Nuevas sujetas colombianas: concientización y agencia en los textos de

Florence Thomas y Silvana Paternostro

 

Lucero Tenorio-Gavin

Oklahoma State University


Hace tanto, ya, que venimos lentamente escribiendo, cada vez con más furia, con más autorreconocimiento. Mujeres en la dura tarea de construir con un material signado por el otro. Construir no partiendo de la nada, que sería más fácil, sino transgrediendo las barreras de la censura, rompiendo los cánones en busca de esa voz propia contra la cual nada pueden ni el jabón ni la sal gema, ni el miedo a la castración, ni el llanto.
Luisa Valenzuela (1984)

En las últimas décadas se ha dado un marcado interés por recuperar el ensayo latinoamericano escrito por mujeres de ese escondido lugar en que lo había colocado el canon literario. Siguiendo esta tendencia, el presente artículo intenta rescatar dos obras recientes: el ensayo-monólogo de la escritora franco-colombiana, Florence Thomas, Conversación con un hombre ausente (1997) y el ensayo-periodístico de la colombiana-americana Silvana Paternostro In the Land of God and Man (1998).

Aunque en su forma, estilo y lenguaje estos dos ensayos son diferentes, en su contenido son susceptibles de tomar los aspectos más diversos en los que el yo, o la forma personal, siempre presente, se autentica y se esconde de la misma manera, buscando varios medios y subterfugios para acreditar su pensamiento. El término nuevas sujetas fue acuñado por Julieta Kirkwood, ensayista chilena, quien en la década de los ochenta hacía su incursión en el feminismo y la política. Amy Kaminsky comenta que Kirkwood rompió con las reglas del género gramatical en una forma original, no para jugar con el lenguaje de manera desconstruccionista, como podría pensarse, sino para tratar de lograr una forma lingüística para las ideas que quería expresar. En realidad, el término con su eco adjetival ironiza sobre la libertad y la agencia asociadas con la subjetividad y la represión de la mujer que está "sujetada" a otros. Kaminsky dice que esta autocontenida ironía se enfatiza con el uso de la palabra "objeto", refiriéndose al mismo sujeto femenino pero en su forma gramaticalmente masculina.

También se quiere revisar las nociones de subjetividad e identidad generadas por la escritura personal en el ensayo; el uso del ensayo como género literario ideal para alcanzar la emancipación femenina a través de esa escritura, con su forma principalmente expositiva y persuasiva; y, la manera en que esta subjetividad de mujeres escritoras latinoamericanas y esta forma literaria, afectan los campos ideológico y político en la región.

En cuanto a Conversación con un hombre ausente es importante resaltar la influencia del uso del género ensayístico por una mujer escritora latinoamericana, en este caso nacionalizada en Colombia, quien presenta una forma en el ensayo en la que trata de liberarse—por lo menos en parte—de las ataduras del discurso académico dominante, es decir, patriarcal. Thomas se vale de un interlocutor imaginario (un hombre ausente) quien participa en el texto a través de preguntas y respuestas que la misma autora formula como si procedieran de él. "No te imaginas lo excepcional de esta situación para una mujer. Encontrar un hombre como tú, que escucha en silencio, sin cortarle la palabra a uno—digo, a una—, es un sueño" (48).

Por primera vez en el ensayo de escritoras, en un supuesto género no-ficticio, aparece un personaje varón creado específicamente para mantener la lógica femenina en la narración. La intención es que no se le corte la palabra a la mujer, ni se la interrumpa con la lógica del hombre, aunque Thomas reconoce que no podrá evitar que ese gran Otro masculino esté presente en su propio discurso.

En cuanto a la forma, no hay citas en este ensayo, ni notas de pie de página. Thomas está buscando una nueva libertad en la escritura; obviamente no puede escapar a las referencias a términos y nociones que requieren una audiencia con cierta intelectualidad. Su novedosa forma al escribir no se aparta de propuestas teóricas feministas explícitas, asuntos de identidad, de sexualidad, de género, maternidad, lenguaje y escritura, temas que apuntan directamente a los estudios del feminismo mundial. Thomas lo hace, sin embargo, desde una perspectiva local, desde la singularidad que es Colombia. Ella formula una propia comprensión de su realidad sociocultural, después de treinta años de vivir en el país, habla desde su experiencia femenina personal y al hacerlo, confronta el aspecto hegemónico de la historia de la región. De esta forma la escritora sirve como agente para llevar un mensaje a otras mujeres exhortándolas a que a su vez escriban su propia experiencia personal como medio para la emancipación de sí mismas y de otras mujeres de la región. Así, Thomas propone una concientización.

Sí, no hay duda, el mundo de la palabra y del discurso es el mundo del sujeto masculino... Tal vez por esto nos es cada día más difícil reconocernos en lo que han dicho de nosotras, y a medida que tomamos conciencia de nuestras diferencias existenciales... tomamos conciencia de lo imprescindible de tomar la palabra, de expresarnos, de decir lo que tenemos que decir y además de decirlo desde una nueva palabra, una nueva escritura o por lo menos otra escritura, otras reglas de juego lingüístico que sólo podemos adquirir a partir de una mirada profundamente sospechosa del discurso que nos enseñó el saber occidental. (107)

De acuerdo con lo que dice Thomas, lo que ahora tenemos como historia del pensamiento y escritura es lo que principalmente ha sido escrito, imaginado y creado por hombres. Esto incluye a la mujer misma. Incitar a las mujeres a escribir es trascendental. A partir del acto de escribir la mujer puede lograr su verdadera emancipación. Hace 17 años, en marzo de 1984, con motivo del Séptimo Congreso de Literatura Hispanoamericana, varias escritoras latinoamericanas se reunieron para presentar sus opiniones sobre el oficio de escribir. Para Helena Araújo, lo femenino aún no había logrado manifestación completa en un mundo que ella todavía consideraba determinado por parámetros masculinos. Señaló en ese entonces que todavía era muy difícil que la mujer consiguiera publicar sus obras, pero añadió: "Más allá de las mil incidencias de la publicación y la difusión de un libro, lo que me concierne es ese diálogo mudo y, sin embargo, vital, con el destinatario. Allí es donde hallo mi subjetividad, mi posible comunicación" (460). Griselda Gambaro confirmó que "escribir es reconocer, a uno mismo y al otro" pero aclaró que el acto mismo de escribir suponía la elección de una manera de ser, "supone un yo reconquistado o a reconquistar" (472). Mientras Gambaro, desde su posición de mujer expresa en ese entonces que "mucho valor necesitaremos para explorar y aventurarnos en esos terrenos donde no nos atrevemos a mirarnos, porque como mujeres somos aún metáforas convenientes y engañosas de un mundo masculino" (473), Thomas retoma sus palabras y las de Araújo para ir un paso adelante al expresar una necesidad imperante para una nueva identidad en la mujer escritora.

De hecho estoy señalando un doble imperativo para las mujeres: tomar la palabra y escribir, por una parte, pero al mismo tiempo tratar de que sea NUESTRA palabra sin asumir automáticamente la palabra del otro y la escritura del otro. Sabiendo que no hemos sido sujetos—digo, sujetas—de nuestro lenguaje; hemos hablado y nos hemos representado hasta hoy como pensadas por el otro, desde la mirada del otro, utilizando una herramienta que no nos pertenece y que difícilmente puede traducir nuestro imaginario. (107)

En una serie de siete secuencias, Cixous nos llevó a paso acelerado a través de la historia y el futuro de la mujer, sus impedimentos y posibilidades. En su ensayo "Between the lines," Margret Brügmann se refiere a estas secuencias y cita las palabras más importantes del ensayo de Cixous: "Mujeres, escriban!" Pero, dice ella: "[Cixous] también demanda que vivamos nuestras propias vidas y determinemos nuestra propia historia. ‘Escriban’ lo usa en su significado original de inscribere-desafiándonos a tallar, a dejar nuestra propia huella en la cultura tradicional" (77). Thomas, en una forma personal en su ensayo, retoma este mandato. Ella escribe sobre los lugares del poder simbólico, la lengua y las ideologías, pero sobre todo, sobre la educación y la escritura. Vemos un desdoblamiento de la mujer sujeto dentro de un yo cuya formulación final está determinada y depende de la participación del otro, es decir, el/la lector/a. El lenguaje que utiliza Thomas tiene significado no sólo porque expresa sus pensamientos o dibuja la realidad que ella percibe desde su posición, sino porque constituye sujetas en tando seres que se definen histórica, geográfica y culturalmente en un interminable proceso.

La forma personal que usa Thomas en su ensayo se opone al concepto de impersonalidad, una de las convicciones centrales de la modernidad. Una de las consignas iniciales del movimiento feminista (segunda ola) afirma que una escritora del siglo veinte debe rebelarse contra ese estándar impersonal, dar la espalda a la tradición y escribir desde el punto de vista de sí misma usando la primera persona yo. Pero, el "yo" puede significar varias cosas dentro de la prosa hispana. Nancy Saporta y Lourdes Rojas dicen que la mayoría de los escritores hispanoamericanos usa la primera persona del plural, aun para referirse al sujeto singular. Para los efectos de este artículo debemos prestar atención al uso de la voz colectiva "nosotras" o forma plural del "yo" (yos) como una relación de naturaleza dialógica en la que las lectoras eligen leer a las mujeres y de hecho el ensayo adquiere voz. Hay una atracción hacia la autoridad que se confiere a la voz de la ensayista, la cualidad dialógica del género—la cual crea un sentido de cercana interacción con las lectoras—y un deseo de comunicar públicamente sus intereses personales.

Al leer el ensayo de Thomas, con su narración en primera persona (sea yo o nosotras), sus lectoras establecen una ligazón íntima con el ser individual de la autora, quien en este caso sostiene un monólogo consigo misma o un diálogo con este hombre que ella intencionalmente crea y ausenta a la vez, y que, al mismo tiempo, le sirve para forjar su propio yo en el texto.

... nunca podré afirmar nada—incluso desde mi feminismo de hoy—con el mismo tono, la misma seguridad y seriedad con que ustedes los hombres anuncian sus verdades desde siempre. Nunca me podré sentir dueña del saber—ni siquiera de un saber—y espero siempre seguir dudando de lo que relato... Sí; hoy soy feminista, una feminista que nunca dejó ni dejará de amar a los hombres. (126)

Mientras que los ensayos de escritores son tradicionales en el sentido que reconocen el status quo e intentan explicar la vida dentro de un sitio aparentemente absoluto e incambiable (los ensayos de Sarmiento, Mariátegui, Martí, Bello, Reyes), la posición de género específica que Thomas imprime en su ensayo es, precisamente, la fuente autorizante que le permite enfrentar abiertamente, no sólo la tradición patriarcal, política y económica que analiza en su texto, sino lo que el ensayo, como forma, representa tradicionalmente. Allí la mujer encuentra su emancipación. "En manos de la escritora que ha adoptado el ensayo para efectuar cambios sociales trascendentes", lo dijeron Boetcher y Mittman temprano en los noventa, "la forma misma se convierte en un forum" (151). En su ensayo, Thomas reclama abiertamente una voz pública a pesar de la opresión de la cultura a que permanezca silenciada. Es decir, ella se presenta a sí misma como figura pública, convierte su vida personal en objeto de muestra pública, y ofrece comentarios ultimadamente políticos, tanto directos como encubiertos. Se trata de un acto de afirmación pública, aunque no enunciada explícitamente; detrás de cada palabra que escribe está esa afirmación "esto es lo que yo pienso" y se lo doy al público lector para su consumo, consideración y juicio.

¿cómo competir con el sexo masculino, ahí, visible, reconocido, nombrado y reproducido miles de veces iconográficamente, con nuestro no-sexo, invisible, adentro, misterioso y nunca nombrado? Sabes, no me acuerdo haber oído una sola vez a mi madre hablarme del clítoris, ni siquiera nombrármelo, pero sí me acuerdo con mucha precisión de las historias, risas e incluso tiernos regaños alrededor del pene de mis hermanos. A las mujeres les toca esperar la "dichosa" menstruación para que las tías y la abuela las feliciten porque ya pueden ser madres. (86-87)

Thomas expone una situación de su vida personal para demostrar que tanto ella como todas las mujeres sufrimos este ‘reflejo’ ya que somos todas, en lo fundamental, herederas del patriarcado, una ideología que envuelve "cada micro-espacio de la vida cotidiana y que apenas hoy empezamos a cuestionar" (ibid). Al estudiar su tipo de escritura, podemos entender mejor cómo las ideas sobre lo público y lo privado, lo político y lo personal, la voz masculina y la femenina, afectan y reflejan el período histórico/literario particular de Colombia en 1997, cuando se publica este texto. Al ofrecer una reflexión personal como un tipo de verdad, este ensayo construye a la autora como sujeta y como su creadora, así el ensayo trata tanto de la autora como del supuesto tópico. Su estilo sirve a los propósitos de su trabajo feminista al seguir un modelo de conversación en el que una mujer local, ella como autora y narradora, abre el espacio a la subjetividad de otras mujeres.

¡Sola, no! Nunca estoy sola... A este propósito se me está ocurriendo que es urgente que las mujeres, cuando se separan o que un hombre las deja o que ellas han dejado a un hombre, o que sus hijos e hijas se han ido, aprendan a no pensarse solas, sino libres. Libres por fin y con una nueva compañía: ellas mismas. Re-encontrarse y colmarse de una existencia para sí mismas. Dejar de ser hermanas, esposas, madres, amantes que siempre fueron por o para ellos. Empezar a hacer sentido para sí mismas y nunca más sentirse solas... pero sí, cada vez más libres. (159)

Su ensayo como documento de una era en la historia cultural de Colombia, y particularmente de la historia de nuestras mujeres, es de gran valor; como un trabajo de literatura autobiográfica, es un ejemplo único del discurso y la definición femeninos. Lo que Thomas revela en su ensayo sobre la mujer es una historia que no está en la historia y la cual sólo puede rescatarse aguzando el oído para escuchar de cerca los susurros de esta mujer.

Por otro lado, en el texto de Paternostro, In the Land of God and Man, encuentro la misión de la ensayista comunicada en una forma diferente pero esencialmente con el mismo énfasis en el acto de escribir. Nacida en Colombia, esta escritora-periodista nacionalizada en los Estados Unidos, vive desde hace veinte años en New York. Su texto contiene una serie de elementos autobiográficos, de memorias de su infancia y adolescencia en Colombia, intercalados con los de tiempos recientes dedicada a su trabajo de investigadora y reportera para el World Policy Institute. Paternostro presenta en su texto una investigación rigurosa, reportajes, y cifras. Como lo afirma Jonathan Mann en una reseña al comienzo del libro, Paternostro descorre-de manera fuerte pero fidedigna-, "ese velo de silencio que rodea la sexualidad y la cultura sexual latinoamericanas". Lo hace de manera novedosa, dando conocimiento de los problemas sexuales que encuentran nuestras mujeres, desde Nueva York hasta Brasil, revelando su historia personal contrastándola con la evidencia que encuentra.

God, family, private property, and la patria seem to be values with which Latin women can identify. Don’t they realize that that’s what’s keeping them miserable, sweating at night bathed in blood from dangerous abortions and sexually exploited. (73)

En su libro, Paternostro revela el índice de mujeres en América Latina que están siendo infectadas con SIDA. No se detiene en las estadísticas facilitadas por centros de salud populares; se va a los miles de casos de las esposas de clase alta que han contraído la enfermedad. Explora el mundo de los ricos y de los políticos y otros famosos, en países de toda Latinoamérica y los sigue en sus aventuras nocturnas hasta descubrir y revelar un mundo obscuro y brutal. Paternostro confirma a través de un médico, que una mujer de clase media o alta en América Latina tiene más riesgo de adquirir SIDA que una prostituta.

That same week I was told that eighty percent of the wives who had tested HIV-positive at Bogotá’s Simón Bolívar Hospital had been infected because of the bisexual activity of their husbands. Most of these women had married as virgins. Their husbands were the only man they had made love to. (28)

Paternostro expone la vida sexual clandestina de los hombres casados de las sociedades que visita; expone a su propia familia, a gente importante y reconocidas personalidades de su país. En una palabra, denuncia el doble estándar que asumen los esposos, sus relaciones con trasvestis y prostitutas, su negativa a usar condones, y su irresponsabilidad sexual. Después de entrevistar al director del programa de prevención del SIDA en Colombia, Paternostro comenta:

Transvestites and prostitutes, male and female, are a part of the sexual space of some Latin men. In part because macho culture is so homophobic, men with homosexual desires tend to prefer to suppress their desire for men and asume the role of husband. They know that once they are married, if the desire remains, anonymous sex with another man is readily available. (136)

Paternostro reitera que el machismo es un asunto de poder. El hombre que es más macho "fights harder, drinks harder, fathers more children, fucks anything—the laws, the women, the street children, the donkeys" (137). Y, para ella, en una cultura que ve al hombre como un ser superior, tener sexo con un hombre es la prueba última. "Having sex with a woman is not at all impressive. Having sex with many women is somewhat better, but having sex with a man is the uttermost expresión of manhood." (137)

Teresa de Lauretis ha señalado que la identidad de una mujer es el producto de su propia interpretación y reconstrucción de su historia "tal y como es mediada a través del contexto cultural discursivo al cual ella tiene acceso" (14). Encarnada a lo largo del ensayo de Paternostro está su identidad política; de hecho, su texto constituye un reconocimiento de esa identidad, en la medida en que ella, como escritora, expone e identifica voces públicas y denuncia perspectivas que califica como anti-feministas. Por ejemplo, ella se solidariza con la causa de los trasvestis porque ellos son un grupo minoritario de "mujeres". Cuando ella visita Brasil, en 1994, durante la First Brazilian Conference of Gays and Lesbians Who Work with AIDS, el grupo decide darle cabida a los trasvestis para que luchen por sus derechos. Paternostro aclara en su libro que los trasvestis no se identifican como Gays sino como mujeres, pero, mujeres con mayores desventajas que las usuales. Entrevistando a uno (una?) de ellos muestra su situación.

I know I have to work as a prostitute because no one will hire me", she says adding that she checks the classifieds every week. When something sounds interesting, she sends out a resumé, but it is in the name of Luis, Paola’s legal name, and it is hard to hide the waxed eyebrows, the six pounds of silicone on the chest, and the exaggerated cheekbones when Luis shows up for an interview. "No company hires a transvestite" says Paola, "so to survive I have to do prostitution, expose to STDs and AIDS and police beatings. One day soon I will die, killed by AIDS, by death squads or by the police. (167)

Una pregunta que surge al escribir este artículo es aquella de la representación. Podemos pensar que los problemas de la representación en la escritura de mujeres en Latinoamérica, son, por lo menos a primera vista, más sociales que epistemológicos en esencia. Sylvia Molloy ha discutido la dificultad en la auto-representación textual (la cual no es exclusiva de las mujeres); ella dice que es antecedida por otro problema básico, aquel de la percepción de la mujer por la sociedad—y la percepción de sí misma de la mujer como escritora—, esto es como figura pública; Molloy dice: "Cualquier consideración sobre las mujeres escritoras en Latinoamérica debe tener en cuenta que el mismo término mujer escritora se refiere a una realidad inestable, que aun hoy en día, no es aceptada sin calificarla" (108). Molloy busca encontrar en los textos escritos por mujeres lo que ella denomina "un gesto", e investigar las estrategias de que se valen las escritoras para determinar la forma en la cual la mujer representa a la mujer y se construye a sí misma como sujeto del texto.

En Paternostro vemos que escogió escribir su texto en inglés, lo cual nos intriga en cuanto a que confronta la realidad tercermundista frente a las expectativas de los lectores angloparlantes. La ensayista indudablemente está representando a otras mujeres pero ¿a qué audiencia se está refiriendo? La cuestión de la representación—por lo menos definida como las condiciones de significado y de verdad que se encuentran en el ensayo para ser examinadas—está inextricablemente conectada con el concepto de ideología (althusseriano) en su debatida definición que corresponde a las representaciones del inconsciente colectivo y las actividades y rituales en que esas representaciones están inscritas: "una representación de la relación imaginaria de los individuos con las condiciones reales de existencia" (162). El argumento de Althusser es que la ideología interpela a los individuos como sujetos a través del mecanismo del reconocimiento; llama a los individuos a su lugar social y confiere sobre ellos su "identidad". La ideología se puede entender entonces como un lenguaje y la sujeción viene del interior del individuo: la sujeción de la sociedad y aquella del individuo "dependen entre sí y se rechazan" (ibid). Estamos hablando de categorías imaginarias, una estructura de espejo-doble. Consecuentemente, las identificaciones y/o nuestro distanciamiento de ellas están basadas en factores culturales, a través de la mediación de la historia humana, la sociedad y el lenguaje. Cuando Paternostro lleva a cabo su investigación sobre las reconstrucciones del himen que realizan en una clínica en Brooklyn, siente todo el peso de la confrontación de su identidad.

I remained curious and angry—and I slipped into the sadness and confusion that frequently beset me when I confront aspects of my culture that are so backward, so unjust, and yet so familiar. I had to prove my fear right: the women of Latin American descent who come here with dreams of freedom, of economic prosperity, of una vida mejor, are not free from male expectation and domination. (272)

Instigar a reflexionar sobre la propia identidad (un regreso a lo "subjetivo") no implica salirse de lo político, sino precisamente lo contrario: localizar asideros de poder y resistencia (a la manera foucauldiana) mientras se lucha, quizás no ganando todas las batallas, quizás entrando en contradicción y complejidad pero ejerciendo una acción política basada en "la unidad en la diversidad". Esta diversidad, no está fundamentada en los denominadores comunes sino en la variedad de identidades y circunstancias posibles en Latinoamérica, variedad heterogénea, posiblemente antagonista, quizás muy diversa. El mensaje que encontramos en Paternostro es que en la medida en que las mujeres redefinen su existencia y su manera de construir el mundo, van a trastocar consecuentemente los viejos parámetros de la masculinidad y van a obligar igualmente a repensar el sujeto masculino. Apuntar a la concientización masculina es de hecho una novedad en el ensayo de escritoras latinoamericanas y, realmente, Thomas y Paternostro no quieren destruir totalmente los binarios, quieren transformarlos: "Soñar la posibilidad de asociar, por ejemplo, hombre con femenino, con emoción, con sensibilidad, con cuidado, sin que esto signifique abandono de masculinidad, es exactamente lo que entiendo por abrir los conceptos" (Thomas 46).

El feminismo occidental, de hecho, ha reconocido que las mujeres no comparten automáticamente una identidad de género, ni tampoco que tienen necesariamente intereses políticos comunes: no hay una única experiencia de mujer. Con respecto a estas dos mujeres latinoamericanas, aun cuando representan al mismo país, sus circunstancias materiales y sus experiencias difieren significativamente y por el hecho que comparten el género no puede deducirse que haya unidad de intereses entre mujeres de culturas diferentes, y ni aun dentro de la misma sociedad a la cual pertenecen. Entonces, hay que referirse a algunas formas posibles en que las perspectivas del feminismo sobre la identidad pueden desarrollarse para dar cuenta del género y de las complejidades de las divisiones nacionales, étnicas y raciales.

Por ejemplo, Sonia Saldívar comenta que en las autobiografías de las latinas Cherríe Moraga y Gloria Anzaldúa ellas no crean un yo monolítico sino una construcción de ese yo como miembros de grupos oprimidos de muchas maneras, cuya identidad política no puede divorciarse de sus condiciones. (55) El sujeto creado es al mismo tiempo individual y colectivo. En los textos de Moraga y Anzaldúa podemos experimentar la intensa presión que sufre mucha gente al tener que escoger entre culturas: para ellas las opciones más aparentes, asimilación a la cultura blanca o afirmación de la cultura nativa, están llenas de contradicciones.

Lo que Thomas y Paternostro intentan hacer con su audiencia, tanto de hombres como de mujeres, es dar cuenta de la necesidad de apreciar y volverse sensible hacia las varias experiencias de las mujeres, apuntando a que ni líneas fronterizas arbitrarias, ni límites, pueden encapsular las especificidades de la subordinación. Thomas quiere sugerir que hay una variedad de condiciones en que las mujeres nos localizamos, pero estas diferencias no son arbitrarias ni absolutas. Como sabemos, bajo cada modalidad de pensamiento puede concebirse una variedad de alternativas disponibles cultural e históricamente específicas, individuales y voluntarias. Si no se reconocen estas especificidades, entonces, serias distorsiones entran en el área de la teoría sobre el feminismo. El feminismo que estas dos escritoras hacen para Colombia es uno de denuncia, de deconstrucción, de la visibilización de muchas violencias simbólicas y silenciosas, que a veces se vuelve muy evidente y repetitivo. Se trata, creo yo, de un trabajo de redefinición de lo que significa ser mujer y ser hombre, sabiendo que esto tomará tiempo y que el progreso no es una idea ni sencilla, ni plana, ni lineal, pues cada conquista puede significar al mismo tiempo pérdidas. Thomas dice que "lo importante es entender que somos los artesanos y artesanas de nuestra propia historia rechazando cualquier idea de determinismo, de providencia e incluso de final feliz". (221-222)

En conclusión, el mensaje de las ensayistas es claro; las mujeres tienen que confrontarse en la escritura, tienen que atreverse a escribir. Deben usar un punto de vista propio, personal, y volverlo político. El ensayo literario es la forma ideal para instar a las mujeres a expresar su palabra y plasmar su escritura. Esto, por supuesto, no es sencillo, porque, como sabemos, la gran mayoría de las mujeres todavía no se ha concientizado de que debe existir otra palabra, o de que es necesario tomar la palabra de la mujer en serio, ya que, como se ha aclarado aquí y como lo aclara Thomas en su ensayo, hemos sido socializadas en el lenguaje del otro. Sabemos que llegar a esta conciencia no es ni automático ni evidente, pero Thomas y Paternostro han dado un gran paso al denunciar esta necesidad. La experiencia de ser mujer debe crear una conciencia crítica de lo que significa ser mujer en un lugar dado en la estructura de poder. Podemos concluir—como lo apoyaría Thomas—que, al escribir, la mujer tiene dos caminos: acceder a la cultura dominante y caer en las trampas del discurso patriarcal, o escribir con autenticidad aunque sea para ser clasificada en una subcultura.

 

Obras citadas

Althusser, Louis. "Ideology and ideological state apparatuses (notes towards an investigation)". En Mapping Ideology. Ed. Slavoj Zizek. London: Verso, 1994.

Araújo, Helena. "Yo escribo, yo me escribo…" Revista Iberoamericana 51 (1985): 457-460.

Boetcher Joeres, Ruth-Ellen, and Elizabeth Mittman, ed. The Politics of the Essay: Feminist Perspectives. Bloomington: Indiana UP, 1993.

Brügmann, Margret. "Between the Lines: On the Essayistic Experiments of Helen Cixous in ‘The Laugh of the Medusa’". En The Politics of the Essay: Feminist Perspectives. Ed. Boetcher Joeres and Mittman. Bloomington: Indiana UP, 1993.

de Lauretis, Teresa. Alice Doesn’t: Feminism, Semiotics, Cinema. Bloomington: Indiana UP, 1984.

Gambaro, Graciela. "Algunas consideraciones sobre la mujer y la literatura." Revista Iberoamericana 51 (1985): 471-473.

Kaminsky, Amy K. Reading the Body Politic: Feminist Criticism and Latin American Women Writers. Minneapolis: U of Minnesota P, 1993.

Kirkwood, Julieta. Ser política en Chile. Santiago: Cuarto Propio, 1990.

Molloy, Sylvia. "Female Textual Identities: The Strategies of Self-Figuration."

Introduction Part 2. Women’s Writing in Latin America: An anthology. Ed. S.Castro-

Klarén, S.Molloy, and B.Sarlo. Boulder: Westview P, 1991. 107-124

Paternostro, Silvana. In the Land of God and Man. A Latin Woman’s Journey. New York: Plume, 1998

Saldívar-Hull, Sonia. "Mestiza Consciousness and Politics: Gloria Anzaldúa’s Borderlands / La Frontera." In Feminism on the Border: Chicana Gender Politics and Literature. Berkeley: U of California P, 2000. 59-80.

Thomas, Florence. Ensayo: Conversación con un hombre ausente. Bogotá: Arango, 1997.