Un
diálogo con Josefina Ludmer
Susana Haydu
Yale University
Con motivo de su regreso a Buenos aires, entrevisté a
Josefina Ludmer para conversar sobre temas que le importan, en especial
aquellos que se ocupan de la situación actual de la
crítica y de la literatura en Hispanoamérica. En esta
conversación nos habla de la evolución de su enfoque y de
la relación ámbigua´que tiene con la literatura.
Hoy le interesan ´las nueva escrituras´que borran fronteras
y borran así las divisiones entre géneros literarios. No
hay para Ludmer literatura buena o mala, niveles altos o bajos. Le
interesa tanto Isabel Allende como César Aira. Desde la
argentina, nos propone un balance y una definición del campo
intelectual de hoy.
Esta entrevista tuvo lugar en mayo del 2005.
1. ¿ Cómo te definirías hoy y cómo ha
cambiado tu percepción crítica a lo largo de tu carrera?
Soy una extraterritorial: dejé la Argentina en 1992 para ir a
Yale, y volví a la Argentina en 2005. Soy una fóbica en
fuga perpetua...No soy ni estoy en ninguna parte y por lo tanto mi
posición es de una exterioridad radical, siempre veo y pienso
cada lugar desde el otro, cada libro desde otro y cada lengua desde la
otra.
La vejez es una forma de locura. Con los años se me
acentúan las fobias y también la paranoia. mi
ambición actual es entender El Sistema: descubrir el
funcionamiento de eso que nos envuelve y es destino. Y creo que no soy
la única que está imaginando o queriendo entender el
funcionamiento del sistema. en películas como "The Matrix" [la
máquina de producción de realidad de un sistema] o "El
señor de los anillos" [la máquina de producción de
mitos de un sistema] se despliega un universo complejo y perfecto donde
viven los seres humanos: uno está 'en futuro', y el otro en 'un
pasado lejano'. En ese delirio sistemático estoy metida siempre,
pero el deseo ahora no es entender o inventar el sistema de un texto o
el sistema de un autor, y ni siquiera el de un género. Ahora es
la ambición desmedida y final de poseer 'la verdad del sistema'
en el presente: de ver funcionar en 'tiempo presente' la máquina
de producción de realidad.
Como ves, el sistema se me fue ampliando cada vez más, por eso
mi percepción crítica ha cambiado y se ha dislocado. En
los años 1970 partí de un campo predominantemente
literario para intentar una forma de lo que entonces se llamaba
'análisis interno' [o 'textual']. Y también partí
del análisis del universo narrativo de 'un autor'. Es decir,
partí de las categorías puramente literarias de 'texto' y
'autor': de sus objetos de culto y sus principios metodológicos.
Después pasé a configuraciones culturales más
complejas, no dadas como un libro o un autor, sino construidas: redes,
cadenas, corpuses. Me puse en un lugar trans o post o pre literario y
ahora trabajo con superposiciones e interrelaciones múltiples.
Con instrumentos de lectura [como el delito, el presente] que son
nociones articuladoras abstractas y concretas a la vez, y atraviesan
todos los campos [cultural, político, económico]. Y,
sobre todo, trabajo hoy con métodos provisorios. También
pasé de una posición de lectura fija en los primeros
trabajos, a la movilidad de puntos de vista y a la proliferación
de posiciones imaginarias de lectura.
En síntesis: ha cambiado mi idea de la literatura y de la
crítica. Y aunque puedo leer con mucho placer ensayos o
crítica 'puramente literaria' [de autor y/o texto], ya no
practico esas formas. Por eso en este momento tengo una relación
ambigua [para llamarla de algún modo] con la literatura. Trabajo
y no trabajo con y en la literatura o con la lógica de 'la
literatura'. Mi lugar de lectura o mi campo, lo que conozco mejor, de
un modo más Sistemático [ese lugar donde fui formada y
por lo tanto donde puedo ver cosas que no veo en los otros campos],
sigue siendo la literatura argentina y latinoamericana. Trabajo con
literatura y en Argentina y América latina pero no quiero leer
'literatura nacional', y tampoco, quizás, 'literatura'. La
literatura me sirve para pensar el Sistema o el Mundo: desde
allí puedo ver algo de la cultura, del derecho, de la
economía, la política y hasta de la sexualidad.
Por eso para mí, hoy, no hay literatura buena o mala. La tomo
como 'un medio'. Leo todo lo que 'me divierte' o 'entretetiene', y
considero "literatura" todo lo que se produce como tal, sin niveles
altos ni bajos [me interesa tanto Isabel Allende como César
Aira]. Porque creo que eso es lo que ocurre en el presente: la
literatura pierde su unidad y su autonomía y, como las salas de
cine, se pone en el shopping, se pluraliza, se fragmenta, se dispersa
según diversos espectadores-lectores, y se fusiona, por
así decirlo, con otras imágenes y prácticas. Las
'literaturas' formarían parte de un campo mucho mayor,
real-virtual, el de la imaginación pública: todo lo que
se produce y circula, y nos penetra y es social y privado y
público y 'real'; todo lo que vemos y recibimos y nos rodea y se
hace destino: ideas, ficciones, imágenes, memoria,
acontecimientos. Es allí, en el campo de la imaginación
pública, donde puedo leer la literatura como fabricadora o
productora de modos de imaginar, de decir y pensar, y sobre todo de
significar, que producen presente.
2. ¿Qué influencia ha tenido en tu trabajo crítico
el hecho de haber vivido fuera de la Argentina durante los
últimos años?
La decisión de ir a enseñar a EU fue una aventura y una
apuesta: quise ir a ver cuánto podía dar en condiciones
öptimas para la investigación. ¿Cómo
será pensar y escribir sin carencia, sin represión, sin
obstáculos políticos y económicos? El resultado
más visible de mis años en EEUU es El cuerpo del delito,
que apareció en 1999. Es mi libro de Yale, una ficción
crítica con y en la biblioteca de Yale: un trabajo pensado e
investigado en condiciones de libertad y abundancia. Creo que uno de
los elementos importantes de ese libro "norteamericano', por lo menos
para mí, es el humor. La idea era poner humor en los estudios
literarios, tan solemnes y pretenciosos: descontracturarlos. Ese humor
crítico está influido por la cultura popular
norteamericana y por su espíritu 'playful'. Hoy, ese ciclo de la
universidad americana y la vida en una ciudad universitaria,se cierran
para mí. Me retiré en 2005 y vuelvo a vivir y a
enseñar en Buenos Aires. Ya siento una enorme nostalgia por esos
años tan productivos, pero también estoy muy entusiasmada
con la enseñanza y la diversión 'nacional'.
3-¿En qué estás trabajando en este momento?
Como te digo, el libro que estoy escribiendo [una serie de notas, o un
libro hecho de notas, o un diario] versa sobre el presente, como
noción y como categoría, y sobre la 'producción de
presente'. Por ahora está dividido en 'Temporalidades del
presente' y "Territorios del presente'. En 2002 publiqué un
artículo en Márgenes/Margins [una revista bilingüe,
una colaboración entre Argentina y Brasil] sobre las
temporalidades del presente. Parto de la premisa de que un presente es
una acumulación-superposición de temporalidades
públicas, y analizo las temporalidades [es decir, las
configuraciones entre pasado, presente y futuro, las figuras que
forman] de algunas de las ficciones que aparecieron en el año
2000 en Argentina. Ese corte en el año frontera 2000 [un
año que fue postulado como el futuro por el pasado] me permite
analizar, siempre en las ficciones, las diferentes temporalidades que
constituyen, habitan y producen "presente" y le dan forma: la
temporalidad de la memoria y la de la historia de la nación [que
son políticas y nacionales], la temporalidad de la utopía
y la de la ciencia ficción [que son formales y se inscriben
fuera de la nación]. Esas diferentes temporalidades están
superpuestas, son simultáneas, están 'en sincro' y 'en
fusión', y son uno de los modos de 'construir presente' o
'realidad'.
El de las temporalidades es un trabajo que sigo escribiendo.
También sigo con la otra parte del libro, Territorios del
presente: una versión inicial apareció en diciembre 2004
en la revista Confines de Buenos Aires. Se trata de otro tipo de corte,
porque leo ficciones de casi toda América latina desde 1990
hasta hoy. En ese campo 'latinoamericano' trato de ver ciertos
territorios que producen constantemente 'realidad' y 'sentido': "la
Exposición Universal", la ciudad, y la isla urbana, que aparecen
no solamente en la literatura sino en el cine, la TV y en casi todos
los medios. Me interesan los regímenes territoriales de
significación: las divisiones, los límites, las islas.
Los lugares donde la imaginación pública pone cuerpos y
comunidades.
4.- Así que, en un sentido, este es un trabajo sobre 'nuevas
escrituras'. Podrías caracterizarlas? ¿Hay algún
rasgo específico que veas como central?
Un rasgo que me parece importante es que algunas 'nuevas escrituras'
borran fronteras, borran las divisiones entre géneros
literarios, entre literatura urbana y rural, fantástica y
realista, nacional y cosmopolita, "literatura pura" y "literatura
social", y hasta borran la separación entre realidad y
ficción. Pero una de las características del presente es
que esas escrituras [esas prácticas desdiferenciantes o
desdiferenciadoras] conviven, por así decirlo, con las
anteriores", las que siguen las divisiones clásicas. Quiero
decir que lo que me interesa de este presente es que, para decirlo de
un modo gráfico, "el antes" está en "el ahora", en
synchro y en fusión. Las nuevas escrituras pondrían un
personaje de Rulfo en el DF.
5- ¿Existe en el siglo XXI una división entre cultura de
élite y cultura popular? ¿Cómo se manifiesta esto
en la literatura?
En El cuerpo del delito creí que el surgimiento de la cultura
'aristocrática' latinoamericana era obra de la coalición
cultural del estado liberal de 1880. O sea que esa cultura de elite se
funda junto con el establecimiento del estado moderno en Argentina. La
cultura alta tendría, según mi hipótesis, una
tradición o una marca constitutiva, que es cierta
combinación de 'la enciclopedia universal' con un elemento
'criollo' : enciclopédica y montonera, como quería
Borges. esa combinación, que aparece claramente en las
escrituras de la "generación del 80", sería un modo de
definirse como una cultura auténticamente argentina y a la vez
'occidental'y 'europea'.
En Estados Unidos descubrí lo que me faltaba: que el 'deseo
enciclopédico' de la literatura de élite argentina
sería una marca de marginalidad. La de la Enciclopedia es una
figura imperial [porque es un intento de unificación del saber]
que traza márgenes internacionales, nacionales, sociales. A
veces define culturas de provincia en relación con la cultura de
la capital o metrópoli. El caso de Sarmiento, un provinciano en
la Argentina poscolonial, lo muestra claramente. Las culturas
marginales [o poscoloniales, o periféricas] se legitiman o
adquieren autoridad por una exhibición "excesiva" de cultura
libresca, de dominio de la cultura occidental [y a veces desde su
origen, como el Ulises de Joyce, otro marginal de imperio]. Se definen
con cantidades de citas y referencias universales que pueden llegar
hasta la Enciclopedia misma, como ocurre en Borges. Es una
exhibición de la cultura entendida como libro, biblioteca y
dominio de lenguas extranjeras: esa era 'la alta cultura',
aristocrática, argentina y una de las culturas latinoamericanas.
Los márgenes culturales se esfuerzan por mostrar saber (y
'poder') en el campo cultural y lingüístico.
La combinación entre elemento criollo y enciclopedia fue,
entonces, una de las marcas de lo que fue la alta cultura argentina,
cuyo ciclo histórico se estrecha y desaparece, como todas las
altas culturas hoy: las fronteras entre niveles culturales se van
mezclando o borrando. Ya no diría entonces que esa marca define
la alta cultura argentina actual porque eso ya no existe.
Todavía hay una división entre best-sellers y lo que
podría llamarse 'literatura seria' o 'culta', pero la
pluralización y disgregación del público tiende a
borrar esos niveles culto o de elite, y popular. Pienso el
acontecimiento de la entrada de Paulo Coelho a la Academia de Letras de
Brasil como esa borradura 'en acción'.
6- En Los libros dijiste una vez que el crítico argentino
debe tomar conciencia de que en una sociedad dependiente del
imperialismo la función del crítico es limitada.
¿A comienzos del siglo XXI es todavía válida esa
aseveración y hasta qué punto? ¿Cómo afecta
este hecho tu labor?
Ya no hablaría hoy de "la función del crítico"; ya
no creo en eso, si es que alguna vez creí. El problema actual
sería para mí cómo hacer resistencia con y en una
crítica que ya no sería solamente "literaria". La idea de
resistencia es útil hoy porque no quedan espacios donde uno se
podría refugiar. el sistema [la globalización, las
políticas liberales e imperiales, los estados nacionales
reducidos a la administración de la pobreza] parece no tener
"afueras" y no permitir escapes: esa es la idea de "pensamiento
único". Estamos adentro, en un mundo sin zonas liberadas.
Por eso, creo que la definición de "resistencia" es una de las
claves del presente. Foucault la puso frente al poder, como la
práctica que, del otro lado, le corresponde. Es una
práctica de larga duración, de sobrevivencia, que implica
no confrontación, porque disputar el poder es imposible. Yo
entiendo la resistencia como un juego semiótico, un juego de
códigos, un juego con el sentido. Y también entiendo la
resistencia como una práctica estratégica: la idea es que
si podemos entender o conocer/captar el funcionamiento de El sistema
del Presente, si podemos entender los regímenes de
significación que constituyen la imaginación
pública, podemos practicar su crítica más radical.
Trabajo con la vieja idea de ambivalencia y no ya con la idea de
indecidibilidad del sentido. Creo que el funcionamiento del sistema de
producción de realidad es ambivalente y podría darse
vuelta. Como dice Santiago López Petit: hay que orientar el
proceso en otra dirección o en 'La otra dirección'.