El concepto de América latina, los discursos postmodernos

y la palabra auténtica del continente
 
 

Angel Núñez

Universidad de Buenos Aires


En los últimos años se ha puesto en cuestión la categoría geocultural América Latina: su "actualidad", y de alguna manera incluso su validez. La revisión se origina en un pensamiento "postmoderno" (o postcolonial, o postoccidental, según se tome un eje histórico, económico o geopolítico) que postula responder a las características del nuevo orden mundial. Este pensamiento, al rearticular las categorías de historia y geografía, tiempo y espacio, reclamaría nuevas proposiciones conceptuales. La de América Latina podría estar incluída entre esas categorias que por modernas ya no se corresponderían con nuestro tiempo.

Este desgaste o deslocamiento se asocia con los estudios llamados de área en los Estados Unidos, que relegan el concepto geohistórico y geocultural de América Latina a la mera caracterización de un área geográfica de ciertos estudios de las ciencias sociales. Con ese enfoque no se valora a América Latina en la plenitud de su ser: como una cultura, una civilización en plena producción de cultura.

Para los Estados Unidos, América es su propio nombre, y América Latina lo otro, lo que queda más allá de las marcas de su frontera, lo marginal a América. Como tantos nombres llevados con orgullo a partir de una burla o de un desprecio, América Latina es lo que es, y no pretendamos reconocimiento de una cultura –sí de personas— que en muchos casos nos tiene en menos y que no siempre nos estudia por admiración y pasión, sino por mero afán de reseña o por utilitarismo. Este enfoque, teóricamente "científico", produce un metatexto descriptivo que es sustancialmente diferente del metatexto angustiosamente indagador y creador de sentidos de la ciencia y la ensayística latinoamericanas. En esta Obra se unen la pasión, la denuncia, la reflexión sobre nuestras contradicciones y la afirmación de la conciencia nacional y continental. Dicho todo con una palabra nueva.

En cuanto a la categoría epistemológica que nuestro nombre significa, recuperemos que el mismo surge de un proceso histórico: es la historia, con sus hombres, la que lo ha forjado. No se gasta después de un tiempo por el consumismo postmoderno, aunque tampoco es un ente ideal, ni está fuera de la realidad. Pero las naciones no cambian su nombre así nomás... En cuanto a la validez del ente nación, y también el de nación continental, lo considero plenamente vigente y necesario, aún admitiendo la fuerza con que el proceso de globalización lo ha afectado. En la nación como comunidad organizada, en el Estado nacional y sus estrategias de alianza intracontinental, está la posibilidad de operar políticas culturales de interacción creativa ante la presión globalizadora.
 

Los enfoques postmodernos

La crítica –o la crisis, o incluso la muerte— de la razón europea es un tema central del pensamiento postmoderno, que toma la figura de Nietszche como su precursor.

Sería este un pensamiento propio de las sociedad postindustrial (para seguir con los post), etapa que se corresponde con el final del proyecto cultural de la Ilustración europea, e incluso, para algunos, del mismo proyecto de la civilización greco-occidental.

Se trata de la crítica a la razón totalizadora. En Jean François Lyotard, uno de los teóricos importantes de este asunto, en su libro La condition post-moderne, de 1979, la ruptura con la razón totalizadora ataca por dos flancos: por un lado, como el final de ciertas grandes ilusiones --la emancipación de la Humanidad, o la realización de la Idea— y como crítica de otra ideología sustitutiva: la teoría de sistemas. Por otra parte, como renuncia a las formas futuristas de pensamiento totalizador, complementarias de lo anterior: utopías de unidad, reconciliación y armonía universal.

Como se ve, se trata en sus exponentes más radicales, de una posición extrema. Por eso alcanza, como señalé, a la misma cultura occidental tal como la entiende el mismo pensamiento europeo.

Esto de la crítica a la razón nos suena conocido a los latinoamericanos, que desde nuestro nacimiento padecemos, por otros motivos, la negación de nuestra propia racionalidad.

Para la razón europea, el bárbaro primero –que no domina el griego, o que está fuera de la civitas o ley romana--, y el salvaje después, eran no solamente los diferentes, los no europeos, sino también los inferiores. "Esta idea de los griegos acerca de los bárbaros, como entes limitados racional y volitivamente, la extenderá Iberia en la conquista y colonización de América a partir del siglo XVI". (1) Se discutió en la España conquistadora si los indios tenían alma...y el teólogo Juan Ginés de Sepúlveda estableció –basándose en Aristóteles--, que los americanos eran hombres destinados por la naturaleza a la servidumbre, como justo pago por su incorporación a la cristiandad y la civilización. Pero siendo un "civilizado" diferente: el Ocupado, en la terminología de Paulo Emílio Salles Gomes: ese hombre creado por el Ocupante "aproximadamente a su imagen y semejanza", porque al llegar no le gustó el ocupado que aquí encontró.

La crítica a la razón del ocupado --razón occidental al fin y al cabo, desde que el proceso de aculturación se cumplió de manera arrasadora--, fue realizada por la elite de la generación liberal y progresista empeñada en "la emancipación mental" del pasado colonial. Emancipación hecha desde el pensamiento y los ideales de Inglaterra, Francia o Estados Unidos. Los que antes despreciaban, desde España, a los latinoamericanos, ahora eran subestimados por estos últimos con mirada enajenada a otros centros civilizatorios, más eficaces en la dominación del mundo. Ser los yankis del sur, o ser los mismos Estados Unidos es ahora el lema, desde México hasta la Argentina sarmientina. Es la nordomanía que califica Rodó en el Ariel.

Hay una contracara de la proclamada civilización; desde la razón heredada o aprendida se denuesta la barbarie hispana, y –lo que es sí grave, puesto que no está incluído en la polarización valorativa propia de la lucha emancipadora--, se denigra a los propios paisanos hacedores de esa emancipación. El pensamiento liberal, iluminista y por eso ahistórico, considera barbarie a los indios, a los negros, a los criollos descendientes del colonizador, y a los variados mestizos resultantes de las cruzas de razas.

Esa racionalidad europea, nacida del logos griego y de la lex romana, sistematizada por Descartes y Hegel que había subordinado a los latinoamericanos, ahora era usada nuevamente por las elites esclarecidas para subordinar al pueblo latinoamericano.

Y en el siglo XX, en medio de la globalización, cúspide del proceso civilizatorio capitalista, desalentadas las ilusiones del triunfo de la razón y de una sociedad en plena realización creativa, los europeos y todo el pensamiento occidental advierten que no hay tal razón totalizadora. La que nos llamó bárbaros a todos y la que llamó bárbaros a los hombres del pueblo, del bajo pueblo.
 

El discurso latinoamericano

"El latinoamericano –ha dicho Leopoldo Zea--, se ha servido de ideas que le eran relativamente ajenas para enfrentarse a su realidad: la ilustración, el eclecticismo, el liberalismo, el positivismo y, en los últimos años, el marxismo, el historicismo y el existencialismo". (2) Actualizando este texto de 1965, tenemos que agregar ahora, no ya el estructuralismo sino todos los "post" correspondientes a nuestros días, esgrimiendo a Baudrillard, Foucault, Adorno y varios más.

O sea que nuevos enfoques y nuevas modas intelectuales dan pie a un nuevo planteo de la cuestión en debate, generación tras generación, que es la constitución de cada una de las naciones –tarea inconclusa--, y de América Latina como proyecto común. Tarea que hoy a su vez se afirma en acuerdos regionales como el del Mercosur, en los que el planteo cultural está recién en pañales.

Nuevos estudios ayudan a una mejor comprensión, acrecientan la denuncia, esclarecen el presente, solidifican el proyecto de futuro. La originalidad de conceptos nuevos, que la tenemos y que es lo deseable, no es sin embargo imprescindible para la reflexión creativa. Nos sirve incorporar "ideas relativamente ajenas", sistemas filosóficos duros cuyo entramado nos ayuda a pensarnos: a indagar nuestro estar y nuestro ser.

La adopción de esas ideas es producto de la circulación de los conocimientos, de la evidente actualización en cuanto a las informaciones por parte de los intelectuales del continente, y de su capacidad para utilizar las teorías de circulación internacional –y sus metodologías correspondientes--, con autonomía y sentido creativo. De usarlas para conocer lo nuestro y no para repetir fórmulas.

El pensamiento postmoderno dice sostenerse sobre la base de una nueva episteme, que delimita el campo del conocimiento de otra forma que la de la episteme moderna.

Y se cruzan aquí dos conceptos. El de la episteme postmoderna, entendiendo el concepto griego desde Foucault, con el de una episteme latinoamericana, que es "una nueva ciencia del pensar" (3), diferenciada de la "episteme del poder". Y que se ha llamado "pensamiento latinoamericano", incluyendo en él toda la tradición de reflexión y nombramiento del anhelo continental liberador. Salpicando nombres, Hugo Achugar comienza con Atahualpa, Guamán Poma de Ayala y el inca Garcilaso, nada menos. (4)

Se trata de una tradición de reflexiones y esfuerzos críticos que están dispersos en textos tremendamente variados. Que interactúan, se nutren y a su vez alimentan los movimientos políticos transformadores y liberadores, y que han sido escritos también por los actores de las epopeyas.

Finalmente cabe consignar la corriente crítica que se autodesigna como postcolonial. La misma se basa en la supuesta similaridad de condición de diversas naciones, tales como la India, con países árabes, africanos y de América Latina. Se trata, como se ve, de una reformulación tratando de actualizarlo, del concepto, ya ampliamente impuesto, de Tercer Mundo.

Dice De la Campa: "Esta lectura del poscolonialismo implicaría entonces rearticular la noción del tercer mundo según los parámetros posmodernos, verlo menos como objeto subordinado a poderes coloniales e imperiales que como sujeto que se narra y produce a sí mismo, y que por ello está implicado en su propia condición de sociedades predispuestas a ciertos síntomas internos de carácter mayormente negativos: conflictos de identidad, mimetismo, u otras formas de sentirse a menos". (5) Parecería algo como un complejo de inferioridad... y eso de "sentirse a menos" realmente no sé de dónde lo saca.

Explica García Canclini: "En los últimos años el impacto del pensamiento poscolonial asiático en Estados Unidos ha llevado a que un sector de los latinoamericanistas que trabajan en universidades norteamericanas traslade al estudio de América Latina la caracterización de poscolonialidad para explicar la etapa actual". (6)

Reitera Canclini que "las sociedades latinoamericanas dejaron de ser colonias hace dos siglos, con excepción de Puerto Rico", diferencia notable por ejemplo en relación con la India, independizada en 1947. En lo estrictamente gnoseológico, "América Latina –o, a los efectos, Iberoamérica— funciona como categoría del conocimiento, por lo menos, desde hace más de un siglo y {que} tanto la revisión como la crítica de dicha noción ha sido y es constante". (7)

Si Tercer Mundo es una fórmula clara y precisa a partir de su uso, Postcolonialismo es totalmente contradictoria . Si bien se alude a un trabajo discursivo, se ha elegido una denominación de raíz económica y cultural. Deconstruída, se destaca la confusión de saltearse el neocolonialismo, como si el post indicase "superación de", cuando la condición económica de América Latina –deuda externa y anclajes diversos de la preeminencia del norte mediante— continúa, y continúa dramáticamente.

Y si bien el lenguaje científico tiene su propia autonomía, las ciencias sociales manejan en ciertos tópicos un lenguaje que coincide con el cotidiano y político, y confundir con los nombres no le sirve a la ciencia ni ayuda a la difusión de sus postulados.

Desconocer la subordinación del continente para cualquier tipo de planteo es sencillamente un contrasentido científico; englobar la historia en su conjunto como "pasado fallido" es desconocer todos los avances políticos y sociales, incluyendo la Independencia a la que se alude con "postcolonialismo". Finalmente, eliminar la política como una de las variables de los análisis culturales es suprimir el rasgo fundamental de todo planteo que quiera comprender realmente la literatura latinoamericana, conjunto de signos que nos remiten –queramos o no— al hombre, a la sociedad y a la historia; sea como visión de un pasado, de un presente o como formulación en marcha: ya hacia un futurismo posmoderno o como proyecto intelectual vanguardista que espera su realización concreta.
 

Ser o no ser

Otra denominación postulada es la de Postoccidentalismo, que Walter Mignolo toma de un texto de Roberto Fernández Retamar titulado "Nuestra América y occidente". Retamar llama posoccidental al marxismo, porque "sienta en el banquillo al capitalismo, es decir, al mundo occidental", y porque "hace posible la plena comprensión, la plena superación de Occidente". (8)

Mignolo toma la designación pero la vacía de dicho contenido: "es difícil aceptar que el posoccidentalismo, como proyecto de trascender el occidentalismo, pueda concebirse sobre la base de una ideología del proletariado, y que se acepte tal ideología como no-occidental". (9)

Y por la positiva, define: " ‘Posoccidentalismo’ puede designar la reflexión crítica sobre la situación histórica de América Latina que emerge durante el siglo XIX, cuando se van redefiniendo las relaciones con Europa y gestando el discurso de la ‘identidad latinoamericana’, pasando por el ingreso de Estados Unidos, hasta la situación actual en que el término adquiere una nueva dimensión debido a la inserción del capitalismo en ‘Oriente’ (este y sureste de Asia)".

En gran medida es tan sólo una cuestión de nombres, y dada la importancia que tiene la correcta clasificación de los asuntos, mi crítica insiste en la mala elección del término. Vaciado de contenido, lo que para Retamar es una ruptura revolucionaria y un corte epistemológico, sólo queda la confusión de parecer postoccidentales cuando justamente somos occidentales.

Una situación sin embargo conflictual explica todas estas dudas. Lo dijo con lucidez y profundidad Simón Bolívar en el clásico texto conocido como "Carta de Jamaica", de 1815: "...no somos indios ni europeos, sino una especie media entre los legítimos propietarios del país y los usurpadores españoles: en suma, siendo nosotros americanos por nacimiento y nuestros derechos los de Europa, tenemos que disputar éstos a los del país y que mantenernos en él contra la invasión de los invasores; así nos hallamos en el caso más extraordinario y complicado".

Ocurre que esos "nuestros derechos" que son los de Europa no sólo son una cuestión jurídica, sino mucho más. Como ha afirmado Alejo Carpentier, "vuelve el latinoamericano a lo suyo y empieza a entender muchas cosas. Descubre que si el Quijote le pertenece de hecho y derecho, a través del ‘Discurso a los cabreros’ aprendió palabras, en recuento de edades, que le vienen de Los trabajos y los días". (10) Desde el mundo griego, entonces, la cultura occidental es nuestra de hecho y de derecho.

Por todo esto no me parece adecuada para nosotros la utilización del término Postoccidentalismo. América Latina, con su sufijo, su "ismo" y su larga historia de afirmación cultural, sigue siendo nuestro nombre. Y uno no cambia de nombre todos los días...
 
 

Notas

(1). Leopoldo Zea, Discurso desde la marginación y la barbarie, p.28.

(2). El pensamiento latinoamericano, pág. 28.

(3). Ver Fermín Chávez, El pensamiento nacional, pág. 11. V. su artículo de 1981 "Una epistemología para la
            periferia".

(4). Hugo Achugar, en el artículo "Leones, cazadores e historiadores, a propósito de las políticas de la memoria y del
            conocimiento".

(5). "Latinoamérica y sus nuevos cartógrafos: discurso poscolonial, diásporas intelectuales y enunciación fronteriza", pág.
            710.

(6). La globalización imaginada, pág. 82.

(7). H. Achugar, op. cit., pág. 382.

(8). Fernández Retamar, Algunos usos de civilización y barbarie, pág. 152.

(9). Artículo "Posoccidentalismo: las epistemologías fronterizas y el dilema de los estudios (latinoamericanos) de áreas",
           pág. 681. La cita siguiente en pág. 680.

(10). En "De lo real maravilloso americano"; ver Tientos y diferencias, pág. 92-93.
 
 

Bibliografía

Achugar, Hugo: "Leones, cazadores e historiadores, a propósito de las políticas de la memoria y del conocimiento", Revista Iberoamericana, Pittsburgh, Nº 180, julio-septiembre 1997.

Bolívar, Simón: Doctrina del Libertador, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1979.

Carpentier, Alejo: Tientos y diferencias, Bs. Aires, Calicanto, 1978.

Chávez, Fermín (director): 500 Años de la lengua en tierra argentina, Bs. Aires, Secretaría de Cultura de la Nación, 1992.

Chávez, Fermín: "Una epistemología para la periferia", revista Pensamiento y Nación, Bs. Aires, Nº 1 noviembre-diciembre 1981; incluido en: La recuperación de la conciencia nacional, Bs. Aires, Peña Lillo, 1983.

Chávez, Fermín: El pensamiento nacional. Breviario e itinerario, Bs. Aires, Nueva Generación, 1999.

De la Campa, Román: "Latinoamérica y sus nuevos cartógrafos: discurso poscolonial, diásporas intelectuales y enunciación fronteriza", en Revista Iberoamericana, Pittsburgh, Nº 176-177, Julio-diciembre 1996.

Fernández Retamar, Roberto: Algunos usos de civilización y barbarie, Bs. Aires, Letra buena, 1993.

García Canclini, Néstor: La globalización imaginada, México, Paidós, 2000.

Henríquez Ureña, Pedro: Historia de la cultura en la América Hispánica, México-Bs.Aires, Fondo de Cultura económica, 1966.

Martí, José: Nuestra América, selección de textos de Hugo Achugar, Ca racas, Biblioteca Ayacucho, 1977.

Mignolo, Walter: "Posoccidentalismo: las epistemologías fronterizas y el dilema de los estudios (latinoamericanos) de áreas", Revista Iberoamericana, Pittsburgh, Nº 176-177, julio-diciembre 1996.

Paulo Emílio [Salles Gomes]: Cinema: trajetória no sudbdesenvolvimento, Rio de Janeiro, Paz e Terra/Embrafilme, 1980.

Vespucio, Américo: El Nuevo Mundo. Cartas relativas a sus viajes y descubrimientos, Bs. Aires, Nova, 1951.

Zea, Leopoldo: Discurso desde la marginación y la barbarie, México, Fondo de Cultura Económica, 1990.

Zea, Leopoldo: El pensamiento latinoamericano, Barcelona, Ariel, 1976.