Margo Glantz
Universidad Autónoma de México
Hacia 1984, Carlos Monsiváis escribió "¿A quién convence el juego de las décadas?", y sin querer delinear una síntesis superficial de la década más década del siglo, la de 1910, por que sería "demasiado frívolo o cómodo usurpar su memoria totalizadora", sintetiza en breves frases lo que para él fueron sucesivamente las décadas del veinte y del treinta antes de pasar a analizar la que fue motivo del folleto que comento y se intitula De qué se ríe el licenciado( una crónica de los años 40):
Sabemos ahora, gracias a la edición que en 1982 publicó Rolf Tiedemann de París, Capital del siglo XX que Walter Benjamin había coleccionado una cantidad prodigiosa de citas que debían jugar una función preponderante en su libro, hablar casi por sí solas, mientras la teoría y la interpretación propiamente benjaminianas "debían permanecer modestamente en la periferia". Siento que esta es la única opción que tengo -toute proportion gardée en relación a la obra del filósofo alemán muerto en 1940-, si pretendo decir algo coherente sobre Carlos Monsiváis, decirlo a él como él mismo se dice, para lo cual he escogido algunos fragmentos relacionados con un tema reiterativo en su obra, podría condensarse en una frase, la que da título a uno de sus últimos textos, Los rituales del caos, como si nuestro país pudiese entenderse y definirse como una versión nacional del Apocalipsis, versión enunciada a manera de parábola bíblica en su Catecismo para indios remisos, aunque siempre presente de manera indirecta en la obra de Monsiváis, por ejemplo en los titulares o comentarios que preceden o interrumpen las noticias de su ya legendaria columna "Por mi madre bohemios": "Alas, poor Yorick, dejad que los muertos desentierren a los muertos. Y no se los estorbéis porque de ellos es el reino del subsuelo".
En la versión que tengo de la Biblia leo un comentario piadoso, antecede el libro del Apocalipsis, protege a sus lectores:
En el texto intitulado "Los días del terremoto" que abre el libro Entrada libre, crónica de la sociedad que se organiza de 1987 la crónica es literalmente "un collage de voces, impresiones, sensaciones de un largo día":
Y digo lo que miré en el primer día del milenio tercero de nuestra era... Y vi una puerta abierta, y entré, y escuché sonidos arcangélicos .... y vi la ciudad de México (que ya llegaba por un costado a Guadalajara y por otro a Oaxaca) y no estaba alumbrada de gloria y de pavor, y si era distinta desde luego, más populosa, con legiones columpiándose en el abismo de cada metro cuadrado, y video-clips que exaltan a las parejas a la bendición demográfica de la esterilidad o al edén d los unigénitos, y un litro de agua costaba mil dólares, y se pagan por meter la cabeza unos segundo en el tanque de oxígeno, y en las puertas de las estaciones del Metro se elegía por sorteo a quienes si habrían de viajar... Y había retratos de la Bestia y de la Ramera, y el número era el 666, pero comprendí que no estaban allí para espantar, sino con tal de promover series especiales, y busque en vano las señales, o los arcos celestes, los tronos que emitían relámpagos, los mares de vidrio, los animales tan poblados de ojos que parecían sallas de monitores, los libros de siete sellos. Sólo encontré los signos de plagas, muerte, llanto y hambre, pero no eran muy distintos a los anteriores, a los por mí vividos, más temibles porque recaían sobre más gente, pero hasta allí...
Y me alarmé y pregunté ¿qué ha sucedido con profecías y prospectivas? ¿Dónde almacenáis el lloro y el crujir de dientes, y los leones con voz de trueno que esparcen víctimas como si fuesen volantes, y el sol negro como un saco de cilicio, y la luna toda como de sangre, y las estrellas caídas sobre la tierra. ¿dónde se encuentran? ¡No pretendáis escamotearme el Apocalipsis, he vivido en valle de sombra de agonía aguardando la revancha suprema de los justos, hice minuciosamente el bien con tal de ver a los fazedores del mal reprendidos a fuerza de fuego y de tridentes y cesación del rostro de Dios! ...
Y en ese instante vi el apocalipsis cara a cara. Y comprendí que el santo temor al Juicio Final radica en la intuición demoníaca: uno ya no estará para presenciarlo. Y vi de reojo a la Bestia con siete cabezas y diez cuernos, y entre sus cuernos diez diademas, y sobre las cabezas de ella nombre de blasfemia. Y la gente lo aplaudía y le tomaba fotos y videos, y grababa sus declaraciones exclusivas, mientras, con claridad que había de tornarse bruma dolorosa, llegaba a mí el conocimiento postrero: la pesadilla más atroz es la que nos excluye definitivamente. (pp. 248-250)