Entre las Américas Latinas y el Planeta USA. Dos antologías

de Alberto Fuguet
 
 

Diana Palaversich

University of New South Wales


 
 

La página en la red de Alberto Fuguet, fuguet.com, dice lo siguiente: "Alberto Fuguet nació en Chile en 1964, pero se crió en Encino, California. Su lengua materna es el inglés. A los 11 años fue trasladado de vuelta a Santiago... En 1999, la revista Time y CNN lo eligieron como uno de los 50 líderes latinoamericanos del nuevo milenio." Estas credenciales nos obligan a echarle una mirada más detenida a este autor que desde la publicación de la antología McOndo (Mondadori-Grijalbo, Barcelona, 1996) y la antología más reciente, Se habla español. Voces latinas en USA (Alfaguara, Miami, 2000), se erige como uno de los promotores culturales más conocidos pero también más controvertidos de la América Latina del momento.

Lo que intenta hacer Fuguet - junto con sus co-antologadores, el chileno Sergio Gómez, en el caso de McOndo, y el boliviano Edmundo Paz Soldán en Se habla español - es una tarea, a primera vista, digna de admiración. Hartos de ver la literatura del continente todavía dominada por un puñado de escritores del "boom" y del "post-boom", Fuguet y Gómez prometen "dar a conocer a voces perdidas no por antiguas o pasadas de moda, sino justamente por no responder a los cánones establecidos y legitimados" (20). Sin embargo, entre su promesa, por cierto elogiable, y lo que de hecho ocurre en ambas antologías hay un abismo considerable obvio en los prólogos de ambos textos, los cuales, particularmente en el caso de McOndo, funcionan como el manifiesto literario de una emergente "generación" de escritores latinoamericanos - y es importante señalar, también los españoles - nacidos entre 1959 y 1971. Ambos prólogos revelan la postura político-cultural de los antologadores y enmarcan los dos libros de una manera ideológica particular, que en el caso de McOndo, Fuguet y Gómez ingenuamente definen como apolítica (19).

El prólogo de McOndo, cuyo título juega irónicamente con Macondo de García Márquez como también apunta a McDonald’s y MacIntosh, revela que una de las principales intenciones de sus antologadores es ajustar cuentas a lo que consideran conceptos sagrados de la cultura latinoamericana: el realismo mágico como paradigma literario del continente; el proyecto político de la izquierda que consideran pasé y de mal gusto y el concepto de la cultura autóctona basada en la tradición indígena. (1) De hecho la rebelión en contra del realismo mágico constituye el eje central de su postura y es por esto que McOndo no incluye ni un sólo cuento perteneciente a este género. En su crítica apasionada del realismo mágico los antologadores cometen un error torpe: confunden la literatura que se escribe en América Latina -donde la veta mágicorrealista es minoritaria y casi insignificante hoy en día- y la literatura latinoamericana que se vende con más éxito en el mercado occidental, ésta, sí, dominada por el realismo mágico que perpetúa la imagen de un continente exótico y subdesarrollado. Al rechazar apasionadamente toda forma de realismo mágico borran las diferencias entre la literatura de los maestros del género: Rulfo, García Márquez o Carpentier y sus emuladores tipo Isabel Allende o Laura Esquivel quienes astuta y cínicamente explotan el género, cocinando best-sellers que arrojan excelentes dividendos. Si para los antologadores, García Márquez es el padre de la literatura latinoamericana ¿qué lugar les corresponde, para mencionar sólo algunos de los nombres más conocidos, a Borges, Lezama Lima, Onetti, Cortázar, Donoso, Valenzuela, Peri Rossi o Lispector cuya escritura no tiene nada que ver con la veta mágicorrealista? ¿Contra qué canon de hecho se rebelan los antologadores y los narradores de McOndo cuando el denominador común que caracteriza los cuentos reunidos es enajenación, angustia existencial, aburrimiento, fiestas, drogas, música rock, sexo y suicidio, que ya constituían tópicos predilectos de la literatura canónica de otras épocas: la literatura existencialista y la "literatura del balneario" del Cono Sur de los 60; la "onda" mexicana, por ejemplo.

Cansados del Macondo subdesarrollado, pobre y folclórico que no habla inglés, no usa la tecnología más reciente y no consume productos norteamericanos, los antologadores lo reemplazan con "otro país McOndo [que] es más grande, sobrepoblado y lleno de contaminación, con autopistas, metro, TV-cable y barriadas. En McOndo hay McDonald’s, computadores Mac y condominios, amén de hoteles cinco estrellas construidos con dinero lavado y malls gigantescos" (17). Es decir, al reconocer implícitamente la existencia de dos países dentro de uno, uno moderno y desarrollado, otro pobre y ‘folclórico’, los antologadores socavan la imagen reductiva del continente que se consume en el Occidente. Al añadir la parte (post)moderna, urbana y con mayor poder adquisitivo, que existe como una realidad paralela pero conflictiva al mundo rural y subdesarrollado, se nos ofrece una visión más compleja y verídica de la nueva realidad latinoamericana donde los barrios ricos de sus centros metropolitanos fácilmente podrían existir en el seno de Estados Unidos o Europa.

Sin embargo, lo que es necesario criticar aquí no es la adición de esta otra América desarrollada sino la arrogancia con la cual ésta se presenta como la única realidad del continente cuando es obvio que el McOndo en que viven Fuguet y los llamados macondistas -casi sin excepción hijos de clases altas o media altas- es un espacio reservado para una minoría mientras que las vastas mayorías de los habitantes del continente siguen viviendo en un Macondo tercermundista, signado por pobreza y degradación. En este sentido, la actitud de los antologadores -aceptar por realidad sólo lo que integra la experiencia de los jóvenes y no tan jóvenes de las clases medias urbanas de América Latina- los emparenta con la actitud de los gobiernos neoliberales que venden al público doméstico y extranjero la imagen de una América Latina primermundista llena de gente sana y bella con la infinita capacidad de consumir. Basta con acordarse del México del primer mundo de los discursos de Salinas de Gortari y Fox Quezada, del "milagro chileno" del gobierno anterior a Lagos y del "milagro argentino" que en el momento de la escritura de este artículo está agonizando. De su cuadro rosáceo, los neoliberales, al igual que Fuguet y Gómez, borran la pobreza, el desempleo, emigración y otros problemas que desde hace siglos aflingen esta región del mundo. Al omitirlos, los autores del prólogo cometen el mismo error de reduccionismo del cual acusan a los mágicorrealistas vinculados ‘naturalmente’ con el proyecto de la izquierda. (2)

Aparte de criticar la arrogancia con la cual se nos presenta un McOndo desarrollado como la realidad predilecta del continente, es inevitable añadir otra crítica, aún más grave en cuanto socava toda pretensión a la (post)modernidad y el primermundismo de los textos y ésta es la total ausencia de mujeres como escritoras de cuentos. Anticipando las críticas, Fuguet y Gómez explican lacónicamente esta omisión señalando que "no recibieron nada valioso escrito por mujeres" (16) y que McOndo no pretende ser "políticamente correcto" (19). Con este machismo virulento -evidente en la exclusión de mujeres como autoras pero sí su inclusión como personajes, sin excepción frívolos y superficiales- los macondistas demuestran que no sólo no avanzaron con relación a sus ‘padres literarios’ contra los cuales se rebelan, sino que sufren un retroceso, demostrando que su pretendida (post)modernidad y coolness no afectan la relación entre los sexos opuestos.

Si en McOndo se han podido criticar a los antologadores por excluir completamente las voces femeninas y por incluir a los escritores españoles pero no a las voces latinas en Estados Unidos -más numerosas y más relevantes vis-a-vis América Latina contemporanea- Se habla español. Voces latinas en USA parece subsanar estas dos omisiones importantes. Entre 36 escritores figuran 6 mujeres -pocas, pero algo es algo- y el subtítulo nos dice que aquí sí vamos a leer las voces latinas en Estados Unidos. Lamentablemente, entre el título del libro y lo que se encuentra entre las solapas existe un desfase completo, evidente también en la contradicción entre el prólogo, en el cual se expresa la intencionalidad de los antologadores y el contenido de los cuentos.

A juzgar por lo que promete el título el lector espera encontrar en esta antología una muestra de voces latinas en Estados Unidos -entendiéndose bajo el término "latino" una persona de origen hispano residente y preferiblemente nacida en Estados Unidos. (3) Por muy complejo y controvertido que sea el asunto de la terminología, una cosa es cierta, la denominación "latino" no es automáticamente aplicable a un visitante latinoamericano. Sin embargo, lo que el lector más bien encuentra en la colección es una muestra de los escritores latinoamericanos que escriben sobre y no desde Estados Unidos. O para ser más precisos, entre las 36 voces incluidas hay sólo 14 voces latinas, otras 22 pertenecen a los autores que viven en América Latina y cuya vasta mayoría no ha vivido nunca en el Norte. (4) Además en un acto difícil de comprender, se omiten las voces más logradas de los narradores latinos en Estados Unidos de los cuales se incluye solo el domínico-americano Junot Díaz y la puertorriqueña Giannina Braschi. La antología excluye las más prominentes voces latinas en Estados Unidos mientras que pasa por latinas aquellas de los mexicanos Volpi, Padilla, Soler, Conde, Bellatín, Yehya etc. Uno no puede sino preguntarse sobre los motivos de esta decisión que debe de haber provocado la bien merecida ira de los escritores latinos en Estados Unidos. No por el resentimiento debido al hecho de no estar incluidos, como parece insinuar en su reseña Rituerto, sino por el aura de soberbia que rodea este libro en el cual un ciudadano boliviano quien hace sólo unos años vive en Estados Unidos y un ciudadano chileno, aunque sea gringófilo y su primera lengua sea el inglés, vienen a Estados Unidos a "descubrir" las voces latinas en este país.

El concepto del "descubrimiento" no lo usamos gratuitamente, ya que esta palabra capta de mejor manera la actitud de los antologadores expresada en el prólogo como también en el artículo de Fuguet "New country on the block" y "Yo y mi circunstancia" de Paz, que se refieren a las circunstancias que motivaron la publicación de Se habla español. En dicho artículo, Fuguet a la Cristóbal Colón entusiastamente anuncia que acaba de descubrir un Nuevo ‘continente’:

Los Estados Unidos de América is the newest Latin American nation, amigos. Ha aparecido un Nuevo país latinoamericano en el mapa, y se llama Estados Unidos. Sí, han leído bien. Los norteamericanos ya se han dado cuenta de esta invasión/mutación. Lo que no es tan evidente es que nosotros, los latinoamericanos, estemos listos para invitar a este gran vecino a la fiesta del barrio. Se trata de un descubrimiento algo tardío ya que el continente latino dentro de Estados Unidos estaba descubierto hace mucho tiempo por los latinos/as que viven allí y cuyos sectores más militantes llevan más de un siglo luchando para que se reconozcan la presencia y los derechos de este grupo heterogéneo que en el siglo XXI se ha convertido en la minoría más numerosa del país.

Las contradicciones respecto a la intencionalidad de los antologadores abundan en el prólogo donde se nos dice que la colección estaba "articulada desde (subrayado mío) las entrañas del monstruo… escrito en el Nuevo idioma del gigante: Spanish" (14), lo cual implicaría que los cuentos se escribieron desde la experiencia latina, para luego afirmar que el propósito era más bien la descripción de la experiencia que tiene un latinoamericano que visita Estados Unidos y que la idea era "narrar la diversidad de la experiencia latinoamericana en USA" (14) e invertir toda una tradición literaria anglo -en la cual los escritores del Norte escriben sobre los paraderos exóticos del mundo subdesarrollado y postcolonial- y sustituirla por un viaje al revés, donde los sureños escriben sobre su sentimiento de verse seducidos, atrapados o perdidos en Estados Unidos, un lugar tan maravilloso y exótico como la América Latina imaginada por los norteamericanos (17).

Si el verdadero propósito del libro era la descripción de la experiencia de un latinoamericano, entonces debería haber tenido un título diferente que reconociera estos objetivos. Uno no puede sino preguntarse el por qué de este título pretencioso y dudoso y especular si quizás se deba a una hábil maniobra comercial de los antologadores y Alfaguara que por primera vez publica en Estados Unidos en español, y cuyo objetivo es crear la polémica para vender más copias en un mercado en el cual hay casi 40 millones de personas de origen hispano, pero no existe un público lector substancialmente numeroso acostumbrado a leer en español, o capaz de hacerlo.

Sin embargo, este borrar las diferencias entre un latino y un latinoamericano podría también ser signo de una actitud menos siniestra originada en la particular postura ideológica de los antologadores cuyos dos ejes centrales son la panlatinidad y la globalización que ahora trabajan con las fuerzas unidas para crear una sola América. Paz y Fuguet promueven una visión optimista de la globalización -el discurso hegemónico del momento- según la cual vivimos en un mundo donde las fronteras desaparecen, donde no existen dos Américas, una con y otra sin acento, una pobre y otra rica, sino un solo continente donde "todos somos americanos… cada día más, nos estamos mezclando y fusionando" (20).

Proponer la existencia de una sola América no es algo Nuevo. Como reconocen los antologadores, la organización ultraburocrática, OEA, ya desde hace mucho tiempo anda proponiendo el concepto de una América que se extienda desde Canadá hasta Tierra del Fuego. Sin embargo, entre la propuesta optimista y la realidad de las dos Américas existe un abismo insondable. Las fronteras geopolíticas del mundo, incluyendo la más cercana a los intereses de la antología, entre México y Estados Unidos, se refuerzan cada vez más y no se disuelven creando un mundo híbrido y juguetón en el cual -según nos aconsejan los discursos del postmodernismo y de la globalización- se borran las diferencias entre el primer y el tercer mundo, entre el centro y la periferia.

Este desfase completo entre la realidad socio-cultural y el wishful thinking de Paz y Fuguet se refleja en la contradicción entre el prólogo y los cuentos antologados. El prólogo critica la visión negativa de Estados Unidos que ha caracterizado el imaginario latinoamericano y en su lugar propone una postura que debería aceptar que "no se puede hablar de Latinoamérica sin incluir a los Estados Unidos. Y no se puede concebir a los Estados Unidos sin necesariamente pensar en América Latina. Mejor dicho: en las Américas Latinas" (19). En su artíclo "New country on the block", Fuguet describe a Estados Unidos como una nación tolerante, verdaderamente multicultural y muy diversa" que acogió a tantos latinoamericanos que fueron allí en pos del sueño americano". No obstante, la inmensa mayoría de los cuentos habla más bien de la frustración de ese sueño, y la totalidad de los cuentos que tratan la vida de un latino o un latinoamericano en este país, desmiente la existencia de una América unida e híbrida proclamada por Fuguet para quien la cultura latina y la latinoamericana ya han devenido parte del mainstream norteamericano. Los cuentos describen una relación problemática con la ‘America’ sin acento marcada por la enajenación, la otredad y el desdén. De modo que, lejos de confirmar la similaritud proclamada en el prólogo bajo el eslogan "todos somos americanos", celebrando la fusión de las dos Américas y sus respectivas culturas, los cuentos revelan las diferencias fundamentales entre los anglos, los latinos y los latinoamericanos. A esta contradicción entre el prólogo y el contenido de los cuentos se refiere también uno de los reseñadores de la antología, el chileno Luis Vargas Saavedra:

Leyendo este libro uno va viendo, caso a caso, cómo la trompeteada globalización expuesta en el prólogo es una manito de gato, un aparente injerto dentro de un corpus cultural. Porque los personajes siguen padeciendo su extranjería, su diferencia, su atavismo, que les impide fusionarse en la magnitud de los Estados Unidos. No bastan los rituales del consumo, ni siquiera basta saber inglés para realmente pertenecer, estar IN, dentro de un way of life que ha inventado y perfeccionado cuanto el afuerino consume, creyendo ingenuamente que consumiendo los productos, comulgará con la fórmula de su invención. Los únicos personajes de cuentos que parecen menos sufrir su otredad dentro de la sociedad anglo son latinoamericanos que enseñan en las universidades norteamericanas, un espacio más amplio y tolerante que permite el ejercicio de la diferencia bajo el amparo oficial. En el resto de los cuentos, los eventos toman lugar en los espacios separados, deslindados de los espacios anglos. Paradójicamente, las fronteras borradas en el prólogo por Paz y Fuguet, se trazan firmemente en los cuentos antologados.

La última contradicción que añadiremos es de suma importancia: la aseveración de los antologadores evidente tanto en el título del libro como en el prólogo que nos dice que en Estados Unidos se habla español, que el "nuevo idioma del gigante [es] Spanish" (14); "El viaje por el Planeta USA revela que no sólo el país es más complejo y grande de lo imaginado sino que, en efecto, acá se habla español. Si USA es un país joven, lo es más aún en español. Recién se está pavimentando narrativamente" (21). Cabe preguntarse sobre el sentido de esta frase cuando la mayoría de los autores incluidos viven en América Latina y vaya sorpesa ¡escriben en español! Ni hablar del hecho de que los textos de los pocos latinos incluidos (Paternostro, Stavans, Quiñónez y Díaz) fueron originalmente "escritos en inglés, en USA… como sign of things to come", dicen los antologadores crípticamente. Parece que todo el mundo, menos los antologadores, sabe que los narradores latinos en Estados Unidos escriben en inglés -a veces salpicado con spanglish- y que el título "se habla español" tiene su aplicación correcta en la ilustración de la portada de la antología donde figura como letrero en las panaderías, restaurantes, farmacias, etc.donde sí se habla español. La frase del título "se habla español" conduce al lector por un sendero equivocado alegando que las voces latinas en Estados Unidos hablan/escriben en español y que de hecho el idioma español ha invadido el mainstream estadounidense. Como acabamos de señalar esta aseveración no es cierta ni para los escritores latinos ni mucho menos para la sociedad anglo que de ninguna manera ha sido profundamente transformada por la presencia latina y latinoamericana en este país como parecen pensar Paz y Fuguet.

En su artículo "New country on the block" Fuguet señala que "los hispanos… están infiltrando la cultura norteamericana de una forma muy poco minoritaria y muy poco pasiva, con resultados asombrosos, inesperados y decididamente extraordinarios" -pero no proporciona ningún ejemplo que substancie esta afirmación. Comer tacos y salsa picante, escuchar música latina no es un evento nuevo y revolucionario que revela la existencia de un verdadero mestizaje cultural anglo-latino. En los cuentos antologados no hay ni una sola narración que trate de un personaje anglo que verdaderamente comulgue con lo latino o latinoamericano.

A pesar del wishful thinking de los antologadores y muchos otros partidarios de la globalización, en el caso de las Américas, ni la cultura, ni el capital viajan del sur al norte sino más bien del norte al sur. El único tráfico fértil que se da en la dirección opuesta es el inagotable tráfico humano, legal e ilegal, y por qué no decirlo, el lucrativo narcotráfico. No querer ver esta situación significa mentirse a sí mismo y cerrar los ojos frente a una realidad harto más compleja y problemática que el híbrido feliz imaginado por los antologadores.

Si en algún lugar hay que buscar las pruebas de este mestizaje entre lo anglo y lo latinoamericano -el espejismo de una América- hay que buscarlas no en Estados Unidos sino en el territorio de América Latina. Particularmente entre los jóvenes de las clases altas y media altas, económicamente mejor ubicadas para comulgar con la cultura que viene del norte, viajar con frecuencia a Estados Unidos o comprar los objetos de consumo norteamericanos más trendy en sus propios países. Estos jóvenes pueblan las páginas de McOndo pero no se dan en Se habla español, confirmándose de esta manera el hecho de que una vez fuera de su lugar de origen -donde su clase social les otorga un lugar privilegiado- lo más probable es que se les perciba como un inmigrante más. Aunque la cultura popular norteamericana es consumida, en mayor o en menor medida por todas las clases sociales en América Latina, sus consumidores más voraces, como llevamos señalando, son los jóvenes de las clases medias y medias altas y es en éste habitus donde se transforma el significado original del mestizaje, que deja de significar una mezcla entre las culturas indígenas y blancas, para significar la fusión entre la cultura de clases medias latinoamericanas y la cultura popular norteamericana.

El esfuerzo de Fuguet de compilar textos, promover autores menos conocidos -unos muy buenos y otros no tan buenos- unir primero en McOndo a América Latina y luego en Se habla español a las dos Américas en un ímpetu panlatino, es sin duda encomiable. También es elogiable que los proyectos de Fuguet traten de subsanar esa vieja enfermedad latinoamericana que todavía acosa su mundo cultural: la falta de conocimiento de lo que se produce en sus respectivos países. Para ser conocido y leído en América Latina, fuera de su propio país, hay que ser publicado y distribuido por una editorial grande española. Por lo tanto, el problema en las dos antologías bajo consideración, no yace en la calidad o en la naturaleza de los textos escogidos, sino en la imposición de una confusa agenda político-cultural de Fuguet, desmentida cabalmente en los cuentos de la antología más reciente. Más que comprobar la existencia de las Américas unidas e híbridas celebradas en el prólogo de Se habla español, los cuentos se rebelan en contra de la intencionalidad de los antologadores para confirmar que a pesar de la tan celebrada globalización, las Américas siguen siendo dos, o mejor dicho tres, si añadimos la América Latina que existe en las "entrañas del monstruo". Estas Américas, si uno juzga por lo que se dice en los cuentos, se dialogan poco, se temen y desconfían una de la otra.

Como la última observación, a manera de conclusión, citaremos las palabras de la contraportada del libro: "Se habla español tiene el aroma de french fries, el sabor a coca-cola y hamburguesas, pero también a nachos y salsa, a cortaditos y smoothies de mango-guayaba". Es algo irónico que la editorial, supuestamente de acuerdo con los antologadores, revista el libro también de un sabor exótico. Un hecho que carecería de importancia si no fuera por el afán de Fuguet de desacreditar y rechazar, en sus entrevistas y prólogos, toda la conexión entre la escritura que cashes in en los sabores de otros mundos para vender sus productos en el mercado cultural occidental. Por lo tanto, es sorprendente que un autor que haya afirmado:

I get suffocated by thick, sweet, humid air that smells like mangos, and I get munchies when I begin to fly among thousands of colorful butterflies… The closest I’ll ever get to ‘Like water for chocolate’ is cruising the titles at my local Blockbuster", apruebe o escoja para la venta de la antología un resumen cuyos mangos y guayabas evocan un lejano sabor del aborrecido realismo mágico.
 
 
Notas

(1). Es significativo que el lanzamiento de McOndo se realizó en un McDonald’s santiaguino, con lo cual Fuguet y Gómez reconocen que esta cadena, ya indispensable en la vida de los jóvenes latinoamericanos, ha aportado tanto al título del libro como el Macondo de García Márquez.

(2). Para un análisis más complejo de McOndo ver Palaversich (2000).

(3). Varios perodistas que han reseñado el libro han dado por sentado que los escritores antologados son todos latinos residentes en Estados Unidos. Ver una selección de reseñas, particularmente aquellas de Sergio Ramírez, Ricardo Rituerto y Andrés Zambrano en http://www.fuguet.com. Ramírez, por ejemplo señala que los escritores antologados "pertenecen a un Nuevo mundo, el de la cultura latina en los Estados Unidos, como hijos que son de la inmigración… una cultura híbrida".

La discusión sobre el uso de la terminología que se aplica para definir a los ciudadanos y residentes norteamericanos de descendencia latinoamericana es un tópico complejo que no podemos discutir más cabalmente en este ensayo corto. Sobre esta temática existe una amplia bibliografía. Para los fines de esta reseña aceptaremos la definición de José Cuello como la más aceptada entre los intelectuales latinos en los Estados Unidos:

"Latino" is a term adopted initially and primarily by groups in the West and Midwest who reject "Hispanic" as a colonial imposition by the government. They also argue that the term "Hispanic" is so broad that it includes everyone of "Hispanic" heritage, including those in Latin America and Spain, thus diluting and sabotaging the focus on the struggle for equality by Latinos in the U.S. Ironically, the Task Force on Racial/Ethnic Categories rejected labels based on the word "Latin" because of the broad applicability of that term. While "Latin" is, in fact, an even broader term than "Hispanic," the "o" at the end was applied to give it a narrower meaning that refers to people of Latin American descent living within the U.S., particularly those who are born here. It too has a political charge. Self-identified Latinos are more confrontational than Hispanics and feel that the struggle for equality and opportunity in America is far from over. Latinos know that rocking the boat is the other side of the American way. They focus not so much on the individual achievements in which Hispanics take pride, but on the long road the Latino populations of the country must still travel before achieving full social, economic and political equality. Academicians and social activists are the biggest promoters of the term "Latino." Since they are up against the communications power of the government and business establishments, it is not surprising that even persons of Latino background prefer the term "Hispanic" over the term "Latino" as indicated by a recent survey by the U.S. Bureau of the Census. The implications of this finding is that many members of the general Latino population are not in tune with the activist Latino political leadership and intelligentsia. (4) De hecho si uno aplicara la definición más ‘dura’ del latino según la cual la persona aparte de residir permanentemente en Estados Unidos debe de haber nacido en este país, entonces de los 36 escritores incluidos, sólo uno, Santiago Vaquera Vázquez se calificaría como tal.
 


Bibliografía
Cuello, José. "Latinos and Hispanics. A Primer on Terminology", http://www.cbs.wayne.edu/latinos.

Fuguet, Alberto y Gómez, Sergio. Ed. McOndo. Barcelona: Mondadori, 1996.

Fuguet. Alberto y Paz Soldán Edmundo. Ed. Se habla español. Voces latinas en USA. Alfaguara: Miami, 2000. http://www.fuguet.com

Palaversich, Diana. "Rebeldes sin causa. Realismo mágico vs. realismo virtual". Hispamérica. vol. 29, no. 86 (2000):55-70.