con marcada raigambre sociológica. No obstante, esta reflexión no se detiene en la descripción del objeto de estudio, sino que, a la vez, intenta puntualizar (con contadas excepciones como en el caso de La virgen de los sicarios) que, aunque las manifestaciones de violencia han sido un fenómeno recurrente en los últimos 50 años, éstas son una problemática promovida por grupos marginales, no representativos de cualquier concepto imaginario de "ser colombiano". En un vínculo ciertamente no imprevisto con la reflexión ética, las tres novelas instalan la violencia en el dominio del Otro al situar a sus ejecutores en las márgenes de la sociedad, no sólo desde una perspectiva moral, sino porque los mismos parecen hallarse más allá de toda comprensión racional. Rosario Tijeras es un ser misterioso cuyos arrebatos toman de sorpresa a amigos y enemigos. Mauro Quintero (El divino) sigue un plan de seducción que encaja perfectamente en su programa económico pero el que ninguno de los habitantes del pueblo logra decodificar. Finalmente, Alexis, el joven sicario (La virgen de los sicarios ), acomete actos de violencia fortuita que desafían todo método y escapan a cualquier lógica de comportamiento.

La consecuencia más inmediata de este extrañamiento en el espacio escritural es el despliegue de un conflicto en el que la voz narrativa (con diferentes variaciones y a través de diversas técnicas—pluricidad de voces en El divino; marcas de percepción "turística" en La virgen; obsesión irracional en Rosario) marca su distanciamiento de los individuos que generan o personifican las imágenes de violencia; simultáneamente, los mecanismos utilizados intentan ofrecer una explicación de las causas del fenómeno que, por lo general, libran de toda responsabilidad a los estamentos sociales que configuran la ideología y el discurso del narrador. En estas circunstancias, el elemento más llamativo a nivel argumental es la atracción que tanto los capos de la mafia como los ejecutores de sus programas de intimidación y represalias ejercen sobre una colectividad que se enfrenta a una disyuntiva entre principios éticos contradictorios: el soporte que los individuos que están fuera de la ley ofrecen para un potencial progreso económico (individual y social) versus las consecuencias adversas que su oposición a la normatividad legitimizada atraen para la comunidad.

Un primer aspecto a considerar en esta producción de alteridad es la constante demarcación de que los individuos que constituyen el centro del relato poseen características que los hacen diferentes. Para empezar, sus actividades ilegales los sitúan en el exterior del grupo social. Por variadas razones, sicarios, mulas y capos carecen de una genealogía (La falta de una figura paterna hace que Rosario y Alexis carezcan de apellidos, mientras que Mauro se aleja de sus padres una vez que comienza su carrera en el mundo de la producción y distribución de drogas), y de pasado ("Alexis y yo diferíamos en que yo tenía pasado y él no; coincidíamos en nuestro mísero presente sin futuro" 76), circunstancias que los define como criaturas de un presente efímero, que no se concreta en ningún tipo de futuro. (4)

Una segunda marca de otredad se centra en la imagen física de los individuos involucrados en las actividades ilegales. En las tres novelas nos encontramos con personajes cuya excepcional belleza desarticula las barreras morales de las personas con las que entran en contacto. El apelativo de "el divino" con que los habitantes de Ricaurte se refieren a Mauro Quintero, además de establecer un nexo metafórico con el santo patrón del municipio de Ricaurte (el divino Ecce Homo), refiere a la "infinita y desconcertante apariencia de belleza que así hiciera lo que hizo, y consiguiera la plata como la consiguió, nadie podría creer en su maldad o en su picardía" (50-51). Un proceso de metaforización análogo se utiliza en La virgen de los sicarios. Como la ciudad de Medellín, Alexis "es hermoso. Desde arriba o desde abajo, desde un lado o desde el otro … por donde lo mire usted" (59). Su insistentemente reiterada "pureza incontaminada" lo convierte en un objeto de atracción irresistible para el narrador del relato. Los atributos físicos de Rosario Tijeras, por su parte, cautivan la atención de los hombres más poderosos del narcotráfico quienes la contratan para exhibirla como un artículo decorativo ante la alta sociedad de la ciudad. Su apariencia, además, cambia constantemente como resultado de las acciones violentas en las que se ve implicada.

En los tres casos la sexualidad con la que se asocia la belleza seductora es un poderoso recurso que, como indica Peter Brooks en Body Work, no corresponde exclusivamente a lo físico sino al complejo de fantasías y simbolizaciones que en gran medida determinan la identidad, "la postulación implícita o explícita de que el cuerpo … tiene la clave, no sólo del placer sino también del conocimiento y el poder" (xiii). En el grupo de obras a las que hago referencia, el cuerpo se convierte en un lugar de múltiples significados. Por un lado, como señala Brooks, su erotización se entrelaza con la política por cuanto, de forma simultánea, estimula y trastorna el orden social (6). Por el otro, el cuerpo se propone como una plataforma para interpretar la ambigua posición de la sociedad colombiana con respecto al fenómeno del narcotráfico. La atracción que estos ejercen a pesar (o quizás, debido a) la ruptura de límites con las concepciones genéricas tradicionales al lado de la imposibilidad para racionalizar tal fascinación permite la elaboración de figuras retóricas que concretan la ambigüedad moral que definen tales relaciones.

Quizás el efecto más importante del proceso de producción de otredad que hemos descrito es que, a través de éste se logra proponer una identidad comunitaria (un proyecto significativo que con frecuencia pasa desapercibido en una literatura con amplio énfasis en la individualidad) a través de marcadores que se pueden resumir en "ellos" y "nosotros", un proceso de autoidentificación que se sustenta en la alienación del otro grupo. Idelber Avelar rastrea al siglo XIX la ausencia de una idea de nacionalismo, de identidad nacional colombiana. Por lo general, la gente se identifica con una región más que con una nación y, con frecuencia, con un partido político más que con una clase social (108). De una forma sutil, pero no por eso menos efectiva, las tres novelas muestran cierta obsesión por marcar las diferencias entre los individuos vinculados al mundo del narcotráfico (ellos) y el resto de la sociedad.

Considerando que el punto de partida de este estudio es el principio de metaforización, nos tomaremos la libertad de recurrir a una metáfora que ronda con persistencia las reflexiones teórica y artística de las sociedades industrializadas en las meditaciones de la globalización. En la lectura de las obras seleccionadas para este estudio, ha sido una sensación recurrente la analogía entre la representación ficcional de los narcotraficantes y el designio de los replicantes de Blade Runner (1982), la película de Ridley Scott (5) en la que la hibridación entre lo humano y lo tecnológico desmantela ideas claves que definen históricamente una cultura. Si reemplazamos la expresión "producto de laboratorio" que sitúa de inmediato el concepto en el campo de la ciencia ficción por "producto cultural", la relación propuesta parece menos chocante ¿Cómo se ve tal hibridación en el mundo del narcotráfico representado en la literatura? Las personas que trabajan en el negocio de las drogas introdujeron integraciones que se consideraban impensables en la sociedad colombiana: riqueza sin tradición, clase o gusto estético (deconstruye la idea de que la riqueza se obtiene por herencia o por talento empresarial); nuevos criterios de comportamiento moral (religiosidad y menosprecio por la vida humana, o religiosidad entrelazada con el crimen); una notable deconstrucción del valor asignado al linaje y, por extensión, del significante "padre" (recordar la importancia que recibe la madre en oposición a lo paternal). Como los replicantes, la imagen del narcotraficante transforma los límites de lo que la gente imagina y desea, generando otros parámetros de conceptualización ética. En su afán por examinar la especificidad de esta hibridez, las novelas referidas en este estudio han desarrollado mecanismos que permiten demarcar la paradójica atracción hacia el Otro que ha culminado en algunas fervientes acusaciones (que, valga la pena anotar, pierden de perspectiva precisamente el punto central que intentan enfatizar, es decir, las íntimas conexiones entre los procesos sociales y las creaciones artísticas) de la construcción de una "narrativa sicaresca" en la literatura colombiana. En el final, podemos concluir que las tres novelas narrativizan una dialéctica de temor y deseo, de atracción y rechazo, que explora los posibles puntos de identificación entre el centro y el otro y evalúa las nociones aparentemente sólidas de ética y moral. (6)

 

Notas

(1). En su estudio La narrativa de Gabriel García Márquez. Edificación de un arte nacional y popular, Ángel Rama presenta una posición alternativa en relación al concepto de literatura nacional. Tomando en consideración la fragmentación continental, Rama se concentra en la distribución de "áreas culturales" en las que propugna por una literatura inmersa en un discurso cultural global, tendencia que la llevaría a "desbordar los límites de un sector específico, para tratar de cumplir una función religadora e intercomunicante de la totalidad social, tal como le cabe al discurso cultural de la sociedad in totum." (28)

(2). A continuación se incluyen algunos datos que ilustran los efectos de la violencia generada por el tráfico de drogas: Homicidios: A lo largo de los años ochenta "el número anual de homicidios se situó entre 20 y 30 mil por año (era 5.800 en 1975); esta cifra alarmante se ha mantenido hasta el presente. Como resultado, la tasa de homicidios se situó en 78 a comienzos de los noventa. (Número de homicidios por 100 mil habitantes)." Secuestros: Desde 1998, en Colombia han sido secuestradas un mínimo de 2900 personas cada año. Desplazamiento: "no existe en Colombia un sistema de información del desplazamiento forzado libre de limitaciones que permita dar cuenta de la magnitud real del fenómeno ... gran dispersión de cifras, que van desde los más de dos millones de personas que informa la Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento - CODHES-, a las cerca de ciento ochenta mil inscritas en el Registro Nacional de Población Desplazada y las cincuenta mil del sistema RUT de la Conferencia Episcopal". Información tomada de la página del Internet del Ministerio de Defensa colombiano, <http://www.mindefensa.gov.co/index.html> (Junio, 2005).

(3). Traducción al inglés de la obra Abusos y admoniciones: ética y escritura en la narrativa hispanoamericana moderna. México: Siglo XXI Editores, 2001. 205 pp.

(4). Paralelo con la ausencia de la figura paterna, se observa en las tres obras la trascendentalización de la imagen materna. Para ampliación de este tema referirse a la obra de Alonso Salazar, No nacimos pa’ semilla.

(5). Blade Runner se basa en el relato "Do Androids Dream of Electric Sheep?" (1968) de Phillip K. Dick.

(6). Según Harpham, "Morality represents … a particular moment of ethics, when all but one of the available alternatives are excluded, chosen against, regardless of their claims. At the moment of morality, the circumstance of choice that defines and is defined by ethics is closed off by a decision that crushes all opposition in its drive to self-actualization. The injunction not to decide on a final interpretation of a text may qualify as an ‘ethics of reading,’ but is definitely not a morality; morality does not shrink from such tasks but welcomes them as its proper responsibility. Morality is the ‘rigor’ of ethical thought, where the rubber of a definite principle meets the road of reality. Ethics constitutes a general and categorical imperative to ‘act on principle’; morality constitutes a further imperative nested within the ethical that commands us to act now and on the right principle, that is, the one we want to stand as principle". (29)

Bibliografía

Aijmer, Göran and Abbink, Jon. Meanings of Violence. A Cross Cultural Perspective. Oxford – New York: Berg, 2000.

Avelar, Idelber. The Letter of Violence. Essays on Narrative, Ethics, and Politics. New York: Palgrave Macmillan, 2004.

Álvarez Gardeazábal, Gustavo. El divino. 7 ed. Bogotá: Plaza y Janés, 1987.

Armstrong, Nancy and Tennenhouse, Leonard, eds. The Violence of Representation. Literature and the History of Violence. New York: Routledge, 1989.

Brooks, Peter. Body Work: Objects of Desire in Modern Narrative.Cambridge: Harvard UP, 1993.

Escobar, Augusto. "La violencia: ¿Generadora de una tradición literaria?" En: Rodríguez Ruiz, Jaime Alejandro. Novela colombiana. Mayo 4 2005.http://www.javeriana.edu.co/Facultades/C_Sociales/Facultad/sociales_virtual/publicaciones/novelacol/contenido/bibliograf/violencia.htm

Franco Ramos, Jorge. Rosario Tijeras. 8 ed. Bogotá: Plaza & Janés, 2002.

González-Pérez, Aníbal. Killer Books. Writing, Violence, and Ethics in Modern Spanish American Narrative. Austin: U of Texas P, 2001.

Harpham, Geoffrey Galt. Shadows of Ethics. Durham and London: Duke UP, 1999.

McGowen, Randall. "Punishing Violence, Sentencing Crime." En: Avelar, Idelber. The Letter of Violence. Essays on Narrative, Ethics, and Politics. New York: Palgrave Macmillan, 2004. 140 – 156.

Rama, Ángel, La narrativa de Gabriel García Márquez. Edificación de un arte nacional y popular. Colcultura, 1991.

Salazar, Alonso, No nacimos pa’ semilla. Bogotá: Planeta, 2002.

Vallejo, Fernando. La virgen de los sicarios. 2 ed. Buenos Aires: Alfaguara, 1998.