Género e historiografía en La Vida en México (1843)
 

Adriana Méndez Rodenas

Universidad de Iowa




El 15 de julio de 1840, Frances Calderón de la Barca anuncia que ha estallado la "Revolución en México o Pronunciamiento", y procede a registrar en su diario la serie de brotes violentos ocasionados por la contienda entre federalistas y centralistas en el México decimonónico. Con precisión de historiadora, describe las acciones de Valentín Gómez Farías en contra del Presidente Anastasio Bustamante, quien fue secuestrado a mitad de la noche:

La tempestad que durante algún tiempo ha venido fraguándose, acaba de estallar. Don Valentín Gómez Farías y el desterrado general Urrea se han pronunciado por el federalismo. Se levantaron en armas a las dos de la mañana de hoy y, apoyados por el quinto batallón y el regimiento del Comercio, se dirigieron a Palacio, sorprendieron en la cama al Presidente y le hicieron prisionero.(1) Conforme salían las noticias al día siguiente de que el Presidente al fin había logrado escaparse, Frances Inglis las anotaba minuciosamente en su cuaderno, intentando así retratar el caos político de la nación, siempre con la interrupción constante del "rugido del cañón" (p. 173). El lector de estas memorias deriva del relato una mirada irónica a la política mexicana y a los sucesos que condicionan el nacionalismo de la época. En su papel como testigo histórico, Calderón de la Barca nos ofrece no sólo una valiosa perspectiva sobre un período turbulento en la historia de México, sino que también marca su relato con una diferencia de género.(2)

Considerado como "el mejor relato de viajes en Latinoamérica" por el historiador Charles Hale,(3) La vida en México fue publicado por primera vez en 1843. Felipe Teixidor, el traductor y editor de la versión castellana publicada en Porrúa, considera que el libro "ocupa un lugar sobresaliente en la extensa nómina que hemos dado en llamar de 'viajes'", y aclara que este término no es del todo aplicable a la obra de Calderón de la Barca y a la de otros extranjeros, cuya estancia en México fue más prolongada (p. vii). De hecho, La vida en México cabalga entre la literatura de viajes y el género autobiográfico, pues registra las impresiones de la autora a raíz de dos años pasados en México fines de 1839 a principios de 1842 cuando acompañaba a su marido, don Ángel Calderón de la Barca, quien sirvió de "primer ministro plenipotenciario de España en México" (loc. cit). Durante su estancia en América, Madame Calderón de la Barca (como se le ha llamado en la historia literaria hispanoamericana) fue testigo de la serie de revoluciones y contra-revoluciones que sacudieron el tejido político-social de la República poco después de la Independencia. A este caso, el historiador británico Hugh Thomas agrega con típico humor seco que :

habiendo nacido en Edimburgo, de familia escocesa, estaba bien preparada para sobrevivir las muchas experiencias escalofriantes que ella y su marido encontraron en sus extensos viajes. Sobrevivió una revolución en la ciudad de México, logró escaparse del ataque de bandidos, cruzó ríos crecidos en barrancas remotas, y para colmo recibió una visita del gabinete mexicano entero, quienes vinieron a rogarle que no se pusiera un traje que en ella resultaría indecoroso para una fiesta de gala.(4) Las escenas que describen el viaje de la pareja Calderón del Puerto de Veracruz hacia la Capital, hacen de La vida en México un registro íntimo del encuentro de una mujer europea con el Nuevo Mundo. Es más, el estrecho contacto de Frances Calderón con "la aún vibrante aristocracia virreinal de la ciudad de México"(5) junto con sus agudas observaciones sobre diversas capas sociales los indígenas, las mujeres en el mercado, el clérigo, las monjas en el convento, las empleadas domésticas, las costumbres de los mexicanos de clase alta hacen que La vida en México se lea como una historia social del
México decimonónico. Es como si el impulso mimético que ejercían los artesanos mexicanos al plasmar en estatuillas de cera los oficios y menesteres de la Ciudad de México, talento que Calderón tanto admiraba, se reprodujera, aunque en forma mediatizada, en su propio texto, resultando en "una historia de México en miniatura", pero en letra impresa (167).

Si para observar a la sociedad mexicana Frances Calderón se valió de su propia intuición, para interpretar los sucesos políticos del momento dependió de historias contemporáneas como el Ensayo histórico de las revoluciones de México (1831) de Lorenzo de Zavala, libro que figuraba en la biblioteca de su esposo como fuente definitiva de la historia de México.(6) Que Frances Calderón conocía a fondo la historia de México se demuestra en sus característicos retratos de figuras políticas, tal como su amena descripción del General Santa Anna después de asumir el poder en 1841. De hecho, Calderón de la Barca depende pero a la vez discrepa de interpretaciones históricas previas, como el famoso Ensayo político sobre el reino de la Nueva España del Barón Von Humboldt (1814) o la Historia antigua de México (1826) de Francisco Javier Clavijero, así como también de otros relatos de viajeros.(7) Esta interdependencia o intertextualidad resulta en una historia híbrida de las revoluciones de México, así como también en una visión de género de la historia social mexicana. El subtexto de los viajeros científicos representado más que nada por el Ensayo político de Humboldt se mezcla con una perspectiva íntima condicionada por la experiencia femenina. La narrativa de viajes se hibridiza a causa de una eficaz combinación entre una rigurosa documentación de sucesos políticos y la experiencia vivida; por eso el título La vida en México sugiere una curiosa mezcla entre aguda observación y mirada interior (insight).

Si lo comparamos con otras historias del siglo XIX, La vida en México desmonta la "narrativa mayor" de la historiografía latinoamericana dirigida a la empresa de forjar una nación después de concluirse las guerras de independencia. Los estudios del género en América Latina han demostrado cómo el discurso nacionalista se erige estrictamente en términos de un discurso separatista que es definitivamente influido por el género (en el sentido biológico-social)(8). En su análisis de la autobiografía, Sylvia Molloy muestra cómo los escritores y políticos del siglo XIX usaron la memoria autobiográfica para justificar tanto su posición ideológica como para documentar sus "vidas ejemplares." Según Molloy, los Recuerdos de provincia (1850) del argentino Domingo Sarmiento se lee como "un texto imbricado de alto significado moral e histórico, un ejemplo para la posteridad y un testimonio nacional".(9) En Sarmiento, el narrador autobiográfico adapta una postura heroica en la que el Ser (masculino) se identifica con la nación (femenina), resultando en una concepción paternalista de la nacionalidad en la cual Sarmiento figura orgullosa y exclusivamente como "padre de la nación".(10) Conforme a este paradigma, la historiografía latinoamericana del siglo XIX se despliega como "un panteón de figuras heroicas y ejemplares",(11) sobreentendiéndose que éstas son principalmente masculinas.

Esta retórica de auto-engrandecimiento caracteriza la mayor parte de la prosa historiográfica en el siglo XIX, el discurso responsable de articular las bases de la identidad cultural latinoamericana y su sentido de "peculiaridad histórica".(12) Pero la ecuación entre Ser y Nación se deriva además de otra convención literaria mucho más difundida y que establece el género autobiográfico en sí. Esta es "la aparentemente inocente ecuación entre subjetividad masculina e identidad humana", que resulta en que "la experiencia masculina se identifique como el paradigma normativo de lo humano".(13)

Junto con otros relatos de mujeres europeas en América Latina, La vida en México engendra "una historia alternativa construida por mujeres",(14) es decir, una lectura diferente del discurso del nacionalismo hispanoamericano de la que ofrecen los relatos oficiales o canónicos, como serían las memorias de Sarmiento. Al leer La vida en México como ejemplo del entrecruce:género e historia, me propongo demostrar cómo los relatos de viajes escritos por mujeres, aunque narrados desde una perspectiva autobiográfica, cumplen necesariamente un propósito historiográfico. Este propósito no es nada menos que desmitificar la trama heroica, proto-nacionalista, fabricada por criollos educados como Sarmiento, modelo del pensamiento historiográfico americano.

Ya que las mujeres han sido excluidas del terreno de la historia monumental escrita mayormente por los hombres, se les ha negado también su contribución al campo de la historiografía americana. El aporte femenino al discurso nacionalista se ha dado cuantitativamente en términos de géneros literarios considerados "menores", como la carta, el relato íntimo, la memoria o el relato de viajes. Asimismo, las historias escritas por mujeres han sido o bien relegadas a los márgenes de la tradición, o bien excluidas del recuento histórico del nacionalismo hispanoamericano. En este sentido es interesante notar que La vida en México alcanzó luz pública sólo por intervención de Sir Walter Prescott, amigo de la pareja Calderón, quien animó a Frances Inglis a publicar sus cartas, tal como lo indica el prólogo a la edición original.(15) Y es irónico que Prescott "hizo uso considerable de las descripciones de Calderón de la Barca, de un país que él mismo nunca vio" (Life in Mexico, p. xxii) para su Historia de la Conquista de México. Si bien el libro de Prescott llegó a considerarse un texto clásico de la historiografía romántica y se convirtió instantáneamente en un éxito editorial (nota 32, xviii),(16) las memorias de la escocesa tuvieron una recepción muy distinta. La vida en México no sólo suscitó muchas sospechas, sino que inclusive provocó casi una brecha diplomática entre México y Francia.(17) Irónico es el hecho de que haya sido Madame Calderón quien introdujo a Prescott a historiadores mexicanos, dando lugar a que el libro de Prescott fuese ampliamente distribuido en México, no obstante que desató numerosas polémicas.

Tanto la prensa mexicana de la época, como los españoles residentes en México, se opusieron a la manera franca con que Calderón abordó los asuntos nacionales. Si bien los periodistas mexicanos descartaron el libro como "una colección de memorias despreciables", los españoles lo vieron como "una venenosa sátira contra los mexicanos", y criticaron a Frances por comprometer tanto a la persona del embajador como al mismísimo gobierno español. La prensa de la época también proclamó que Frances Calderón "había traicionado la generosa hospitalidad que los mexicanos le habían mostrado a ella y a su marido".(18)

A pesar de estos ataques, que afortunadamente nunca llegaron a oídos de la autora,(19) Calderón de la Barca mantiene el mismo tono de objetividad y distancia al analizar las muchas intrigas, asaltos al poder y altercados políticos cundidos en el Palacio de Gobierno durante sus dos años en México. Desde el principio de su viaje, demuestra un vivo interés por la política mexicana, ya que salpica el relato del viaje con cuadros descriptivos de generales y Presidentes uno de los más notorios es el contraste entre el General Santa Anna, Anastasio Bustamante y el General Victoria en términos de personalidades políticas, estrategias y motivaciones.(20) Dado su papel público, como esposa del ministro español, Calderón de la Barca evita asumir una postura determinada, y repite una y otra vez en sus memorias que "yo no me mezclo en la política mexicana" (p. 166), declarándose así mera espectadora del teatro político.

A pesar de estos reclamos, La vida en México documenta un fragmento de la contienda civil entre federalistas y centralistas (conservadores y liberales) que sacudió los primeros 25 años de la República.(21) Más específicamente, Calderón de la Barca registra el levantamiento federalista de 1841 en contra del Presidente Bustamante después de mucho "rugir del cañón", el suceso que condujo eventualmente a la restitución del General Santa Anna como Presidente Provisional en octubre de 1841.(22) Estos sucesos, narrados en las Cartas XXIV y XXV de La vida en México, se interponen al relato que describe el tour de la pareja a "tierra caliente", y la etapa final de la misión diplomática de Don Ángel.(23)

A continuación analizo la representación que la autora hizo de la rebelión de 1841, con el fin de determinar el estatuto textual de La vida en México como memoria histórica. A mi juicio, el texto de Calderón constituye una historia alternativa, de signo femenino, que desinfla la retórica "elevada" de la prosa historiográfica de rasgo heroico producida en el siglo XIX; en otras palabras, lo que podría llamarse la "narrativa mayor" de la historiografía romántica hispanoamericana. Este reclamo lo fundamento en las estrategias retóricas que utiliza la autora para representar el acontecimiento histórico, que son,
fundamentalmente: 1) la reconfiguración del suceso mismo, 2) el cuestionamiento del supuesto de veracidad que sostiene toda noción de historiografía, y 3) la desmitificación de actores políticos (hombres en su mayoría) con el subsecuente cambio de énfasis hacia la mujer como legítimo agente de la historia. En última instancia, todas estas estrategias se absorben en la postura irónica de la autora, que es a la vez persistente y subversiva. Al leer este episodio, contrasto el recuento irónico del levantamiento de 1841 y sus consecuencias con el ajuste de cuentas que hace Calderón de la Barca de la nación mexicana después de la Independencia, lo que en la historiografía tradicional constituiría un "juicio sinóptico".(24) Aunque el discurso de la historia en La vida en México proceda de lo particular a lo general, de la documentación concreta a la cápsula sintetizadora (de acuerdo a lo que Louis Mink llama "el juicio sinóptico"), se llega a las abstracciones y generalizaciones propicias de "la operación historiográfica" por otra ruta, una quizás más circular. En este texto, el pensamiento racional y las "conclusiones ingredientes" (el término es de Mink) propias del historiador, se complementan con la intuición femenina y las impresiones subjetivas derivadas de la experiencia concreta.(25) En breve, en los capítulos pertinentes a la contienda civil en México, Frances Calderón hibridiza lo que se podría clasificar como discursos "masculinos" y "femeninos", construyendo así un texto histórico que se lee más como una continuidad discursiva, que como una confrontación entre discursos antagónicos.(26)

El suceso histórico se representa directamente en La vida en México mediante el sorprendente anuncio que encabeza la carta XXIV, con fecha del 15 de julio de 1840, donde se declara "Revolución en México o Pronunciamiento, como lo llaman" (Life in Mexico p. 295).(27) Adaptando un tono de documentación objetiva, Calderón provee al lector con información de fondo, una rápida puesta-al-día de los acontecimientos políticos. Pero el enfoque del relato cambia rápidamente al sopesar el efecto inmediato del caos político en la población; así como también en su círculo de amigos, diplomáticos y visitantes extranjeros. Frases como "¡Ha comenzado el tiroteo!" y "El cañón está rugiendo ahora", se yuxtaponen a imágenes de mexicanos huyendo para ponerse a salvo, o aguardando con ansia el desenlace de los acontecimientos:

¡Ha comenzado el tiroteo! La gente corre por las calles. Los indios se dan prisa a regresar a sus pueblos, a trote redoblado. [...] A todo lo largo de la calle, los balcones se encuentran llenos de gente que miran con ansiedad en dirección a Palacio" (La vida en México , pp. 171-172). Al representar la rebelión de 1841 como una ruptura en el tejido social mexicano, Calderón de la Barca acude a lo que Michel de Certeau llama "el topos de inteligibilidad" del discurso historiográfico, una radical discontinuidad en el orden temporal y social que invita a la interpretación; en otras palabras, al discurso historiográfico.(28) Al interponer hechos objetivos que atañen a la secuencia de los acontecimientos con observaciones más personales, Calderón de la Barca se asoma a una noción más contemporánea de la historia como serie relativa, más que como un conjunto de datos o suceso único.(29)

El contrapunto entre documentación y comprensión intuitiva se marca retóricamente en el relato; ya que el desenlace narrativo de los sucesos claves en torno al "pronunciamiento" se presenta como una interrupción en la escritura del diario. Esta estrategia es particularmente efectiva en la escena que recuenta la misteriosa fuga del Presidente Bustamante de su cautiverio:

El rugido del cañón, que llega del lado de Palacio y que hace estremecer la casa y vibrar los vidrios de las ventanas, y que me hace dudar del buen nombre del Presidente, parece ser la contestación a esa proclama (La vida en México, p. 173). No sabemos, a ciencia cierta, si la ironía de Calderón de la Barca se debe a versiones discordantes acerca del destino del Presidente, o simplemente a su seco humor anglosajón.(30) Sin embargo, al llamar la atención del lector a la escritura de la memoria, Calderón desmonta una de las convenciones fundantes de la historiografía; es decir, el que hecho y escritura no sean nunca simultáneos, y que sólo el intervalo entre pasado y presente le permite al historiador suplir este hueco con su reconstrucción de los acontecimientos y forma particular de conocimiento.(31) Entonces, en vez de adoptar la postura clásica del historiador, ella introduce una forma alternativa de conocimiento, puesto que basa esta escena en las convenciones propias del relato de viajes, que aspira a representar al viajero fielmente transcribiendo sus experiencias, al mismo tiempo que contempla el paisaje. Transpuesta a la narración de los sucesos, esta táctica retórica tiene el efecto de difundir la representación de la trama y arrojar luz sobre el vínculo entre suceso y escritura. Si el paradigma, raíz de la historiografía es mostrar la conexión implícita "entre dos términos antinómicos lo real y el discurso", el relato de Calderón de la Barca va en dirección contraria, mostrando la ineficacia del discurso al confrontarse con "lo real": el efecto del "rugido del cañón" sobre el pueblo en general y la experiencia angustiosa e la rebelión de 1841.(32)

El discurso historiográfico en La vida en México adapta la convención del "texto laminado" en la cual se injerta a la narración eferencial o bien otro texto una "crónica o documento de archivo", o bien un tejido de citas.(33) Adaptando a sus propios ropósitos la convención de objetividad propia de la historiografía, Calderón interpone documentos de los dos bandos puestos en medio de su narración. para ilustrar así el choque entre posturas políticas.(34) De este modo, se documenta la ebelión de 1841 alternando los boletines oficiales firmados por el Presidente Bustamante, con los reclamos contrarios de Valentín Gómez Farías (pp. 172-77), incluyendo las acusaciones de éste contra ustamante por haber "[roto] su palabra olemnemente empeñada" (p. 173) a la nación. Al incorporar estas fuentes y citas en el tejido de su propio texto, Calderón de la Barca acredita su relato como verdadero, sustentando así la convención de verosimilitud del relato histórico y calificándose a sí misma como "fuente de autoridad".(35)

A pesar de establecer el valor verídico del texto, Calderón de la Barca asume también una postura propia de su género cuando ironiza la excesiva retórica de los rebeldes, que rebasan cualquier concepto de realidad. Por ejemplo, ella comenta un fragmento particularmente dramático, y se burla del tono elevado y superheroíco que adoptan los principales líderes de la revolución:

Vemos la anarquía asomando su cabeza ruin por encima de las aguas (adornada seguramente con el gorro de la libertad), y a los valientes soldados al instante sumergirla de nuevo. Podemos ver a Gómez Farías y a Urrea levantar una escalera de cadáveres. Y después, ¡que escena tan digna de Lucrecia Borgia!, seduciendo a sus víctimas en la fruta amarga (acaso uvas agrias), desalterándose con sangre, y sus lacerados cantos se acompañan de sollozos en profundo. ¡Rechina la humanidad los dientes con sólo leerlo!. (180) Aunque al representar "los dos lados de la historia", Calderón asume la máscara del historiador, en aparente acato a la convención de "objetividad"; al mismo tiempo subvierte tal posición al adoptar la postura corrosiva del crítico literario. El cuestionamiento a la retórica oficial se manifiesta también por el hecho de que Calderón parece privilegiar fuentes orales a fuentes escritas. De esta manera, la viajera escocesa termina socavando la primacía de la noción de la historia como Archivo: (36) Como dice un mexicano muy inteligente: "Hace algunos años nos soltamos dando gritos: eso fue en la infancia de nuestra Independencia; ahora comenzamos a pronunciar. Sólo Dios sabe cuándo habremos de alcanzar la edad madura para hablar claro, y puedan así entender lo que queremos decir. (p. 177) Al cuestionar de modo humorístico el mismo concepto de pronunciamiento, Calderón de la Barca desinfla la retórica que presupone "El Estado soy Yo y por lo tanto Yo soy absoluto", típica de la prosa historiográfica hispanoamericana, desmontando asimismo el discurso dominante del poder.(37)

No obstante su osadía, Calderón exhibe la ambivalencia de la escritura decimonónica al tener que justificar su entrada al terreno (masculino) de la historia. Al final de la Carta XXIV, que detalla la primera fase de la rebelión, Frances Calderón adapta conscientemente el "discurso de lo femenino", al incluir la apología típica de la mujer por atreverse a escribir, o, lo que es igual, a insertarse como sujeto dentro de la historia al igual que el hombre: (38)

Al llegar a este feliz término, que ha de ser tan placentero para vosotros como lo es para nosotros, debo dar fin a esta carta sólo citando, en mi descargo, lo que decía Madame de Stäel en respuesta a aquello de que "las mujeres no deben ocuparse en la política; quizás así sea, pero cuando a una mujer le van a cortar la cabeza, ¿no es natural que pregunte siquiera por qué?".
Lo mismo digo, pues cuando se oyen silbar las balas, y las granadas caen muy cerca, debe considerarse muy lógico y muy femenino investigar las causas de semejante fenómeno. (p. 185)
Más adelante, cuando en una carta posterior resume el desenlace de 1841, Calderón refuta esta apología al defender su derecho de hablar de política. Las Cartas XLIV-XLV detallan un segundo pronunciamiento, liderado esta vez por el General Valencia, en agosto de 1841, en contra del Presidente Bustamante. Este suceso es clave en la historia mexicana porque provoca a Santa Anna a asumir la presidencia en octubre del mismo año.(39) Con la histriónica entrada del General Santa Anna al escenario de la historia, se complica la trama política, descrita por Calderón como "una partida de ajedrez en la que los reyes, torres, caballos y alfiles hacen movimientos diversos, mientras los peones miran, sin tomar parte en el juego" (p. 308), metáfora que sutilmente burla la noción masculina de poderío militar. En este punto del relato, la pareja Calderón se ve forzada a abandonar la Ciudad de México, ya que el gobierno les confiscó la Casa de la Moneda donde estaban alojados para usarla como almacén de armamentos. Cuando el devenir de los acontecimientos la afecta directamente, Madame Calderón se ve forzada a descartar el discurso apologético femenino: "Y es por demás que me excuse por hablar de política. No hablamos ni pensamos en otra cosa" (p. 316). Desde su refugio en la hacienda de San Javier, ella mantiene sigilosa vigilancia sobre el drama que se avecina, y cuidadosamente documenta los hechos. Tan pronto los principales actores aparecen en escena, Calderón alterna el discurso femenino con el discurso historiográfico, resolviendo el conflicto aparente a favor del último, aunque manteniendo vivas las preocupaciones de su sexo/género. Si bien su marido sale a recibir al General Bustamante, privilegiando de esta manera al actor histórico, Calderón se desvía de la postura oficial al querer presenciar la llegada de las tropas del General Paredes. De ahí que su atención no se fije tanto en "el individuo trans-histórico",(40) sino más bien en el hombre ordinario obligado a servir de "carne de cañón" en un conflicto bélico que trasciende sus intereses individuales: Caballería, infantería, equipajes, cañones, etc., están pasando en estos momentos por el pueblo. Son los pronunciados del general Paredes que van camino de México. Una curiosidad femenina me induce a dejar la pluma y juntarme con los que se van al pueblo para verlos pasar... (p. 318) A partir de aquí, Calderón sigue registrando los momentos culminantes del drama político con su característico estilo "periodístico" e irónico. Documenta, por ejemplo, la marcha de Santa Anna a la ciudad de México, la estrategia de Bustamante de arreglar un encuentro entre los tres generales, las resoluciones de Tacubaya y, finalmente, el sorpresivo contra pronunciamiento (41) a favor del federalismo, el suceso que provocó la subida de Santa Anna al poder. Cuando llega al punto más álgido de la trama política la renuncia de Bustamante junto a la incertidumbre acerca de las verdaderas motivaciones de Santa Anna éste se narra combinando el subtexto documental "Todo se halla en un estado de absoluta anarquía y confusión" (p. 321) con opiniones concluyentes de la autora, que revelan su perspectiva de género, o sea, su visión femenina y alternativa.

La imagen del "rugir del cañón" se amplifica retóricamente para reflejar las erradas ambiciones políticas y el abuso del poder propio de ambos bandos:

¡Qué retumbo tan horrible! Hay no sé qué de aterrador, y al mismo tiempo de humillante, en estas manifestaciones de ira y del poder del hombre cuando parece usurpar los atributos de su Creador, imitando el trueno. La divina exhalación que en él se enciende, le ha enseñado cómo arrancar los metales de las entrañas de la tierra; de qué manera combinar estas materias simples para producir con ella efectos tan terribles como los rayos del cielo. Sus pasiones terrenales le impulsan a manejar estos instrumentos de destrucción y borrar en sus semejantes la imagen de Dios. ¡Su poder es tan divino! Y las causas que le impelen a usar ese poder ¡tan miserables! Y si la mente creadora de estos mensajeros de la muerte participa de la divinidad, cuán mezquinos y degradantes, aun en lo humano, los motivos que les ponen en acción. (p. 321) De esta manera Calderón subvierte el discurso del poder y de supremacía militar que caracteriza el contra-golpe centralista de 1841, criticando también el rumbo del nacionalismo mexicano como un constante altercado entre facciones políticas.(42) Al asociar "el estallido del cañón" con "el poder" y "la ira" del hombre, al mostrar la ilusión del poder como derivada de un sujeto indivisible el sujeto de la historia, imaginado siempre en términos masculinos, Calderón subvierte los presupuestos del discurso histórico producido por los "hombres-héroes", así como también la noción misma del suceso histórico. La airosa persona del General Santa Anna y su gabinete, que entran "solemnemente" a la Ciudad de México (p. 322), representan la aspiración al poder,(43) y por tanto son levemente ridiculizados en el textomemoria. En contraste, la autora prefiere al destituido Bustamante por su "constante y fervoroso deseo de salvar la vida de sus semejantes", desinflando una vez más el mito del héroe.

En vez de aplaudir las enredadas tácticas políticas de Santa Anna y los otros líderes, la descripción del levantamiento de 1841 pone el énfasis en los ejemplos de heroísmo de las mujeres. Las clases populares, junto con las mujeres, se presentan como víctimas del perpetuo conflicto político que reina en su país. En el capítulo que pone en la balanza las consecuencias de la revolución, Calderón elogia a las mujeres por haber utilizado la cabeza en vez de las balas; de esta manera otorga valor a un tipo de comportamiento no valorizado y ni siquiera registrado en la historiografía oficial: la fuga de las mujeres de la escena del tiroteo para salvar a hijos, maridos u otros seres queridos.

En ocasiones, las señoras y los niños huyeron por las azoteas que corren a lo largo de las calles, de azotea en azotea, sólo detenidos en los puntos en donde se emplazaban los cañones. Así se escapó la señora..., con sus seis hermosos niños, hasta la casa de su hermano en una noche de furioso tiroteo. (p. 189) Estos fugaces episodios reconstituyen una imagen de la mujer como sujeto histórico que está totalmente ausente en las fuentes documentales, en donde la mujer aparece únicamente como instrumento del conflicto político. Por ejemplo, en los boletines de Gómez Farías se comenta el caso de "una mujer encinta [que] fue muerta cuando pasaba a las puertas del Palacio; creyendo que habiendo venido un parlamentario de su bando, se suspendería el tiroteo, como de hecho lo hicimos nosotros" (p. 173). (44)

La presencia de las mujeres entre los estallidos del cañón pone en tela de juicio los métodos y motivos de las dos facciones, a tal grado que el mismo acontecimiento casi llega a perder todo significado. La perspectiva de género le permite a la autora ironizar las dudosas estrategias de la comandancia militar mexicana "También parece ser un plan novedoso el sostener un continuo cañoneo durante la noche y descansar la mayor parte del día (p. 175), así como también suponer con lógica femenina que "Me atrevo a pensar que si emplazaran los cañones más cerca del Palacio, la contienda podría terminar muy pronto". A pesar que las mujeres se representan como sujetos marginales al espectáculo histórico, ellas juegan, paradójicamente, un papel vital en él, pues su quieta presencia ayuda a subrayar la inutilidad de la violencia y, en última instancia, lo vano del prolongado conflicto.

Otras señales de una historiografía alternativa van más allá del énfasis en el heroísmo femenino, porque en estas páginas Calderón se inscribe a sí misma como testiga de la suerte de los pobres, identificándose de alguna manera con ellos. En vez de abstraer algún principio generalizador de los acontecimientos vividos y descritos, tal como quizás haría un historiador, Calderón de la Barca concluye su descripción de la revolución del 1841 con la siguiente observación:

Es asombrosa la calma de que ha dado muestras el pueblo soberano durante todo este período. ¿En cuál otra ciudad del mundo se habría abstenido de tomar parte al lado de este o del otro bando? Las tiendas están cerradas, los artesanos carecen de ocupación, hay millares de gente ociosa que vive sabrá Dios cómo, y sin embargo, no han ocurrido motines, no existe confusión ni aparentemente hay impaciencia. Grupos de pueblo se reúnen en las calles, o se detienen a conversar frente a sus puertas y discuten las contingencias; pero esperan las decisiones de sus jefes militares, como si se tratara de un juicio divino contra el cual toda apelación es inútil e impía. (pp. 184-85) Al identificarse de esta manera con las masas silenciosas del pueblo, Calderón de la Barca subvierte la postura distanciada del historiador a favor de una posición más enfática, revirtiendo así "la operación historiográfica" que postula la distancia con el pasado como requisito indispensable de la escritura histórica. En vez de representar la conexión implícita de la historiografía con los fantasmas (los muertos) del pasado (45), la posición de género de Calderón de la Barca se enfoca más bien en los sobrevivientes, no "para que existan en otro lado", sino para que puedan heredar su propio tiempo y ocupar su espacio social correspondiente.(46)

Como resultado de estas diversas formas de representación, La vida en México desmonta muchas premisas de la "narrativa mayor" de la historiografía hispanoamericana del siglo XIX. Para empezar, el acontecimiento histórico mismo se minimiza a favor de los pequeños datos de la vida cotidiana. La rebelión de agosto de 1841 concluye con un boletín oficial que anuncia la restitución del orden y del mando centralista.(47) Basándose de nuevo en las convenciones de la literatura de viajes, Calderón de la Barca modifica con sutil humor la "alta seriedad" del discurso historiográfico al anunciar, a un destinatario invisible, que "[l]a llegada del paquete inglés, que nos trae todas estas nouveautés, es quizá uno de los acontecimientos más notables que ocurren aquí" (p. 190). Disminuye así la importancia de todo lo anteriormente narrado.

El uso del humor para subvertir la estatura del texto histórico se hace especialmente evidente cuando Calderón le aclara al mismo destinatario que: "[e]scribo más bien con la mira de ocupar mis pensamientos, que con la esperanza de interesaros, pues me temo que ya empezáis a estar aburridos de esta mi "revolucionaria" misiva" (p. 177). Al confundir la función del destinatario de las cartas con el lector virtual de las memorias, Calderón le relega a éste la tarea de impartir el "juicio sinóptico" final, revirtiendo una vez más la "operación historiográfica", la cual proponía que este juicio era responsabilidad única del historiador.(48) Tal como lo sugiere el acento irónico en la palabra "revolucionario", la rebelión federalista de 1841 aparece en el diario de viaje no como un suceso de trascendencia en el futuro de México, sino más bien como farsa repetitiva del anhelo del poder,(49) cuyo único efecto perceptible fue "un cambio de ministerios" (p. 321).(50)

En sus párrafos finales, Calderón de la Barca se muestra escéptica de cualquier cambio político, sea éste basado en reformas constitucionales o en medios más violentos:

[T]odos los mexicanos, sean hombres o mujeres, por debajo de los cuarenta, han vivido bajo el Gobierno español, presenciaron la revolución de Dolores en 1810, su continuación por Morelos y sus variaciones y su paralización en 1819; la revolución de Iturbide en 1821; el grito de Libertad que en 1822 dieron los generales "beneméritos de la patria" Santa Anna y Victoria; el establecimiento del sistema federal en 1824; la horrible revolución de la Acordada en 1828, en la cual México fue saqueado; la adopción del sistema central en 1836, y la última revolución de los federalistas en 1840. (p. 263) Esta irónica evaluación de la rebelión de 1841 resulta, entonces, en la "erosión" del acontecimiento del terreno de la historia, o sea, en su eventual desaparición hacia los márgenes.(51) Las repeticiones y reversos del suceso, junto con la interpretación irónica que da la autora, sugieren que el suceso mismo, inclusive la misma noción de pronunciamiento como tópico indispensable de la historiografía mexicana, también tiende a desaparecer. Así es que La vida en México se aleja de un concepto totalizador de la historia acercándose, en cambio, a un sentido de la historia escrito con/como una diferencia.(52)

Una vez concluida la representación del suceso, asume ella misma la enorme tarea de emitir un juicio final sobre la política mexicana, incluido en la Carta XXXVI que versa sobre "Hombres distinguidos" (p. 259-256). Dirigida a su hermano Henry Inglis, esta carta se lee como una especie de capitulación, o repaso final, de su trato personal con los principales líderes de la vida pública mexicana. Ella clasifica a los actores históricos en distintas categorías: "soldados, estadistas y literatos" (p. 259), todas representando "el tipo histórico" que encarna las fuerzas y pasiones de una era específica.(53) Para citarlo de nuevo, "de los que he mencionado no hay ninguno, en el caso de tener que escribir su vida, que no se escribiera al mismo tiempo la historia de estas guerras civiles" (259), juicio que parece conformarse a la tradición establecida en las autobiografías del siglo XIX de igualar al Ser u Hombre público con el Estado o la Nación.(54) La autora continúa su relato identificando a los personajes que mejor representan "a la Historia":

Bustamante, como hombre honesto y soldado valiente; Santa Anna, como un general perspicaz, activo y ambicioso, y cuyo nombre tiene un prestigio, quizá para bien o para mal, pero del que carecen los otros; el general Victoria, un hombre sencillo, bien intencionado y sin cultura, valeroso y paciente. (259) Sin embargo, Calderón de la Barca sí se aleja de los parámetros de la "narrativa mayor" de la historia hispanoamericana, pues los que figuran en su relato no son únicamente estos tres grandes líderes, sino otros hombres de Estado y figuras literarias que jugaron un papel menor en el desarrollo del nacionalismo mexicano. Ella le da un lugar prominente, en su relato, a personajes como Don Francisco Tagle que eran o bien amigos personales de los Calderón, o bien parientes cercanos de estos amigos (como el señor Fagoaga, hermano del Marqués del Apartado).(55) De ahí que su visión de género se manifieste no sólo en la selección, un tanto arbitraria de hombres de Estado, sino que también sus descripciones subrayan aspectos de estas vidas famosas que no aparecen para nada en historias oficiales. Me refiero al agudo comentario acerca de la buena fortuna "de estos señores al elegir mujeres iguales o superiores a ellos, si no en educación, sí en bondad, elevación de sentimientos y talento natural" (p. 263). Es más, al resumir la vida de los políticos de México, Calderón de la Barca destaca no tanto el relieve de su vida pública, sino más bien la virtud de aquellos que decidieron retirarse enteramente del teatro político para dedicarse humildemente a "la vida doméstica y a las tareas literarias" (p. 261).(56) Al privilegiar así los valores domésticos, tradicionalmente asociados con la mujer, por encima del ansia masculina por el poder, Calderón de la Barca transfiere una visión de género a la contienda entre liberales y conservadores en el México post-independentista. A pesar de haber criticado severamente a los políticos mexicanos por su conducta militar extravagante, la autora valoriza aquí la habilidad de estos hombres de Estado de suprimir sus discrepancias al menos en el ámbito público (57), lo que sugiere una valorización del empeño femenino en favor de la armonía y en contra del predominio militar.

Como historia imbuida de una visión de género, La vida en México contribuye al campo emergente de la historia de y sobre mujeres. Lo que la historiadora norteamericana Joan Scott ha denominado el "relato de ella" (her/story) tan necesario a la investigación feminista.(58) En esta línea, el relato de Frances Calderón cumple un propósito semejante al de autobiografías canónicas como el Facundo de Sarmiento, al abordar la problemática de la identidad nacional, pero de un modo diferente.(59)

Por esto, Rosario Castellanos denominó a su antepasada europea con el justo epíteto de "partera de almas", metáfora que resume el otro lado de la diferencia de género que, hasta muy recientemente, ha pasado desapercibido en los recuentos del nacionalismo hispanoamericano.(60)
 
 

Notas

(1). La vida en México: durante una residencia de dos años en ese país, trad. y prólogo de Felipe Teixidor (México: Editorial Porrúa, 1987), pág. 171. Las referencias posteriores serán a esta edición y aparecen en el texto.

(2). Empleo el término "género" en el sentido que tiene gender en inglés, categoría con la cual la crítica feminista ha conceptualizado la construcción social del sujeto femenino.

(3). Charles A. Hale, reseña de la edición de 1966 de Life in Mexico, The Hispanic American Historical Review (noviembre 1967), pág. 582. Hale apunta atinadamente que el valor de esta edición radica en incorporar material adicional que no logró ser impreso en previas ediciones.

(4). Hugh Thomas, "Visits to Mexico," Encounters 73:5 (1989), 34. La "túnica delicada" era un vestido folklórico, típico de la china poblana, mujer de Puebla, quien tradicionalmente vestía trajes con faldas anchas y llenos de colorido. A pesar de su gran esfuerzo por adquirir un traje auténticamente "nativo", y así ganar la simpatía de sus huéspedes, la Señora Calderón se sorprendió al ver que su gesto tuvo el efecto opuesto. El mismo Presidente, con todo su gabinete político, se les apareció sorpresivamente a los embajadores españoles para informarles que la asistencia de Frances al baile despertaría un escándalo público, ya que "todas las Poblanas eran femmes de rien". Si bien Frances Calderón renuncia al traje de china poblana en favor de una sencilla toga romana, no lo hace sin antes ironizar sutilmente la actitud de los gobernantes mexicanos.

(5). Hale, reseña de Life in México, 582.

(6). "Fanny (sic) cita o parafrasea de éste [Ensayo histórico de Zavala en varias ocasiones particularmente del capítulo VIII del primer volumen, rico en caracterizaciones de mexicanos importantes".(traducción mía) N.de la p. 678, en Howard T. Fisher y Marion Hall Fisher, Life in Mexico The Letters of Fanny Calderón de la Barca, With New Material From the Author's Private Journals (New York: Doubleday & Co., 1966.

(7). Los Fishers identifican a estos autores junto con sus obras como fuentes que aparecen en algunos pasajes claves en La vida en México. Según ellos, Calderón hace constantes referencias a Mexico in 1827, de Henry George Ward, un libro que la autora admiraba principalmente debido a los dibujos de la señora Ward sobre la vida mexicana, lo cual ella consideró el equivalente pictórico de sus propias descripciones narrativas. Véase Life in Mexico, p. 68, nota 7.

(8). Sylvia Molloy, At Face Value: Authobiografical Writing in Spanish America (Cambridge: Cambridge University Press, 1991), 146-47.

(9). Ibid, 147.

(10). "No es meramente el hecho de que Sarmiento se muestre como un argentino ejemplar: él es Argentina, formando con su país un cuerpo inseparable" Ibid, 148.

(11). Ibid, 8.

(12). Roberto González Echevarría, Myth and Archive A Theory of Latin American Narrative (Cambridge: Cambridge University Press, 1990), 7-9.

(13). Sidonie Smith, A Poetics of Women's Autobiography, Marginality and the Fictions of Self-Representation (Bloomington and Indiana: Indiana University Press, 1987), 17, 12. De este modo la mujer queda relegada a "the margins of critical discourse" [los márgenes del discurso crítico], o sea, fuera del mundo simbólico. Este paradigma dominante presenta a la autobiografía femenina con mayores obstáculos en la medida en que la mujer intenta re-presentarse (fraguarse) con sus propias palabras.

(14). En su estudio sobre viajeras británicas a la India, el Tibet y Africa, Sara Mills advierte lo que considera ser las trampas de la crítica feminista: ya sea el leer los diarios de viajes escritos por mujeres estrictamente como escritura autobiográfica, o, en última instancia, como el ejemplo de un género "protofeminista". De tal forma cuestiona incrustar la narrativa de viajes dentro de "the larger project concerned with the construction of an alternative women's history" [el proyecto más amplio que concierne la construcción de una historia alternativa hecha por mujeres]. Véase Sara Mills, Discourses of Difference. An Analysis of Women's Travel Writing and Colonialism (London and New York: Routledge, 1991), p. 29. En este trabajo nosotros tomamos precisamente la dirección opuesta al proponer que en la tradición latinoamericana el "lost continent" [continente perdido] de la escritura de mujeres comienza justamente a ser desenterrado por historiadores y críticos literarios.

(15). Introducción de los editores, Life in México (1966), p. xxii. No obstante, Michael P. Costeloe destaca que "[Sra.Calderón] began the process of seeking a publisher and [...] turned to Prescott for help" [la señora Calderón comenzó el proceso de buscar un editor y acudió a Prescott], al punto que Prescott procuró un editor para la edición norteamericana, y también promovió activamente la posibilidad de una edición británica. Michael P. Costelone, "Prescott's History of the Conquest and Calderón de la Barca's 'Life in Mexico' Mexican Reaction, 1843-1844," The Americas, 47: 3 (January 1991).

(16). Thomas documenta el hecho sorprendente de que Prescott era ciego y por tanto nunca pudo haber visto los famosos panoramas descritos en su History; p. 30.

(17). Costeloe describe la manera en que los diarios mexicanos comparaban despectivamente a Mdme. Calderón con un desagradable diplomático francés. Ibid, p. 344. Aunque este autor atribuye las diferentes reacciones a Prescott y Calderón a la necesidad que tenían los mexicanos de sostener y proyectar una imagen nacional positiva (p. 347), también se debe indiscutiblemente a la diferencia de género y a la prevaleciente actitud de resistencia contra mujeres de talento como sería la esposa del embajador.

(18). Ibid, pp.344-345.

(19). Según Costeloe, "La Señora Calderón parece no haber tenido idea de la controversia que [su libro] suscitara en México ni de la aguda crítica de la que fueron objeto tanto ella como su esposo", Ibid, págs. 345-346.

(20). Esto viene incluido en el capítulo que los Fishers titulan "Distinguished Men of Mexico" [Hombres distinguidos en México], p.418.

(21). Para un resumen de la historia mexicana acudí a Jan Bazant, "Mexico from Independence to 1867," The Cambridge History of Latin America, vol. III, From Independence to c. 1870 (Cambridge: Cambridge University Press, 1985),pp. 423-470.

(22). Ibid, pp.438-439.

(23). La revuelta federalista liderada por Gómez Farías se narra en las cartas XXIV, con fecha miércoles, 15 de julio de 1840, y XXV, martes, 28 de julio de 1840, respectivamente (La vida en México, 171-190). En la edición de los Fishers la primera carta reza el título "The President Seized in His Bed" [El Presidente capturado en cama] y, la segunda, "Quiet After the Cannonading" [Silencio después del cañoneo]. Estos títulos sugieren que los editores, a pesar de declarar que se basaron únicamente en los manuscritos de Calderón, también ficcionalizaron el relato.

(24). Louis Mink, Historical Understanding, ed. Brian Fay, Eugene O. Galob y Richard T. Vann (Ithaca: Cornell University Press, 1987), pp. 77 a 82. Posteriores referencias a Mink serán tomadas de estas páginas.

(25). Empleo conscientemente el término "intuición femenina" de dos distintas maneras: una, para afirmar la diferencia de género, y, dos, para subrayar el hecho de que la mujer aprehende el fenómeno histórico de forma diferente.

(26). Aquí sigo la tesis de Sara Mills cuando sostiene que la narrativa de viajes escrita por mujeres revela efectivamente una tensión entre los "discursos de la femeneidad", los cuales han amoldado a la mujer al rol doméstico tradicional, y el discurso colonialista heredado del paradigma predominantemente masculino del libro de viajes europeo. Esta tensión no se manifiesta en términos de una "simple oposición binaria" sino como un circuito textual que se espande y a la vez se contrae. Mills, Discourses of Difference, 18, p.4-45. Ya que Mills basa su tesis primeramente en libros de viajes de mujeres británicas, yo aquí lo ajusto a mi propio propósito.

(27). Los Fishers subrayan el episodio histórico al usar esta frase como subtítulo a una sección del libro (p. 293).

(28). "Dependiendo de los periodos de la historiografía, o es el suceso o es la serie continua de donde surge el punto de partida y la definición de lo inteligible" ( mi traducción), Michel de Certeau, The Writing of History, traductor al inglés, Tom Conley. (New York: Columbia University Press, 1988), p. 48.

(29). Ibid. p. 81.

(30). "Los revolucionarios o pronunciados insistían en que el Presidente no había escapado, sino que se le había permitido abandonar Palacio en el entendido de que él trabajaría en favor de un acuerdo entre las facciones" (mi trad.), N.7, pág. 734, de la edición de Life in Mexico hecha por los Fishers.

(31). Tom Conley, "Translations, Introduction: For a Literary Historiography," en De Certeau, The Writing of History, viii. Véase también la discusión en págs. 36-37.

(32). "La historiografía carga en su propio nombre una paradoja casi un oxímoron de la relación entre dos términos antinómicos entre lo real y el discurso. Su propósito consiste en conectarlos (o) hacierlos funcionar como si los dos estuvieran unidos", Michel de Certeau, The Writing of History, xxvii.

(33). De Certeau, The Writing of History, 94.

(34). Los Fishers dan el siguiente resumen de las fuerzas contrincantes que culminaron en el levantamiento de 1841: "El hecho básico involucrado en esta revolución fue en teoría el federalismo versus el centralismo nombres mexicanos para los puntos de vista opuestos entre liberales y conservadores [...]. Los federalistas más liberales, dominantes por un tiempo después del derrocamiento del emperador Iturbide, y en algunos otros periodos en adelante, estaban fuera del poder en este momento. En general, querían como representación de una política nacional un documento similar a la constitución destituida en 1824, bajo la cual oficiales del Estado mexicano esgrimían una fuerte influencia. [...] Los centralistas más conservadores, cuyos principios se encarnaron en la constitución de 1836, creían en un gobierno nacional más autoritario y centralizado. Su constitución en este momento era la ley de la tierra, y que México se administraba bajo departamentos en vez de Estados, y cada departamento lo encabezaba un gobierno militar",(mi trad.) en Life in Mexico, N.1, p.733.

(35). De Certeau, The Writing of History, p. 94.

(36). La noción de de Certeau que "archival endeavors are always fragmentary" [los trabajos en archivo son siempre fragmentarios]; ibid, ix. Este paso dismitificador invierte la teoría de la literatura latinoamericana basada en la representación de un gran Archivo de Libros como depositario del conocimiento (prohibido). Roberto González Echevarría desarrolla esta noción en Myth and Archive A Theory of Latin American Narrative (Cambridge: Cambridge University Press, 1990).

(37). Ya en el siglo XX, esta retórica grandiosa se amplía a todo un género; el de la novela del dictador. Como se ejemplifica en Yo el supremo (1974) de Augusto Roa Bastos, los discursos del poder se manifiestan como un acto de transcripción entre un "yo" poderoso y un amanuense humilde (y humillado). También resulta de un collage de obras históricas y biográficas, y de una constante redacción o elaboración de textos. Véase Roberto González Echevarría, "The Dictatorship of Rhetoric/The Rhetoric of Dictatorship," en The Voice of the Masters-Writing and Authority in Modern Latin American Literature (Austin: University of Texas Press, 1985), pp.77-79.

(38). En N. 34, p. 365 de Life in Mexico, los Fishers notan que "no fue Mme de Stäel, sino una mujer desconocida... [en 1797, después del Reinado del Terror]. Napoleón dijo: "Madame, no me gusta que las mujeres se involucren en la política". A lo que ella replicó: "Tiene usted razón general, pero en un país donde se cortan cabezas es natural que las mujeres quieran saber por qué". (Mi trad.)

(39). Aunque los Fishers incluyen en esta sección un capítulo final sobre "The Warmth of Mexican Charity" [La cordialidad de la beneficiencia mexicana],que se refiere a la visita de Calderón de la Barca a hospitales y casa de expósitos (pp.528-543), la narrativa histórica se expone solamente en los primeros tres capítulos ("Manifestoes and the Roaring of Cannon", "Refuge in the Country" y "Back to the Capital". [Life in Mexico, 495-527]). El historiador Jan Bazant describe cómo el congreso mexicano se vio forzado a redactar una nueva constitución con el fin de moderar el despótico gobierno de Santa Anna. Finalmente, " cuando las exigencias fiscales de Santa Anna se hicieron insoportables, el General Paredes, conocido por su honestidad en asuntos financieros, se rebeló en Guadalajara. [...] Santa Anna fue destituído del poder a finales de 1844, hecho prisionero y, después, exiliado de por vida" (mi traducción) en "Mexico from Independence to 1867" pp.440-441.

(40). El término es usado por Georg Lukács en The Historical Novel (Boston: Beacon Press, 1963).

(41). Los Fishers usan este término para describir el retiro de Bustamante, N. 18, p. 783.

(42). La alianza formada entre los generales Valencia, Paredes y el ubicuo Santa Anna se describe como "a centralist revolt against centralism" [una revuelta centralista en contra del centralismo]. Bazant, "México from Independence to 1867", p. 439.

(43). "El gobierno de Santa Anna se convirtió rápidamente en reaccionario y autocrático. El amaba el fausto y la pompa de la presidencia pero detestaba el trabajo diario de la administración" (mi trad.) Ibid, p. 451.

(44). La historia continúa de esta manera: "Este Gobierno, informado de tal desgracia, mandó llamr al marido de la muerta y ordenó que se le diesen veinticinco pesos; pero el infortunado hombre, todavía lleno de dolor, declaró que le bastaba con doce para atender sus necesidades" (pp.173-174).

(45). "Historiography [...] represents the dead along a narrative itinerary" [La historiografía (...) representa a los muertos a lo largo de un itinerario narrativo], De Certeau, p. 100. El autor discute la historiografía como "a burial rite" [un rito funerario], el cual exorciza y honra a la vez a los muertos de previos períodos históricos. pp. 99-102.

(46). En la formulación de De Certeau, el intervalo entre presente y pasado marcada en la escritura histórica en términos de vida o muerte, le permite al viviente participar de lleno o realizarse en el tiempo presente. Véase p. 101.

(47). Cf. Bazant, "Mexico from Independence to 1867," p. 438.

(48). Contrastar el Historical Understanding, de Mink, con el postulado de De Certeau de que "the reader [is placed] in the position of what is quoted" [el lector se sitúa en la posición de lo citado] (The Writing of History, p. 95.

(49). Los Fishers apuntan algo similar: " En la práctica, los pronunciamientos carecían a menudo de la sencillez de una lucha basada en principios claramente definidos. Lo que los complicaba y, a veces, los volvía insignificantes desde el punto de vista intelectual y económico, era el cínico oportunismo de algunas figuras militares de alto nivel" (mi trad), Life in Mexico, N1, p. 733.

(50). Los Fishers titularon el capítulo XXV "Quiet after the Cannonading" [Silencio después del cañoneo] (Life in Mexico pags. 316-323). En éste expresan un punto de vista más cínico de todo el acontecimiento al destacar que "nothing was accomplished" [no se resolvió nada] (Ibid N.1, p. 736).

(51). De Certeau, The Writing of History, p. 99.

(52). "El historiador ha dejado de ser una persona que forja un imperio. El o ella ya no contempla el paraíso de una historia global. El historiador llega a circular alrededor de un adquirido compendio de racionalizaciones. Trabaja en los márgenes".(mi trad.) Ibid, 79; subrayado del autor. La diferencia entre la historiografía de los siglos diecinueve y veinte se explica como el paso entre "the totalizing function" [la función totalizadora] de la historia a "a critical experimentation" [la experimentación rítica] (p.80).

(53). Lukacs, The Historical Novel.

(54). Cf. Molloy, At Face Value.

(55). Nótese que en ambos casos los "hombres distinguidos" también habían sido huéspedes de los Calderón. Durante el episodio de septiembre de 1841, la pareja se había refugiado en la hacienda campestre de San Xavier perteneciente a los Fagoaga (Life in Mexico, N.21, p. 766; La vida en México, Carta XLV); ya habían visitado la hacienda de los Tagle en San Angel y "will shortly return to it again" [pronto volverían a ella nuevamente] (Life in Mexico, N. 23, p.767). De aquí que el gesto de incluirlos entre los astros del nacionalismo mexicano pudiera ser interpretado más como una apreciable muestra de agradecimiento y amistad que como una verdad histórica.

(56). Es pertinente que citemos de lleno este fragmento: "Y es este el caso muy frecuente en los tiempos actuales en México; de que los hombres más distinguidos sean los que lleven una vida más retraída; los que han desempeñado su papel en la arena de la vida pública y han visto cuán inútiles fueron sus esfuerzos en favor de su país, y se han refugiado en el seno de sus familias, en donde tratan de olvidar las calamidades públicas entregados a la vida doméstica y a las tareas literarias" (p. 261, mi subrayado).

(57). Acerca de Santa Anna y Bustamante, Calderón declara que "si por ventura se encuentran en un salón, se darán el uno al otro un cordial abrazo a la mexicana, como si nada hubiera pasado". Carta XLVI, La vida en México, p. 326.

(58). Joan W. Scott, Gender and the Politics of History (New York: Columbia University Press, 1988), pp. 19-20.

(59). " El discurso histórico hace explícita una identidad social, aunque no tanto en la forma en que es dada o prestablecida, como en la forma en que se diferencia de un período anterior de otra sociedad" (mi trad.) De Certeau, The Writing of History, p. 45; subrayado del autor.

(60). Rosario Catellanos, "La mujer mexicana en el siglo XIX", Mujer que sabe latín (México: SepDiana, 1979), 160.