El discurso político de Zoé Valdés: "La nada cotidiana"

y "Te di la vida entera"
 
 

Carmen Faccini

Saint Joseph's University


 


Es ésta una propuesta de aproximación crítica al escasamente abordado universo literario de la cubana Zoé Valdés (exiliada en París en 1995) y, en particular, al análisis de las estrategias de articulación y funcionamiento del discurso político en sus novelas La nada cotidiana y Te di la vida entera. En la primera, Valdés realiza su lectura contemporánea de la realidad cubana de fines del siglo XX desde el exilio, con una perspectiva políticamente antirrevolucionaria y feminista. Como Catherine Davies ha afirmado en su libro A Place in the Sun? Women Writers in 20th Century Cuba, Zoé Valdés "has made a reputation for herself by criticizing the cuban government and writing novels that some would call erotic and others pornographic" (223-4). Se refiere a las novelas editadas en el exilio: Sangre azul (1993), La hija del embajador y La nada cotidiana (1995), y Te di la vida entera (1996).(1) Respecto a la primera de este grupo, única novela publicada inicialmente en Cuba en 1989, la crítica cubana Zaida Capote subraya "un lirismo onírico coherente con el mundo poético de la escritora", en contraste con "un realismo casi pedestre", que Capote ve en las últimas novelas publicadas.

Siguiendo algunas premisas del método de análisis ideológico propuesto por Fredric Jameson en The Political Unconscious, el texto literario emerge del contexto que lo genera conllevando lo "real" en su "ser", intrínsecamente, como su subtexto. El texto es concebido como "acto social simbólico", es decir que existe un "inconsciente político colectivo" en palabras de Iris Zavala, una fantasía social que el escritor, integrante de esa colectividad, textualiza a partir de los discursos sociales. Analizar la simbología del texto, su estructura, imaginería, o sea el texto individual, fase que Jameson llama del horizonte político, nos prepara para pasar a la fase del horizonte social, donde se reescribe la pugna ideológica entre discursos de grupos sociales enfrentados por el poder.

"Morir por la patria es vivir" se titula el Primer Capítulo de La nada cotidiana, escrito en tercera persona, en prosa lírica, uno de los pocos momentos que evocan la primera etapa de Valdés como poeta. Vale la pena recordar que ya Valdés había sido ganadora de premios poéticos como "Casa de las Américas" (1988), "Roque Dalton" y "Jaime Suárez Quemain" con el libro Respuestas para vivir (1982), y que fuera finalista del premio "Carlos Ortiz", en España, con Todo para una sombra (1986).

Se presenta en este capítulo a la protagonista de la novela, moribunda, en viaje de regreso del Purgatorio, hacia una nada que es identificada con "Esa isla que, queriendo construir el paraíso, ha creado el infierno" (20) --sugiriendo el periplo de una balsera devuelta por el mar a su punto de partida. Este onírico, alucinado Capítulo Inicial adelanta, desde la perspectiva de la narradora, la Revolución cubana como proyecto fracasado, ya en la primera línea --la misma que cierra circularmente la novela: "Ella viene de una isla que quiso construir el paraíso" (15, 171). [nuestros subrayados] Se anticipa así no una forma literaria que delate cabalmente una realidad referencial, sino una forma literaria que proyecta una realidad parcialmente percibida o, al menos, así retextualizada por Valdés.

Anunciando la deconstrucción con que arremete en el resto de su novela, un esbozo del discurso revolucionario propone al mismo sarcásticamente --en el Segundo Capítulo, el "Heroico nacimiento" de la protagonista-- como discurso lexicalizado del proletariado, simbolizado en el padre revolucionario a quien, para asistir al parto, "habían ido a buscar a la zafra" (22). Cerrando espacios a posibles justificaciones, comienza a construirse un discurso hegemónico proletario-revolucionario que es visto como producto del adoctrinamiento llevado a cabo por una clase acomodada y culta (la del médico, o "Elena Luz, la doctora guerrillera" (24) ), clase enmascarada, según la novela, en el igualitarismo traído por la revolución triunfante. Así, ante la desilusión del padre por el nacimiento tardío de su hija Patria "el doctor l[o] consoló":

--No coja lucha, compañero, este día también se conmemora una fecha importante, el Día de los Episodios Nacionales, los Fusilamientos en Madrid . . .
Mi padre no sabía ni jota de la historia de España, ni de ninguna historia . . . El sólo tenía claro que su enemigo era el yanqui, y que el Primero de Enero había nacido su Revolución y su hija con ella . . . (. . .)
-- . . .Me gustaría ponerle Victoria . . .o mejor, mejor . . .¡Patria! . . .
(. . .) Y mi padre, emocionado, sollozó creyéndose glorioso. (26) [nuestros subrayados]
Contribuye, en la construcción de este discurso hegemónico la acumulación de la iconografía clásica de la revolución, tal como la bandera cubana colocada por el "Che" sobre el vientre de la madre parturienta o la presencia del Comandante parapetado en su verde uniforme. El título plurisémico de este segundo capítulo, "Heroico nacimiento", refracta la ironía discursiva aludida en la cita anterior tanto como el padecimiento por maternidad, y anticipa el contradiscurso de Patria/Yocandra cuyo punto de vista, "iluminador" de la ideología "manipulada" de los padres, se agazapa en el relato de segunda mano: Cuenta mi madre que era el primero de mayo de 1959,. . . Cuenta que caminó y caminó desde La Habana Vieja hasta la Plaza de la Revolución para escuchar al Comandante. Y en pleno discurso comencé a cabecearle la pelvis, a romperle los huesos. La tuvieron que sacar en hombros.... el Che le puso la bandera cubana en la barriga, pero ella apenas ni se enteró, porque yo seguía jodiéndola, provocándole unos dolores del carajo. Y Fidel continuaba con su arenga más verde que las palmas. Y yo dando cabezazos, codazos, tortazos, queriendo huir de su cuerpo, de todas partes (21). [nuestros subrayados] A partir del Tercer Capítulo se concreta la deconstrucción discursiva, bastante contenida hasta aquí, aunque estratégicas intervenciones de la narradora amenazaran en los dos primeros capítulos con deconstruir el discurso de la revolución, en particular uno de sus pilares: el del sistema sanitario (en capítulos siguientes arremeterá contra el otro, el del sistema educativo). En el resto de la novela asistimos a la elaboración desenmascarada de un discurso contrarrevolucionario rabioso, corrosivo y descarnado (como subraya la edición de Emecé de 1995) en que la ironía se vuelve sarcasmo, para hiperbolizarse hasta convertirse en un discurso del absurdo, que se va a intensificar en Te di la vida entera, novela publicada un año después.

Como estrategia narrativa, el discurso político oficial hegemónico, suele articularse en el texto de La nada cotidiana retextualizando unas cuantas citas escogidas de letreros, graffitis, lemas, slogans, consignas o discursos lexicalizados, desemantizados por su recurrencia, según la novela, cuyo subtexto acusa descomposición o corrupción en los niveles social, económico y cultural --justamente aquellos que, como recuerda Catherine Davies, resultaron completamente reestructurados a partir del proceso revolucionario (116). Unos ejemplos pueden ilustrar estas estrategias: en el contexto del relato acerca de cómo Patria/Yocandra sacó su carrera universitaria aprobando con "notas excelentes compradas" (46), se afirma que "[e]ra el momento del célebre lemita, que tantos estragos profesionales produjo, de que ‘la vocación no existe, la vocación es el deber cumplido.’ Y todo el mundo, en masa, tenía que ser maestro o médico, porque la patria lo necesitaba..."(46) [nuestros subrayados]. En oportunidad en que la familia de Patria/Yocandra recibiera la entrega de una casa expropiada a un miembro de la alta burguesía exiliado en Miami, el "padre estaba en pijama escuchando otro discurso --el mismo de cada Veintiséis de Julio-- en la radio...." (77) [nuestros subrayados]. En otro ejemplo, el Lince, amigo de la protagonista, confiesa haberse exiliado como balsero, harto de titulares de racionamiento, que son literalmente transcriptos en la novela (véase pags.126-7).

Parcialmente articulado en la dinámica de la narración, el discurso oficial es deconstruido en sus niveles social, económico y cultural, cuando Valdés lo confronta con su contra-discurso, que recompone con los relatos de situaciones críticas de numerosos personajes en La nada cotidiana, como el ex-preso político, la vecina Hernia, Rita la secretaria, la Gusana, el Lince o la vecina ancianita. Este otro discurso se presenta como habiendo sido rescatado del silenciamiento de personajes integrantes de una sociedad marginada, y busca acusar una patética realidad referencial en la que predominan racionamiento, restricciones, desempleo, censura, sanciones, represión, exilio y sobre todo, miedo. "Yo nací asfixiada y aún me falta el aire.... ¿Por qué todos invocan una rigurosa disciplina de respuestas, cuando el presente es un cataclismo de interrogantes? (28) -- cuestiona la narradora; para revelar más adelante las siguientes escenas rutinarias que recurren en la composición de su "nada cotidiana":

...me despabilé con el buchito de café, me lavé los dientes, desayuné agua con azúcar prieta y la cuarta parte de los ochenta gramos del pan de ayer. He administrado muy bien el pan nuestro de cada día. Cuando hay --¡si es que hay!-- lo pico en cuatro.... Tengo pasta dental gracias a una vecina que me la cambió por el picadillo de soya. . . (29)

Voy hacia la oficina: EL TRABAJO. ¿Qué trabajo?... Nuestra revista de literatura,..., no podemos realizarla por "los problemas materiales que enfrenta el país", el periodo especial y todo lo que ya sabemos que estamos sufriendo y lo que nos queda por sufrir....(30)

Llego a la casa, no hay luz. Me meto a cocinar desde las tres, pero en lo que el gas va y viene me dan las ocho o nueve de la noche. A esa hora si logro comer me puedo considerar una mujer realizada.... Esto es lo que hago, más o menos, cada día de mi vida, cuando no me visitan el Traidor o el Nihilista. (31) [nuestros subrayados]

Si bien como Davies recuerda, coincidiendo parcialmente con el subtexto de la novela, la intensificación de todas estas carencias económicas en la Cuba de los noventa afectaba sociedad y cultura, esta crítica británica destaca causas de esa situación acuciante que son escamoteadas por Valdés, apareciendo fugazmente mencionadas y constituyendo parte de un discurso demasiado desgastado según la novela. La cita anterior, aludiendo sarcásticamente al "período especial", es prácticamente la única referencia directa, aparte de la mención en la dedicatoria ("A mi hija Attys Luna, que nació en período especial"). Entre 1990 y 95, en términos de Davies, Cuba pasó por uno de los periodos más críticos de sus cien años de independencia cuando, después de la caída del bloque soviético en 1989, acabó la ayuda económica y el bloqueo impuesto por Estados Unidos desde 1960 se estrechó aún más. "Over those five years" –agrega-- "Cuba experienced 50 per cent collapse in national output... The Cuban population underwent conditions (acute shortages of all materials, foodstuffs and energy) not unlike those experienced in a war zone. Recovery began in 1994 and has since strengthened due to a gradual opening up of a market economy, foreign investmen and tourism" (222). [nuestros subrayados]

Particular atención merece en el contexto de La nada cotidiana una focalización en el relato de la relación patológica de la protagonista con su primer marido, apodado "El traidor", símbolo espérpentico de la revolución quien "...no se contentaba con ser un hombre de pensamiento, también se describía como un hombre de acción, un Rambo del comunismo, un machista leninista" (59); tanto como una focalización en el personaje del padre, un revolucionario quien, paulatinamente, revela marcados rasgos de machismo, racismo u homofobia. Simbolizados respectivamente en estos personajes, se busca desenmascarar unos discursos proletario e intelectual-revolucionario-machista como estrategia para su deconstrucción. Valdés identifica discurso patriarcal/discurso político hegemónico en estos personajes, que se presentan en la novela como metonímicos de la revolución. Esa identificación donde convergen valoraciones tanto genéricas como político-ideológicas, va más allá de un enfoque feminista. Coincidimos con Nelly Richard quien afirma la necesidad de aplicar unas "teorías lo más flexibles y abiertas posibles a la multiplicidad articulatoria de las diferencias: teorías para las cuales lo femenino no sea un término absoluto. . . sino una red de significados en proceso y construcción que cruzan el género con otras marcas de identificación social y de acentos culturales" (742).

En todo caso, la realidad subtextual de la novelística de Valdés se ve debilitada a la luz de evaluaciones críticas sobre la situación de la mujer en Cuba, como la de Luisa Campuzano, voz de la periferia en relación al mercado occidental donde se lanza la obra de la exiliada:

En Cuba muy distintamente de lo sucedido en otras partes, la progresiva transformación de la mujer se produjo en el contexto de un cambio revolucionario que nunca tuvo como objetivo prioritario a las mujeres, sino la modificación radical de la estructura política y económica del país, a la que todo se subordinaba, y para la cual la categoría operativa fundamental era la de clase y no la de género; y las tácticas inexcusables, la igualdad y la unión, no la diferencia (7). [nuestros subrayados] La perspectiva occidental de Davies, quien recuerda que en Cuba la situación legal de las mujeres era ya favorable en los años 50 aunque resultaba difícil erradicar actitudes machistas profundamente arraigadas, tanto en el nivel familiar como público, actúa como catalizador entre esos dos discursos. Los socialistas, según agrega, consideraban el feminismo como un fenómeno de la clase media blanca que no tenía nada que hacer en Cuba. El énfasis en la moralidad desde el comienzo resultó en una revolución orientada hacia el hombre. La política de la revolución con respecto a las mujeres, concluye Davies, era profundamente contradictoria (118-119).

Te di la vida entera (1996) se caracteriza por una frecuente hiperbolización de situaciones de la vida cotidiana cubana y sobre todo, habanera, que culminan en un discurso absurdo que abusa de motivos escatológicos y pornográficos. Asimismo, la novela está pautada por permanentes disgresiones que, como afirma Chet Halka, "descentran al lector." (2) A la intertextualidad o intratextualidad literaria y cinematográfica, se suma, más recurrente aún, la de letras de guarachas, rumbas, mambos, incluso de algún tango y, sobre todo, de boleros (cada capítulo presenta como acápite versos provenientes de alguna de estas formas musicales), fenómeno que proliferó en la novelística latinoamericana de la segunda mitad del siglo XX. Ejemplos de este tipo pueden ser La guaracha del macho Camacho; Arráncame la vida (Angeles Mastretta); Boquitas pintadas (Manuel Puig) o De dónde son los cantantes (Severo Sarduy). (3) El argumento mismo de Te di la vida entera se articula a "ritmo de bolero" y a modo de melodrama --la protagonista "ruega a la periodista que escriba su vida para una telenovela, pero tiene que quedar como las que hacen los brasileños..." (360)--, con reminiscencias de Cae la noche tropical, de Puig.

Una narradora en tercera persona --o segunda, cuando entra en disputa con la voz de su conciencia, apodada Pepita Grillete y diacríticamente destacada--, afirma transcribir, a manera de medium, el relato que le dicta el cadáver de María Regla, hija de Cuca Martínez, heroina de la historia. La excepción son los Capítulos Cuatro y Cinco --entre los que se establece un contrapunto-- donde los protagonistas, Cuca y "el Uan", asumen respectivamente la narración bajo la forma de monólogo interior. La heroina es una guajira llegada a la capital, quien se emplea como doméstica en una casa de La Habana Vieja, en la que se relaciona con una pareja de mujeres (Mechunga y Puchunga) con quienes hará amistad a lo largo de los años. Una noche, en el club nocturno "Montmartre", Cuca conoce al amor de su vida, "el Uan" Pérez, a quien sólo vuelve a ver después de ocho años, ocasión en que queda embarazada de María Regla. "El Uan", individuo vinculado con una familia de mafiosos, emigra a Nueva York en el año del triunfo de la revolución, dejando a Cuca un billete de un dólar con un número clave, que volverá a buscar después de treinta y seis años, a lo largo de los cuales la protagonista cría a su hija y espera el reencuentro, de cara al mar --el cual presenta un simbolismo plurisémico en las novelas de Valdés, que va de libertad a prisión, de vehemencia a paz, y así sucesivamente. En el desenlace, Cuca enloquece y es transportada a su pueblo natal, Santa Clara, por los mismos agentes estatales que destierran al "Uan", separándolos esta vez para siempre. María Regla llega al pueblo a entrevistarla como periodista, sin que su madre la reconozca, y de este encuentro resulta el relato que la primera dicta a la narradora de Te di la vida entera.

Un eje estructura la novela en dos secciones bien definidas: antes y después de 1959, año de la concepción de María Regla, de la desaparición prolongada de "el Uan" --quien reaparece oportunamente durante el "período especial" alardeando de su holgura económica-- y del triunfo de la Revolución cubana, todo lo cual conforma la cuenta de "desgracias" de Cuca generando, en la segunda sección de la novela y desde el punto de vista de la narradora, el mismo tipo de discurso político parcial, satírico, escéptico y corrosivo que se analiza en La nada cotidiana:

Lo demás ocurrió muy rápido. Como una pesadilla insoportable, en la cual no se cesa de caer, y caer, y caer. En seis meses, él obtuvo mucho más dinero. Al siguiente día, lo perdió. Para colmo, triunfó la revolución. De contra, ella salió embarazada. Sin dejar huellas, él volvió a escabullirse; esta vez se fue por un período más largo. Todo eso en seis meses, de un golpe (94). [nuestro subrayado] Sin embargo, a diferencia de La nada cotidiana, donde el contradiscurso "iluminador" se articula en la narración de la protagonista, Patria/Yocandra, hija de un proletario-machista-homofóbico y metonimia de la revolución, y de una madre que lo sigue, en Te di la vida entera esa pirámide familiar se ve ideológicamente invertida. Es María Regla, la hija, quien sustenta fervorosamente la dialéctica revolucionaria durante buena parte de su vida. En contraste, el padre, cuya huida se confunde a veces en la novela con exilio político, es un oportunista corrupto e inmoral, quien no simpatiza con el régimen y llega a emitir un discurso sobre Martí que quiere ser desmitificador, pero resulta en la absoluta irreverencia. "Nunca más la vi", afirma "el Uan" en su monólogo interior refiriéndose a Cuca, "ni le escribí siquiera. Sé que tengo una hija preciosa, pero con ínfulas de comuñanga. Soy el padre de una bastarda roja que se avergüenza de mí porque le han ido con el cuento de que soy un vendepatria" (143). [nuestros subrayados]

Cuca Martínez por su parte oficia de puente entre padre e hija, involucionando ideológicamente desde cierta militancia inicial algo comprometida, hacia un discurso contrarrevolucionario equiparable al de Patria/Yocandra: "Escuchaba discursos, partes heroicos, entrevistas políticas, himnos, noticieros. . . . Se cumplía el primer aniversario de la entrada de Talla Extra Larga en La Habana. Todo era efervescencia, júbilo, fiesta, desazón, alegría, jodedera. ¡Cómo cambió después esa realidad, para sacrificio, matazones, carencias, resingaciones!" (102).

El contradiscurso anunciado en la síntesis vital antes citada, se articula desde el Capítulo Cuatro --eje del discurso político en la novela cuyo acápite son los populares versos: "Se acabó la diversión,/ llegó el Comandante,/ y mandó a parar..."--, donde Cuca asume la narración. En este capítulo, la narradora-protagonista arremete contra Fidel con un discurso bastante "pedestre" (usando el término de Capote), acusándolo de principal responsable de las carencias domésticas, entre otras tantas:

A Talla Super Extra le andan diciendo "la cebolla": por su culpa las mujeres cubanas lloran en las cocinas. Se darán cuenta de que unas veces Talla es Extra, y otra es Super Extra Larga; depende del volumen, del peso, de las medidas, con que él asuma las responsabilidades o acontecimientos del momento. Para seguir en mi rutina, y entrar en talla, entallar la comida, que es lo que tengo que resolver ahora mismo, ya, y no la baba política. ¿Qué cocinaré, Virgencita? (97-8) A continuación, más en una descarga que en un discurso político-literario coherentemente articulado, se arremete contra la estructura del sistema económico y, como en La nada cotidiana, las referencias al bloqueo se escamotean y las menciones a la crisis como consecuencia del período especial, si aparecen, resultan por demás sarcásticas. Se arremete asimismo contra el sistema social, reestructurado en nuevos estratos socio-políticos en la novela: "los dirigentes, la diplogente, los disidentes, los indigentes. . . . los sobrevivientes" (348); contra los latinoamericanos solidarios con Cuba --los "turistas ideológicos"--; por fin, contra los incuestionables sistemas sanitario y educativo cubanos.

Al concluir, cabe agregar que si en el orden discursivo no podemos hablar de neutralidad en lo que respecta a género como se vio en el análisis de La nada cotidiana, tampoco se puede neutralizar los registros sociales o políticos. Sin embargo, la búsqueda de neutralización discursiva es estrategia recurrente en estas novelas de Valdés, al pretender un acento discursivo parcial en la textualización de una realidad complejísima en todos sus niveles, como lo es la cubana. El escamoteo de información socio-económica y política clave, y la congelación de un discurso revolucionario que se autodefine dialécticamente por su constante cambio --aun por intensas crisis conducentes a su renovación-- constituye otra constante en esta narrativa. Respecto al cambio de registro de un primer discurso de carácter lírico-onírico en los ochenta al de las novelas del exilio de mediados de los noventa, Zaida Capote abre una polémica con su interrogante acerca de si se trata del resultado de una experiencia de exilio o, si el que nosotros consideramos un discurso antirrevolucionario estereotipado, responde por el contrario a una experiencia de mercado.



Notas

(1). Recibe el Premio de Novela Breve "Juan March Cencillo" por La hija del embajador y es finalista del Premio Planeta por Te di la vida entera.

(2). "La escritura de Zoé Valdés se hace ligera, a ritmo de bolero, con un lenguaje de tono popular en el que saltan a cada tanto frases hechas, refranes y diversos juegos de palabras que en ocasiones caen en usos costumbristas bastante inútiles. Pero además, la autora utiliza con frecuencia un discurso disgresivo con la intención de hacer ciertas interpolaciones en las que verter sus opiniones y sus nostalgias sobre la ciudad lejana. Así aparecen largas e innecesarias recetas de cocina, opiniones sobre el mismo oficio de escribir y páginas en que se opina sobre la revolución cubana. Claro que a Zoé Valdés a veces se le va la pluma y convierte esas páginas de la novela en un alegato contra el régimen castrista" (De La Peña 7).

(3). Zaida Capote encuentra un homenaje a esta novela de Sarduy en los personajes de Te di la vida entera.



Bibliografía

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Halka, Chet. "Some Decentering Techniques in Zoé Valdés Te di la vida entera." Trabajo presentado en "The Twentieth Annual Cincinnati Conference on Romance Languages & Literatures" (EE.UU, Mayo del 2000).

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