La urbanización de la fe o el poder de la textualización cristiana de la ciudad en Noticia Historial de las Conquistas del Nuevo Reino de Granada de Lucas Fernández de Piedrahíta.

Rodolfo Guzmán

The Johns Hopkins University

 

"Vuestras Altezas manden hacer en estas partes ciudades y se convertirán en tierras"

Colón, Relato del primer viaje.

"Quien no poblare no hará buena conquista, y no conquistando, no se convertirá
la gente; así que la máxima del conquistador ha de ser poblar.

López de Gómara.

"Son las ciudades que se fundan la seguridad de los reinos adquiridos, por ser el centro donde se recoge la fuerza para aplicarla a la parte que mas necesitare de ella. Y siendo este reino de tanta consecuencia, sera a los ojos de su Majestad un servicio muy acepto el conservarlo; [...] Yo siguiendo este dictado y confiando en la liberal mano de Su Majestad de quien espero remuneración condigna a mis servicios, dejo fundadas las Villas de Quito, Cali, Popayán, Pasto y Timaná.

Palabras del conquistador Belalcázar a Gonzalo Jiménez de Quezada
fundador del Nuevo Reino de Granada. (L. Fernández de Piedra)

En principio dos cosas podemos destacar de los pasajes anteriormente citados. Primero que a pesar de que para el descubridor, el cronista y el estratega militar la ciudad es concomitante con el proyecto de sus empresas, cada uno le otorga a ella un valor y una función distintiva. Para el primero la ciudad es el eje que garantizará el aumento de las tierras del imperio. Para el segundo, es el requisito indispensable en la conquista de almas y el crecimiento de los ejércitos de Cristo. Para Belalcázar, la fundación de ciudades, además de asegurar para la corona los reinos adquiridos, a él le proporcionarán remuneración y beneficio personal. En segunda instancia , y debido precisamente a la alteridad conque se evoca la ciudad en estos tres pasajes se ratifica que una vez desembarcado en las Indias Occidentales, la inicial y más eficaz manera que al conquistador español se le presentó para servir a Dios, a su rey y a sí mismo fue a través de la fundación de ciudades.

Establecidas como entidades omnipresentes (1) o formalmente trazadas y pobladas tanto para la Corona como para sus súbditos en ultramar, fue claro desde un principio que en América, al igual que en la península, Dios imperio, riqueza, justicia, buen gobierno y, en fin, su idea de civilización era inconcebible sin la presencia de la ciudad. Desde la ciudad fundada o conquistada se refinarán también los métodos para la subyugación y aculturación de los pobladores originales, sin cuyas urbes, previos asentamientos y mano de obra la ciudad hispanoamericana, tampoco hubiera sido posible (2). Esquemáticamente hablando, la ciudad del español en tierras americanas en buena medida se ajusta a la definición de ciudad que diera en 1930 Mumford: "a city is a point of maximum concentration for the power and culture of a community" (3)

Siendo la ciudad una idea y una realidad material de importancia indiscutible durante la conquista y la colonia, no sorprende que a su estudio se hayan dedicado un buen número de académicos e investigadores de todos los órdenes. Política, militar, económica, demográfica, cultural y arquitectónicamente la ciudad colonial es un tema de permanente discusión. A este gran cúmulo temático pertenece también el estudio de la ciudad que aquí se propone pero que extrañamente no ha gozado de la misma atención que se le ha dedicado a la ciudad física y material. Me refiero a la ciudad colonial que se traza, se mide y se construye en la escritura. Tan compleja como la ciudad física la fundada y construida mediante la palabra escrita se expresa a través de una tradición que se inicia con las mismas ordenanzas y actas de fundación. Recorre crónicas y relaciones, está presente en los informes de oscuros burócratas lo mismo que en la prosa y en los versos de conocidos historiadores y autores coloniales. Su herencia es incluso cotejable en la escritura de poetas e intelectuales poscoloniales.

En su diversidad expresiva y temporal el tema de la ciudad cumple en estos textos múltiples funciones, sin embargo todos ellos se unen en torno a una común aspiración: poblar de significado social y meta-temporal los orígenes de la ciudad y el espacio geográfico que evocan. En este sentido, la topografía y la ciudad en la escritura se despojan de la aparente neutralidad de la narración histórica, la descripción burocrática o la elaboración estética para convertirse en una representación. En tanto representación estas escrituras revelan las aspiraciones políticas y socioculturales de quienes las llevan a cabo, a la vez que actúan como un medio alterno pero suficientemente eficaz y perecedero en la ordenación y configuración del espacio conquistado.

El propósito del presente artículo es, precisamente, el estudio de la representación de la ciudad de Santafé de Bogotá en Noticia Historial de las Conquistas del Nuevo Reino de Granada (Amberes, 1668) de Lucas Fernández de Piedrahíta (1624-1688). Subrayaré los temas, rasgos retóricos y significaciones ideológicas desde las cuales su autor reconstruyen o ingresan al espacio urbano para concebir una representación de la ciudad a través de la cual se nombra, se ordena y se posee el espacio precolombino.

I. Nombrar, poseer y dominar el espacio precolombino a través de los títulos, fueros y jerarquía otorgados a la ciudad.

Lucas Fernández de Piedrahíta mestizo natural de Santafé, fue sacerdote, obispo e historiador. Su Noticia Historial de Las Conquistas del Nuevo Reino de Granada, se publicó por primera vez en Amberes en 1668 (4) y desde entonces ha sido considerada como una de las más finas y documentadas historias de la conquista y la colonia del Nuevo Reino de Granada. En su capítulo IV del libro Sexto, Piedrahíta interrumpe el relato de la fundación de Santafé para, a manera de digresión "referir aquí el crecimiento y estado a que ha llegado esta Villa, que ganó título de ciudad en 27 de julio de 1540" Su descripción corresponde al año de 1666, es decir 128 años después de haber sido fundada y cuando junto al título de ciudad, como él señala, ésta también contaba con la distinción de "muy noble y muy leal." Dignidad que mediante Cédula Real le otorgó Felipe II en 1575. A pesar de que este honor no era privilegio exclusivo de Santafé, (5) él se unía a las otras distinciones que desde el año mismo de su fundación venían incorporando a sus haberes de capital simbólico y fueros administrativos los fundadores y residentes de la incipiente ciudad.

En la genealogía de sus privilegios el primero que obtuvo fue el de ciudad principal, garantizado en 1539 por Hernán Pérez de Quesada quien estableció como ciudades sufragáneas de Santafé a Vélez y Tunja, fundadas también en 1539. A partir de este momento y en menos de veinticuatro años Santafé acaparó el asiento definitivo de los poderes eclesiásticos y civiles del Nuevo Reino de Granada. Como lo indica Piedrahíta, en 1540 la villa de Santafé obtiene oficialmente de la Corona el reconocimiento de ciudad. En 1548 se le concede escudo de armas. Al año siguiente se le autoriza como asiento de la Real Audiencia y capital del Nuevo Reino de Granada. En 1553 por petición de Felipe II, Pío IV otorgó la bula por la cual se dispuso que el obispo de Santa Marta y su cabildo se trasladaran a Santafé. En 1564 y con la intención de superar las dificultades administrativas que debido a las distancias impedían al Virreinato del Perú una adecuada administración del Nuevo Reino de Granada, la Corona acordó crear la presidencia de la Nueva Granada con sede en Santafé. Su última y quizá más importante distinción dentro de las jerarquía colonial fue la de capital del virreinato de la Nueva Granada obtenido en 1719.

Si se tiene en cuenta que el Cedulario Indiano clasificaba las fundaciones en principales, sufragáneas, villas, villetas y pueblos y que, por ejemplo, en 1616 Toledo, Córdoba, Granada o Madrid eran todavía villas de más o menos quince mil habitantes, las tempranas distinciones y fueros otorgados a Santafé pueden parecer sorprendentes. En realidad para la época y el contexto de la conquista no lo fueron, ni Santafé fue el único pueblo fundado en las Indias Occidentales que ascendió en el escalafón urbano con tanta rapidez. Otorgar pronto reconocimiento de ciudad, dar títulos y prebendas administrativas a las nuevas fundaciones en ultramar fue una política generalizada de la Corona durante las primeras décadas de la conquista. Esta flexibilidad se explica, entre otras cosas, debido a la identidad eminentemente jurídica y militar conque se instauró la ciudad indiana en sus comienzos. De una manera similar al proceso de la reconquista llevado a cabo en la Península, lo importante era establecer en las regiones conquistadas entidades jurídicas, administrativas y militares que ligaran rápidamente estas regiones a los territorios y autoridad real. Para estimular y sostener dicho proceso, títulos, fueros y privilegios fueron otorgados generosamente a las poblaciones recién establecidas, lo mismo que a sus gestores. (6) En las Indias Occidentales esta estrategia resultó tan efectiva que para 1550 ya se contaban por centenares los pueblos y ciudades fundadas por españoles en las Antillas y tierra firme.(7)

No obstante la liberal mano de la Corona para otorgar títulos y prebendas no hay que olvidar sin embargo que todo título o ascenso otorgado a la ciudad primero tenía que ser suplicado. Es decir, solicitado directamente al rey por un cuerpo jurídico que de ello se ocupara. "Por cuanto se nos suplicó y pidió merced que diéramos título, o diésemos armas a esa población o a esa ciudad" era la formula retórica común de las respuestas de la Corona a los solicitantes. En los incipientes asentamientos fue el cabildo o su fundador el que elevaba las peticiones que, además del intermediario en las cortes, debían ser acompañadas de memoriales en los que se exaltaran los servicios y sacrificios de la ciudad en nombre de la fe y de la Corona. Estos requisitos los cumplió rápida y efectivamente el cabildo de Santafé con lo cual lo que queremos destacar es la eficacia de los cabildantes y primeros pobladores de la ciudad para aprovechar la política imperial y asegurar, desde el comienzo, la construcción de su patrimonio urbano a través de la obtención de títulos y fueros administrativos.

Ahora bien, si la adquisición de títulos marcan para los habitantes de Santafé la génesis de la construcción de su identidad jurídica y simbólica, estos mismos títulos y proceso de adquisición ponen también de manifiesto la génesis y mecanismos conque en la Nueva Granada se llevo a cabo la transformación y textualización del espacio precolombino. Al otorgar a un asentamiento el título de ciudad y luego poblarla con blasones y privilegios lo que en última instancia garantizaban, tanto la Corona como los solicitantes, era la conversión de su asentamiento en Lugar. Puesto que un lugar es inexistente sin una previa acumulación cultural que lo nombre, (8) estos títulos llenan el vacío que al respecto confrontaban los conquistadores y por su parte la Corona mediante estos mismo títulos le proporcionaba al espacio conquistado tanjibilidad dentro de la fisionomía territorial y cultural del imperio. De esta manera, si con el rito de fundación y los nombres conque empieza a designarse la ciudad comienza a tener lugar la escritura sobre el espacio mismo, su textualización se inicia con los memoriales que piden prebendas y las cédulas reales que las otorgan. En cualquiera de los casos la función es la de nombrar, incorporar, poseer y dominar el espacio conquistado a través de la construcción, en este caso, de una teleología urbana. Dicha teleología se diversificará en múltiples comportamientos, actitudes y prácticas, siendo la escritura de la historia de la propia ciudad una de ellas.

II. Las señas de identidad de la ciudad cristiana o la posesión ideal

Las historias de la ciudad como género no se desarrollaron en la Nueva Granada pero al igual que los conquistadores supieron aprovechar la política imperial para asegurar títulos de nobleza para sí mismos y para sus fundaciones, los historiadores y cronistas aprovecharan las demandas imperiales de información sobre las tierras conquistadas para ampliar el capital urbano de sus respectivas ciudades. La manera de incorporar tales deseos dentro de una relación o narración histórica, se lleva a acabo de diversas maneras y Piedrahíta, como ya indicamos, lo hace a través de una digresión. El efecto inicial que tal digresión causa en el lector es el de establecer una continuidad histórico-temporal con la empresa de los conquistadores y además destacar la efectividad de ella, pues desde el comienzo se anticipa que la villa ha experimentado crecimiento.

El crecimiento ha que ha llegado esta villa lo mide Piedrahíta a través de la descripción del estado en que se encuentran el civitas y el urbanitas, es decir, incluye en su vista de la ciudad el desarrollo material , lo mismo que el de sus instituciones políticas y administrativas. Comenzando con una breve y panorámica descripción del aspecto físico de la ciudad y un retrato, también general, de sus habitantes sobre lo primero el cronista destaca que en la ciudad "sus calles son anchas, derechas y empedradas de presente todas con tal disposición, que ni en el invierno se ven lodos, ni fastidian polvos en el verano, sus edificios altos y bajos son costosos y bien labrados a lo moderno, de piedra, ladrillo, cal y teja, de suerte que no los exceden los de Castilla" ( 315) Más adelante continúa enfatizando que "las casas son tan dilatadas en los sitios, que casi todas tienen espaciosos patios, jardines y huertas, sin mendigar los frutos y flores de las ajenas." Finalmente y con la mención de los ríos que bañan la ciudad, los cinco puentes y las cuatro plazas que la "hermosean," esta breve presentación cumple con mencionar los aspectos indispensable que habían de tenerse en cuenta para destacar el buen sitio y trazado de la ciudad colonial; abundante en aguas, ajena a los rigores del clima, benigna en la producción de alimentos y con calles anchas y derechas. No hay pues queja en Piedrahíta respecto al acierto de los fundadores en la elección del sitio para poblar y llevar a cabo el trazado de la ciudad.

De los tres mil vecinos españoles y los "más de diez mil indios" que pueblan la ciudad Piedrahíta menciona que ellos se distribuyen en tres parroquias de las cuales la parroquia de la Catedral es la más importante y a cuyos alrededores viven "los que vulgarmente se llaman criollos." Para Piedrahíta estos "son de vivos ingenios; hablan el idioma español con más pureza castellana que todos los demás de las Indias; inclínanse poco al estudio de las leyes y medicina, que sobresalen en Lima y Méjico; y mucho al de la Sagrada Teología, filosofía y letras humanas; extrémanse en la celebración ostentosa del culto divino, y en agasajar forasteros" (316) A las virtudes esenciales de estos criollos, que además poseen hábitos de caballeros cortesanos en sus juegos y torneos, se suman la ejemplaridad de sus mujeres; "generalmente hermosas, con buen aire y discretas con agudeza cortesana [...] exceden a los hombres en la puntualidad de no faltar a sus palabras" (316)

Fácil es pues distinguir desde el comienzo que dadas sus cualidades estos habitantes de la ciudad, incluidos los indígenas de los cuales no se mencionara nada distinto a su número o pacifica ubicación, son singulares encarnaciones de los mejores ciudadanos peninsulares. Importante es que el grupo escogido para definir el carácter y costumbres de los ciudadanos sea el de los criollos, sin embargo el ocultamiento en este espacio y población de cualquier vestigio de comportamiento indeseable, español o precolombino, es lo que primero nos llama la atención. Este es el primer sesgo de la descripción de Piedrahíta que revela y pone en movimiento en su texto la dialéctica de transformar el espacio precolombino, en el Lugar del conquistador o sus descendientes. A los ojos del narrador y gracias a la presencia de la ciudad, el espacio geográfico no solo ha dejado de ser una extrañeza que ahora tiene nombre y orden, sino que además la presencia en él de una población idolatra, promiscua y carente de civilización han sido exitosamente sustituida por otra de virtudes ejemplarmente cortesanas y cristianas.

Patrimonio urbano son pues estas virtudes de las que el narrador no descuida exaltar el transplante a la Nueva Granada de la ideal política sexual peninsular. Es decir, la jerarquización respecto a la función, oficio y comportamiento que corresponde a hombres y mujeres dentro del espacio urbano. No faltar a sus palabras como principal cualidad atribuida a las mujeres obviamente que tiene por objeto resaltar la triunfal instauración de la moral cristiana y autoridad masculina en Santafé. En esta ciudad de ultramar, la infidelidad o el desacato a la potestad masculina según Piedrahíta no tienen lugar. (9) En este sentido el progreso a que ha llegado esta villa se mide también por la capacidad de sus habitantes de expulsar de este territorio los nativos cuerpos femeninos que según los primeros recuentos y relaciones era visto desde el exotismo de una sensualidad sin limites o la agresividad de unas amazonas aberrantemente superiores a los hombres.

Una población de criollos con mujeres sin mancilla y hombres dedicados básicamente al estudio de la teología y a "la celebración ostentosa del culto divino" no sería tal si en la configuración del espacio físico que ocupan no dejaran escritas las señas de identidad de su ejemplar devoción y comportamiento. Así y como una manera de constatar y hacer visibles las virtudes de estos ciudadanos Piedrahíta se detendrá holgadamente en la enumeración, ubicación y descripción de aquello edificios y construcciones que expresan el católico sentir de quienes los erigieron. Al presentar a los criollos ya había mencionado la Catedral y con ella inicia su extenso recorrido por los sitios donde las obras pías adornan y ordenan el espacio de la ciudad. Complaciente y detallada es la descripción de los atributos ornamentales y arquitectónicos de la Catedral, que con sus tres naves, las cino capillas que hay en su interior, los santos y patronos que hay en ellas, el Coro que "está fabricado en el cuerpo de la iglesia, a la manera que lo tienen las catedrales de España," (317) sus dos órganos y sus retablos, se constituye en el edificio más importante y más finamente descrito por Piedrahíta.

Revelador en este momento de la descripción resulta también el hecho que la única queja que en todo el texto dedicado a Santafé manifiesta su autor tenga que ver con las bajas rentas que reciben los curas rectores de la Catedral. A pesar de que esta Catedral, se lamenta Piedrahíta, produce más frutos que la metropolitana de Méjico, aún demora el aumento de las rentas para sus mantenedores. Aparte de este discreto descontento, ni los oidores, encomenderos alcaldes o cualquier otro representante de la administración civil o eclesiástica local serán objeto de quejas o reclamos, silencio que contribuye al sostenimiento de las virtudes y buen gobierno que describe en la ciudad.

Puesto que para Piedrahíta la ciudad no se divide en barrios sino en Parroquias, al salir de la Catedral su desplazamiento sigue la dirección en que se encuentran los templos que las rigen, el de Nuestra Señora de las Nieves, el de Santa Barbara y el de San Victorino. Desde ellos su recorrido continuará con la mención y visita a las iglesias o capillas que se encuentran en las casas de la ordenes religiosas, conventos y los "tres colegios que tiene dicha ciudad." La del colegio de la compañía de Jesús se distingue por ejemplo ya que "su fábrica de templo y casa es tan buena que no tengo noticia de otra mejor en su religión, no solo en Indias, sino en Flandes, España y Francia (fuera del de Jesús en Roma)" a estas cualidades además le agrega que " venéranse allí cinco cuerpos enteros de los santos mártires Mauro, Fortunato, Dionisio, Euthimio y Anastasio" (320) La mención a los cinco mártires aumenta aquí la cantidad de las santas, patronos y santos que albergan todas las iglesias que antes había mencionado. La más importante es la Cabeza de Santa Isabel, reina de Hungría, venerada en la Catedral por ser ella la patrona de todo el reino.

La ordenación del espacio urbano que lleva a cabo Piedrahita a través de su secuencial mención de iglesias, conventos o edificios dedicados a la devoción católica es tal, que los límites de la ciudad misma están señalados por la presencia de un templo un monasterio o una imagen religiosa; "Además de las iglesias parroquiales, tiene sobre la cumbre del monte que domina la ciudad, por la parte de las Nieves, un templo y un convento dedicado a Nuestra Señora de Monserrate, donde algunos religiosos descalzos de San Agustín viven retirados. Y sobre la cumbre del monte que mira a la Catedral, otro templo de Nuestra Señora de Guadalupe, y en la ladera que media entre éste y la ciudad, hay una casa y ermita consagrada a Nuestra Señora de Egipto"(319) Centro y perisferia del espacio urbano son pues los monumentos de la religión para Piedrahita, quien emblemáticamente termina su recorrido por los sitios de la ciudad diciendo "y finalmente hay dentro de la ciudad más de doscientas ermitas, capillas y oratorios, que es la prueba más clara del religioso afecto de sus moradores" (321)

Ni las casas del cabildo, el gobernador, el presidente, los oidores, el alcalde o el recinto donde reposa el Sello Real, serán descritos o mencionados por Piedrahíta. Sobre el poder civil, se limitará a dar una relación, aunque también loable, del número y salarios de los integrantes de las instituciones de administración civil. Relación que completa destacando los fueros y jerarquía de que goza la ciudad respecto a todo el Nuevo Reino de Granada y su privilegio como poseedora de un escudo de armas y su título de "muy noble y muy leal."

De esta manera la cuidadosa y exaltada descripción del patrimonio religioso diseminado a lo largo y ancho del espacio publico y privado de la ciudad no solo se constituyen en el soporte de la narración misma sino en el eje de la ordenación física y cívica de la ciudad. Ordenación que determinará la idea de ciudad en Piedrahíta lo mismo que el carácter del patrimonio urbano con el que él espera que el Rey Felipe II, a quien está dedicada su Historia, o los extranjeros lectores identifiquen la ciudad.

Un lector avisado del siglo XVI identificaría de inmediato que mediante la ordenación que Piedrahíta ha trazado sobre Santafé, la idea de ciudad que se vislumbra es la propuesta por San Agustín para la ciudad terrena. Es decir, la ciudad de los hombres como epicentro del mantenimiento y propagación de la fe. Para llevar a cabo tal propósito la ciudad tiene que ser como precisamente la ha descrito Piedrahíta; virtuosa en el comportamiento de sus habitantes, generosa en la construcción y mantenimiento de recintos dedicados al culto y la devoción, caritativa y piadosa en tanto recuerda a los mártires de la iglesia y promueve obras de caridad como hospicios y hospitales a los que Piedrahíta también ha hecho referencia. La ciudad en fin vista como el epicentro en la formación de una república cristiana en tanto en ella se distinguen rasgos de independencia y singularidad respecto a la Corona pero a la vez cohesión y armonía entre los poderes civiles y eclesiásticos que la ligan al imperio. Una ciudad en la que los varones ilustres de primer orden no sean, como en Juan de Castellanos, los conquistadores o encomenderos sino los santos, mártires o patronos que custodian a la ciudad, los jerarcas de la Iglesia , los virtuosos gobernantes y los ciudadanos patrocinadores de obras dedicadas al culto, la caridad o la propagación de la fe.

La ciudad y patrimonio urbano de Piedrahíta, está pues construido bajo la guía de las ideas agustinianas y la preceptiva de las historias eclesiásticas. Como la de él muchas serán las descripciones de ciudades en las Indias Occidentales o la misma península, cuyos autores fueron sacerdotes, obispos o autoridades del clero. En este sentido la novedad de la descripción de Piedrahíta disminuye, pero al incorporarla dentro del proceso de dominio y textualización del espacio americano se convierten en un hito de gran revelación.

Aparte de la singular imagen de la ciudad virtuosa y devota que su descripción produce, con estas mismas imágenes Piedrahíta contribuye a nombrar, poseer, hegemonizar y disfrutar el espacio conquistado. De una manera similar a lo que se expresa a través de los mapas o las imágenes pictóricas, la descripción escrita de la ciudad poseen también el poder de socializar a sus habitantes y acomodar la realidad mediante el uso de reconocidas convenciones. Mediante ellas no sólo se integra la ciudad y el territorio que domina a la teleología, tradición cultural y el poder del imperio sino que además ponen al descubierto los deseos y aspiraciones del individuo que las llevan a cabo. En última instancia el patrimonio urbano que Piedrahíta le otorga a la ciudad, es el patrimonio de su propia persona, en tanto él como sacerdote y representante del catolicismo en la Nueva Granada, ve en la ciudad las señales de su propio oficio y les atribuye condiciones de centro y frontera. No obstante mediante esta singular exteriorización de la propia persona o grupo que al que se representa el efecto final es que el espacio americano ha dejado de ser una región sin nombre que invitaba a ser tomada y se ha convertido en un Lugar firmemente establecido y demarcado al que hay que defender, disfrutar y continuar poblando.

El eficaz entrelazamiento entre las nociones de espacio, cultura y poder queda así expuesto al interior de la escritura eclesiástica colonial dedicada a la ciudad. Una vez que la ciudad ha sido trazada y nombrada a través de sus títulos y fueros administrativos, el recuento de su historia o la descripción de su "realidad" y crecimiento viene a ser el rasgo que le otorga la mayoría de edad cultural y social. De la misma manera que un territorio sin su representación cartográfica está fuera del conocimiento imperial, una ciudad sin títulos, sin fueros y sin su representación escrita aún está por formar, pues en última instancia la escritura que la nombra es la que le otorga su identidad como un hecho real. La representación toma el lugar del espacio físico y social y además de incorporarlo a la jurisdicción cultural del imperio lo convierte a ese espacio en un Lugar ideal.

En Piedrahíta significativos silencios y un singular ordenamiento temático y espacial borra en su representación las contradicciones y tensiones socioculturales vigentes en la ciudad. La tensión y dualidad entre conquistadores y conquistados, peninsulares y criollos o entre los mismos estamentos de poder imperial que se manifestaban en la ciudad colonial han sido efectivamente anulados o sustituidos por la imagen de una virtuosa y devota ciudad. Una ciudad trazada con finas convenciones para que la ilusión central y el efecto de realidad que se desprenda al leer su representación sea el de la armónica y desproblematizada convivencia en las tierras del monarca, de la iglesia, la administración, los ciudadanos y la población conquistada.

III. A manera de conclusión

Al reseñar en este artículo el origen, la función y el significado que contiene la vista urbana de Piedrahíta y sus implicaciones respecto a la textualización y dominio del espacio en la Nueva Granada, soy conciente de que aquí han quedado fuera la respuesta e historia de las nociones de espacio y territorialización de las naciones dominadas. Sin ellas naturalmente que el estudio de la espacialización durante la conquista y la colonia en la Nueva Granada continuará incompleto y que sólo con investigaciones similares a las de Joan Rappapor,(1990, 1999) o Barbara Mundy (1996) quien estudia el caso mexicano, tal vacío podrá sortearse efectivamente. No obstante, mi intención no ha sido la de continuar con aquellas historias que Walter Mignolo denomina mono-temáticas en tanto estas solamente se concentran en señalar los mecanismos y expresiones culturales de dominio occidentales. Más bien lo que se ha querido destacar es un punto de ingreso en el estudio de la representación del espacio urbano para la Nueva Granada y sus alteridades al interior de las mismas formas culturales del invasor. En un reino en el cual la ausencia de una tradición pictográfica precolombina, a la manera de los códices aztecas, o de crónicas de resistencia como las de la tradición peruana, dificultan aun más precisar la visión del otro, estudiar detenidamente la producción cultural del vencedor tal vez contribuya a develar aún más lo que sus representaciones ocultan. Específicamente pienso aquí que respecto al tema del espacio y la territorialización precolombina en la Nueva Granada se podrían refinar las enseñanzas metodológicas de Sabine MacCormack (1991) a propósito de su estudio sobre las religiones andinas. Es decir, en compañía de un soporte teórico interdisciplinario (etnografía, antropología, sociologia) ir despejando y decantando la escritura del conquistador mismo cuando éste se refiere o describe la formación territorial y organización del espacio de las naciones originarias. Por lo pronto cualquier estudio sobre los usos, ideas y distribución espacial durante la conquista y la colonia en la Nueva Granada será tan solo una aproximación.


Notas

(1). "What this means is that a town could exit--as legal construct, that is, a civitas-- even before its site was actually determined" Sobre los significados culturales, cívicos y político atribuidos a la ciudad durante la expansión conquistadora vease Richard L. Kagan, Urban images of the Hispanic world, 1493-1793. New Haven: Yale University Press, 2000.

(2). Muy pocas ciudades fundadas por españoles en América no tienen un antecedente urbano o de asentamiento indígena en sus orígenes. La necesidad de mano de obra, la utilización de redes de comunicación ya establecidas, la importancia de un sitio de abastecimiento agrícola etc., hacen que la colonización española y la fundación de ciudades dependa de los pueblos o ciudades indígenas. Sobre fundaciones españolas y ciudades precolombinas véase, entre otros, Azancot Vives Pedro, "Las ciudades Iberoamericanas: expresión de la expansión ultramarina" y Ferrer Gómez Álvaro, " Estrategias de la colonización: líneas de penetración y desplazamiento; Áreas de colonización española y portuguesa hasta 1753", en Francisco de Solano (Director científico) Historia Urbana de Iberoamérica. Tomo I. Madrid: Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos de España, 1987. Hardoy, J. E. Urban planning in precolombian America. George Brasiller, New York, 1968 y Las ciudades precolombinas Buenos Aires: Ediciones Infinito, 1966. Regal, A: Los caminos Incas en el antiguo Perú, Lima 1936. Andrews, G. F. Maya cities. University of Oklahoma Press 1975. Agurto, S; Cuzco; la traza urbana de la ciudad Inca Lima: UNESCO, 1980.

(3). Lewis Mumford.The culture of cities New York: Harcourt, Brace and Company, 1958. Desde un punto de vista cultural, arquitectónico, demográfico, económico, espacial, histórico, religioso, filosófico, etc., la definición de la ciudad es tan compleja y variada como los temas de estudio relacionados con ella. A pesar de que Mumford no estudia la ciudad Iberoamericana, adopto su definición ya que en principio ofrece uno de los panoramas culturales más completos en el estudio de la ciudad occidental.

(4). De la Noticia historial de las conquistas del Nuevo Reino de Granada, existen cuatro ediciones. La primera de Amberes 1668 se editó en los talleres de Juan Bautista Verdussen. La segunda es de 1881 y la editó en Bogotá Medardo Rivas con un prólogo de Miguel Antonio Caro. Una tercera edición data de 1942 editada también en Bogotá. En 1973 y con un prólogo de Sergio Elías Ortiz, la editorial Kelly de Bogotá publica la ultima edición que se ha hecho del texto de Piedrahíta. Mi lectura se basa en esta ultima edición.

(5). Varias son las ciudades que en las Indias recibieron esta dignidad. En la Nueva Granada, Cartagena recibe el titulo también en 1575 y Pasto recibe el de "muy leal ciudad"en 1559.

(6). Sobre la ciudad hispanoamericana, como expresión de la expansión ultramarina, vease Pedro Vives Azancot, ibid y A. Hennessy The Frontier in Latin American History. Edward Arnold, London(1978).

(7). El primer intento de asentamiento fue el Fuerte de Navidad (1492) construido por Colón al norte de la isla La Española. Intento que, como se sabe, terminó en desastre. Le sigue La Isabela (1493). En 1498 Bartolomé Colón funda Santo Domingo, que refundada en 1502 se constituye en el primer asentamiento estable en Las Antillas y el Nuevo Mundo. En 1521 Juan Ponce de León funda la ciudad de San Juan. Los primeros asentamientos estables en tierra firme fueron Nuestra Señora la Antigua del Darién (1510) y Nuestra Señora de la Asunción de Panamá (1518); fundados por Ponce de León y Pedrarías Dávila respectivamente. Al mismo tiempo que tenían lugar las exploraciones hacia el interior de tierra firme (región Centro Americana y Andina) muchas ciudades que aún mantienen su importancia en Hispanoamérica fueron fundadas entre 1500-1550; Veracruz (1519), México (1522), Guadalajara (1529), Puebla (1530) Santa Marta (1525), Cartagena (1533),Quito (1534), Lima (1535), Popayán(1536), Santafé de Bogotá (1539), Tunja (1539), Arequipa (1540), La Paz (1548). Sobre exploraciones y fundaciones durante la primera centuria de la colonización véase, Álvaro Gómez-Ferrer (1987) "Estrategias de la colonización: lienas de penetración y desplazamiento; áreas de colonización española y portuguesa hasta 1573" Historia Urbana de Iberoamerica Tomo I. Francisco de Solano (director científico). Madrid: Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos de España, 1987.

(8). Sobre la distinción entre espacio y lugar en el sentido que aquí empleo, véanse John Agnew, "representing Space: Space and Culture in Social Science." Place,Culture, Representation. Ed. James Duncan and David Ley. London and New York: Routledge, 1993. 251-71.

Bender Barbara, Landscape Politics and Perspective. Providence and Oxford: Berg Publishers, 1993. y Erica Carter, Donald James y Squires Judith. Space and Place: Theories of identiy and Location. London: Lawrence and Wishart, 1993.

(9). Como se sabe a este respecto otra cosa muy distinta había referido Rodríguez Freyle en su Carnero (1638) de tal manera que si se tratara de destacar "la conducta sexual impropia de la ciudad colonial" la crónica de Freyle, contienen abundantes ejemplos. Este tema, no plenamente estudiado desde la perspectiva de la construcción del patrimonio urbano durante la colonia, lo desarrollo ampliamente en un capitulo de mi tesis doctoral. (2001)

 

Referencias Bibliográficas

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