Estudio de un espacio imaginario: "Las fiestas galantes" (I)
 
 

Leda Schiavo

University of Illinois at Chicago




En este trabajo me propongo, en primer lugar, deslindar los elementos que configuran el espacio-tiempo imaginario de las llamadas "fiestas galantes"; en segundo lugar, intentaré una interpretación de su significado y cómo este evoluciona desde su configuración en el siglo XVIII a su revival en la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX. Dentro de esta trayectoria me voy a referir, principalmente, a Antoine Watteau, el pintor de las fiestas galantes, y más brevemente a Paul Verlaine, que publicó su libro de poemas con ese título en 1869; a Rubén Darío, que merodea el tópico (1) en varias oportunidades pero principalmente en Prosas profanas; y a Valle-Inclán, que lo reelabora en varias de sus obras y, especialmente, en La Marquesa Rosalinda.

El tópico de las fiestas galantes se relaciona con el mito del paraíso y la edad de oro; la cantidad de elementos que engloba explica el poder de fascinación que ha ejercido en artistas del siglo XVIII, XIX y XX. Naturalmente se puede hacer su prehistoria y rastrearlo desde la antigüedad a través de la literatura pastoril y las distintas manifestaciones del llamado amor cortés o, en la pintura, relacionarlo con el tópico del “jardín del amor” o las escenas de fiestas al aire libre con personajes diversos, como sucede en el cuadro de Giorgione titulado "Fiesta campestre" o en "El jardín del amor" de Rubens. Tal como cristaliza en el siglo XVIII, en el teatro y en la pintura, la fiesta galante puede seguir dos tradiciones. La primera, relacionada con el tópico del “jardín del amor”, representa una reunión para el goce sexual o sensual al aire libre, en contacto con la naturaleza. Participan personajes de diversas jerarquías: nobles con hermosas vestimentas, a veces disfrazados de pastores; personajes de la commedia dell'arte con sus trajes característicos; abates -o personas que llevan esa vestimenta, como podían hacerlo los estudiantes- y también músicos y animales domésticos. Elmundo clásico y el Renacimiento están aludidos con la presencia de los dioses y semidioses paganos y con la recreación del mundo de la literatura pastoril. La segunda tradición, que sigue el tópico del viaje a Citera, la isla de Venus, suele tener como escenario la orilla de un mar o de un río, con parejas a punto de embarcarse hacia o desde la isla y pueden o no repetirse los motivos que aparecen en el “jardín del amor” o locus amoenus: estatuas, instrumentos musicales, etc.

La característica más evidente del tema de las fiestas galantes es la hibridez, la mezcla, la superposición de tiempos, de estilos, de géneros, de máscaras, de sentimientos. De ahí la fascinación que ha ejercido en los receptores, sobre todo en la elite del poder, el dinero y/o la inteligencia. Algunos críticos han visto sólo la parte alegre, placentera, luminosa. Otros, el lado oscuro: acentúan lo que hay de melodramático, la mirada triste de los personajes, el lado melancólico de la libertad sexual, el ocultamiento de la máscara. En todo caso, las sucesivas lecturas convienen en que las fiestas galantes representan un mundo dual, un mundo escindido, lectura que también se ha hecho de la obra de Verlaine, Darío y Valle-Inclán. El tema de las "fiestas galantes" suscita diversos problemas teóricos: desde la problemática de las relaciones entre las artes ya aludida y las transposiciones de arte, hasta problemas técnicos de espacio pictórico; o problemas del verso, como el de la melodía, el ritmo y la rima -que expone, por ejemplo, Darío en el prólogo a Prosas profanas-; o la idea del arte que subyace en las obras; o la relación del artista con su obra -recordemos el famoso Gilles de Watteau, recreado por Lugones.

Hay toda una constelación de problemas que pueden llevarnos también a disquisiciones sobre estilos y escuelas literarias: es decir, de qué manera coliden en los autores de las fiestas galantes el barroco, el rococó, y el neoclasicismo; y más tarde, en el siglo XIX, el parnaso y el simbolismo. Y el problema de la parodia, el gusto por el pastiche, lo apócrifo, programáticamente expuesto en "Divagación" de Darío: "amo más que la Grecia de los griegos la Grecia de la Francia", con lo que el poeta convierte el siglo XVIII en un tiempo mítico. Hay también en la temática de las fiestas galantes un juego de contraposiciones que vale la pena exponer. Son las oposiciones: orden/desorden, o lo apolíneo y lo dionisíaco (Darío habla de lo pánico y lo apolíneo); naturaleza/cultura; arte/artificio; libertad/reglas; amor libre/amor codificado; jardín inglés/jardín francés; diurno/nocturno; masculino/femenino; cristianismo/paganismo; corte/aldea; razón/sentimiento; éxtasis/melancolía; ocultamiento/exhibición; eterno/efímero y una cantidad de subtemas relacionados: el disfraz, la máscara, el transvestismo, el carnaval, el payaso; la isla, el agua, la fuente; el viaje- el viaje a Citera-, el peregrinaje (se usa esta palabra en obras de teatro y en títulos de cuadros; en los citados de Watteau los personajes van con el bordón del peregrino, con todo lo que tiene de simbolismo religioso); la fiesta, el juego; la demonización de la mujer; y lo que sugieren los dioses y semidioses griegos: Dioniso, Venus, Hermes, Pan, y el cortejo de sátiros y ninfas.

Con el nombre de fiestas galantes el tema se consolidó en el siglo XVIII, sobre todo con la fama de Watteau en la pintura y de Marivaux en el teatro en verso. Ellos son los máximos representantes del género, pero es necesario recordar que fueron precedidos y acompañados de toda una constelación de nombres menores que inciden en el tema, tanto en la pintura como en el teatro. En el llamado teatro de la Feria francés, que recogió la tradición de la comedia del arte (2), y en la Ópera, se representaban obras relacionadas con el tema de las fiestas galantes. Queda constancia de que en 1698 se representó en la Ópera un ballet con este título. La moda sigue en auge cuando nos acercamos al Peregrinaje: Pèlerins de Cythère, de Fuzelier,en la Foire Saint Laurent (1713), Les Pèlerins de Cythère de Letellier (1714), Les amours de Cythère de Charpentier (1715) (3)

En la época de la Regencia de Felipe de Orléans, entre el reinado de Luis XIV y de Luis XV, hubo una estrecha unión entre las artes, lo que se revela en diferentes niveles: amistades entre artistas, temáticas comunes, colaboración de pintores en escenografías, de obras musicales y músicos en el escenario, etc.; de alguna manera la prefiguración de la obra de arte total wagneriana. El mismo Watteau trabajó pintando escenografías en el teatro de la Ópera al llegar a París. De los famosos cuadros "Peregrinaje a la isla de Citera" y "Embarque para Citera" de Watteau (el primero en el Louvre, el otro en Berlín, Castillo de Charlottenburgo) se ha afirmado que eran una ilustración de la comedia Les trois cousines de Dancourt, estrenada en 1700 y publicada en 1709; también se afirmó que podían ser una ilustración de la comedia-ballet La veneciana de de la Barre, de 1705. Este interés por la fusión entre las artes puede estudiarse en todos los autores a los que me referiré más adelante. Además de la presencia de lo teatral y de la música en los pintores de las fiestas galantes hay que notar la importancia que tiene el baile, que aparece como tema en los cuadros de Watteau, aparte de que hay comedias bailadas con temática vinculada a las fiestas galantes: las comedias-ballet del siglo XVIII, como La veneciana, que acabo de citar (4).

Watteau tuvo la virtud de dar nueva vida a tópicos ya establecidos, de provocar la imaginación de la posteridad, creando mitos que parecían nuevos, con elementos tradicionales de la imaginación literaria y pictórica. Watteau pintó el Peregrinaje para ingresar en la Academia,ingreso que se hizo efectivoel 28 de agosto de 1717. Watteau había sido aceptado como candidato cinco años antes, el 30 de julio de 1712, pero fue retrasando la presentación del morceau de réception, lo que por fin hace tras sucesivos reclamos. Contra la costumbre, la Academia no le había fijado un tema y, también contra la costumbre, es posible que Watteau no haya presentado previamente un boceto del trabajo. Cuando por fin presentó la obra, esta fue registrada con el título Le Pèlerinage à l'isle de Cythère, pero este título está tachado en el registro y una corrección de la misma mano escribió "Une feste galante" (5). Desde 1717 el cuadro permaneció en la Sala de Juntas de la Academia y en 1795 entró en la colección del Museo del Louvre; hasta 1869 fue la única obra de Watteau exhibida en el museo. Las pinturas de Watteau se conocieron, principalmente, por los grabados que, tras la muerte del pintor, mandó hacer Jean de Julienne; en esta colección apareció con el título de L’Embarquement pour Cythère, la segunda versión de la obra, que hoy se exhibe en el Museo de Charlottenburgo.
 

Watteau es el iniciador oficial y el máximo representante del género “fiestas galantes” en pintura. Conocemos tres cuadros con el tema del viaje a la isla de Citera (los citados y L’isle de Cythere, en Frankfort) y unos cincuenta que pueden considerarse dentro del tópico de las “fiestas galantes”, pintados entre 1712-1713 y 1717. La mayoría representa a parejas entregadas a diferentes actividades lúdicas, en un paisaje idílico, un parque inglés o una terraza. En algunos cuadros aparecen personajes de la comedia del arte junto a damas aristocráticas; en general no representan una escena específica de teatro -aunque algunas han sido identificadas-, sino más bien parecen usar disfraces para participar en una fiesta galante que tiene lugar en un parque. También hay escenas de baile (Les plaisirs du bal, La danse paysanne) y músicos (L’Enchanteur, La leçon d’amour, Les charmes de la vie). En algunas obras se mezclan personajes rústicos con nobles , lo que podría considerarse una alegoría del amor en cuanto este afecta a todas las clases sociales. Los personajes rústicos se identifican claramente como pastores y pastoras en algunos cuadros como Les bergers y Le plaisir pastorale transformando así el escenario en una explícita referencia a la Arcadia.

A Watteau no le interesa pintar la realidad, sus parques no son reconocibles, salvo cuando reproduce el parque del castillo de Montmorency en La perspective, pero aún así no intenta copiar sino dar su versión de lo que ve. Algunos parques tienen estatuas que suelen ser más claramente voluptuosas que los seres humanos (Plaisirs d’amour, Reunion en plein air, Divertissements champêtres). Es interesante señalar que Watteau comete deliberados anacronismos al mezclar trajes del siglo XVII y del siglo XVIII, o vestir a algunos personajes con atuendos fuera de la moda de su época, lo que puede leerse como una voluntad de hacer un homenaje intertextual, al intercalar personajes de la pintura veneciana o flamenca, como por ej. el niño negro o los músicos que aparecen en Les plaisirs du bal (6). Es probable que Watteau haya perdido, con los años y el éxito de sus fiestas galantes, interés en seguir con el tema; esto explicaría que Jean-Bautiste Pater, su discípulo, comenzara en 1718 a pintar à la Watteau (Posner, 181). Otro discípulo fue Nicolás Lancret (1690-1743), que entró en la Academia dos años después de Watteau, en 1719; fue también reconocido como pintor de “fiestas galantes”, pero la Academia no usó esta categoría después de Lancret. El género llegó a ser muy popular y tanto Pater como Lancret firmaron “Watteau” sus obras, cosa que no había hecho el maestro, quien no firmaba ni fechaba ni daba título a sus pinturas. La mayoría de los títulos de las obras de Watteau se atribuyen a Jean de Julienne, el recopilador de los grabados del Recueil Julienne. En cuanto a los sucesores de Watteau, podemos decir que despoetizan el tema, abriendo la puerta a la pintura galante sin magia, en la que no es necesario imaginar nada, casi siempre en escenarios interiores con escenas de alcoba (7). A Watteau le interesa la percepción del instante, el momento en que algo está por iniciarse, ya sea una mirada, una conversación o un abrazo. Y quizás lo más importante es la armonía que logra entre las figuras humanas y el paisaje, tanto por medio del dibujo como del color.

¿Es Watteau un pintor licencioso, relacionado con el libertinaje de la época o no?(8) ¿Qué concepción del amor, si hay alguna, reflejan los cuadros de las fiestas galantes?  A Philippe Minguet (p. 186) la obra le parece casta, y cita en la misma línea las historias del arte de Faure y Hautecoeur. Sin embargo, Posner pone en evidencia la simbología marcadamente erótica de Watteau desde los primeros cuadros (p. 106), con símbolos que remiten al acto sexual y a los genitales. Podría pensarse que Watteau ilustra un concepto que Platón pone en boca de Diótima en El banquete (202 d y ss.), según el cual el amor es el “gran demon” que está en el medio de los dioses y los hombres estableciendo la unidad del universo; el amor es el syndemos, vínculo o nudo entre el microcosmos y el macrocosmos y “llena el espacio entre ambos, de suerte que el todo queda unido consigo mismo como un continuo”. Tal es la impresión de armonía del todo que provocan los cuadros de Watteau, pero sólo podemos especular sobre la teoría del amor que estos podrían exponer, ya que la interpretación en profundidad del tema de sus cuadros es uno de los puntos más discutidos de su obra; como sucede con todo gran autor la obra es polisémica y susceptible de infinitas lecturas.

La fama de Watteau está ligada al tema de las fiestas galantes. En vida, poca gente importante compra sus cuadros. Poco antes de su muerte prematura -murió tuberculoso a los 36 años- comienza su fama, pero sólo después de su muerte alcanza renombre internacional. Fue entonces cuando Federico de Prusia hizo comprar varias obras para su palacio de Berlín y Catalina II de Rusia mandó comprar todos los cuadros que se pudieran encontrar. Hacia 1750 el arte de Watteau comienza a parecer amanerado y tanto Voltaire (Temple du goût, 1731) como Diderot lo menosprecian (9). Watteau es considerado el pintor del Antiguo Régimen, y después de la revolución de 1789 el Peregrinaje estuvo a punto de ser destruido por los estudiantes de arte; tuvo que ser retirado de exposición entre 1810 y 1816. El catálogo de 1984, la primera exposición internacional que exhibió en París, Washington y Berlín toda la obra reunida, comienza diciendo que Watteau es el pintor francés que más atención ha merecido de la crítica, refiriéndose en especial al último siglo y medio, en el que poetas, músicos y críticos muestran su fascinación por la interpretación de su obra. Su temática o su interpretación literaria y musical habían producido más interés, hasta el impresionismo, que su técnica pictórica (10) A lo largo del siglo XIX Watteau es redescubierto por los autores que más influencia tuvieron en las generaciones de fin de siglo.Théophile Gautier, Gerard de Nerval, Víctor Hugo, Arsène Houssaye, los Goncourt, Verlaine, Charles Baudelaire admiran su universo simbólico, al que interpretan, en general, adaptado a su sensibilidad y teñido de melancolía. Théophile Gautier, el artífice de las transposiciones de arte, y un autor tan venerado por decadentistas, simbolistas y modernistas por su defensa del arte puro,tiene un poema titulado “Watteau” escrito en 1838, del que citaré un fragmento:

(...)
Rien n’etait vert sur la plaine sans borne,
Hormis un parc planté d’arbres très vieux...
Je regardais bien longtemps par la grille, 
C'etait un parc dans le goût de Watteau:
Ormes fluets, ifs noirs, verte charmille, 
Sentiers peignés et tirés au cordeau.
Je mén allais l' âme triste et ravie;
En regardant j’avais compris cela,
Que s’étais près du rêve de ma vie,
Que mon bonheur était enfermé là. (11)

Gautier desarrolla los temas del caminante solitario y melancólico y el “parque viejo”, especie de lugar común, más tarde, del modernismo hispánico. El parque que el yo lírico ve a través de la reja parece ser el mundo ordenado de la creación artística, mundo en el que el hablante cifra su felicidad. Watteau es el intermediario de la epifanía del yo lírico (12) Las ocasiones en que Gautier se refiere a Watteau han sido rastreadas por Alain Montadon en su ensayo “Gautier et Watteau”. Uno de los fragmentos periodísticos que cita es particularmente interesante porque en él, además de admirar el universo armónico del pintor, se condensa el tema de lo artificial frente a lo natural, tema que derivará en la consideración de la superioridad del arte frente a la naturaleza:
 

Watteau a créé son monde de toutes pièces, monde merveilleux et d’illusion, où le paysage ment tout juste à point pour faire paraître les personnages vrais, où pas une note ne détonne dans sa charmante fausseté, où la nature se mélange au décor d’opéra avec un tact si parfait (13).
 
En 1853 Charles Blanc publicó Les peintres des Fêtes Galantes, libro que tuvo gran difusión. Pero quienes crearon un nuevo espacio para la revalorización del siglo XVIII fueron los Goncourt, con su serie de estudios sobre el tema. El fascículo dedicado a Watteau, publicado en 1860, comienza destacando lo poético de su obra pictórica:
Le grand poète du XVIIIe siècle est Watteau. Une création, toute una création de poème et de rêve est sortie de sa tête, emplissant son Oeuvre de l’élégance d’une vie surnaturelle. De la fantaisie de sa cervelle, de son caprice d’art, de son génie tout neuf, une féerie, mille féeries se sont envolées de son imagination, un monde idéal, et au-dessus de son temps, il a bâti un de ces royaumes shakespeariens, une de ces patries amoureuses et lumineuses, un de ces paradis galants que les Polyphile bâtissent sur le nuage de songe, pour la joie délicate des vivants poétiques (14).
Es notable que en este primer párrafo del ensayo aparezcan tantas palabras clave, emblemáticas del romanticismo que pasaron al simbolismo y el modernismo; las afinidades electivas son evidentes. Verlaine publicó sus Fêtes galantes en 1869, pero había ido adelantando los poemas en revistas desde el año anterior. Es el único libro de Verlaine que tiene unidad y una estructura reconocible. Las poesías están inspiradas en Watteau, aunque se pueden señalar muchas otras fuentes: por un lado, es imposible saber qué cuadros de Watteau o qué grabados sobre sus obras pudo conocer Verlaine (hasta 1869 el Louvre sólo tenía Peregrinaje a la isla de Citera); por otro, entre los poetas que se citan como antecedentes de Verlaine figuran Víctor Hugo, Gautier, Banville, Baudelaire. Es singular que desde la primera composición, titulada "Clair de lune" (15), Verlaine adscribe las fuestas galantes a un régimen nocturno  (frente al diurno de Watteau). En esta poesía Verlaine corrigió el verso noveno, que ahora dice:
Au calme clair de lune.
En la primera versión de la Gazette Rimée (20 de febrero de 1867) decía:
Au calme clair de lune de Watteau
La corrección la hizo Verlaine tras leer un crónica del joven Anatole France, en la que este se preguntaba dónde había visto Verlaine un claro de luna en Watteau (solamente hay un cuadro nocturno (16) de Watteau, se trata del llamado "El amor en el teatro italiano"). Pero ya la "Fête chez Thérèse" de Víctor Hugo, que se cita como antecente del tema de las fiestas galantes, acababa con un claro de luna y Verlaine, Darío y Valle-Inclán nos hablan de fiestas galantes nocturnas. "Es noche de fiesta" dice Darío en "Era un aire suave...". Y Valle-Inclán hace de la luna un personaje en La Marquesa Rosalinda, donde cada una de las tres jornadas de la obra acaban con los versos:

 
La luna, enmascarada en el follaje,
Saca un ojo mirando al comediante,
Como la dueña que seduce al paje
Y deja ver un cuarto de semblante.

M. Faure, en su interpretación sociológica y clasista de las causas del renacimiento de los temas de Watteau a fin de siglo y en la llamada “belle époque”, afirma:

De diurne qu’elle était avant Verlaine, la fête galante devient nocturne. Elle voile la lumière et la réalité. Elle renonce à agir. Le Verlaine des Fêtes galantes n’offre au bout du compte à ses admirateurs que le désespoir et le néant (17).
Hay interpretaciones psicologizantes de las Fiestas galantes de Verlaine, que se refieren implícita o explícitamente a la bisexualidad del autor (18). Susan Taylor-Horrex afirma en su estudio sobre este libro que "En esencia, los poemas de Verlaine tratan el tema del yo dividido. En Fiestas galantes el yo activo frente al yo pasivo".Pierre Martino dice que los poemas traducen la tristeza, la dulce melancolía de Watteau, de la que los Goncourt habían hablado en su estudio, pero luego afirma que es el último libro impersonal de Verlaine, dentro de la tendencia parnasiana, lo que evidentemente es un contrasentido. Antoine Adam, que hizo un estudio psicoanalítico de Verlaine (Le vrai Verlaine, 1936) dice que, entre las frivolidades de Fiestas galantes, Verlaine expresa su inquietud angustiada. Jacques-Henri Bornecque dedicó un libro a la génesis, significado y edición crítica de Fiestas galantes, donde resume la crítica aparecida hasta el momento (1969). El presunto paraíso de las fiestas galantes de Watteau está obliterado en Verlaine por la ironía, el lúcido escepticismo de los enamorados y la presencia inexorable de la muerte.
 
Como acabamos de ver, en la segunda mitad del siglo XIX se produce en Francia un renacimiento del interés en la época prerrevolucionaria. Este renacimiento tiene más fuerza con el surgimiento del concepto literario de decadencia, es decir, con la literatura que primero se llamó decadente y luego simbolista. En esta literatura hay un explícito gusto por lo apócrifo, por el artificio; junto a la revalorización del mundo anterior a la revolución de 1789 hay un desprecio por el burgués y una huida de la moral convencional, una búsqueda de la ambigüedad, y una exploración de los sentimientos, muchas veces irónica (19) Cuando Rubén Darío escribe "Divagación", la segunda poesía de Prosas profanas, señala como lugar y fecha de la composición “Tigre Hotel (Argentina) 1894". Cita expresamente a Verlaine: "Verlaine es más que Sócrates" y "Yo las fiestas galantes busco". Esta poesía tiene estrecha relación con la crónica titulada "Del Tigre Hotel", que el poeta publicó en La Nación el 3 de febrero de 1894 (reeditada por E. K. Mapes):
Cierto es que Pauvre Lélian había preparado mi espíritu con sus mágicas y exquisitas fiestas. A tal punto que al pasar por la terraza, camino de mi habitación, cruza conmigo un espléndido cortejo imaginario.
Tras una cita del primer poema de la colección de Verlaine, Darío sigue citando el universo del libro:
/.../ miro cerca la tropa encantadora de la farsa italiana: el abate que divaga, el marqués que dice a la Camargo un cumplimiento. Canta a mi oído la canción de "los ingenuos" y la sugestiva de los caracoles verlenianos; los fantoches Scaramouche y Pulcinella, gesticulan; la mandolina envía un aire suave, sobre los faunos de mármol y las flores. A Climena digo yo también: ¡Ainsi soit-il! Oigo la conversación de los indolentes; y al cantar de un ruiseñor invisible, me llegan los ecos del más sentimental de los coloquios, del cual solamente la noche y yo escuchamos las palabras.
Es el ambiente del delta del Paraná, con su brillo y su melancolía, el que suscita esta evocación dariana. Un poco antes, el hablante de esta crónica, que es más bien un poema en prosa, había afirmado estar en el hotel "sin nada más que mi Verlaine bajo la luz temblorosa de las lámparas", y que, aburrido, había salido a dar un paseo en barca por el río donde comprendió mejor "la aventura encantadoramente fugitiva de las fiestas galantes". En "Era un aire suave..." se describe una fiesta galante en la que la divina Eulalia, femme fatale, muestra su perversidad con una repetida risa cruel. Otras poesías de Darío, tanto de Prosas profanas como de otros libros, se pueden estudiar en este contexto, para intentar dar un sentido al tratamiento del tema en Darío, que parece relacionarse con su búsqueda de la unidad, de conciliar lo apolíneo y lo dionisíaco, o "ser en la flauta Pan, como Apolo en la lira" ("Palabras de la satiresa") y su deseo de ambigüedad: "con Verlaine ambiguo". Darío oscila en su temática entre la búsqueda desenfrenada del placer y la angustia que le produce el misterio de la existencia. Tanto Darío como Valle-Inclán incorporan al dios Hermes en sus fiestas galantes. El dios bifronte, el que mira hacia el pasado y hacia el futuro, el intérprete de los dioses y el conductor de las almas de los muertos, el dios de las ciencias herméticas, también el hermafrodita. Darío dice en "Divagación", una poesía de exaltación de lo dionisíaco ha perdido su imperio el dios bifronte pero está claro que no es así, pues lo que Hermes representa está vigente en el libro, pensemos sólo en el "Coloquio de los centauros" y en "Cantos de vida y esperanza" donde pasamos del espacio imaginario de las fiestas galantes a la idea de la selva sagrada, con la búsqueda de "la armonía del gran Todo". Hermes está en el jardín dieciochesco de La Marquesa Rosalinda: Reina en los parques Hermes bifronte (v. 646). Toda esta "farsa sentimental y grotesca", en la que se recrean los personajes y los temas de las fiestas galantes, es un juego de contraposiciones entre lo apolíneo y lo dionisíaco.

Lo que separa a Verlaine por un lado y a Darío y Valle-Inclán por otro es la lectura de El nacimiento de la tragedia de Nietzsche, obra que es, fundamentalmente, una disquisición sobre los elementos racionales e irracionales en el arte. Por otro, las lecturas ocultistas, que hacen concebir a Darío y a Valle-Inclán un universo en el que el cuerpo humano y el acto sexual actúan como mediadores para penetrar el enigma de la creación y lograr la unión con el Todo. Para ellos las fiestas galantes son el espacio-tiempo imaginario en el que se celebra la batalla entre la razón y la pasión, entre lo apolíneo y lo dionisíaco. A lo largo de dos siglos, la recurrencia del tema y los personajes de las fiestas galantes muestran la evolución de la sensibilidad moderna. En Valle-Inclán, las diferentes manifestaciones del tema pueden estudiarse a lo largo de su obra, desde sus primeros cuentos hasta, por lo menos, Divinas palabras. Y por supuesto, en sus contemporáneos y en las generaciones posteriores. En diacronía o sincronía, el estudio de las fiestas galantes ofrece provocadoras facetas que me propongo indagar en próximos estudios.


 
 
 
Notas


(1). El tópico de las fiestas galantes es una estructura que se repite con motivos casi idénticos. Si el tópico impregna toda la obra, podemos llamarlo tema, lo que hago a veces durante el trabajo. Hago propias las afirmaciones de Theodore Ziolkowski, Varieties of literary thematics, Princeton University Press, 1983: "Increasingly, however, many have begun to appreciate that themes, motifs, and images constitute an important link between the literary work and the social, cultural, and historical contexts in which a post-formalist age now again insists on apprehending the work of art" p. ix. The thematic study of literature inevitably becomes a comparative study of literature", p.xi
(2). Teatro al aire libre que se daba durante las ferias: la Foire Saint-Germain, durante del otoño y la Foire Saint Laurent durante la primavera. El teatro de los comediantes italianos fue prohibido por Luis XIV entre 1697 y 1716, pero las compañías de los teatros de la Feria se apropiaron de las máscaras de la comedia del arte.
(3). cfr. Tomlinson, 1981, pp. 110-126 y 174.
(4). En el teatro de la Feria se permitió desde 1708 cantar y bailar, con lo que nació la ópera cómica.Tomlinson sostiene que Watteau reproduce, en muchos de sus cuadros, escenas del teatro de la Feria. Cfr. Robert Tomlinson, "Fête galante et /ou foraine. Watteau et e", en Grasselli, Watteau...
(5). La Academia consideraba como máxima categoría la pintura de temas históricos, y en una categoría menor, la pintura de género. Al no considerar obra histórica al Peregrinaje, se crea un género especial para Watteau como una distinción especial. Esta es la tesis de Christian Michel en "Les Fêtes galantes: peintures de genre ou peintures d’histoire?"(Moureau, 1987, pp 111-112)
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(6). Parecidos anacronismos y homenajes intertextuales reaparecen en La Marquesa Rosalinda. Cfr. Leda Schiavo, "Tradición literaria y nuevo sentido en La Marquesa Rosalinda", Filología, XV, 1971-1972. Reeditado en Actas del IV Congreso Internacional de Hispanistas, vol. II, Salamanca, 1982, pp. 611-616.
(7). No se puede dejar de mencionar la enorme difusión de los personajes de las fiestas galantes en las artes menores, la porcelana, por ejemplo. Juan J. Luna cita una reproducción de Lorgneur hecha por la Manufactura Real del Buen Retiro (Moureau, 1987, p. 288). Valle-Inclán hereda de Darío y otros autores la afición a construir un museo en sus obras, un museo dieciochesco de tapices y porcelanas, en este caso: "El salón era dorado y de un gusto francés. Amorcillos con guirnaldas, ninfas vestidas de encajes, galantes cazadores y venados de enramada cornamenta poblaban la tapicería del muro, y sobre las consolas, en graciosos grupos de porcelana, duques pastores ceñían el florido talle de marquesas aldeanas. "Sonata de Primavera, ed. Elianne Lavaud, Clásicos Castellanos, 38, Madrid, Espasa, 2000, pp. 136-7. Estas figuras, en el siglo XIX, reaparecen como fetiches culturales en los papeles que se ofrecen en los periódicos para empapelar cuartos de lorettes ( Jones, 14).
(8). Plantea el tema, lleno de incógnitas, François Moureau, en "Watteau libertin?", cfr. Moureau, 1987, pp.17-22. Es curioso que nadie haya planteado todavía la posible tendencia homosexual de Watteau, la que podría dar otra base interpretativa a lo que se conoce de su biografía, e incluso a aspectos de su obra.
(9). Cfr. Minguet, p. 186, y tb. Diderot on Art. Notes on painting, vol.1, Yale University Press, New Haven and London, 1995, p. 222: "I scoff at them [Watteaus’s paintings] and will persist in doing so."
(10). Los que lo lanzan a la fama actual son los impresionistas. Monet sostuvo que el Peregrinaje era el mejor cuadro del Louvre. La crematística es el argumento más convincente: en 1874, año de la primera exposición de los impresionistas, un Watteau se vendióa 100 libras en Londres, quince años después (1891) había subido a 5000. Interesante testimonio de Arsène Houssaye: "Singulière inconstance des Parisiens: en 1835, j’achetais des Wateau (sic), des Boucher et des Fragonarard à ving-cinq francs, parce que tout cela etait demodé" (Jones, 18)
(11). P.C., II, p. 75
(12). Lo cierto es que Watteau no representa parques con senderos ordenados, pero la verdad poética es más importante.
(13). Moureau, p. 304. La cita es de Le Moniteur, 5 de setiembre de 1862.
(14). Cito por la 2a. ed., París, 1873, pp. 3-4.
(15). Rubén Darío cita los dos últimos versos de esta poesía en su "Soneto autumnal para el Señor Marqués de Bradomín", soneto con el que Valle-Inclán precede su Sonata de primavera desde la ed. de 1913: "Es el otoño y vengo de un Versalles doliente, / Hacía mucho frío y erraba vulgar gente, / El chorro de agua de Verlaine estaba mudo". Pero hay que señalar que ni Watteau ni Verlaine sitúan sus fiestas galantes en Versalles.
(16). También T. de Banville ve un Watteau nocturno: Cfr. Stalactites, 1853: "Oh! que vous rayonniez, paysages endormis, / lorsque le grand Watteau faisait errer parmi / votre ombre étincelante et votre nuit divine / son Arlequin rêveur auprès de Colombine.
(17). p. 17. Fauré
se refiere, más adelante, a la música que Debussy y Fauré compusieron para los poemas de Verlaine, y a las razones posibles de su éxito.
(18). "La dernière fête galante", publicada en 1884 en Lutèce y luego en Parallèlement, explicita el tema homosexual en su último verso: "L’embarquement pour Sodome et Gomorrhe".
(19). Desarrollo estas ideas en Leda Schiavo, El éxtasis de los límites. Temas y figuras del decadentismo, Buenos Aires, Corregidor, 1999.

 

Bibliografía

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