Apuntes para un estudio diacrónico del repentismo en Cuba. "Generaciones"y "promociones" que marcaron su evolución en el siglo XX
 

Alexis Díaz-Pimienta

Escritor



En la historia del arte y la literatura, todo esfuerzo clasificador y todo agrupamiento generacional suelen ser subjetivos, incluso tendenciosos, si tenemos en cuenta que los conceptos aglutinadores casi siempre constituyen meros referentes, intercambiables según el interés y el punto de mira de los analistas. Así (tomando en cuenta la Literatura), la conocida como generación del 98, en España, pudo también llamarse generación «post-imperial», o «del desastre», o «modernista»; y la del 27 pudo llamarse «gongorina», «neopopularista», «de la república». Por lo tanto, además de la arbitrariedad que define en la mayoría de los casos a las agrupaciones generacionales, el mero hecho de hacerlas es una simple operación de etiquetamiento, con mayor o menor suerte, pero siempre sujeta a intereses metodológicos.

Ello no le resta importancia ni mérito a la formulación de «generaciones» y «promociones» literarias y artísticas para su estudio ordenado y doctrinal. La visión de conjunto permite descubrir cosas que la visión individualizada disimula, pero, sobre todo, permite sistematizar los estudios científicos de forma coherente.

También para realizar un estudio sistemático y serio del repentismo en Cuba, resulta impostergable trazar un cuadro taxonómico generacional, que permita examinar la evolución estilística, temática y técnica de los diferentes grupos e individualidades dentro de este arte. Después de desechar otras posibles clasificaciones, que aportarían menos luz y, sobre todo, que dificultarían nuestro propósito fundamental (crear las bases para el análisis técnico-estilístico del repentismo cubano en este siglo), hemos decidido que la clasificación y estudio de la poesía oral improvisada en Cuba, debe girar en torno a su figura más importante, Jesús Orta Ruiz, el Indio Naborí, siendo su obra (oral y escrita) el punto demarcador de las distintas etapas y el elemento portador y unificador de las sucesivas promociones y tendencias. Es decir, que la figura y la obra del Indio Naborí, se convierten para nosotros en un punto de referencia polisémico: temporal, técnico, temático, estilístico. Porque es indiscutible que con el advenimiento de la influencia de este escritor y repentista, la décima cubana, en sus dos modalidades, cambió todos sus cánones hasta ser lo que es hoy mismo, sin detenerse todavía en sus movimientos evolutivos.

Así, la historia y evolución del repentismo en Cuba la hemos dividido en tres grandes bloques, tomando como punto de partida cronológico 1940, año en el que Naborí comienza sus andanzas radiales y televisivas como figura emergente de la poesía improvisada, a la vez que ya ha publicado su primer libro de poemas (De bandurria y violín, 1939).

De este modo la historia y evolución del repentismo cubano quedaría dividida en tres grandes grupos, en torno a la figura y a la obra de Jesús Orta Ruiz, El Indio Naborí: la generación PRE-NABORIANA, la generación NABORIANA y la generación POST-NABORIANA (1).

La primera de estas generaciones, la pre-naboriana, está formada por aquellos poetas que cultivaban el repentismo antes de 1940, y que, por lo tanto, no recibieron ningún tipo de influencia de la obra del Indio Naborí en su cultivo de la décima; la generación NABORIANA, está integrada por aquellos poetas contemporáneos del Indio, activos en el momento en que éste emerge al panorama repentístico nacional, pero, sobre todo, por aquellos que se mantuvieron en activo durante sus años de mayor actividad improvisadora, siendo sus compañeros y rivales, recibiendo, por tanto, directamente su influencia poética; y, por último, la generación post-naboriana, integrada por aquellos poetas que surgieron en la última etapa del Indio Naborí como improvisador «activo», o, incluso, a partir de su «inactividad», poetas que, por lo tanto, han recibido y reciben su influencia desde más lejos, mezclada con otras voces, derivadas o tangenciales a la obra naboriana. A su vez, esta última generación, tan numerosa como variada, la hemos divido en tres promociones distintas, según el grado de cercanía (cronológica y estilística) a la obra del Indio. Una primera promoción post-naboriana engloba a los poetas que comenzaron su actividad en la década de 1950-1960, marcados fundamentalmente por la célebre «controversia del siglo» (San Antonio de los Baños / Campo Armada, 1955) y que la mayoría se mantiene activa. Una segunda promoción, que comienza sus andadas a finales de la década de 1970 (hemos tomado como punto de partida, 1976, año en el que irrumpen en los programas radiales y televisivos las dos figuras principales de esta promoción: Jesusito Rodríguez y Omar Mirabal). Y por último, la tercera promoción post-naboriana (que también llamaremos «promoción de los 90»), la que irrumpe en el panorama repentístico nacional a finales de los años 80 (tomando como punto de partida 1986, año en el se integran al Centro Provincial de la Música Antonio María Romeu el que bautizamos como «Grupo del 86», integrado por Tomasita Quiala, Rafael García, Alexis Díaz-Pimienta, Bernardito Cárdenas, Sergio Lima, Orestes Pérez, Juan Carlos Aguiar y Helio Vidal (2).

Como vemos, en la actualidad sucede con el repentismo en Cuba como con la literatura, la plástica, la música: conviven e intercambian influencias varias generaciones y promociones, con postulados estéticos distintos, aunque, a fuer de ser exactos, la distancia estilística y técnica entre las últimas dos generaciones del repentismo (mucho más entre las promociones de la última generación) es mínima, a veces intuitiva, lo que no logra demarcar sucintamente (cómo sí sucede en otras artes) aquellas características que aclararían su cuadro panorámico para los estudiosos, algo que obliga a un escrutinio mucho más profundo.

En este estudio veremos, entonces, algunas de las características que nos permiten diferenciar la obra repentística de Justo Vega, de la de Pereira, y la de Pereira de la de Juan Antonio, e incluso la de Juan Antonio de la Alberto Rojas.

GENERACIÓN PRE-NABORIANA

Características generacionales

Principales figuras

Sobre la mayoría de los decimistas de la generación pre-naboriana apenas existen referencias en cuanto a su labor como improvisadores, no hay ni siquiera décimas que consten como improvisadas. Muchos de ellos fungían como colaboradores de La política cómica, La lira criolla y La nueva lira criolla, donde publicaban como «trovadores populares» sus décimas de queja, burla y denuncia ante las lacras sociales y los desengaños políticos, no sólo del campesinado, sino de todos los cubanos de esa época (3). En estas publicaciones hallamos, entonces, algunos nombres y seudónimos de un grupo de poetas populares que, por las características de sus obras, debieron ser repentistas y, por lo tanto, pertenecen a esta generación que viene del canto cucalambeano y patriótico del siglo XIX, y que comienza el siglo XX con la ruralidad, el bucolismo y el lenguaje directo como principales características técnicas. Sin intentar ser exhaustivos, y sirviéndonos de la relación que elaboró el historiador Jorge Ibarra en su estudio de las manifestaciones folklóricas, citaremos a Nemesio Cabrera, Senén Cabrera, «El Vate de Canasí», «Verbena», Tejera Trujillo («Gareo»), «San Fancón», «Tocororo», Miguel Puertas Salgado, Ceferino Tirado, «El Tomeguín del Pinar», «El Guajiro de Placetas», Estanislao Acosta, Manuel Rodríguez, Alfredo Valdés, Ramón Peiro, C. G. Valdés, «El Guajiro de Manguito», Pedro Martín Echemendía, Manuel Puig, José Rosario, «Virulilla», «El Guajiro de la Sierra», E. Portal, José Mora («Ibrilio»), y «El Guajiro de Santa Cicilia» (4).

También los repentistas principales de esta primera generación del repentismo en el siglo XX son poco conocidos, y, por lo tanto, han tenido una influencia mínima en las generaciones posteriores. Hasta nosotros han llegado escasas referencias sobre ellos, y, en casi todos los casos, bibliográficas. Entre estos destaca el pinareño Celestino García, que se caracterizaba por su peregrinaje por los municipios occidentales de Guanajay, Artemisa, Pinar del Río, Bauta, y porque su repentismo era hablado (uno de los pocos casos de esta variante en Cuba, heredero de los decimonónicos Milanés, «Plácido» y José Joaquín Palma). Más célebres que Celestino García resultaron las figuras de Ruperto Limendoux y de Octavio Ordóñez Santana, verdaderos artífices de una leyenda repentística que ha llegado hasta nuestros días y que merece un estudio profundo y detallado. Limendoux y Santana eran poetas repentistas de estirpe clásica, oriundos del centro del país, que desarrollaron una obra llena de aportes al mundo repentista cubano, sobre todo, en el estilo de controversias «pregunta-respuesta», con décimas llenas de citas cultas y referencias científicas, históricas, sociales. Asimismo, destacaron por su canto y por la creación e interpretación de tonadas Martín Silveira, Horacio Martínez y Marcial Benítez, repentistas de renombre en su época, pero de quienes tampoco se conservan obras improvisadas, sino algunas realizaciones discográficas.

Generación Naboriana

Características generacionales

La principal figura de esta generación, indiscutiblemente, es el propio Indio Naborí, improvisador y poeta de estirpe lírica y buen canto, precursor y maestro en una forma por entonces nueva de hacer poesía improvisada, incorporando a ella todos los recursos literarios a su alcance. Naborí revoluciona no sólo el hacer decimístico, desde la oralidad y la escritura, sino su propia concepción artística. Las décimas naborianas son leídas y oídas por los campesinos, y elogiadas por la intelectualidad, primeros pasos para lo que sería después el naborismo, tendencia poética que casi sesenta años después sigue teniendo epígonos entre las últimas promociones de repentistas cubanos. Pero, aunque capitaneados por él, Naborí no estuvo sólo en esta labor innovadora dentro del decimismo. Uno de las mayores figuras de esta época lo fue sin dudas Francisco Riberón Hernández, excelente repentista güinero y fino poeta, seguidor de la escuela romántica española, fundamentalmente, de las obras de Ramón de Campoamor y Nuñez de Arce. Es, precisamente en este aspecto, donde notamos que ambos bardos se diferencian más. Naborí es un poeta admirador de la obra de Darío y de todos los modernistas, pero sobre todo seguidor de la corriente neopopularista española que capitaneaban los vates de la generación del 27 (Lorca, Guillén, Alberti, pero sobre todo, Lorca) y Riberón Hernández es un poeta mucho más apegado a la poética de los románticos tardíos, y a los creacionistas. No obstante, ambos lideraron, juntos, un movimiento poético-repentista que comenzaba a desalmidonarse y que nacía necesitado de líderes, separándose en gran medida de las tipologías anteriores.

Además de Naborí y Riberón Hernández, la tercera figura en importancia de la época es Angelito Valiente, poeta del entusiasmo y la vehemencia escénica, célebre por sus paradigmáticas controversias con el Indio Naborí, de las cuales las del año 1955 (en San Antonio de los Baños y Campo Armada) son las más importantes. Valiente incorpora al repentismo cubano la teatralidad que la mesura estilística de Naborí y Riberón Hernández había disminuido (mejor, disimulado), dota al repentismo cubano de una voz y un estilo en los que el verbo y el gesto equilibraban con el contenido poético, con la tan ansiada «poeticidad» y hacen de su obra, una de las más influyentes hasta las actuales promociones. Podríamos arriesgar incluso, que si Naborí es el poeta lírico por excelencia, Riberón Hernández es el poeta pictórico, y Valiente es el poeta epico-dramático. Tres estilos que definieron formas de hacer y que llenaron el panorama repentístico de epígonos e imitadores.

Otras figuras importantes de esta generación son Justo Vega, también poseedor de un vigoroso estilo teatral, y un verbo encendido (sin llegar a la «epicidad» de Valiente), un poeta repentista aupado durante años a los primeros planos por los programas de radio y televisión, pero poeta, que, curiosamente, no ha dejado muchos seguidores en las posteriores promociones repentísticas, tal vez por el peso, mayoritario en el volumen de su obra, de las décimas de repentismo impuro. El caso de Justo Vega, podríamos decir, es uno de los tantos en los que la imagen televisiva, y su influencias en gustos y creencias, tergiversa o disimula su verdadera importancia. Casi todos los repentistas contemporáneos de Justo reconocen que, en su etapa juvenil, de repentismo activo en teatros y programas radiales, cuando lideraba uno de los famosos Bandos, era un improvisador «de mucho cuidado», rápido, técnico, con mucho carisma y fuerza poética. Sus aportes en el campo poético estrictamente dicho, no han sido tanto como en el campo teatral, audiovisual. Él mismo reconoce en una hermoso documental al final de su vida (La última controversia) que había cambiado de estilo cuando se dio cuenta de que el público se divertía más con ese tipo de controversias (humorísticas, dramatizadas). Pensamos que habrá que hacer un estudio más detallado de su obra general (tanto en los medios, como fuera de ellos) para valorar en su justa medida sus aportes a la evolución del repentismo en Cuba. En este mismo caso se encuentra Adolfo Alfonso, su compañero televisivo y radial, con la diferencia de que donde Justo sumaba verbo encendido y teatralidad, él sumaba teatralidad y buen canto, ambos con el humor como primer aliado.

Junto a ellos dos, otros nombres importantes de la generación naboriana son Pedro Guerra, maestro de la riposta y la ironía, cuya obra vive dispersa y en variantes en la memoria del público y de los improvisadores; Osvaldo Cámara, olvidado por muchos, pero excelente repentista lírico; Antonio Camino, ídolo de multitudes gracias a su canto timbrado y su facilidad para las tonadas; los hermanos Jorge Manuel y Gonzalo de Quesada, el primero, gran cultor del metaforismo y del repentismo emotivo; el segundo, poeta de la tonada y de la sobriedad expresiva; Rafael Rubiera, «El Ñato», poeta de corte romántico, buen cultor del soneto y del romance, célebre por sus controversias humorísticas con Rigoberto Rizo; Rigoberto Rizo, «El Saltarín de Madruga», uno de los más grandes repentistas humorísticos de todos los tiempos; Fortún del Sol, «Colorín», famoso por un estilo personal marcado por una tonada de creación propia (fue fundador del bando Tricolor); Eloy Romero, una de las principales parejas del Indio Naborí en programas radiales de los años 50; José María Díaz, «El Herrero», poeta alquizareño, poco conocido, pero de fina intuición poética y hallazgos sorprendentes; Luis Gómez, una verdadera gloria del repentismo cubano, tonadista por excelencia, conocido como «El Rey de la tonada Carvajal», se mantuvo improvisando por radio en su natal Cienfuegos hasta su muerte, con más de 90 años; Ficho Guía, otro caso de repentista poco conocido fuera de sus fronteras (Güines), pero admirado por casi todos los poetas de las generaciones posteriores; Chanito Isidrón, gloria nacional, maestro indiscutible del humor, célebre por sus novelas en décimas, radiadas y aprendidas de memoria por infinidad de campesinos; Patricio Lastra, poeta quivicanero, conocido como «El rey de los Pensamientos»; Pablo León, uno de los poetas que, junto a Ángel Valiente, más seguidores estilísticos ha dejado en las últimas promociones post-naborianas; José Marichal, «El Sinsonte de Gobea», excelente poeta de San Antonio de los Baños, de lenguaje florido y poética cucalambeana; Sergio Mederos, poeta matancero de estilo refinado, famoso por su puritanismo lingüístico y celo idiomático, dueño de una décima sin demasiados oralizantes; Gustavo Tacoronte, excelente poeta, con un lenguaje cargado de sugerencias y referencias cultas, su obra tuvo gran influencia en muchos poetas de la primera promoción post-naboriana (esencialmente, en Pereira y Riberón); y Guillermo Sosa Curbelo, poeta que todavía hoy, muchos años después de estar viviendo en Estados Unidos en donde apenas se ha dedicado al repentismo, sigue clasificando como uno de los más rápidos e ingeniosos repentistas cubanos de todos los tiempos.

Como vemos, estos poetas que comparten el escenario con el joven Indio Naborí constituyen una generación variada, llena de grandes voces y estilos diferentes, lo que produjo, junto al auge que alcanzaron sus actuaciones por la radio y la televisión, que por mucho tiempo se le llamara a los años 40-50, la Edad de Oro del repentismo en Cuba. Todos ellos han sido de vital importancia para el ulterior desarrollo de este arte en la isla. Y muchos llegaron a intercambiar y compartir escenarios con los poetas de la primera promoción post-naboriana, haciendo más directo el legado estilístico y estético. Pero, indiscutiblemente, los más reconocidos e influyentes han sido, por este mismo orden: El Indio Naborí, Francisco Riberón Hernández, Angel Valiente y Pablo León.

La generación post-naboriana

En la generación post-naboriana hemos agrupado a todos aquellos repentistas que comenzaron su carrera ya cuando el Indio Naborí no improvisaba, desde mediados de los años sesenta hasta la fecha actual, sin que detengamos todavía su crecimiento y evolución. De este modo, la generación post-naboriana está constituida, realmente, por tres promociones distintas, delimitadas no cronológicamente sino por afinidades estilísticas y técnicas, por intereses estéticos y características creativas. De este modo, y tomando el dato temporal como mero recurso metodológico, la generación post-naboriana podemos dividirla de la siguiente forma:

Como ya hemos dicho, la generación post-naboriana está constituida por aquellos repentistas que irrumpen en el panorama nacional ya cuando la influencia de la obra del Indio Naborí se ha consolidado entre los repentistas (aupada por su prestigio literario), pero, sobre todo, cuando el propio Indio Naborí ha dejado de improvisar (al menos públicamente y con la frecuencia que lo hacía) dedicado a sus estudios periodísticos y a su creación literaria. Este extrañamiento de Naborí, esta distancia del movimiento repentista, constituye un elemento decisivo para que la generación naciente asumiera, sin los recelos que podría haber sembrado la contemporaneidad (entiéndase: escenarios compartidos, vida artística en común y emulativa), sus postulados estéticos. Así, la generación post-naboriana (surgida a mediados de los años 60) se nutre de las lecturas de Naborí más que de sus canturías, lee una obra llena de búsquedas y hallazgos poéticos bebidos por el Indio en las vanguardias europeas y latinoamericanas, y comienza a incorporarlas a sus décimas.

Ahora bien, la principal característica de esta generación es, paradójicamente, la polarización de sus influencias literario-repentísticas y su posterior fusión en un estadio superior evolutivo. Es decir, la que llamamos generación post-naboriana (integrada, hasta el momento, por las tres promociones mencionadas) encuentra ante sí un campo de creación improvisado influenciado no sólo por el Indio Naborí, sino, también, por aquellos de sus compañeros generacionales que lo secundaron en la renovación de la espinela criolla. Algunos de estos repentistas, a diferencia del Indio, se mantenían en activo en el mismo momento en que influían en el gusto y el arte de otros improvisadores, lo que provocó, a nuestro entender, una amalgama, un ajiaco estilístico que ha derivado en el abigarrado panorama actual, lleno de voces tan disímiles. Entre las principales figuras que polarizaron las influencias creativas de esta generación destacan: Francisco Riberón Hernández, Angel Valiente y Pablo León (seguidos muy de cerca por Pedro Guerra y Gustavo Tacoronte).

Primera promoción

Características principales

Como ya explicamos, la generación post-nanoriana es una abigarrada formación, viva, que aún hoy sigue creciendo, y cuyos comienzos se confunden con los finales de la generación precedente. De aquí que algunos figuras que aparecen en esta promoción, tal vez otros estudiosos las ubiquen entre sus predecesores o sus sucesores, y no habrá nada que alegar por nuestra parte. Nuestros criterios de selección y agrupamiento han sido totalmente estilísticos, no cronológicos, teniendo en cuenta no sólo la variedad de estilos, si no incluso las técnicas comunes y las influencias.

Los poetas que integran la primera promoción de la generación post-naboriana, se caracterizan y unifican por su apego al estilo y a la estética del repentismo del Indio Naborí, así como, en menor escala, de algunos de sus compañeros generacionales: fundamentalmente, F. Riberón Hernández, Angel Valiente, Pablo León y Gustavo Tacoronte.

Muchos son los nombres que destacan en esta promoción, pero sus líderes indiscutibles son Francisco Pereira Núñez, «Chanchito», Efraín Riberón Argüelles, (hijo de Francisco Riberón Hernández y heredero directo de su legado poético y estilístico), y Ernesto Ramirez Arencibia (Ernestico).

Francisco Pereira es, en nuestro criterio, el más naboriano de los post-naborianos, cultor de una décima improvisada en la que no se abusa de los oralizantes, aunque, en ciertos momentos de su carrera, el intercambio constante con Efraín Riberón y la subyacente influencia del estilo riberoniano supusieron cambios estilísticos en su obra que lo alejaron de la poetización sobria que caracterizaban sus inicios. «Chanchito» Pereira representaba, más que nadie, la vertiente literaria, naboriana, de su promoción y de las promociones subsiguientes. Para «Chanchito» el repentismo era, fundamentalmente, una forma distinta, autónoma, de la Poesía, de la Literatura. En general, Pereira emplea hasta la magnificencia el legado de Naborí, llegando a improvisar décimas de verdadera orfebrería lingüística, de sublime plasticidad, con otros recursos literarios de igual ascendencia (imagen visionaria, sinestecia, adjetivación novedosa), sumando a todo ello una emotividad y una originalidad (a veces con recursos casi cinematográficos: evoquemos, si no, aquellos versos en los que su madre con dos lágrimas se pinta / frente al retrato del viejo) que lo convirtieron (y aún sigue siéndolo, a pesar de su temprana muerte) en un clásico vivo del repentismo en Cuba. El espacio del que disponemos no nos permite seguir ahondando en los aportes de «Chanchito» Pereira a nuestro arte (habría que estudiar muy seriamente sus aportaciones léxicas), pero no tenemos duda de que Pereira fue, es y será, uno de los más altos exponentes del repentismo iberoamericano en el siglo XX.

Por su parte, Efraín Riberón, el más literato de su promoción y uno de los mejores repentistas emotivos de Cuba, se ha mantenido apegado a la influencia paterna y cultiva en su décima un lenguaje cargado de alegorías pictóricas y metáforas costumbristas, sin alejarse del todo de la huella de Naborí, sobre todo en lo que al mínimo uso de oralizantes se refiere. Dada esta doble influencia, el dueto Pereira-Riberón significó un punto de viraje estilístico, por primera vez, en el repentismo cubano desde 1940. Sin darse cuenta, ellos fundían en su voces dos formas de hacer poesía improvisada que no estaban explícitamente contrapuestas, pero que, en otras circunstancias hubieran desarrollado dos epigonías independientes. En las obra de Riberón y Pereira se funden Naborí y Riberón, no así Valiente, y un poco menos Pablo León, de quien ellos toman sólo esa huella cucalambeana del canto bucólico y la descripción paisajista.

Ernesto Ramírez, por su parte, es el más enigmático de los líderes de esta promoción; poeta que no escapa a la influencia naboriana (tal vez el que use más sus recursos vanguardistas como la sinestecia, la personificación, la adjetivación novedosa, la imagen visionaria), pero que nutre también su acerbo creativo de legados tan disímiles como el de Jorge Manuel Quesada y Gustavo Tacoronte, sin abandonar cierto gusto por un estilo creacionista heredero de cierta zona de la poesía latinoamericana (Herrera y Reissig, Lugones, Huidobro), sin olvidar las influencias de Lorca y de Darío. Encontramos en Ernesto Ramirez una inquietud constante por la creación de imágenes novedosas (creacionismo + lorquianismo, fundamentalmente), sin caer en un impostado adamismo literario, pero ganándose, con toda justicia, el calificativo de «el más original» poeta repentista de los últimos años. Es, el de Ernesto, un caso que merece estudios más profundos, sobre todo por sus aportes léxicos al repentismo cubano y por su liderazgo en una imaginería poética que parte de la tradicional cubana, pero que se enriquece y se aleja de ella, creando un mundo lingüístico y poético particular.

Otras figuras importantes de la primera promoción post-naboriana son Asael Díaz, «Candelita», célebre por su canto y su rapidez enunciadora, poeta que irrumpió en el panorama repentístico cubano creando grandes expectativas (como pareja de Francisco Pereira) pero que luego su estilo, más apegado a la poética de Sosa Curbelo que a la del trío Naborí-Riberón-Pablo, se vio alejado del gusto de las principales figuras de las promociones posteriores, y no creó tantos seguidores estilísticos (sólo Jesusito Rodríguez, Tomasita Quiala y José Antonio Tejeda, podrían clasificarse como epígonos de «Candelita»), aunque todos reconocemos sus aportes y valores poéticos y artísticos.

Destacan, asimismo: Homero Moyeda, «El Indio Mayabonés», poeta que nunca se ha profesionalizado, pero de un caudal repentístico inagotable, heredero de la emotividad de Valiente y del canto timbrado y el discurso sin afeites del Indio. Ramón Alfonso, «Monguito», poeta que tampoco quiso ser profesional nunca, y que era dueño de un canto pausado y un estilo sobrio que lo diferenciaron del resto del grupo. Pablo Luis Álvarez, conocido como «Wicho Vasallo», poeta matancero, célebre por su capacidad como organizador y promotor del repentismo en las décadas del 70 y del 80 (fundador y primer Director de la Casa Naborí, en Limonar, Matanzas) y cuya obra se caracteriza por un estilo muy personal, lleno de barroquismo, a veces casi surrealista. José Miguel Bello, repentista barroco, algo creacionista, de canto pausado y marcada influencia huidobriana. Bernardo Cárdenas Ríos, excelente poeta humorístico, célebre por sus sketchs radiales, hechos en décimas en el mejor estilo del teatro clásico español (fundamentalmente, de Calderón y Lope), pero, además, fino poeta emotivo que supo asimilar y equilibrar en su obra las influencias del Indio Naborí y Chanito Isidrón, fundamentalmente. José Manuel Cordero, poeta irónico, de humor mordaz y canto pausado. Orlando Laguardia, quien no ha destacado por su canto, pero sí por su capacidad improvisadora y su estilo agresivo. Clemente Cruz, quien también emplea la ironía como recurso repentístico y es un poeta de fino humor y técnica muy depurada; destacamos en él su dominio y empleo del llamado «choteo» cubano y cierto aire filosofante, sentencioso, en muchas de sus décimas. Gobiel Cruz, posiblemente el más naborinado de los poetas matanceros, de canto sosegado y creación conceptuosa; Vilatia Figueroa, una de las principal figuras del repentismo femenino en su generación (junto a Minerva Herrera), de canto ágil y estilo agresivo, vital como su nombre. Fernando García, el mayor de una familia de repentistas, poeta naboriano por excelencia, y destacado cultor de la décima escrita, por lo que su estilo repentítisco adolece a veces de cierta «escrituridad»; de estilo conceptuoso, es un poeta que logra «involucrarse» en la obra toda, haciendo uso de técnicas y recursos que parecen de la promoción posterior. Reinaldo Gil, co-fundador de la Casa Naborí, en Limonar, Matanzas, quien a pesar de su poco apego a los escenarios y su dedicación a la promoción y organización de actividades, cultiva una improvisación muy naboriana, llena de búsquedas y sorpresas verbales. Gerardo Inda, improvisador de difícil clasificación, rápido e ingenioso, con una técnica muy depurada y un estilo donde se mezclan influencias de Valiente y de Sosa Curbelo; destacamos en él su dominio del espectáculo, sus insospechados recursos e infalible técnica, su rapidez y su memoria, que lo han convertido para muchos en un genio de la improvisación poética y, en opinión del estudioso Juan Carlos García Guridi, en «el Rob Steward del repentismo cubano»: todo un showman. Pablo Marrero Cabello, excelente repentista de poca voz y gran sentido de la ironía y de la riposta, artista de un raro carisma y una personalidad compleja, que, pese a su mal canto y poca voz, lograba entusiasmar a gran parte del público. Luis Cruz, repentista rápido, audaz, ingenioso, culterano, quizá demasiado marcado por los creacionistas y con excesivo barroquismo lingüístico. Argelio Torres, repentista granmense de estilo pereirano y excelente técnica. José Luis Guerra («Guerrita») poeta matancero a quien una penosa enfermedad alejó de los escenarios, pero que dejó honda huella en quienes seguíamos sus atrevimientos formales, mezcla de surrealismo y creacionismo, en una especie de creación intermedia entre la esquizofrenia lingüística de «Wicho Vasallo» y el desenfreno imaginativo de Ernesto Ramírez. Arnaldo Figueredo, poeta cienfueguero que a veces parece un «Guerrita» redivivo, lleno de imágenes intrépidas, sorprendentes. Y, Manolo Soriano, repentista de voz timbrada y gran velocidad, lo que mezclado con un estilo agresivo y vivaz le ha dado renombre tanto en Cuba como en Estados Unidos, donde vive actualmente. Soriano es, sin duda, uno de los más rápidos y carismáticos improvisadores de su promoción, aunque con décimas cargadas de oralizantes, dispares, que afectan la integralidad de su trabajo.

Estas son las voces principales de esta promoción, aunque existen otros repentistas destacables como son Prudencio Mirabal («El Chino Mirabal»), Claudino Santos, Adolfo Suarez («El Gigante de la Idea»), Eriberto Báez, Reinaldo Socas Morejón, Dionisio Gil, Orlando Vasallo, Lázaro González, Ernesto Suárez, Justo Lamas, Evelio Orta, Humberto Upierre («El Indio Taíno»), Renito Fuentes, Gabriel Yanes, Jesús Leyva, Federico González («Chicho»), Lino Matos, Diosdado Roque («El Indio Nitaíno»), Arturo Coto, Carlos Pérez, Cecilio Pérez y Gilberto Morales (los famosos «Wambines» o «Guambines»), Héctor Peláez, Héctor Pérez, Yayo Celestino Fuentes, Mario Lorenzo Guillama, Mariano Hernández, Juanito Armenteros, Diosdado Hernández, Catalino Casanova («El Látigo Mantancero»), Rogelio Porres y Nazario Segura.
 
 

Segunda promoción

Características promocionales

Esta es una promoción que toma el estandarte (y sigue el ejemplo) de las principales figuras de la promoción anterior (fundamentalmente, de Francisco Pereira y Ernesto Ramírez), pero que mantiene con ella una relación, llamémosla «de tanteo y recelo», debido al continuo intercambio con ellos en escenarios, en el que se establece una convivencia marcada por la competencia: asimilación y deseo de superación, admiración y reto, epigonía y desafío.

Principales figuras

Como dijimos en la introducción, hemos tomado como punto de partida para la conformación de este grupo, más o menos homogéneo, el año 1976, por ser este el momento en el que irrumpen en el panorama repentístico nacional las dos figuras principales de esta promoción, Jesusito Rodríguez y Omar Mirabal, poetas que, sobre todo desde los medios televisivo y radial, van creando una gran influencia en el gusto tanto del público como de los cultores de la décima. Jesusito Rodríguez destaca por su buen canto y desenvolvimiento escénico, y por un gusto a veces exagerado por la metáfora y la hipérbole, en un estilo de difícil clasificación y de variadas influencias. Su personalidad, junto a su canto y calidad como repentista, le han hecho dueño de una popularidad y de un reconocimiento más que merecido entre todos los poetas y amantes del repentismo. Mirabal, por su parte, destaca por su dominio técnico de la décima, por el celo con que cuida su lenguaje y por la plasticidad de sus imágenes; los recursos expresivos mirabalianos tienen sus raíces en la más profunda tradición del habla campesina, lo que ha hecho de su obra la de mayor impacto e influencia en los poetas de promociones posteriores; Mirabal es dueño de un canto pausado, de gran limpieza enunciativa y de un estilo poético de evidente ascendencia naboriana, en el que destacan el gusto por el símil y las imágenes visuales. La popularidad que Jesusito Rodríguez y Omar Mirabal llegaron a alcanzar en los años 80, junto a la calidad de sus interpretaciones, hicieron de estos dos improvisadores un eje estético de obligada referencia para la décima improvisada desde entonces.

Otras de las figuras principales de esta promoción, con menor influencia y relevancia dentro del movimiento repentista, a causa (o como consecuencia) de su menor aparición en los medios de difusión, son las siguiente: el matancero Jesús «Tuto» García, autor de un estilo conceptual y de una décima limpia, sin oralizantes, con sobriedad en el canto y depurada técnica, poeta a veces epigramático, a veces fabulista, siempre mordaz e irónico. El habanero-matancero Julito Martínez, audaz improvisador, también con depurada técnica y canto rápido, con décimas en las que prima el canto bucólico, el gusto por el símil y el discurso sin afeites, casi en lenguaje directo. El también matancero Manolito García, poeta de la emotividad y de los sentimientos, de canto elegante y gran popularidad, dueño de un discurso poético lleno de reminiscencias románticas, amante del símil y de la metáfora sin estridencias; hacedor de imágenes originales que a veces lo emparientan con el estilo de Ernesto Ramírez. Otro matancero, Sergio Lima, pereirano por excelencia, poeta mesurado tanto en su estilo como en sus búsquedas y hallazgos poéticos. El holguinero-habanero Rafael García, uno de los mejores seguidores del estilo de Angelito Valiente, repentista en el que lo teatral logra un perfecto equilibrio con lo textual y lo interpretativo; poeta temperamental, fuerte, explosivo en escena, de verbo incisivo y fuerte histrionismo, con décimas de profunda raigambre campesina en las que florecen las hipérboles (a veces tremendistas) y los símiles más insospechados. Y, por último, Helio Vidal, de estilo sobrio y bucólico, aunque en sus últimos presentaciones se ha decantado por un estilo más teatral, que hunde sus raíces en la obra audiovisual de Justo Vega y Adolfo Alfonso, más que en la de Valiente. Todos ellos merecen un estudio más detallado tanto de sus trabajos repentísticos como de sus aportes a esta etapa de la poesía improvisada en Cuba, y son continuadores de la poética naboriana con indistintas influencias de Pablo León y Tacoronte (principalmente en «Tuto» y en Julito) y de Pereira, Valiente y Francisco Riberón (en Rafael García).

Junto a ellos, no tanto por acomodamiento cronológico como por afinidad estética, se ubican otras figuras, entre las que destacan: Felix Castellanos, de canto rápido y fácil versificación. Raúl Herrera («El Poeta del Sombrero»), también uno de los más veloces repentistas cubanos, de estirpe bucólica y estilo incisivo, destacadísimo como humorista y dueño de un metaforismo bastante depurado. Luis Martín, excelente tonadista, de canto reposado y suave. Ramoncito Martínez («El Apacible de Lawton»), poeta de lenguaje muy cuidado y de tendencia culterana, canto ágil y estilo sobrio. Raúl Hernández, poeta de lenguaje directo y canto pausado; Jesús Montesinos, que clasifica entre los más rápidos repentistas de Cuba, de verso fácil e ingenio poderoso. Orestes Pérez, poeta pereirano, de canto pausado y lenguaje directo. José Pijeira, poeta bucólico, de canto suave y fina ironía; destacaba en él cierta lentidud en la resolución de la décima, dándole mayor importancia a lo quería decir, al texto, que a los demás aspectos que conforman la performance repentista. Alonso Pino, poeta de buen canto, excelente tonadista, pero poco cultor del repentismo puro. Jesús Serrano («El Mantuano»), repentista veloz, ingenioso, de fácil versificación y de maniobras técnicas tan asombrosas como desconcertantes. Pedro Felipe Tejeda («El Fiscal»), poeta de estirpe naboriana, con un lenguaje lleno de matices bucólicos, casi tojosistas; destacan en él la potencia de su voz y la imponencia de su personalidad en escena. Juan Carlos Aguiar, poeta pereirano de imágenes cargadas de bucolismo y canto lento, casi contenido; es un poeta de poco carisma, pero de muy logradas imágenes, con evidentes problemas de concentración que afectan muchas veces su trabajo. Y, por último, Ramón Espinosa («El Relámpago de Quivicán»), sobre todo en su época dedicada al repentismo puro (no en su popular trabajo como «Profesor Espinosa» en la Televisión y la prensa escrita), poeta velocísimo, ingenioso, difícil para sus rivales por el perfecto equilibrio que conseguía entre técnica, proyección escénica y buen verso.

Tercera Promoción

Características promocionales:

Con esta promoción sucede lo mismo que con la anterior. Los repentistas que la integran siguen como modelos a las principales figuras de la precedente (en este caso, a Jesusito Rodríguez y a Omar Mirabal), pero sólo como punto de partida hacia una forma «superior» de hacer repentismo. Esta es una promoción, además, que, desbordada por la eclosión y el redescubrimiento popular del repentismo a finales de los años 90, valora, tal vez por vez primera, el carácter de espectáculo de la poesía improvisada, y ven la obra repentística como una «puesta en escena», por encima del texto, reconociendo que este último es una parte más, y no obligatoriamente la principal.

En esta promoción se funden disímiles ganancias, visibles en unos repentistas más que en otros, por supuesto. Por una parte, el ritmo rápido de las controversias; por otra, lo teatral en equilibrio y a veces por encima de lo textual; y por otra, lo musical-interpretativo en equilibrio y a veces por debajo, de lo teatral. Pertenecen a esta promoción, y destacan dentro de ella: Irán Caballeros, uno de los más laureados en certámenes nacionales (pese a su juventud), poeta con logradas pretensiones líricas y muy buena técnica, de estilo sobrio y lenguaje sin exceso de oralizantes. Juan Antonio Díaz Pérez, convertido prácticamente desde sus inicios en uno de los líderes de su promoción, repentista con gran facilidad para la versificación, de marcado barroquismo lingüístico, estilo incisivo y formación ecléctica, en el que se notan las influencias de «Chanchito» Pereira y Pablo León, fundamentalmente, y en el que juegan un papel fundamental la fuerza de su proyección escénica y su personalidad imponente sobre el escenario, a partir de un enorme grado de concentración y una gran seguridad en sí mismo. Es, además, uno de las principales voces de lo que podríamos llamar el tojosismo repentista, ese canto bucólico per se, a veces forzado, como un remanente tardío del cucalambeísmo que denota no sólo filiaciones estéticas, sino presupuestos artísticos. Bárbaro García, poeta cienfueguero, barroco y bucólico, de canto pausado y cierto barroquismo metafórico, con una voz grave y pintoresca que transmite cierta autenticidad guajira, a diferencia del tojosismo y el guajireo intencionado tan en boga en otros repentistas de su promoción. Robertico García, cienfueguero residente en Miami, excelente repentista de voz atiplada y estilo riberoneano, hacedor de décimas fluidas y cargadas de plasticidad; Ricardo González Yero, poeta tunero residente en Miami, con un desarrollo escénico y poético bastante desigual, pero de muy buen canto. Héctor Gutiérrez, carismático poeta con un canto de gran intensidad, valientino en su estilo, pero naboriano en sus propuestas estéticas; ha sido uno de los que con mayor juventud ha llegado a los primeros planos del repentismo nacional; destaca en él su sincero apasionamiento por la décima, tanto por la suya, como por la que improvisan otros, en un gesto de marcada caballerosidad artística que lo identifica y lo hace clasificar como uno de los que mejor ha comprendido el concepto de «obra repentista», la controversia como un todo en la que tanto su desenvolvimiento como el de su rival y la reacciones del público son importantes a la hora de juzgar su calidad general. Yosvani León, poeta pinareño de estilo incisivo, cáustico, con un discurso poético de intencionada «campesinidad» que a veces resulta algo impostada y que lo hace clasificar como otro de los principales afiliados al tojosimo repentista, derivación post-naboriana del cucalambeísmo. Noel Sánchez, otro joven repentista laureado varias veces en certámenes nacionales, de estilo naboriano y canto pausado, dando mayor importancia al texto que a la otras partes de la obra repentista. Héctor Montesinos, repentista todavía en búsqueda de un estilo definitivo, pero con grandes potencialidades tanto poéticas como estilísticas, con gran fuerza interpretativa. Jovier Morera, cienfueguero residente en Miami, uno de los mejores intérpretes de tonadas de su promoción, poeta de gran sobriedad estilística, de canto suave y décimas de velado lirismo. Luis Paz Esquivel, poeta de gran fuerza expresiva y un timbre alto y fuerte, de lenguaje barroco; destacamos en él su estabilidad cualitativa y un empleo cada vez mayor de lo teatral y lo paralingüístico en función del resultado general de la performace. José Enrique Paz, poeta naboriano, con estilo sobrio y canto conservador; su desenvolvimiento escénico a veces trazuma cierta inconformidad y, por ende, constancia en la búsqueda de la superación. Tomasita Quiala, sin duda la mejor repentista femenina de Iberoamérica, y una de las mejores de todos los tiempos, tanto en Cuba como fuera de Cuba, sin distinción de sexos; la fama de Tomasita ya trasciende las fronteras nacionales y su calidad es reconocida por todos, público, repentistas y estudiosos; Tomasita es una repentista que se mueve en todos los terrenos, tanto en el repentismo emotivo como en el mecánico, tanto en el estilo cáustico como en el lírico, aunque en los últimos tiempos se ha especializado en los pies forzados (repentismo por inducción), sobre todo en el ejercicio lúdico de hacer una décima con cuatro pies forzados, al derecho y al revés; destaca en ella su dominio de la décima y de las técnicas repentistas, su fuerte temperamento y su valoración del concepto espectáculo, a través del manejo de los factores paralingüísticos y extrapoéticos a pesar de su invidencia, algo que, dicho sea de paso, le facilita altísimos niveles de concentración, determinantes en el desarrollo y resultado de la obra repentista. Luis Quintana, matancero, otro de los líderes indiscutibles de su promoción, poeta de estilo ecléctico, no exento de barroquismo romántico y de oralizantes impuestos por la velocidad del canto, pero con notables hallazgos líricos y depurada técnica; destacaremos en él su seguridad y su carisma, apoyado en la fuerza de su imagen (buena presencia física) y en una fuerte proyección escénica. Emiliano Sardiñas, posiblemente el más carismático de los repentistas actuales, poeta que se mueve en todas las líneas posibles de la improvisación poética, tanto en la controversia humorística, como en la emotiva o en la cáustica; Sardiñas es un poeta de difícil clasificación, de grandes hallazgos líricos y depurada técnica, en el que destaca, sobre todo, su meteórica evolución y madurez artísticas y su inteligente empleo de los elementos circunstanciales como materia prima de la creación poética. José Antonio Tejeda, repentista habanero residente en Miami, de trayectoria dispareja, con estilo incisivo y cierta vaguedad en un discurso poético lleno de oralizantes; destaca tanto por su canto y rapidez, como por su carisma; y Alexis Díaz-Pimienta.

Otros repentistas que pertenecen a esta promoción, pero que han tenido una menor relevancia dentro de ella, por distintas causas (las principales: su juventud y/o su poca participación en los medios de difusión) han sido: Jorge Sosa, Marcelo Díaz Pimienta, Bernardo Cárdenas Surí, Irán Fundora, Luisito Cruz, Yordán Quintero, Jesús González, Jesús Padilla, Juan Bautista Carrillo, Yoslay García, Juanito Hernández, Miguel Herrera, Yordani Romaguera, Dimitri Tamayo, Nelson Lima, Lázaro Godoy, Aidil Torres, Osmany Tejeda, Tomasita López, José Manuel Silveiro, Gualberto Valdés, José Manuel Gil, Juan Carlos García Guridi, Juan Idilio Terrero, Giraldo Segura, Yuniel Piloto, Idalberto Montero, Aramís Padilla, Albertico Rojas, Orosmay Hernández, Osiel Yanes, Alexis Telléz, Onel Zamora y Javier González.

Todos estos repentistas, y otros que tal vez escapan a nuestra memoria y labor investigativa, constituyen la tercera promoción post-naboriana, que podría ser la última, si, tal como auguramos, en estos momentos está surgiendo más que una cuarta promoción de la generación post-naboriana, una nueva generación en espera de que la descubramos, valoremos y clasifiquemos.

Conclusión

Si hiciéramos un símil deportivo, se podría decir que la evolución del repentimo en Cuba ha sido como una gran carrera de relevo, maratoniana y con obstáculos. La mayoría de las veces el grupo corredor se ha mantenido compacto, pero, de pronto, alguien ha tirado del pelotón y éste se ha fragmentado. Fue lo que sucedió en 1940, con el Indio. Luego, Naborí fue seguido muy de cerca por Riberón, Valiente, Tacoronte y Pablo, juntos saltaron todos los obstáculos y le pasaron el testigo a Pereira, Ernestico y Efraín Riberón, que también se despegaron de su pelotón, y les pasaron el testigo a Jesusito y Omar, que en un spring salvaje fragmentaron el suyo y le pasaron el testigo a Juan Antonio Díaz, Alexis Díaz-Pimienta, Luis Paz, Tomasita Quiala, Emiliano Sardiñas, Luisito Quintana e Irán Caballeros, quienes ahora estamos corriendo dentro del pelotón más numeroso y variopinto de cuantos haya habido, corriendo y sorteando obstáculos nuevos (los últimos y los más «peligrosos»: el de la teoría y los estudios especializados; el de la enseñanza del repentismo; el de la lucha contra el repentismo impuro), para pasarles el testigo a jovencitos como Leandro Camargo y Yaser García, o a niños como Axel Díaz Hernández, Rolando Ávalos, Andrés Díaz Tabares, José Antonio Morales o Ernesto Mederos, los verdaderos encargados de seguir (y desarrollar) la tradición del repentismo en el siglo que empieza.
 

ESQUEMA DIACRÓNICO Y EVOLUTIVO DEL REPENTISMO EN CUBA
 
Notas

(1). De la misma manera que hemos advertido antes, estas generaciones podrían cambiar de referentes y calzar otros nombres. Por ejemplo, la pre-naboriana podría ser también «generación de la seudorepública» (referente histórico); la naboriana podría ser «generación de los medios» (referente sociológico, por el papel que jugaron la radio, los discos y la televisión en ella), o incluso, «generación de la Edad de Oro» (referente socio-literario); y la post-naboriana, podría ser «generación de la revolución» (referente histórico-político) con sus diferentes promociones, numeradas como hemos hecho, o etiquetadas como promociones de los 70, de los 80, de los 90, tal como ocurre con la literatura escrita.

(2). Poco tiempo después se sumaron a este Grupo y formaron parte de él, Benito Matachana, José Antonio Tejeda, Félix Castellano y Emiliano Sardiñas. Con una incorporación más tardía, integraron este movimiento Juan Antonio Díaz y Luis Paz. Podría aducirse que por esas mismas fechas otros repentistas estaban ingresando en otros Centros Provinciales de la Música a lo largo del país, pero, advertimos que estos no han tenido la mismo incidencia sobre el desarrollo del repentismo en Cuba que sus colegas del Centro Provincial de la Música de la Habana, sobre todo por su menor participación en los programas radiales y televisivos.

(3). Bien advierte el historiador Jorge Ibarra que "la difusión que tenían sus décimas [de los trovadores populares de la época] dependía, en gran medida, de que fuesen impresas o no. La prensa humorística sería, durante los primeros años de vida republicana, el medio de divulgación principal de las composiciones musicales campesinas, hasta la creación de la radio en 1920" (Jorge Ibarra, «La voz del pueblo en las manifestaciones folklóricas y en la cultura popular», en Un análisis psicosocial del cubano: 1898-1925, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1985, p. 198).

(4). Jorge Ibarra, op. cit., pp. 199-213.