La cultura i/e-legible de la nueva era

 

Cristina Guiñazú

Susana Haydu

 

Hoy en día expresiones tales como globalización, era informática y era digital han invadido nuestro vocabulario cotidiano sin que hayamos asimilado su tremendo impacto en nuestra vida. En estos últimos años hemos sido testigos de una expansión de mercados económicos y culturales a nivel mundial. Si bien esto resulta en una interdependencia no equitativa que beneficia a países con mayor poder económico y desarrollo tecnológico, el Internet asegura la fluidez de las comunicaciones y permite la inclusión de aquéllos con menores recursos.

Un gran número de artistas y escritores crean sus propios sitios en los que exponen sus obras y publican sus textos aprovechando la democratización de la cultura y desafiando los cánones establecidos. Una de las consecuencias más importantes de esta revolución es la gran profusión de obras. E-books, revistas electrónicas, websites literarios, centros electrónicos de poesía y de música y exhibiciones de pintura y escultura están al alcance de todos aquellos que frecuentan el Internet. Ya existen por ejemplo más de 30.000 revistas de distintas disciplinas en el Internet. Este hecho entusiasma a unos y desespera a otros.

Los entusiastas celebran la posibilidad de publicar con libertad y rapidez. Además, impulsan la creación de un nuevo género digital, múltiple, que incluye simultáneamente diversas artes, como la música, la pintura y el cine. La escritura ha perdido el privilegio de ser la expresión más importante en la transmisión de las ideas; coexiste con los medios visuales y auditivos lo cual facilita la interactividad. El receptor puede participar en la elaboración del nuevo artefacto cultural convirtiéndose así en creador parcial de la obra. Estas formas artísticas que son elaboradas en un lenguaje nuevo atraen a un público igualmente nuevo que no estuvo jamás expuesto a las obras pilares de nuestra cultura. Por otra parte, las obras digitales se enriquecen también con las nuevas conexiones establecidas por medio de los hiperenlances que conducen a otros campos.

Los detractores temen que la gran cantidad de textos amenace los parámetros canónicos y genéricos que dan legitimidad a la obra artística. La atomización resultante desautoriza el establecimiento de poderes -universidades, academias, museos- que regimentan y definen la cultura. "Publica y lee lo que quieras, cuando quieras" es la frase publicitaria de una editorial electrónica, noveles.com que ilustra muy bien este punto de vista. El peligro reside en la imposibilidad de seleccionar obras que garantizen un lenguaje crítico común. Probablemente resulte necesaria la búsqueda de nuevos modos críticos capaces de valorar las nuevas obras digitales.

Evidentemente la aparición de las nuevas formas culturales no significa de ninguna manera la desaparición del libro, de las revistas y de las pinturas y esculturas tal como los conocemos. Ambos tipos de producción van a coexistir y serán muchos los factores que influirán en la preferencia del uno sobre el otro. Sin embargo, es obvio que las nuevas generaciones tienen una mayor familiaridad con las publicaciones digitales. Este hecho nos obliga a todos a mantenernos al día en cuanto a la circulación de ideas e imágenes. Resultado de ese esfuerzo de actualización son los numerosos cursos a distancia que, basados en el Internet, alcanzan a estudiantes en los lugares más remotos y las versiones digitales de los libros impresos. Es claro que estos cambios están relacionados con el beneficio económico. Tanto los nuevos escritores como las universidades prestigiosas y tradicionales que ofrecen educación a distancia se sienten movidos por el deseo de alcanzar al mayor número posible de lectores y estudiantes y, así, incrementar sus ganancias.

Si bien es difícil profetizar, ya podemos especular que cada individuo constituirá su propio bagage intelectual y cultural según sus inclinaciones. El Internet ha sacudido profundamente nuestras estructuras culturales, formadas desde hace siglos. No sólo ha hecho tambalear el modo de producir, por ejemplo, un texto que seguía un orden específico y rígido de autor, a editor, a librero y a lector. También ha alterado el modo de pensar ya que permite la interacción con una variedad de datos y experiencias virtuales jamás imaginadas hasta hoy. Este inmenso raudal cambiará el lenguaje crítico y común a cada disciplina así como el lenguage interdisciplinario y traerá como consecuencia un gran enriquecimiento al tiempo que un gran desafío para cada uno de nosotros. Sea lo que fuere, este florecimiento del Internet ya nos ha dado una dimensión diferente en la forma en que contemplamos el universo.

En este número, CIBERLETRAS incluye algunos artículos que señalan y discuten el gran impacto de la tecnología en las artes y en las letras.